VASCONES, HAEC FAMA EST



Como contaba no hace mucho en un directo en Instagram, emitido por "La ventana de las Humanidades" de Macarena Calderón, de la Universidad de Alcalá de Henares, en el que hablamos, también, sobre el legado del mundo clásico, y como recuerda el primer post de este blog, Oppida Imperii Romani nació como un blog de arqueoturismo que aspiraba a ofrecer al viajero interesado en la huella urbana de Roma en las provincias recursos y materiales desde los que conocer, entender e interpretar mejor dicho legado. Estos días, sin embargo, revisando el histórico de entradas de este espacio, nos ha sorprendido comprobar que, excepción hecha de algunos posts sobre ciudades de la Hispania Citerior -y bien diversas en tamaño e historia como Tarraco, Osca o Cascantum cuyas entradas acumulan entre 4.000 y 5.000 visitas- es un post publicado en octubre de 2017, y titulado "Navarrorum", el que, con más de 4.200 visitas es, a día de hoy, el más visitado de Oppida Imperii Romani confirmando la tendencia de éxito que -casi siempre con más de 1.000 visitas por entrada- tienen los posts etiquetados con la etiqueta Vascones. En ese post de 2017, motivado por una exposición instalada por aquel entonces en el Archivo General de Navarra, me limitaba a hacer hablar a otros expertos sobre algunos de los tópicos erróneos o interesados que, en torno a los Vascones antiguos, se han mantenido con el paso de los años tanto a nivel científico como -lo que a veces resulta más preocupante en según qué medios- a nivel social.

Como se ha dicho en este blog en muchas ocasiones, el asunto sobre las etnias históricas de la Antigüedad peninsular ha conocido una inusitada dinamización en los últimos quince años. Por citar sólo monografías -la lista sería interminable si se incluyesen también artículos de investigación- se han publicado agudos volúmenes de síntesis que se han preguntado sobre la validez de las fuentes que nos hablan de las etnias paleohispánicas (CRUZ, G., LE ROUX, P., y MORET, P. (eds.), La invención de una geografía de la península ibérica, vols. 1 y 2, Málaga-Madrid, 2006 o WULFF, F., y ÁLVAREZ-MARTÍ, M. (eds.), Identidades, culturas y territorios en la Andalucía prerromana, Sevilla-Málaga, 2009), sobre la difícil relación entre etnicidad e identidad política en los tiempos antiguos (CRUZ, G., y MORA, B. (eds.), Identidades étnicas, identidades políticas en el mundo prerromano hispano, Málaga, 2014), sobre la relación entre etnias y territorios (SANTOS, J., CRUZ, G., FERNÁNDEZ CORRAL, L., y SÁNCHEZ VOIGT, L., Romanización, fronteras y etnias en la Roma antigua: el caso hispano, Vitoria, 2013), sobre las fuentes que caracterizan nuestro conocimiento del mosaico étnico prelatino en Hispania (SALINAS DE FRÍAS, M., y HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, D., Los pueblos de la Península Ibérica antes de Roma, Madrid, 2018) y, también, sobre los procesos historiográficos que han contribuido a engrandecer, a -como se ha escrito con acierto en un volumen muy recomendable- "lustrar los orígenes" (PÉREZ MOSTAZO, J., Lustrando las raíces. Antigüedad vasca, política e identidad en el siglo XIX, Pamplona, 2019) a partir de siempre apasionantes tergiversaciones del pasado (WULFF, F., Las esencias patrias: historiografía e historia antigua en la construcción de la identidad española (siglos XVI-XX), Barcelona, 2003). Y eso, lógicamente, ha afectado también a una de las etnias antiguas que, por razones de cuasi-homonimia con los vascos actuales, más interés ha despertado socialmente: los Vascones sobre los que la bibliografía es ya bastante generosa tal como indicábamos hace algunos años (ver post aquí). Tanto es así que tras una notable intensificación de la producción científica sobre éstos entre 2006 y 2013, apenas se ha publicado nada nuevo recientemente y lo que ha ido apareciendo -como el volumen de LANZ, J., Los vascones y sus vecinos (siglos II a. C.-VIII d. C.), Pamplona, 2020 o el de KLÄR, T., Die Vasconen un das Römische Reich. Der Romanisierungprozess im Norden Iberischen Halbinsel, Stuttgart, 2017- no puede decirse que sean, realmente, obras monográficas sobre esta etnia sino, más bien, aproximaciones a la misma desde perspectivas de la Historia Antigua general y de la praxis político-administrativa al modo romano en territorios del septentrión hispano en particular, también, en cualquier caso, interesantes y dignas de ser integradas en la historiografía sobre la cuestión. Sí resulta necesario -y Javier Larequi, un buen alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra lo está acometiendo como Trabajo de Fin de Grado que, además, tendrá continuidad en una investigación doctoral- aplicar esos esquemas de comprensión identitaria e historiográfica arriba citados -haciéndolo en el sentido más amplio del término, de historiografía antigua pero, también, de ideología e historiografía políticas contemporáneas- a un problema, el de los Vascones que, en los últimos años, no ha hecho, como comentaremos a continuación, sino escudriñar constantemente las mismas fuentes que recopilase con acierto a comienzos de los años 80, tras la estela de otros investigadores precedentes, Mª Jesús Peréx Agorreta (Gerión, Extra 2, 1989, pp. 317-326) en cuyo volumen-homenaje, actualmente en prensa en la Editorial UNED, volveremos sobre sus indiscutibles aportaciones.

