MEMORABILIA TELEVISA

 


[Vídeo de la serie de vídeos sobre Antigüedad Clásica incluidos en el canal de YouTube del autor de este blog]

Desde el pasado mes de abril, la Universidad de Navarra, en la que quien escribe este blog profesa desde hace ya siete cursos académicos, comenzó a preparar el regreso a las aulas para el curso 2020-2021 en el marco de la pandemia del Covid-19, de la que tanto hemos hablado, en este último año, en los posts de Oppida Imperii Romani. En junio, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra realizó, incluso, un webinar para alumnos y futuros alumnos en el que se explicaba cómo iba a ser el regreso a la normalidad en el campus de la Universidad, un regreso glosado en el programa Prepara2 que, subrayaba que, efectivamente, nuestra Facultad, y toda la Universidad, estaba preparada para la nueva docencia que exigen las nuevas condiciones de distanciamiento social a que nos obliga la extraña situación sanitaria que vivimos. Tras ya casi un mes de clases, podemos decir que, efectivamente, estábamos preparados, gracias a un tremendo e inspirador esfuerzo por parte de todos los profesionales de la Universidad.

La recomendación desde el Vicerrectorado de Ordenación Académica era clara: debe reducirse la presencialidad del alumno y aprovechar, también, esa coyuntura para hacer al alumno más autónomo en su aprendizaje y para revisar nuestra práctica docente tratando de suplir con material pedagógico complementario -y atractivo- el tiempo que no podremos compartir con el alumno en las aulas. Algunas horas, la mayoría, se mantienen como presenciales pero otras de las horas de la carga en créditos de cada estudiante, se sustituyen por seminarios en línea, trabajos en grupos de alumnos, material audiovisual o convencional complementarios, etcétera. Todo un reto para quienes amamos la docencia presencial pero, también, estamos comprometidos con nuestra innovación docente.

De este modo, en la asignatura con mayor carga de créditos de cuantas impartimos en el primer semestre, la materia de "Mundo Clásico", articulamos un programa en el que las clases presenciales -dos horas semanales- se complementarían con trabajo personal del alumno centrado en la crítica y comentario de textos históricos sobre el Próximo Oriente Antiguo, la Grecia antigua y la Roma clásica que centran los contenidos de la citada materia. Para esos comentarios, les facilitaríamos abundante información procedente de manuales y artículos de investigación pero, también, algunas píldoras de contenido audiovisual -de entre 10 y 20 minutos- en que les explicaría cuestiones que, la reducción de la presencialidad, nos impediría tratar en clase con el pormenor de otros años. 

Así, con notable satisfacción, hoy traemos a Oppida Imperii Romani, el canal de vídeos que hemos empezado a configurar en YouTube -tras años de dedicación a este medio gestionando el seguidísimo canal de vídeos de la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo- y en el que hemos ido incluyendo -y seguiremos haciéndolo en los próximos meses- vídeos didácticos que, aunque están pensados como complemento al trabajo de nuestros estudiantes, entendemos que pueden ser útiles, también, para los amantes del mundo antiguo. De momento, cuando se escribe esta entrada apenas hay algunos vídeos sobre la geoetnografía del Próximo Oriente Antiguo, sobre la evolución política de sus estados y sobre los códigos legales que algunos de esos estados generaron a finales del III milenio a. C. y en los comienzos del II milenio a. C. además de un vídeo sobre las fuentes para el estudio de la Historia Antigua del que nos sentimos especialmente orgullosos. Habrá más en los próximos meses si siguen acompañándonos en esta aventura dos excelentes Alumnos Internos del Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía, Ane Urrizburu y Javier Larequi sin los cuales este proyecto sería, sencillamente, imposible. 

