SEGOBRIGA (Saelices)













[Proscaenium del teatro e inscripción de época augústea]
[Pincha aquí para acceder a un sensacional banco de imágenes]

Situación: Ubicado en el Oeste de la provincia de Cuenca, el yacimiento de Segobriga se encuentra cerca del pueblo de Saelices, sobre el denominado Cabezo del Griego (espectacularmente aterrazado, después, por los romanos), a menos de 100 kilómetros de Madrid, sobre la Nacional III (ver Mapa). Precisamente, la proximidad a Madrid, el empeño del equipo de investigación que -desde que el ilustre erudito tudelano J. A. Fernández, en el siglo pasado, diera las primeras noticias sobre el lugar- ha venido trabajando en el enclave y el notable lote de atractivos que ofrece -a todos los niveles- la sorprendente provincia de Cuenca -y aun toda Castilla La Mancha- convierten a Segobriga en uno de esos lugares que cualquier turista -y, desde luego, cualquier amante de la Antigüedad Clásica- debe visitar.
Acceso: Ningún problema reviste el acceso al área arqueológica de Segobriga, que se alza -perfectamente indicada- al pie de la autovía Madrid-Valencia, en la Salida 104 de dicha vía. Una vez en el lugar, el visitante debe dejar el coche en el moderno aparcamiento instalado junto al Centro de Interpretación y, tras visitar éste -con un delicioso audiovisual (para despertar la curiosidad del viajero, si es que hace falta ante un yacimiento como éste, aquí va un enlace de Segobriga en Youtube, con sensacional panorámica de los restos)- iniciar, por el acueducto y la necrópolis visigótica, la visita al lugar.
Tipología: Por la monumentalidad de sus restos, por la singularidad ejemplar de su puesta en valor, por su igualmente modélica gestión y por el impacto y la calidad de las publicaciones -científicas y de divulgación- que dan a conocer el lugar, Segobriga, es sin duda, uno de los más "excelentes" enclaves arqueológicos romanos no sólo peninsulares sino aun europeos. Tipológicamente, Segobriga fue, primero, una potente ciudad celtibérica -que acuñó moneda con rótulo sekobirikes (ver foto aquí) y que merece el apelativo pliniano de caput Celtiberiae (Plin. Nat. 3, 25)- (ver reconstrucción virtual del área arqueológica aquí) pasando luego a convertirse en municipio de derecho latino (con sus ciues adscritos a la Galeria tribus como el Segobrig(ensis) M(arcus) V(alerius) Reburrus de AE, 1987, 664) y emitiendo, también, moneda. Como recientemente -en un magistral artículo publicado en el volumen, ya de referencia, Städte im Wandel, coordinado por la Profª Sabine Panzram, de la Universidad de Hamburgo (cuya página de recursos para el estudio de la Historia Antigua es digna de una visita) y más adelante citado- han sostenido los investigadores que trabajan en el yacimiento, el amplísimo catálogo epigráfico procedente del lugar -parte conservado en el Centro de Interpretación del yacimiento, parte en el Museo Arqueológico de Cuenca- permite reconstruir en cierto modo el proceso histórico de su transformación. Una dedicatoria de los Segobrigenses al scriba de Augusto Marcus Porcius designado patronus, y, por tanto, "protector" de la ciudad (AE, 2003, 986, con foto y texto aquí además de en la parte superior de esta entrada) y que, además, se inscribe en otra amplia serie de dedicaciones a la familia imperial en época Julio-Claudia (AE, 2001, 1248, CIL, II, 3103 y 3104, o ILSE, 27, entre otras) o la evidencia del más antiguo decreto decurional ("disposición del Senado de gobierno local") hispano (AE, 2004, 809) constata el desarrollo que se vivió en Segobriga en los años inmediatos a su municipalización bajo el reinado de Augusto- seguramente en torno al 15 y 13 a. C., semejante a la que se dió, por ejemplo, en Cascantum, otra ciudad de la Hispania Citerior mencionada en este blog-. Muy probablemente -como se dice en la legislación romana: ad aemulationes alterius ciuitatis (Dig. 50, 10, 3: "a imitación de las ciudades vecinas")- en época flavia vivió un segundo esplendor cívico y constructivo monumentalizándose con, al menos, el teatro, el templo del culto imperial y el foro que, de hecho, fue pavimentado en ese momento por un individuo aun no dotado de la ciudadanía: ---]ulus Spantamicus (AE, 2002, 807). Precisamente, esa secuencia es, a nuestro juicio, una de las que más atractivo confiere a la propia dinámicá histórica de la ciudad, un oppidum indígena elevado al rango municipal por Augusto y que, después, mantuvo su vigor hasta la época tardoantigua y visigótica.
Descripción: Dada la vastísima documentación que -como el lector comprobará- internet y la bibliografía específica ofrece sobre el enclave además de la que se facilita al visitante en el sensacional Centro de Interpretación ubicado a la entrada del yacimiento, poco puede comentarse aquí sobre la sensacional urbanística segobrigense. El visitante -tras pasar por el acueducto y por la necrópolis visigótica- accede a los dos grandes emblemas de Segobriga, el espectacular teatro -construido en época Flavia y con un aforo calculado en casi 5000 espectadores, lo que habla a las claras de la importancia de la ciudad y de su papel vertebrador de un territorio amplísimo (ver interesante comentario aquí, con fotografías, además de la que se ofrece sobre estas líneas)- y, a la derecha, el no menos monumental anfiteatro (también con comentario arquitectónico y arqueológico desde la web de Spanisharts) desde el que, además, el visitante puede obtener una sensacional panorámica de uno de los edificios de los que peor documentados estamos en la Arqueología Peninsular: el circo, que, según parece, no debió nunca terminarse (ver noticia al respecto en la página de noticias de Cultura Clásica). Más arriba quedan las termas y, sobre todo, el Foro, espacio de representación de la elite local -bien documentada por la Epigrafía- y, además, presidido por un monumental Capitolio erigido en época Flavia (una propuesta de visita puede seguirse desde la página del Parque Arqueológico).
Bibliografía: Pocos yacimientos cuentan con una guía del visitante tan excelente como Segobriga: ABASCAL, J. M., ALMAGRO-GORBEA, M., y CEBRIÁN, R.: Segóbriga. Ciuda celtibérica y romana. Guía del parqu arqueológico, Toledo, 2007 (disponible en la red en una versión anterior: pincha aquí) y en ella se recoge, además, toda la bibliografía básica sobre el lugar, lo que, desde luego, nos libera aquí de ofrecer un elenco más detallado. Sí quisieramos reseñar, como anotamos más arriba, el recentísimo trabajo de ABASCAL, J. M., ALMAGRO-GORBEA, M., y CEBRIÁN, R.: "Ein augusteisches municipium und seine einhemische Elite: die Monumentalisierung Segobrigas", en PANZRAM, S. (ed.): Städte im Wandel, Hamburgo, 2007, pp. 59-78 (con reseña, aunque en alemán, aquí y con un portal para recursos relacionados con la Historia Antigua auspiciado desde la Universidad de Hamburgo desde aquí) pues aporta algunas sensibles novedades a la fecha de la promoción de la ciudad a estatuto municipal latino. Aunque, lógicamente, es preciso acudir a la bibliografía firmada por los autores que trabajan -a conciencia- en el yacimiento, una modesta síntesis sobre la historia de la ciudad en el contexto de la municipalización de la zona ha sido elaborada por quien escribe este blog en ANDREU, J.: "Municipalización y vida municipal en las comunidades romanas de la Meseta Sur", en CARRASCO, G. (coord.), La romanización en el territorio de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2008, pp. 225-260, esp. pp. 238-240, con toda la bibliografía. Sobre el modo como determinados municipios de época augústea -como Segobriga- siguieron monumentalizándose avanzado el Alto Imperio, en época Flavia, tal vez resulte útil nuestro trabajo ANDREU, J.: "Construcción pública y municipalización en la prouincia Hispania Citerior: la época Flavia", Iberia, 7, 2005, pp. 37-75 (descargable en PDF desde aquí).
Recursos en internet: Con un excelente Museo Virtual en internet, y una sección propia entre los sites dedicados a los ejemplares Parques Arqueológicos de Castilla La Mancha -que, per se, ya constituyen una ruta excepcional para la aproximación al patrimonio arqueológico de la Meseta Sur, Segobriga -como merece- es uno de los enclaves que, tal vez, tienen más presencia en la red. Desde la página de Wikipedia -con una acertada síntesis- al espacio dedicado a ella por la Biblioteca Virgual Miguel de Cervantes -que dirige, por otra parte, el Prof. J. M. Abascal, uno de los responsables del enclave arqueológico, muchas de cuyas últimas publicaciones han versado sobre él (ver relación aquí, con posibilidad de descarga de algunos trabajos desde su Ficha de Autor en la citada Biblioteca Miguel de Cervantes)-es mucha la información que la red ofrece respecto del yacimiento, información a la que se puede acceder, naturalmente, desde cualquier buscador. Sí nos parecen reseñables las páginas de Turismo de la Junta de Castilla La Mancha, o, por supuesto, la sección que, desde el propio Consorcio Arqueológico del yacimiento, informa de los ya tradicionales festivales de teatro clásico que se celebran en primavera en el lugar.
Recomendaciones: Al margen de lo que en este blog ya se dijo respecto de Ercauica, otro de los importantes enclaves arqueológicos conquenses y cuyas recomendaciones son válidas también aquí, seguramente Segobriga -muy próximo a Madrid y de otros puntos de interés, al margen de lo arqueológico, como Tarancón o Uclés- es la excusa perfecta para iniciar una ruta por los Parques Arqueológicos de Castilla La Mancha: a saber, la uilla tardoantigua de Carranque, en Toledo; el conjunto ibérico de Alarcos, en Ciudad Real; y en enclave visigótico de Recópolis, en Guadalajara (con toda la información aquí), sin duda, cuatro extraordinarios ejemplos -con la propia Segobriga- de puesta en valor de enclaves histórico-culturales.

