SORIONEKU

 




[Foto y calco de la mano de Irulegi, © Gobierno de Navarra, vía Wikipedia]

Hace algunas semanas, como hacemos todos los que gestionamos un blog del tipo que sea, revisábamos cuáles eran las entradas que, en estos quince años de andadura de Oppida Imperii Romani, habían acumulado más visitas, más lectores y, también, más comentarios. Y nos sorprendíamos de que fueran las agrupadas en la etiqueta Vascones las que, en algunos casos -como ésta, "Navarrorum", algunos de cuyos contenidos viene bien repasar a propósito de esta nueva entrada- rozaban los 5.000 lectores. La semana del 14 de noviembre nos ha confirmado por qué es así y, precisamente, esa confirmación y el modo cómo ésta se ha producido a nivel mediático y social nos parece justifican esta nueva -y me consta que esperada- entrega de nuestro blog sobre Antigüedad.

Efectivamente, como sabrá el lector que ha llegado hasta este post, en la mañana del lunes 14 de noviembre, la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, acompañada de responsables de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, autoridades del Valle de Aranguren y los Catedráticos y colegas, Joaquín Gorrochategui, de la Universidad del País Vasco, y Javier Velaza, de la Universidad de Barcelona, presentaba el hallazgo, en junio de 2021 y en el oppidum de Irulegi, de una pequeña mano de bronce con la que parece ser la atestiguación más antigua del paleovasco -con nada menos que 2100 años de antigüedad- conocida hasta la fecha casi estrictamente contemporánea -algo anteriores éstos, de hecho- a los testimonios de antropónimos vascónicos presentes en una inscripción que, sorprendentemente -como sucede con otros datos procedentes de las fuentes literarias sobre los Vascones antiguos- ha sido poco citada en el revuelo mediático que la ya conocida como "mano de Irulegi" ha desatado en estas últimas jornadas, el Bronce de Áscoli (CIL I, 709). La palabra en cuestión, sorioneku, algo así como "buena fortuna", se ha convertido en trending topic como podrá comprobar quien la busque con dicho hashtag en redes sociales, particularmente en Twitter a pesar de ser la única cuya filiación lingüística ha podido plantearse entre las cuatro líneas que articulan este breve pero apasionante texto. 

Como se ha explicado sobradamente por sus estudiosos, en particular en este clarísimo vídeo de Joaquín Gorrochategui viralizado por EiTB o en este otro en el que el protagonista es Javier Velaza, la inscripción está escrita en un signario, el ibérico, adaptado para dar cabida a un sonido específico de la lengua vascónica -resulta interesante marcar que no se habla ya de "paleovasco" sino de lengua vascónica, por coherencia con la etnia histórica que se asume debió hablarla en la Antigüedad, los Vascones y porque no está clara la relación entre esa lengua vascónica de los últimos siglos antes de la Era y la lengua vasca actual-, y con unas líneas-guía y una incisión de los caracteres a través de círculos que remiten al hábito epigráfico celtibérico. La primera palabra, sorioneku, permite pensar en un carácter apotropaico para la pieza -que apareció en un claro contexto arqueológico en una de las viviendas del castro de Irulegi, destruido en el marco de las guerras sertorianas que afectaron especialmente al territorio actualmente navarro- contexto que es, además, el que ha llevado a los estudiosos a convertirla en, efectivamente, el texto en vasco más antiguo conocido, como han difundido todos los medios, por ejemplo este artículo del siempre prolífico Vicente G. Olaya para El País.

Quizás por el claro aprovechamiento político que el Gobierno de Navarra -con su Presidenta a la cabeza- ha hecho del tema la noticia ha tenido una repercusión extraordinaria que, como expertos en la cuestión vascónica, nos ha implicado en parte, sin apenas buscarlo. Así, desde la misma mañana del lunes 14, en que a través del Servicio de Comunicación de la Universidad de Navarra, nos contactaron del Centro Territorial de TVE en Navarra, -que, de la mano de Uxue Villanueva emitió la noticia el martes en el informativo de mediodía- no han faltado ocasiones para colaborar con ABC -que publicó un artículo con nuestra opinión, quizás de titular no demasiado afortunado, esa misma noche, en su edición digital-, con Diario de Navarra -que nos cedió su tribuna en la jornada del miércoles en un destacado reportaje sobre el hallazgo, y sobre los Vascones, firmado por Nerea Alejos-, con COPE Navarra -que nos entrevistó el martes durante la mañana- y, también, hace apenas unos días, con Radio Universidad de Navarra, en una ejemplar entrevista conducida por un equipo de alumnos de las Facultades de Filosofía y Letras y de Comunicación. Los enlaces anteriores y los materiales que se colocan a continuación permitirán al lector conocer nuestra opinión sobre tan singular hallazgo más allá de lo que, desde todas las perspectivas, se ha publicado estos días en numerosos medios nacionales y, también, incluso, internacionales (The Guardian o Euronews, entre otros). Como nuestros alumnos de Doctorado van siempre por delante, uno de ellos, Javier Larequi -a quien debemos, en realidad, la alerta sobre la rueda de prensa de presentación del documento, en streaming- y que trabaja, precisamente, sobre Vascones antiguos, publicó una interesante valoración en su recomendable blog pocas horas después del hallazgo cuyo contenido, escueto e incisivo, compartimos plenamente.


Parte del éxito -y de la polémica- de la noticia, más allá del indiscutible interés de la pieza, ha partido del sensacional boato que acompañó su presentación y que, en Navarra, ni siquiera lo mereció la llegada, el pasado mes de junio, del sensacional togado de bronce del siglo II d. C. que, procedente de las excavaciones históricas de la Pompelo romana, apenas sí fue recibido por la Consejera y no por la Presidenta del Gobierno pese a ser, como destacó la prensa nacional y hasta la agencia de noticias del Gobierno foral, una pieza única, quizás la máxima exponente en calidad y en estado de conservación de la estatuaria hispanorromana en bronce. Sin querer justificarlo, ha sido esa sugerente utilización política del hallazgo -en una Navarra que sigue debatiendo el alcance de la zonificación lingüística- la que ha provocado encendidas reacciones por parte de algunos que, amparándose en el lapso del tiempo transcurrido entre el hallazgo de la pieza (junio de 2021) y la presentación de la misma tras su oportuna limpieza, estudio y restauración (noviembre de 2022), han propagado en medios diversos -por ejemplo El Debate- la idea de que estábamos ante un nuevo Iruña-Veleia, la polémica que, en torno a la falsificación de una serie de óstraka con supuestos textos en vasco, sacudió la Arqueología peninsular hace ya algunas décadas y que acabó representando uno de los fraudes más lamentables de la investigación arqueológica en nuestro país. Esa actitud es, absolutamente, deleznable. Como destacaba ElDiario.es, la cadena de protección y de custodia del documento en las dependencias del Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra desde su hallazgo hasta su minuciosa restauración y su primera presentación pública ha sido ejemplar y ha estado presidida por todas las garantías. Desde luego, flaco favor hacen a la ciencia quienes, sean del signo que sean, tratan de descalificar un hallazgo tildándolo de falso sencillamente porque -según ellos- no conviene a sus intereses políticos o a sus propuestas culturales. No es ése el objetivo de la investigación histórica que, lógicamente, ha de servir a la verdad. Afirmamos todo esto, obviamente, sin pretender descargar de responsabilidad a quienes, culpables en parte del ruido mediático -y político- generado por la noticia han querido hacer un uso totalmente obsceno de la misma, quizás impropio de una pieza metálica de apenas 35 gramos, 15 centímetros de altura y 12 de anchura y que, en cualquier caso, ha provocado un debate social absolutamente apasionante en el que se han vertido no pocos tópicos y que, desde luego, ha quitado la razón a quienes consideraban que el estudio de los Vascones había ya incurrido en una especie de "bucle" estéril. El debate, además, ha vuelto a traer sobre la mesa las posturas vasquistas y navarristas -y sus tópicos- que, desde hace siglos, rodean a la "controversia vascónica", como, siguiendo una conocida expresión de Juan José Sayas, la calificábamos en este blog. Estos han sido tantos que conviene ordenarlos para, efectivamente, como es propio de nuestra profesión de historiadores, matizarlos en la medida de lo posible. Todos son absolutamente interesantes por tanto que nos acercan a la imagen que el imaginario colectivo navarro y vasco ha ido creando, a partir de los años, sobre los Vascones antiguos.

