CAMPO REAL/FILLERA (Sos/Sangüesa) (y II)

"Acerca de lo que todavía encierra el subsuelo, en cuanto a estructuras de edificios y restos arquitectónicos, tenemos la guía de la foto aérea, lo que vio el Padre Escalada al excavarse el Canal de las Bardenas en Campo Real ('bastantes capiteles, entre ellos los jónicos son hermosísimos, fustes de columnas, etc.'), los trozos de piedras que quedan todavía junto a los taludes del canal, los materiales conservados en el Museo de Zaragoza (que no describimos), un curioso capitel guardado en una casa particular (del que tenemos foto y nos ocuparemos en otra ocasión), y el testimonio de la persona encargada de las parcelas de este sector: hace poco tiempo en una fosa que practicaron entre los 'rectángulos mayores' y el Canal descubrieron una vasija con cenizas, varios restos cerámicos y un capitel, documentos que llevaron a Sos del Rey Católico donde vive la dueña de la finca (...) En resumen: probablemente en este sector de Campo Real (Filleras y Corral del Boticario) se encuentre el límite oriental de una extensa población romana con los últimos edificios y las primeras necrópolis de las afueras, o bien una serie de construcciones aisladas, no formando propiamente núcleo urbano, especie de grandes villas con sus propias necrópolis". Con estas palabras valoraban, en 1974, desde la Universidad de Navarra Alejandro Marcos y Amparo Castiella -y en una proyectada serie de publicaciones que, sin embargo, no pasó del primer fascículo, titulada Prospecciones Arqueológicas en Navarra y dedicada a José Miguel de Barandiarán- uno de los enclaves arqueológicos que más mitología ha despertado en, cuando menos, la Arqueología aragonesa y también la navarra y al que ya dedicamos uno de los primeros posts de Oppida Imperii Romani, Campo Real/Fillera que reparte sus restos entre Sos del Rey Católico y Sangüesa y que, de hecho, conoció, si podemos llamarla así, su editio princeps, en ese mismo trabajo de MARCOS, A., y CASTIELLA, A., "Prospecciones en Campo Real (límite navarro-aragonés)", en Prospecciones Arqueológicas en Navarra 1, Pamplona, 1974, pp. 103-133 del que procede (p. 115) la cita con que abrimos esta entrada.

En el citado trabajo, al inicio (p. 105) se explicaban las circunstancias que motivaron el interés de la Universidad de Navarra por este lugar que, como deja clara la cita de más arriba, era ya conocido en la erudición arqueológica de las décadas iniciales de los años 40 del siglo XX e, incluso, bastante antes, como veremos. En 1971, María Ángeles Lizarraga, del Departamento de Geografía de la Universidad de Navarra, en el marco de una investigación sobre la evolución de los usos agrícolas del suelo en Navarra, dirigida por el insigne Alfredo Floristán, identificó, en las fotografías del vuelo americano (1957) y en las de la Diputación Foral de Navarra (1967) -cuya imagen ofrecemos tras estas líneas- una serie de marcas sobre las tierras de labor que, efectivamente, denunciaban la presencia en el subsuelo de alguna suerte de estructuras que recomendaban un estudio arqueológico del lugar que encomendaron, entonces, a Marcos y a Castiella, como más arriba se ha dicho.


Pese a que fueran las estructuras de la fotografía aérea las que estimulasen la atención de estos investigadores y colocasen el yacimiento de Fillera en el circuito científico, ya el sacerdote jesuita de Javier Francisco Escalada Rodríguez en su obra La Arqueología en la villa y castillo de Javier y sus contornos (Pamplona, 1943), al inicio del capítulo que dedicaba a Sangüesa la Vieja/Rocaforte había escrito (pp. 88-89): "La calzada imperial que venimos reseñando, dejaba a la ciudad celtibérico romana, sita en Sofuentes (...) y descendía rápidamente al valle de la Onsella, al que atravesaba en dirección al destruido pueblo de Fillera. Con ocasión de la apertura del canal del pantano de Yesa se han descubierto en este término de Campo Real, jurisdicción de Sos (Aragón), bastantes capiteles, fustes de columna, fíbulas, broches, monedas, urnas cinerarias de barro, una lápida funeraria muy estropeada, etc. La mayor parte de estos objetos son romanos, pero otros son ibéricos; y todo ello muestra la supervivencia de una ciudad celtibérico romana. Ella, a juzgar por esta pequeña parte desenterrada, debía ser muy importante. Así los capiteles jónicos son hermosísimos. Estos descubrimientos, que tanta sensación han causado, estaban ya previstos para nosotros. De ahí mismo y descansando sobre la superficie del terreno habíamos recogido nosotros piadosamente, y para evitar su destrucción, varios capiteles romanos; ahí mismo hemos encontrado varias hachas de piedra pulimentada (...)" tal como, de hecho, habían citado, en el pasaje que corona este post, Alejandro Marcos y Amparo Castiella. Los capiteles jónicos con sus fustes se conservan en los fondos del Museo de Zaragoza, aunque no hace mucho estaban expuestos en las salas de Romanización del citado centro -ahora en proceso de reforma- y, debidamente marcado, en tinta, con el rótulo "Fillera", se guarda uno con decorado puluinus lateral en Cordovilla, en los almacenes del Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra, en Pamplona que, sin embargo, pues el P. Escalada solía marcar las piezas con números en tinta negra, pudo ser recogido por su sucesor en estas andanzas arqueológicas por Cinco Villas, el P. Recondo, del que luego hablaremos. Ofrecemos fotos, nuestras, de ambos materiales que dan una imagen, acaso pretenciosa, de la monumentalidad del lugar.


Volviendo a la acción de F. Escalada, tal como consta en la sensacional documentación recogida por MARURI, D., "El museo Xaveriano de Javier y su castillo", en San Francisco Xabier desde sus tierras de Navarra, Sangüesa, 2006, pp. 257-391, que, en parte, transcribe los diarios de campo del religioso jesuita parece que desde los últimos años 20 y primeros años 30 este sacerdote ya había mostrado interés en el lugar en sus andanzas por la navarra Comarca de Sangüesa y por la aragonesa de Cinco Villas, que no hace mucho (Pregón , 65, 2022, pp. 28-31) hemos puesto en valor. No en vano, en esos diarios se alude a una "urna cineraria ibérica" procedente de Sos -aunque no se especifica localización concreta del hallazgo- "donada por D. Emiliano Ladrero" en 1919 (p. 278) -que fuera médico de Sos del Rey Católico y correspondiente de la Comisión Provincial de Monumentos de Zaragoza- y se relata también como, en 1931, Escalada tiene contacto con Felipe Pérez de Ciriza y Juana Legarre -abuelos del actual propietario de parte de los terrenos-, propietarios de un corral en Pejón, en Sos del Rey Católico y con propiedades, también, según se afirma, en Baratiñones (p. 287) partida de la que de hecho, como recogíamos en un post de este espacio hace ahora exactamente un año, procede uno de los singulares materiales escultóricos con que ha obsequiado este singular yacimiento (para su publicación debe verse Príncipe de Viana, 253, 2011, pp. 97-120). En ese mismo año, 1931, el propio Escalada (p. 287) anota su contacto con Luis Salvo, cuya familia todavía detenta algunas propiedades en el área arqueológica, y la entrega por parte de éste de "un capitel visigótico y otro romano" anotando, además que en "la propiedad de Filleras (...) hubo pues población romana y por ahí pasaba y atravesaba el río Onsella la vía romana de Caesaraugusta a Pompelo". El vuelo de la Confederación Hidrográfica del Ebro, de 1927, nos permite imaginar el aspecto que debía ofrecer entonces, el lugar sin que apenas sean en él perceptibles las estructuras que sí se veían nítidamente en la fotografía de 1967, de la Diputación Foral de Navarra, que ofrecíamos más arriba. Verosímilmente, los trabajos agrícolas con maquinaria pesada que se generalizaron en los años 50 debieron facilitar las explanaciones y nivelaciones que, a la postre, acabarían por dar visibilidad a dichas estructuras y multiplicar los hallazgos. Entre ellos, por ejemplo, en la parte norte del espacio llano que, en ligera depresión, rodea el cerro de Fillera, un sensacional mosaico bícromo en blanco y negro que publicamos hace algunos años en el Congreso Internacional de Arte Provincial que se celebró en Mérida en 2009 (ver aquí) y que recientemente ha sido citado como único paralelo del que se encontró hace apenas cuatro años en el vecino enclave del Forau de la Tuta, en Artieda de Aragón (Zaragoza) (IÑIGUEZ, L., et alii, "Escena de thíasos marino en el Prepirineo aragonés: el hallazgo del opus tessellatum blanquinegro del Forau de la Tuta (Artieda, Zaragoza)", Lucentum, 43, 2024, pp. 169-191). De su propuesta de restitución ofrecemos imagen bajo estas líneas.