Muestra de lo sugerente que el tema sigue resultando, también a pie de calle y en la opinión pública, es la polémica que, en estos últimos días, se ha generado en Navarra a raíz de una entrevista a Jokin Lanz, citado más arriba, publicada en Diario de Navarra y en la que, con notable claridad, este historiador navarro explicaba las diferencias entre los Vascones prelatinos -los contemporáneos a la conquista romana y las guerras civiles de Roma-, los altoimperiales -de la época en la que se compusieron las que son nuestras principales fuentes sobre la cuestión- y los tardoantiguos. En ella, Jokin Lanz sentenciaba, con poco acierto, que los historiadores que se han ocupado -que nos hemos ocupado- de trabajar sobre Vascones en los últimos años habíamos entrado en un bucle. En absoluto lo vemos así y damos toda la razón a la carta al director que Javier Larequi, también citado más arriba, envió al Diario de Navarra en respuesta a esa poco acertada expresión y en la que demostraba cuánto habían aportado -y seguirán aportando- los recientes debates sobre las fuentes antiguas respecto de una cuestión que sólo avanzará si seguimos mirando a esas mismas fuentes, desde nuevas perspectivas.  

En ese contexto de escrutinio constante de las fuentes antiguas sobre los Vascones, como decíamos, en el último decenio, en la Historia Antigua peninsular hemos asistido a un cierto revisionismo que, en parte motivado por esa escasez de fuentes y en parte, también, por el deseo de exprimir éstas al máximo ha generado no poca confusión no sólo científica sino, también, social interviniendo sobre ésta, también, el reiterado recurso social a tópicos, como el de la expansión vascónica, el de la identificación entre Vascones y navarros o el del vasco como lengua de los Vascones, todos ellos ya superados y sobre cuyos presupuestos errados hablamos, de hecho, en un muy reciente post de Oppida Imperii Romani. En estos últimos años, la investigación, y en parte también la sociedad, se ha preguntado -y se sigue preguntando-, entre otras cuestiones, algunas como las que siguen: ¿tuvieron los Vascones de las fuentes antiguas autoconciencia de sí mismos? ¿constituyeron, de verdad, un estado único merecedor de prebendas por parte de Roma? ¿fue el vascuence su lengua principal y mayoritaria? ¿si lo fue, porque su registro escrito es tan escaso a este lado del Pirineo? ¿qué rol ocuparon los Vascones ante la expansión romana durante el siglo II a. C. y en las guerras civiles del siglo I a. C., en especial la guerra sertoriana? ¿fue Pompelo su capital? ¿fue ésta fundada, en realidad, por Pompeyo? ¿esa fundación, fue un premio o un castigo a la etnia local? ¿qué distingue, desde el punto de vista material y tangible, a los Vascones de sus vecinos celtíberos o íberos? ¿es Navarra la tierra de los Vascones? ¿lo es Euskadi?

El pasado jueves 25 de febrero, tras varios intentos fallidos por culpa de nuestra saturada agenda, fuimos invitados a participar en las ya consagradas tertulias de la Asociación Pompaelo donde, en los últimos meses, se había hablado ya sobre Vascones y sobre la Navarra antigua de la mano del escritor, extraordinariamente bien documentado, Juan Torres Zalba, autor reciente de El primer senador de Roma (Madrid, 2019) y, antes, de Pompelo, el sueño de Abisunhar (Pamlona, 2004) y, hace algo más de tiempo, un buen grupo de alumnas del Diploma en Arqueología que ofrece la Universidad de Navarra, habían abordado algunas cuestiones históricas y patrimoniales sobre la Pamplona romana que también recogimos en un post de este blog. En el transcurso de la citada tertulia -de carácter totalmente divulgativo- que quedó grabada y que puede verse en el vídeo que encabeza este post, insertado desde el canal de vídeos de la Asociación Pompaelo en YouTube, tuvimos la oportunidad de responder a algunas de las cuestiones que antes enunciábamos y que, o bien se han planteado como consecuencia del debate historiográfico reciente o bien siguen estando presentes, a veces sin demasiado cuestionamiento y asumidas como inertes tópicos, en la sociedad navarra. Casi podría decirse que los Vascones cuentan con su particular fama social, algo que, por otra parte, ya pasaba en época de Juvenal, de ahí la expresión (Iuv. Sat. 5, 15, 93) con que encabezamos este post. Compartimos el vídeo motivados por el éxito que, al menos desde una óptica cuantitativa, tienen los posts que, sobre Vascones, dejamos en Oppida Imperii Romani y lo hacemos, también, alineados con nuestro firme convencimiento de que, como afirmaba Eric Hobsbawm, el historiador debe ser el recordador oficial de aquello que la sociedad quiere olvidar o, al menos, manipular. 


