HVMANISSIMA AC LIBERALISSIMA

 

[Cabecera de una tumba griega, con relieve representando a una mujer y su esclava, siglo II a. C., Getty Villa Museum, California]

Hace apenas unos días, quien escribe este blog ha tenido el sensacional honor de dictar una ponencia en una de las sesiones plenarias de la décimonovena edición del prestigioso Simposi d'Estudis Clàssics promovido por la sección catalana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos y celebrado entre los días 20 y 22 de octubre en la Facultat de Filologia i Comunicació de la Universitat de Barcelona, un marco arquitectónico y académico absolutamente incomparable. En la ponencia, que versó sobre el proyecto Valete uos uiatores -según se dijo en la introducción a la charla a cargo del presidente de la sesión, el Prof. Javier Velaza, ejemplo de cómo hacer que un trabajo con inscripciones y, en Los Bañales de Uncastillo, con cultura material romana, puede ponerse en el centro del debate público- comenzamos manifestando, como hemos hecho muchas veces ante nuestros alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra y, en alguna ocasión, en este mismo espacio, que nos consideramos, desde luego, si no filólogos clásicos frustrados sí, al menos, con "alma de clásicas" y, en cualquier caso, convencidos "clasicistas" un término muy empleado en el mundo anglosajón -que engloba los estudios de Antigüedad en el paquete de las Classics- que, comprobamos con agrado en esas jornadas barcelonesas, se está extendiendo notablemente por el mundo académico para definir a todos los que nos dedicamos, desde distintas perspectivas, a trabajar con el mundo clásico en sus distintas manifestaciones y, por tanto, a poner en valor la vigencia de su legado. El marco para esa manifestación de amor por lo clásico -y, en particular, por la lengua y la cultura griega y romana que aprendimos en nuestros años de estudiantes de Filología Clásica en las aulas de la Universidad de Zaragoza (algo sobre ello hemos recordado no hace mucho en otra entrada de Oppida Imperii Romani)- no podía ser más apropiado una vez que la edición de este año del citado encuentro, parafraseando a Tucídides a propósito de su sentido de la Historia (I, 22), llevaba el subtítulo Ktéma eis aiei: vigència i vivència del clàssics, es decir, "un logro para la eternidad: vigencia y vivencia de los clásicos". 

Entre los numerosos colegas promotores, participantes y asistentes al Simposi -también con presencia de representantes de la FIEC - Fédération internationale des associations d'études classiques- encontramos a estudiantes de Grado, estudiantes de Doctorado, jóvenes docentes -tanto de Secundaria como de Enseñanza Superior- y docentes más seniores apasionados por su trabajo con las Clásicas y, sobre todo, muy preocupados por la deriva que -como hemos denunciado en algunos posts anteriores de la etiqueta "Disputationes" y ha denunciado la propia Sociedad Española de Estudios Clásicos- está tomando la presencia -o, mejor dicho, ausencia- del Latín, del Griego y de la Cultura Clásica -y también de la Historia Antigua- en los planes de estudio de la nueva ley de Educación, la LOMLOE. Entre quienes mostraban esa preocupación podemos asegurar que había gente de todos los colores políticos como es bueno que así sea -y sucede, de hecho- en el mundo académico, que ha de ser siempre plural y que no será académico, desde luego, si no lo es. Catalanistas, progresistas, gente de izquierda, cristiano demócratas o liberales unidos por una bandera: la defensa de las "materias clásicas" -como suele denominarlas la SEEC en sus manifiestos- que, efectivamente, como se dijo en la clausura del encuentro, en la que intervino, además del Prof. Javier Velaza, el presidente del a FIEC que, a la sazón, es un español, el Catedrático de Filología Griega de la Universidad Autónoma de Madrid, Jesús de la Villa, hemos de esforzarnos por conseguir que resulten relevantes y que ocupen un destacado lugar en el debate social algo que, paradójicamente -y como muestra de que la legislación, a veces, no refleja los verdaderos intereses sociales sino, en este caso, incluso lo contrario- está fuera de duda en nuestro país donde escritores como Irene Vallejo, Emilio del Río o David Hernández de la Fuente -todos reputados académicos, además y que han pasado, o lo harán en breve, por el Diploma de Arqueología de la Universidad de Navarra- ocupan -con sus El infinito en un junco (Madrid, 2020), El hilo de oro (Barcelona, 2021) o Locos por los clásicos (Madrid, 2022) entre otros títulos- los primeros puestos en las listas de libros más vendidos demostrando el evidente appeal del mundo clásico que, efectivamente, sí importa, como recordábamos aquí en dos antiguas entradas de enero de 2020 y de junio de ese mismo año

