SED PIETATE AC RELIGIONE

 

[The Household Gods y A Roman Offering, óleos de John William Waterhouse, hacia 1880]

"No hemos superado a los hispanos en número, ni a los galos en fuerza, ni en astucia a los cartagineses, ni en artes a los griegos ni, por último, a los propios ítalos y latinos en ese sentimiento tan característico de identidad nacional de su pueblo y su tierra; pero hemos superado a todos estos pueblos y naciones en piedad y religiosidad y en este último conocimiento: hemos comprendido que todo se rige y se gobierna por voluntad divina"

(Cic. Har. resp. 19: para el texto latino pincha aquí)

Hace algunos años, cuando elaborábamos el capítulo sobre "Las inscripciones votivas" para nuestro manual de Fundamentos de Epigrafía Latina (Madrid, 2009) incluíamos la cita de Cicerón con la que abrimos este post -y de cuya parte final se toma el título del mismo- para ilustrar de qué modo, junto con el hecho funerario -de dimensiones también religiosas, como se verá más abajo-, el hecho religioso había condicionado el ejercicio del hábito epigráfico de los romanos. Lo cierto es que, al margen de aquella aproximación, nuestra atención al mundo de las religiones antiguas en estos años de dedicación a la Historia Antigua ha resultado casi siempre testimonial y, desde luego, o nos hemos acercado a ella por la vía del estudio de algunos materiales que podrían formar parte de eso que el gramático Festo (284 L) llamó los sacra priuata (acaso una terracota de larario procedente de Los Bañales de Uncastillo y el conocido amuleto fálico apotropaico del citado yacimiento y otros del territorio de la actual Comarca de Cinco Villas de Aragón) bien lo hemos hecho desde la perspectiva epigráfica, perspectiva desde la que estudiamos las manifestaciones del culto a las aguas en las Hispanias y desde la que, también, nos hemos aproximado a la epigrafía votiva de los territorios de la actual provincia de Toledo en un trabajo científico reciente.

Sin embargo, pese a que, como sabrá el lector de Oppida Imperii Romani, las cuestiones sobre la vida cívica han centrado nuestra investigación en estas últimas décadas -para el menos versado en dicha trayectoria puede consultarse este post de hace un par de años- en la pasada primavera, Pedro C. Carvalho, de la Faculdade de Letras de la Universidade de Coimbra, en Portugal, se dirigió a nosotros para encargarnos componer una síntesis sobre cómo la Arqueología había incrementado, en los últimos años, nuestro conocimiento sobre la vida religiosa de la Hispania romana. La síntesis, de carácter general, iba a ser publicada, como así ha sido, en un número monográfico dedicado a la Hispania Romana de la edición portuguesa de National Geographic, acaso la revista de alta divulgación histórica de mayor impacto mundial. El resultado es un artículo titulado "Religiosidade nos primeros séculos da Hispânia", en portugués, de apenas 8 páginas (pp. 33-41) incluido en el citado número -donde se tratan también cuestiones sobre urbanismo, comercio, vida cotidiana...- que, sin duda, va a convertirse en una referencia en la alta divulgación sobre la Hispania romana como ya se ha convertido, de hecho, el número monográfico Roma na Hispânia, que vio la luz en marzo de 2021, también en la edición portuguesa de esta revista. La preparación de ese trabajo -que con permiso de la editorial está ya disponible para descarga, desde aquí, en nuestro perfil social en Academia.edu- nos puso, como es lógico, en contacto con abundantes noticias de prensa y bibliográficas que, en los últimos años, habían revolucionado nuestro conocimiento sobre la religio romana -es decir, sobre "todas las cosas que guardan relación con el culto a los dioses", como la definió Cicerón (Nat. D. 2, 72)- y que, en cierta medida, queremos compartir aquí con los lectores de Oppida Imperii Romani. Podría, pues, decirse que esta entrada quiere ser una especie de making-off documental del citado trabajo (recuérdese, como recomendación bibliográfica, que el asunto de la religión romana, tratado con rigor pero de modo ameno, ha ocupado uno de los recientes best-sellers en divulgación histórica, el de MARQUÉS, N., ¡Que los dioses nos ayuden! Religiones, ritos y supersticiones en la antigua Roma, Madrid, 2021).



