MEDITATIO ET LABOR

 

[Captura de pantalla de la charla impartida por el autor de este blog, el pasado 15 de enero, en el Máster en métodos y técnicas avanzadas de investigación histórica, artística y geográfica que ofrece la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia-UNED. Para acceder al vídeo completo de la sesión, pincha aquí]

No es la primera vez que Oppida Imperii Romani ofrece un post que puede servir como instrumentum específico a quienes inician su andadura en la investigación en Antigüedad. Varios de ellos han sido recogidos en la etiqueta Instrumenta y, en especial, en uno de ellos ya ofrecimos un banco de recursos digitales para el trabajo con fuentes antiguas. Quizás sí es la primera vez en que el post tiene un carácter más reflexivo que instrumental una vez que va a detenerse en señalar algunos de los retos que, a nuestro juicio, deben presidir la labor investigadora. 

Ya hace algunos meses, la Profª Virginia García-Entero, del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED, se puso en contacto con el autor de este blog para invitarnos a dictar una sesión en la que, desde la óptica de la Historia Antigua, presentásemos un proyecto de investigación en el que hubiésemos estado trabajando en los últimos años con el objetivo de que dicho proyecto, y el desgranado de sus peculiaridades y retos, sirviera como pretexto para que los estudiantes que se forman como investigadores en el Máster en métodos y técnicas avanzadas de investigación que ofrece la UNED, aprendiesen cuáles son los puntos clave en la planificación de cualquier proyecto de investigación en nuestra área de conocimiento y, también, se dieran cuenta de los principales retos a los que cualquier investigador debe hacer frente en materia de estudios sobre Antigüedad en general y sobre Historia Antigua en particular. Finalmente la sesión -a través de Zoom, herramienta que ya se ha convertido en cotidiana por la incidencia del Covid-19-, tuvo lugar el pasado 15 de enero e incorporó, también, presentaciones semejantes, de otros colegas, relativas a otras parcelas de la Antigüedad -como la Arqueología- y, también, a otras fases de la Historia generándose al respecto un repositorio ciertamente útil para quien quiera formarse en las destrezas de todo buen investigador. El seminario fue seguido por un buen número de alumnos del citado Máster y ha acumulado, en el repositorio generado al efecto, a posteriori, un buen número de visitas en las últimas semanas. 

Como no podía ser de otro modo, el proyecto sobre el que disertamos en dicha sesión fue el que dio título a nuestra charla ("Problemas de sostenibilidad económica en los municipios de Derecho Latino en la Tarraconense en época medio-imperial") y que, como sabrá el lector de este blog, fue financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad/Ministerio de Ciencia e Innovación en el marco de los Proyectos I+D+i de la modalidad de "generación del conocimiento" para el periodo 2016-2019 (Ref.: HAR2016-74854-P) un proyecto orientado al estudio de la crisis medio-imperial de las ciudades romanas de Derecho Latino, especialmente las de estatuto municipal, sobre el que hemos venido haciendo transferencia de resultados en este blog tanto en la etiqueta oppida labentia como, más recientemente, en la de parua oppida.  

Más allá del contenido temático del proyecto, que, acaso, podrá resultar interesante para quien quiera conocer los avatares de muchas de las ciudades que inspiraron, hace más de una década, la génesis de Oppida Imperii Romani, para cumplir el encargo, de perfil metodológico, que se nos había sugerido, quisimos poner el acento en cinco elementos clave de la actividad investigadora en Historia Antigua, que queremos dejar por escrito en este nuevo post con la esperanza de que puedan resultar, cuando menos, inspiradores y útiles para quien se inicie por los procelosos -¡pero apasionantes!- mundos de la investigación en Historia Antigua (sobre algunos de los principios de los que nace nuestra visión de la disciplina pueden verse estos antiguos trabajos nuestros, de 2006 y de 2012).

[1] Transversalidad y enfoque holístico. Está claro que el conocimiento en Historia Antigua -y, acaso, de modo especial en Historia Antigua de la península ibérica- ha nacido y sigue naciendo de una aproximación holística a las fuentes, de una obsesión por utilizarlas todas, sin descartar ninguna, y por hacer que todas puedan -con sus potencialidades y con sus limitaciones- contribuir a la generación de conocimiento histórico. Es por eso que, quizás, dedicarse a la Historia Antigua resulta especialmente exigente pues en ese tipo de fuentes no debemos contar sólo con las primarias -los textos literarios de la Antigüedad pero también las fuentes materiales o los documentos epigráficos, numismáticos o papirológicos, si los hay- sino que hemos también de hacer una aproximación lo más global posible a la producción historiográfica sobre un determinado tema, a las denominadas fuentes secundarias siendo, también aquí, absolutamente exhaustivos. De hecho, además, si es conveniente leer las primeras siempre de forma original, como si las estuviéramos escrutando por primera vez, de nuevo, para cada problema, también conviene no acostumbrarse a revisar las secundarias al hilo, además, de los nuevos enfoques y del mejor conocimiento que, también, año a año, vamos teniendo sobre la historiografía generada en torno a un tema por mucho que algunas de sus aportaciones hoy nos puedan parecer superadas. 