DE PATRIMONII AEMVLATIONE

 


[Trabajos de excavación de estudiantes universitarios, becados por la Comarca de Cinco Villas, en Aragón, en la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo, un proyecto de la Fundación Uncastillo]

En estas últimas semanas, se ha hecho viral la noticia de la constitución de la Plataforma Estatal de Profesionales de la Arqueología -en realidad surgida hace un par de años- como medio para impulsar acciones reivindicativas por parte de los profesionales del sector en contra de la precarización de la actividad arqueológica, como, por ejemplo, recogía una noticia de El Español, de los últimos días del recién terminado 2020. De igual modo, determinados colectivos, han iniciado una recogida de firmas para que todo el personal de excavaciones arqueológicas tenga titulación de arqueólogo. En este pasado año de 2020, como resumimos en otro post de Oppida Imperii Romani, la incidencia de la pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto las debilidades sobre las que se asienta un sector tantas veces denostado en el marco de las exiguas políticas culturales de muchas autonomías de este país y que, además, adolece de la falta de estrategia en la materia por parte de otras tantas administraciones competentes, como comentábamos, también, en otro post de los últimos meses. Sobre el tema hemos reflexionado, también, en una excelente entrevista ("Arqueología en tiempos de Covid-19") que, Ane Urrizburu, una brillante alumna del Diploma de Arqueología que ofrecemos en la Universidad de Navarra, hizo al autor de este blog entrado el pasado mes de noviembre pero que vio la luz apenas unos días antes de terminar el año. 

Precisamente, a finales del pasado semestre, tuvimos la oportunidad de impartir, vía Zoom, una sesión en el Mestrado em Arqueologia e Território de la Faculdade de Letras de la Universidade de Coimbra, titulada "A Arqueologia como gestao integral do património: diagnóstico e varios projetos de Arqueologia Clásica em Espanha". que, en parte, hemos replicado en fechas bien recientes en unas Jornadas sobre Arqueología, Historia y Patrimonio promovidas por el Núcleo de Estudantes de História de la Universidade de Évora. En ambas charlas, básicamente, nos limitamos a exponer las herramientas que, en materia de investigación -pero también en materia de gestión cultural del patrimonio arqueológico- venimos aplicando en los últimos años en Los Bañales de Uncastillo -que ha contado, al menos desde 2011, con un valedor de auténtico privilegio, la Comarca de Cinco Villas- y en Santa Criz de Eslava -en estos dos últimos años con el ejemplar apoyo del Parlamento de Navarra- y que, en parte, ya inspiraron un vídeo compartido no hace mucho, en razón de otro evento académico anterior, en otro post de este blog donde, además, dábamos acceso a algunas de las publicaciones en que parte de esas ideas habían sido desarrolladas. 

Sin embargo, en la parte de diagnóstico inicial de dicha charla sí nos pareció oportuno detenernos en cinco proyectos de Arqueología Romana en España que tienen, nos parece, mucho que enseñar sobre nuevas formas de investigar y sobre las principales oportunidades, y también amenazas, del entorno actual para la investigación arqueológica. Son los proyectos que aparecen ilustrados en las diapositivas 17 a 21 de la presentación antes enlazada. Se trata, en el orden en que fueron citados, de los proyectos promovidos, en Castilla La Mancha, por Oppida S. L.; en Torreparedones, en Andalucía, por el Ayuntamiento de Baena; en la uilla romana de Noheda (Cuenca), de nuevo en La Mancha, por varias instituciones locales y autonómicas; en El Molinete de Cartagena (Murcia), en la Región de Murcia, por un consorcio con participación sobresaliente del mundo académico, como sucede también en Torreparedones; y, finalmente, en el Parque Arqueológico de Segobriga, en Saelices (Cuenca). Nos parecía que cada uno de esos proyectos aportaba luces a un benchmarking -que, en el título del post hemos traducido, libremente, al Latín, como de patrimonii aemulatio- que cada vez se hace más necesario en materia de gestión del patrimonio arqueológico al tiempo que señalaba cinco herramientas que nos parece que alumbran que, en estos tiempos inciertos, sí es posible encontrar fórmulas que alarguen en el medio y largo plazo la sostenibilidad de nuestra investigación arqueológica. Aunque, como es lógico, y como no puede ser de otro modo, poner en marcha esas herramientas exige no pocos trabajos y desvelos. 

[1]. Las posibilidades de las herramientas institucionales de formación para el empleo: escuelas-talleres y talleres de empleo. En los últimos años, con hallazgos que han sido, incluso, cabecera de medios nacionales -como la hermosa máscara teatral en terracota descubierta a inicios del presente curso académico en Alhambra (Ciudad Real)- los proyectos arqueológicos de la antigua Laminium y de la villa romana de Puente Olmilla, en Albadalejo (Ciudad Real) han aportado notable y utilísima información sobre la incidencia de la romanización en los territorios de la Meseta Sur. Esas dos excavaciones, con el liderazgo académico y gestor de la sociedad Oppida S. L., y con la dirección por parte de José Luis Fuentes Sánchez, de la Universidad de Granada, han sido posible gracias a la articulación de talleres derivados de los planes de empleo autonómicos que han considerado la Arqueología, y profesiones vinculadas a ella, como nicho de empleo con necesidades específicas de formación. Este tipo de iniciativas de las administraciones autonómicas con el apoyo de fondos europeos para el desarrollo rural, han sido tradicionalmente -lo fueron en los 80 y en los 90, al menos- fórmulas muy apropiadas para extender sobre el medio rural todas las potencialidades de la denominada "arqueología pública": formar futuros profesionales en tareas propias de la actividad arqueológica o vinculadas a la misma (como la restauración, la albañilería, la construcción...), hacerlo en el medio rural, generar empleo y cualificar a la población del ecosistema socio-económico circundante a un yacimiento arqueológico que, a la vez, es estudiado, recuperado y protegido. Tristemente, algunas autonomías han dejado de incluir la Arqueología -y las profesiones con ella relacionadas- entre las profesiones prioritarias para beneficiarse de la constitución de este tipo de escuelas que, sin embargo, han permitido en no pocos proyectos peninsulares extender durante más de 6-9 meses al año los trabajos arqueológicos en campo compaginando de modo sensacional la investigación con la puesta en valor y la musealización, incluso. 