De camino a la comida de clausura de las jornadas, paseando por la barcelonesa Rambla Catalunya, charlando con uno de esos colegas estuvimos hablando de esa situación tan penosa de esas materias clásicas en la Enseñanza Secundaria y en el Bachillerato y de la necesidad de articular una estrategia de defensa que haga valer lo que éstas aportan a nuestros estudiantes y a nuestra sociedad. En seguida, la conversación derivó a las incomprensiones que entre determinados colegas suscitaron los artículos que, entre diciembre de 2021 y marzo de 2022 publicamos sobre el maltrato a la Historia Antigua de la península ibérica en La Razón (todos accesibles desde esta entrada del blog) y, también, nuestras declaraciones respecto de lo que se estaba hurtando a los estudiantes al reducir ese periodo histórico al a nada en el Bachillerato en un reportaje publicado en el suplemento educativo de El Mundo, también accesible desde Oppida Imperii Romani. Seguramente, en este caso, como escribió Marshall McLuhan, el medio es el mensaje y para algunos, por su sectarismo, incluso una reivindicación justa y que constituye un imperativo categórico de orden moral -gustosamente obligatorio para quienes nos ganamos la vida enseñando Historia Antigua e Historia de Roma-, perdía todo su valor porque se vertía en medios diferentes a los que, según ellos, están en posesión de la verdad. Algo no funciona cuando si, intentando defender nuestra pasión por el conocimiento y por la humanitas, nos tropezamos con quienes creen que lo hacemos sólo y exclusivamente para confrontar o por simple oportunismo político. Y, sin embargo, si algo hemos descubierto en estos últimos años es que entregarse a esas causas -las de la defensa del patrimonio cultural, y, sobre todo, arqueológico y la de la dignidad académica de las Humanidades Clásicas- es una de las pocas cuestiones por las que vale la pena desgastarse, sin duda. Además de que en un buen y bien espíritu universitario -algo de ello comentábamos en nuestro anterior post, "Pro Uniuersitate", citando a Pedro Salinas-, en la acción diaria de cualquier intelectual, no cabe la neutralidad ante quienes -sean del signo que sean- se empeñan en denigrar un conocimiento que está en la base de lo que somos como personas y, especialmente, como europeos. 

Quien sigue Oppida Imperii Romani desde los comienzos pero, en particular, quien lo hace desde la definitiva revitalización de este espacio en 2020, sabe que, en muchas entradas, nos gusta, sencillamente, dejar que sean los autores grecorromanos los que hablen sobre determinadas cuestiones de actualidad pues estamos convencidos de su "vigencia", por recuperar uno de los términos que, junto al de vivencia, enmarcaba el sentido del Simposi que ha inspirado estas líneas. Dejemos, pues, a continuación, hablar al escritor, pensador y abogado romano Cicerón a través de varios pasajes escogidos de la parte final del discurso en favor del poeta Arquias (pro Archia poeta) que pronunció en Roma en el año 62 a. C., cuando se abrió un proceso contra Licinio Arquías que, en realidad, era una maniobra política contra su principal mecenas, Lucio Licinio Lúculo y que, en realidad, comprometía cuestiones relacionadas con las leyes de extensión de ciudadanía que habían sido proclamadas en los años 90 y 89 a. C., apenas treinta años antes del momento en que se compuso este discurso forense. No en vano a Arquías se le acusaba de aportar pruebas falsas para conseguir su estatuto de ciudadano romano, acusación que Cicerón desmontaría. 