Esa labor de recogida de materiales iniciada por F. Escalada, la continuaría luego, también desde el castillo de Javier, el también jesuita P. José Mª Recondo Iribarren que, en su cuaderno anota igualmente varias visitas a familias de Sos con antigüedades procedentes del entorno -cierto que muchas del Cabezo Ladrero de Sofuentes- entre marzo (p. 328) y diciembre de 1954 (p. 336) y en enero y febrero de 1955 (p. 337) fecha ésta última en que ingresa en la colección de Javier "un capitel romano de volutas jónicas y sin fuste cedido por la Vda. de Mola en Sos", por tanto, verosímilmente procedente de Fillera y que, por la descripción, acaso es el mismo del que ofrecíamos fotografía más arriba. En la misma publicación de David Maruri, se hace constar que en 1983 (p. 372) los PP. Jesuitas entregaron al Museo de Navarra, entre otras piezas, una "placa y broche de cinturón de Filleras (Zaragoza)" y una "urna de sigillata hispánica, con tapadera, de Sos del Rey Católico" (p. 372). Este material, como es sabido, es sólo una pequeña muestra del muchísimo que furtivos y coleccionistas más o menos bien intencionados han recogido históricamente en los campos de Fillera y que se conservan, especialmente, en algunas colecciones particulares del municipio de Sangüesa. 

Entre las primeras visitas de Francisco Escalada a Fillera y la valoración que hace en La Arqueología de la villa y castillo de Javier había mediado, sin embargo, un acontecimiento clave en el desarrollo agrícola de la Comarca de Cinco Villas y, también, en la Arqueología de este singular enclave arqueológico, la apertura de la caja del Canal de Bardenas en el proceso de la cual se produjeron notables hallazgos de los que dio notable cuenta otro prohombre de la Arqueología del momento -en este caso aragonesa- como fue José Galiay Sarañana que en GALIAY, J., La dominación romana en Aragón, Zaragoza, 1946, p. 38, escribía: "En Campo Real, partida del término municipal de Sos del Rey Católico, al practicar la apertura de la caja del Canal de las Bardenas se descubrió parte de una necrópolis romana que, por su extensión e importancia de algunas piezas arquitectónicas guardadas hoy en el Museo de Zaragoza, se estimó pertenecería a una gran ciudad que indudablemente hubo allí cerca, como acusan otros restos". Sobre el yacimiento, la procedencia de él de sensacionales materiales, el daño causado por los furtivos -"las colecciones privadas incontroladas"- su singular interpretación como espacio agrícola del tipo uilla, mejor que como ciudad, y la peculiar fascinación que había producido en los inicios de la Arqueología aragonesa se pronunciaba así MARTÍN BUENO, M., Aragón arqueológico: sus rutas, Zaragoza, 1977, pp. 163-164 y, más adelante, también sobre el yacimiento y sus materiales, en p. 170 y p. 177: "El terreno, en la zona que se denomina Corral del Boticario y Filleras, hay restos de construcciones, con algunos depósitos, posibles silos enterrados, muros, sillares sueltos y aprovechados en edificios agrícolas modernos, con tambores de columnas, molduras y otros. Buena parte de ellos han sido recuperados y trasladados a la vecina finca de Peña, ya en Navarra, donde están en la actualidad en un jardín particular. Los restos eran conocidos de antiguo y Escalada ya había recuperado algunos en prospecciones, y también lo hizo la Universidad de Navarra. La fotografía aérea de la zona dio como resultado la localización de unas estructuras rectangulares de buen tamaño que deben de corresponder a unos establecimientos agrícolas, posiblemente uillae que, a juzgar por los materiales, debieron ser de importancia"

El resto de la historiografía de este lugar es bien conocida. Fue en 2008 que Archivo Español de Arqueología publicó (81, 2008, pp. 75-100) un trabajo nuestro, colectivo, en que reivindicábamos el carácter urbano del lugar -ya subrayado por la historiografía tradicional- que, después, también encontró acomodo en el el libro de MORENO, I., Item a Caesarea Augusta Beneharno. La carretera romana de Zaragoza al Bearn, Ejea de los Caballeros, 2009, pp. 55-56 y 74-75 -que ofrecía, además, un nuevo y sensacional vuelo sobre el área más oriental del lugar, con trazas evidentes de la entrada de la citada vía en la ciudad romana, imagen que recogemos más abajo junto a la fotointerpretación, demasiado exhaustiva, que, de la fotografía aérea hiciera Peña Lanzarote en los primeros años 90, que también recogemos- y al que seguiría un segundo trabajo nuestro (Zephyrus, 65, 2010, pp. 179-198) en que aportábamos nuevas noticias sobre material epigráfico, funerario y de decoración arquitectónica del yacimiento. 


Fue en 2011 en que, al abrigo de nuestro proyecto en Los Bañales, un equipo de la Universität Hamburg capitaneado por Martina Seifert y Nicola Babucic, realizó una serie de exploraciones geomagnéticas en el lugar que -como sabrá el lector asiduo de Oppida Imperii Romani pues la foto de sus resultados protagonizó una de las últimas entradas que este blog ha dedicado a nuestro proyecto de investigación "Parua labentia"- ofrecieron un resultado sensacional. En el año anterior, 2010, había volado el lugar François Didierjean, de la Université de Toulouse constatando en la zona este del enclave una serie de anomalías que también señalábamos en el citado post y que volvemos aquí a reproducir y, por su parte, en 2013, José Mª Viladés había llevado a cabo una serie de sondeos preceptivos derivados de la instalación de un pilotaje de regadío en la zona más central, y meridional, del área arqueológica, a pocos metros de la carretera Gallur-Sangüesa que separa el yacimiento de la aldea agrícola de Campo Real. La trascendencia dada a los resultados de la geomagnética, en el marco de la constatación -en nuestro artículo de Zephyrus- de una fuerte concentración de contrapesos de prensa para torcularia oleícolas o vitivinícolas en la zona -y que ya advertíamos en el primer post dedicado a Fillera en este blog- nos llevó a nosotros recientemente (ANDREU, J., y LAREQUI, J., "Parua oppida y municipa rusticana, un paradigma en el norte de la Hispania citerior", en ANDREU, J., BLANCO-PÉREZ, A y ALGUACIL, E. (eds.), Pecunia communis: recursos económicos y sostenibilidad de las pequeñas ciudades hispanorromanas, Uncastillo, 2023, pp. 161-192, p. 170y antes, también, a PEÑA, Y., "La producción de vino y aceite en el Valle Medio del Ebro", Anales de Prehistoria y Arqueología, 27-28, 2011-2012, pp. 148-149 a plantear una posible interpretación del espacio más oriental de la geomagnética de los colegas alemanes y que había sido ya individualizado por el vuelo de Didierjan como un espacio de dolia defossa, es decir, un gran almacén con dolia enterradas ubicado, además, en la ciudad -no lo olvidemos- que hacía de eje de comunicaciones viario en el muy romanizado territorio de las Cinco Villas de Aragón como el trabajo más arriba citado de Isaac Moreno se encargó de recordar.


De cara a comprobar esa propuesta, en la elaboración del proyecto de investigación que, en septiembre de 2023, resultaría financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidad bajo el título "De parua a oppida labentia: ciudad, ciudadanía y desarrollo urbano en el piedemonte vasco-aquitano (siglo I a. C.-II d. C.)" (PID2022-137312NB-Ioo) y el resultado ya lo conocen quienes son asiduos de las redes sociales del proyecto de Los Bañales tanto en Facebook como en Instagram y, también, quienes han estado atentos, en estos días, a algunos digitales que se han hecho eco de nuestras conclusiones (especialmente Navarra.com y Diario de Noticias de Navarra pero también, en papel, en Hoy Cinco Villas y en el propio Diario de Noticias, en "recortes" que colocamos más abajo) que también compartimos podcast en los micrófonos de SER Cinco Villas, en un que puedes escuchar aquí mismo. Lo que parecían orificios circulares son espacios cuadrados de algo más de un metro de lado y lo que parecían estructuras murarias son, sencillamente, negativos, sobre las gravas de la terraza geológica natural, de cimentación de las estructuras que delimitarían el espacio. Esa constatación, por un lado, subraya lo absolutamente arrasado que se encuentra el yacimiento y sus estructuras -algo que ya se constató en los sondeos que, en 2013, realizó José Mª Viladés-, también la escasa profundidad -apenas 70 cms en la zona sondeada- a que se encuentra tanto la terraza geológica como los restos de las edificaciones que Roma levantó sobre ella pero, también, pone de manifiesto una realidad que conviene subrayar. En los últimos años se habla mucho del carácter destructivo de la Arqueología algo que, desde luego, resulta indiscutible. Sin embargo, y aunque excavar no es la única técnica del método arqueológico, es evidente que si no se excava, aunque sea con sondeos comprobatorios, corremos el riesgo de sustentar hipótesis sobre bases demasiado endebles pues en Arqueología, éstas sólo pueden refrendarse con el dato arqueológico y aunque éste también se obtiene a través de la Geoarqueología o de la ahora llamada Arqueología aérea, está claro que sólo la excavación permite una constatación de evidencias suficientemente solvente como para edificar sobre ella conocimiento histórico. 