De hecho, un primer elemento que llama la atención, y que puede emplearse como indicador de esa creencia romana -pero antigua en general- de que, efectivamente, para un romano "los dioses son principio y fin de todas las cosas" (Hor. Carm. 3, 6, 1-8) es que, si uno repasa la sección de "Arqueología" de la web de National Geographic, un alto porcentaje de las noticias de actualidad que allí se recogen tienen un contenido vinculado a la religión pues, efectivamente, como bromeaba Petronio, "nuestra región está tan poblada de divinidades que resulta más fácil encontrarse con un dios que con un hombre" (Petron. Sat. 17, 5). Así, hallazgos recientes que han revolucionado la Arqueología peninsular han tenido un claro componente religioso: los revolucionarios "rostros de Tartessos"; el altar del siglo VI a. C. descubierto en la Emporion griega; la mano de Irulegi, si se confirma su carácter apotropaico, de la que tanto hemos hablado en este blog; o el relieve fálico de El Higuerón de Córdoba, por citar sólo cuatro hallazgos peninsulares de época protohistórica e histórica. En cualquier caso, al margen de esa selección el lector curioso podrá documentarse sobre otros, también de carácter votivo que, desde la investigación en Prehistoria hasta los estudios sobre Antigüedad Tardía, han marcado la ciencia arqueológica en los diez últimos años. La misma impresión se obtiene si, a escala mundial, se analiza el listado de los 11 más impactantes descubrimientos arqueológicos de 2022 que publicó la propia web de National Geographic, en este caso, como en el de los enlaces anteriores, en su edición española o si se repasan algunos de los "tesoros de la Arqueología española" que recopiló el Museo Arqueológico Nacional de Madrid en una exposición de 2017 donde varios de ellos también son objetos que calificaríamos de sacra. La conclusión está clara, esos hallazgos, lo que algunos autores, traduciendo del italiano, han denominado "indicadores de ritualidad" (BASSANI, M., Sacraria: ambienti e piccole edifici per il culto domestico in área Vesuviana, Roma, 2008, adaptado por PÉREZ RUIZ, M.: Al amparo de los Lares. El culto doméstico en las provincias romanas Bética y Tarraconense, Madrid, 2014), muestran hasta qué punto la religión estaba, efectivamente omnipresente en el espacio cotidiano de las sociedades antiguas y, de hecho, en la romana -como afirmaba Cicerón en el pasaje de La respuesta de los harúspices que abría esta entrada- omnia regi gubernarique deorum numine, "todas las cosas se rigen y se gobiernan por voluntad divina". Incluso uno de los hallazgos más sobrecogedores del último año, sobre el que tuvimos ocasión de hablar en Mediodía, de la Cadena COPE, el sensacional conjunto de estatuas votivas del balneario de San Casciano dei Bagni, en Italia, ha hecho saltar a la opinión pública el valor del hecho religioso en la Antigüedad y cómo los historiadores construimos nuestro conocimiento respecto de él como, en 1999, lo hizo el hallazgo, en la Piazza Euclide de Roma de la fuente de la diosa Anna Perenna, a cuyos hallazgos dedica una impresionante sección el Museo Nazionale Romano en su sede de las Termas de Diocleciano. Un conocimiento que, es evidente, está siempre "en construcción".

