ORATORES BONI VIRI

[Lienzo Expectations, de Lawrence Alma-Tadema, 1885]

En otras ocasiones, Oppida Imperii Romani ha recogido en sus posts, especialmente en la sección Disputationes, el contenido de conferencias dictadas en actos académicos en que ha intervenido el autor de este espacio. En muchas ocasiones, además, el contenido de esas alocuciones ha girado en torno a la reivindicación de la validez educativa del mundo clásico y de la perennidad de sus valores. Así, sucedió, por ejemplo, hace unos meses con las visitadísimas entradas "Praecepta ex Historiae corde" -sobre las enseñanzas de Roma para una vida lograda- o la titulada "Omnes libellos" -sobre el perenne valor de los clásicos- y, hace algún tiempo, con "Antiqua tempora?" que se planteaba como un recordatorio de lo que la Historia Antigua nos enseña hoy.

Esta entrada recoge el texto, debidamente anotado y editado, con acceso, cuando existe versión en red, a los textos originales que se citan y con algunas recomendaciones bibliográficas finales, de la intervención que, en calidad de Vicedecano de Alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, pronunciamos en la Jornada de Bienvenida a los alumnos de dicho centro al arrancar, el 1 de septiembre, el curso 2021-2022. La reflexión, breve, plantea de qué modo la concepción que, de la educación, volcó en la Institutio Oratoria, el maestro de Retórica romano Marco Fabio Quintiliano, natural de Calagurris Iulia, puede aportar pautas a estudiantes que inician su aventura universitaria. 

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Apreciados estudiantes, buenos días a todos y bienvenidos/Beloved students, good morning and welcome everyone/Ikasle maiteak, egun on guztioi eta ongi etorri

Es tradicional que, en esta Jornada de Bienvenida, el miembro de la Junta Directiva de la Facultad que tiene entre sus responsabilidades todo lo relacionado con vosotros, con los alumnos, os dirija unas palabras. En los años que llevo ejerciendo este encargo de la Facultad -en el que me tenéis a vuestra disposición- he tratado que éstas glosen dos elementos principales y así será también en esta ocasión. En primer lugar, la emoción del momento que vivís -primeros minutos en la Universidad y primer acto académico en esta misma Aula Magna que, en unos años, acogerá también vuestra Graduación- y, en segundo lugar, algunos consejos para que vuestro paso por la Universidad sea provechoso y, como se dice ahora, de éxito [1]. El volumen de información que se os transmite hoy aconseja que, en cualquier caso, sean unas palabras breves aunque convendréis conmigo en que el marco en que éstas se pronuncian exige una cierta solemnidad y un aire ajustadamente académico. 

Como en esta Facultad quien os habla, además de Vicedecano de Alumnos, es profesor de asignaturas relacionadas con el mundo clásico y como, también estaréis de acuerdo conmigo en que, como una brillante alumna de 1º afirmó en clase el pasado año, Roma, la antigua Roma, es pasado y proyección, quiero que los primeros consejos que os voy a transmitir encuentren su semilla y su inspiración en la labor de formación que hace 2000 años, en la década de los ochenta y noventa del siglo I d. C., protagonizó un maestro de retórica romana que, técnicamente, fue el primer Catedrático de la Historia, una vez que el emperador Vespasiano le adjudicó unos honorarios estatales para dedicarse a la docencia. Me refiero a Marco Fabio Quintiliano, natural, por otra parte, de la ciudad vascona de Calagurris, la actual Calahorra, en La Rioja [2]. Él dejó parte de su concepción de la labor pedagógica glosada en su Institutio Oratoria, un manual de retórica compuesto hacia el año 95 d. C. y orientado a la formación de los oratores [3], de los “hombres de bien instruidos en la elocuencia” (Praef. 9), como él los definía. Precisamente, a formar hombres de bien, a formar “estudiantes en una mentalidad de servicio: servicio a la sociedad promoviendo el bien común con [vuestro] trabajo profesional y con [vuestra] actuación cívica” es a lo que dedica sus desvelos -como escribió San Josemaría Escrivá, fundador de esta Universidad, a quien pertenece la cita- la Universidad de Navarra cuya Facultad de Filosofía y Letras os da hoy la bienvenida. Si, siguiendo con esa cita (Conversaciones, 6, 74), con el ejercicio de vuestra libertad personal, acompañada siempre de vuestra responsabilidad, conseguís, en estos años “tener una sana inquietud por los problemas de los demás y un espíritu generoso que [os] lleve a enfrentaros a esos problemas y a procurar encontrar la mejor solución” os habréis convertido en auténticos universitarios capaces, además, de transformar la sociedad en la que vivís [4].