NATVS EST VOBIS CHRISTVS DOMINVS



[Sarcófago romano con escena de Epifanía, a la derecha]
[Ver más datos sobre él aquí]

Et pastores erant in regione eadem uigilantes et custodientes (...) supra gregem suum. Et angelus Domini stetit iuxta illos (...) et dixit illis angelus: "Ecce enim evangelizo uobis gaudium magnum, quod erit omni populo, quia natus est uobis hodie Salvator, qui est Christus Dominus". Este pasaje evangélico (Lucas, 2, 8-11, con traducción aquí) tal vez resuma mejor que ninguno -y con la dulzura de la lengua latina- la esencia de la Navidad. Los pastores, en medio de sus tareas cotidianas, custodiando el rebaño, reciben el anuncio que ha cambiado la Historia de la Humanidad: "vengo a anunciaros una gran noticia, que lo será para todos los pueblos, hoy os ha nacido el Salvador".


Un año más, la Navidad nos sorprende a todos en medio de las tareas cotidianas, en nuestro trabajo, en nuestras preocupaciones, en nuestras inquietudes, en el bullicioso ir y venir de nuestras ciudades o en la envidiable quietud de los pueblos... Y lo hace para llenarnos de un mensaje de paz, generosidad y amor que -bien lo sabemos- debe durar todo el año. Ojalá que creyentes y no creyentes, lectores todos de este blog, y, en definitiva, amantes del mundo y la cultura clásicas, sepamos hacer nuestro el mensaje de amor que brota de Belén y lo difundamos a lo largo de todo el próximo 2009 entre todas las personas con quienes convivamos. Seguro que de ese modo haremos posible que sea un año diferente.

¡Feliz Navidad a todos!, a la manera tradicional y latina (ver este vídeo) o de una forma más informal pero igualmente entrañable (pinchar aquí).

SOFUENTES (Zaragoza)