Terminada la intervención, que adopta el aspecto que ofrece, sobre estas líneas, la fotografía cenital de Juanmi Cirez, lo que tanto en el vuelo de Didierjan como en las geomagnéticas de Seifert y su equipo parecían fosas circulares, y justificaban la impresión de estar ante un horreum con dolia defossa, son, en realidad, espacios cuadrangulares tan amplios -como decíamos más arriba, de 1,10-1,15 m, unos 3 pies romanos- que no sólo desaconsejan esa interpretación sino que, además, invalidan la posibilidad de que fueran negativos de apoyo de vigas como es habitual en algunos horrea romanos tal como se ha sistematizado de modo ejemplar recientemente (SALIDO, J., Horrea militaria. El aprovisionamiento de grano al ejército en el Occidente del Imperio Romano, Madrid, 2011, pp. 63-67). Sin embargo, la forma de los orificios, con fragmentos de cerámica romana en su interior, la separación de cada uno de ellos -1,45 m- tan regular y su concentración por una superficie bastante superior a los casi 400 m2 de los que -insistimos- apenas se han excavado, en el sondeo, ya cubierto, unos 40 permite plantear la hipótesis de que, acaso, estemos ante un recinto para la fijación de scrobes, fosas de plantación de vides que aparecen asiduamente referidas en la tratadística romana sobre la agricultura -de la que, precisamente, hablábamos en un post anterior de este blog, que ahora puede complementarse con la grabación, en vídeo, de la conferencia que inspiró aquél, ya disponible en YouTube- y muy particularmente en el tratado Sobre los árboles del gaditano Columela (Arb. 5, 10), aunque no sólo. De ser esto así, aunque resta ahora por delante un largo proceso de revisión de bibliografía y de localización de paralelos, si unimos el dato a la fuerte concentración de instalaciones de transformación de vino que está documentando Eugenio Monesma en el territorium de las ciudades romanas de Los Bañales de Uncastillo y de Segia (Ejea de los Caballeros) y la concentración, también, de este tipo de instalaciones que tiene en estudio el equipo que trabaja en el Cabezo Ladrero de Sofuentes, parece obvio que la producción de vino debió estar en el centro de la dedicación económica del espacio nororiental del territorio de los antiguos Vascones al menos entre los siglos I a. C. y IV d. C., que son, precisamente, los de desarrollo de esta singular ciuitas de Fillera de la que, poco a poco, vamos conociendo más evidencias y en la que es nuestro deseo seguir trabajando como complemento a la labor que, durante ya casi dos décadas, llevamos desplegando en Los Bañales.





STVDERE VOLO

 

[The love letter/Le billet doux, lienzo historicista de 1913 del pintor John William Godward]

Desde hace varios años, por razones que fueron explicadas en este espacio hace exactamente un año, viene siendo tradicional que uno de los primeros posts del curso académico en Oppida Imperii Romani tenga que ver con palabras dirigidas por el autor de este blog a estudiantes universitarios de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra en el inicio del nuevo curso o en el comienzo, de hecho, de su andadura universitaria como estudiantes de primer año. 2024 no va a ser una excepción de modo que esta entrada, la segunda del curso académico en el blog, recoge y, a su vez, ordena, las reflexiones que compartimos con estudiantes de 1º de los Grados en Historia (Historia, Historia y Arqueología, Historia y Periodismo e Historia y Relaciones Internacionales) que ofrece el centro universitario en el que profesamos desde hace ahora -se cumplirán en estos días- diez años.

Acaso porque, en frase atribuida a Iván Pávlóv, "si quieres tener nuevas ideas, lee libros viejos", si, como podrá ver el lector curioso, en anteriores ocasiones fueron textos de Quintiliano ("Oratores boni uiri"), Valerio Máximo ("Industria et studium") o, el pasado año, fundamentalmente, de Flavio Josefo ("Necessaria...inania"), los que inspiraron y articularon nuestra reflexión en forma de consejos y de vademecum para los estudiantes universitarios, en esta ocasión hemos optado por un texto menos conocido pero absolutamente delicioso. Se trata de uno de los llamados Hermeneumata un género singular de copias medievales de textos escolares latinos clásicos que, fechado en el siglo IV d. C., sorprende en su viveza, actualidad y profundidad.

El aquí recogido es uno de esos Hermenumata, en concreto el denominado Colloquium Celtis, así llamado en honor al gramático y humanista renacentista alemán, de Heidelberg, Conrad Celtis, que firmó la única copia superviviente del documento hasta la fecha. Lo reproducimos aquí en su versión latina y en su traducción, en parte nuestra. La versión latina procede de la edición canónica de Cambridge (Cambridge, 2015) The colloquia of the hermeneumata pseudositheana. 2. Colloquium Harleianum, Colloquium Montepessulanum, Colloquium Celtis and fragments, preparada por Eleonor Dickey que también se ocupa, en concreto, del colloquium Celtis, en su sensacional volumen Learning Latin the ancient way. Latin textbooks from the Ancient World (Cambridge, 2016), pp. 11-78, accesible online desde aquí y que recoge el texto completo, traducido y comentado. Lo que nosotros ofrecemos es, naturalmente, una selección del mismo en nueve bloques. En la red existe otra edición comentada de este singular pasaje en MAREK, B., Acta Uniuersitatis Carolinae Philologica, 2, 2017, pp. 127-152


[I, 1a-2] Conuersatio, usus cotidianus, debet dari omnibus pueris et puellis, quoniam necessaria sunt minoribus et maioribus, propter antiquam consuetudinem et disciplinam sic incipiam scribere, ab exordio lucis usque ad uesperum.

La conversación, costumbre cotidiana, debería facilitarse a todos los niños y niñas, ya que es necesaria tanto para los más jóvenes como para los mayores como prueba la antigua costumbre y la disciplina del aprendizaje. Así comenzaré a escribir, desde el comienzo de la luz diurna hasta el atardecer.

[II, 2a-2f] Ante lucem uigilaui de somno; surrexi de lecto, sedi, accepi pedules, caligas; calciaui me. Poposci aquam ad faciem; lauo primo manus, deinde faciem laui; extersi. Deposui dormitoriam; accepi tunicam ad corpus; praecinxi me; unxi caput meum et pectinaui; feci circa collum pallam; indui me superariam albam, supra induo paenulam. Processi de cubiculo cum paedagogo et cum nutrice salutare patrem et matrem ambos salutaui et osculatus sum, et sic descendi de domo.

Antes del amanecer, me desperté del sueño; me levanté de la cama, me senté, cogí los zapatos, las sandalias; me calcé, pedí agua para la cara; me lavé primero las manos, luego me lavé la cara; me sequé. Me quité la ropa de dormir; cogí una túnica para mi cuerpo; me puse el cinturón; me perfumé la cabeza y me peiné (el pelo); me puse alrededor del cuello un manto; me puse una prenda exterior, blanca encima. Me puse una capa con capucha. Salí del dormitorio con mi pedagogo y con mi nodriza para saludar a mi padre y a mi madre. Los saludé y los besé, y luego bajé de la casa.

[III, 7a-10a] Post haec graphium requisiui, et membranam; et hace tradidi meo puero. Paratus ergo in omnia, processi bono auspicio, sequente me paedagogo, recte per porticum quae ducebat ad scholam. Sicubi mihi noti occurrerunt, salutaui eos; et illi me resalutauerunt. Ut ergo ueni ad scalam ascendi per gradus, otio, ut oportebat et in proscholio deposui birrum; et demulsi capillos. Et sic eleuato centrone introiui, et primum salutaui praeceptores, condiscipulos.

"Después pedí un lápiz y un libro, y se los entregué a mi esclavo. Así que, preparado ya con todas las cosas, salí con buen presagio, con mi pedagogo siguiéndome, recto por el pórtico que conducía a la escuela. Si me encontraba conocidos en cualquier parte los saludaba, y ellos me saludaban a su vez. Cuando llegué a la escalera, subí peldaño a peldaño, sin prisas, como es debido. Y en el vestíbulo de la escuela deposité mi capa; y me alisé el pelo. Y así, levantando la cortina, entré, y primero saludé a los profesores y a mis compañeros".

[IV, 4a-5d] “Ave, Domine praeceptor; bene tibi sit. Ab hodie studere uolo. Rogo te ergo, doce me Latine loqui.” “Doceo te, si me attendas.” “Ecce, attendo.” “Bene dixisti, ut decet ingenuitatem tuam. Porrige mihi, puer, manuale cito ergo porrige librum, reuolue, lege cum uoce, aperi os, computa. Modo bene fac locum, ut scribas dictatum".

“Hola, señor profesor; que le vaya bien. A partir de hoy quiero trabajar duro. Así que, por favor, enséñeme a hablar Latín”. “Te enseñaré si me prestas atención”. “Míreme, estoy prestando atención”. “Has respondido bien, como corresponde a tu noble cuna. Pásame, muchacho, el atril. Rápidamente pásame el libro, colócate en el lugar correcto, lee en voz alta, abre la boca, cuenta. Ahora marca bien el lugar para que puedas escribir y ejercitarte”.