Así escribe Cicerón, cerrando, prácticamente, su discurso de defensa de este poeta de Antioquía, ya mayor -contaba casi con sesenta años- cuando tuvo que enfrentarse a este proceloso proceso judicial: 

[VI, 12] "¿Piensas, tal vez, que podría bastarnos la materia de nuestros discursos cotidianos, siendo tan variados los asuntos, si no alimentáramos el espíritu con los estudios literarios (nisi animos nostros doctrina excolamus), o que nuestro espíritu podría soportar un esfuerzo tan sostenido, si no encontráramos también un esparcimiento (relaxemus) en esos mismos estudios literarios (his studiis litteris)? Por mi parte, confieso que me he entregado a estos estudios; avergüéncense los demás si se entregaron a la literatura de tal manera que ninguna ventaja pueden reportar al bien común o exponerla claramente a la vista de todos".

[VII, 16] "Mas, aunque tan gran provecho no se percibiera externamente (si his studiis delectatio sola peteretur), si esos estudios solamente reportaran un placer espiritual, sin embargo, comprenderéis, creo yo, que esta ocupación del espíritu es la más digna de una persona y de un hombre libre (hanc animam remissionem humanissimam ac liberalissimam). Pues mientras las demás no son propias de todos los tiempos ni de todos los lugares, estos estudios (haec studia) forman a la juventud (adulescentiam accuunt), deleitan a la vejez (senectutem oblectant), dan realce a la dicha (secundas res ornant), ofrecen solaz y refugio en la adversidad (aduersis perfugium ac solacium praebent), son un placer en la casa (delectant domi), no estorban fuera (non impediunt foris), velan con nosotros (pernoctant nobiscum) y nos acompañan en los viajes y el campo (peregrinantur, rusticantur)".

[VIII, 17] "Si, personalmente, nos sentimos incapaces de abordar estos estudios o de gustarlos, deberíamos, sin embargo, admirarlos (tamen ea mirari) incluso cuando los viéramos en otros".

Resulta difícil parafrasear a alguien como el Arpinate. Sin embargo, quizás compense detenerse en lo que dice en cada uno de los pasajes aquí seleccionados pues la riqueza léxica de cada expresión va mucho más allá de lo que la traducción escogida ha querido reflejar. En el primero, los studia relacionados con las letras se presentan como "alimento del espíritu" -aunque el verbo excolo está más relacionado con "cultivar" y conecta con la raíz misma del término "cultura"- y, también, como ocasión para el "esparcimiento" -aunque, también, el verbo relaxo tiene el sentido de "estirar" y se usa aquí con el sentido de engrandecer el conocimiento, de engrandecer nostra doctrina, "nuestro conocimiento" como dice Cicerón. En el segundo pasaje, en tono poético que casi resulta incluso musical y apto para la memorización, Cicerón define a los saberes humanísticos como "la más humana y más liberal forma de ocupación del espíritu", útiles tanto en la vejez, como en la juventud y presenta a éstos -y en particular a la poesía- como el verdadero refugio en el contexto de la adversidad convirtiendo los studia Humanitatis en materia que nos acompaña -¡'y debe acompañar!- en nuestras preocupaciones diarias. Es tal vez por ello que, en esta época atormentada, estemos volviendo -al menos socialmente, ¡lástima que las leyes educativas no vayan de la mano a esa demanda social!- a los clásicos quizás porque, como termina diciendo Cicerón, somos capaces de, cuando menos, admirar su valor y su poder educativo cuando lo vemos intrínsecamente personificado en determinados escritores o intelectuales que tanto están haciendo por su reivindicación y su recuperación o, quizás, porque percibimos su carácter de valores eternos, de "logro para la eternidad" como rezaba el aserto tucidídeo que se escogió como marco conceptual del Simposi que ha inspirado estas líneas.

Si esto es así, si la entrega a los studia humanísticos es la actividad más propia del hombre -en realidad, Cicerón dice, literalmente, que es la forma más humana y más generosa de cultivar el espíritu- parece coherente pensar que, efectivamente, la defensa de los clásicos, de su vigencia y de la vivencia que de ellos muchos tenemos -vivencia que es siempre nueva- será -se haga en el medio en que se haga y se haga señalando a quien se señale- una causa propia del hombre y propia, también, de los espíritus liberales, en el sentido latino del término que animamos al lector de Oppida Imperii Romani a descubrir. Por tanto, ni son hombres -o, al menos, no son humanos-, ni responden a esa etiqueta de liberalissimi quienes o no entienden nuestra insistencia en el valor de ese legado, o consideran que es una insistencia exclusivamente política o, directamente, tratan de borrarlo reduciéndolo a la insignificancia más absoluta en unos planes de estudio que, al prescindir de los clásicos, auguran, sin duda, un mal futuro para nuestro país. 