Situación: Actualmente pedanía del monumental municipio cincovillés de Sos del Rey Católico, Sofuentes es una pequeña aldea accesible desde la carretera que une las de Sádaba y Sos, tomando un desvío que, oportunamente, se dirige hacia ella desde la también monumental villa de Castiliscar (con sarcófago paleocristiano tal vez procedente del área arqueológica de la Ermita de San Román hoy conservado en la iglesia, ver foto aquí y comentario en este otro enlace). Este mapa puede servirte para ubicar tan recoleta -pero interesantísima, desde el punto de vista de la Antigüedad Clásica- aldea.
Acceso: Aunque el hecho de que en el municipio no figuren placas con nombres de las calles pueda parecer una dificultad para localizar las inscripciones y piezas aquí aludidas, lo cierto es que la amabilidad de sus habitantes suple, con creces, dicha carencia. Para quien quiera "tocar la Historia" en el Cabezo Ladrero -del que procede la mayor parte del material arqueológico recuperado en el lugar- puede llegar a él a partir de uno de los senderos naturales de la zona, el PR-Z112 que, precisamente, desde los pies del torreón medieval de Sofuentes se dirige hacia Sos del Rey Católico pasando frente al Cabezo Ladrero.
Tipología: Sofuentes -hoy una población de apenas ciento cincuenta habitantes- debió ser en época romana solar de una importante ciudad que extendió su hábitat por el vecino Cabezo de Ladrero, que se erigue majestuoso en el área de Los Bayos, al Norte del pueblo, bien visible desde el torreón medieval -del siglo XIV- que constituye hoy el emblema del lugar. La necrópolis del lugar debió extenderse por la falda Norte del referido montículo. Pendiente de un estudio y de una valoración en profundidad desde los años cuarenta -en que, seguramente, la explanación de algunos campos en los alrededores y la introducción de maquinaria agrícola pesada, alertó de la existencia de una notable ciuitas romana por la entidad de los restos aprecidos- ha aportado uno de los repertorios de inscripciones y material arquitectónico romano más singulares de las Cinco Villas de Aragón y, desde luego, de la antigua prouincia Hispania Citerior. Poco importa -de momento- si se trató de la antigua Nemanturissa, citada por Ptolomeo (Ptol., Geog. 2, 6, 67, con comentarios aquí) entre unos Vascones que debieron ser "propietarios" de este territorio, de cualquier otra de las comunidades antiguas que están aun por ubicar en la zona (como la antigua Tarraca, tal vez mejor en Los Bañales de Uncastillo), o, sencillamente, de una ciudad de nombre aun ignoto (y relacionable con otras de la zona como Los Bañales, más al Sur, Santa Crís de Eslava, ya en Navarra, hacia el Oeste, o Campo Real, ambas algo más al Norte -ciuitates éstas dos, la primera objeto ahora de un Plan de Investigación autorizado por el Gobierno de Navarra, con resumen de las investigaciones en una noticia del recomendable blog Comentariola Hispaniae, que aun habrá de deparar notables sorpresas en el futuro-). Lo evidente es que el catálogo epigráfico de Sofuentes, los restos del antiguo mausoleo de un ilustre Atilio (con comentarios en la Gran Enciclopedia Aragonesa OnLine) y el genuino sabor que tiene siempre la epigrafía latina reutilizada, hacen del lugar una visita obligada para el amante del mundo romano y para quien quiera comprender a fondo la intensa romanización de estas tierras.
Descripción: Para el amplio repertorio de inscripciones que Sofuentes ha proporcionado a la Epigrafía Latina, son apenas tres las que hoy el visitante puede contemplar en la citada localidad zaragozana pues las demás se reparten actualmente entre los Museos de Zaragoza -como la monumental y preciosa cupa de Caec(ilia) Themis (AE, 1977, 483)- y de Navarra -como otro igualmente interesante conjunto de cupae, en su día recogidas por el P. Escalada, del que luego hablaremos y que, sin embargo, no forman parte de la exposición permanente del Museo (IRMN, 62 y 63)- habiendo, incluso, piezas, en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, como la placa -tal vez perteneciente a algún monumento funerario de naturaleza imprecisa- que cita -con muy cuidada paleografía- a M(arcus) Caec(ilius) Proclus (CIL, II, 2974). Sirva este pequeño preámbulo para hacer notar que sería fantástico que, en un futuro, Sofuentes a nivel local o, en cualquier caso, las Cinco Villas a nivel comarcal, contasen con un pequeño Museo o Centro de Interpretación consagrado bien al mundo rural romano -pues son muchas las uillae localizadas en la Comarca y amplias las posibilidades en este sentido- bien al mundo funerario romano -pues el repertorio de epígrafes funerarios se cuenta entre los más vastos del conuentus Caesaraugustanus-. Con todo, las tres inscripciones que el visitante hoy puede ver aun in situ -pero, todas ellas, traídas de Cabezo Ladrero- son, un monumental bloque arquitectónico con el bien conservado epitafio de Bucco Eusadansis f(ilius) -"Bucco, hijo de Eusadansis"- que sirve de quicio a la puerta de la "Casa Gayarre" -la primera casa del pueblo, a la derecha, conforme se entra en él desde Castiliscar- (AE, 1977, 476) y que ha arrojado algunas pistas sobre la posible ubicación de la ceca vascona de arsaos, por la origo -"procedencia"- como Arsitanus del citado individuo; otro bloque de forma imprecisa reutilizado en la fuente-abrevadero que hay en las piscinas ubicadas al Norte del pueblo (AE, 1977, 477), más abajo del torreón, y que alude a un [O]ctauius [S]ergius; y una tercera que merece un tratamiento especial. Ésta última es, efectivamente, una placa con tabula ansata hoy empotrada en la cara Norte del torreón medieval ya aludido y que alude a un posible miembro de la familia Atilia, activa en la zona como demuestran no sólo el Mausoleo de los Atilios, en Sádaba, sino también una segunda inscripción en la Ermita de Nuestra Señora de Diasol, en Malpica de Arba, a apenas diez kilómetros del Mausoleo de los Atilios (HEp5, 922). Se trata, pues, de una inscripción -restituida a partir de dos fragmentos, del que sólo uno hoy se muestra al visitante- dedicada por la mujer Corneli[a] Placida a un C. Atili(us) Aquilo (CIL, II, 2974, con sensacional fotografía aquí) y que debió ser el motivo central de un mausoleo funerario estudiado en su día por G. Fatás y por M. Martín-Bueno (ver la bibliografía citada a continuación) y del que algunos notables motivos decorativos -imponentes- a base de guirnaldas y de Attis funerarios -que han perdurado en el escudo heráldico del municipio (ver aquí)-, pueden verse en la cara interior del torreón -en la parte posterior de "Casa Lobera"- de igual modo que tal vez proceda de él la monumental acrótera que corona el dintel de la ya referida "Casa Gayarre". El visitante tampoco debe perderse un sensacional capitel corintio -del que ofrecemos instantánea sobre estas líneas- que ocupa un destacado lugar bajo uno de los balcones de la parte baja del pueblo. La ausencia de un estudio detallado del enclave de Cabezo Ladrero impide, sin duda, que sea más lo que conozcamos sobre el enclave y su relación con el poblamiento de la zona, desde luego muy sugerente.
Bibliografía: Por su proximidad al Castillo de Javier, Sofuentes y sus antigüedades llamaron la atención, en los años cuarenta, del jesuita de Javier Francisco Escalada que dedica al lugar algunas reflexiones en su inexcusable trabajo Arqueología en la villa y Castillo de Javier y sus contornos, Leire, 1942 (esp. pp. 81-95). Su valioso empuje en pro de la conservación de muchos de los restos procedentes del Cabezo Ladrero adquiere ahora el relieve que merece gracias al poco conocido -pero interesantísimo- trabajo de MARURI, D., "El Museo Xaveriano de Javier y su castillo", en San Francisco Xabier desde sus tierras de Navarra, Sangüesa, 2006, pp. 257-351 que presenta el hasta ahora inédito cuaderno de campo del ilustre jesuita. Aunque el Cabezo Ladrero está -como se ha dicho- pendiente de estudio, puede verse una valoración del mismo desde la perspectiva arqueológica en BELTRÁN LLORIS, M., y PAZ, J.: Museo de Zaragoza: guía, Zaragoza, 2003, pp. 156-157, en LOSTAL, J., Arqueología del Aragón Romano, Zaragoza, 1982, pp. 78-82, y en PUIG, R.: "Un paseo por Sofuentes", Suessetania, 7, 1985, pp. 59-63, y, desde la perspectiva epigráfica, en BELTRÁN LLORIS, F., "Epigrafía y Onomástica de las Cinco Villas", en Actas de las I Jornadas de Estudios sobre las Cinco Villas (Ejea, 1985), Ejea, 1986, pp. 59-60. El imponente Mausoleo funerario romano que fue reutilizado en el aludido torreón medieval fue estudiado de forma soberbia por FATÁS, G., y MARTÍN-BUENO, M.: "El mausoleo romano-imperial de Sofuentes (Zaragoza)", Madrider Mitteilungen, 18, 1977, pp. 232-271.
Recursos en internet: Con información sobre el lugar en varias webs (por ejemplo en el site de Pueblos de España o en el de Mis Pueblos, así como en la página de Turismo de la provincia de Zaragoza y en la página de Románico Aragonés), sólo las voces ya aludidas de la Gran Enciclopedia Aragonesa OnLine aluden a la riqueza arqueológica del lugar. También es recomendable -para contextualizar el conjunto funerario del mausoleo de los Atilii- el mapa y las reflexiones de Mª L. Cancela en el Atlas de Historia de Aragón de la Institución Fernando el Católico.
Recomendaciones: La cercanía del Parador Nacional de Sos del Rey Católico tal vez convierta a este alojamiento en el centro de operaciones ideal no sólo para visitar Sofuentes sino la inmensa riqueza arqueológica de la zona (en este blog, por ejemplo, se incluyen también datos sobre la ciudad romana de Los Bañales y sobre el Mausoleo de los Atilios, en Layana-Uncastillo y Sádaba respectivamente). Y en Sos, una buena parada para una buena ración o un buen bocadillo puede hacerse en El Caserío de igual modo que el viajero no puede dejar la que fuera cuna de Fernando el Católico sin probar la repostería de Delfín Puente o degustar un café en el Hostal Vinacua y, por supuesto, sin acercarse a dos auténticas joyas de la Historia de estas tierras de frontera entre los reinos de Aragón y Navarra: Sangüesa y el castillo de Javier, ambas ya en Navarra y cuna ésta última del navarro más universal y de una de esas personalidades que -consideraciones religiosas aparte- tan bien encarnó el espíritu de servicio y de entrega del que tan necesitado anda nuestro mundo: Francisco de Javier. Si el viajero, en cambio, quiere encontrar un sitio agradable, económico y delicioso en el que almorzar sin tener que subir a Sos, la mejor opción, sin duda, la ofrece Manuel en el Restaurante Laura de Sádaba. Por apenas 10 € se puede degustar un variado menú del día (también los Sábados) que convierte este lugar en un escenario muy apropiado, además, para reuniones familiares, celebraciones, comidas para excursiones en grupo, etcétera. Y si quieres hacer de centro de operaciones para tu visita al lugar la agradable y románica villa de Uncastillo, los alojamientos de La Posada La Pastora o de Casa Laiglesia cubrirán con creces tus expectativas. Y a media mañana, para el viajero de un día, los pinchos de chistorra del Bar Convivencia, en Castiliscar, son una invitación a los placeres del paladar.