[2]. Las ventajas de concurrir a fondos europeos para la financiación de la investigación y la conservación del patrimonio arqueológico. Quienes nos dedicamos a la investigación académica y, también, a la promoción del patrimonio cultural no hemos dejado de oír, en los últimos años, que el mayor nicho para la obtención de fondos y de inversiones orientadas, al menos, a la puesta en valor del patrimonio arqueológico, estaba en Europa, en la Unión Europea. En este sentido, un buen ejemplo de adecuada obtención y gestión de fondos europeos, cuantiosos, para la restauración del patrimonio arqueológico es el ejemplar y motivador trabajo que, desde el Ayuntamiento de Baena, y con la batuta, por parte del propio Ayuntamiento, del arqueólogo municipal, José Antonio Morena -figura esencial en la gestión del patrimonio arqueológico a nivel municipal y, muy especialmente, en el medio rural- y, desde la Universidad de Córdoba, por parte de los profesores Carlos Márquez Moreno y Ángel Ventura Villanueva, se viene desarrollando en la impresionante ciudad romana de Torreparedones, solar de la antigua colonia Ituci Virtus Iulia. Con fondos europeos, por ejemplo, se han consolidado las espectaculares termas de la ciudad, así como, hace más de cinco años, se actuó para hacer visitable el enclave, de igual modo que el consistorio de Baena, en una labor de nítido compromiso con el patrimonio arqueológico, ha solicitado el 1,5% cultural para actuaciones en el yacimiento con importantes aportaciones en fecha bien reciente. En un post de hace algunos meses comentábamos que las administraciones competentes en materia de patrimonio arqueológico no podían dejar en manos, exclusivamente, de la iniciativa municipal la dirección y financiación de los proyectos arqueológicos. Sí puede hacerse esto, desde luego, cuando aquéllos asumen un liderazgo capaz de multiplicar los recursos propios con aportaciones externas como está haciendo, para sana envidia de muchos, el ayuntamiento de Baena. 

[3]. Los problemas de la no-intervención de las administraciones en la titularidad pública de la propiedad de los yacimientos arqueológicos. Cualquier lector de Oppida Imperii Romani mínimamente versado en la Arqueología hispanorromana conocerá la uilla romana de Noheda, en Cuenca, seguramente dotada del mejor conjunto musivario tardorromano de España y de uno de los más impactantes de todo Occidente (ver breve informe en esta ficha de National Geographic, firmada, además, por el auténtico spiritus rector del proyecto, Miguel Ángel Valero Tevar que explica también el conjunto en este vídeo de La Sexta). Sin embargo, la intrahistoria de este sensacional yacimiento arqueológico -cuya excavación fue posible gracias, también, al encadenamiento de varios talleres de empleo- tuvo entre junio de 2019 y el pasado verano, un triste e inquietante episodio cuando se recurrió la expropiación del lugar por parte de su original propietario, asunto sobre el que ha fallado, recientemente, el Tribunal Supremo. Con un caso como el vivido en Noheda las administraciones públicas deberían tener presente que antes, incluso, de autorizar un proyecto de investigación en cualquier yacimiento arqueológico ha de resolverse la cuestión de la propiedad y que la declaración como BIC de cualquier enclave patrimonial debería ir, siempre, seguida -o incluso precedida- de su adquisición por la administración. Caso contrario se producen episodios como el de Noheda que, lamentablemente, puede llegar a tener efectos y secuelas en otros yacimientos arqueológicos, aunque, en el caso de este municipio conquense, la historia, no sin sobresaltos, haya acabado bien. 

[4]. La colaboración público-privada y sus ventajas. Desde el triste episodio fraudulento de Iruña-Veleia (ciudad que cuenta también con un post monográfico en este blog) parece que la investigación arqueológica que en España cuente con aportaciones del mecenazgo privado ha de estar, necesariamente, bajo sospecha. Ya hemos expresado en otras ocasiones que, en la mayor parte de las veces, las empresas que, en ejercicio de su responsabilidad social, invierten en el patrimonio arqueológico, lo hacen no buscando una rentabilidad material o hallazgos extraordinarios sino, sencillamente, atraídos por el impacto o la visibilidad que el proyecto brinda a su aportación o por las posibilidades que éste presta al desarrollo territorial y rural, algo de lo que sabemos un poco en el proyecto arqueológico de Los Bañales de Uncastillo que ha contado con patrocinadores privados, también en forma de micromecenazgo de distinto signo, casi desde los inicios del proyecto en el ya lejano 2008 (ver, al menos, este balance publicado en Glyphos, 1, 2012). Un buen ejemplo de ello, también con un auténtico líder científico al frente, el profesor José Miguel Noguera Celdrán, de la Universidad de Murcia, es el proyecto de El Molinete, en Cartagena. Éste ha contado entre sus apoyos con la Fundación Repsol que intervino, al menos, en la excavación del complejo forense romano que da sentido, hasta la fecha, al Parque Arqueológico y que, de hecho, ha podido ser musealizado con el apoyo de dicha corporación. Un ejemplo extraordinario, y de éxito, de esa colaboración público-privada que tanto se demanda en otros sectores y que resultará fundamental en los años, difíciles, que se avecinan.