Hace no muchos meses, en esta misma mesa, y casi en este mismo sitio, la entonces escritora de moda, Irene Vallejo, como lo ha hecho en su libro El infinito en un junco, definió a los clásicos como “supervivientes” [5]. Quintiliano, desde luego, es uno de esos supervivientes del pasado. Y así lo muestran algunos de los consejos que él daba a los jóvenes estudiantes de la nobilitas romana y, también, a los que estaban destinados a ser sus maestros. Me parece que cuatro son los pilares básicos que, a juicio de este maestro romano, garantizaban -y siguen, desde luego, garantizando- el éxito en la aventura de la formación, del aprendizaje y que, pormenorizadamente, Quintiliano fue desgranando en los tres libros que componían su deliciosa obra. 

Studio nihil consecutus (I, 1, 3), “no se encontrará estudiante alguno” -afirma Quintiliano- “en que no se consiga algo a fuerza de estudio”. Quintiliano era un gran defensor de la cultura del esfuerzo y añadía, incluso, que los ánimos endurecidos, atrofiados -rudibus animis, escribe (I, 1, 5)- inhabilitaban tanto al maestro para enseñar como al estudiante para aprender. Iniciáis, ahora, años en que el estudio va a ser -debe ser- vuestra principal obligación. Ese estudio deberá ser constante -perpetuus, dice el sabio Calagurritano (I, 1, 10)- pero, creo que vosotros, futuros filólogos, filósofos, arqueólogos, humanistas, historiadores, creadores literarios, pensadores políticos o sociólogos, jugáis con una ventaja que también estaba muy asumida por la concepción romana, clásica, de la educación: tenéis curiosidad por un saber global, universal, humanístico. Quintiliano decía que la variedad de aprendizajes “sirve de recreo como acaece con los alimentos que siendo diversos, nutren, pero sin fastidio” (I, 11, 1). Pensad en esto, en la conveniencia de las plurimae disciplinae -como él las llamaba: “muchas ciencias”- para vuestra formación, cuando tengáis que cambiar de materia de estudio -no os confiéis, pronto llegan los primeros exámenes parciales- y pasar, quizás, de materias que os resulten más gratas a otras que, quizás, no os motiven tanto. “No ha de trabajar el estudiante en una sola cosa de las que miran a su ejercicio, sino en todas universalmente, aunque sienta alguna repugnancia” (II, 10). Junto al esfuerzo y el estudio la curiosidad académica debe ser, sin duda, vuestro mejor aliado en estos próximos años. Esa curiosidad, de la mano de vuestros profesores y de vuestros asesores -de los que luego hablaremos- y más en una Facultad como ésta, de Letras, os pondrá seguro, en contacto con libros que, como recomendaba Quintiliano, “fomenten el ingenio y aumenten las ideas” (I, 5). Quizás convenga, de hecho, desechar dedicar tiempo en estos años a lecturas que no cumplan ese binomio. 

