TORREPAREDONES (Baena)


















[Sobre estas líneas, tres auténticos "iconos" del Parque Arqueológico de Torreparedones, las torres/puerta de acceso a la colonia romana, el santuario extramuros y, sobre todo, la parte central, con el pórtico norte al fondo, del foro de la ciudad. Para un álbum de fotos completísimo e impactante, en Flickr, de este lugar, ciertamente soberbio, pincha aquí]

Situación: Además de las múltiples -y gratas, siempre- responsabilidades que genera ser el director de una excavación arqueológica -en este caso, la de Los Bañales de Uncastillo-, una de las grandes ventajas que ese rango lleva aparejada es que, cuando acudes a visitar otro yacimiento y lo haces, además, acompañado de colegas y amigos, se abre ante ti un panorama de posibilidades y de sugerencias, de cosas por hacer y de cosas ya hechas, de reafirmaciones y, también, de anhelos que, sin duda, hacen de la profesión investigadora una auténtica delicia en la que estás, además, constantemente aprendiendo. Así debe ser, sin duda. Y uno de los enclaves arqueológicos que quien escribe este post había deseado visitar desde hacía años -no en vano la visita inicialmente prevista para el otoño de 2012 fue frustrada por unas terribles inundaciones en Andalucía- y en que, doy fe, uno siente esa sana envidia y experimenta que, todavía, le queda mucha capacidad de asombro, es el Parque Arqueológico de Torreparedones (Córdoba) un yacimiento que -como recientemente declaraba al Diario de Córdoba (pincha aquí) uno de sus responsables científicos- se ha hecho, en los últimos años, un notable hueco -¡y, sin duda, lo que queda!- en la bibliografía sobre Arqueología Clásica hispanorromana. Los notables hallazgos realizados, especialmente, en su foro -y, en concreto, la inscripción pavimental que atestigua la financiación de la plaza por el notable local M. Iunius Marcellus (pincha aquí para ver cómo lo contó El Mundo) y el notable aparato escultórico recuperado en él en los últimos años, que incluye piezas aun en proceso de estudio (pincha en esta noticia del Diario de Córdoba),- han convertido a esta localidad en una de las referencias de la Arqueología hispanorromana, como decíamos. Y, lo cierto es que eso, normalmente, no es mérito sólo del azar de la conservación patrimonial -que nos ha obsequiado con una ciudad entera bajo la partida de Torreparedones, también conocida como Torre de las Vírgenes o como Castro el Viejo (topónimos igualmente sugerentes los tres)- sino, también -y pienso que, especialmente-, es mérito y fruto de la capacidad de trabajo y la acribia intelectual de quien gestiona esa documentación o, mejor dicho, la recuperación de esa documentación -pues sería ésta una buena definición de investigación arqueológica-, la investigación en definitiva. Y es que en Torreparedones, de la mano de un amplio equipo del que hacen cabeza el Prof. Dr. D. Ángel Ventura Villanueva, Profesor Titular de Arqueología de la Universidad de Córdoba y el Dr. D. José Antonio Morena López, Director del Museo Histórico Municipal de Baena se ha venido otorgando -por méritos propios- un notable impacto científico a unos hallazgos extraordinarios que, una vez más -lo cierto es que no siempre es así y cuando lo es ello da muestras de la generosidad de los investigadores implicados- han condicionado los currículos investigadores de ambos, algo que se percibe muy bien en el caso del Prof. Ventura que, en los últimos años, y, en concreto, desde el hallazgo de la inscripción con letras de bronce del pavimento del foro (HEp18, 117), se ha convertido en uno de los mayores expertos -seguramente el mayor- que hay en nuestro país sobre las litterae aureae (puedes leer, como muestra STYLOW, A. U., y VENTURA, Á.: "Las inscripciones con litterae aureae en la Hispania Vlterior (Baetica et Lusitania): aspectos técnicos", en LÓPEZ, J. (ed.): Tarraco Biennal. 1er Congrès Internacional d'Arqueologia i Món Antic. Govern i Societat a la Hispània Romana. Novetats Epigràphiques, Tarragona, 2013, pp. 301-339, que, en pp. 315-317, nº S-20, da datos sobre la inscripción pavimental de la plaza pública de Torreparedones antes citada y sobre la que habremos de volver) de igual modo que, para la adecuada interpretación de la planta del foro de la antigua ciuitas que nos ocupa, ha sabido escudriñar todo tipo de documentación sobre la organización de los foros augústeos -pues bajo el mandato de Augusto debió construirse el que puede contemplarse, casi intacto, en este lugar- que se replicaban por doquier en las provincias y sobre el modelo matriz, el forum Augustum de Roma (cualquier estudiante de Arqueología Clásica debe leer a fondo el trabajo VENTURA, Á.: "El forum Augustum. Reflexiones sobre su configuración arquitectónica y su funcionalidad judicial (a propósito de la Basílica Antoniarum duarum)", Romula, 5, 2006, pp. 59-84, al menos). De hecho, sólo esa dedicación abnegada a la investigación para resolver las incógnitas que plantea una excavación arqueológica -o, mejor, las que surgen en el estudio de una ciudad romana cualquiera- puede hacer que la transferencia de resultados sea la adecuada y que el visitante del lugar -en este caso de Torreparedones- entienda a la perfección cómo se articulaba una ciudad antigua desde un punto de vista urbanístico y público (la experiencia de entender la organización del foro y de sus edificios anejos a pie de plaza -de "pavimento", de lastricato como dicen los italianos- es, desde luego, en este enclave, absolutamente impagable) y eso sólo es posible porque el equipo de investigación ha dedicado muchas horas a trabajar para entender esa estructura y, después, explicarla. Si esas no eran ya razones suficientes para acercarse a Torreparedones, el lector debe saber que el yacimiento se encuentra a apenas una hora de Córdoba -que ya desfiló hace algún tiempo por Oppida Imperii Romani (pincha aquí)- y en el centro de una comarca -la de la Campiña- que albergó ciudades romanas como Vcubi (Espejo), Ategua (Santa Cruz) o Vlia (Montemayor), entre otras y, además, muy cerquita de Baena por la que, necesariamente, ha de pasar el visitante antes o después pues el Museo Histórico Municipal, antes enlazado, es visita inexcusable (Baena que, por cierto, era una localidad ya aceitera desde la Antigüedad: lee, si no, MORENA, J. A.: "Evidencias arqueológicas sobre almacenamiento de cereales y producción de aceite de oliva en Baena en la Antigüedad", Singilis, 6, 2007, pp. 1-11). En cualquier caso, si antes de saber si vale la pena o no acercarse al lugar -que hace no mucho ha sido incluido en la Red de Espacios Culturales de Andalucía-, el lector necesita más argumentos o una primera panorámica para comprender que Torreparedones es un yacimiento "único", tal vez le ayude MORENA, J. A.: "Torreparedones, un yacimiento único", Revista PH/Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, 67, 2010, pp. 20-34. Desde luego, quien escribe este blog hacía tiempo que no vibraba tanto al visitar una ciudad romana como lo hizo en Torreparedones.