En primer lugar, y ya lo hicimos constar tanto en nuestro artículo para ABC como en la "tribuna" de Diario de Navarra, del hallazgo de Irulegi y de la atestiguación de esa palabra en "lengua vascónica", sorioneku, [1] no se puede concluir, en ningún caso, que el vasco fuese la lengua de referencia del territorio actualmente navarro en la Antigüedad ni que, como se ha llegado a proclamar en ámbitos políticos, eso muestre que el euskera es "parte consustancial de la identidad de los navarros" o que "Nafarroa (...) es vasca de la Ribera al Roncal y de Baquedano a Viana". No es un problema de "incomodidades", como se ha dicho, es un problema de evidencias. En el debate mediático generado por la noticia prácticamente nadie -apenas lo hemos leído en algún post personal, no institucional, en redes sociales- ha recordado dos cuestiones que son fundamentales y que ya trajimos a debate en dos entradas recientes sobre Vascones antiguos en este espacio: "Dein Vascones" y "Navarrorum". La primera, que con los testimonios que tenemos -y la palabra sorioneku no añade nada nuevo al respecto- no podemos afirmar, al menos hasta la fecha, que, como ya escribiera el lingüista Javier de Hoz, el euskera fuera ni la lengua mayoritaria ni la lengua de la elite de los Vascones antiguos que, de hecho, eligieron la lengua celtibérica, por ejemplo, para los rótulos de sus monedas adaptando el signario ibérico, como en la mano de Irulegi, para dar cabida a sonidos específicos del paleovasco. Si la moneda representa la autonomía local y es imagen cívica, resulta singular que la lengua en la que se escribieron sus leyendas no fuera esa "lengua vascónica" sino la lengua celtibérica. Es indudable -desde luego- que la mano de Irulegi ofrece el texto escrito en esa "lengua vascónica" más antiguo atestiguado y eso supone una sugerente novedad pero no puede, de esa novedad, concluirse nada parecido a lo arriba marcado en rojo. En segundo lugar entra en liza otra importante cuestión, totalmente obviada en el animado debate de estas semanas. A unos escasos 90 kilómetros del Valle de Aranguren, en la localidad navarra de Viana -perteneciente, es cierto, al territorio antiguo de los Berones pero, en cualquier caso, en el territorio de la actual Comunidad Foral- se están descubriendo prácticamente cada año de los últimos cuatro -en que Javier Armendáriz desarrolla excavaciones sistemáticas en el poblado de La Custodia con apoyo del Ayuntamiento de Viana y de Gobierno de Navarra- téseras de hospitalidad sobre distintos soportes todas ellas (ver repertorio aquí) escritas en lengua celtibérica y, por tanto, que remiten a un sustrato céltico que es indiscutible que formó parte fundamental del solar de Navarra en la Antigüedad y que resulta intolerable obviar. La Custodia, de hecho, también fue destruida en los mismos acontecimientos que destruyeron el oppidum de Irulegi. Podremos discutir, desde luego, si el uso de alguna suerte de paleovasco fue el elemento diferenciador que los Romanos percibieron entre parte de la población de la Navarra antigua -ésa a la que llamaríamos "vascónica"- y que ése hecho fuera el inspirador del etnónimo Vascones pero lo que no se puede hacer es ignorar la realidad de mezcla cultural, de trifinio ibérico, celtibérico y vascónico, que constituyó todo el Valle del Ebro en la Antigüedad -como ya escribiera hace décadas Guillermo Fatás y revisara, no hace mucho, Juan Santos, lo revisábamos en la entrada "Scripta Vasconica" de este blog- y que, a nuestro juicio, la propia secuencia de signarios y lengua atestiguada en la mano de Irulegi, de hecho, viene a corroborar. 

Si la nueva inscripción no puede demostrar que el vasco fuera la lengua mayoritaria -y, desde luego, no fue la única- de Navarra durante los tiempos antiguos, [2] tampoco tiene sentido utilizar la mano de Irulegi en relación con la presencia del euskera en el País Vasco actual o para "desmontar de un plumazo una parte significativa de las teorías de la 'vasconización tardía'" que, como es sabido, atribuía la entrada de la lengua vasca en la actual Comunidad Autónoma Vasca a movimientos de pueblos en los siglos de la tardoantigüedad. Aunque pudiéramos aceptar considerar Navarra parte del territorio vasco y que, efectivamente, ahora -pero también hace unas semanas cuando sólo contábamos con nombres de personas, divinidades o lugares- la lengua vasca tiene en Navarra su testimonio más antiguo, la mano de Irulegi no es evidencia suficiente para demostrar que el vascuence llegó al País Vasco desde Navarra una vez que todos los estudios -especialmente bien documentados por Fernando Wulff y por el propio Joaquín Gorrochategui- remiten a un sustrato claramente céltico en las evidencias toponímicas más antiguas del territorio que, administrativamente, forma el Euskadi actual. La altísima concentración de onomástica vascónica en territorio aquitano sigue remitiendo, a nuestro juicio de forma muy clara, a que la "vasconización" de los territorios indicados -si no también de los de la actual Navarra- está en relación con el área transpirenaica más que con el área autóctona. Piénsese que la nueva inscripción sólo es un testimonio más que añadir a una muy exigua concentración de evidencias -hasta ahora apenas antroponímicas, teonímicas y toponímicas- muy sueltas y sobre las que procede hablar a continuación. Vaya por delante que sobre esta cuestión -que incide en el propio "imaginario social" y político que se ha ido forjando sobre los Vascones, la revista Veleia, bajo la coordinación de Antonio Duplá, prepara un volumen monográfico del que ya se han corregido segundas pruebas y que debería ver la luz antes de final de este año de 2022. Algo sobre esa actual imagen social de los Vascones ya adelantamos hace algunos meses en la entrada "Aut Vasco, insuetus galeae", de Oppida Imperii Romani.

Efectivamente, como decíamos, el puzzle de la lengua vasca en la Antigüedad se ha ido configurando en los últimos años con unas pocas evidencias que, hasta el hallazgo de Irulegi, apenas sí se habían incrementado en fechas recientes. Como es sabido -y han recogido en utilísimos artículos los ahora estudiosos del nuevo bronce, Javier Velaza y Joaquín Gorrochategi (véase, especialmente, el reciente libro sobre el vasco-aquitano, publicado en las Prensas de la Universidad de Zaragoza por este último investigador)- esas evidencias se concentran en una línea muy estrecha de territorio que, comenzando en Andelo -de topónimo claramente éuscaro y con la inscripción de Likine (K. 28.1) como posible texto en paleovasco, no admitido unánimemente-, pasando por Muez -AE 1951, 283- y saltando prácticamente -hasta ahora- la Cuenca de Pamplona -excepción hecha de un bronce del Museo de Zaragoza genéricamente procedente de Aranguren (K. 29.01a) y del topónimo Pompelo con el componente vasco ilu, "ciudad"-, concentra el mayor número de evidencias -en inscripciones que van desde la época republicana (como el Bronce de Áscoli) hasta la época imperial romana (como las de Lerga -IRMN 50-, Ujué -IRMN 34- o Valpalmas -AE 1997, 934-, entre algunas otras)- en los actuales territorios de la Navarra Media Oriental (Comarca de Sangüesa) y las Cinco Villas de Aragón donde los jinetes Segienses de la turma Salluitana exhiben, de hecho, nombres vascos mezclados con otros ibéricos y aun indoeuropeos. Por tanto -contra lo que se ha dicho en algunos medios o se ha proclamado por algunos en entrevistas[3] no puede admitirse que se afirme que el oppidum de Irulegi o la Cuenca de Pamplona fue el corazón del territorio vascón. Nada más lejos de la realidad. Los únicos espacios en que la antroponimia, la teonimia y la toponimia convergen a favor de ese carácter "vasco" de la población -en el caso de Segia, además, profundamente mezclado- son los territorios más orientales de ese "territorio vascón" probablemente magnificado por la controvertida lista de póleis de Vascones de Claudio Ptolomeo