[V, 2h-2r] Porrexit mihi puer meus scriniarius tabulas, thecam graphiariam praeductorium. Loco meo sedens deleo. Praeduco ad praescriptum; ut scripsi, ostendo magistro; emendauit, induxit. Iubet me legere. Iussus alio dedi. Edisco interpretamenta, reddidi (….) Deinde ut sedimus, pertranseo commentarium, linguas, artem. Clamatus ad lectionem audio expositiones, sensus, personas. Interrogatus artificia respondi: “Ad quem dicit?” “Quae pars orationis?” Declinaui genera nominum, partiui uersum.

"Me entregó a mi esclavo, que lleva el estuche de los libros: tablillas para escribir, una funda con un estilo, una regla. En mi lugar, sentado, borro la escritura anterior en las tablillas, trazo líneas siguiendo el modelo; cuando he escrito muestro mi trabajo al maestro; él lo corrigió, lo tachó. Me ordenó leer. Cuando me lo pide, le doy el libro a otro compañero. Aprendo a fondo los Hermeneumata, los elaboro (...) Luego, una vez que estamos sentados, repaso el comentario, las listas de palabras, la gramática. Cuando me llaman para hacer una lectura, escucho las explicaciones, los significados, las personas. Cuando me hacen preguntas gramaticales, respondo: «¿A quién se refiere?» «¿Qué parte de la oración es esa?» Decliné los géneros de los sustantivos. Analicé un verso".

[VI, 11a-14b] Scripsi ergo meum nomen; et ita steti, donec antecedentes reddiderunt, et attendi pronuntiationes praeceptoris et condiscipuli. Etenim inde proficimus attendentes aliis, siquid ipsi nonentur. Audacia hinc fit, et profectus ut ergo meo loco accessi, sedi, protuli manum dextram, sinistram perpressi ad uestimenta. Et sic coepi reddere quomodo acceperam ediscenda (…) Dum reddo emendatus sum a praeceptore, ut et uocem praeparem propiorem.

"Así que escribí mi nombre; y me quedé así hasta que los que iban delante de mí hicieron su trabajo, y presté atención a las pronunciaciones del profesor y a las de mis compañeros. Pues es a partir de esto que progresamos, prestando atención a los demás si se les aconseja algo. De ahí surge la confianza en uno mismo y el progreso. Así que cuando llegué a mi sitio, me senté, extendí mi mano derecha, la izquierda la apreté contra mi ropa. Y así empecé a producir mi obra tal como la había recibido para ser aprendida (…) Mientras recitaba, el profesor me corregía para que también desarrollara la facultad de hablar más cercana posible a la norma".

[VII, 16a-17c] Post haec dimissus consedi meo loco. Librum accepi, scripsi cotidiana. Interrogaui et emendatus legi  lectionem meam, quam mihi exposuit diligenter, donec intellegerem et personas et sensum uerborum auctoris.

"Después, una vez despedido, me acomodé en mi asiento. Cogí el libro y escribí frases hechas de uso cotidiano. Hice preguntas y, después de que me corrigieran, leí mi lectura, que el profesor me explicó detenidamente, hasta que comprendí tanto los personajes como el significado de las palabras del poeta".

[VIII, 18a-19d] Haec acta sunt per singulos et uniuersos, iuxta unius cuiusque uires et profectum, et tempora, et aetatem condiscipulorum. Sunt enim et naturae uariae studentium, et dificiles uoluntates ad laborem literarum, in quibus cum multum proficias, plus superest ut ad summum uenias profectum.

"Estas cosas se hacían individualmente y para cada uno, de acuerdo con las habilidades y el progreso de cada uno, y los tiempos apropiados, y las edades de mis compañeros. Porque también hay diferentes naturalezas de los que estudian, y disposiciones difíciles con respecto al duro trabajo del estudio literario, en el que, incluso cuando se hacen grandes progresos, todavía queda más para llegar a la cima del mismo".

[IX, 39e-43] Fit dimissio: dimittimur circiter horam septimam.

"La despedida llega: nos despiden a la séptima hora".

La primera clave, ab exordio lucem usque ad uesperum, presente en el primer texto de nuestra  selección [I] pero que, también, se recoge en el de la última, en que se alude a la finalización, al atardecer (hora septima), de la jornada laboral del escolar romano [IX] apunta a un elemento fundamental en la dedicación al estudio de un universitario: la profesionalidad. La dedicación al aprendizaje, a la vida intelectual, en definitiva -que va más allá de la simple adquisición de una serie de destrezas o habilidades- exige una dedicación horaria exigente, continua, equivalente a la de una jornada laboral. Resulta singular que los jóvenes de la Antigüedad Tardía que, entre los siglos IV y V d. C. emplearon estas composiciones para aprender Latín o Griego -aunque, como parece, ese modelo de aprendizaje se debió emplear ya desde época republicana- abandonasen su casa temprano, con la primera luz del sol y no regresasen a ella hasta el atardecer. Tan exigente resultaba el aprendizaje de una lengua y tan necesaria la relación con los maestros y formadores en que aquél se fundamentaba. Por tanto, el primer consejo que debe acoger un estudiante universitario es el de hacer de su paso por la Universidad una dedicación profesional, "de jornada completa". Más allá de las horas de clase y de las horas de estudio, la convivencia con profesores y estudiantes, las horas pasadas en eventos culturales o conferencias, ¡también las pasadas en al cafetería departiendo con otros estudiantes!, el tiempo empleado en lecturas o actividades complementarias generan un gusto por la vida intelectual que es el primer hábito que, si el estudiante no ha incorporado ya en la Educación Secundaria y en el Bachillerato, debe hacer lo posible por adquirir durante el primer año de su paso por las aulas universitarias. La Universidad no es, sencillamente, ir a clase y regresar a casa, exige una dedicación horaria que, muchas veces, irá más allá de la que marque el horario lectivo. Lo exigente de dicho horario será un buen termómetro del grado de implicación del estudiante.

Alfonso X el Sabio definía la Universidad como el "ayuntamiento de profesores y de estudiantes". El Colloquium que hemos transcrito más arriba también, en un par de pasajes [III y VI], apunta a esa realidad. El aprendizaje universitario, la formación de un intelectual, y más en los estudios humanísticos, no se puede hacer en solitario, debe hacerse en cooperación. Apenas llegan a la escuela, los niños romanos, según leemos en el texto, no comienzan a trabajar sin antes salutati praeceptores, condiscipulos, sin antes "saludar a sus tutores y a sus compañeros". Más aun, más adelante, se afirma que la clave del aprendizaje es la atención pronuntiationes praeceptoris et condiscipuli llegando a concluirse, incluso, que proficimus attendentes aliis, es decir que "progresamos atendiendo a los otros", escuchándoles y ese "otros" incluyo no sólo a los profesores (praeceptores) sino también a los compañeros (condiscipuli). El segundo consejo debe, pues, incidir en que la formación universitaria es imposible adquirirla en solitario. El ser universitario es, necesariamente, un ser-con-otros. Sobre la convivencia con los profesores -especialmente en entornos informales, a veces separados de las aulas y de las rigideces de los formalismos académicos que, como se dirá más adelante, siguen siendo necesarios, sin manierismos extraños- pero, muy especialmente, con los compañeros, se construye también el conocimiento y, sobre todo, se adquieren competencias de relación interpersonal, de tolerancia y de cooperación que trascienden del aprendizaje formal de las aulas. Esto es especialmente tangible en una Universidad como la de Navarra en la que 1/3 de los estudiantes son internacionales, 1/3 procede de distintos rincones de la geografía española y 1/3 viene de Navarra. La oportunidad para abrir horizontes universales -término que, no en vano, está emparentado con el de Universidad- se sirve en bandeja en nuestra Universidad.

Hasta ahora, se ha hablado de profesionalidad y de compañerismo, de relación interpersonal, en definitiva. Pero, apenas llegaban los estudiantes al aula, tras saludar al profesor, lo que hacían era manifestar, con una tan clara como comprometida sentencia -ab hodie studere uolo- su voluntad de aprender, de esforzarse por aprender, al menos [IV]. Esa voluntad, que impregnaba el compromiso del estudiante romano, no sólo formaba parte de lo que de él se esperaba, según estos simpáticos soportes para la ejercitación lingüística,  sino que descansaba, también, en un reconocimiento de la diversidad de actitudes, y de aptitudes para el aprendizaje que existían, y existen, en todo grupo de estudiantes. Así, se habla [VIII] de naturae uariae studentium y se establece que son esos "diversos géneros de estudiantes" los que obligan a los preceptores -por tanto a los docentes- a articular el aprendizaje "de acuerdo con las habilidades y el progreso de cada uno". En este punto es evidente que, como se afirmó más arriba, la relación profesor-estudiante ha de constituir una base esencial del aprendizaje del joven universitario que, si está comprometido con esa voluntad de aprender, con esa uoluntas ad laborem de que se habla en este pasaje en concreto -"motivación hacia por el esfuerzo", podríamos traducir- , buscará ocasiones para solicitar el asesoramiento de los docentes y, también, el de los compañeros de cursos superiores, práctica ésta recientemente formalizada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra a través del Programa Atenea. De ese modo no sólo se hará realidad el "ayuntamiento de profesores y estudiantes" propio de la esencia misma, fundacional, de la Universidad sino que, también, se generarán oportunidades de convivencia y de enriquecimiento mutuo -de aprendizaje, en definitiva- seguramente más transformadoras que las, valiosísimas, en cualquier caso, que seguirán al aprendizaje reglado.