Ojalá que esos vídeos, y los que seguirán, a modo de memorabilia teleuisa, sirvan a muchos más estudiantes que aquellos para los que están, especialmente, pensados, y contribuyan a extender la pasión por el mundo antiguo que tiene quien gestiona Oppida Imperii Romani

SPE POSTERITATIS




No hace mucho, en este mismo espacio, a propósito de un post nuestro en el microsite BeBrave de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, dábamos algunas razones por las que el mundo antiguo en general y el clásico en particular tienen, todavía hoy, tanto atractivo social triunfando, incluso, en la generación de los millennials (ver aquí). Como muestra de ello, hoy no es inusual encontrar, en las estanterías de "más vendidos" de cualquier librería bien surtida, títulos como El infinito en un junco, de Irene Vallejo; Yo, Julia, de Santiago Posteguillo; o las Fake news de la Antigua Roma, de Néstor Marqués y los Calamares a la Romana de Emilio del Río. que, nos consta, han acompañado a muchos lectores de Oppida Imperii Romani en sus vacaciones. La estrecha relación existente entre la cultura occidental y la cultura grecorromana, los grandes modelos y anti-modelos propuestos por las civilizaciones clásicas y, también, el carácter marcadamente novelesco -y profundamente dramático, por tanto, y ocasionalmente épico- de algunos de sus episodios hace de la Antigüedad Clásica un periodo apasionante que seguirá siendo siempre notablemente inspirador como sentenciábamos hace algunas semanas con el historiador británico Cyril Bailey

En esta coyuntura de recuperación del mundo antiguo, y, en particular, del romano, como argumento novelesco -del que hablábamos también en este espacio hace varios meses- y que, por tanto, pone al mundo antiguo al cabo de la calle veinte siglos después acaba de ver la luz, con más de 800 páginas y tras más de una década de trabajo, la espléndida y cautivadora novela El primer senador de Roma, firmada por el escritor navarro Juan Torres Zalba, y publicada, en una muy elegante y cuidada edición, en la serie "Novela Histórica" de la editorial La Esfera de los Libros. El autor, ya conocido en el ámbito navarro por su extraordinariamente bien documentada y muy meritoria novela Pompelo, el sueño de Abisunhar (Eunate, 2004) -en la que éste se atrevía con la compleja recreación del conflicto sertoriano en territorio vascón, tan escasa en fuentes-, adelanta ahora su interés cronológico a una época ciertamente fascinante en la Historia de Roma, la comprendida entre junio del año 152 a. C. y la primavera del 146 a. C., entre los primeros avances romanos en territorio lusitano y la destrucción de Cartago por Escipión Emiliano en la Guerra Púnica III y sobre la que, tal vez por ello, existe mucha más documentación que el autor ha escudriñado con absoluta fruicción, tanto es así que el lector encontrará que, en algunas descripciones y en los pasajes más narrativos (algunos se traen a esta reseña para dar muestra de ello) el lenguaje parece digno de Livio, Polibio, Apiano, Cicerón o Floro. El periodo, oportunamente elegido por el autor para su recreación novelesca -pero fiel a las fuentes- del momento, coincide con, acaso, el punto álgido de las ambiciones expansionistas de la nobilitas romana -un asunto, el de la voluntad imperialista de la aristocracia romana, de discusión tradicional en la Historia Antigua- tras la victoria de Roma sobre Cartago en la Guerra Púnica II (206 a. C.), tras la provincialización de Hispania y su progresiva militarización a partir de Catón (años 195 a. C.) y el despliegue en ella, gracias a Ti. Sempronio Graco, de una intensa actividad diplomática (años 80 y 70 del siglo II a. C.) -pero también de explotación de los recursos del territorio y de extorsión de los provinciales- y tras las victorias romanas en Siria, contra Antíoco, y en las tres primeras guerras en Macedonia, cerradas con la célebre batalla de Pidna (169 a. C.) que supuso el inicio de la integración del mundo griego en la órbita romana. En definitiva, un momento que, abierto con el desembarco de Cneo Escipión en Ampurias en el 218 a. C. y cerrado con la victoria sobre Cartago, primero, en el 146 a. C. -con la que acaba el libro- y con la derrota sobre Numancia, en el 133 a. C., ambas por Escipión Emiliano, configura el denominado "siglo de los Escipiones" que supone, efectivamente, un periodo en el que "los miembros de las familias senatoriales (....) arrastrados todos ellos por el ansia inexcusable de perdurar en la memoria colectiva e incrementar el prestigio familiar y el suyo propio a través de gestas militares y la obtención del mayor número de honores y dignidades, no dudan en servirse de intrigas, alianzas, deslealtades e intereses contrapuestos para saciar sus apetitos y ambiciones personales", tal como el propio autor lo define con acierto en su -como todo el libro- soberbio preludio (p. 11) donde se demuestra con claridad, en apenas veinte líneas, que el lector va a asistir a través del relato de siete años de la Historia de Roma a algunos de los capítulos más sublimes del imperialismo romano que, de hecho, madurará en esos años y evidenciará, ya en las décadas siguientes, algunos apasionantes problemas internos que desembocarán en las luchas personales de la República tardía.

