[Detalle del mosaico descubierto en Artieda de Aragón en fotografía del equipo de investigación. Pueden verse más imágenes en el elenco facilitado por Gobierno de Aragón]
En los tradicionales y útiles balances de la actividad arqueológica estival que, para el territorio aragonés, se han publicado en las últimas semanas -por ejemplo éste de El Periódico de Aragón o éste otro de Heraldo- se ha colado con derecho propio como uno de los hallazgos más representativos del verano el descubrimiento de un hermoso mosaico bícromo en un enclave de cuya categoría urbana en época romana ya advertíamos en un post de hace algunos meses, categoría que se ha celebrado como novedosa, con razón en parte, en algunos medios digitales. Nos referimos al Forau de la Tuta de Artieda de Aragón, casi en el límite entre la Comarca de Cinco Villas y la de Jacetania aunque administrativamente ya en ésta última en tierras, en cualquier caso, prepirenaicas. Gobierno de Aragón se ha apresurado a liderar el protagonismo de la noticia y ha publicado en su órgano informativo digital incluso muy útiles declaraciones y valoraciones del hallazgo por parte del equipo investigador, capitaneado por la arqueóloga Paula Uribe, de la Universidad de Zaragoza, así como ha incluido también un buen elenco de fotografías de detalle del hermoso pavimento en opus tessellatum que, desde luego, constituye una buena recompensa al tesón demostrado, en torno a la puesta en marcha de este proyecto, por el Ayuntamiento de Artieda. Esta labor, de hecho, ha sido reconocida hace apenas unos días en un sensacional reportaje publicado en el digital de ABC.
El sensacional equipo científico que se ha hecho cargo de la investigación en dicho enclave y que, además de a la propia Paula Uribe, incluye a José Ángel Asensio y a Lara Iñíguez, ha concluido que, efectivamente, nos encontramos ante un mosaico de servicio a un establecimiento termal -pues es frecuente este tipo de motivos decorativos en estancias termales, especialmente en los frigidaria (NIELSEN, I., Thermae et balnea. The architecture and cultural history of Roman public baths, Aarhus, 1993, pp. 153-162)- y que este hallazgo, unido a las infraestructuras de saneamiento que ya se conocían y a los restos del viario urbano que han sido localizados en los sondeos de este verano revela que nos encontramos ante un enclave de entidad urbana. Una nueva ciudad romana más que añadir a un territorio -el de las tierras prepirenaicas del Pirineo Central y del Occidental- de cuyo interés investigador hemos ido dando cuenta asiduamente en este blog. Se trata del mismo ámbito geográfico en que se ubican la ciudad de los Iluberitani plinianos, en Lumbier (Navarra), la de Campo Real/Fillera, en Sos del Rey Católico (Zaragoza), la de Santa Criz, en Eslava (Navarra), la de Cabezo Ladrero, en Sofuentes (Zaragoza) y la de Los Bañales, en Uncastillo (Zaragoza) que este año, como podrá juzgar el lector a través del sensacional vídeo que ha preparado Juanmi Cirez y que hemos difundido en nuestro canal de vídeos en YouTube también ha ofrecido interesantes hallazgos en el que fuera su barrio septentrional. Todas estas ciuitates se encuentran ubicadas en la parte septentrional del antiguo conuentus Caesaraugustanus y todas, de hecho, revisten ese sesgo de parua oppida que hemos sostenido, con datos concretos para algunas de ellas, en publicaciones bien recientes, a las que remitimos: pequeñas ciudades dotadas, tempranamente, de infraestructuras urbanísticas de primer nivel en un claro deseo de emular a la capital conventual y a las ciudades privilegiadas del entorno (Parua oppida. Imagen, patrones e ideología del despegue monumental de las ciudades en la Tarraconense hispana, Uncastillo, 2020, pp. 3-24 o Actualidad de la Investigación Arqueológica en España. I. 2018-2019, Madrid, 2020, pp. 505-522).