[5]. La necesaria búsqueda de la auto-financiación como reto. Cada año, cierto que beneficiado por su centralidad en la geografía española y su proximidad a la capital, Madrid, el Parque Arqueológico de Segobriga recibe decenas de miles de visitantes siendo, sin lugar a dudas, uno de los yacimientos arqueológicos más visitados del país con, además, una extraordinaria oferta cultural y pedagógica para grupos y colectivos de diverso género (ver, por ejemplo, parte de esa oferta temática glosada aquí). Es evidente que el modelo de una investigación arqueológica exclusivamente soportada por las administraciones públicas ya no es sostenible por más que debamos, siempre, reivindicar más apoyos por parte de ésta. Urge, decididamente, caminar hacia modelos en que se encuentren fórmulas de financiación, si quiera complementarias, que nazcan de la generación de recursos propios derivados, como es el caso, de la explotación de la gestión cultural del propio enclave. Cierto que no todos los yacimientos arqueológicos peninsulares cuentan con una posición geográfica tan ventajosa como la que tiene Segobriga pero su ejemplar gestión debe ser un estímulo para implementar iniciativas de explotación turística del patrimonio cultural que hagan sostenible, además, al propio bien patrimonial o que, al  menos, lo hagan, en parte, más sostenible.

Se trata, por tanto, de algunas recetas posibles, difíciles, claro está -todos sabemos que trabajar con el patrimonio arqueológico exige muchas renuncias, sacrificios y sinsabores aunque acarrea, también, no pocas satisfacciones personales- pero inspiradoras que nos apetecía compartir entrado este nuevo año 2021 que, ojalá, nos depare buenas y modélicas iniciativas en materia de promoción del patrimonio arqueológico como las que han sido traídas a esta tribuna de Oppida Imperii Romani. El benchmarking es fundamental en la Arqueología y aprender de los que lo hacen bien (otra lista de proyectos se ha hecho viral estos días, la de los 20 candidatos al Premio Nacional de Arqueología de la Fundación Palarq) suele, siempre, funcionar. 



SVB SIGNIS SVNT

 

[Nueva inscripción romana en bronce procedente de la Bética, Foto: © P. Rothenhöfer, a través de EDCS]

Desde mediados de pasado mes de febrero, la prensa española (COPE, 20Minutos, El Español...) y, también, la internacional (Euroweekly News), a partir de la nota de prensa de la Policía Nacional y de una noticia extensa publicada por la edición de Sevilla de ABC, se ha ido haciendo eco de la incautación, por el Ministerio de Cultura, de una hermosa placa de bronce con inscripción romana de época alto-imperial que, además de haberse viralizado rápidamente por redes sociales, nos parece que, al margen de su intrínseco interés histórico -que apenas resumiremos en estas líneas remitiendo a otros espacios donde éste ha sido y será tratado- pone de manifiesto algunas de las peculiaridades actuales de la investigación en Epigrafía Latina, peculiaridades que nos parecía oportuno traer a la etiqueta Epigraphica de Oppida Imperii Romani como modo, también, de difundir, como hacíamos en un post del mes pasado, lo dinámico de la investigación en Epigrafía en nuestro país y el carácter extraordinariamente móvil de la documentación epigráfica para nuestro conocimiento de la Historia Antigua del Mediterráneo. 