Lógicamente, para que exista ese deseo de aprendizaje y el estudiante que llega a las aulas universitarias se de cuenta de a qué natura studentium pertenece y cuáles son, por tanto, sus retos como discente, es necesario cultivar el autoconocimiento, ser consciente, desde el primer día y, si no, desde el feedback que aporten las primeras evaluaciones o las primeras entrevistas de asesoramiento, de cuáles son las fortalezas y cuáles las áreas de mejora de cada uno para, de ese modo, trazar, siquiera de forma somera, un plan de acción que acerque al estudiante a los hábitos propios del trabajo intelectual y, por tanto, del universitario.

Sin embargo, ser universitario no es sólo eso, adquirir hábitos propios del trabajo intelectual y ejercitar una permanente curiosidad científica que hunda sus raíces en el deseo de aprender. Hay también elementos externos, de estilo que hacen, que configuran a un universitario. Resulta singular que en el inicio de la jornada laboral del estudiante romano, este pasaje de los Hermeneumata insista en que el paratus in omnia, el "preparado con todas las cosas" [III] con el que el estudiante salía de su casa incluyera, lógicamente, una atención al cuidado corporal, al dress-code, como ahora se le llama, al modo de presentarse en la escuela [II], en nuestro caso en la Universidad. Y es que éste no es indiferente pues, muchas veces, en tantas situaciones de la vida, nuestra apariencia externa cuenta más de nosotros mismos que muchas de nuestras acciones y de nuestras palabras. El estilo se concreta, también, como vemos en el texto, en la forma de vestir, en los útiles que se emplean para el aprendizaje e, incluso, en el orden de esos útiles que, como se ve en el texto, los jóvenes aprendices preparaban oportuna y cuidadosamente con sus asistentes y preceptores.

El último aspecto en que nos queremos detener a partir del texto elegido es muy sencillo. Avanzado el pasaje [V] el estudiante romano cuenta de qué modo cuando comienzan las lecciones (clamatus ad lectionem) el aprendiz no pierde detalle de las expositiones y de otros elementos que integran la lectio en cuestión apuntando, además, de qué manera esa labor se ve apoyada [VII] con una scritura cotidiana que indica la importancia de la escritura para el aprendizaje y para la vida intelectual -y, si es posible, como tanto se está reivindicando últimamente, de la escritura a mano- y también se ve refrendada con un seguimiento diario del trabajo visto en clase, de esas lectiones y de todos sus detalles y pormenores. Si, como decíamos al principio, la actividad del aprendizaje universitario es -debe ser- una dedicación profesional qué duda cabe que el mejor modo de hacer ésta real es convertirla en una pulsión cotidiana, hecha de pequeños detalles diarios, y comprometida con la excelencia. 

Ojalá estos consejos, refrendados en siglos de tradición educativa y avalados por el peso de la tradición clásica, resulten útiles para todos los que, en estos días, inician, en las aulas de la Universidad de Navarra o de cualquier otro centro de educación superior, su inolvidable experiencia universitaria.

EPIGRAPHICA AESTIVA


Hispania Epigraphica es la revista que, publicada por el Archivo Epigráfico de Hispania, hace las veces de anuario epigráfico para España y para Portugal. En él se recogen, cada año, con entrada propia, las inscripciones inéditas que se dan a conocer cada ejercicio y, también, aquéllas que, ya conocidas y publicadas en el pasado, han sido objeto de revisión en su lectura. El último número que cubrió un único año, el de 2013, que vio la luz en 2019, acumulaba un total de 617 entradas. Matizando esa cifra, pues, como se ha dicho, hay entradas que no aportan editiones principes de inscripciones sino variantes de lectura de tituli ya conocidos, se podría estimar que en 2013 vieron la luz en los territorios que integraron la Hispania Romana en torno a 400 inscripciones nuevas. Es decir, se descubren en España y Portugal 1,09 inscripciones al día. Es evidente que el "pico" resulta obsceno pero el dato permite ilustrar en qué medida la aparición de nuevos documentos epigráficos marca el día a día de la investigación arqueológica en nuestro país. Nótese, por ejemplo, que el penúltimo post de Oppida Imperii Romani, que viera la luz en junio, justo a comienzos del verano, se felicitaba por un nuevo hallazgo epigráfico, el altar dedicado a la divinidad vascónica Larra descubierto en Larunbe, en Navarra. 

Por todo ello, y dado que la investigación arqueológica se concentra en nuestro país, notablemente, en el periodo estival -aunque no sólo- nos parecía que una buena manera de abrir el nuevo curso académico era el de hacernos eco, y valorar, tres hallazgos epigráficos que podría decirse que han marcado la temporada estival y que han vuelto a subrayar de qué manera, como hemos desarrollado en alguna reciente publicación, nuestro conocimiento en Ciencias de la Antigüedad depende, en buena medida, del hallazgo de nuevas inscripciones que, en esencia, constituyen, se analicen desde el prisma desde el que se analicen, nuevos documentos históricos. Se trata, además, de tres tituli, de tres inscripciones de naturaleza bien diversa y que permiten, también, documentar hasta qué punto se generalizó en el periodo imperial romano el hábito de grabar inscripciones sobre el que, también, nos hemos detenido en algunos trabajos en acceso abierto.

[I.] A finales de junio, el Diario de Sevilla informaba de una serie de hallazgos arqueológicos en el cruce entre las sevillanas calles de Avenida de Miraflores y Carretera de Carmona en un solar de la antigua fábrica de vidrios "La Trinidad" de la capital andaluza que confirmaban las sospechas que, en febrero, ya había levantado el hallazgo en la zona de algunos restos óseos humanos. La noticia, que pronto se viralizó en redes sociales a través de grupos especializados en la Antigüedad hispalense, ha supuesto una nueva alegría para la investigación epigráfica sobre la Hispalis romana. Gracias al buen hacer de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, la información que, sobre el hallazgo, ha trascendido, ha puesto el foco no sólo en la aparición de una nueva inscripción que pasará a engrosar e incrementar el, per se, generoso repertorio epigráfico de Sevilla sino, también, en la tipología de los monumentos descubiertos que han sido adecuadamente calificados como cupae y, en concreto, cupae structiles, es decir, monumentos abovedados fabricados en mampostería llamados a albergar en su interior un contenedor de las cenizas del difunto, comunicado con el exterior a partir de una serie de canales libatorios o infundibula que, en este caso, además, han sido localizados. La tipología de cupae structiles, poco conocida en Sevilla, ha sido muy bien estudiada para uno de los conjuntos más icónicos de este tipo de monumentos funerarios, el de la necrópolis de la Plaza de la Vila de Madrid en Barcino, la actual Barcelona (ver aquí) y al que siempre se remite cuando, como hiciéramos en 2009, se trabaja sobre este singular tipo de monumento funerario romano, las cupae, que protagonizó el volumen I de la Serie de Monografías "Los Bañales"; del que se habla en este viejo vídeo, todavía de actualidad.




Desde un punto de vista estrictamente epigráfico, la inscripción localizada, popularizada en X como "la tumba de Calliope", tiene interés por varias razones. En primer lugar, porque constituye uno de los más meridionales ejemplos de cupa structilis con inscripción aunque este tipo de sepultura había sido sobradamente atestiguada, por ejemplo, en la capital de la Baetica, en Corduba. Como exigía este tipo de monumento, y como sucede también, ocasionalmente, en cupae solidae, por ejemplo en las de Tarraco, la inscripción iba grabada sobre una placa pétrea -en este caso, aparentemente, por la fotografía difundida, mármol- que se encastraba en la estructura del monumento. En segundo lugar porque ya se conocían otras mujeres con el nombre Calliope -nombre griego propio de personas de estatuto servil- en el repertorio epigráfico bético, con ejemplares en Corduba, en Ostippo (CIL II2/5, 990) o en Tucci (CIL II2/5, 100) entre otros lugares pero es la primera vez que este nombre aparece en Hispalis. Además esta difunta , entre el final de la línea 2 y el comienzo de la línea 3, aparece calificada por el dedicante -que comparece en línea 3, al final, Irenaeus- como con(iugi) rarissimae, un adjetivo éste, el superlativo de rarus -"exclusivo", "raro", "excepcional": "excepcional esposa", en este caso- que, frecuentemente, se emplea para calificar a mujeres no tanto en la Baetica, donde es escaso, sino en la Tarraconense donde tiene cierto predicamento en el paradigmático y generoso repertorio epigráfico de Tarraco, como han estudiado Carmen Gregorio y Laura Díaz en varias de sus publicaciones sobre la imagen femenina en la epigrafía hispanorromana.