Acceso: Al Parque Arqueológico de Torreparedones -ojo, se trata de un yacimiento arqueológico perfectamente acotado y con horario de acceso (para los horarios del lugar, pincha aquí): otro ejemplo de compromiso municipal para garantizar la protección, puesta en valor y visitabilidad del lugar- se puede llegar desde los municipios cordobeses de Cañete de las Torres o de Baena a partir de, precisamente, la A-3125, carretera que enlaza ambas localidades. Una vez en ella, en el punto kilométrico 18.800 hay que tomar un desvío dirección Oeste y tras, por ese desvío, recorrer aproximadamente un kilómetro, se continúa por un segundo desvío hacia la derecha que conduce, directamente, a los pies del enclave, exactamente a la zona donde actualmente se construye un Centro de Recepción de Visitantes desde el cual el viajero puede iniciar, en dirección a la muralla, su visita -de todo punto recomendabilísima- a esta singular ciuitas romana -que ocupaba una extensión de algo más de 10 Has en una zona intensamente romanizada y de la que, pese a todo, se ha excavado aun un porcentaje ínfimo, seguramente no más de 3 Has- que ha aportado, además, un generoso catálogo epigráfico con algunas piezas, sin duda, únicas en el panorama de la Epigrafía Hispánica (pincha aquí para acceder a dicho repertorio en Hispania Epigraphica OnLine). Por cierto que, los aficionados al "arqueoturismo" están de enhorabuena pues a finales del pasado año -pronto se presentará la publicación en la UNED de Tudela con posibilidad de seguir ese evento online, desde tu casa (pincha aquí)- ha visto la luz DEL REY, L.: Guía Arqueológica de la Península Ibérica. España: de las colonizaciones a la caída del Imperio Romano de Occidente, Madrid, 2013, un volumen de casi quinientas páginas con explicaciones y fichas de viaje para los más imprescindibles yacimientos arqueológicos de España y Portugal (Torreparedones dispone de su propia ficha en pp. 237-239). La página en Facebook de dicha publicación (pincha aquí) ofrece, además, periódicamente, recomendaciones de rutas arqueológicas surgidas al abrigo de ese trabajo: ¡no dejes de seguirla!
Tipología: Un vistazo a STYLOW, A. U.: "XVII. Torreparedones (Ituci colonia Virtus Iulia?)", en ALFÖLDY, G., MAYER, M., y STYLOW, A. U. (eds.): Corpus Inscriptionum Latinarum. Editio altera. Inscriptiones Hispaniae Latinae. Pars V. Conventus Astigitanus, Berlín, 1998, pp. 111-117, permite al lector hacerse cargo -a través de la correspondiente Praefatio- de la riqueza historiográfica e investigadora que -desde el siglo XVII- ha rodeado al enclave de Torreparedones, del peso y valor que tiene su documentación epigráfica y, también, de la polémica que existe, todavía -aunque es antigua, fíjate, si no, en donde la proponía buscar CORTÉS Y LÓPEZ, M.: Diccionario geográfico-histórico de la España antigua, Madrid, 1836, p. 102, contra lo que había indicado FLÓREZ ESTRADA, E.: España Sagrada. Vol. XII, Madrid, 1754, pp. 36-39 que sí identificó Ituci con Torreparedones- sobre el nombre de la ciudad que ocupó dicho lugar por más que, efectivamente, cada vez existan más pruebas a favor de identificarla con la colonia Ituci Virtus Iulia (hemos preferido, no obstante, en este blog, etiquetarla como "Torreparedones" al faltar la confirmación final, y documental, de esa reducción que, sin embargo, a nosotros nos resulta totalmente convincente en los argumentos con los que se defiende). Esta ciudad, Ituci, aparece citada por varias fuentes antiguas en el marco de las guerras de conquista de la Península (App. Ib. 66-68 o Diod. 33, 7, 5-7) y de las guerras civiles (respecto de esta coyuntura histórica debe verse MELCHOR, E.: "Entre Corduba y Munda: la campaña militar del 45 a. C. y su desarrollo en la Campiña de Córdoba", en MELCHOR, E., MELLADO, J., y RODRÍGUEZ NEILA, J. F. (coords.): Julio César y Corduba: tiempo y espacio en la campaña de Munda (49-45 a. C.), Córdoba, 2005, pp. 361-379) y, especialmente, como colonia inmune de la Baetica en la descripción pliniana del conuentus Astigitanus (Plin. Nat. 3, 12) uno de los más urbanizados de las Hispanias (todas las fuentes, y la controversia, con bibliografía, en PADILLA, A.: "Ituci. 2. Torreparedones", en ROLDÁN, J. M. (dir.): Diccionario Akal de la Antigüedad Hispana, Madrid, 2006, p. 513). Para Á. Ventura, ya arriba citado, su situación a tenor de la descripción pliniana -que dice literalmente, ver aquí, que fue una colonia inmunis como Vcubi o como Vrso y se la vincula a Munda-, la adscripción a la Galeria tribus de algunos de sus ciues (CIL, II2/5, 409, 422 y 429) y el notablemente pequeño tamaño de la plaza forense excavada en Torreparedones -apenas 24 x 22 metros, manifestación de que se diseñó cuando la comunidad cívica comicial y electoral no era suficientemente amplia- autorizan a pensar -a partir, además, del determinante hallazgo de una placa de caliza que alude a la leg(io) XXXIII (sobre la cuestión, el cuerpo legionario en cuestión, reclutado por César, y sobre la pieza, véase VENTURA, Á.: "Nuevo descubrimiento epigráfico en Torreparedones", Ituci, 2, 2012, pp. 38-42, sobre la que hay un interesante debate, en el que intervino también su editor princeps, en el blog Terrae Antiquae)- que Ituci debió fundarse, por deductio colonial, en el solar de Torrreparedones con la correspondiente entrega de lotes de tierra a los veteranos del ejército cerrando por tanto esa propuesta de identificación de una ciudad sobre cuya evolución histórica, con alta presencia de Pompeii en su epigrafía local -y de nuevo con todas las fuentes-, ha vuelto también AMELA, L.: "Los Pompeii del Sepulcro de los Pompeyos (Torreparedones, Baena, prov. Córdoba", Myrtia, 26, 2011, pp. 27-41, esp. pp. 32-35. Pero, sobre todo, Torreparedones, además de una antigua -y sorprendentemente bien conservada- ciudad romana, es un extraordinario ejemplo de cómo debe gestionarse y ponerse en valor un yacimiento arqueológico (si quieres conocer el know-how del grupo responsable de dicha dinamización, debes leer este trabajo de MORENA, J.: "El parque arqueológico de Torreparedones (Baena, Córdoba): un proyecto de desarrollo rural desde el patrimonio histórico", Arte, Arqueología e Historia, 19, 2012, pp. 249-258, también disponible online) y, como se dijo más arriba, un testimonio, también, de cómo debe desarrollarse la investigación de sus restos.