Si, a tenor de lo dicho, la Cuenca de Pamplona no es el corazón de los antiguos Vascones, [4] tampoco puede afirmarse que Pompelo -o antes de la fundación de la ciudad, el oppidum de Irulegi- fuera la capital de los Vascones por más que, efectivamente, ese castro desempeñase algún papel vertebrador de carácter territorial en el valle y en la Cuenca. No hay en los textos antiguos que hablan sobre Pompelo evidencia alguna para afirmar eso y hacerlo nace más de un interés político de retrotraer al pasado la actual capitalidad de Pamplona en la Comunidad Foral. Como es sabido, es un texto de la Geografía de Estrabón (Str. 3, 4, 10) el que habla de Pamplona en los siguientes términos: "algo más hacia el interior de la Jacetania, en dirección al norte, se encuentra el pueblo de los Vascones, con la ciudad de Pompelo que es, como si dijésemos, 'ciudad de Pompeyo'". Por más que, efectivamente, al caracterizarla Estrabón como ciudad de la etnia el geógrafo del Ponto pueda estar, como se ha traducido a veces, indicando algún carácter principal de este enclave más nos parece que, al ser una ciudad fundada por Pompeyo ésta tendría una naturaleza singular para el propio Estrabón que, de hecho, centra su pasaje en aludir a otras comunidades vinculadas en el Valle del Ebro a las acciones de los grandes personajes de la República romana: Osca, Calagurris, Ilerda, Celsa... 

En los días que siguieron a la presentación de la lámina de bronce que ha revitalizado la cuestión vascónica, comentábamos con uno de nuestros doctorandos que, en el aluvión de noticias y de informaciones que, sobre los Vascones, se estaban publicando en medios generalistas en esas jornadas, el siguiente hito iba a ser recuperar la idea de unos Vascones indómitos, no romanizados, resistentes a Roma y castigados por ella y que, en virtud de esa resistencia a la expansión romana habrían conservado su lengua. En la tarde del martes 15 de noviembre, y en esta cultura informativa que algunos han denominado "la tiranía del clic", la página de Facebook de Diario de Noticias de Navarra publicaba el post que se ve sobre estas líneas y que remitía a un útil reportaje de valoración de las posibilidades que ha ofrecido en estos años -y seguirá ofreciendo- el oppidum de Irulegi. Incluso, antes, en la misma tarde del 14 de noviembre, el diario Deia afirmaba, en el subtítulo de un reportaje publicado en su edición digital, que Irulegi "fue abandonado tras ser incendiado por tropas romanas". Dado que [5] no existe base alguna -es decir, no hay noticia alguna en las fuentes literarias de la Antigüedad- para pensar que los Vascones se opusieran a los Romanos, escoger un titular o encabezar un tweet con una afirmación como la aquí tratada resulta, cuando menos, totalmente tendencioso.  Como los dos reportajes matizaban, ya en el cuerpo de la noticia, Irulegi -como La Custodia de Viana- fue destruida en el contexto de las guerras sertorianas y lo fue porque tomó partido por uno u otro bando de los dos -el rebelde sertoriano y el senatorial pompeyano- en conflicto un conflicto que, de hecho, valió -y tampoco se ha puesto suficientemente esto en valor en los últimos días en la documentada información que se ha vertido para contextualizar el hallazgo- la que constituye la más antigua mención histórica a los Vascones en una fuente literaria, el pasaje de las Períocas de Tito Livio en que se habla de la marcha de Sertorio asolando las tierras de los de Cascantum, Bursao y Gracchurris y cruzando el denominado ager Vasconum (Liv. Per. 91 -el enlace lleva a un repertorio de fuentes sobre los Vascones antiguos, revisado en el libro homenaje a Mª Jesús Peréx, de reciente publicación-)- pasaje que debe fecharse en el año 76 a. C. Mezclar a estos con los várdulos o con los cántabros y hacerlos a todos Vascones, como se ha escrito estos días en la edición digital de El Correo tampoco es admisible y genera una información manipulada y sesgada -tendenciosa, de hecho, además de inexacta- que, como historiadores, debemos denunciar. Es más, el hecho de que los habitantes de Irulegi tomasen partido por un bando de los contendientes en la guerra de Sertorio sólo subraya su grado de implicación en los problemas que jalonaron el último siglo de la República romana y, en cierto modo, también su grado de Latinización como ha sostenido en trabajos recientes sobre las implicaciones jurídicas del bellum Sertorianum David Espinosa

En definitiva, la mano de Irulegi, cuyo hallazgo merece celebración y que, como afirmaba Javier Velaza en Diario de Navarra hace sólo unos días, conviene ahora estudiar con calma, no sólo revitaliza plenamente la cuestión -dada por cerrada imprudentemente por algunos- de los antiguos Vascones sino que, además, demuestra de qué modo ha de ser la investigación arqueológica -en Irulegi pero también en interesantes enclaves de esa área que concentra las evidencias "vascónicas" más nítidas como, por ejemplo, Santa Criz de Eslava- la que incremente nuestro conocimiento sobre un pueblo de la Antigüedad que, por unos días, se ha convertido, también, con el propio amuleto de Irulegi, en auténtico trending topic mediático 2100 años después de que Tito Livio los incluyera en su magna Historia de Roma y los vinculase a nuestro presente para siempre. Deberán ser las mismas instituciones que han liderado el aprovechamiento político y cultural del hallazgo las que decidan ahora si se comprometen para hacer posible esa investigación que siga regalándonos documentos escritos tan interesantes, o más incluso, que este que, en estas últimas semanas, ha sacudido la investigación en Historia Antigua peninsular. 

Sorioneku!







HISPANIA FLAVIA

 

Este año de 2022 se cumplen veinte años de la defensa, en una calurosa mañana del verano zaragozano, un 5 de julio, de la que fuera la Tesis de Doctorado del autor de este blog, dirigida por el Prof. Francisco Beltrán Lloris y juzgada, en la Universidad de Zaragoza, por un Tribunal compuesto por los Profs. Juan Manuel Abascal (Universidad de Alicante), Francisco Marco y Mª Victoria Escribano (ambos de la Universidad de Zaragoza), Estela García Fernández (Universidad Complutense de Madrid) y Juan Francisco Rodríguez Neila (Universidad de Córdoba). La Tesis llevó por título "Edictum", "municipium" y "lex": motivaciones, formas jurídicas y consecuencias de la extensión del ius Latii y de la municipalización de Hispania en época flavia (69-96 d. C.) y tomó forma en dos volúmenes, uno de repertorio epigráfico -con 496 inscripciones y cerca de 480 páginas, que permanece inédito- y otro de análisis histórico-institucional -de 662 páginas- que fue el que, en cierto modo, vio la luz, debidamente adaptado para su publicación, en un volumen de las International Series de los British Archaeological Reports de Oxford, Edictum, municipium y lex: Hispania en época flavia (69-96 d. C.) (Oxford, 2004) que mereció una entrada en este espacio hace algunos años justo en el momento en que pudimos ofrecerlo para consulta en open access.