Hemos hablado de estudio, de esfuerzo, de lecturas, de curiosidad… Quizás os sorprenda saber que nuestro maestro de retórica concedía un papel fundamental a las amistades que, fraguadas en los años de aprendizaje universitario, deben durar ad senectutem, “hasta la vejez” (I, 2, 20). Para él, de hecho, tener unos mismos estudios, iniciarse en ellos -iisdem quam studiis initiari, de hecho, en Latín- generaba un vínculo tan fuerte como el de compartir credo religioso. Haced muchos amigos entre vuestros compañeros de clase, Grado y Facultad y aprended mucho de ellos. El maestro de Calagurris consideraba a los amigos forjados en las aulas garantes de eso que se llama “conocimiento común” (I, 2, 20), “sentido común”, en realidad, por traducir más literalmente la expresión sensum ipsum qui communis dicitur, que emplea Quintiliano. Ya tenéis, por tanto, cuatro puntos sobre los que trabajar en estos próximos años y desde hoy: estudio, curiosidad, libros, amigos. 

Sin embargo, ahora que estáis todos acostumbrados a los hashtags y a la economía de caracteres que nos impone twitter, me parecía oportuno, para terminar, glosar la esencia de este mensaje en un sencillo acróstico que, por la palabra que forma, creo que no os resultará difícil recordar y al que, quizás, os resulte útil volver a menudo en estas próximas semanas, meses y años una vez que no recordéis nada de lo que escribió Quintiliano ni de lo que yo os haya contado en estos minutos. La propuesta es sencilla. Imaginemos que la palabra UNAV puede descomponerse -o, al menos, la descompongo yo así hoy- en la U…, de unión, en la N…, de Navarra, en la A…, de asesoramiento y en la V…, de vida. 

U, de unión: no dejéis de sorprenderos de y con vuestros compañeros, aprendiendo de ellos. Tenéis, por delante, años de convivencia con gente de una variedad cultural extraordinaria que hace, también, Universidad y que, os aseguro, marca la diferencia con cualquier otra Universidad que hubierais podido elegir. En esto, y en tantas otras cosas, lo sabéis bien, habéis elegido la mejor Universidad, el mejor lugar del mundo para estudiar, como a nuestro Rector le gusta repetir. N de Navarra: con una Historia milenaria, Pamplona y el viejo Reino os van a acoger en los próximos años, descubrid sus múltiples rincones y su riqueza cultural y patrimonial, haced territorio, como ahora se dice, más vosotros que sois humanistas y que debéis ejercitaros, también, en la contemplación y en la promoción de todo lo que, de espiritual -¡y es mucho!- tiene nuestra sociedad. A, de Asesoramiento: no dejéis de contar con vuestro asesor. Quintiliano esperaba de sus estudiantes que “no [tuvieran] a sus maestros menos amor que al estudio” (I, 5) y consideraba a los profesores “padres no corporales, sino espirituales” de los alumnos pidiéndoles ser “serios pero no desapacibles, afables pero sin chocarrería (...) sufridos en el trabajo, constantes en la tarea, pero no desmesurados” -tened esto en cuenta cuando juzguéis a vuestros profesores- y les instaba a que respondieran “con agrado a las preguntas” de los alumnos (II, 2). Estamos a vuestra disposición. Y estoy seguro que en el asesor -mentor, como se le llama ahora con una figura que procede también del pensamiento y la literatura clásicas- encontraréis a ese guía que sabrá aconsejaros en todo. Frequentad su despacho desde la cita que se os ha asignado ya con él, preguntadle y escuchadle. La frecuencia en el asesoramiento, especialmente en primer curso, está detrás, casi siempre, de unos buenos resultados académicos y de una vivencia, intensa, de la experiencia universitaria. Y, por último, V, de vida. Esta Universidad -y de un modo especial el Museo de la Universidad de Navarra- ofrecen una vida universitaria que no tiene igual en otras Universidades de España ni del mundo. Ya habréis recibido muchos inputs de ella a través de las redes sociales tanto de la Universidad como de la Facultad. Dejad que esa vida universitaria llene vuestro tiempo más allá de las clases y de los trabajos, implicaros -siempre con equilibrio y con mesura- en tareas culturales, deportivas y de voluntariado que amplíen vuestros horizontes y que os hagan vivir, de verdad, la Universidad sabiendo que estos años son irrepetibles y que constituirán unos de los mejores de vuestras vidas. Sed, por tanto, universitarios, a jornada completa, no os limitéis sólo a ser alumnos las horas que pasáis en las clases por mucho que éstas sean -y lo son- importantes. Unión, Navarra, asesoramiento, vida, no lo olvidéis. No se separan mucho de estudio, curiosidad, libros y amigos, en que resumíamos la propuesta de Quintiliano.