OB REM PVBLICAM BENE ADMINISTRATAM























[Inscripciones honoríficas RIT, 275 y RIT, 258 de Tarraco]

Justificación: Con motivo de las Jornadas sobre Administración Provincial en el Imperio Romano que, con un atractivo programa, se celebran en estos días en la Universidad Rey Juan Carlos y dado el enfoque particular de este blog –ofrecer información actualizada, contrastada y rigurosa sobre los vestigios de ciudades romanas a lo largo y ancho del orbis Romanus– nos pareció oportuno redactar una entrada que, con un título tomado del modo cómo muchas ciudades romanas homenajearon a sus magistrados más distinguidos (CIL, II, 53 de Pax Iulia, por ejemplo o AE, 1991, 1761, con una fórmula aun más precisa): ob rem publicam bene administratam: “por la buena administración de la comunidad”, resumiese los patrones generales del funcionamiento de las comunidades privilegiadas romanas. El tema es tan inabarcable en apenas unas líneas que sólo tratarlo en este blog podrá parecer un atrevimiento: seguramente lo es. Se recurrirá, por ello, a una simplificación sintética más destinada al profano que al especialista pero, en cualquier caso presidida por la vocación de rigor que inspira este espacio, como ya se dijo en su presentación. El formato de esta entrada será, pues, distinto al de las que se han presentado hasta aquí pero, en cualquier caso, se ofrecerá un apartado de bibliografía final (debidamente numerada en referencia a los números insertados a lo largo del texto casi a modo de pies de página) con posibilidad de acceso a parte de las referencias a través de la red.
La administración de las ciudades en el Alto Imperio romano: Dos fuentes fundamentales, las epigráficas –es decir, las inscripciones– y los textos literarios –en especial los de los juristas aunque no sólo– sirven a los historiadores para conocer cómo se administraban las comunidades romanas. Sobre ellas hizo Roma descansar un singular, ensayado y bien vertebrado modelo de gestión que –madurado y ensayado al ritmo de la expansión provincial– es sin duda el responsable del éxito de la auténtica revolución romana. El perfecto y mesurado equilibrio entre el poder central –representado por las provincias, por jurisdicciones menores como los conuentus, caso los hubiera (sobre ellos, véase [1]) y, por supuesto, por el Senado o el Princeps– y la autonomía municipal se ha venido subrayando como uno de los ejes de la administración romana ([2]). Quasi effigies parua simulacraque Romae -a modo pues de "imágenes en miniatura de la propia Roma"- como las denominara Aulo Gelio (Aul. Gell. NA. 16, 10) las ciudades que disfrutaban de estatuto privilegiado –colonias y municipios, como luego se verá– supusieron el verdadero eje de la descentralización con la que Roma rigió el territorio. Así, algunos textos –como los de Festo o de Gayo sobre el concepto de municipium, por ejemplo, discutidísimos y muy bien estudiados por E. García Fernández o por J. F. Rodríguez Neila [3]– permiten un cierto acercamiento a la teoría política romana –que, en realidad, constituyó una auténtica praxis– de igual modo que esa misma práctica administrativa llevada a cabo por Roma en las provincias nos permite conocer cuál era la tipología de comunidades romanas. En la cúspide del privilegio, como comunidades autónomas, libres y, por tanto, poseedoras de su propia administración local, se situaban las coloniae –normalmente (al menos las coloniae Romanae, no así las coloniae Latinae, que exceden el análisis de estas páginas) fundadas con traslados de ciudadanos romanos de pleno derecho (ciues Romani optimo iure), muchas veces veteranos del ejército o propietarios (en este blog, por ejemplo, Caesaraugusta)– y los municipia –comunidades, normalmente en las provincias, aunque no sólo, de derecho Latino y resultado del reconocimiento por parte de Roma del ajuste a Derecho de las instituciones locales de una comunidad antes peregrina, extranjera, ajena a los modos de organización romana, por tanto, comunidades no “fundadas” sino “promocionadas” a partir de otras ya preexistentes (por ejemplo las hispanas Cascantum o Labitolosa, en este blog)–.