Muchos son los recuerdos de aquél día que permanecen imborrables en nuestra memoria y que, entiendo, acompañan a todo aquél que se ha aventurado a la sensacional -también dura y exigente, a veces solitaria, pero siempre gratificante- aventura de adentrarse por los procelosos pero apasionantes caminos de la investigación doctoral, base, punto de arranque -nunca de llegada- de la carrera académica y de la profesión investigadora -y docente- universitaria. Los primeros pinitos con una presentación de Power Point -pues en esos años éste empezaba a abrirse camino entre los académicos de Humanidades, tanto que algunos de los "clasicistas" del Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad de Zaragoza optaron por llamarle, el punctus potens-, los nervios de la puesta en escena en una Sala de Grados del Departamento de Geografía totalmente abarrotada -entre los asistentes, incluso, quien es ahora obispo de la ciudad de Zaragoza, D. Carlos Escribano, entonces sacerdote recién ordenado y prestando su ministerio en la basílica parroquia de Santa Engracia, en la ciudad del Ebro-, la emotiva intervención de mi maestro, el Prof. Beltrán, al final del acto, sinceras palabras de aliento para una carrera académica -que ha tenido su culminación recientemente con la acreditación a Catedrático de Universidad y la efectiva promoción a dicho rango en la Universidad de Navarra- que, entonces, no hacía sino empezar y también la conversación entre los miembros del tribunal, en una mesa del zaragozano restaurante Txalupa, donde, por primera vez, escuché términos -como "sexenios" o "quinquenios" investigadores y docentes- que luego han marcado el día a día de nuestra dedicación como profesor universitario y donde, también, en el año 2010, celebraría mi obtención de plaza como Profesor Titular de Universidad en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Vendrían después varias estancias de investigación en el siempre grato Instituto de Arqueología de la Faculdade de Letras de la Universidade de Coimbra, los inolvidables años en el Departamento de Historia Antigua de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y, más recientemente, en estos últimos ocho vertiginosos años nuestra incorporación a un proyecto, el de la Universidad de Navarra que, precisamente, ha puesto en el fomento de las vocaciones a la profesión universitaria -el fomento del talento académico-, una de sus líneas estratégicas más claras en los últimos dos cursos académicos, un proyecto en el que siempre nos sentiremos cómodos colaborando y aconsejando pues, sencillamente, como escribió José Luis Comellas en un libro que marcó nuestro incipiente despertar a la vocación investigadora, en la adolescencia: "La Historia sirve para muchas cosas. Más sin duda de las que hemos enumerado aquí. Pero sirve sobre todo, no lo olvidemos, para conocer mejor el hombre y, por consiguiente, para conocernos -y formarnos- mejor a nosotros mismos: individual y colectivamente. el historiador, por razón de su profesión, podrá encontrar muchos empleos en la vida (...) Pero la satisfacción de luchar, con honestidad e ilusión, por conocer la verdad y el sentido de la aventura del hombre, es la mejor compensación, y por tanto la mejor 'salida' que existe en la profesión de historiador" (Historia: guía de los estudios universitarios, Pamplona, 1977). Y, lógicamente, como profesional de la Universidad, la realización de ese anhelo ilumina, o debe hacerlo, al menos, cada jornada.

Desde el punto de vista historiográfico, el momento de defensa de aquella Tesis era muy singular y los veinte años de perspectiva permiten, quizás, ahora, entenderlo mejor. En realidad, el Prof. Beltrán Lloris -con una praxis que luego ha consumado con trabajos referidos a la Epigrafía de la Hispania Republicana (DÍAZ, B., Epigrafía Latina Republicana de Hispania, Barcelona, 2008) y de la Hispania Julio-Claudia, ésta inconclusa, realizados por discípulos suyos- había concebido nuestro trabajo doctoral como una Tesis esencialmente epigráfica: un estudio de los rasgos propios del hábito epigráfico en época flavia algo que, en cierta medida, siempre con connotaciones históricas y sociales vinculadas al entorno cívico, hemos podido desarrollar en nuestro reciente volumen Liberalitas Flauia. Obras públicas, monumentalización urbana y e imagen dinástica del Principado de los Flavios (69-96 d. C.) (Sevilla, 2022), también reseñado aquí no hace mucho. Sin embargo, la deriva del trabajo hacia un estudio del acontecimiento que, sin duda, inició no sólo la "reconstrucción vespasianea de Hispania" -como la llamó R. K. McElderry a comienzos de siglo (Journal of Roman Studies, 8, 1918) en un artículo que tuvo eco en España gracias, sobre todo a otro, publicado décadas más tarde por Ángel Montenegro (Hispania Antiqua, 5, 1975) sino, también, la madurez institucional de las provincias hispanas, estuvo justificada por el contexto historiográfico del momento, contexto que, en cierta medida, se leía entre líneas en el obituario que, hace algunas semanas, publicábamos en Oppida Imperii Romani con motivo del fallecimiento del Prof. Julio Mangas. Desde, al menos, mediados de los años 80, la cuestión de la municipalización flavia había despertado el interés de autores como el propio Julio Mangas pero, también, de otros ilustres miembros de su escuela, como Juan Santos o, de la escuela del malogrado Gerardo Pereira, Estíbaliz Ortiz de Urbina que organizaron sobre la cuestión, en el año 1993, la segunda de las afamadas "Revisiones de Historia Antigua", promovidas por la Universidad del País Vasco, y que generaron un caldo de cultivo favorable al análisis sosegado -aunque no siempre lo ha sido- de las consecuencias históricas de la singularísima decisión de Vespasiano de otorgar el ius Latii, el derecho latino, uniuersae Hispaniae, a toda Hispania (SANTOS, J., y ORTIZ DE URBINA, E. (eds.), Teoría y práctica del ordenamiento municipal en Hispania, Vitoria, 1996) seguramente en el marco de la censura conjunta de aquél y de su hijo Tito, en el año 73 d. C., fecha que tuvo, también, su particular "epifanía histórica" en las excavaciones del pasado verano en la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo, como indicábamos en una anterior entrada de este blog. Como secuela de esa atención al fenómeno urbano hispanorromano de los últimos años del siglo I d. C. se celebraba en la Universidad de Sevilla en ese mismo año de 1996 -uno de los primeros coloquios científicos a los que tuvimos la oportunidad de asistir- el simposio "Ciudades Privilegiadas en el Occidente Romano" cuyas actas (Sevilla, 1999) -en las que se incluía un sensacional trabajo de Armin U. Stylow que, en cierto modo, inspiró el título de nuestra Tesis doctoral- evidenciaron muy bien, con la diversidad de enfoques, las dos escuelas -prácticamente irreconciliables- que existían en el momento respecto de la interpretación del sencillo texto de la Naturalis Historia de Plinio el Viejo que -en una de las pocas actualizaciones de un libro marcado por el desfase de sus fuentes, augústeas- documentaba el episodio de la extensión del Latium: Vniuersae Hispaniae, Vespasianus imperator Augustus iactatum procellis rei publicae Latium tribuit (Plin. Nat. 3, 30) y que se enfrentaban en varias de las cuestiones comprometidas por la citada noticia, como bien resumen la voz "Edicto de Latinidad de Vespasiano", de la Wikipedia.

