[Sobre estas líneas, las dos áreas excavadas y puestas en valor en Santa Criz de Eslava: la uia sepulcralis con sus altares funerarios, y el área forense, con anastilosis de las columnas del pórtico]
Pocas antiguas ciudades romanas cuentan con más de una entrada en Oppida Imperii Romani. Apenas Los Bañales de Uncastillo, por razones obvias; Cabezo Ladrero de Sofuentes -yacimiento al que, desde Los Bañales, hemos dedicado siempre atención y que cuenta ahora con un nuevo proyecto en marcha y con página web propia (más centrada en el proyecto que en el yacimiento: pincha aquí)-; Campo Real/Fillera de Sos del Rey Católico; y ahora, también, desde este post, Santa Criz de Eslava, un enclave al que ya habíamos dedicado atención en este blog en el año 2009 y que, sin embargo, en las últimas semanas, ha saltado a la opinión pública navarra gracias a su recentísima restauración, puesta en valor y adecuación, inaugurada hace algunas semanas por el Gobierno de Navarra (ver noticia, muy ilustrada, aquí). Cuatro enclaves que estuvieron comunicados entre sí en la Antigüedad y, seguro, por ello, muy relacionados recíprocamente (no en vano, hemos integrado materiales de varios de ellos en el creciente proyecto del Museo Virtual de Los Bañales, del que hemos hablado en otros posts de este blog: pincha aquí) lo que, junto a su vinculación al territorio vascón -tan representado en este blog- puede servir como justificación para este singular "privilegio".
Pero es que, además de lo dicho, Santa Criz de Eslava es un yacimiento, sin duda, clave en la Arqueología del Valle Medio del Ebro. Clave porque, contra lo que pudiera parecerle al gran público, se viene hablando de él casi desde mediados del siglo XX habiéndole dedicado atención gente como F. Escalada (ver en el blog Gure Lurra una antología con algunos de esos sugerentes hitos de la primera mitad del siglo XX) o J. Mª Blázquez (Príncipe de Viana, 84-85, 1961, pp. 121-126). Clave porque, efectivamente, como ha recordado en la prensa con acierto, recientemente, su equipo investigador, del lugar procede un repertorio epigráfico muy respetable, entre él una de las pocas inscripciones que aluden, en territorio actualmente navarro, a una institución propia del ordenamiento municipal romano, el dispensator publicus (AE, 1971, 199, que estudiamos en Classica Boliuiana V (La Paz, 2001), pp. 177-190). Clave, también, porque su necrópolis -conocida ya desde los años noventa y en que, prácticamente, dieron comienzo los trabajos (Isturitz, 9, 1997, pp. 823-841)- permite constatar muy bien -como subrayamos hace algún tiempo en Mors omnibus instat (Madrid, 2011), pp. 491-527 y recordara también J. Beltrán Fortes en AEspA, 77, 2004, pp. 101-141- que el empleo de monumenta sepulcralia con puluini -muchos de ellos, como el que se ha elegido como logo para el yacimiento, con representación astral- debió ser una moda de referencia en el hábito funerario de la zona entre el cambio de Era y los finales del siglo II d. C (pincha aquí para la documentación fotogramétrica de un ejemplar vecino, muy parecido a los que pueden verse en Santa Criz). Clave, también, porque su estructura forense en criptopórtico (a la que dedicó no hace mucho atención Luis Romero en Bolskan, 25, 2014, pp. 11-25) guarda una extraordinaria relación con la arquitectura pública atestiguada en la ciudad romana de Los Bañales y, obviamente, en su foro (pincha aquí). Y clave, también, por último, porque -pese a que estemos aun, prácticamente, huérfanos de datos científicos sobre el lugar, pese a la extraordinaria puesta en valor y el más que meritorio trabajo de excavación durante décadas- Santa Criz ha aportado algunos de los mejores programas escultóricos del Norte Peninsular (pincha aquí para ver imagen) y la dinámica histórica que de él puede intuirse resulta muy paradigmática para entender cómo se desarrollaron estas ciuitates de tamaño medio -nunca grandes ciudades- entre Augusto y los Severos. Si, además, a ello se añade que, recientemente, con magnífico diseño de Jaime Zubiaur, Santa Criz de Eslava ha inaugurado una excelente página web (pincha aquí), el lector entenderá que es un lugar que bien merece una visita detenida.