Descripción: Bautizada como "la Pompeya de Andalucía" (una buena síntesis preparatoria de la visita, en red, puede ser el trabajo de MORENA, J. A., y MORENO, A.: "Apuntes sobre el urbanismo romano de Torreparedones (Baena. Córdoba)", en MORENO, I. (ed.): Las técnicas y las construcciones de la ingeniería romana, Madrid, 2010, pp. 431-460 -la publicación del volumen completo está disponible, completa, en Google Books- o el de MORENA, J. A., VENTURA, Á., MÁRQUEZ, C., y MORENO, A.: "El foro de la ciudad romana de Torreparedones (Baena, Córdoba): primeros resultados de la investigación arqueológica (campaña 2009-2010)", Itálica, 1, 2011, pp. 145-169) varios son los atractivos que el visitante puede contemplar a lo largo de una ruta que está, de hecho, perfectamente articulada en el marco de la puesta en valor que se hizo del lugar hace un par de años y que pronto va a tener continuidad atendiendo a los hallazgos de los últimos dos años en la parte septentrional del foro (pincha aquí). A saber, como elementos inexcusables, el visitante de Torreparedones debe contemplar, la puerta oriental de la ciudad -en la que comienza la visita-, los restos de la antigua ermita dedicada a Nunilo y Alodia, el antiguo santuario ibérico después monumentalizado en época romana, y, especialmente, el área monumental y pública que ofrece, de modo sucesivo, en medio de un entramado urbano cuyo estado de conservación aun sobrecoge -en algún caso incluso con restos de las fistulae plumbeae de la cloaca bajo el cardo-, el macellum, las termas y, sobre todo, el plato fuerte de la visita, la plaza del foro y sus edificios anejos, todo en medio de un paseo -habitualmente bajo un implacable sol, en cualquier caso- muy agradable y extraordinariamente bien acondicionado siguiendo todos los criterios de accesibilidad que pueden demandarse a un yacimiento arqueológico. Como decíamos más arriba, tras estacionar su vehículo, el visitante accede a la antigua colonia Ituci Virtus Iulia a partir de una impresionante puerta -seguramente una de las varias con que contó la ciudad pues probablemente hubo otra justo hacia occidente, opuesta en posición a la que nos ocupa (pincha aquí para ver una fotografía, además de la que se ofrece en el encabezamiento de este post)- flanqueada por dos grandes torres y con un complejo entramado de obras complementarias perceptibles en las huellas de sus quicios, obra en gran parte reconstruida, y que, en realidad es el resultado de la monumentalización en el contexto de la guerra civil del 46 a. C., de parte de la muralla -en origen en sillarejo- del antiguo oppidum ibérico pues, aunque aquí nos centremos en la dimensión romana, clásica, del lugar, éste tuvo un notable pasado como oppidum turdetano si bien su urbanismo fue brutalmente modificado al recibir el enclave el estatuto colonial de manos de César o del propio Octaviano, con anterioridad al año 27 a. C. Apenas se pasa la puerta y el visitante comienza la subida por una de las calles de la ciudad, éste deja a su derecha los restos de la que es conocida como ermita dedicada a las santas Nunilo y Alodia -de la que procede la inscripción de la legio XXXIII a la que aludíamos antes a propósito de la identificación de Torreparedones con Ituci- dos santas supuestamente -aunque sin fundamento alguno- martirizadas en el lugar en el siglo IX d. C.. El conjunto, que, por su apariencia actual y su estado de conservación, constituye toda una "clase" de Arqueología de la Arquitectura -conviven en él desde muros de opus mixtum al más puro estilo de las edificaciones tardías hasta azulejos y estructuras de la ermita que, documentada desde el siglo XVI, debió ocupar ese lugar que, no en vano, dio nombre a la partida como Torre de las Vírgenes- pone una nota pintoresca a la visita de la ciudad romana. Avanzando en ella, algo más hacia el sur, y en realidad, a extramuros de la antigua ciudad, se localiza, y puede visitarse también gracias a su soberbia restauración, el santuario ibérico posteriormente romanizado (si no puedes acercarte al yacimiento, puedes "visitar" este singular espacio cultual a través de YouTube) que, por lo visto -con un origen que se remontaría al siglo VIII a. C.