Grosso modo, por un lado están -estamos- quienes -y ya en aquellos años en que, además, se cumplía el 150 aniversario del descubrimiento de la Lex Malacitana, conmemorado por un sensacional número monográfico de la revista Mainake (23, 2001), lo plateaban Géza Alföldy (ALFÖLDY, G., "Hispania bajo los Flavios y los Antoninos: consideraciones históricas sobre una época", en De les estructures indìgenes a l'organització provincial romana de la Hispània Citerior, Barcelona, 1998, pp. 11-32), Julián González (ya en su contribución a Ciudades Privilegiadas del Occidente Romano pero con la postura muy clara, más recientemente, en GONZÁLEZ, J., "La Lex Flavia municipalis y los municipia Hispaniae", en Vespasiano e l'Impero dei Flavi, Roma, 2012, pp. 97-109), Antonio Caballos (CABALLOS, A., "Latinidad y municipalización de Hispania bajo los Flavios: estatuto y normativa", Mainake, 23, 2021, pp. 101-120) o la sensacional monografía sobre El municipio latino: origen u desarrollo constitucional (Madrid, 2001), de Estela García Fernández- pensábamos que el expediente municipal derivado del derecho Latino implicaba la transformación en municipios, de todas las comunidades hispanas que, hasta entonces, no disfrutaban de un estatuto privilegiado, por otro lado quienes, amparándose en la desigual evidencia material de esa municipalización, sostenían que no sólo la municipalización no fue efectiva en todas las regiones de Hispania -y como ésta se articulaba a través del derecho Latino tampoco la extensión del mismo- sino que, además, se habrían generado una serie de estatutos intermedios, de "municipios virtuales" (ORTIZ DE URBINA, E., "Derecho Latino y municipalización virtual en Hispania, África y Galia", en SANTOS, J., y ORTIZ DE URBINA, E. (eds.), Teoría y práctica del ordenamiento municipal en Hispania, Vitoria, 1996, pp. 137-153, aunque también en su contribución a la última edición, la VII, de las "Revisiones de Historia Antigua" -Vitoria, 2012- pp. 633-654, volumen en que puede verse, también, pues se recogió, el debate suscitado por la cuestión) que sólo en unos pocos casos -prácticamente circunscritos a la Bética- habrían cristalizado en municipios optimo iure quedando otras de las ciudades en una interinidad permanente que no los sacó de lo que, en concreto Patrick Le Roux, y parte de la escuela francesa de Michel Humbert, notablemente David Kremer (Ius Latinum. Le concept du droit Latin sous la République et l'Empire, París, 2006), han denominado el oppidum Latinum (contra este término y sus problemas documentales y jurídicos puede verse nuestro trabajo en Fauentia, 29-2, 2007). Si, efectivamente, quienes hemos defendido el uso del expediente latino como medio por excelencia de la integración de las comunidades indígenas en la órbita de Roma, hemos seguido trabajando -especialmente gracias a David Espinosa (Plinio y los oppida de antiguo Lacio. El proceso de difusión del Latium en Hispania Citerior, Oxford, 2014)- en torno a la historia de ese expediente colonial, primero, y municipalizante, después, la opción de que existiera ese estadio intermedio entre la comunidad peregrina y el municipio se ha seguido manteniendo, incluso, en publicaciones recientes, siempre útiles para estimular el debate (por ejemplo varias contribuciones del utilísimo volumen de ORTIZ DE URBINA, E. (coord.), Ciudadanías, ciudades y comunidades cívicas en Hispania (de los Flavios a los Severos), Sevilla, 2019).

Veinte años después de nuestra Tesis de Doctorado, con fecha 11 de noviembre de 2022 se ha defendido en la Universidad de Salamanca, sensacionalmente dirigida por Manuel Salinas de Frías, una Tesis titulada Hispania bajo la dinastía flavia (69-96 d. C.) y firmada por David Gordillo Salguero. Ha sido juzgada por un tribunal que hemos tenido el honor de presidir -lo que, sin duda, ha traído a nuestra memoria no pocos recuerdos del día de la defensa de nuestra tesis doctoral, ambientada en el mismo periodo histórico- y del que han formado parte, también, Eva Mª Morales, de la Universidad de Granada -autora de un volumen de referencia sobre la municipalización flavia hispana (MORALES, E. Mª., La municipalización flavia de la Bética, Granada, 2004)- y Juan José Palao, de la Universidad de Salamanca, vinculado también al periodo por su trabajo sobre la legio VII Gemina (PALAO, J. J., Legio VII Gemina (Pia) Felix: estudio de una legión romana, Salamanca, 2006). Se trata de un trabajo tan sólido como voluminoso -casi 1400 páginas incluyendo unos útiles y bien documentados anexos- y que, sin hacer de la extensión del derecho Latino el centro del periodo (a él se dedica sólo un amplio capítulo, pp. 337-540), consigue, más bien, conectar esa singular decisión de Vespasiano con aspectos económicos, fiscales, territoriales e ideológicos de una dinastía, la flavia, a la que, con acierto, se le concede, respecto de Hispania, un protagonismo casi "fundacional" como el que, en los últimos años, se le está concediendo a Augusto (GÓMEZ-PANTOJA, J., "Augusto, pater Hispaniarum", en SÁNCHEZ MORENO, E., y GÓMEZ-PANTOJA, J., Protohistoria y Antigüedad de la Península Ibérica. II. La Iberia prerromana y la Romanidad, Madrid, 2008, pp. 450-463).

Para valorar el modo cómo concibe la cuestión que hace veinte años centró nuestra Tesis de Doctorado y testear, de ese modo, en qué se ha avanzado en estas dos décadas y, también, qué problemas siguen, en cierto modo, abiertos, nos parece lo más ponderado citar aquí algunos pasajes concretos de las Conclusiones (pp. 783-808) que preceden la parte de anexos del trabajo, cuya portada encabeza este post de Oppida Imperii Romani, ilustrado también con las cubiertas de uno de los volúmenes de nuestra Tesis de Doctorado y de la monografía oxoniense resultante del mismo. 

[1.] "Pero, sin duda, la decisión de mayor alcance territorial impulsada por los Flavios fue la extensión del derecho latino, de la que tenemos constancia gracias al testimonio de Plinio el Viejo. Paradójicamente, buena medida parte de los problemas que rodean a la comprensión de esta medida derivan del carácter ambiguo y lacónico de la noticia pliniana, así como de los problemas de transmisión del texto" (p. 792)

[2.] "En mi opinión, la decisión adoptada por dicho emperador parece responder a una mayor planificación, que puede ser comprendida si analizamos los principales beneficios que reportaba la extensión de este privilegio. Por un lado, la concesión suponía una ampliación sustancial de los derechos de los habitantes de los habitantes de las comunidades beneficiarias. En cuanto al estatuto jurídico de los habitantes de estos municipios flavios, resulta admisible reconocer la existencia de una ciudadanía latina libre, a la que se alude en varios pasajes de la lex Irnitana" (p. 793)

[3.] "De este modo, la concesión del derecho latino permitió satisfacer las aspiraciones de integración de los provinciales, especialmente, de las élites locales, mediante la extensión de un privilegio que no supuso la detracción de ingresos a las arcas públicas, sino más bien todo lo contrario. La aplicación del Latium derivó en una mayor presión tributaria sobre estos territorios, al tiempo que ofreció a la cancillería imperial un valioso instrumento de control fiscal sobre las antiguas comunidades estipendiarias, libres o federadas. Es posible que estas dos razones estuviesen entre las principales motivaciones de la medida vespasianea" (p. 795)

[4.] "En cuanto a la fecha de la concesión, tenemos constancia epigráfica de que estaba en vigor, al menos, desde el año 74. En ausencia de otros testimonios que nos obliguen a retrasar dicha cronología, resulta admisible aceptar la hipótesis tradicional sobre la asociación entre la censura del 73/74 y la extensión del derecho latino" (p. 795)

[5.] "Un análisis de las escasas, pero representativas, referencias a los órganos de gobierno de estas ciudades con anterioridad a su transformación en municipios de derecho latino muestran que, pese a la diversidad de experiencias organizativas, y a las diferencias regionales, dichas comunidades mostraban en su conjunto una notable adaptación a las formas de organización propiamente romanas" (p. 797)

