MAGI AB ORIENTE


[Fotografía del sarcófago de Castiliscar, en Zaragoza, capturada del modelo 3D elaborado por Pablo Serrano para el Museo Virtual de Los Bañales, con hermosa representación de la Epifanía]

Para quien escribe este blog, hay dos pasajes en el Nuevo Testamento que siempre nos han parecido ineludibles para cualquier estudioso de la Antigüedad Clásica y que, además, nos enseñan mucho, de geografía antigua, el primero, y de cultura, política y diplomacia antiguas, el segundo. El primero, del que no hablaremos aquí, es el relato que los Hechos de los Apóstoles (Act. 2, 1-11) hacen del episodio de Pentecostés y en el que aparecen citados un buen número de pueblos del mundo antiguo en un pasaje que constituye, de hecho, un auténtico repaso de la geografía del Mediterráneo occidental en el mundo clásico. El segundo, sobre el que nos parece oportuno volver en la fiesta de hoy, es el de la Epifanía, el pasaje de la Adoración de los Magos, recogido, exclusivamente, en el Evangelio de Mateo (Math. 2). En él se habla de unos Magi ab oriente (1), que, llegados a Jerusalén, declaran a Herodes haber visto una estrella relacionada con el nacimiento de Jesús (uidimus enim stellam: 2), y que, puestos en camino, procidentes adorauerunt eum (11) "adoraron al Niño", y "le llevaron", obtulerunt, dice el texto, sus munera, sus "obsequios" (12).

Mucho se ha escrito sobre la identidad de estos Magos que, la tradición, ha convertido en Reyes, les ha dado un aire arábigo y oriental, y, por tanto, ha hecho acompañar de dromedarios, poniendo, además, en relación lo dicho por Mateo con lo que cuentan otros textos que forman parte de la liturgia de la fiesta cristiana de la Epifanía -esencial, de hecho, en la iglesia ortodoxa-, en particular Isaías 60 y, especialmente, el Salmo 72, 10 que, de hecho, por su alusión a los "reyes de Tarsis" generó, hace algunos años, la exageración mediática sobre unos Magos "andaluces" a tenor de la exégesis que, de ese pasaje, hizo Benedicto XVI en el volumen La infancia de Jesús, no hace mucho traído también a Oppida Imperii Romani (ver aquí). Pero, al margen de su identidad -sobre la que, a modo de síntesis, recomendamos la lectura de esta entrega del blog "Hombre en camino", de hace algunos años y firmada por un buen exbecario de Los Bañales, y, también, la escucha de este audio, emitido por Radio Euskadi hace algunas Navidades, en que nosotros mismos nos ocupamos del asunto- queríamos detenernos aquí en esas "enseñanzas" que el pasaje nos da a quienes nos pasamos la vida tratando de aprender sobre la Antigüedad. Lo hacemos, en un día como hoy, conscientes, además, de que estas reflexiones, seguro, ayudarán a entender muchos de los aspectos que, en la cultura popular, rodean a la fiesta de los Reyes Magos al margen de que éstos, como se analiza en algunos de los textos que se ofrecen como bibliografía a este post, se hayan enriqueciendo a partir de diversos textos de la tradición evangélica apócrifa y de la literatura sagrada y profana altomedieval. Los puntos en que queremos detenernos son los siguientes:

[1] El valor informativo y predictivo de los signos en la Antigüedad. El texto de Mateo, nos dice que los Magos acuden a Herodes para contarle que han visto la estrella de Jesús. Como es sabido, y como explotó de forma notable el mundo romano -no hay más que dar un repaso a las biografías de emperadores que recoge Suetonio, por ejemplo- todos los grandes hombres de la Antigüedad fueron precedidos de signos, de eso que los romanos llamaban los omina o presagios -que en la religión romana, de hecho, y, antes en la etrusca, tenían tanta vinculación con las artes adivinatorias y proféticas- que se interpretaban siempre como señales del augurio de un acontecimiento o de la entidad de un determinado personaje. Del texto evangélico se deduce, por tanto, y algo de esto se explica en los enlaces anotados en el párrafo anterior, que nuestros Magi estaban acostumbrados a la observación de las estrellas en tanto que medio para la adivinación en el sentido más etimológico del término y el Niño de Belén es presentado como acompañado, anunciado, por omina que habían sido, propios, de los personajes del mundo antiguo lo que, sin duda, contribuye a exaltar su realeza (sobre este tema puede consultarse, en castellano, el volumen MONTERO, S.: Augusto y las aves. Las aves en la Roma del Principado: prodigio, exhibición y consumo, Barcelona, 2007, con abundante bibliografía sobre el tema).

[2] La importancia de los regalos en la diplomacia antigua internacional. Quizás, en el episodio que aquí comentamos, el elemento que más calado ha tenido en la cultura popular, y que habrá llenado de alegría hoy millones de hogares en todo el mundo, es el del intercambio de regalos. Efectivamente, como cuenta Mateo, los Magos obtulerunt ei munera, "ofrecieron sus dones a Jesús" indicando, además, el evangelista, que se trató de aurum, thus et myrrham, trilogía de dones sobre la que ya hablamos hace algunos años, en la felicitación navideña de 2009 de este mismo blog y que, también, se han interpretado, desde los Padres de la Iglesia, con notable y sabrosa carga teológica y simbólica (ver, por ejemplo, como se hacía eco de esa interpretación San Josemaría Escrivá en su conocida homilía "En la Epifanía del Señor" con alusiones a los textos de los Santos Padres). Al margen de eso, y de ello nos informan los más antiguos archivos del Próximo Oriente Antiguo, desde Amarna hasta Ugarit, en el mundo antiguo era impensable establecer cualquier relación política -cualquier embajada, de hecho- si ésta no iba acompañada del procedimiento del don-contradon, del intercambio de regalos, del comercio entendido en su acepción más antigua en un marco muy próximo al de los "bienes de prestigio" que, de hecho, marcó las sociedades del Bronce en que algunos de estos archivos florecieron. Los Magos -quizás, también, por ese comportamiento, la tradición los ha transmutado en Reyes- se ponen en camino portando unos munera que ilustran los presentes a partir de los cuales van a establecer esa suerte de hospitium con Jesús al que, por los signos dibujados en esa estrella que, dice el texto evangélico, anteccedebat eos, "les antecedía" habían llegado a conocer (para comprender el peso del regalo en la diplomacia antigua y, en particular, en la de los estados del Próximo Oriente, más próximos, por tanto, al ritual aquí desplegado por los Magos, debe verse el clásico volumen de LIVERANI, M.: Relaciones internacionales en el Próximo Oriente Antiguo (1600-1100 a. C.), Barcelona, 2003, también con abundante bibliografía y ejemplos). 