Si más arriba citábamos un pasaje de Festo a propósito de los sacra priuata, este gramático romano, en ese mismo pasaje de su tratado Sobre el significado de las palabras, al hablar, precisamente, del culto, establecía una nítida distinción entre los sacra publica -que tenían lugar en espacios públicos y que, por tanto, se desarrollaban a expensas del Estad romano- y los sacra priuata aquellos que afectaban más a las familias y a los individuos y que, como sabemos, jalonaban la vida cotidiana, el calendario, de cualquier romano. Nuestro grado de conocimiento de unos y de otros, en la península ibérica, en estos años, se ha modificado sobremanera. Citaremos aquí algunos ejemplos que se incluyeron en el artículo de National Geographic Portugal pero de los que aportaremos aquí la información que el carácter limitado en extensión del artículo en cuestión nos impidió compartir con los lectores.

Comenzando por la religiosidad oficial qué duda cabe que, arqueológicamente, esta última década ha estado marcada por los trabajos de excavación del templo del culto imperial en el entorno de la Catedral de Tarragona y del Museo bíblico local, el mismo que, según Tácito, sirvió in omnes prouincias exemplum, "como ejemplo para todas las provincias" (Tac. Ann. 1, 78) al haber sido el primer templo destinado a honrar al emperador Augusto, una vez fallecido, erigido en todo el Imperio. O, por no abandonar la figura del emperador Augusto, también ha marcado época en la investigación la ordenación de los materiales del balneario romano del colegio Joaquín Costa de Turiaso, la actual Tarazona (Zaragoza) donde, presuntamente, habría sanado el propio Augusto de la enfermedad que le aquejó en el frente cántabro, en su segundo viaje a la península ibérica. Como se destaca en nuestro artículo de la edición portuguesa de National Geographic, también las singulares "epifanías" de diversos emperadores -a través de sus imágenes-, en particular del diuus Augustus pero también de Calígula y de Livia en Torreparedones -de los tres- y en Bilbilis -de Augusto capite uelato- han dinamizado nuestro conocimiento sobre el impacto del culto imperial en los contextos provinciales al tiempo que, en el caso de Torreparedones, además, los estudios con espectometría de rayos X han, efectivamente "sacado los colores" a esa estatuaria clásica que tan acostumbrados estábamos a verla en blanco-mármol pero que sabemos que tuvo, efectivamente, color. Otras sensacionales piezas de la estatuaria imperial hispanorromana, como el busto de Augusto de Lora del Río, en el Museo Arqueológico de Sevilla, o la Livia del Museo de Cádiz han estado también de actualidad por articularse su protección jurídica o por completarse su restitución y otras, como el sensacional busto de Adriano procedente de una uilla de Los Torrejones de Yecla (Murcia), han asombrado, literalmente, al mundo mereciendo la convocatoria de reuniones y coloquios científicos monográficos. A ese grupo de hallazgos del ámbito de los sacra publica quizás deba añadirse el de la monumental estatua de Juno descubierta en Regina, en Extremadura, en 2010, ciertamente espectacular. Que en esa constatación de nuevas evidencias del culto imperial los hallazgos de Los Bañales de Uncastillo y de Santa Criz de Eslava, magistralmente estudiados en su dimensión escultórica por Luis Romero, se hayan convertido, junto a uno de muy reciente publicación del Forau de la Tuta de Artieda (Zaragoza), en referentes y en una de las evidencias más septentrionales de esta práctica ritual del culto imperial que actuó como verdadero vector de cohesión ideológica del orbe romano no puede sino alimentar nuestra satisfacción científica y demostrar el interés que tiene, siempre, desde el punto de vista de la generación de conocimiento histórico, el mantenimiento en activo de una excavación arqueológica de campo.