[6.] "En este sentido, el análisis de conjunto de la incidencia de la municipalización flavia en Hispania nos permite reafirmar la conclusión sobre el alcance universal de la medida vespasianea. En líneas generales, la impresión que se obtiene de la confrontación de las evidencias epigráficas y arqueológicas es que la concesión del derecho latino no operó grandes cambios estructurales en las comunidades, ni tampoco en la red de poblamiento de Hispania. En la práctica mayoría de los casos, la extensión de este privilegio constituyó el reconocimiento a una trayectoria histórica y a un proceso de integración a muchos niveles" (pp. 797-798)

Si bien el autor de este monumental trabajo no se considera estrictamente partidario de que el Latium, el derecho Latino, y el municipium, la conversión en privilegiadas, bajo el expediente municipal latino, de todas las comunidades que, para el 73 d. C. no disfrutaban, todavía, de ese estatuto o del colonial -también privilegiado- (pp. 415-442) el modo cómo explica las razones de tan extraordinaria como apasionante medida, la forma cómo conecta ésta con el conocimiento de las posibilidades de Hispania derivado de los avatares del gobierno augústeo y julio-claudio y, también, de la guerra civil y, por supuesto, de la propia ideología del gobierno flavio, el modo cómo -a nuestro juicio favorablemente- resuelve tanto la fecha de la concesión del ius Latii como sus principales efectos y la virtud que éste tuvo de reconocer el ajuste a Derecho -heterogéneo pero ajuste- de las instituciones locales indígenas preexistenes convierte esta obra -a espera de que se publique y difunda- no sólo en una feliz coincidencia tras veinte años de nuestro trabajo sino, también, en un trabajo que habrá de ser de referencia y que sigue mostrando la vivacidad de muchas cuestiones, que siguen abiertas, en la Historia Antigua de la península ibérica que, con esta nueva Tesis, está de completa enhorabuena.



MAGISTER INCOMPARABILIS

 

[Julio Mangas Manjarrés, 1940-2022]
[Foto: © Paula Faus, Los Bañales]

A la velocidad que pasa el tiempo uno tiene la sensación de que, efectivamente, en este último año se está marchando una generación de historiadores de la Antigüedad ciertamente irrepetibles como los recientes y tristes fallecimientos de Paul Veyne (1930-2022) -el gran estudioso del fenómeno socio-cultural del evergetismo antiguo, entre otras muchas cuestiones- o de Joyce Reynolds (1918-2022) -una de las promotoras del estudio de la epigrafía de las provincias africanas- han vuelto a subrayar. Oppida Imperii Romani comenzó su andadura en el año 2008 y lleva, por tanto, en funcionamiento, quince años. En sus entradas nos hemos visto tristemente obligados -¡pero era de justicia!- a hacer memoria de varios colegas irrepetibles que nos han regalado las Ciencias de la Antigüedad de los últimos cincuenta años y a quienes, además, con mayor o menor grado de familiaridad, hemos tenido la suerte de conocer. Así, hemos dedicado ya necrológicas al Prof. Géza Alföldy (1935-2011) y, más recientemente, al Prof. Joaquín Gómez-Pantoja (1953-2020), ambos, además epigrafistas si bien en esta larga década de vida de este blog nos han dicho adiós para siempre personalidades tan importantes para las Humanidades Clásicas como lo fueron, Francisco Rodríguez Adrados (1922-2020) o José Mª Blázquez (1926-2016) que, pese a no ser exclusivamente epigrafistas -aunque el segundo de ellos lo fue en muchos de sus trabajos practicando una "Historia Antigua total" que, lamentablemente, ha empezado a resultar excepcional en los tiempos que corren- bien habrían merecido un obituario en este órgano que, sin embargo, ha rendido homenaje sólo a quienes han hecho de la Epigrafía su dedicación fundamental.

Pues bien, hace sólo unas semanas, el pasado 20 de octubre, jueves, nos dejaba Julio Mangas, Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid de la que había sido nombrado Emérito en el año 2011, una triste noticia de la que, en estos últimos días, tanto el diario asturiano La Nueva España -pues fue en Oviedo donde, entre 1973 y 1984, en que marchó a Madrid- generó su primera auténtica escuela de investigadores y maduró como  historiador tras sus años de estudiante en la Universidad de Salamanca- como el de tirada nacional El País, se han hecho luctuoso, emocionado y justo eco. Si a cualquiera en el mundo académico se le conoce por quien ha sido su maestro pero, también, se perpetúa, en cierto modo, a través de la que ha sido su escuela, maestro y discípulos de Julio Mangas han sido, sin duda, la mejor tarjeta de presentación de quien, como se recordaba en la necrológica de La Nueva España, consideraba que sus discípulos acababan siendo colegas y hasta -si es que esto es posible en una personalidad tan destacada como la del Prof. Mangas- sabiendo más que él, superándole. Por contextualizar, en este sentido, Julio Mangas fue el primer discípulo de José Mª Blázquez y, siempre, se sintió en deuda con su maestro coordinando, en 1998, en Ediciones Clásicas, el que, probablemente ha sido -acaso junto a los Debita uerba con que, con dos volúmenes y casi 800 páginas, algunos de sus discípulos rindieron a Mangas homenaje en 2013- uno de los más voluminosos libros de homenaje de cuantos han generado las Ciencias de la Antigüedad en España, con hasta seis volúmenes que el propio Mangas coordinó junto a otro destacado discípulo de la escuela de Blázquez, Jaime Alvar. Director de casi una treintena de tesis de Doctorado, pertenecen a su escuela, entre otros nombres, los de Juan Santos, Narciso SantosEstela García Fernández, Rosa Cid, Julián de Francisco, Charo Hernando, Sabino Perea, Paloma Balbín o, ya más recientemente, Miguel Ángel Novillo o David de Martino con quienes, por nuestros comunes intereses epigráficos, hemos tenido, desde hace años, el estimulante privilegio de colaborar. Y, lo cierto, es que quien escribe esta entrada -que había leído algunos de los inexcusables y, por tanto, clásicos, trabajos del Prof. Mangas, máxime porque algunos de ellos tocaban directamente con los que han sido algunos de nuestros intereses investigadores- conoció al Prof. Mangas, fundamentalmente, a través del quehacer, siempre entusiasta, vocacional y de servicio, de sus discípulos. Y, sin embargo, no fue hasta mayo de 2006, en un congreso sobre culto imperial en uno de sus destinos investigadores preferidos, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida -congreso cuyas actas, después, se publicarían convirtiéndose en un referente bibliográfico sobre la cuestión-, y, especialmente, en enero de 2014, en que -en el contexto de un tribunal de Tesis de Doctorado en la Universidad Nacional de Educación a Distancia- tuvimos ocasión de charlar con cierta calma y de comprobar esa bonhomía y ese interés real por los colegas que, muy oportunamente, se ha destacado en las semblanzas que se han publicado de él en estos días pero también en la que, excelente, abría (pp. 15-27) los Debita uerba antes citados, firmada, precisamente, por las dos primeras de las discípulas citadas en esta lista y que constituye una perfecta contextualización del pensamiento historiográfico, también político y académico de este singular investigador.