[II.] En la prosopografía de la ciudad romana de Pompeya era conocido ya el nombre de Numerius Agrestinus a quien, en la necrópolis de Porta Nocera, le habría dedicado un recuerdo funerario conjunto su esposa Veia Barchilla (EDR 146858, ver foto). En julio de este año, el E-Journal degli Scavi di Pompei daba a conocer el  hallazgo, en el contexto de unas obras de ampliación de la biblioteca del Parco Archeologico di Pompei, de una tumba del tipo a schola ornamentada con una monumental exedra a modo de banco corrido semicilíndrico con garras de felino haciendo de patas y con soberbia inscripción en la espalda del banco, alusiva, precisamente, a Numerius Agrestinus (descargar artículo aquí). La noticia, rápidamente pasó a la prensa española (El Español, La Vanguardia, ABC o El País) y, por razones que pronto se dirán, también saltó a portales y blogs relacionados con la Romanización del norte peninsular como Astures.es o a medios de carácter más local como el vasco El Correo que, como era de esperar, puso el acento en el carácter "vasco" -totalmente ficticio- de la tribu citada en el titulus.



Como se explica de manera clarísima en el vídeo que abre este post por parte del Prof. Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya, la inscripción atestigua la carrera completa de Numerius Agrestinus Equitius Pulcher que porta, como era habitual en la aristocracia romana -no en vano hay otros Numerii entre los magistrados más antiguos atestiguados en Pompeya como Numerius Barca (CIL IV, 75)-, uno de estos singulares poliónimos que constituían, también, marca de distinción en la onomástica latina. Ésta comenzó con el desempeño del cargo de IIuir -el equivalente a "alcalde"- en la propia comunidad pompeyana, cargo que llegó a iterar, es decir, a detentar en dos ocasiones, pero después, dio paso a una carrera del ordo equester que le llevó a ser prefecto de los artesanos (praefectus fabrum), tribuno militar (tribunus militum) y, finalmente, praefectus Autrygon(um) en alusión a una tribu hispana, de carácter indoeuropeo, del norte peninsular bien conocida en las fuentes antiguas, la de los Autrigones. El texto da razón a una referencia de Estrabón (Str. 3, 4, 20) sobre la presencia de varios ayudantes del legatus Augusti que gobernaba la Hispania Citerior desde el 19-19 a. C. Uno de ellos, según todo parece indicar, sería éste praefectus Autrigonum que ha tenido, en este verano, su particular epifanía en las excavaciones de Pompeya. La inscripción alude, en letras de menor tamaño y en una segunda línea, a que el lugar -que no se refiere- de la tumba ((locus) datus sepulturae) se le otorgó, seguramente en virtud de su destacada carrera y proyección militar, por decreto decurional, d(ecreto) d(ecurionum).

[III.] 2025 va a ser año jubilar en la capital de la cristiandad, Roma y la ciudad está desarrollando una intensa actividad de modernización urbanística articulando nuevos espacios que servirán para a acoger a los miles de peregrinos a los que esta celebración atraerá. Precisamente, en el inicio de agosto de este año, y en el marco de los trabajos que, a orillas del río Tíber, en el área del Castel de Sant Angelo -que fosiliza el antiguo mausoleo funerario del emperador Adriano- se están llevando a cabo para dicho fin se ha producido felizmente el -aparentemente nimio pero muy interesante históricamente- tercer hallazgo epigráfico de esta serie de epigraphica aestiva, de "cosas epigráficas veraniegas". 

En el apasionante estudio de la topografía de la Roma antigua, poco se sabía acerca de los Horti Agrippinae, un complejo recreativo que se extendía desde las orillas del río Tiber hasta el ager Vaticanus y la colina del mismo nombre y que aparece citado en los textos antiguos que, precisamente, certifican -especialmente a partir de Séneca (De ira, 3, 18)- que dicho espacio y las construcciones anejas acabaron por pasar a Calígula, hijo de Agripina la Mayor, esposa de Germánico

A diferencia de los otros documentos, grabados en piedra, el protagonista de esta tercera entrada es una inscripción en plomo responsable, precisamente, de certificar esa noticia dada por las fuentes antiguas y que se había transmitido usualmente en los estudios sobre la topografía de Roma en las áreas vaticana y tiberina. Al margen de los machones de un pórtico que dignificaría dichos horti y, a una cota superior, de una sensacional fullonica para el lavado de telas fechada ya en el siglo II d. C. (muy bien ilustrada en las fotografías difundidas por el Ministero della Cultura), los trabajos de construcción del espacio para peregrinos a que antes aludíamos han conducido al hallazgo, en la Piazza Pia, de una tubería de plomo -lo que en Latín, y así también en la tipología epigráfica solemos llamar fistula plumbea o fistula aquaria- marcada cuidadosamente con el texto C(aii) Caesaris Aug(usti) German(ici), es decir, "propiedad de Cayo César Augusto Germánico", por tanto, de Calígula. La inscripción, por tanto, permite concluir que el complejo al que se daba servicio la red de abastecimiento con que debe relacionarse esta nueva fistula se edificó en época de Calígula y, por tanto, estaría probando las transformaciones vividas por ese complejo ribereño del Tíber cuando pasó a ser propiedad del tercer emperador de Roma. Como han subrayado las noticias que, sobre el hallazgo, se han difundido (Finestre sull Arte o National Geographic España).


Los tres documentos epigráficos tienen, por tanto, varias cosas en común: los tres han aparecido en el transcurso de excavaciones arqueológicas si bien ninguna de las tres era, propiamente, una excavación de investigación sino que se enmarcaban en el contexto de seguimiento de obras públicas de diverso signo. Las dos últimas, además, han aportado nuevas luces a dos asuntos historiográficos que habían interesado a la investigación, el de la entidad de uno de los Numerii de Pompeya y el de la ubicación de los Horti Agrippinae. La primera, por su parte, ha traído a la vida, nos ha permitido "recordar", a Calliope la finada cuyos herederos eligieron para ella un sepulcro en forma abovedada del tipo cupa. Con ser, sin embargo, un documento de aparente menor calado histórico lo cierto es que permite conocer a alguien que, de otro modo, si no es por el recuerdo funerario, no habría surcado el umbral de la Historia. Tres documentos, por tanto, que nos parece -y, entre, seguro, muchos otros que se podrían haber elegido- hacen bastante justicia a la aportación que la documentación epigráfica hace al conocimiento histórico en Antigüedad.

NOTA.- Aunque se ha enlazado más arriba a algunos materiales complementarios, nos parece pertinente, conforme a la filosofía de la etiqueta Epigraphica de este blog, aportar aquí algunos títulos más específicos respecto de las cuestiones que se han tratado en los comentarios de las tres inscripciones aquí consignadas. Lo hacemos, como siempre, con el deseo de que Oppida Imperii Romani sea, en cada una de sus entradas, el punto de arranque para despertar una curiosidad casi "artesanal" en torno de aspectos sociales, económicos, materiales y, en definitiva, históricos, de la Antigüedad. Sobre la contribución de las inscripciones a nuestro conocimiento de la Historia de la Antigüedad es lectura inexcusable, además de la enlazada en el cuerpo del post, la publicada por Juan Manuel Abascal en Antigüedad y Cristianismo, 12, 1995. Sobre el éxito de la literacy epigráfica y del hábito epigráfico, resulta inexcusable el capítulo "The Epigraphic habit in the Roman World", que Francisco Beltrán Lloris firma en el manual de Epigrafía Romana de Oxford. [I.] Sobre las cupae, además del volumen de la Serie de Monografías Los Bañales que ya fue citado resulta esencial actualizarlo con las diversas contribuciones del libro Cupae: riletture e novitá (Faenza, 2018) donde, precisamente, se aborda, a partir de hallazgos posteriores a 2009, el asunto de las llamadas cupae structiles, con toda la bibliografía. El volumen incluye, de hecho, una contribución nuestra, de temática hispana, que actualiza el catálogo de hallazgos del libro Las cupae hispanas: origen, difusión, uso, tipología (Uncastillo, 2012). Para la inserción de la necrópolis Hispalense de la que proceden los hallazgos en la topografía urbana de la colonia Romula, puede verse el trabajo de Daniel González Acuña Forma urbis Hispalensis (Sevilla, 2011). Por último, a propósito del adjetivo rarissima para referirse a una fémina, debe verse el trabajo de Laura Díaz en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra, 32, 2024[II.] Con las actualizaciones pertinentes -que pueden obtenerse en el sensacional opúsculo de Manuel Salinas sobre la etnografía de la Hispania prelatina- es de justicia remitir a los trabajos de José Mª Solana sobre la Autrigonia prerromana y romana, clásicos pero que recogen las fuentes disponibles sobre esta etnia histórica peninsular. [II.] Los datos prosopográficos y, también, topográficos y arqueológicos proporcionados por el estudio de las fistulae plumbeae aquariae de Roma pueden verse en el clásico de Christer Bruun The water supply of ancient Rome (Helsinki, 1991) y en su artículo en Arctos, 46, 2012

RES RVSTICAE

 