Pero, acaso porque la religio privada parece interpelarnos más directamente -oportuno es recordar aquí la oración transmitida por Catón al dios Marte para que concediera bonam salutem ualetudinemque mihi domo familiae nostrae, es decir "salud y fortaleza para mí y (para) los de mi casa familiar" (Cat. Agr. 141, 2)-, especialmente singulares han sido los hallazgos que, en la península ibérica, se han producido en los últimos años en relación bien con los cultos domésticos propios de la antigua Roma (el enlace a un trabajo de M. Pérez Ruiz resulta de obligada consulta para quien tenga interés en esta cuestión) bien con esa creencia romana de que, efectivamente, dei facientes adiuuant, "los dioses ayudan a quienes les invocan" y a quienes les tienen presentes, como afirmaba Varrón (Varro Rust. 1, 1, 5-6) interviniendo, por tanto, constantemente, en la vida de los hombres. Así, de igual modo que en las últimas semanas nos ha impactado el descubrimiento, en Augusta Emerita, de un sensacional mosaico con el emblema de una Gorgona/Medusa, en 2011 lo hizo el igualmente fastuoso Mosaico de los Amores de Castulo (Linares, Jaén) o en 2019 el de Plaza de Armas, de la antigua Astigi (Écija, Sevilla), hallazgos cuyos motivos mitológicos principales no vienen sino a demostrar de qué modo las imágenes religiosas eran del gusto de los grandes possessores de la Antigüedad romana figurando también en sus espacios de solaz y descanso. Pero, qué duda cabe que son mucho más nítidas como evidencias de la religiosidad privada de la época hallazgos como el de la Venus de Ilici (Elche, Alicante) o el del busto del dios Baco de Baetulo (Badalona, Barcelona) pues nos ponen tras la pista de esos "indicadores materiales de ritualidad" que, por ejemplo, hemos podido constatar también en el larario de una uilla romana en las cercanías de Banyoles, en Girona, la de Vilauba, ejemplarmente publicado por P. Castanyer y Q. Tremoleda y que, por su contexto primario, supone un unicum en la península ibérica que ha permitido, de hecho, conocer mejor las singularidades del culto doméstico en las Hispanias comparándolas con las características que exhibe éste en otras provincias. Pronto, desde el territorio de los Vascones antiguos, aportaremos novedades a este respecto pues nos parece que existen en Los Bañales de Uncastillo varias evidencias, entre ellas -pero no sólo- la tortuga en bronce descubierta en 2016 que sigue a estas líneas, evidencias todas que pudieron formar parte de los lararios de las domus que jalonaron el área urbana de la ciudad.

La irrupción, sobre todo en los siglos previos a la tardoantigüedad -pero también antes como demuestra el santuario isiaco de Santa Bárbara de Padrões, en Castro Verde, el Alentejo portugués con su sensacional colección de lucernas votivas-, de los cultos mistéricos orientales en la religión romana (una síntesis excelente, por cierto, sobre esta cuestión, y en general sobre el mundo religioso de la Hispania antigua, puede verse en ALVAR, J., "Las religiones de la Hispania altoimperial", en Entre fenicios y visigodos. La historia antigua de la Península ibérica, Madrid, 2008, pp. 448-458 y en ROLDÁN, J. M., y SAYAS, J. J. , "Religión y cultura", en Hispania. La península ibérica en la Antigüedad, Salamanca, 2022, pp. 409-423) también ha recibido nuevas luces gracias a singulares hallazgos arqueológicos de los últimos años como la denominada domus del Mitreo de Lugo, el recientemente atestiguado mitreo de Igabrum, en la localidad cordobesa de Cabra o, por supuesto, de mediados de los años  noventa, el sensacional complejo taurobólico de la uilla de Arellano, en Navarra, que tanto ha estimulado -más recientemente- los estudios, especialmente a cargo de F. Marco, sobre los signos de vitalidad pagana en el periodo tardoantiguo en torno al culto al toro y a su potencia simbólica en zonas concretas del interior de la Tarraconense. Si en Occidente sabemos que esos espacios del culto mitraico atrayeron a los amantes de esa otra forma de religio, la superstitio, la magia -según la distinción hecha por Aulo Gelio (Gell. NA. 4, 9)- también en Écija (Sevilla) se descubrió una hermosa defixionum tabella, una tablilla de execración, con la que se deseaba dañar a los caballos y aurigas de un empresario de ludi, documento que nos pone en contacto no sólo con esa omnipresencia de la religiosidad -y, en este caso, de la magia negra- en la vida cotidiana de Roma sino, también, con la extraordinaria popularidad de los juegos en la época. 