Hay encuentros que dejan huella y la conversación mantenida con Julio Mangas al comienzo de 2014 en las escaleras del edificio de Humanidades de Senda del Rey, en la UNED, antes de iniciar el acto de defensa de la Tesis doctoral de Víctor Cabañero, dejó en nosotros una profunda e imborrable huella que nos vino a la mente cuando el pasado día 20, mientras pronunciábamos, precisamente, una conferencia sobre la sostenibilidad de las ciudades romanas en el marco del Programa Excellence de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, tuvimos conocimiento de la triste noticia. No eran tiempos fáciles aquéllos para quien escribe estas líneas y, sin embargo, en medio de la tormenta desatada por aquellos acontecimientos, Julio Mangas nos habló de varios proyectos. El primero, casi inminente, el coloquio que estaba organizando sobre el bimilenario de Augusto, que, con notable éxito, se celebraría algunos meses más tarde en la Universidad Complutense y para el que, en aquella conversación, nos encargó actualizar lo relativo al territorio vascón para ese periodo (Gerión, 35, 2017, pp. 551-569). El segundo, su generosa propuesta de integrarme en el Grupo de Investigación sobre Ciudades Romanas, con sede en la Complutense, que él coordinaba y dinamizaba y, por último, su idea -que queda inconclusa- de seguir revitalizando los Testimonia Antiqua Hispaniae (ver ideología y filosofía del proyecto en Studia Historica. Historia Antigua, 13-14, 1995-1996) digno y moderno heredero de las Fontes Hispaniae Antiquae con las que él se había formado y con las que había, incluso, colaborado. El verdadero interés por las dificultades que estábamos atravesando y su afán por sanarlas con propuestas investigadoras atractivas e ilusionantes dejaron en nosotros -en cuestión de unos pocos minutos- una profunda huella que consolidó la admiración que, siempre, sentimos por él. No en vano, unos meses antes había formado parte del elenco de ponentes de la entonces octava edición de la Semana Romana de Cascante y habíamos tenido ocasión de, a petición suya, visitar con él la ciudad romana de Los Bañales en la que disfrutó contemplando los conjuntos epigráficos del pórtico occidental del foro de la ciudad, aparecidos en los dos anteriores ejercicios. La admiración que siempre profesamos por él, el cariño que nos brindó en vida y su excelente contribución al "fomento de los estudios sobre la antigüedad", como glosaba la necrológica de El País, nos han llevado a rendirle homenaje en estas humildes pero sinceras líneas destacando las que, nos parece, son algunas de sus más influyentes obras y trabajos en los que -pensando, sobre todo en las jóvenes generaciones de historiadores de la Antigüedad asiduas de este blog-, sin duda, su magisterio vivirá y perdurará a través de los siglos pues, al final, nuestra producción escrita no deja de ser una suerte de inmortalidad para quienes nos dedicamos a la academia. Cabe decir, a este respecto, que, lamentablemente, no abundan las publicaciones de Julio Mangas que puedan localizarse en acceso abierto en red, empresa ésta -la de su digitalización- que, quizás por el sensacional calado de muchos de sus trabajos -de los que aquí se destacarán y de muchos otros con ellos relacionados- pueda ser conveniente que acometan, por el bien de la disciplina y por la accesibilidad de su legado, sus más cercanos discípulos. 

[1] Como se ha destacado estos días, Julio Mangas fue el primer historiador de la Antigüedad que, en España y al abrigo de los enfoques historiográficos propios del momento, centrados en la Historia Social (ver La Historia Social en España: actualidad y perspectivas, Zaragoza, 1990, pp. 127-148) y, como él mismo explicaba en la primera página (p. 23), en la óptica marxista -citando El Manifiesto y El Capital- abordó el estudio de las poblaciones serviles en la Hispania Romana. Lo hizo en la que fue su Tesis de Doctorado, Esclavos y libertos en la Hispania Romana (Salamanca, 1971 -con histórica reseña de ARCE, J., en Archivo Español de Arqueología, 123, p. 213, entre otras que el libro mereció-). Lógicamente, su atención, en ese volumen (pp. 247-257, especialmente), a los gastos protagonizados por dichos colectivos sociales y la realización de un sensacional corpus epigráfico sobre la cuestión servil en Hispania (pp. 388-486) le llevó a componer su artículo "Un capítulo de los gastos en el municipio romano de Hispania a través de las informaciones de la Epigrafía Latina", Hispania Antiqua, 1, 1971, pp. 105-146 que, sin lugar a dudas, ha constituido el punto de partida para cuantos estudios se hicieron y se han seguido haciendo hasta hoy sobre el fenómeno munificente en las provincias hispanas. Desde sus primeros trabajos, por tanto, su dedicación a las fuentes epigráficas era absoluta como también nos parece una nota muy meritoria de su producción académica el hecho de que muchos de sus trabajos constituyeran las primeras aproximaciones modernas a cuestiones que, después -como pronto veremos- se han convertido en clásicas en la investigación sobre Historia Antigua peninsular. Ya en ese volumen, el Prof. Blázquez, en el prólogo (pp. 9-10) destacaba la "audacia y competencia" que mostraba esa auténtica opera prima de Julio Mangas que los años no han hecho sino validar.

[2] Esa atención a las fuentes epigráficas hispanas -que mantuvo durante toda su producción siendo habitual y constante editor de nuevos documentos- le acercó especialmente, en parte tras la estela de su maestro, a la Historia de las religiones antiguas peninsulares un asunto en el que José Mª Blázquez fue especialmente prolífico. Quienes, siquiera, hayamos rozado alguna vez la cuestión relativa a las creencias de las poblaciones paleohispánicas -evidenciadas en un recuerdo de naturaleza epigráfica y, por tanto, ya de época romana- nos habremos topado con su inexcusable "Die römische Religion in Hispanien während der Prizipatszeit", Ausftieg und Niedergang der Römischen Welt II, 18-1, Berlín, 1986 pp. 276-344 donde -en el célebre ANRW, gran colección alemana de actualización en boga desde los últimos años 60 hasta los 90 del siglo XX y que, con el trabajo de Julio Mangas cedía prácticamente, por primera vez, sus páginas a investigadores españoles- realizaba una exhaustiva nómina de las deidades vernáculas y romanas de los primeros siglos del Principado con arreglo a la evidencia epigráfica (con una filosofía parecida, pero en castellano, y más reciente, puede consultarse en red su artículo de idéntico título publicado en De Medio Aevo, 2-8, 2015, pp. 1-24). Desde luego, como hemos puesto de manifiesto no hace mucho -y lo hizo ya hace algunos años, en 1989, otro insigne miembro de la misma escuela, José Remesal-, la escuela del Prof. Blázquez, a la que Julio Mangas pertenecía, se caracterizó por una absoluta internacionalización que llevó la Historia Antigua que se hacía en España a cotas antes desconocidas en materia de impacto internacional. Una muestra de ello es esta contribución como también sus constantes estancias de investigación en Roma, Londres, París o Perugia. 