NOTA.- Se enlaza a los pasajes latinos en la sección correspondiente al Pro Archia poeta de Cicerón en la Perseus Digital Library. Se sigue la traducción de Victor-José Herrero Lorente para ediciones Aguilar (Cicerón, Defensa del poeta Arquias, Pamplona, 1963; existe, en cualquier caso, una traducción completa, en formato digital, tomada de la elaborada por Álvaro D'Ors, en 1940, para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con interesante introducción con que también cuenta -pp. 9-24- la edición de Aguilar).

PRO UNIVERSITATE

[Lienzo Sappho and Alcaeus, de Lawrence Alma-Tadema, 1881]

Quien, desde hace al menos tres años, frecuente Oppida Imperii Romani sabrá de sobra que ha resultado tradicional que este espacio se haga eco de algunas de las palabras que, quien gestiona este blog, ha dictado a estudiantes universitarios en ceremonias de apertura o de clausura de curso académico en distintas instituciones, muchas veces en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra en otras, en cambio, en otros foros académicos y, especialmente, aunque no sólo, universitarios (se puede acceder a la mayoría de ellas desde este post y desde éste, algo anterior). Como convencido clasicista, siempre con los clásicos como referentes -protagonistas, por ejemplo, de las últimas de esas palabras, las dictadas con ocasión de la Jornada de Bienvenida a Alumnos de la Facultad en el inicio del curso académico 2022-2023- en esas reflexiones compartidas siempre hemos intentado resultar inspiradores para nuestro público que, en cualquier caso, a veces, estaba quizás, demasiado aturdido por la novedad del momento -su estreno como universitarios- o se encontraba inquieto por la emoción de la despedida que suponía su graduación y su consiguiente salto al mundo profesional. Ello, también, como explicábamos en las últimas, nos ha llevado a plasmarlas por escrito para facilitar a quien las escucha -al escuchante, como diría el aclamado Emilio del Río- una lectura reflexiva y sosegada posterior. 

Es por ello que, de un modo casi providencial -y que, en parte, es resultado del privilegio de trabajar en una Universidad pequeña en el número de sus estudiantes pero grande en sus ideales y en la transversalidad activa entre sus colegas- apenas dictadas aquellas palabras de la sesión de bienvenida a la que antes aludía, descubrimos que un colega de la Facultad de Teología de nuestro campus, el profesor D. Lucas Buch, recomendaba en twitter a sus nuevos estudiantes y a sus compañeros del claustro universitario la lectura de un opúsculo de Pedro Salinas poco conocido -nosotros lo descubrimos gracias a esa recomendación- pero de título irresistible, Defensa del estudiante y de la Universidad, resultado de unas conferencias que el genial poeta de la Generación del 27 española dictó en la Universidad de Puerto Rico que le acogió durante varios años. El texto, del que existe una sabrosa edición de Natalia Varo Ferrero en Sevilla, en 2011, para la Editorial Renacimiento, debió componerse hacia el año 1940. Consciente de que el título ya valía la pena que le dedicáramos atención, nos decidimos a adentrarnos en sus páginas. Imprescindibles.