[2] Tradición e innovación. Suele repetirse la frase atribuida a Bernardo de Chartres de que, en este mundo, somos como enanos a hombros de gigantes. Nada es más real en la investigación histórica en general y en la investigación en Historia Antigua en particular. Como se ha dicho antes, cualquier aproximación previa a un tema de estudio -aunque sólo converja tangencialmente con el nuestro- y el contexto en que aquélla se ha producido debe ser contemplado en nuestros trabajos y debe ser objeto de nuestra reflexión como historiadores. Se hace, pues, necesario, en cualquier proyecto investigador, venerar -y la palabra está intencionalmente escogida- la traditio investigadora previa que es la que, al final, ha legado un asunto determinado al presente y, en muchas ocasiones, lo ha prefigurado en el modo en que hoy lo conocemos y lo entendemos sea ése modo acertado o errado, siga siendo vigente o esté ya superado. Normalmente, la validez de un proyecto investigador se reconoce, en gran medida, a partir de la consulta de su bibliografía. Si ésta es actual pero desoye los trabajos de referencia, los grandes milestones, los inexcusables hitos de la investigación es evidente que se está llevando a cabo con paso cambiado y, por tanto, eso, tarde o temprano, chocará con la mainstream dominante en una determinada cuestión, mainstream que nace del nuevo replanteamiento de cuestiones que, en muchas ocasiones, fueron abordadas -con aciertos o errores pero abordadas- en el pasado y que generaron un conocimiento sobre el que siempre es bueno volver con luces nuevas (estas viejas reflexiones del Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Barcelona José Remesal, publicadas en 1988, siguen estando, en este sentido, de total actualidad).

[3] Empirismo y justificación. Cualquier proyecto investigador en Historia Antigua debe nacer de un indicio y éste, sea intuitivo o deductivo, debe descansar en las evidencias y, en muchas ocasiones, de ahí lo indicado en el primer punto, esas evidencias proceden del ámbito material cuyo incremento es siempre, más intenso, que el que de las fuentes estrictamente literarias. Pero, por específica que sea nuestra intuición o nuestra deducción, en Ciencias de la Antigüedad rara vez existen los unica. Nuestras disciplinas son absolutamente comparativas e incluso cuando estamos trabajando en un determinado ámbito geográfico o cronológico que nos parece suficientemente acotado la interdependencia de los procesos en el mundo antiguo no debe pasarse por alto. Hacer que esas evidencias dialoguen con las fuentes entendiendo, además, la naturaleza tanto de las primeras como de las segundas es una de las tareas más apasionantes de la investigación. El historiador de la Antigüedad de hoy en día no debe dejar de ejercer su espíritu crítico para, no sólo auparse sobre la traditio investigadora previa sabiendo hasta donde, ésta, puede ser llevada, sino, también, para -como ha sido tradicional en la investigación sobre Antigüedad- saber qué credibilidad puede dar a según qué tipo de autores -antiguos y modernos- y, también, qué validez debe conceder a según qué tipo de indicios, normalmente, procedentes de esos mismos autores, de otro tipo de fuentes, bien sean materiales bien textuales o, en algunos casos, de nuevos documentos recuperados en la investigación de campo o de archivo. 

[4] Cooperación e interrelación. Suele decirse que un epigrafista, quien trabaja con las fuentes epigráficas, es, esencialmente, un historiador pero debe ser, además, un poco filólogo y un poco arqueólogo. Realmente, esa afirmación se podría extender a cualquier profesional de la Historia Antigua que, efectivamente, debe, sobre todo, manejarse bien con los textos antiguos -y con las reflexiones historiográficas que éstos han suscitado- pero, además, en aras de ese necesario enfoque holístico que más arriba consignábamos, debe ser capaz de dar entrada en su discurso a los datos procedentes de disciplinas con las que, tradicionalmente, por afinidad, ha colaborado el historiador de la Antigüedad (la Epigrafía, la Arqueología o la Numismática) pero, también, cada vez más, con otras disciplinas humanísticas y sociales que deben validar los nuevos enfoques de la investigación: la Geografía, la Sociología, el Derecho, la Filosofía... Sólo de un adecuado diálogo, también transversal, como transversal vimos que debía ser el recurso a las fuentes, pueden nacer, sobre determinadas cuestiones, conclusiones de carácter original (en esencia, esto ya lo señaló Géza Alföldy en otro trabajo disciplinar antiguo pero todavía de referencia, disponible en red). 

[5] Servicio. De un proyecto investigador siempre debe intentarse que surjan dos cosas: otra idea con la que poder seguir haciendo avanzar la investigación si acaso el proyecto tiene un carácter conclusivo y, también, una aportación al debate disciplinar e historiográfico que trate, en cierto modo, de enriquecerlo. Esa segunda aportación no necesariamente habrá de pertenecer al ámbito teórico. También la hermenéutica, la ordenación y registro metódico de las fuentes configurando repertorios o corpora temáticos supone, muchas veces, una excelente aportación a la investigación, aportación que, además, resulta útil para el cumplimiento del primero de los puntos que en este post se indicaban y más dado el carácter comparativo de nuestros studia Antiquitatis (véase al respecto un post de hace un año en este mismo blog). 

Está claro, por tanto, que, recogiendo una conocida cita de Tácito (Ann. 4, 61), meditatio et labor in posterum ualescit, todo trabajo -en el sentido etimológico del término, todo "esfuerzo"- y toda reflexión sobre fuentes antiguas que se desarrollen sin perder de vista estos prismas metodológicos, servirá a la posteridad y ayudará, por tanto, a que nuestro conocimiento del pasado, siempre acumulativo, se incremente paso a paso. Queda ahora que, si es el deseo del lector de Oppida Imperii Romani, la visualización del vídeo de la conferencia que inspiró este post despierte también en él el esa curiositas que es consustancial al avance de la ciencia. 



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