Una novela como El primer senador de Roma -que incide, ya con su título, en el poder que los cónsules de Roma, como principes Senatus, tenían en la gestión del orden del día de las sesiones senatoriales romanas- nos parece podrá merecer juicio desde, al menos, tres perspectivas: la literaria, la histórica y, sí, también la pedagógica porque, con libros como éste -como están demostrando algunos de los títulos mencionados más arriba- están floreciendo, entre los jóvenes, las vocaciones por la Historia en general y por la Historia de la Antigüedad Clásica en particular. El libro, y no es fácil dada su extensión, está, desde un punto de vista narrativo, perfectamente compuesto. El autor, como demostró en su novela anterior, también muy recomendable, tiene la habilidad suficiente para alternar tres escenarios fundamentales -Roma, las Hispanias y África, aunque no sólo- poniendo sobre todo el acento, en lo que, en la capital, Roma, se decidía respecto de los otros dos ámbitos geográficos como queriendo subrayar de qué modo Roma era en ese momento el centro de la geopolítica internacional. Sólo en algunos pasajes, especialmente tras la aprobación en el Senado de la declaración de guerra a Cartago (pp. 85-91) y en el relato detallado de la propia guerra -en particular, de sus episodios finales (pp. 795-824)- la acción parece abandonar ese ámbito más propio de la Vrbs en el que Juan Torres Zalba se siente especialmente cómodo y privilegiar el espacio africano. Aunque su conocimiento de la topografía romana es admirable, no lo es menos la capacidad con la que se recrean en el libro las capitales de la Vlterior, Corduba (pp. 99-106), y de la Citerior hispanas, Tarraco (pp. 173-177), ciudad a la que se presenta como "una amalgama de hispanos, itálicos, griegos y ciudadanos romanos dedicados al comercio de importación y exportación" (p. 173) como, de hecho, la epigrafía romana de época imperial nos ha venido a evidenciar o con la que se describe la propia Cartago (pp. 77-79) o algunos espacios del reino de Numidia (pp. 584-592, por ejemplo). Además, movido por el objetivo de ilustrar las ambiciones personales de los grandes protagonistas del periodo, de sus familias y aun de las familias y personalidades de quienes -como Cornelia, la madre de los Graco (pp. 27-32 o 347-352, en que se retrata muy bien el ideal de la matrona romana) o Sempronia, la hija de aquélla y futura esposa de Escipión Emiliano (pp. 81-84)- marcarán los acontecimientos de las décadas por venir, no reflejadas en la novela, Juan Torres consigue transportar al lector a las preocupaciones políticas de los hombres y mujeres del momento y a sus más profundas e inconfesables ambiciones, la mayoría de ellas latentes en los rumores de la Vrbs de aquellas centurias. Sirva como ejemplo el capítulo (pp. 638-641) en que se describe la toma de la toga praetexta por el entonces joven Tiberio Sempronio Graco del que, con notable capacidad evocadora, se dice que, en ese momento "se hacía un hombre y la gloria que Roma podía proporcionarle se abría a su paso" (p. 641).