Muchas son las perlas que el opúsculo en cuestión arroja y que harán las delicias -como el librito completo- de quien crea en el futuro de la Universidad como institución de formación profunda, representativa, transformadora, humanística y quien, además, defienda el papel constructor de Universidad que deben ejercer los estudiantes asunto sobre el que hablamos ya con anterioridad en la última Disputatio que recogió este blog, con bibliografía. Así, por ejemplo, en él se reclama "que la Universidad sea, más que una escuela de entrenamiento profesional, un centro de formación del hombre y de orientación en su tarea vital al servicio de todos" (p. 43) y se recuerda que ésta, como institución, deberá ser "un recinto salvado de la consideración primaria de lo material, en el cual se llama la atención al hombre sobre los valores superiores y desinteresados de la vida, y se le invita a servirlos, a adherirse a sus ideales" (p. 69). Además, en la consecución de ese ideal, de esos logros y aunque, efectivamente, es la Universidad la que forma al estudiante, Pedro Salinas cuestiona si "¿hace la Universidad al estudiante o el estudiante a la Universidad?" (p. 39) proponiendo, de hecho, un perfil de estudiante deseable, y que las Facultades universitarias deben "cuidar, desarrollar y procurar aumentar en número" (p. 38). Ese estudiante deseado es el que "pugna por cumplir su misión con la mayor conciencia de su responsabilidad con ellos mismos y con la comunidad humana" (p. 38). Aterrizando sobre cualidades concretas, el escritor madrileño, proponía, de hecho, varias "cualidades deseables del estudiante tipo" (p. 55), a saber, "el deseo de saber por el beneficio mismo que traen el conocimiento y la verdad, independientemente de todo provecho material inmediato para la persona; la vocación intelectual, el amor a las ideas, al entendimiento del mundo, más allá de sus apariencias y formas inconexas, en busca del sentido de las cosas; la fe en la eficacia de la cultura espiritual, del ejercicio del espíritu para la mejora del hombre y de la sociedad (...); la subordinación a los valores expuestos de todos los pertenecientes a la esfera de lo utilitario y lo práctico" (pp. 55-56) concluyendo que el verdadero estudiante se define por el propósito que guía su paso por las aulas, por "la calidad del interés que tiene en su formación" (p. 58). 

Con el objetivo -propio de los blogs académicos como éste y siguiendo lo que recordaba no hace mucho el sensacional blog "Reinventar la Antigüedad", citado ya en varias ocasiones como inexcusable inspirador del que aquí tratamos de componer- de hacer de la circunstancia argumento, el pasado 5 de septiembre, apenas habían transcurrido unos días de las referidas palabras de bienvenida a los nuevos estudiantes de los Grados que ofrece nuestra Facultad, quien gestiona este blog tuvo la ocasión de ser protagonista directo de algunos de los deseos de Pedro Salinas, de sentir, que ese perfil de estudiantes no existe sólo en la hábil pluma de un poeta de la generación del 27 española sino que, con más frecuencia de la que pensamos -algo sobre ello escribimos hace años a propósito de nuestro trabajo con estudiantes en la excavación de Los Bañales de Uncastillo- ese modo de vivir la Universidad se manifiesta a nosotros, a quienes amamos hondamente la profesión académica y disfrutamos con cada uno de los regalos con que ésta nos obsequia diariamente. Ese día, efectivamente, casi mientras amanecía -pues la clase era a las 8h de la mañana- tuvimos el honor de dictar nuestra primera clase de la asignatura "Mundo Clásico" en el curso 2022-2023 y, también -que es lo que la hacía especial, aunque cada clase es un reto lleno de atractivo- nuestra primera como Catedrático de Historia Antigua, título que habíamos recibido, tras la oportuna acreditación en octubre de 2021, a finales del mes de junio pero que tenía efectos, sólo, a partir del 1 de septiembre. No disfrutábamos de ese estatus cuando nos dirigimos a los nuevos estudiantes para darles la bienvenida a la Universidad de Navarra -pues fue un día 31 de agosto- pero sí cuando, apenas cuatro días después, dictamos esa primera -e histórica- clase. 

La culpable de esa situación fue nuestra esposa, Paula, que articuló la sorpresa de que asistieran a esa primera clase nuestra como Catedrático de Universidad un elenco de estudiantes -prácticamente uno por curso, entre primer curso de carrera y primero de doctorado- especialmente queridos y que, además, entienden su misión como universitarios al comprender, como escribía Pedro Salinas, que la Universidad no debe "reflejar servilmente lo que de la sociedad venga" sino que, como espacio de auténtica fecundidad, debe "comprender su sentido, y elevarlo a plano superior integrándolo en la visión general de la cultura o rechazándolo" (p. 48). Y, así, sentados en las últimas filas y mayoritariamente ataviados con sus camisetas rojas -la legio rubricata, como se les bautizó ese día- del proyecto de Los Bañales -por el que todos ellos han pasado, algunos en varias ediciones de esas campañas de excavación estivales a las que han llevado su singular forma de entender el debate humanístico, como uno de ellos recordaba en su blog no hace mucho- asistieron a una primera clase dirigida a estudiantes de primer curso de todos los Grados que ofrece la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, en la que tratamos de combinar la presentación estrictamente académica de la materia que ese día se iniciaba con una reivindicación apasionada del papel de los historiadores en la construcción de conocimiento respecto de la Historia de la Antigüedad y, también, con ecos a entradas anteriores de este espacio, la reivindicación del poder evocador de los clásicos y, en particular, del mundo romano y su protagonismo como constructores de nuestra identidad cultural. De hecho, la lección se tituló "El mundo clásico y los historiadores de la Antigüedad". 