Según informó la Policía Nacional, la placa fue recuperada en una tienda de antigüedades de Sevilla una vez que los rastreadores del citado cuerpo de seguridad del Estado descubrieron que estaba a la venta en varios sites de subastas y mercadeo de material arqueológico y que el objeto no estaba inventariado por el Ministerio de Cultura. Esta realidad nos vuelve a poner de manifiesto la lamentable y lacerante realidad del tráfico de piezas arqueológicas en España y, más aun, vuelve a subrayar la depredadora acción de los furtivos a los que, como recordaba en una excelente, y todavía válida, reflexión sobre el tema hace algunos años Antonio Caballos -que va a ocuparse, de hecho, de la editio princeps de la pieza, como ha anunciado en un extracto de los Cahierz Gustav Glotz, 32, 2021, aun en prensa, que ha subido a su perfil de Academia.edu- se conoce en Andalucía como "piteros". En dicha reflexión (publicada en el imprescindible libro CABALLOS, A., El nuevo bronce de Osuna y la política colonizadora romana, Sevilla, 2006, pp. 13-21, páginas que están accesibles en Google Books) este Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Sevilla, el mejor conocedor de la epigrafía jurídica de la Bética cuyas investigaciones, junto a los trabajos de Julián González, también de la Universidad de Sevilla, han constituido un extraordinario corpus doctrinal sobre la cuestión, se lamentaba de la habitual inacción de la Administración ante este tipo de acciones de expolio y, también, la ocasional colaboración del circuito académico con aquél, en aras de obtener materiales epigráficos inéditos. Casi como un presagio, el propio Antonio Caballos cerraba su reflexión (p. 17) exigiendo que, aun cuando -como sucede en este caso- una pieza de estas características estaba ya fuera de su contexto arqueológico, del que había sido extraída por la acción de los "cazatesoros", urgía, al menos su recuperación haciendo, además, un llamamiento a las autoridades municipales que, por su presencia en el terreno, pueden ejercer una mejor custodia respecto de esta auténtica "ruina" -como él la calificaba- que supone el expolio de material arqueológico en general y epigráfico en particular y, también, una labor informativa, pegada al territorio, sobre nuevos hallazgos se produzcan estos del modo en que se produzcan (una experiencia positiva, en este sentido puede verse con un minúsculo bronce jurídico que pudimos publicar hace algunos años en el Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, 205, 2017, procedente de un impreciso lugar de las Altas Cinco Villas de Aragón, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Sofuentes). A este respecto, no debe olvidarse que, en el soberbio catálogo de bronces jurídicos que, desde mediados de los años 80 del siglo XX, ha aportado la Hispania Romana (ver repertorio y valoración en CABALLOS, A., "Las fuentes del Derecho. La epigrafía en bronce", en Hispania: el legado de Roma, Zaragoza, 1998, pp. 181-195) la gran mayoría han aparecido de modo totalmente irregular lo que nos ha privado de datos más precisos sobre el contexto en que obraron en los tiempos antiguos. Así ha sucedido, por ejemplo, con el edicto de El Bierzo (León), del año 15 a. C. (AE, 2000, 760), con la tabula Siarensis, hallada en Utrera (Sevilla), del año 19 d. C. (HEp5, 734), con el Senadoconsulto sobre Cneo Calpurnio Pisón padre, recuperado en circunstancias también oscuras en Sevilla, del año 20 d. C. (HEp5, 727) o, por no alargar la lista, con algunos de los fragmentos de la lex Vrsonensis (CIL, II2/5, 1022) de Osuna, seguramente una copia flavia de una ley colonial cesariana, documentos todos que, además, como hemos puesto de manifiesto en alguna conferencia, iluminan una parte fundamental de la Historia de la Hispania Romana, justo en el momento en que los textos antiguos, terminadas las guerras cántabras, apenas se refieren al solar peninsular (ver aquí repertorio bibliográfico sobre algunos de ellos, cerrado en el año 2015) algo que, además, subraya especialmente esta nueva pieza que, aportando clara datación consular -que se intuye nítidamente en la terminación de la l. 1 del texto: co(n)s(ulibus)- se fecha en el año 14 d. C., seguramente, como más adelante veremos, en su segunda mitad, apenas unos meses después de la muerte de Augusto y de la revelación de su testamento (sobre este episodio histórico, bien conocido gracias a las Res Gestae -en las que se alude, también, como en este texto, a veteranos que lucharon sub signis meis, es decir, "bajo mis enseñas (militares)", fórmula que hemos escogido para el encabezamiento de este post- puede verse este vídeo de nuestro canal de vídeos en YouTube). 

El, en cualquier caso, feliz hallazgo de este bronce epigráfico de la Bética hispana, nos parece ha evidenciado, también, de qué modo las nuevas tecnologías -eso que hemos llamado la epigrafía digital en un reciente vídeo- están modificando nuestro acceso a la documentación epigráfica, nuestro procesamiento de su información y, en definitiva, nuestra forma de generar, y de compartir, conocimiento. Así, cuando la editio princeps propiamente dicha del documento -encargada, como se ha dicho más arriba, al profesor Antonio Caballos- todavía no ha visto la luz, el hecho de que una imagen de la pieza fuera vista en varias páginas de subasta de antigüedades ha estimulado que, en un tiempo récord con la mediación, además, de las publicaciones de carácter digital y en open access, ya sea representativa la bibliografía disponible sobre la pieza en una trayectoria algo rocambolesca que, precisamente, ha inspirado bastante discusión entre investigadores, en estos últimos días, en redes sociales (ver, por ejemplo, el grupo de Facebook del Archivo Epigráfico de Hispania). 

Conviene recapitular la singular traditio de esta pieza. Así, apenas unos días después de la publicación de la imagen de la pieza para su venta por la tienda Jesús Vico y Asociados, el 5 de marzo de 2020, el día 26 de ese mismo mes se recibía en la revista turca Gephyra un manuscrito, firmado por P. Rothenhöfer que, tras ser evaluado, fue aceptado el 7 de abril de ese mismo año viendo la luz en el número correspondiente a 2020 y que está ya disponible en red: ROTHENHÖFER, P., "Emperor Tiberius and his praecipua legionum cura in a new bronze tablet from AD 14", Gephyra, 19, 2020, pp. 101-110. A partir de esa publicación, que ofrece la primera lectura, la primera lectio, del texto y un comentario del contexto histórico de la pieza, ésta, con su texto, quedó rápidamente incorporada a la base de datos de Clauss-Slaby seguramente la más consultada de los bancos de datos digitales de Epigrafía Romana donde era inventariada como EDCS 76600080 y donde se ofrecía, además, la fotografía aportada por P. Rothenhöfer que es la que hemos empleado como encabezamiento de este post. La publicación de la nota de prensa de la Policía Nacional, el 19 de febrero de este año, que enlazábamos más arriba, es la que ha motivado la presencia de ésta en los medios nacionales si bien ya hace algunos meses que el profesor Antonio Caballos culminó el estudio auténtico de la pieza, con autopsia personal y fotografiado original de la misma, que se espera con el máximo interés vea la luz en fechas inmediatas en un homenaje al historiador francés Jean-Louis Ferrary que nos dejó en agosto de 2020, volumen que celebrará, además, los veinticinco años de la Société Française d'études épigraphiques sur Rome et le monde romain. Con acierto, de ese trabajo sólo ha trascendido la hoja inicial con el resumen del artículo: CABALLOS, A., "Un sénatus-consulte de l'an 14 ap. J.-C. sur une inscription de Bétique", Cahiers Gustav Glotz, 32, 2021, en prensa, s. pp. Esta apresurada traditio para una pieza apenas "descubierta" hace un año, aun ha tenido un hito más en fechas muy recientes cuando Georgy Kantor, del St.John's College de la Universidad de Oxford, ha publicado en su blog, con fecha 23 de febrero, la noticia "A new document on the accession of Tiberius" en la que ha recopilado la ya completa historiografía sobre la pieza, ha vuelto sobre su lectura y ha realizado algunas reflexiones respecto de la misma desde su singular y enriquecedora óptica de experto en Tácito. Cuatro publicaciones en exactamente un año para una pieza de la que sólo uno de los investigadores, Antonio Caballos, ha estudiado con autopsia personal que es como, en rigor, debe llevarse a cabo cualquier investigación y cualquier edición epigráficas. Es cierto que las nuevas tecnologías y, en particular, internet, ofrecen muchas posibilidades al trabajo colaborativo y a la construcción de conocimiento pero quizás quepa preguntarse donde queda la ética de la investigación en este punto. Ninguna inscripción que esté disponible en red pertenece a nadie en particular, es cierto, pero también es verdad que el respeto entre colegas y, en particular, con aquellos que, como Antonio Caballos, han estudiado con absoluto primor, la epigrafía jurídica de la Bética, acaso debería haberse tenido más en cuenta en esta ocasión por más que esté resultando apasionante la efervescencia informativa que, en materia social y en materia científica, está despertando esta pieza.