Tal vez sea el de los municipia Latina el mejor testimonio del modo cómo Roma reconocía como válida, con las oportuna adaptaciones, la organización administrativa indígena. Las inscripciones -por ejemplo la excelente CIL, II2/5, 308 de Igabrum, con foto aquí- en las que individuos que debían portar ya magistraturas en el ordenamiento indígena recibían, con sus familias, la ciuitas Romana per honorem por asumir ahora -tras la promoción a municipio de una antigua comunidad peregrina, ajena, por tnato, al Derecho Romano- las magistraturas propias del ordenamiento romano (otro ejemplo extraordinario en AE, 1987, 616j de Capera, con individuo que fue primero magistrado indígena y después IIuir latino en el municipio flavio de Capera, en Lusitania). Todo ello, qué duda cabe, vino a potenciar, también, uno de los rasgos básicos de la vida municipal romana: la endogamia familiar y el monopolio de la acción política por unas pocas familias. Por debajo de colonias y municipios, y en el ámbito de la dependencia respecto de Roma se ubicaban otras realidades como las ciuitates liberae et inmunes y las ciuitates foederatae (“ciudades libres e inmunes” y “ciudades federadas”) y las ciuitates stipendiariae ("ciudades estipendiarias o tributarias"). Las dos primeras dependían de un acuerdo con Roma que les garantizaba cierto grado de autonomía a cambio de su cooperación –del tipo que fuera, normalmente en procesos de integración militar– con Roma y las últimas estaban sometidas a la administración, supervisión y gestión por parte de Roma y, además, al pago de un tributo. Un vistazo, por ejemplo, a cualquiera de las descripciones que hace Plinio sobre los conuentus hispanos (ver aquí) permite comprobar cómo funcionaban estas categorías en los cuadros de administración romanos [4]. La evidencia epigráfica permite, además, constatar que en dependencia de las estructuras cívicas existían otras formas de organización quasi-urbana sobre las que, por ejemplo, nos han proporcionado muchísima información dos de las más singulares inscripciones aparecidas en los últimos años –el Edicto de Augusto procedente de El Bierzo (AE, 2000, 760, con estudio y foto disponible en la red a través de las webs de la Universidad Complutense y del EDH-Heidelberg, ésta última con toda la bibliografía vertida sobre él) o el denominado “Bronce de Agón” (AE, 1993, 1043, con foto y parte del texto también en red, además de un resumen sobre su contenido confeccionado por el Ayuntamiento de Mallén y bien documentado)–: los castella –a modo de establecimientos para el control fronterizo pero con cierta entidad urbana– y los pagi –pequeños distritos rurales del territorium de las ciudades, con una cierta autonomía y cargos de representación propia, los magistri pagi–. [5].

Precisamente, ha sido un amplio elenco de inscripciones jurídicas –por tanto sobre bronce– hispanas (queda por resolver si también se grabaron así en otras partes del Imperio pues sin duda existieron documentos semejantes [6]) encabezadas por las leges Irnitana e Vrsonensis (AE, 1984, 454 -con foto y comentario breve en la red- y CIL, II2/5, 1022, con fotos de todas las tablas) así como otro igualmente amplísimo lote de inscripciones honoríficas que recogen la carrera política (el cursus honorum, literalmente "carrera de las magistraturas") de los magistrados municipales [7] e ilustran los hábitos de auto-representación que caracterizaron la política municipal romana [8] los que han permitido constatar que cualquier comunidad privilegiada hacía gravitar su gestión sobre dos grandes pilares, la curia o Senado local (curia/senatus en la epigrafía, aunque normalmente aludida por el grupo social que la integraba, los decuriones) y los magistrados (magistratus, normalmente, aunque, en general, especificados en sus distintas denominaciones particulares, alusivas a los encargos y atribuciones que acompañaban al cargo). Entre los segundos, constituían la magistratura suprema los IIuiri, un colegio de dos miembros –a imitación de los cónsules romanos– encargados de representar públicamente a la comunidad –de ahí, por ejemplo, que sean ellos, en Hispania, los receptores de las epistulae imperiales -es decir emitidas por Vespasiano y Tito respectivamente- de Sabora o de Munigua (CIL, II, 1243 y AE, 1972, 257 -con foto-) o los que aparezcan citados en las acuñaciones monetales locales anteriores a Claudio–, con postestad judicial (la denominada iurisdictio, que también compartían, en parte, con los aediles) y que presidían y convocaban las asambleas cívicas tanto las del senado local –ya citado y reservado a exmagistrados, individuos incorporados por nombramiento (adlectio) honorífica (RIT, 172, de Tarraco, por ejemplo) y personajes ilustres incorporados como patroni (“benefactores)”– como los comitia populares que, cada año, renovaban a los magistrados y convertían las ciudades en un auténtico escenario de candidatorum programmata, de “propuestas electorales” en las que el pueblo, a partir de sus colectivos, tomaba partido por unos u otros candidatos, tal como nos ha documentado la información electoral –extraordinaria, ver foto con la clásica fórmula de petición del voto aedil(em) d(ignum) r(ei publicae) o(ro) u(os) f(aciatis), en el extremo derecho de la imagen: "os ruego lo consideréis un edil digno de esta comunidad"– de las calles pompeyanas [9]. Los IIuiri, cuando aparecían con el rango de quinquennales (RIT, 23, nuevamente de Tarraco), eran además, responsables de elaborar el censo de la comunidad cada cinco años, un documento que servía para conocer las propiedades de los habitantes –que se repartían entre individuos con origo local, los ciues (“ciudadanos”) y foránea, los incolae (“vecinos”) contando sólo los primeros con derechos políticos habituales– y de ese modo, por el carácter casi censitario de la política romana, saber quién podía estar en condiciones, cada año, de presentarse a las elecciones pues, en definitiva, la dignitas política no era sólo en Roma una cuestión de moral sino, sobre todo, de economía, de recursos. Otra tarea importante en la administración cívica –y más en comunidades sometidas a los vaivenes propios de regímenes económicos de base agraria– era la denominada cura urbis, es decir, la gestión, garantía y supervisión del abastecimiento de grano y agua a la ciudad, del funcionamiento de las cuadrillas policiales y de bomberos (uigiles), del cobro de las multas, y, por tanto, de un sinfín de asuntos que podríamos llamar "de ordinaria administración". Esas funciones estaban asignadas a los aediles, segundo escalón en los honores –pues como tales eran considerados y denominados– que conformaban –grosso modo y para los hombres libres pues los libertos y esclavos, sobre todo los que eran propiedad de la comunidad podían vivir como apparitores o “subalternos” al servicio de algunos de estos magistrados– la carrera política municipal. Casi no como un honos sino como una auténtica carga o munus –término que, en cualquier caso, también aludía en origen a las responsabilidades que se esperaban de cada magistrado– figuraba la quaestura, el cargo que se responsabilizaba de la supervisión de la pecunia communis municipum, algo así como el “tesoro común municipal”, las finanzas, por tanto, municipales. Pero si omnipresente era, por su importancia y carácter cotidiano, el papel de IIuiri o de aediles en la vida política municipal, más peso aun tenía el de los decuriones. Dotados de una serie de ostentosas prerrogativas públicas que –como los Senadores de Roma– eran reflejo de su estatus social (asientos de honor en los espectáculos, una toga diferente, mayor ración en los banquetes y repartos públicos…), los decuriones eran los auténticos factotum de la vida municipal: resolvían sobre arrendamientos, autorizaban homenajes (ver este ejemplo de Segobriga), controlaban obras públicas (CIL, II, 3426, nuevamente de Segobriga), gestionaban el suelo municipal… y, sobre todo, constituían el mejor eslabón para –por la experiencia que atesoraban– avanzar en la carrera política hacia puestos que, desde luego, superaban el ámbito municipal y se encaminaban hacia las clases de caballeros o de senadores algo que, desde luego, ya excede el comentario de esta entrada