[3] Una de las razones que -al margen de las contribuciones que aquí se valoran y de su compromiso por promocionar los estudios clásicos- justifican la composición de este obituario es que Julio Mangas, entre sus múltiples intereses investigadores, siempre concedió un lugar muy especial a la cuestión urbana en la Antigüedad, no sólo a la ciudad, también al territorio como pulmón económico de aquélla, a la caracterización de ambos a partir de la evidencia escrita pero sin desdeñar, en absoluto, la arqueológica y, por supuesto, la epigráfica e, incluso, la numismática, disciplina a la que también se aproximó en varias ocasiones. Una obrita suya Aldea y ciudad en la Antigüedad hispana (Madrid, 1996) -publicada en la utilísima serie Cuadernos de Historia de Arco Libros- constituye una extraordinaria síntesis de los problemas y retos a que tuvo que hacer frente la gestión de la política urbana en la Hispania Romana, asunto al que también se dedicó en su igualmente inexcusable -especialmente para estudiantes universitarios- Leyes coloniales y municipales en la Hispania Romana, (Madrid, 2001). Respecto de los territoria urbanos, al margen de algún título que se citará más abajo, su volumen, con Miguel Ángel Novillo, El territorio de las ciudades romanas (Madrid, 2008), resulta, a nuestro juicio, por la calidad de las contribuciones recogidas y por el enfoque que las articula, uno de los mejores textos que se han compuesto en España, en los últimos años, sobre la cuestión. Más allá de estos títulos, universitarios o misceláneos, algunas de las reflexiones de Julio Mangas respecto de la realidad urbana en las dos Mesetas y, también, en el Noroeste, han establecido paradigmas interpretativos de referencia, por ejemplo, sus intuiciones sobre las ciuitates sine urbe (Ágalma: ofrenda desde la Filología Clásica a Manuel García Teijeiro, Valladolid, 2014, pp. 807-830), sus múltiples y ya clásicas intervenciones en el debate sobre la colonización y la municipalización de Hispania -en particular la de época flavia (su contribución al volumen Aspectos de la colonización y municipalización de Hispania, -Mérida, 1989- donde, de hecho, abordó un sensacional status quaestionis sobre la municipalización flavia de Hispania, pp. 153-172 o su aportación, sobre el mismo tema, y casi en la misma época pero centrándose en la Meseta norte, al libro Teoría y práctica del ordenamiento municipal en Hispania, Vitoria, 1996, pp. 223-239)- y, también, sus continuas aproximaciones a la vida urbana en territorios en los que trabajó especialmente como la Comunidad de Madrid, Castilla La Mancha o Castilla y León (con trabajos, incluso, recientes sobre algunas de las comunidades urbanas que más sorpresas están aportando últimamente en estas regiones: Gerión, 32, 2014, sobre Confluenta/Duratón o Gerión, 35, 2017, sobre Mantua Carpetanorum), aproximaciones todas que encontrará destacadas el lector en, por ejemplo, su página en dialnet y que, también, fueron recogidas (pp. 29-42) en el primer volumen del libro-homenaje Debita uerba, ya antes citado que tiene, también, la virtud de estructurarse en torno a los grandes temas que preocuparon a este inigualable investigador, a saber: Arqueología, urbanismo y patrimonio; historiografía antigua; Epigrafía, cultura y sociedad; culturas y pueblos prerromanos y, en menor medida, aunque también se dedicó a ello, Oriente y Grecia.

[4] Hispania Epigraphica. Ese sustantivo -Hispania- y su adjetivo -epigraphica- resumen, sin duda, uno de los legados que nos deja Julio Mangas a todos los que nos dedicamos a la Epigrafía Romana. Apenas llegado a la Universidad Complutense, en los años 80, puso en marcha la revista Hispania Epigraphica que, ya con veinte volúmenes y gestionada desde el Archivo Epigráfico que él contribuyó a crear, constituye el mejor órgano editorial de actualización sobre Epigrafía Romana en nuestro país a la altura del imprescindible L'Anée Épigraphique francés cuya filosofía pretendía implantar en España. Una revista -convertida después en la base de datos Hispania Epigraphica Online, como ya comentábamos en la necrológica de quien fue su principal impulsor, el Prof. Joaquín Gómez-Pantoja- que, como es sabido, da cada año cuenta de las novedades epigráficas que aparecen en España y en Portugal, perfectamente ordenadas geográficamente y comentadas por los miembros, siempre generosos, de un Equipo Técnico plural y extraordinariamente liderado en los últimos años por Isabel Velázquez y por Charo Hernando que, por razones obvias, han sentido, sin duda de un modo muy especial, la marcha de este insigne maestro. Hispania Epigraphica contribuyó, de hecho, a recuperar la filosofía de Hispania Antiqua Epigraphica, iniciada en los años 50 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y que había quedado bruscamente interrumpida en 1969, justo al alcanzar su vigésimo número. Huelga recordar aquí los servicios que Hispania Epigraphica ha prestado a todos los que trabajamos, en España y fuera de ella, con fuentes epigráficas al facilitarnos una información contrastada y actualizada que, de tener que generarla cada investigador por su cuenta, llevaría horas de trabajo y de dedicación que, con este órgano, quedan totalmente -o, al menos, en parte- simplificadas. También en su haber, pues un profesor universitario debe comprometerse, también con el desarrollo y la incentivación de nuevos órganos de trabajo para su disciplina, quedará el haber promovido, en sus años en Oviedo, la revista Memorias de Historia Antigua en la que consiguió que se publicaran extraordinarios trabajos, todos hoy de referencia, sobre los temas más diversos. 

[5] Quizás transcurridos cuarenta años, resulta difícil hacerse cargo de lo que, en aquellos primeros años ochenta, cuando Julio Mangas llegó a la Complutense o, incluso antes, en los setenta, cuando recaló en Oviedo, estaba todavía por hacer en la Historia Antigua de España en general y en los estudios sobre la Hispania Romana en particular. Con los trabajos de José Mª Blázquez, Ángel Montenegro y José Mª Solana como referentes (piénsese, por ejemplo, en el volumen 3 de la Historia de España de Gredos, sobre la Hispania Romana, aun válido en muchos de sus aspectos, y publicado en su primera edición en 1986) los docentes universitarios de aquella generación tenían por delante el reto -casi la obligación moral- de dar visibilidad a la buena investigación que se hacía en la Universidad española pero, también, el de acercar las grandes cuestiones, los grandes debates, de un modo asequible, al gran público empleando los cauces editoriales que, por entonces, se ponían en marcha o comenzaban a consolidarse en el contexto de la transición política en España (RBA Editores o Editorial Labor, por ejemplo, entre otros). Julio Mangas fue prolífico en esa dimensión y algunos de los títulos que compuso para dichas editoriales, tras casi cuatro décadas, siguen teniendo una validez como introducción totalmente sorprendente. Son auténticos "clásicos". Entre ellos podríamos destacar Los grandes imperios y civilizaciones. 5. El poder de Roma, Madrid, 1985 o La agricultura romana, Madrid, 1985, en la célebre colección Cuadernos de Historia 16 en la que participó también con otros títulos hoy disponibles en red aquí. Además, en se contexto, Julio Mangas realizó una antología de textos para la Historia Antigua de España como anejo de la Historia de España editada por Labor en 1986 ciertamente útil y pionera. En la misma línea -la de la alta transferencia- habría que destacar sus constantes colaboraciones, sobre temas bien diversos, con la revista La Aventura de la Historia que tanto ha contribuido al fomento de las vocaciones por la Historia en nuestro país. 

Con todo lo dicho, es evidente que, tomando la fórmula de algunas inscripciones cristianas de Roma (ICUR 2, 4457) Julio Mangas fue, ha sido -y va a seguir siéndolo a través de la perennidad de su producción científica- un magister incomparabilis con, efectivamente, "una vida dedicada a la Universidad", como se escribía en las primeras páginas de su libro-homenaje, varias veces citado en esta entrada. De algunos magistri romanos además, las inscripciones -por ejemplo en la Mauretania- se dice que fueron, además, homines boni (AE 2013, 2153) lo que, sin duda, podría decirse también del Prof. Mangas. Efectivamente, como han escrito sus discípulas en las semblanzas póstumas que se han difundido estos días, hay que desearle que la tierra le sea ligera como se deseaba a tantos finados romanos a cuyo estudio dedicó Mangas horas sin término a través de sus epitafios pero, también -convencido como está quien escribe este blog de que esta vida pide otra- que, como hizo en vida con sus colegas -y, al menos, sin duda, hizo con nosotros cuando pudimos disfrutar de tenerle cerca- cuide desde el cielo a esta disciplina nuestra, la Historia Antigua, que, sin él, acumula un vacío muy difícil de llenar, disciplina la nuestra que, además, está necesitada de todo tipo de tutelas y guías por parte, además, de quien, acaso por su formación como filólogo clásico, la entendió como una Historia total que, sin caer en la exclusiva unicidad de las fuentes escritas, diera juego a todas las evidencias disponibles, también a las materiales como tantas veces hemos reivindicado aquí en algunas entradas de la sección "Disputationes". Sin ese prisma, sin esa percepción, el legado que nos deja su investigación no sería el que hoy podemos disfrutar.

¡Contamos contigo, para ello, Profesor! ¡Muchas gracias!