Pero es que, además, El primer senador de Roma nos parece una extraordinaria herramienta pedagógica capaz de servir como relato documentadísimo de aspectos cuya explicación sigue constituyendo un reto para quienes nos dedicamos a la docencia sobre la Historia de Roma reto en el que contar con recreaciones noveladas bien documentadas resulta, con libros como éste, de gran ayuda (como también lo son los mapas, árbol genealógico y cuadros que abren y cierran el volumen: pp. 12-13 y 828-834). Así, cuestiones como el funcionamiento de las petitiones, de los comicios electorales y, también, de los elementos que entraban en juego en ellas para decantar el resultado en favor de uno u otro de los candidatos (pp. 60-62), el modo cómo se articulaba la toma de palabra y la discusión en las sesiones del Senado de Roma (pp. 86-88) -oportunamente descrito por el autor como "un circo lleno de fieras (...) y de perros de presa" (p. 352) con especial atención, también, al poder de los cónsules (pp. 691-701), al funcionamiento de las embajadas y el modo como éstas eran recibidas en dichas reuniones (pp. 343-346), el papel que se reservaba a las contiones informativas como asambleas populares (pp. 132-135), el creciente protagonismo de los tribunos de la plebe (pp. 141-144), las reformas legislativas y el rol desempeñado en ellas por el aparato comicial (pp. 390-395) y la relación orgánica de todas estas instituciones con el funcionamiento de la constitución romana (pp. 218-219 en que, de un modo sublime, se da voz a Polibio en un diálogo entre la matrona Cornelia y sus jóvenes hijos Cayo y Tiberio) se van desgranando a través de la excitante e intrigante trama. Es ahí donde el autor, además, da muestras de escoger muy bien los detalles que le dan pie a, por ejemplo, ver a la administración romana, en la figura de sus gobernadores, interviniendo en provincias y en su relación con los indígenas, como hace Lúculo con los vacceos (pp. 195-197), antes Ti. Sempronio Graco con los celtíberos -cuya prudencia es constantemente rememorada (p. 293)- o Ser. Sulpicio Galba, del que ya hablamos aquí en un post de hace algunos años, con los lusitanos (pp. 258-263, 290-294 y 300-305, donde se describe de un modo épico la célebre perfidia narrada por los textos antiguos) y aprovechando luego esa acción provincial -sobre la que nos ocupamos en un trabajo, con corpus de fuentes y casos, de hace algunos años (ver Revisiones de Historia Antigua, 7, 2012)- para medrar políticamente a través de la recepción de honores, ouationes y triumphi (pp. 452-453) considerados por aquéllos como las puertas del consulado y que, como se cuenta muy bien en el libro, abrieron paso a las quaestiones de repetundis por la corrupción de algunos gobernadores sobre cuya jurisprudencia, también hay deliciosos pasajes en este libro (pp. 563-565) tal es la debilidad que Juan Torres Zalba siente por la dimensión jurisdiccional del poder y del dominio romanos. Obviamente, en una narración que presenta, también, aspectos de la vida cotidiana de los personajes que marcaron la Historia de Roma en esos años centrales del siglo II a. C., no faltan tampoco deliciosas descripciones de las posibilidades matrimoniales de las jóvenes de la nobilitas romana (pp. 19-20), del valor concedido a la existimatio personal entre los miembros de dichas gentes (pp. 53-55), de los cortejos y rituales fúnebres (pp. 22-23), de la auto-representación en los ambientes domésticos (pp. 44-55, entre otros), del papel de los auspicia en la vida familiar y política (pp. 270-279), del boato de los ludi circenses (pp. 245-246), o del peso de la literatura griega en la formación de la aristocracia romana (pp. 94-97), entre otras cuestiones. 