- debió tener una fábrica más definitiva hacia el III a. C., y mantener una clara vinculación astronómica y con cultos de fertilidad y de carácter femenino a juzgar por los exvotos recuperados que, tal vez, también, inspiraron el topónimo de Torre de las Vírgenes para el lugar y al que más arriba aludimos. Este santuario, además, fue la auténtica "locomotora" del inicio de los trabajos de investigación en Torreparedones pues constituyó el primer espacio en que se adentró la investigación (para el conjunto debe consultarse, FERNÁNDEZ CASTRO, Mª C., y CUNLIFFE, B. W.: El yacimiento y el santuario de Torreparedones: un lugar arqueológico preferente en la campiña de Córdoba, Oxford, 2002; sobre el modo cómo Roma monumentalizó un espacio votivo de raigambre ibérica como éste, pueden resultar útiles, en red, los trabajos de SECO, I.: "El betilo estiliforme de Torreparedones", SPAL, 8, 1999, pp. 135-158 y la síntesis que se hace del mismo en el inventario de MORENA, J. A.: "Los santuarios ibéricos de la provincia de Córdoba", Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló, 18, 1997, pp. 269-296, esp. pp. 269-272). Tras la visita al santuario, el viajero sigue el entramado viario de la ciudad romana -en una zona sin excavar pero sobre la que se han desarrollado trabajos de prospección geomagnética- y, en dirección al foro, y hacia el norte, se detiene, primero, en el macellum, después en las termas, y, finalmente, en la plaza pública, en el foro. El macellum, del que existe una envidiable publicación reciente, disponible en red (MORENA, J. A., MORENO, A., y MARTÍNEZ SÁNCHEZ, R. Mª: El macellum de la colonia Ituci Virtus Iulia (Torreparedones, Baena, Córdoba), Baena, 2012), fue el mercado de la ciudad romana (sobre los macella hispanorromanos, mal conocidos, debemos aprovechar este post para recomendar el trabajo de TORRECILLA, A.: Los macella en la Hispania Romana. Estudio arquitectónico, funcional y simbólico, Madrid, 2007 -existe también, en la revista Caesaraugusta, 78, 2007, pp. 455-480, una síntesis general sobre esa investigación-), articulado con un gran espacio central en forma de "U" al que se abrían una serie de tiendas (tabernae) que han sido, todas ellas, rigurosamente excavadas y estudiadas aportando notable información sobre la vida cotidiana de la ciudad y sobre los productos -no sólo derivados cárnicos del ganado vacuno sino, también, túnidos y otras exquisiteces- que llegaron al interior de la Campiña de Córdoba en época altoimperial romana. Su ubicación, en las proximidades del foro, y con dos fachadas, una abierta al decumanus de la ciudad y otra al cardo es, desde luego, absolutamente referencial aunque lo que hoy vemos supone una obra de mediados del siglo I d. C. que amortizaría otras estructuras previas y que, como casi toda la ciudad, empezaría a pasar dificultades y registrar reutilizaciones y abandonos a partir del siglo III d. C., abandonos que, en algunos ámbitos de la colonia, incluso, se atestiguan algo antes. Esos momentos, el del siglo I d. C., época julio-claudia -tiberiana, en concreto-, y el del siglo III d. C., debieron ser importantes para la historia de la ciudad -de la que hubo en Torreparedones y de otras muchas en las Hispaniae- no en vano parece que las vecinas termas -extraordinariamente pequeñas, casi "de bolsillo"- también debieron amortizarse hacia el siglo I d. C., seguramente para construir otras nuevas en un lugar indeterminado de la colonia que, pronto, nos deparará nuevas sorpresas. Más al norte de las termas y del macellum, el visitante llega al escenario en que, ciertamente, entiende lo escenográfico de la arquitectura romana y, sobre todo, de la arquitectura forense: la plaza pública, el foro y sus aledaños (sobre los fora y su utilidad, ya dedicamos un viejo post en Oppida Imperii Romani, con un aparato bibliográfico y de enlaces que vendrá muy bien en este punto). Con una arquitectura soberbia, en bloques de caliza micrítica oportunamente revestidos con mármol -conservado intacto en algunos de los edificios anejos-, y totalmente funcional -nótese, por ejemplo, en canal perimetral para evitar el encharcamiento de la plaza central, por otra parte jalonada de pedestales estatuarios, algunos aun visibles- la visita y el análisis detenido del foro, pagado por un notable local, M. Iunius Marcellus (para esta inscripción, ya antes aludida y que puedes ver en el extremo derecho de una de las fotografías que encabeza este post, debe verse MORENA, Á., y VENTURA, Á.: "Una arquitectura definida: la inscripción pavimental con litterae aureae y el foro de la colonia bética Virtus Iulia Ituci (Torreparedones, Baena, provincia de Córdoba)", en Dire l'Architecture dans l'Antiquité (Aix-en-Provence, 2010), en prensa, s. pp. y para el auxilio de particulares a la construcción de este tipo de espacios públicos puedes leer nuestra recentísima publicación JORDÁN, Á. A., y ANDREU, J.: "La presencia privada en los foros hispanos a la luz de dos programas epigráficos hallados in situ en el foro de Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza)", en IGLESIAS, J. M., y RUIZ, A. (eds.): Paisajes Epigráficos de la Hispania Romana: monumentos, contextos, topografías, Roma, 2013, pp. 127-144) permiten al viajero hacerse cargo de cuál podía ser la distribución de los edificios principales asociados a dicho recinto (debe leerse, con atención, el trabajo de Itálica, 1, 2011, que antes enlazábamos). Así, según parece, en el foro de Torreparedones (puedes descargarte, desde aquí, una planta del mismo, con indicación de los espacios y de sus funciones, facilitada a este blog por el Prof. Ventura), al frente de la plaza, en su lado norte, se ubicaría un pórtico que, albergando también un altar a la Concordia Augusta, cuidadosamente embellecido con lastras marmóreas, contendría diferentes estatuas de carácter dinástico seguramente de época de Calígula o de Claudio, recreadas, con réplicas de resina, en la actualidad pero con los originales expuestos en el Museo de Baena; en el lateral derecho estaría la monumental basílica y, frente a ella, a la izquierda del visitante, un monumental aedes