A todos esos estudiantes que quisieron, con tan grata sorpresa, sumarse a un sencillo acto de homenaje  -pero también a muchos otros que no pudieron asistir-, nos parece podría aplicarse, desde luego, la definición de estudiante universitario que se lee en la Defensa del estudiante y de la Universidad de Pedro Salinas (p. 49) con la que queremos cerrar este post conmemorativo que, por su título latino, pro Uniuersitate, sigue reconociendo la extraordinaria función que la Universidad presta a la sociedad y que, de hecho, en un temor que ya hizo reflexionar a Salinas, no debería nunca rendirse a absurdas exigencias mercantilistas. "Un estudiante es un hombre que tiene fe en que por medio del estudio y de la ampliación de sus conocimientos va a mejorar y enriquecer su naturaleza humana, no en cantidad sino en calidad, va a hacerse más persona, mejor persona y a cumplir mejor su destino, va a entender mejor los problemas del hombre y del mundo". Así lo escribía Pedro Salinas, así lo subrayamos nosotros y así nos parece que podíamos rendir gratitud a tantos que, con ese perfil, han pasado por nuestras aulas en estos casi veinte años de magisterio docente. 






VALETE VIATORES (y IX)

 



[Noticias aparecidas en agosto de 2022, en Heraldo de Aragón y El Periódico de Aragón, sobre la presencia de la ciudad romana de Los Bañales en el videojuego educativo Valete uos uiatores]

No hace mucho, en una previa entrada de la etiqueta Valete uiatores, celebrábamos de qué modo uno de los objetivos de este proyecto financiado por Europa Creativa -reivindicar el fundamental valor histórico de las inscripciones latinas y, también, subrayar el papel que éstas tuvieron como medio de comunicación en la sociedad romana- había tomado forma en la sensacional cobertura mediática que -y poníamos como ejemplo Diario de Navarra y la edición portuguesa de National Geographic-, contribuyendo, además, a acercar el papel del texto escrito en la sociedad romana, estaba teniendo el proyecto que ha venido inspirando estas entradas de la etiqueta "Epigraphica" de nuestro blog. La confirmación de la emisión, en el programa "La aventura del saber", de Televisión Española, de los cuatro capítulos de la serie audiovisual "Valete uiatores: from Portugal to Rome", producida por Clau Creative, va a hacer posible -pues los capítulos se irán emitiendo, mensualmente, hasta fin de año, de momento, en septiembre se ha emitido el primero- el seguir acercando no sólo la cultura epigráfica de Roma al gran público sino, también, hacer más transparente el modus operandi, el modo de trabajo que debe caracterizar -y que caracteriza- de hecho, la labor del epigrafista, del profesional de una ciencia, la Epigrafía que, quizás, no se cuenta entre las disciplinas más conocidas de cuántas se dedican al estudio de la Antigüedad y que, sin embargo, está dotada de una notable utilidad histórica como subrayábamos hace algunos años en uno de los textos de referencia sobre Epigrafía Latina publicados en nuestro país en el último lustro, Siste uiator! La epigrafía en la antigua Roma (Alcalá de Henares, 2019)

Pese a los múltiples resultados que, como sabrá el lector asiduo de Oppida Imperii Romani, ha generado y todavía va a generar el proyecto -todos ellos, además, disponibles a partir de una moderna página web- sin lugar a dudas, el videojuego de temática epigráfica ha centrado también una notable atención mediática que, en lo que interesa a este blog, ha servido también para recordar cuál era el papel de las inscripciones en la sociedad romana y quienes eran, además, sus verdaderos artífices, sus habituales comitentes y, por supuesto, sus principales destinatarios razones todas que están detrás de la propia concepción pedagógica y, también, como brevemente explicaremos aquí, técnica del videojuego. El appeal de la tecnología 3D y el carácter totalmente pionero del videojuego ha hecho que éste, prácticamente, haya eclipsado a los otros utilísimos resultados del proyecto consiguiendo un impacto mediático también inusitado desde la fecha del anuncio de su disponibilidad a través de la conocida plataforma de descarga de videojuegos STEAM.