"Su campaña, pensaba, había sido un éxito rotundo. En su periplo había conseguido pacificar la región, dar muerte a ocho mil insurrectos, vender otros veinte mil en la Galia y, en definitiva, traer un enorme botín con el que engordar el tesoro público que se custodiaba en los bajos del templo de Saturno. Por ello, dados los méritos y con su brillante oratoria, tenía la convicción, por no decir completa y altanera seguridad, de que el Senado le aclamaría y el pueblo le veneraría, votándole en masa en las próximas elecciones consulares. Cumpliría así el sueño que le acompañaba hasta el tormento cada día de su vida, ser cónsul de Roma". Con esta pluma tan atinada y arrebatadoramente clásica (p. 452) describe el autor la ambición de Ser. Sulpicio Galba en mayo del año 149 a. C., tras su servicio a Roma como gobernador de la Vlterior. El pasaje nos sirve como cierre de esta reseña pues incide muy bien en la esencia del periodo retratado con extraordinario mérito por Juan Torres Zalba y, también, ilustra el eje de los comportamientos de la mayor parte de los personajes que desfilan por el texto -L. Valerio Flaco, M. Porcio Catón, A. Claudio Pulcro, L. Licinio Lúculo, A. Postumio Albino, Escipión Emiliano, además de otros anteriormente citados y de sus gentes de pertenencia-, algunos de ellos, además, emparentados entre sí como evidencia del notable cierre de la nobilitas senatorial en torno de sí misma. Efectivamente, unos estaban ya, entonces, en el ocaso de sus carreras políticas, otros, en cambio, tenían aun todo por conseguir, dada su juventud. Unos y otros, todos, estaban imbuidos de esa spe posteritatis que -para bien o para mal, dependiendo de la virtud y la ambición de cada uno- inspiraba a la dedicación política como afirmó Cicerón en su discurso en defensa de Rabirio (Rab. Perd. 29) con el que precisamente, se abre este emocionante volumen que vuelve a subrayar la grandeza, épica, del mundo romano y que, nos parece, no sólo extraordinariamente meritorio sino igualmente recomendable... y, seguramente, imprescindible para los amantes de la buena novela histórica "de Romanos".


AGO GRATIAS



[Joaquín Gómez-Pantoja, 1953-2020]
[Foto: © Eva Marín, UNED de Tudela]

El pasado día 26 de agosto nos dejaba, tras una larga enfermedad llevada con una alegría y una paz admirables, Joaquín L. Gómez-Pantoja, Profesor Titular de Historia Antigua de la Universidad de Alcalá de Henares y, como ha reconocido el mundo universitario en general y han subrayado con acierto las diversas necrológicas que se han publicado en estos últimos días -en E-Pigraphia, en el portal del proyecto EAGLE, en la página de Los Bañales de Uncastillo y de Santa Criz de Eslava en la red social Facebook, o en el blog Cáceres al Detalle, por citar sólo algunas-, sin duda uno de los más insignes epigrafistas e historiadores de la Antigüedad de nuestro tiempo. 

En noviembre de 2011, ante el fallecimiento del Prof. Géza Alföldy, Oppida Imperii Romani quiso rendir homenaje a tan insigne personalidad de la Epigrafía y la Historia Antigua con un post conmemorativo que recordase, y recopilase, lo más destacado -a juicio de quien aquí escribe- de la producción científica de aquel investigador. Nos parece de justicia hacer ahora lo propio con el Prof. Gómez-Pantoja que, desde luego, fue, ante todo, un excelente colega y una gran persona además de habernos dejado -como puede verse en su página en dialnet o en su perfil personal en Academia.edu- una ingente, excelente, generosísima y muy útil producción científica en la que, en cualquier caso, resulta bastante difícil escoger las obras más relevantes.