Y es que, no es para menos. Pese a tratarse de una pequeña parte del ángulo superior derecho de un decreto de bronce, varias de sus expresiones jurídicas aparecen por primera vez sobre soporte epigráfico constituyendo, por tanto, hápax en la Epigrafía Romana. Otras de las citadas, sin embargo, aunque están atestiguadas en otro tipo de tituli, refuerzan ahora la dimensión jurisdiccional de las mismas. Por ejemplo, el término obsequium, claramente legible en l. 4, y relacionado con una de las uirtutes más valoradas de la vida familiar y cívica romanas, la obsequentia, aparece profusamente en inscripciones de carácter cívico en que se reconocen las prestaciones de ayuda y servicio de notables a determinadas comunidades (obsequium in ciues patriamque en AE, 1914, 184 de Dougga: "aportación a los ciudadanos y a la patria" u ob obsequium omnem erga ipsam qua fecit en AE, 1899, 207 de Beneuentum: "por su contribución y las acciones que hizo") y, hasta ahora, apenas había aparecido en un par de ocasiones (en el Senatus Consultum Claudianum de iure honorum Gallis dando, CIL, XIII, 1668, en que se concedía la ciudadanía a los Galos por el emperador Claudio o en una inscripción de Banasa de época de Antonino Pío, AE, 1948, 109, en que por la fides y el obsequiuum de la ciudad se la libera del pago de impuestos) vinculado al campo semántico de los favores imperiales que es, precisamente, el que se maneja en esta nueva pieza que, como habrá comprobado quien haya llegado a este punto de este post tras leer los enlaces que se han aportado más arriba, alude a las voluntades del emperador Augusto para con el aerarium militare y para con los favores concedidos por aquél a sus soldados veteranos, para empezar trecenos nummos uiritim, es decir, "trescientos sestercios por cabeza" que es lo que Tácito recuerda que el testamento de Augusto establecía para legionarios veteranos (Ann. 1, 8, 2). El término commoda, legible en l. 7, se conocía por la célebre inscripción constantiniana de Orcistus (CIL, III, 352) en la que los habitantes de ese uicus solicitaban al emperador Constantino, argumentándolo con las múltiples "comodidades" de su ciudad (omnia sua commoda utilitatesque: "todas sus comodidades y servicios"), promocionar en la categoría de estatutos jurídicos urbanos, y, también, por su inclusión en la tabla de Vipasca, en Portugal (CIL, II, 5181 donde se emplea la acepción "retribución", que es la que parece emplearse ahora en el nuevo bronce bético: uel commoda percipient: "o se aprovechasen de la remuneración"), tabla que, como es sabido, regulaba la explotación de un distrito minero en las proximidades de Aljustrel, en Lusitania. La expresión [in contionibus? exerc]ituum proponeretur, como se ha propuesto restituir la l. 12 constituye un hápax como tal si bien la alusión a este tipo de asambleas, a las contiones -en el caso del nuevo senado consulto, militares- ya estaba atestiguada, por ejemplo, en la lex Malacitana (CIL, II, 1963) y, también, en otro bronce de Troesmis (AE, 2015, 1252), en Moesia Inferior. Sin embargo, ni la fórmula uectigalia instituerent (l. 9) ni la subsiguiente (l. 10) ex patrimoniis -ésta sí en algunos tituli de naturaleza evergética para aludir a la fuente de financiación de las acciones costeadas, como en CIL, II, 396 de Bobadela- habían encontrado, hasta la fecha, atestiguación epigráfica alguna lo que añade, si cabe, valor al nuevo documento y subraya de qué modo cualquier nuevo testimonio epigráfico amplía con nuevos matices nuestro conocimiento institucional sobre el mundo antiguo y el modo en que, además, lo hace (para quien esté interesado en las fuentes del Derecho Romano, una excelente colección de legislación romana en red, con textos originales y traducción a diversas lenguas puede verse en The Roman Law Library; para el sentido que, en la documentación epigráfica, toman algunos de estos términos, puede verse RUGGIERO, E. de, Dizionario Epigrafico di Antichità Romane, Roma, 1900, s. u. "commoda" (vol. II, p. 546), s. u. "contio" (vol. II, p. 1184)).