Como ya explicábamos en un trabajo reciente -recogido también en un post de balance de nuestro proyecto, publicado el pasado mes de julio- el que constituye el primer videojuego de temática epigráfica realizado en Europa busca, fundamentalmente, cumplir con varios objetivos pedagógicos: el primero, está claro, acercar el papel que las inscripciones romanas tuvieron en la sociedad imperial -y su carácter, también, de fenómeno cotidiano- al gran público y en particular, al que se mueve en el mundo de los videojuegos de carácter independiente, no en vano, como auténtica recreación del modo de trabajo de los scriptores, de los artesanos de las inscripciones, ha sido juzgado no hace mucho por los comentaristas del canal especializado en videojuegos para jóvenes ZYZ Reviews. En segundo lugar, y precisamente por ese carácter universal y cotidiano del fenómeno epigráfico, el videojuego busca acercar al gamer a los distintos estratos de la sociedad romana con los que éste, en su función de artesano de las inscripciones, interactuará en tanto que comitentes de aquéllas. Es por tanto muy válido el modo cómo calificó la edición digital de National Geographic, hace algunas semanas, este producto, al que se refirió como "un videojuego para aprender a ser romano" titular que, como se ve en el recorte que sigue a este párrafo -de la edición en papel de El País del pasado 24 de septiembre (la versión digital es algo más extensa y ofrece, además, material audiovisual complementario)- se replicó, optando por el término marmorarius, para uno de los diarios más leídos del país en noticia sobre el lanzamiento del videojuego firmada, además, por Vicente G. Olaya uno de los articulistas más leídos, en materia de Arqueología, de toda España sino el más leído. Además, lógicamente, en la interacción del jugador con los espacios -fundamentalmente la vía Appia, el anfiteatro de Burdeos, la necrópolis de Santa Criz de Eslava, el foro de Los Bañales de Uncastillo y, por último, el foro de la ciuitas Igaeditanorum de la Lusitania interior septentrional- el videojuego se convierte en un extraordinario pretexto para acercar al jugador -ampliando, en este sentido, si cabe, el target de referencia del producto- al aspecto, a la decus, que tendrían las ciudades romanas citadas y al papel y espacio que, en ellas, jugaron las inscripciones expuestas en lugares públicos de las mismas. Todo ello, además, sin desdeñar la atención prestada por el videojuego al propio proceso material de la inscripción latina que ha sido objeto de atención de entradas anteriores en este blog y que ahora, cuenta con mecánicas muy nítidas a través de este nuevo producto.

Como se anotaba más arriba, el videojuego ha sido desarrollado por el prestigioso estudio de videojuegos independiente TLR - The Longest Road y ha contado, para la programación 3D y para la recreación de los escenarios con Iker Ibero y con Pablo Serrano, del consorcio Trahelium, que habían trabajado ya para los Museos Virtuales de Los Bañales de Uncastillo y de Santa Criz de Eslava y que han estado detrás del Museo Virtual del proyecto Valete uiatores, ahora mismo uno de los repositorios de inscripciones romanas digitalizadas más generosos de Europa. Además, Iker Ibero explicaba no hace mucho a las cámaras del centro territorial de TVE en Navarra los objetivos del videojuego con una claridad tan meridiana que nos obvia extendernos más al respecto como también lo hicieron en la última edición de la Semana Romana de Cascante, intervención que fue grabada y que está ya disponible en YouTube. El reto no era fácil pues se trataba de, en primer lugar, contar una historia que resultase -en la medida de lo posible- coherente históricamente; en segundo lugar, conseguir que el jugador se sintiera protagonista, en primera persona, de la citada historia e interactuase de modo nítido con ella, contribuyendo a darle un sentido u otro, y con los escenarios en que se desarrolla la trama; y, en tercer lugar, que incorporase una serie de mecánicas propias del mundo de los videojuegos que fueran las que articularan las misiones en las que debe moverse quien se acerque a él: las mecánicas de viaje -es decir, que exista un recorrido que de al juego un carácter de aventura (en este caso de Roma al extremo occidental del Imperio pero, además, con viajes de corto recorrido en el interior de cada una de las ciudades en que se desarrolla la acción)-, las de conversación -para articular la relación comitente/scriptor-gamer y, a partir de ellas, captar la esencia del mensaje para la eternidad que, en esencia, caracterizó a un buen número de tituli romanos-, las de esculpido -para que, efectivamente, el gamer pueda ir generando no sólo las letras de la inscripción sino, antes, el material sobre el que la grabará y, por supuesto, también el acabado que, con la rubricatura de las letras y con el aporte de la decoración, se dará al soporte- y, también, las de prestigio que, además, como se explica en el artículo que indicábamos más arriba y, también, se detallará en un capítulo correspondiente del libro final del proyecto, en breve disponible en la homepage del mismo, estimula la participación del jugador que busca, de ese modo, ir completando misiones que le permitan obtener recompensas y, de ese modo, vincularse de un modo más comprometido al propio videojuego.