Es precisamente este punto en el que quisiéramos detenernos someramente en estas líneas. Varias son las aportaciones que el hallazgo de Artieda, a nuestro juicio, representa para la Arqueología hispanorromana. Una de las más felices significaciones del hallazgo que nos ocupa es que ha vuelto a recordar la peculiar erótica que los mosaicos tienen para los medios de comunicación y, también, para el público en general como los hallazgos de la pasada primavera en Peralta (Navarra) -en esta ocasión en un contexto rural, de uilla rustica- o las recientes rehabilitaciones de los de La Malena de Azuara, en Zaragoza, o de los de La Caridad de Caminreal, en Teruel, estos últimos domésticos y urbanos, han evidenciado en los últimos meses. La segunda, efectivamente, es la constatación del carácter urbano del lugar, asunto sobre el que nos entretuvimos, con otros argumentos en el post que, sobre el yacimiento de Artieda, compusimos la pasada primavera y al que hemos remitido más arriba. Y la tercera -y a nuestro juicio la más interesante- es que un mosaico como éste -en el que, en las fotografías que han trascendido, pueden verse varios erotes cabalgando y domesticando hipocampos, animales típicos de estos thiasoi relacionados con divinidades y geniecillos acuáticos y muy propios de establecimientos termales (ver sensacional galería con los de las termas de Neptuno de Ostia, en Italia, en Spine, 32, 3, 2007 y, para un catálogo hispano, en el trabajo de SAN NICOLÁS, P., Espacio, Tiempo y Forma. Serie 2. Historia Antigua, 17-18, 2005, pp. 301-334 con alusión a los hipocampos en pp. 315-316)- vuelve a subrayar los procesos de monumentalización más o menos comunes -y estimulados, seguramente, por la emulación- que vivieron las ciudades arribas citadas. Si ya en su día (SPAL. Prehistoria y Arqueología, 20.1, 2020) pusimos de relieve la similitud estructural y de planta de los criptopórticos de los foros de Santa Criz de Eslava y de Los Bañales de Uncastillo, ahora el hallazgo de Artieda pone en valor la constatación, hace ya varias décadas, de un hermoso mosaico marino, también en teselas blancas y negras de buen tamaño y también, verosímilmente, vinculado a termas, que estudiamos hace algunos años en Campo Real/Fillera y que, hace apenas un año, ha sido felizmente entregado por sus descubridores al Museo de Zaragoza (Roma y las provincias: modelo y difusión, Roma, 2011, pp. 45-55). El mosaico de Artieda no es, por tanto, un hallazgo aislado sino que, en un escrutinio no exhaustivo (para éste procederá consultar BLÁZQUEZ, J. Mª., y MEZQUÍRIZ, Mª Á., Mosaicos romanos de Navarra, Madrid, 1985, pp. 55-56, nºs 35-37 -con enumeración de paralelos hispanos- y FERNÁNDEZ GALIANO, D., Mosaicos romanos del convento Cesaraugustano, Zaragoza, 1987) debe ponerse en relación, al menos, de manera nítida, también -y además de con el vecino ejemplar de Fillera- con uno de Pompelo, hallado entre las calles Curia y Navarrería (FERNÁNDEZ GALIANO, D., Mosaicos romanos del convento Cesaraugustano, Zaragoza, 1987, pp. 121-122, nº 191, también incluido en los repertorios hace nada citados, y cuya imagen encabeza el post sobre Pompelo de este blog) y, también, con la evidencia de teselas blancas y negras atestiguada por A. Beltrán Martínez en sus excavaciones en las termas de Los Bañales como tuvimos la oportunidad de constatar hace algunos años en nuestros primeros trabajos de revisión del material arqueológico de sus históricas campañas de excavación (Caesaraugusta, 82, 2011, pp. 150, 154 y 158, con foto; el de Fillera aparece inventariado en FERNÁNDEZ GALIANO, D., Mosaicos romanos del convento jurídico Cesaraugustano, Zaragoza, 1987, p. 37, n1 52 que, sin embargo, no recoge las noticias sobre los de Los Bañales pero que sí inventaría, exhaustivamente y de forma completa, los ejemplares conocidos para entonces en Artieda de Aragón: pp. 29-34, nºs 18-16, uno de ellos, nº 19, precisamente del Forau de la Tuta: "un mosaico de tesela gruesa y colores blanco y negro que dibujaban una composición geométrica" pero que "fue destruido" si bien se anota que "en 1965 aún se descubrieron teselas sueltas y algún trozo del mismo, de proporciones reducidas"; muy útiles son los mapas que aporta este volumen para hacerse cargo de la difusión de este tipo de mosaicos). No debe, pues, olvidarse esto en una disciplina, la Arqueología, que debe ser esencialmente comparativa y que nos ofrece, siempre, un conocimiento en constante incremento.