Augusti, un templo dedicado al emperador que, muy saqueado, debió ser objeto de amortización y de expolio desde finales del siglo II d. C., no en vano gran parte del material escultórico que lo ornamentaba -con varias estatuas sedentes y una de pie de una princesa julio-claudia-, se ha hallado arrojado sobre el esplendoroso pavimento marmóreo -que aun deja ver los impactos resultado de arrojar las piezas desde lo alto- de la curia, ubicada junto al altar de la Concordia y, por tanto, en el extremo izquierdo del pórtico norte, quizás con una primera estancia a modo de sede del erario y del archivo municipal (de la curia -en la que es perceptible, todavía, sobre el mármol, el desgaste generado por la instalación en ella de las sellae curules en las que se sentaban los decuriones- procede una extraordinaria cabeza de Augusto, hoy expuesta en el Museo de Baena, ciertamente soberbia, y recientemente publicada por MÁRQUEZ, C.: "Dos nuevos retratos de Augusto en la provincia de Córdoba", Romula, 11, 2012, pp. 205-221, esp. pp. 212-220, nº 2; realmente, las imágenes que hay en red sobre el momento de su hallazgo resultan sobrecogedoras -pincha aquí- como sobrecogedor es contemplarla en el Museo Histórico Municipal de Baena). 
Bibliografía: Ya se ha citado mucha sobre el lugar pues, además, gran parte de ella -especialmente las monografías y los noticiarios más recientes- está disponible en red pero sí convendrá añadir aquí que las publicaciones Baena Arqueológica/Boletín Informativo del Museo Histórico Municipal (pincha aquí para obtener los números en formato digital), la revista Ituci/Revista de difusión cultural de Baena y su Comarca (editada por el IES Luis Carrillo de Sotomayor: pincha aquí para acceder a la página de descarga), y, por supuesto, la serie Salsum (que toma su nombre del que los romanos dieron, como "río Salado" al río Guadajoz: Bell. Hisp. 7, 1; 13, 1; 14, 1; 23, 1...) de Monografías del Museo Histórico Municipal de Baena (que, hasta la fecha, ha generado, los siguientes dos volúmenes relativos a Torreparedones (para seguir la serie completa pincha aquí: BELTRÁN FORTES, J., MAIER, J., MIRANDA, J., MORENA, J. A., y RODRÍGUEZ OLIVA, P.: El Mausoleo de los Pompeyos de Torreparedones (Baena, Córdoba). Análisis historiográfico y arqueológico, Baena,  2010 y MORENA, J. A., MORENO, A., y MARTÍNEZ SÁNCHEZ, R. Mª: El macellum de la colonia Ituci Virtus Iulia (Torreparedones, Baena, Córdoba), Baena, 2012, ya antes enlazado) permiten al visitante curioso preparar, con creces, una documentadísima visita al lugar y sirven, también, al profano, como excelente lección de cómo se garantiza la transferencia de los resultados de la investigación y, por supuesto, de cómo es la investigación interdisciplinar en Ciencias de la Antigüedad y, en particular, en Arqueología Clásica. En cualquier caso, al tratarse Torreparedones de un yacimiento vivo, una buena -¡necesaria!- recomendación para estar al día de lo que, sobre este lugar, se vaya publicando en el futuro -sobrecoge imaginar lo que queda, todavía, por descubrir y dar a conocer- es seguir, en Academia.edu, el perfil de Ángel Ventura Villanueva, Director Científico del proyecto de Torreparedones y, a nuestro juicio, uno de los más brillantes y audaces arqueólogos con que contamos en este país.
Recursos en internet: Con una válida página en Wikipedia (y en la versión local de la misma, incluso, más completa, la Cordobapedia) y otra -ésta, además, muy centrada en presentar, uno por uno, los atractivos del lugar- en CeraWiki -mantener estos registros actualizados y útiles sigue siendo un reto de quienes nos dedicamos al patrimonio arqueológico pues no debemos olvidar que es allí donde primero derivan muchos de los buscadores al uso o donde los estudiantes primero buscan información-, la ciudad romana de Torreparedones cuenta, también, con fichas explicativas en la Base de Datos de Patrimonio Inmueble de la Junta de Andalucía y en la sección de Cultura de la página web del Ayuntamiento de Baena. El indiscutible potencial -también turístico- del lugar y de su entorno ha hecho que merezca la atención, también, de la página de Turismo de Córdoba (por cierto, con recomendaciones gastronómicas y turísticas complementarias que vienen muy bien como complemento de las que se indican en este blog) y de una amplia serie de blogs y sites amateurs en los que se comparten diversas experiencias y opiniones -siempre favorables- respecto de este impactante enclave romano, espacios que, en cualquier caso, no citaremos aquí para no alargar esta relación de recursos en red. Sí queremos recomendar seguir la página del yacimiento en la red social Facebook (pincha aquí, aunque necesita algo más de dinamismo, estando, tal vez aun en mantillas), o, en su defecto, seguir al arqueólogo José Antonio Morena, como se dijo, uno de los responsables del equipo de investigación y que, casi diariamente, va contando cosas sobre la actividad que se desarrolla en tan interesante y envidiable lugar. También YouTube -apenas se escriba la palabra "Torreparedones" en su barra de búsqueda- ofrece un notable elenco de vídeos sobre el lugar subidos por diferentes usuarios. Sin embargo, es especialmente delicioso el titulado "Torreparedones desde el aire" pues permite una perspectiva insólita de la ciudad romana y también el que, bajo el título "Museo Histórico y Arqueológico de Baena" y elaborado por Canal Sur, ofrece un simpático recorrido por los fondos de este espacio museográfico que, como se dijo, es el mejor colofón posible a la visita al yacimiento.