El resultado es sugerente: el viaje -de la infancia, como aprendiz, a la madurez, como scriptor consagrado- de un joven que asiste en Roma al boom del fenómeno epigráfico y que, por diversas vicisitudes va viajando hacia Occidente entre el Principado de Augusto -momento de dicha eclosión- y la dinastía flavia -periodo clave en la consolidación de las culturas epigráficas provinciales- aprovechando, además, acontecimientos importantes que él va percibiendo que pueden estimular la demanda celebrativa de inscripciones, tanto cotidianas -como los tituli sepulchrales- como más episódicas -como las derivadas de los programas honoríficos y las obras evergéticas iniciadas en algunos de los foros en que se ambienta la acción- contribuyendo, así, a dar realce a ese hecho cotidiano, el de grabar inscripciones, que hoy siguen fascinándonos. En definitiva, y a espera de que, en estos próximos días, esté disponible, en la sección creada para el videojuego en el portal de descarga STEAM, la versión en inglés, se trata de un producto que va a dar razón de ser a lo que no hace mucho escribiera Fergus Millar en un conocido artículo, siempre recomendable para seguir entendiendo el papel que las inscripciones romanas tienen para nuestro conocimiento de la Historia de las sociedades de la Antigüedad (MILLAR, F., "Epigrafía", en CRAWFORD, M. (ed.), Fuentes para el estudio de la Historia Antigua, Madrid, 1986, pp. 80-137) y que, de hecho, hace justicia al que tuvieron en su momento cuando esas inscripciones lanzaban mensajes de todo tipo a los orgullosos ciudadanos y habitantes del primer gran Imperio de la vieja Europa. Así, como podrán comprobar los jugadores que se acerquen al videojuego, éste constituye un trabajo extraordinariamente creativo que permite vivir un verosímil viaje entre las ciudades protagonistas recreando -y creando- inscripciones auténticas junto con otras imaginarias que, sin embargo, sirven de ejemplo de los formularios epigráficos al uso en el siglo I d. C., y, también, descubriendo las historias que, con ellas, quedaron grabadas en piedra y que este producto, pionero en su género, va a contribuir a poner en realce destacándolas, además, como parte de una Historia social que, para el caso de Roma, conocemos fundamentalmente por la documentación de naturaleza epigráfica. De esta manera, la ciencia epigráfica cuenta ya con una herramienta lúdica que, sin duda, ayudará a seguir estimulando las Humanidades Clásicas y convirtiéndolas, con nuevos soportes, en lo que realmente son, una apasionante aventura en la que el hombre puede, ahondando en sus raíces, descubrirse a sí mismo y aprender actitudes y comportamientos sociales que van más allá de los propios conocimientos técnicos y teóricos. Si con ello, además, se consigue que, socialmente, una serie de enclaves arqueológicos europeos como los elegidos como escenarios de las misiones se ponga a la altura de los proyectos de investigación que actualmente se desarrollan sobre aquéllos estará claro que el esfuerzo que ha exigido la coordinación de un proyecto como "Valete uos uiatores", habrá, sin duda, valido la pena. La gamificación del proceso de aprendizaje de la Epigrafía Romana servirá por tanto a la puesta en valor del patrimonio arqueológico y epigráfico europeo y a la percepción, también, de las Ciencias de la Antigüedad como disciplionas vivas, innovadoras y apasionantes.