Bibliografía: [1] Sobre los conuentus, es ya inexcusable el trabajo de OZCÁRIZ, P.: Los conventus de la Hispania Citerior, Madrid, 2006, autor que tiene, además, otras publicaciones sobre la cuestión (ver aquí) y que, entre sus muchos haberes, atesora el importante de haber promovido –con notable éxito– las Jornadas sobre la Administración Provincial que se han celebrado en estos días en la Universidad Rey Juan Carlos. [2] Un volumen ya de referencia centrado en este binomio –y cuyas contribuciones recogen toda la bibliografía sobre el asunto– es el de RODRÍGUEZ NEILA, J. F., y E. MELCHOR. (eds.): Poder Central y Autonomía Municipal. La proyección pública de las elites romanas de Occidente, Córdoba, 2006. Sus autores, además, se cuentan entre los más prolíficos en lengua castellana sobre la cuestión (desde aquí puedes acceder a algunas de las publicaciones del Prof. Rodríguez Neila y del Prof. Melchor). [3] GARCÍA FERNÁNDEZ, E.: El municipio latino. Origen y desarrollo constitucional, Madrid, 2001 (desde aquí puedes descargar su capítulo referido al concepto de municipio en el que se analizan los textos de Festo –Fest. 117 L– y de Gayo –Gai., Inst. 1, 95, este último sobre el derecho Latino que inspiró a una de las variantes del estatuto municipal romano–) prácticamente la única monografía en castellano sobre el tema hasta la fecha, por eso –y por su rigor– de obligada consulta, y también el ya tradicional trabajo de RODRÍGUEZ NEILA, J. F.: “A propósito de la noción de municipio en el mundo romano”, Hispania Antiqua, 6, 1976, pp. 147-176. [4] Para el estudio de esta tipología y, desde luego, para un primer acercamiento a cualquiera de las cuestiones aquí planteadas siguen siendo inexcusables, en castellano, los trabajos de ABASCAL, J. M., y ESPINOSA, U.: La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño, 1989 y de MARÍN, Mª A.: Emigración, colonización y municipalización en la Hispania republicana, Granada, 1989. [5] Una vez más, se recomienda la consulta de las voces sobre la cuestión recogidas en ROLDÁN, J. M. (dir.): Diccionario Akal de la Antigüedad hispana, Madrid, 2006. [6] Además de la accesible síntesis de CABALLOS, A.: “Las fuentes del Derecho. La epigrafía en bronce”, en En el año de Trajano. Hispania, el Legado de Roma, Zaragoza, 1999, pp. 181-195, puede resultar útil el inventario y las reflexiones propuestas por BELTRÁN LLORIS, F.: “Inscripciones sobre bronce, ¿un rasgo característico de la cultura epigráfica de las ciudades hispanas?”, en XI Congresso Internazionale di Epigrafia Greca e Latina (Roma, 1997), Roma, 1999, pp. 21-37 (que puedes descargar desde aquí) así como, con carácter de valoración, nuestra contribución al Manual de Epigrafía Latina de Liceus E-Excellence, disponible en red pero, pronto, también, en papel como primer volumen de una prometedora serie de manuales universitarios promovidos por Liceus. [7] Sobre el cursus honorum, sin duda la mejor síntesis en castellano nos parece la propuesta por Eva Tobalina en el seno de la página ya citada de Epigrafía Latina de Liceus E-Excellence y que irá acompañada de excelentes apéndices cuando la obra se edite en papel (consultar aquí). [8] Una buena valoración sobre el papel de las estatuas en el código auto-representativo propio de la elite romana y que, al final, constituía un auténtico reflejo del calado público de la vida política romana se encuentra en el trabajo de STYLOW, A. U.: “Las estatuas honoríficas como medio de auto-representación de las elites locales de Hispania”, en NAVARRO, M., y DEMOUGIN, S. (eds.): Élites Hispaniques, Burdeos, 2001, pp. 141-156, también a nuestro alcance en la red (pincha aquí) y también en el vídeo-entrevista a Géza Alföldy que, sobre la cultura epigráfica latina, ofrece Cervantes Virtual (puedes verlo desde este enlace). [9] Sobre el espíritu de las petitiones –“campañas electorales”– en Roma, un aficionado a la Antigüedad Clásica debe leer, necesariamente, el excelente y muy sugerente Commentariolum petitionis, el “manualito” del candidato escrito por Quinto Cicerón, el hermano del célebre pensador romano y del que, además, existe una traducción y comentario excelente en castellano: DUPLÁ, A., FATÁS, G., y PINA, F. (trad.): Commentariolum petitionis (el manual del candidato, de Q. Cicerón), Bilbao, 1990. El proceso de estas petitiones es especialmente bien conocido: primero se abría el turno de presentación de candidaturas -que siempre, para que se celebrara legalmente la consulta pública, debía ser igual al número de puestos vacantes-, después, una vez que se cumplía dicho requisito, los IIuiri que presidían la asamblea proclamaban las candidaturas (la denominada professio nominum) y, a partir de ahí, se abrían varios meses de intensa campaña electoral en la que el atraerse al pueblo y el derrochar generosidad entre los conciudadanos -el denominado evergetismo- se convirtió en práctica fundamental. Tras la votación, normalmente, per tabellam (en urnas debidamente custodiadas antes y después de las elecciones, como ilustra este conocido denario republicano: ver foto) se procedía a la proclamación de candidatos, a su juramento y, por último, a su toma de posesión en el año siguiente. Poco hemos, pues, cambiado también en esto.

CELSA (Velilla de Ebro)