Este post, por tanto, nos parece un acto de justicia para con alguien que, además de enseñarnos mucho en lo personal, en el proyecto de Los Bañales -que él siempre admiraba por su constante "cosecha epigráfica", como solía denominarla- siempre tuvimos en gran estima y que colaboró estrechamente con nosotros en tareas de difusión que dejaron su resultado en dos vídeos visitadísimos producidos, en los años 2012 y 2013, en colaboración con el Canal UNED y en los que dejó claras muestras de su excelente capacidad de transferencia ("Las cupae hispanas""El proceso material de una inscripción latina"). También tuvimos la suerte de contar con él para participar en varias publicaciones -especialmente, con varios capítulos en el volumen I de la Serie de Monografías "Los Bañales", sobre Las cupae hispanas: origen, difusión, uso, tipología (Uncastillo, 2012)y, por último, de disfrutar de su magisterio en varios eventos científicos que celebramos hace algunos años en la UNED de Tudela y que gracias a la tecnología digital todavía podemos hoy revisitar online: la jornada "E-pigraphia: fotogrametría, nuevas tecnologías y Epigrafía Latina" (abril de 2016) -en la que Joaquín L. Gómez-Pantoja dictó la charla "Del texto al monumento: Epigrafía en tiempo digital", excelente marco para la inauguración del Museo Virtual de Los Bañales- y el seminario "Testimonia urbis: un acercamiento a la fuentes para el estudio de la vida urbana en la Hispania Romana" (marzo de 2011) en que él disertó sobre "Epigrafía e Historia Antigua: la contribución de las inscripciones a nuestro conocimiento de la sociedad en el convento jurídico de Caesaraugusta", magistral charla en la que volvió sobre el que, precisamente, fuera tema de estudio de su magistral tesis de doctorado -dirigida por el también recientemente desaparecido D. Ángel Martín Duque-, defendida en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra en 1983, institución en la que Joaquín L. Gómez-Pantoja profesó algunos años y desde la que compuso, junto con Dña. Carmen Castillo y Mª Dolores Mauleón, el todavía útil e inexcusable Inscripciones romanas del Museo de Navarra (Pamplona, 1981) que él mismo ofrecía en libre acceso en su página en Academia.edu, más arriba enlazada. De esa capacidad de transferencia también nos ha quedado un recuerdo escrito utilísimo y siempre actual, su trabajo "Aprendiendo de nuestros mayores el arte de ganar unas elecciones", en Aspectos modernos de la Antigüedad y su aprovechamiento didáctico, Madrid, 1992, pp. 155-170, un ámbito éste, el de la didáctica de la Historia Antigua y el de la pervivencia en el que también desarrolló algunas sugerentes incursiones. 

[1] Aunque, como excelente epigrafista que fue, el Prof. Gómez-Pantoja fue un habitual editor de nuevas inscripciones siendo frecuentes artículos de presentación de nuevos materiales o de revisión de lecturas de otros ya conocidos en revistas habituadas a dar cabida a este tipo de trabajos -como Ficheiro Epigráfico, Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, Aquila legionis, Archivo Español de ArqueologíaCuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra (ver algunos aquí), entre otras- a él debe atribuirse la puesta en valor e incentivación de una metodología de recuperación de información arqueológica y epigráfica que, con el paso de los años, y con las diversas crisis de financiación que ha padecido la investigación arqueológica en campo en nuestro país, se ha consolidado e incrementado con resultados absolutamente sensacionales. Nos referimos a la recuperación de documentación antigua -con noticias de antiguas excavaciones y de inscripciones perdidas- a través del escrutinio de archivos y legajos de diversa naturaleza. De ella dio buena cuenta en el libro, que él coordinó y promovió titulado Excavando papeles: indagaciones arqueológicas en los archivos españoles, Madrid, 2004 en un enfoque que ha resultado extraordinariamente inspirador para todos los que disfrutamos, también, con la historiografía de la Historia Antigua. 