Gracias a la inversión realizada en adecuación -de la que se dan detalles gráficos en la propia web del lugar (pincha aquí)- hoy el visitante puede perfectamente llegar a esta antigua ciudad -cuyo nombre, pese a la insistencia bibliográfica en la reducción a Nemanturissa (citada sólo en Ptol. Geog. 2, 6, 66 y sugerida como propuesta por J. L. Ramírez Sádaba en Antigüedad y Cristianismo, 23, 2006, p. 193 y por nosotros mismos en Espacio, Tiempo y Forma. Serie 2. Historia Antigua, 17-18, 2004, pp. 261-262 además de por P. Sáez de Albéniz, R. Mª Armendáriz y R. Mateo) sigue siendo un misterio total- desde la carretera que enlaza Tafalla con Sangüesa tomando una muy remozada pista que se abre frente al pueblo de Eslava (a la derecha si se viene desde Tafalla) y cuyo trazado y sentido se ve advertido hoy por unos discretos carteles de madera con el rótulo "Santa Criz" (para accesos sigue siendo útil el post que dedicó a este lugar el recomendabilísimo blog Rutas Arqueológicas por Navarra). Además, paseando por las dos áreas objeto de excavación -la necrópolis y el foro- el visitante puede entender de qué modo esta pequeña ciudad (apenas 13 Has de superficie se le calculan, muy lejos de las 20 ó 40 de ciudades del entorno como Pompelo o Caesar Augusta), ni más rica ni menos rica que otras del entorno y, acaso, más periférica y, por tanto, probablemente peor dotada) hizo un grandísimo esfuerzo -sostenido, como casi todo en la vida municipal hispanorromana, por sus elites locales- para acomodar en ella el modo de vida de Roma, civilización que habría entrado en contacto con la zona mucho antes de la época de Augusto, acaso entre el 195 a. C. y el intensísimo conflicto sertoriano. Sobre su etnicidad, poco puede decirse -pese al empeño de algunos en simplificar las cosas- ya que aunque, efectivamente, estuvo ubicada en el corazón del territorio de los antiguos Vascones, sabido es -y más para los lectores de este blog (pincha aquí)- que existe notable controversia sobre el carácter de "grupo étnico" -al menos en sentido moderno- que pueda aplicarse a este éthnos peninsular. Y, por último, su visita es una excelente oportunidad para entender, una vez más, la soberbia y escenográfica arquitectura desarrollada por Roma a través de una ciudad colgada sobre la ladera y proyectada, orgullosa, al paso de la vía que, seguramente, la enlazaba con la vecina de Campo Real/Fillera, probablemente ésta, por estar al pie de la vía entre Caesar Augusta y el Pirineo, más importante que la que centra la atención de este post.
Navarra cuenta, pues, ahora, junto con Cara (Santacara) y Andelo (Mendigorría), con otro enclave romano perfectamente adecuado (efectivamente, como titulaba el día 6 de Septiembre, Diario de Navarra, "Emerge la Navarra romana") y que, seguro, se convertirá en parada obligatoria de una ruta en la que el viajero no puede obviar ni los enclaves citados más arriba -que, aunque ya en tierras aragonesas, vivieron la misma Historia que el de Santa Criz- ni, por supuesto -no podemos dejar de lado las recomendaciones gastronómicas, también culturales, en este blog-, la hermosa localidad de Ujué en la que una parada para almorzar migas en el Mesón Las Migas es, sin duda, un buen colofón a una visita cargada de, Arqueología y, por tanto, de Historia y de emoción.