Comenzaba mis palabras citando al primer Gran Canciller de la Universidad, San Josemaría Escrivá. Quiero cerrarlas volviendo a mencionarle, en esta ocasión en un discurso que pronunció en esta misma sede el octubre de 1972: “La Universidad no vive de espaldas a ninguna incertidumbre, a ninguna inquietud, a ninguna necesidad de los hombres. No es misión suya ofrecer soluciones inmediatas. Pero, al estudiar con profundidad científica los problemas, remueve también los corazones, espolea la pasividad, despierta fuerzas que dormitan, y forma ciudadanos dispuestos a construir una sociedad más justa. Contribuye así con su labor universal a quitar barreras que dificultan el entendimiento mutuo de los hombres, a aligerar el miedo ante un futuro incierto, a promover -con el amor a la verdad, a la justicia y a la libertad- la paz verdadera y la concordia de los espíritus y de las naciones” (Discursos sobre la Universidad, 7). Si, en la parte que os corresponde, nos ayudáis a que, como Universidad, esto sea posible, habréis andado gran parte de vuestro camino como universitarios y, siguiendo a Quintiliano, habréis empezado a ser oratores boni uiri lo que, libremente, podríamos traducir como “universitarios de bien”.

Muchas gracias y mucha suerte/Thank you very much and good luck/Eskerrik asko eta zorte on

NOTAS.- [1] Acaba de ver la luz, en la Editorial EUNSA, un prometedor volumen sobre las claves del éxito en la vida universitaria, que recomendamos: LÓPEZ GUZMÁN, J., 23 claves para el éxito (personal y académico) en la Universidad, EUNSA, Pamplona, 2021 [2] La relación entre M. Fabio Quintiliano y Calagurris fue magistralmente tratada por ESPINOSA, U., Calagurris Iulia, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de La Rioja/Ayuntamiento de Calahorra, Logroño, 1984, pp. 155-168. Como perfil del personajes es útil también PUJANTE, D., El hijo de la persuasión. Quintiliano y el estatuto oratorio, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1996 [3] Existe en red, en la Biblioteca Cervantes Virtual, acceso a una traducción al castellano de la Institutio Oratoria, de Ignacio Rodríguez y Pedro Sandier, aunque antigua (1887), útil y que es la que se incluyó en la Biblioteca Clásica Hernando. La versión latina, con traducción al inglés de H. Edgeworth, de 1920, puede obtenerse en la Perseus Digital Library. Interesante y útil es el volumen de HERNÁNDEZ RUIZ, S., Antología pedagógica de Quintiliano, Fernández Editores, México, 1963 que constituye una sensacional antología de algunos de los pasajes de mayor carga pedagógica del manual de retórica que nos ocupa [4] La vocación universitaria fue clave en el pensamiento de San Josemaría Escrivá. Sus textos y discursos sobre la Universidad se recogieron, fundamentalmente, en el libro Josemaría Escrivá y la Universidad, EUNSA, Pamplona, 1993 y, también, en uno de los capítulos del volumen Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1970, en concreto el sexto, titulado "La Universidad al servicio de la sociedad actual". Como análisis sobre ellos pueden ser útiles e inspiradores ILLANES, J. L., La Universidad en la vida y la enseñanza de Mons. Escrivá de Balaguer, Universidad de Navarra, Pamplona, 1985 o LLANO, A., "Universidad y unidad de vida según Josemaría Escrivá de Balaguer, Romana, 30, 2001, pp. 112-125 [5] VALLEJO, I., El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, Siruela, Barcelona, 2019, con reseña, valoración y comentario en un post anterior de Oppida Imperii Romani


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