Situación: Las pequeñas localidades zaragozanas de Gelsa y Velilla de Ebro -entre las que se encuentra el yacimiento que aquí comentamos- se sitúan a poco más de 30 kilómetros al Este de Zaragoza (ver mapa aquí) y, además, en el centro de una ruta de extraordinario interés arqueológico e histórico, a la que, por otra parte, ya se aludió entre las recomendaciones incluidas a propósito de Caesaraugusta en este mismo blog. Si acaso sí añadir que como parte de la Ribera del Ebro, estas comarcas ofrecen una aproximación casi "idílica" a las razones económicas, agrarias y territoriales del proceso de colonización romana, que se fijó en esta zona en la segunda mitad del siglo I a. C., como más adelante explicaremos.
Acceso: La forma más cómoda de acceder a las denominadas Eras de Velilla -que esconden los restos de la antigua colonia Celsa- es llegar a Gelsa por la carretera N-232 que enlaza Zaragoza con Alcañiz. Desde esa carretera, y una vez pasado Quinto de Ebro -topónimo evocador de su condición miliaria al pie de la vía Caesaraugusta-Ilerda-, hay un indicador que advierte de la proximidad de las ruinas (bajo el aviso "Lépida Celsa"). Se toma esa desviación, después se sigue -cruzando el puente sobre el río Ebro, tal vez no demasiado lejano al que describió Estrabón (Str. 3, 4, 10)- dirección Gelsa/Velilla de Ebro, se atraviesa la primera localidad y después, a la salida de Gelsa, a la izquierda, se toma la carretera dirección Velilla. Ésta desemboca, primero, en el Museo Monográfico de la colonia Celsa y después en el yacimiento. Se recomienda visitar primero el Museo que, por otra parte, sería deseable contase con un horario de aperturas algo más generoso en las tardes y fines de semana (éste puede consultarse en la sección que a él le dedica la web del Ayuntamiento de Velilla de Ebro).
Tipología: Como ya se ha especificado más arriba, Celsa es una colonia romana fundada en el 44 a. C. por el entonces gobernador de la Hispania Citerior, M. Emilio Lépido, colonia a la que, de hecho, y siguiendo una tradición arraigada en el valle del Ebro (piénsese en la fundación de Graccurris por Tiberio Sempronio Graco en el 179 a. C. monumentum operum suorum -"en recuerdo de sus hazañas"-, o en la supuesta de Pompelo, la actual Pamplona, por Pompeyo Magno) éste dió su nombre como colonia Victrix Iulia Lepida Celsa, denominación que, después, tras la caída de Lépido en desgracia en época de Augusto, perdería el elemento personal quedando como colonia Victrix Iulia Celsa. Del oppidum indígena, seguramente ilergete a juzgar por el testimonio de Ptolomeo (Ptol. 2, 6, 68: todas las fuentes sobre Celsa pueden verse aquí) apenas se conoce nada debiendo, en cualquier caso, buscarse en algunas de las colinas que circundan las Eras de Velilla, tal vez en las presididas por las Ermitas de San José o de San Nicolás (al respecto pueden verse las siempre instructivas reflexiones de ASENSIO, J. Á.: La ciudad en el mundo prerromano en Aragón, Zaragoza, 1995, pp. 84-87). Sí consta que acuñó moneda con rótulo kelse, cabeza imberbe y delfines en el anverso y jinete lancero o con palma en el reverso (ver foto). Ya como colonia romana -estatuto que nos precisa también Plinio al describir el conuentus Caesaraugustanus (Plin. Nat. 3, 3, 24)- junto con símbolos cesarianos en la primera época y augústeos en la segunda -anteriores y posteriores a la defenestración de Lépido respectivamente- figura claramente su denominación oficial de COL(onia) VIC(trix) I(ulia) CEL(sa) (para la amonedación de la ceca latina puede verse la siempre válida web de Tesorillo y todo el panorama de las acuñaciones ibéricas y latinas de la ceca de kelse/Celsa puede verse en imágenes aquí). En el momento de la fundación colonial -como era preceptivo- debió también amojonarse el territorio que fue objeto de centuriación o reparto entre los colonos asentados y que está relativamente documentado por un hito terminal o trifinium localizado en la vecina Fuentes de Ebro (AE, 2000, 776) una de las más sugerentes inscripciones del repertorio celcense junto con, seguramente, la consagración de un pr(a)edium funerario a Diana (CIL, II, 3015). Seguramente, la posterior fundación de Caesaraugusta, hacia el 14 a. C., apenas unos kilómetros aguas arriba del Ebro y el extraordinario despegue de ésta desde época de Tiberio debió resultar fatal para Celsa que debió quedar totalmente abandonada -en beneficio de asentamientos menores de la zona como La Corona de Fuentes de Ebro, de la que procede una sensacional escultura romana femenina en bronce (ver foto)- no más allá del periodo neroniano. (Terminamos este apartado con un apunte bibliográfico. Para cualquiera de las ciudades hispanas aludidas en este blog resulta útil el espacio que se le dedica en ROLDÁN, J. M. (dir.): Diccionario Akal de la Antigüedad Hispana, Madrid, 2006 de igual modo que para cualquiera de las comunidades que acuñó moneda sigue siendo una referencia el trabajo de BLÁZQUEZ, C., y GARCÍA-BELLIDO, Mª P.: Diccionario de cecas y pueblos hispánicos, Madrid, 2001, seguramente dos trabajos recientes que no deben faltar en la biblioteca de cualquier estudioso de la Antigüedad Clásica hispana).
Descripción: Conocida desde los trabajos de los ilustres Anales de M. Carrillo, fue después inventariada en el Sumario de las antigüedades romanas que hay en España por J. A. Ceán Bermúdez, en 1832 como antes había fascinado también al viajero portugués Juan Bautista de Labaña -gracias al cual, por ejemplo, hemos conservado tanta información sobre el yacimiento aragonés de Los Bañales de Uncastillo- o al cronista aragonés Jerónimo Zurita. Impulsado su estudio por A. Beltrán Martínez en los años setenta, los trabajos arqueológicos llevados a cabo desde entonces y en los últimos decenios han llevado la firma de uno de sus hijos, M. Beltrán Lloris, que ha consagrado gran parte de su producción bibliográfica al estudio de diversos aspectos de Celsa (resulta útil en este sentido tener presente su listado de publicaciones, que, en esencia, constituyen -salvo excepciones- un extraordinario repertorio bibliográfico sobre el yacimiento: ver aquí). Seguramente, las ruinas de la colonia Celsa -y tal vez porque es en ello en lo que se ha centrado la investigación arqueológica en los últimos años- son un extraordinario escenario para acercarse a dos realidades esenciales en los modelos romanos de ciudad: las viviendas y las vías urbanas. De éstas últimas -como puede verse en una de las fotos que ilustran esta entrada- pueden verse ejemplos extraordinarios en las distintas calles excavadas en Velilla. Todas con aceras, algunas con piedras pasaderas para garantizar el cruce de peatones y dotadas, además, de un pequeño canal central para aliviadero de las aguas, por más que ésta zona fuera descrita por Casio Dión (Cass. Dio, 41, 22) como una de las de menor pluviosidad del Imperio. De la arquitectura doméstica (ver la información que ofrece al respecto Roberto Lérida precisamente respecto de Celsa y de Bilbilis, las dos presentes en este blog) también ofrece Celsa excepcionales ejemplos, tanto de conjuntos claramente abiertos a un patio central como la denominada Casa de Hércules -en la zona más próxima al Ebro y de cuyo atrio se ofrece foto más arriba- así denominada por sus excepcionales pinturas con alusión a este héroe mitológico como de aquéllos en los que -sin dejar de contar con dicho patio- aquél era menor y se abría ante él un oecus de carácter triclinar dedicado a las recepciones y celebraciones domésticas caso, por ejemplo, de la Casa de los Delfines. Todas, además, suntuosamente decoradas con mosaicos en opus signinum, como no podía ser de otro modo por la temprana cronología del enclave y, además, portando motivos netamente romanos como, por ejemplo, la advertencia CAVE CANE(m) de la Casa de la Tortuga (ver foto aquí) conviviendo con otros de raigambre tal vez más indígena como los delfines (ver foto). Este notable cruce de elementos culturales romanos e indígenas -que también está atestiguado, por ejemplo, en el espectacular yacimiento (no visitable) de La Cabañeta, en El Burgo de Ebro (sobre él puede descargarse folleto aquí), pocos kilómetros aguas arriba del río Ebro. A buen seguro que Celsa contó con un teatro y con otros edificios públicos dignos de una ciudad de su rango pero éstos permanecen aun ocultos. Tristemente, Celsa es un ejemplo de lo costoso que es, en Arqueología, la consolidación de restos. A pesar de la apuesta hecha en su día por el Gobierno de Aragón para cubrir la Casa de los Delfines, da la sensación de que el yacimiento se está deteriorando y sería deseable se tomasen medidas en ese sentido.
Bibliografía: Al margen de la referida respecto de su excavador, M. Beltrán Lloris, sí resulta preceptivo recomendar algunos títulos, por ejemplo, sigue siendo válida para el visitante la guía BELTRÁN LLORIS, M.: Colonia Celsa. Guía, Zaragoza, 1991 o la síntesis, del mismo autor, Celsa: la primera colonia romana en el valle medio del río Ebro, Zaragoza, 1983. Junto a ellas, son de referencia obligada los tres fascículos editados hasta la fecha de la serie Colonia Victrix Iulia Lepida Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza), a saber: BELTRÁN LLORIS, M.: La arquitectura de la Casa de los Delfines, Zaragoza, 1984; MOSTALAC, A.: Estratigrafía, pinturas y cornisas de la "Casa de los Delfines", Zaragoza, 1994; y BELTRÁN LLORIS, M. et alii: El instrumentum domesticum de la Casa de los Delfines, Zaragoza, 1998.
Recursos en internet: A la colonia Celsa le prestan atención en internet distintas páginas consagradas a la difusión del turismo en la zona -por ejemplo, las de la Caja Inmaculada o Turismo de Zaragoza- así como algunas de las que se han citado para otras ciudades romanas del entorno, por ejemplo, la revista digital Clío en su serie de visitas arqueológicas o la web del Patrimonio Romano en Aragón, nuevamente formidable. Junto a éstas, no debe dejar de consultarse la voz Celsa en la Gran Enciclopedia Aragonesa OnLine, por ejemplo, que ofrece, además, notable bibliografía sobre el lugar, complemento de la citada más arriba.
Recomendaciones: Lógicamente, para el viajero que acuda a Celsa desde Zaragoza, debe leer las recomendaciones que, sobre dicha ciudad y su entorno, hicimos en otro lugar de este blog. Tanto Gelsa como Velilla de Ebro no ofrecen demasiados atractivos a nivel de restauración aunque, por supuesto, el Bar Restaurante Frontón, en la Plaza Mayor de Gelsa, puede ser un buen lugar para tomar un refresco o reponer fuerzas tras la visita. Sí nos parece que la visita a Celsa puede ser un buen punto de partida para acercarse a una de las manifestaciones culturales y religiosas más en boga en los últimos años y ejemplo -una vez más- de la arraigadísima piedad cristiana de tantos y tantos pueblos de nuestro país: la denominada Ruta del Tambor y del Bombo, que surca, cada Semana Santa, los pueblos del Bajo Aragón zaragozano y turolense. Celsa no está muy lejos de Alcañiz, por ejemplo, que puede ser una excelente base para realizar dicha ruta alojándose, por ejemplo, en su sensacional Parador. Y una noche puede ser suficiente para, con Alcañiz como centro, visitar Celsa el Jueves Santo por la mañana -con parada, después, en el Cabezo de Alcalá de Azaila, también cercano y dirección Alcañiz o en el Monasterio de Rueda- y, después, asistir a la popular rompida de la hora en La Puebla de Híjar -seguramente el antiguo municipium Osicerda que acuñó moneda con dicho rótulo- para, el Viernes Santo, tras la afamada y espectacular (ver vídeo) rompida en Calanda, dirigirse al Drama de la Cruz que se escenifica y vive de un modo muy especial en Alcorisa. Sólo un consejo, salvo que se emplee Zaragoza como centro de operaciones, alojarse en cualquier municipio de la aludida Ruta del Tambor en plena Semana Santa es prácticamente imposible si no se reserva con antelación.