La creencia romana, además, en el poder curativo de las aguas y manantiales y en la vida de ultratumba ha deparado algunos de los más sobrecogedores hallazgos de los últimos años, todos, además, de considerable impacto mediático, como no merecía menos su singularidad. En el mundo funerario destacaríamos los hallazgos, especialmente epigráficos, de la necrópolis de Segobriga (Saelices, Cuenca), con inscripciones tan hermosas como singulares también desde el punto de vista del formulario y del soporte, y que han sido estudiadas por R. Cebrián, o el modo cómo el estudio interdisciplinar de las incineraciones de la uia sepulcrhralis de la Plaza de la Vila de Madrid, en la antigua Barcino, en Barcelona, nos permitieron dar forma material, a comienzos de siglo -pues se dieron a conocer en 2007-, a los rituales de frecuentación del cadáver que tan bien conocemos por las fuentes antiguas (los trabajos de D. Vaquerizo y de A. B. Ruiz Osuna, incansables, en los últimos veinte años, han aumentado notablemente nuestro conocimiento del poliédrico mundo funerario hispanorromano). A ese respecto también la "polvera" depositada como ofrenda funeraria en Augusta Emerita debe contarse como uno de los hallazgos más singulares, curiosos y elocuentes respecto de la religiosidad funeraria de cuantos se han producido en nuestro solar en los últimos años. Del mundo de los cultos de cariz acuática -recordemos que Séneca aludía al hábito romano de "honrar los manantiales de las aguas termales, y, por su opacidad o por su inmensa profundidad considerar sagrados los estanques" (Sen. Ep. 41, 3)- además de operarse, por el empuje de Mª J. Peréx, la sistematización de todas las evidencias materiales y epigráficas disponibles en un volumen que enlazábamos en un post anterior de este blog, se han producido interesantes hallazgos epigráficos en el balneario de As Burgas, en Ourense, con alusión a divinidades acuáticas indígenas, como Reue (AE 2014, 674, entre otras) y, en particular, nuevamente, en el enclave cordobés de Torreparedones, cerca de Baena, Córdoba. En las termas de dicha ciudad, denominadas desde entonces "termas de la Salud" por el principal estudioso de su documentación epigráfica, Á. Ventura, en marzo de 2017 se produjo el hallazgo de una hermosa dedicatoria a la Fons dominae Salutis salutaris -"fuente de la diosa Salud sanadora"- en un recinto que, pocos meses después, también nos obsequiaría con una hermosa jarrita ritual al servicio del culto a la citada divinidad. Las imágenes de los dos objetos, que ofrecemos aquí gracias a la gentileza de José A. Morena, arqueólogo municipal de Baena, resultan ciertamente impresionantes como lo es, de hecho, el propio complejo arqueológico de Torreparedones.


Hace pocos meses -y recientemente lo hemos reseñado en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra- ha visto la luz el sensacional volumen epistemológico sobre las áreas de conocimiento que conocemos como Ciencias de la Antigüedad HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, D., Prolegómenos a una Ciencia de la Antigüedad, Madrid, 2023, ciertamente recomendable. En él se insiste (pp. 123-124, 138...) en que el futuro de esas Ciencias de la Antigüedad debe ser ése el de ser una disciplina única -cierto que con métodos diferentes en juego, el filológico, el epigráfico, el arqueológico, el histórico- y a la vez global que, interrogando a todas las evidencias disponibles permita construir conocimiento, sin parcelaciones ni miopías que sólo hacen más difícil nuestro objetivo final. Lo que se ha incrementado nuestro conocimiento sobre la práctica religiosa en las provincias hispanas en los últimos años a partir de la documentación epigráfica y arqueológica debe servir como clara prueba de que, como hemos señalado aquí en otras entradas de la serie "Disputationes", sólo el diálogo fructífero entre arqueólogos e historiadores de la Antigüedad nos puede conducir a aproximarnos a una verdad lo más aproximada posible a la verdad histórica. 


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