[2] Desde, al menos, los primeros años 90 -en que avanzó los primeros resultados sobre el asunto en los célebres coloquios sobre Poblamiento celtibérico (III Simposio sobre Celtíberos) (Zaragoza, 1995) y sobre Termalismo antiguo peninsular  (Madrid, 1997)- el Prof. Gómez-Pantoja ha sido la máxima autoridad en la cuestión de la ganadería antigua en Hispania y, en particular, de la trashumancia, que ha estudiado desde un adecuado diálogo entre las fuentes epigráficas y las arqueológicas. Culmen de dicha línea fue el volumen Los rebaños de Gerión. Pastores y trashumancia en Iberia antigua y medieval, Madrid, 2001 que él coordinaría con clara vocación transversal una vez que no sólo se recogen en él aportaciones relacionadas con el mundo de la Antigüedad sino, también, otras que se detienen en una fuente de recursos que ha marcado, y sigue marcando, la Historia económica de España, la ganadería. Junto con su dedicación al asunto militar -muy útiles fueron sus aportaciones al sensacional volumen de LE BOHEC, Y., y WOOLF, C. (eds.), Les légions de Rome sous le Haut-Empire, Lyon, 2000 sobre la legio III Macedonica (pp. 1015-117) y sobre la legio X Gemina (pp. 169-190)- acaso esta cuestión del fenómeno pastoril y ganadero en la Hispania Antigua haya sido la que con mayor frecuencia ha aparecido en la producción científica de este genio investigador cuya pérdida resulta, desde luego, irreparable para los estudios sobre Antigüedad peninsular. 

[3] En la actual tendencia a una constante evaluación de nuestra producción científica a la que estamos abocados los investigadores universitarios, poco se valora la capacidad de síntesis y el hercúleo esfuerzo que implica la realización de un manual universitario docente. El Prof. Gómez-Pantoja dejó su firma en el que, a nuestro juicio, por cómo está concebido, articulado y redactado es, acaso, el mejor manual universitario disponible sobre la Hispania Antigua, el volumen doble Protohistoria y Antigüedad de la península ibérica, publicado por la editorial Sílex (Madrid, 2007 y 2008). De las distintas intervenciones del malogrado profesor en este manual -especialmente intensas en el segundo volumen, entre las pp. 283 y 629, en que aborda los asuntos relativos a la Hispania Romana-, nos quedamos, sin duda con una, escrita en colaboración con E. Sánchez Moreno, coordinador del trabajo: "Voces y ecos: las fuentes para el estudio de la Hispania Antigua", en SÁNCHEZ MORENO, E., (coord.), Protohistoria y Antigüedad de la península ibérica. Vol. 1. Las fuentes y la Iberia colonial, Madrid, 2007, pp. 17-71, una fresca, útil, atrevida y original aproximación a los problemas inherentes a las fuentes con que contamos para el estudio de Hispania en la Antigüedad. 

[4] Epigrafia anfiteatrale dell'Occidente Romano, VII. Baetica, Tarraconensis, Lusitania, Roma, 2009 (ver índice en el enlace), último volumen, hasta la fecha, de una completa serie de repertorios que se ha detenido en las inscripciones anfiteatrales de Roma, del Lacio, de Sicilia y de las provincias alpinas y galas. El trabajo, que sigue la estructura de los volúmenes precedentes, inventaría algo más de setenta tituli cuyo común denominador es su relación con el ámbito anfiteatral bien por temática, por procedencia o por aludir a la gestión jurídica y administrativa de munera y uenationes y a quienes fueron sus protagonistas. Y, lo cierto es que, ahora que cada vez se publican menos corpora epigráficos temáticos, el volumen resulta de extraordinaria utilidad, también para quien se inicia en la Epigrafía Latina, pues a través de él puede conocer los rudimentos con que la Epigrafía, a través del corpus como herramienta, avanza como disciplina científica. Del modo como se presentan las fotografías, excelentes, a los índices y al tratamiento de cada una de las fichas, el libro es, prácticamente, en sí mismo, un excelente manual de iniciación -por imitación- a la edición epigráfica. Quien escribe estas líneas está en deuda con el autor una vez que le prometió una reseña de este volumen que, al final, la vorágine del año 2009 impidió cumplir. Sirva esta pequeña valoración como enmienda a tan imperdonable olvido.  