Recomendaciones: Ya van siendo algunas las ciudades, los oppida, de la Baetica a los que este blog -que se escribe desde el Valle del Ebro, no lo olvidemos- ha dado cobertura, a saber, la capital provincial, Corduba, el municipio flavio de Regina y, por supuesto -pues constituye uno de los lugares inexcusables para quien, amante de la Arqueología, se acerque al Sur- Baelo Claudia. Son pocas, ciertamente. Ello nos obliga a, sencillamente, limitarnos a remitir al lector a la consulta del apartado "Recomendaciones" que se hicieron para esos núcleos -especialmente para Corduba, el más próximo- y añadir, eso sí, alguna sugerencia más "caprichosa" a propósito del enclave que ha centrado este post. La sugerencia "caprichosa" es sencilla, no se puede ir a Torreparedones sin pasear por Cañete de las Torres -y, por supuesto, por Baena- y degustar una tostada con aceite y un café en el Café Central del primero de los dos municipios, en la Avenida de la Constitución. La intensa presencia romana, y urbana, del antiguo convento jurídico de Astigi (Écija, Sevilla) y lo vastísimo del repertorio epigráfico que ésta ha proporcionado (resulta muy útil echar un vistazo a BELTRÁN LLORIS, F.: "Epigrafía latina de la Bética: las inscripciones del convento jurídico astigitano", Journal of Roman Archaeology, 13, 2000, pp. 635-647) hacen que los alrededores de Torreparedones ofrezcan un notable elenco de posibles destinos "arqueoturísticos" (echa un vistazo, para más recomendaciones, a la sección dedicada a la Baetica en la web Roman Heritage). Así, por ejemplo -y al margen de las que se citaron más arriba, todos muy próximo-, Obulco (Porcuna, Jaén) o los restos del municipio flavio que hubo en Monturque (Córdoba) o del que se asentó en Fuente Tójar (Iliturgicola) merecerían conformar una ruta que, sin duda, nos recuerda que, efectivamente, en Oppida Imperii Romani debemos frecuentar más las tierras de Andalucía...

DE QVADRATARIO TITVLORVM


[Para complementar este post, que, a través de una singular coincidencia, nos acerca, a cómo funcionaba una officina lapidaria, un taller de inscripciones, en época romana, debe verse, también, el primer álbum en Flickr de Oppida Imperii Romani: "Un quadratarius en el siglo XXI: el proceso material de una inscripción romana"]

Hace apenas un par de años tuve la enorme fortuna de vivir "en directo" -incluso podría decirse que de protagonizar- un hallazgo epigráfico. Fue en Los Bañales, naturalmente. En mis años de estudiante universitario, de la mano de la Dra. Dña. Angelines Magallón -hoy Catedrática de Arqueología de la Universidad de Zaragoza y miembro destacado del Grupo URBS- oí hablar de hallazgos como el sensacional de Labitolosa (La Puebla de Castro, Huesca) cuya publicación -que llegaría en 1995- hojeé siempre admirado entre la incredulidad y la fe, entre el que sabe que encontrar un conjunto epigráfico romano in situ es posible pero, también, es consciente de que resulta algo absolutamente extraordinario. En la tarde del 26 de Julio de 2012, sin embargo, la Providencia me regaló vivir ese momento como testigo directo, casi como protagonista. Creo que quienes participamos en ese descubrimiento (aquí puedes ver cómo lo valoró la televisión autonómica aragonesa a la mañana siguiente: ¡abrimos el informativo más visto de la Comunidad Autónoma, Aragón Noticias!) recordaremos ese momento como algo casi mágico (de hecho, hay incluso testimonio en vídeo del instante del hallazgo de la primera de las cinco inscripciones: pincha aquí). Precisamente, en estos días, además, hemos sabido que el número correspondiente a 2014 de la revista Archivo Español de Arqueología -la misma en la que se publicó el conjunto epigráfico Labitolosano al que antes aludíamos- acogerá el estudio, firmado por Ángel A. Jordán y por nosotros mismos, de ese conjunto, del que, en cualquier caso, nos hemos ocupado hace no mucho en un trabajo que se incluye en un espléndido volumen que también va a ser de referencia y que está a tu disposición en la página web del yacimiento de Los Bañales (JORDÁN, Á. A., y ANDREU, J.: "La presencia privada en los foros hispanos a la luz de dos programas epigráficos hallados in situ en el foro de Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza)", en IGLESIAS, J. M., y RUIZ, A. (eds.): Paisajes Epigráficos de la Hispania Romana: monumentos, contextos, topografías, Roma, 2013, pp. 127-144).

Sin embargo, al margen de haber vivido la emoción de semejante hallazgo, haber conocido -como consecuencia de él y a resultas de la iniciativa de protección en la que pensó, para tan singular conjunto, la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón- a Chema Laborda, maestro cantero natural de Biota (Zaragoza) -que fue quien, como se explicaba en un vídeo emitido no hace mucho por CanalUNED (pincha aquí), dirigió la elaboración, artesanal, de las réplicas de ese conjunto en el marco de la tristemente clausurada Escuela Taller del Gobierno de Aragón en Sádaba-, ha sido -desde luego- todo un hallazgo. Este post, en realidad, está inspirado en el último trabajo que, en el marco del Plan Impulso del Gobierno de Aragón, este auténtico quadratarius de nuestros días, ha realizado: replicar el conjunto de pedestales de la supuesta curia de Labitolosa, ese sensacional hallazgo epigráfico del que empezábamos hablando en este post, "neopedestales" que figuran ya -pues el trabajo se ha terminado hace pocas semanas- en dicho enclave arqueológico del Alto Aragón. Como Chema, que ha desarrollado ese trabajo en los talleres de la cantera Olnasa, en Uncastillo -muy cerquita de Los Bañales- nos ha hecho partícipe de él nos pareció que un álbum de fotos que recogiera el proceso material de la fabricación de una inscripción podría resultar útil para la sección Epigraphica de este blog, entre otras cosas porque, como comentábamos hace algunos meses en este mismo Oppida Imperii Romani (pincha aquí), nos faltan, a quienes enseñamos Epigrafía Latina en el sistema universitario español, recursos pedagógicos en red que resulten atractivos a los estudiantes y que acerquen, también, la disciplina, al gran público.