[3] El poder de los gestos y de los ritos en la Antigüedad Clásica. Uno de los signos que, quizás, pasa más desapercibido, en la escena de los Magos es el de su adoración al Niño Jesús. El texto evangélico dice, específicamente, que ésta tuvo lugar con los Magos procidentes, que, normalmente, se ha traducido acertadamente por "cayendo de rodillas" y que ha motivado, también, la presentación de los Magos, postrados ante el Niño Jesús, en la mayor parte de las representaciones de la Epifanía posteriores al Edicto de Milán (ver aquí selección de algunos casos, y, también, de otros más recientes). Si acudimos al texto griego original del pasaje que nos ocupa el verbo que se emplea para ese procidentes de la versión latina es el aoristo prosekynesan de igual modo que para el obtulerunt que antes vimos [2] se usa el mismo verbo en la expresión prosenenkan dora. Ese verbo griego está relacionado con el sustantivo proskynesis que, efectivamente, puede traducirse por "postrarse". Más allá de eso, la proskynesis, como narran abundantes fuentes antiguas, era el acto de adoración propio de los monarcas persas lo que, también, ha permitido abundar en la idea de unos Magos persas, quizás fieles del Zoroastrismo o de cualquier otra religión adivinatoria de dicho vasto ámbito geográfico que, como es sabido, y veremos en seguida [4] llegó a hacer frontera con el ámbito occidental. Los Magos, entienden pues -a partir de la estrella que les guía-, que están ante un rey y lo saludan conforme a su ritual tradicional de igual modo que, como vimos más arriba [2] se ponen en camino portando regalos como era, también, habitual, en los estados del Oriente Próximo durante la Antigüedad (sobre este ritual de la proskynesis persa, el modo cómo los griegos la dotaron de un cierto aire "bárbaro" y desmesurado, especialmente a partir de su uso por Alejandro de Macedonia, y su pervivencia en el culto imperial romano, especialmente el tardoantiguo, con bibliografía, puede verse BRAVO, G.: "El ritual de la proskynesis y su significado político y religioso en la Roma imperial", Gerión, 15, 1997, pp. 177-191).

[4] La dualidad Oriente/Occidente en la Antigüedad. Verdadero sentido de la fiesta cristiana de la Epifanía -en tanto que "manifestación de Dios al mundo", siendo los Magos imagen de ese "mundo", algo que, también, la tradición ha explotado en las supuestas tres razas de estos enigmáticos personajes- los Magos, desde la iconografía más antigua, son presentados, siempre, como "bárbaros" y como "orientales", dos elementos perfectamente reconocibles en la iconografía antigua, tan aficionada a los clichés en la descripción y presentación de sus personajes y, en particular, de "los otros". Así, por ejemplo, si nos fijamos en el sarcófago -muy representativo en su lenguaje iconográfico- que corona este post, vemos cómo los tres Magos, en el lado derecho de la pieza, aparecen portando gorros frigios -lo que es habitual en otros sarcófagos constantinianos o post-constantinianos con la misma escena- y, además, vestidos con las braccae, una suerte de pantalones que, desde la iconografía imperial romana, se asociaba a los bárbaros. Mientras tanto, si se analizan con detalle los modos con que se representa, en esas mismas escenas, a la familia de Nazareth, llama la atención la presencia de un fuerte contraste entre los usos "bárbaros" y, por tanto, orientales, de los Magos y los típicamente romanos -sillas de mimbre, togas, mantos...- de los protagonistas del Misterio de la Navidad. Ese carácter misterioso y sugerente de todo lo venido desde Oriente que, todavía hoy, impregna las cabalgatas de Reyes Magos de muchas de nuestras ciudades, sintetiza, de modo evidente, esa dualidad entre lo Occidental y lo Oriental que marcó tanto la idea de alteridad en el mundo antiguo y que, además, aflora, también, en este entrañable pasaje (con carácter introductorio, y bibliografía, puede verse MARCO SIMÓN, F.: "Iconografía de la derrota: formas de representación del bárbaro occidental en época tardorrepublicana y altoimperial", en MARCO SIMÓN, F., PINA, F., y REMESAL, J. (eds.): Vae uictis! Perdedores en el mundo antiguo, Barcelona, 2002, pp. 177-196 y, especialmente, GRAU-DIECKMANN, P.: "Una iconografía polémica: los Magos de Oriente", Mirabilia. Revista Eletrônica de História Antiga e Medieval, 2, 2002, s. pp., que, además, recopila algunas fuentes interesantes respecto de la tradición de los Magos).

Como siempre, cada acontecimiento de nuestro calendario, está lleno de enseñanzas en relación al apasionante mundo clásico. Ojalá que éstas hayan sido ilustrativas para el lector al que sólo nos resta desearle un excelente día de los (Reyes) Magos.


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