[Mosaico del pisado de la aceituna, Casa del Anfiteatro, Augusta Emerita, Mérida, Badajoz]

Desde hace varios años, venimos impartiendo la conferencia pórtico de la Semana Romana de Cascante, una actividad de promoción del mundo clásico y de socialización de su legado que la Asociación VICUS de Amigos de Cascante lleva desarrollando desde hace casi veinte años no en vano la de 2024 es ya la decimonovena edición. Aunque las actividades culturales y de difusión se desarrollan durante, prácticamente, todo un mes, desde la tercera edición, y de la mano de la UNED de Tudela, coordinamos un ciclo de conferencias sobre temas diversos relacionados con el mundo romano y con el antiguo municipium Cascantum. Normalmente, suele ser la agenda de las excavaciones arqueológicas que, durante el invierno, el equipo de Arqueología de Cascante, desarrolla en el entorno de la antigua ciudad romana, la que marca el tema elegido para cada edición. Este año, el tema elegido para el citado encuentro es "De re rustica. El campo y la agricultura en época romana: poblamiento, producción, consumo" que, en cualquier caso, la organización ha sintetizado bajo el lema "Campesinado y campo" bastante apropiado para el contexto rural de esta ciudad de la Ribera de Navarra. La conferencia, que pronto estará disponible en el canal de YouTube de Ribera Visión y que, también, alojaremos en las listas de nuestro propio canal de vídeos en dicha red, la preparamos en una estancia de investigación de un mes en el Seminar für Alte Geschichte und Epigraphik de la Universität Heidelberg (Alemania) y guarda notable relación con el asunto central del proyecto de investigación que, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España, lideramos en torno a los llamados parua (et) labentia oppida sobre cuya marcha existe una serie de entradas específica en este blog. La presente entrada pretende ser, solamente, una síntesis de algunas de las ideas de la conferencia que, aunque llevó por título "Élites municipales y propiedades rurales: algunos ejemplos en territorio vascón" pretendió abordar un relato detallado de las actitudes romanas frente al campo y a la vida campesina en general, realizar un recorrido sobre las indicaciones que la tratadística romana sobre la agricultura aportan a nuestro conocimiento de las actividades económicas agrícolas en los paisajes hispanorromanos y, por último, reflexionar sobre algunas novedades que, en los últimos años, se han producido respecto de la conexión citada en el título -elites municipales y gestión de las propiedades rurales- y, también, respecto a la agricultura romana como verdadero pulmón económico de las comunidades urbanas del Ebro Medio y, por tanto, también, del territorio de los Vascones.


[1.] Una primera cuestión que se percibe en los textos clásicos es la de la actitud romana frente a la vida campesina, frente al campo y a sus componentes. Esa actitud, nos parece que, sin ánimo de exhaustividad, se mueve principalmente entre tres posiciones. Por un lado la de la nostalgia, por otro la de la emulación y, por otro, el de la veneración derivada, en realidad, de las otras dos. A Roma, efectivamente -y es un "lugar común" cuando se habla de las res rusticae en la Literatura Latina- no le duelen prendas en reconocerse como una civilización esencialmente campesina que se hizo grande a partir de las que consideraba las grandes uirtutes de la vida del campo, fundamentalmente la fortitudo ("reciedumbre") y la streunitas ("valentía") en cita de Plinio el Viejo que puede verse recogida in extenso, como todas las que se traerán a este lugar, en la presentación que figura sobre estas líneas. De hecho, el propio Plinio sentenciaba que habrían sido los triumphales aratores, es decir "los agricultores con triunfos", los verdaderos responsables de la expansión militar de Roma. Recuérdese a este respecto que, hasta las reformas militares de Mario, en la década de los 90 del siglo I a. C., Roma articuló su ejército, esencialmente, como un ejército de ciudadanos que eran, además, campesinos fueran grandes, medianos o pequeños propietarios. Conocida es, también, la preferencia romana, sobre todo manifestada en la elite intelectual -que es la que conforma, en general, nuestras fuentes de conocimiento-, por las actividades vinculadas al otium, a ese dolce far niente que permitía el cultivo del espíritu y la verdadera vida intelectual. El campo se ve de ese modo, por parte de estos escritores -que, en su mayoría, cuentan con propiedades rústicas a las que se retiran con asiduidad, como Cicerón en el entorno de la ciudad latina de Tusculum- como el verdadero refugio para una vida que, como escribió Horacio, quiere huir de la solicitudo, del "estrés", y refugiarse en la iucunditas, en el disfrute. Lo primero es propio de la vida in oppido, en la ciudad, lo segundo de la vida in rure, en el campo. Un disfrute ése que, para el propio Horacio, se da en el campo, entre libros, y, como añade Plinio el Joven, se desenvuelve también gracias a los paisajes plácidos, la caza, el ejercicio físico y esos placida omnia que configuraban el día a día de la vida en el campo, de eso que Horacio, de hecho, bautizó como otii rusticani, las "delicias del ocio campestre", podríamos traducir. Seguramente, es esta actitud, sin duda, la que motivaría a que, en el marco de esa lucha -que se percibe entre los autores latinos- entre vida ciudadana y vida campesina, se tratase de emular, en la ciudad, la vida campestre y escapar al campo siempre que fuera posible y, lógicamente, para quien fuera posible, haciéndolo de modo real o, como veremos, también de modo virtual, ilusionista. Acaso es Marco Valerio Marcial, el poeta de Bilbilis, el que mejor ha glosado esa sensación -y la primera de las dos evasiones- cuando, en sus Epigrammata, canta las excelencias de su nueva condición de rusticus, de la que hace responsable a su ciudad de origen, y que cifra, fundamentalmente, en una "pequeña hacienda" (res parua) y unos "pocos recursos" (tenues opes) que son los que le permiten vivir alejado de la toga y del calor de Roma, actividad que, junto con los balnea (los "baños") y los ludi (los "juegos") marcan el día a día de la vida cívica que, en cualquier caso, estaba perfectamente conectada con la del campo. Recuérdese que la riqueza de éste era la que permitía la dedicación forense y política municipal de los grandes possessores latifundistas romanos como no se cansa de insinuar la legislación municipal hispanorromana cuyas comunidades -y todas las colonias y municipios del Imperio- suspendían su calendario político durante los meses de la siega y de la vendimia demostrando así sus bases esencialmente primarias, agrarias, agrícolas. El éxito que, desde la casa de Livio en el Palatino de Roma, tuvo la figuración de paisajes en la decoración pictórica de tantas domus aristocráticas romanas en época alto-imperial es, sin lugar a dudas, respuesta al intento de perpetuar, incluso entre los muros de la ciudad, las comodidades de esa vida campestre generando una evasión ficticia que, en cualquier caso, también fue procurada. En cualquier caso, no se olvide que, aunque sus alusiones no sean objeto de atención en la charla que inspira esta entrada, la vida campestre y su ritmo y delicias serían ensalzadas en las Geórgicas de Virgilio monográficamente dedicadas a esa cuestión y con tanta trascendencia después en la tradición clásica desde, al menos, el Renacimiento.  
 
[2.] Otro aspecto fundamental y esencial, a nuestro juicio, en la mirada romana al campo y que, en cierto modo, explica lo visto en el apartado anterior es el de la tratadística técnica en torno de su explotación. No existe otra civilización en el mundo antiguo que dedicase un esfuerzo tan grande a articular su conocimiento sobre la actividad de explotación agropecuaria como Roma. Prácticamente desde que se consolida la expansión romana en el siglo II a. C., y, con ella, el proceso de colonización agrícola, que aquélla lleva unido, va proliferando una tratadística sobre agricultura que partía de un firme convencimiento, expresado por Columela entrado el siglo I d. C.: en gran parte el éxito de una explotación agrícola depende de las bondades del suelo pero, especialmente, está en manos de la uoluntas del campesino -que es la que motiva el trabajo-, de su prudentia impendendi -es decir, su "capacidad estratégica" para la inversión y el gasto- y, de manera muy especial, de la scientia, del "conocimiento" por él atesorado, conocimiento que, de no existir, podría arruinar una explotación y comprometer su rentabilidad.