El álbum en cuestión, titulado "Un quadratarius en el siglo XXI: el proceso material de una inscripción romana" y alojado en Flickr (pincha sobre el título), permite caracterizar muy bien las herramientas, los personajes y las destrezas que intervenían en el arte de "maquetar" (ordinare) y de grabar (sculpere) textos sobre piedra, fundamentales como medio de comunicación en época romana. Podría decirse que, el proceso -que se llevaba a cabo en talleres específicos que conocemos como "oficinas lapidarias" (además de recurrir al clásico trabajo de SUSINI, G.: Il lapicida romano. Introduzione all'epigrafia latina, Roma, 1968, inevitable, para profundizar en este concepto, y conocer la bibliografía básica, en red puedes leer, en castellano, a ESPINOSA, U.: "Una officina lapidaria en la Comarca de Camero Nuevo (La Rioja)", Gerión, 2, 1989,  pp. 403-416), y ya sabes que conservamos un cartel de una de ellas, la que funcionó en Palermo, en Sicilia: CIL X, 7296- tenía, cuatro partes: [I] recepción del borrador por parte del comitente, [II] maquetación del texto y preparación del soporte que iba a recibirlo, [III] grabado del epígrafe propiamente dicho, y [IV] acabado y perfeccionamiento del soporte. En definitiva, el quadratarius o scriptor titulorum era, a la vez, el que imaginaba, componía -de acuerdo con el cliente- y grababa, los textos epigráficos. A partir de ese momento, ya sólo quedaba la colocación (dedicatio) de la inscripción en el espacio -funerario, cultual, público- para el que aquéllahabía sido pensada (volvemos a recomendar aquí seguir la entrevista "La cultura epigráfica de los romanos", realizada hace algunos años a Géza Alföldy -si es la primera vez que el lector oye este nombre, no deje de leer la semblanza que, sobre su persona y su obra ha publicado F. Beltrán Lloris no hace mucho en Espacio, Tiempo y Forma. Serie 2, 25, 2012, pp. 15-18- por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)

[I] Lógicamente, cuando una persona deseaba grabar una inscripción esa persona -a la que normalmente, en la jerga epigráfica, llamamos "comitente", "promotor" o "dedicante"- lo que hacía era dirigirse a un taller artesanal especializado en la producción de este tipo de tituli (cuyos profesionales, los quadratarii, no debían ganarse mal la vida según nos cuenta Luciano de Samósata -Luc. Somn. 3-9 y 18-) y bien comunicar verbalmente al quadratarius qué deseaba expresar en la inscripción -y cómo deseaba hacerlo, destacando qué parte del mensaje era la más importante- bien entregarle un borrador con el texto que es lo que, técnicamente, denominamos la forma. Lógicamente, no hemos conservado formae -"borradores"- de ninguna de las inscripciones grabadas en el Occidente Romano aunque no es difícil imaginar que estas formae tomarían el aspecto de tabulae ceratae -tablillas de cera- o de tabula scriptae como las que han aparecido -aunque, en ese caso, con función contable y de correspondencia personal respectivamente- en Pompeya (Italia) y en Vindolanda (Reino Unido) (sobre la figura de los scriptores, puede verse, CALABI, I.: "Scriptor titulorum", en Enciclopedia dell'Arte antica Classica e Orientale. 4, Roma, 1965, p. 123).

[II] A partir del momento en que el artesano conocía las intenciones del comitente y el tipo de encargo que aquél le había hecho, como sigue haciendo un cantero en la actualidad, tal vez no sin antes realizar algunos ensayos (sobre estos hay abundante bibliografía recogida en ANDREU, J.: "El proceso material de la inscripción latina", en Fundamentos de Epigrafía Latina, Madrid, 2009, pp. 121-142, también accesible, para compra en red, desde aquí) aquél procedía a adaptar el texto que se quería transmitir al espacio disponible en el soporte de la inscripción, en la piedra. Es el procedimiento -totalmente clave en la producción de inscripciones romanas- que, en Latín, llamamos ordinatio -"maquetación"- y que junto con la sculptura -el "grabado"- constituían las acciones básicas -así lo pregona el cartel de Palermo antes referido- de cualquier taller de tituli. Para esa acción de la ordinatio, si el quadratarius era hábil, solía servirse de una serie de líneas guía que, ocasionalmente, son perceptibles en las inscripciones conservadas (por ejemplo CIL II2/5, 930 Oningi -ver foto aquí, con marcas de esa ordinatio: para un caso recientemente publicado, puede verse TANTIMONACO, S.: "La ordinatio de inscripciones romanas sobre piedra: un testimonio inédito de Cacera de las Ranas (Aranjuez, Madrid)", Habis, 44, 2013, pp. 185-201 que, en pp. 189-190, n. 15 aporta, además, notable bibliografía sobre la cuestión-) y que, si no se hacían o el quadratarius era especialmente torpe podrían forzarle, en última instancia bien a tener que incluir letras apretadas en espacios reservados para otras o elaborar, para ahorrar espacios, nexos entre letras (al primer fenómeno es a lo que llamamos litterae inclusae: no dejes de visitar el repertorio de inscripciones romanas de la American Academy in Rome, ¡totalmente digitalizado!: pincha aquí, seguro que encuentras algunos casos) o a, cuando entregaba el resultado final al comitente, tener que incluir parte del texto fuera de la "caja" que había elaborado para aquél en ese proceso previo de maquetación, "caja" que, además, debía tener en cuenta que, según el espacio disponible, cada caracter, cada letra de la inscripción, debía, imaginariamente, incluirse en un