Está claro que algo llevó a estas pequeñas comunidades del somontano pirenaico a monumentalizarse siguiendo patrones más o menos comunes que se nos presentan hoy como destellos de ese proceso de auto-romanización (WOOLF, G., Becoming Roman. The origin of Roman provincial civilization in Gaul, Cambridge, 1998) que transformó para siempre la decus urbana de antiguos enclaves indígenas, ahora de perfil totalmente romano (los procesos en que ésta transformación se llevó a cabo y los principales agentes que la facilitaron fueron objeto de un trabajo nuestro presentado hace algunos años a la Semana Romana de Cascante y que inspiró un post anterior en Oppida Imperii Romani, al que remitimos) y que contribuyó a hacer real, también en su aspecto material, la afirmación de Tertuliano (De anima, 30, 3) ubique respublica, "por todas las partes (hay) ciudades-estado", afirmación que inspiró algunas interesantes reflexiones sobre la vida urbana en Occidente (ver, por ejemplo, LEPELLEY, C., en L'Afrique dans l'Occident Romain (Ier siècle av. J. C.-IV siècle ap. J. C.), Roma, 1990, pp. 403-421). El sensacional hallazgo de Artieda no hace sino poner en valor los otros testimonios arriba indicados, recordarnos la eficaz globalización a que Roma sometió a las pequeñas ciudades del interior en todo Occidente y, también, desde una óptica romántica, subraya lo mucho que queda por descubrir no sólo en el lugar donde este mosaico ha sido hallado sino en todas las otras ciuitates antes mencionadas y que tienen -también el territorio en su conjunto- un sensacional futuro investigador máxime dada su práctica total homogeneidad étnica prerromana una vez que pertenecieron al territorio, -acaso incluso neurálgico, a juzgar por los testimonios onomásticos- de los antiguos Vascones.
No queremos, sin embargo, cerrar este post, con el que, definitivamente, tomamos el pulso a la serie de entradas de Oppida Imperii Romani en este nuevo curso académico en que esperamos alcanzar las 400.000 visitas, sin una reflexión relacionada con las políticas patrimoniales y que, en cualquier caso, no es nueva pues ya la volcamos profusamente en la visitadísima entrada "De patrimonio Aragonense" del pasado mes de octubre. que, parece, es replicable a la gestión patrimonial en otras Comunidades Autónomas como denunciaba este reciente artículo de Eldiario.es, de hace apenas unas semanas. Por regla general es constante en nuestro país -aunque hay excepciones- la escasez de recursos económicos que dedican las administraciones al patrimonio arqueológico. Por ello resulta ciertamente lamentable que cuando se producen hallazgos como éstos los gobiernos de turno traten de sacar partido del appeal que despiertan en la opinión publica bien afirmando que van a impulsar "las labores de protección, investigación y difusión del yacimiento romano del Forau de la Tuta" -cuando lo más que van hacer, según desvela la propia nota y matizó con acierto Heraldo de Aragón, es, en cumplimiento con su responsabilidad como órgano de tutela del patrimonio arqueológico, la declaración del lugar como BIC (asunto que ya ha sido criticado en la página web de AraInfo/Diario Libre d'Aragón)- bien siendo oportunistas y, a propósito de las inversiones en la protección de los mosaicos de La Malena de Azuara, se afirme (ver nota completa, de la que proceden los extractos, aquí) que "130.000 euros se han destinado a financiar más de veinte trabajos científicos sobre patrimonio cultural aragonés" y, a renglón seguido, y, a nuestro juicio de forma tendenciosa y aprovechando la consolidada imagen de marca del proyecto de Los Bañales, se hable de que "de esta manera, la Dirección General de Patrimonio cumple con su cometido de investigar, proteger y difundir el rico patrimonio de la Comunidad Autónoma. Destacan, entre otros elementos, los yacimientos de Los Bañales (...)" cuando la ciudad romana que estamos excavando en Uncastillo no recibe dinero, para investigación, de Gobierno de Aragón, desde el año 2011. Creemos que es de recibo pedir seriedad, transparencia y sinceridad a quienes gestionan unos fondos públicos que, todos, con nuestros impuestos, contribuimos a nutrir. También cuando la Arqueología nos depara, gracias al trabajo investigador de equipos solventes como el de Artieda, hallazgos como el que ha inspirado esta reflexión.