[5] Hispania Epigraphica Online. Pocos son los investigadores que, en Ciencias de la Antigüedad, además de dejar tras de sí un legado bibliográfico, son capaces de dejar, también, un legado instrumental que sirva, de verdad, como herramienta de trabajo, para generaciones futuras. Si Géza Alföldy, del que hablábamos más arriba, promovió el sensacional Epigraphische Datenbank Heidelberg, desde, al menos 2002, Joaquín L. Gómez-Pantoja se entregó en cuerpo y alma al volcado y migración de la revista tradicional Hispania Epigraphica, del Archivo Epigráfico de Hispania de la Universidad Complutense de Madrid -donde, quien escribe estas líneas, tuvo la ocasión de conocer al Prof. Gómez-Pantoja, que fue responsable del equipo técnico de la citada revista durante muchos años- a un formato web que permitiera búsquedas rápidas y que, como él solía señalar cuando exponía las fortalezas de esta base de datos, permitía, además, una modificación rápida de la editio de cualquier texto epigráfico. Ese formato web fue Hispania Epigraphica Online, una completa base de datos digital de inscripciones romanas que, todos, hemos utilizado y seguiremos utilizando ahora teniendo siempre in mente el buen hacer del Prof. Gómez-Pantoja en mantenerla activa e integrarla en las redes que, también bajo su iniciativa, se constituyeron en Europa para vertebrar ésta y otras bases de datos semejantes, de alcance también regional, como por ejemplo el proyecto EAGLE-Europeana network of Greek and Latin Epigraphy.

El universo de la Historia Antigua de España pero, también, el de la Epigrafía Latina, están en deuda con el Prof. Gómez-Pantoja desde el pasado miércoles. El modo de vivir la vida nunca es indiferente, siempre se deja alguna huella, como bien sabemos quienes nos dedicamos a la lectura de algunas de esas huellas en las evidencias arqueológicas o en las epigráficas, más individuales, acaso, estas últimas. Dios juzga siempre, los hombres lo hacemos a menudo. La producción científica que aquí se ha glosado, con ser imprescindible y, como se dijo antes, prospectiva para el futuro, no es, sin embargo, el principal legado de Joaquín L. Gómez-Pantoja aunque sí es un legado con el que podremos seguir disfrutando cada vez que queramos encontrarnos con él en la soledad de esas bibliotecas que tanto él frecuentaba. Es cierto que el legado de un maestro pervive en su obra, pero no sólo en su obra. Todos estamos en deuda con este investigador porque, en su extensa e impagable generosidad, todos recibimos de él los favores que le pedimos -ahora podemos, sin duda, seguir pidiéndole alguno, con la certeza de que nos los concederá desde el Cielo- y, además, salimos siempre reconfortados por su alegría, su sabiduría -sobre mundo antiguo y no sólo sobre mundo antiguo (proverbial era su afición a las plumas)-, su admiración por los demás -incluso por aquéllos con los que podía tener lógicas diferencias- y su buen humor, en cada ocasión que pudimos compartir con él que, además, siempre se nos hacía corta. Por eso, y para terminar, cerramos este homenaje, con tintes de tabula gratulatoria, empleando esa expresión de gratitud -ago gratias- que, aunque no muy frecuente, sí aparece, en ocasiones, en algunos epitafios romanos, especialmente africanos (CIL, VIII, 13134 o 25471) y que le haría a él especial justicia sabiendo que, además, ésta la asumirán muchos de esos colegas a los que entregó parte de su tiempo y de su vida Joaquín L. Gómez-Pantoja. ¡Hasta siempre, amigo! ¡Cuídanos!