rectángulo o en un cuadrado (pincha aquí). Fue, de hecho, de ese modo, como se configuran las diversas variantes de lo que denominamos la paleografía de las inscripciones, según expresión acuñada por MALLON, J.: Paleographie Romaine, Madrid, 1952, una obra de referencia en la disciplina (pincha aquí para una detallada revisión -publicada en L'Antiquité Classique, 23-1, 1953- de lo que la misma supuso para los estudios epigráficos a mediados del siglo XX). En la Península Ibérica tenemos un curioso ejemplo -entre otros muchísimos (resulta muy útil a este respecto el ejemplar estudio de CEBRIÁN, R.: Titulum fecit. La producción epigráfica en las tierras valencianas, Madrid, 2000, en parte disponible en red)- de la antes aludida falta de pericia de los quadratarii, IRVT, 134 de Aldaia (Valencia) donde el lapicida tuvo que incluir de manera abrupta un dato clave-nada menos que el nombre de uno de los dedicantes, Masclin(us)- que había olvidado (fíjate en la imagen, abajo a la derecha: pincha aquí). Es posible que en esa labor de la ordinatio, tras la fijación de las líneas guías, el artesano grabase someramente las letras (así se ve en una tardía inscripción, inacabada, de Tarraco: RIT, 984 que, precisamente, se recoge en el aparato gráfico del artículo de S. Tantimonaco antes enlazada) para, después, proceder ya a la incisión en bisel de las mismas que constituiría ya el tercer paso. Así se sigue haciendo, de hecho, hoy otorgando el bisel a las letras sólo en un segundo momento.

[III] Una vez adaptado el espacio que ofrecía el soporte -y la naturaleza material del mismo- al texto que debía grabarse, comenzaba, propiamente, la acción de scriptor del quadratarius: la grabación del texto propiamente dicha. El artesano procedía, con las mismas herramientas con que trabajan los canteros modernos (para un repertorio iconográfico de este tipo de herramientas y de talleres resulta extraordinariamente útil el catálogo de ZIMMER, G.: Römische Berufsdarstellungen, Berlín, 1982, pp. 161-175) a esculpir las letras (para descubrir los secretos del grabado de las letras sobre una piedra, puedes ver esta demostración filmada -pincha aquí- de  Richard Grasby -autor de Letter Cutting in Stone: a Workbook, Londres, 2011 o, también, ver a nuestro quadratarius en acción hace un par de años, cuando trabajaba en las réplicas del sensacional conjunto de inscripciones de los Fabii y las Porciae del foro de Los Bañales -pincha aquí-, además de, por supuesto, fijarte en las fotos que ofrecemos en el álbum que complementa este post: pincha aquí). Éstas, ocasionalmente, eran remarcadas, una vez terminada su grabación, con colores vistosos, la denominada rubricatura de la inscripción, que consistía en repintar su texto para hacerlo aun más visible como puede verse, por ejemplo, en algunas inscripciones de las expuestas en el Römisch-Germanische Museum de Colonia, en Alemania, por ejemplo, CIL XIII, 12601 -con foto aquí- o CIL, XIII, 8308 -con foto aquí- (para las inscripciones de Colonia Agrippinensium, es fundamental el "banco de datos" de Römische Inschriften Datenbank). Lógicamente, el texto resultante estaba siempre acorde con el lenguaje formular, y abreviado, convencional, en definitiva, de las inscripciones latinas (por cierto, ¡muy útil para estudiantes!: existe en la red un Diccionario de Abreviaciones en Epigrafía Latina, elaborado por T. Elliott, y auspiciado por la American Association of Greek and Latin Epigraphy).

[IV] Elemento clave en el estudio de la Epigrafía Latina en los últimos años ha sido el soporte epigráfico, su reivindicación por la historiografía -no es lo mismo encargar un pedestal que un altar que una placa que un bloque arquitectónico (seguimos recomendando, para hacerse cargo de la amplia tipología de soportes epigráficos atestiguados en el Occidente Latino bien un antiguo trabajo nuestro -pincha aquí- bien echar un vistazo a cómo se valoran estos en cualquiera de los corpora epigráficos disponibles en red: pincha aquí para acceder a un par de ellos). Una inscripción debe ser vista en su conjunto y, por eso, el soporte en que estaba grabada y, aun más, cómo interactuaba ese soporte con su entorno resulta fundamental (algo de eso puedes leer en este trabajo de RODRÍGUEZ, N.: "Un repaso a través de los conceptos de Epigrafía e inscripción", Documenta & Instrumenta, 10, 2012, pp.147-154 y, también, DE SANTIAGO, J.: "La Epigrafía: evolución conceptual y metodológica", Documenta & Instrumenta, 1, 2004, pp. 203-220, esp. pp. 212-217). En esa labor de culminación -y, también, antes, de preparación- del soporte intervenía, entre otras herramientas, el ascia, una especie de hacha (profusamente representada en las inscripciones romanas, fíjate -pincha aquí- en la que aparece grabada en el frontón del altar funerario AE, 2003, 1098 o en dos, muy reproducidas, que decoran la parte inferior de una hermosa estela de Reggium Lepidi, CIL XI, 961 y de otra de Bonnonia, CIL, XI, 6831) que debió ser un instrumento útil -junto con el "estilete" (graphia), el "martillo" (subula) o el "cincel" (scalprum)- para la labor de culminación -y, antes, también, de devastación y preparación- del soporte epigráfico, habitualmente acometida por los marmorarii o los serrarii, empleados habituales -aunque lo más normal es que hubiese personas polivalentes en ellos- de este tipo de talleres lapidarios que, gracias a Chema, hemos podido casi revivir.