Pero, todavía hay un aspecto más que engrandece este nuevo documento y que nos recuerda la utilidad de las fuentes epigráficas. Como ya sucediera con la tabula Siarensis y, por ende, también con el senado consulto de Cneo Pisón, cuyo contexto histórico, relacionado con la muerte de Germánico, podía entenderse mejor a partir de los relatos de Tácito (véase SÁNCHEZ-OSTIZ, Á., La tabula Siarensis: edición, traducción y comentario, Pamplona, 1999, pp. 325-348 donde las página 329-339, sobre la validez de Tácito como historiador para este periodo inicial de la sucesión augústea pueden releerse ahora con arreglo a la información del nuevo documento) este nuevo bronce puede también comprenderse mejor a partir de las noticias, siempre singulares, de este historiador romano. Para empezar, la datación consular en l. 1 ([Sex(to) Appuleio Sex(to) Pom]peio co(n)s(ulibus): "siendo cónsules Sexto Apuleyo y Sexto Pompeyo"), remite inequívocamente a quienes, según noticia del propio Tácito (Ann. 1, 7, 2) -y en medio de una situación mezcla de lacrimas y de gaudium, de questus y de adulatio, de "lágrimas y de alegría", de "lamentos y adulación", tal como la describe Tácito en ese pasaje- fueron los primeros cónsules en rendir lealtad al nuevo emperador Tiberio (primi in uerba Tiberi Caesaris iurauere: "los primeros en prestar juramento con palabras ante Tiberio César"), en el año 14 d. C., tras la muerte de Augusto que es, como dijimos, el contexto en que se divulgó este documento -quizás sirviéndose, también, de las contiones exercituum, de las "asambleas militares", como se dice en l. 12, una vez que, además, como el propio Tácito indicaba (Ann. 1, 1, 3) tratar de los últimos años del reinado de Augusto y del comienzo del de Tiberio fue el objeto central de su obra. Como Tácito recuerda (Ann. 1, 4, 2) avanzando Augusto en edad, se abrió una profunda inestabilidad en el, todavía joven, Principado romano. Esa inestabilidad -"una república sin cabeza", cuenta Tácito que la definían algunos senadores (Ann. 1, 13, 4) en esos históricos días de finales del verano del año 14 d. C.- obligó a que, como recuerda el propio Tácito (Ann. 1, 7, 5), Tiberio, ya en el trono se apresurase a enviar cartas al ejército informando de su aduentus al trono, quizás, a juicio de Tácito, temiendo a Germánico, que controlaba bastantes legiones (tot legiones), disponía de una gran cantidad de tropas auxiliares (inmensa sociorum auxilia) y gozaba de una gran popularidad (mirus apud populum fauor). Seguramente porque como el propio Tácito afirma, mutatus Princeps, "cambiado el emperador", se abría en algunas legiones la esperanza de ganancia (spem praemiorum) ante una eventual guerra civil sucesoria (Ann. 1, 16) se produjeron sublevaciones de los ejércitos en Pannonia y en Germania (Ann. 1, 31) que el propio Germánico (Ann. 1, 34-52), a partir de numerosas asambleas militares, contribuiría a sofocar "ganándose el favor de los soldados con donativos pecuniarios y adelantándoles el licenciamiento" (Ann. 1, 52, 1) asuntos éstos de los que, como se ha visto, trata el nuevo y apasionante bronce hispano, que inspira este post (en la traducción de Tácito se ha seguido la propuesta por J. L. Moralejo en la Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1986). 

En definitiva, un nuevo documento epigráfico relacionado con el solar hispano -aunque, como se ha visto, no sólo con él-, que vuelve a poner las provincias hispanas, y en este caso la Bética, en la órbita de la política global de Roma en los primeros años del Principado, que evidencia de qué modo ha cambiado -para bien y para mal-, en los últimos años, la investigación epigráfica y que vuelve a abrir el debate en torno a un fenómeno -el del uso del bronce para las inscripciones de carácter público y oficial- sobre cuya perennidad y sobre cuya vigencia geográfica aparentemente más occidental, e incluso hispana, se han preguntado asiduamente los epigrafistas en los últimos veinte años (ECK, W., "Public documents on bronze: a phenomenon of the Roman West", en BODEL, J., y SCAFURO, A. (eds.), Ancient document and their contexts, Leiden, 2014, pp. 127-141 y, antes, CABALLOS, A., "¿Típicamente romano? Publicación de documentos en tablas de bronce", Gerión, 26-1, 2008, pp. 439-452BELTRÁN LLORIS, F., "Inscripciones sobre bronce, ¿un rasgo característico de la cultura epigráfica de las ciudades hispanas", en XI Congresso Internazionale di Epigrafia Greca e Latina. II, Roma, 1999, pp. 21-37) y que añade ahora una apasionante evidencia más para ese debate, evidencia que demuestra, además, lo viva que está, entrado el siglo XXI, la ciencia de las inscripciones.