Partiendo de esa base, se entiende el grado de detalle que el De Agricultura de Catón o el Res Rusticae de Varrón -los primeros de dichos tratados, de época republicana- o el De Re Rustica de Columela -ya de la época imperial- dan respecto de todo lo que tiene que hacerse en el campo para hacerlo fructuosior, es decir, "más fructífero", en expresión tomada, precisamente, de Varrón. Un buen ejemplo lo constituyen, a este respecto, los pasajes detalladísimos que el libro decimoprimero de Columela da respecto de las faenas que deben hacerse en el campo prácticamente en los idus y kalendas de todos los meses del año demostrando, efectivamente, que entre los campesinos se precisaba de personas laboriosas y entregadas por más que, ocasionalmente -como también dicen las fuentes- los grandes propietarios arrendasen la vigilancia y gestión de las explotaciones a los uilici, generalmente libertos o esclavos que actuaban de capataces de las familiae de esclavos y de trabajadores responsables, en realidad, de la explotación. Con ese carácter, por tanto, de manuales técnicos, todos estos títulos determinan con notable pormenor cuáles deben ser los elementos que han de ser tenidos en cuenta para la elección de un terreno cultivable que haga de centro de una propiedad rústica (lo que los romanos llamaban un fundus) y, también, cuáles deben ser los elementos a tener en cuenta a la hora de edificar y poner en explotación la unidad mínima de articulación de dichos fundi que son las uillae. Columela enumera adecuadamente, en el primer libro de su tratado, cuáles son los elementos que más intervienen en la prosperidad de una explotación: el "clima" (salubritas caeli), el suelo (ubertas loci) y tres elementos clave en la situación sobre los que insiste toda la tratadística: uiae, aquae, uicini, es decir, el acceso a la red viaria, la disponibilidad de agua y la naturaleza del vecindario y, por supuesto, su propia existencia. No en vano, Varrón, considerado casi el fundador de toda esta tradición de análisis técnico de la agricultura romana, insistía en la posición prope ualidum oppidum, "junto a una ciudad floreciente" de este tipo de propiedades y, en particular, de las uillae, que es a propósito de la descripción de éstas y de sus componentes que aporta ese dato.

Podríamos extendernos en esta entrada en este lugar pues, como verá el lector si repasa la tipificación de suelos, de orientaciones, de estructuras productivas y residenciales que deben contemplarse en todo fundus y a la hora de elegir una uilla, y que se extractan en la presentación que, prácticamente, abría esta entrada, es mucho el material disponible en las fuentes escritas. Preferimos, por la vocación de divulgación de Oppida Imperii Romani remitir al lector al visionado del vídeo que, desde  hace ya varios años, da la bienvenida a quien visita el Centro de Interpretación De Agri Cultura/Paisaje Rural Romano, que el Ayuntamiento de Layana erigió en su municipio y que, a nuestro juicio, con elementos de recreación pero también con otros históricos, reproduce muy bien los retos de gestión económica y de explotación social -casi, incluso, también, logísticos- a los que tenía que hacer frente el territorio rural de cualquier ciudad romana y que, en el caso del entorno de la de Los Bañales de Uncastillo (Zaragoza), casi parece seguir al pie de la letra las indicaciones de los sabios tratadistas que protagonizan esta segunda parada de nuestra mirada al campo en época romana. Dejamos el vídeo aquí a continuación al tiempo que animamos al lector a desplazarse a Layana para visitar los materiales que el centro ofrece y aprender con sus contenidos (un aperitivo, en cualquier caso, aquí).


[3.] Quien es asiduo de Oppida Imperii Romani recordará que hace exactamente un año, en la entrada "Et sibi" dábamos cuenta del hallazgo, en trabajos de remoción de tierra en el núcleo urbano de Eslava, de un nuevo documento epigráfico que, en origen, debió formar parte de esa "epigrafia del villaggio" -como la ha llamado desde hace años, la historiografía italiana-, de ese paisaje epigráfico que caracterizó el mundo rural. La pieza, cuya editio princeps ha visto la luz hace apenas unos meses, certificaba, como comentábamos en el post y también, in extenso, en el artículo en que dábamos noticia de ella a la comunidad científica, que fueron los Valerii los propietarios de uno de los fundi y una de las uillae que salpicó el territorio rural administrado desde la, todavía sin nombre antiguo claro, ciuitas de Santa Criz de Eslava, la de La Venta. Con ser importante ese dato, que, en cierta medida, podíamos ya intuir con el notable, y también muy elocuente, repertorio epigráfico local, al hallazgo de la pieza con inscripción se sumaba, como también se daba cuenta en los dos espacios antes citados, el descubrimiento, en esas mismas labores, de un contrapeso de prensa de viga para fabricación de aceite o de vino que demostraba que, probablemente, la producción oleícola y vitivinícola resultó fundamental en el fundus de los Valerii en La Venta de Eslava, como todavía hoy, en sugerente topónimo, la llaman los vecinos del entorno.

Es evidente que, con un hallazgo como éste, se pone en valor desde una perspectiva prosopográfica, nuestra caracterización de las bases fundiarias de la riqueza de la elite local. También nuestra querida ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo ofrece, a este respecto, algún dato una vez que de la uilla de Puyarraso -que, estudiada por nosotros entre 2010 y 2011 pero ya dada a conocer por A. Beltrán Martínez, parece seguir al pie de la letra las recomendaciones de la tratadística clásica romana sobre agricultura- procede una inscripción en que se rinde homenaje funerario -acaso en una cupa, tan habituales en la zona- a una mujer de la familia de los Sempronii por parte de sus hijos que se identifican con nombres que remiten a su carácter servil. Esa inscripción, de la que dejamos en la presentación de diapositivas imagen de la tradición manuscrita que nos la ha legado permite conectar a la célebre familia de los Sempronii de Los Bañales, de la que el primer integrante sería, acaso, Q. Sempronius Vitulus, con la explotación de esta finca rural, en activo durante todo el periodo altoimperial a juzgar por los materiales recuperados en las campañas de prospección a que antes aludimos. Tuvimos, además, la satisfacción de, con carácter pedagógico y con clara vocación de transferencia, recrear el aspecto que pudieron tener la pars rustica -productiva- o fructuaria y la pars urbana -residencial- de dicho complejo gracias al sensacional e inspirador trabajo del Estudio Mass de producción de maquetas y modelismo, de Zaragoza. Dejamos aquí algunas fotografías de esa maqueta que puede verse, también, en el centro de interpretación sobre el paisaje rural romano instalado en Layana y antes referido. Por cierto que, a propósito de recreaciones, existe una sensacional de una uilla romana en el Römisches Freilichtmuseum de Hechingen, en Baden-Württenberg, en Alemania, en los territorios de la antigua provincia de Raetia y a la que, pronto, dedicaremos un post en este espacio.



Un tercer trabajo se ha publicado recientemente en relación a la conexión entre elites locales y la  producción económica rural en el territorio de esos Vascones que tanta presencia tienen en este espacio. Se trata de la editio princeps de un fragmento de pared de dolium con sello completo que confirmaba la propuesta de lectura que hicimos hace algún tiempo cuando en el mismo yacimiento, la uilla Cascantina de Piecordero, apareció otro galbo de este tipo de usual recipiente de almacenaje romano pero portando el sello incompleto. La lectura, como podrá ver quien consulte el trabajo publicado en Epigraphica, 83, 2021 y, también, el nuestro, del sello fragmentado, en Saguntum, 50, 2018, es inequívoca: L(ucii) Grati(i) alusiva, por tanto, a que fue en la finca de este Lucius Gratius en que obró la figlina, el taller alfarero en que se produjo la cerámica que, al estar destinada a dar servicio a la producción que generaba el espacio productivo de la uilla, se fabricaba allí mismo, in situ por una simple razón de economía productiva. Aunque en el artículo de Epigraphica, y también en los medios de comunicación, que se han hecho eco de esa y de otras noticias arqueológicas que ha venido ofreciendo la finca de Piecordero, se ha hablado de que el titular de la explotación de la finca pudo ser una mujer no hay argumento alguno -por más que lo aconseje la mainstream de historia de género- para sostener eso. La marca L. GRATTI sólo puede desdoblarse en masculino, sencillamente porque la mujer no lleva, nunca o casi nunca, praenomen en la onomástica romana y cuando lo lleva es en un contexto muy temprano, republicano, inapropiado para las provincias hispanas y para la cronología, ya alto-imperial, de esta finca y de esta producción cerámica. Es cierto, lo recuerdan algunos textos de Apuleyo, de Ovidio o de Catón que aparecen recogidos en la presentación, que hubo uilicae, administradores de fincas de época romana -y también propietarias, claro está- y que, incluso, como demuestran los autores del citado artículo, en Italia, algunas marcas sobre dolia llevaron nombres femeninos. Éste, sencillamente, no puede serlo y es de justicia también recordarlo para no extraer de la documentación conclusiones que falten a la verdad histórica que, al final, debe ser ése, y no otro, el móvil de la labor de cualquier historiador.

Bien sabe el lector asiduo que desde hace ahora un año estamos trabajando en un proyecto que, con acrónimo "Parua labentia", y financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación e Universidades del Gobierno de España quiere seguir profundizando en las bases económicas de estas pequeñas ciudades del ámbito vascónico a las que venimos dedicando atención desde los últimos años. Los datos que los primeros resultados del proyecto están ofreciendo -de algunos de ellos hacíamos balance no hace mucho aquí mismo- apuntan todos en la misma dirección: se trató, efectivamente, de ciudades agrícolas en las que los bienes raíces estaban en la base de la riqueza de las elites que, en ejercicio de su evergetismo y de su generosidad pública, las convirtieron en esos espacios monumentales que, todavía hoy, siguen deslumbrando. Ojalá que estas notas hayan servido al lector para hacerse cargo, en cierta medida, de esa realidad primaria y pre-industrial que marcó ese Imperio, el Romano, que, en tantas ocasiones, tendemos, acaso, a idealizar.