CAESARAVGVSTA (Zaragoza)



[Detalles de las termas, el teatro y el puerto fluvial]
[Pincha aquí para ver más imágenes]

Situación: Pocas potencialidades definen mejor Zaragoza que su excelente y nunca bien ponderada posición geoestratégica, en el centro del Valle del Ebro -también de actividad notabilísima en la Antigüedad Clásica- y a casi 300 kilómetros de las principales ciudades del cuadrante nororiental peninsular: Barcelona, Bilbao, Madrid o Valencia, todas, además, unidas a la capital aragonesa con notables infraestructuras tanto para viajar en automóvil como en tren (otra cosa es el avión pues no parece que el aeropuerto de Zaragoza termine de despegar..., y, lamentablemente, otra cosa es la educación -a veces ninguna- que exhiben algunos viajeros habituales del AVE que parece sólo sepan hablar a gritos y competir por quien pone más alto el volumen de sus teléfonos móviles).
Acceso: Perfectamente ubicada (ver mapa), su singular área arqueológica -excelentemente musealizada en un ejemplo sin par de puesta en valor del patrimonio arqueológico y, además, con habituales visitas guiadas organizadas desde el Patronato de Turismo del Ayuntamiento de Zaragoza- se concentra en el área del casco histórico zaragozano, grosso modo comprendida entre las calles del Coso y la Avenida de César Augusto y entre el Paseo Echegaray y Caballero y la Plaza de España (ver plano aquí, con indicación de los restos). La propia planta del citado casco histórico de la Zaragoza actual sigue conservando de forma nítida la estructura fundacional -casi campamental, canónica, colonial- romana. Ésta -como era preceptivo- contaría con dos grandes calles perpendiculares -correspondientes a las actuales calles de Espoz y Mina y Mayor, que han fosilizado el trazado del decumanus maximus, y a la calle Don Jaime, que correspondería con el cardo- y un espacio forense en el centro -hoy la Plaza de Santa Cruz, presidida por la Iglesia del mismo nombre (obra de dos discípulos de Ventura Rodríguez, hoy encomendada al Opus Dei y que bien vale una visita) y por el Museo Camón Aznar (con notable colección de grabados de Goya y con algunos restos arqueológicos romanos en sus sótanos tal vez pertenecientes al foro conventual)- que, en el caso de Caesaraugusta, y por el papel que en ella debió jugar el Ebro se desplazaría hacia el cuadrante Nordeste de la colonia, en la actual Plaza de La Seo que alberga la Catedral de Zaragoza.
Tipología: Caesaraugusta, colonia inmunis, amne Hibero adfusa, ubi oppidum antea uocabatur Salduie, regionis Sedetaniae, recipit LV populus ("Caesaraugusta, colonia inmune, a orillas del Ebro, donde antes se ubicaba la ciudad de Salduie, en la región de la Sedetania, acoge en su distrito jurídico a cincuenta y cinco pueblos"). Pocos textos -como éste de Plinio (Plin. Nat. 3, 24)- definen tan adecuadamente la esencia de Caesaraugusta en la Antigüedad. Dicha esencia pasa por su condición de colonia, por su vinculación al Ebro y por su papel de capital del convento jurídico del mismo nombre, el conuentus Caesaraugustanus. A todo ello, debe añadirse su propio nombre, evocador de su fundador: Octavio Augusto, en una zona que, por otra parte, había sido escenario de fundaciones unipersonales de grandes prohombres de la República Romana: Graco -que había fundado Graccurris en el siglo II a. C.- o Lépido -que había fundado la colonia Celsa en el I a. C.- (para la cuestión y las circunstancias históricas debe verse el sensacional trabajo de BELTRÁN LLORIS, F.: "Caesar Augusta, ciudad de Augusto", Caesaraugusta, 69, 1992, 31-44). Como colonia, las bien conocidas series monetales de la misma -y en especial las acuñaciones fundacionales (ver fotos aquí -para la pieza con la yunta de bueyes del rito fundacional urbano romano- y aquí -para la alusión a las legiones fundadoras-) permiten constatar que fue fundada por Augusto en torno al 14 a. C. con veteranos de las legiones IV Macedonica, VI Victrix y X Gemina. En el lugar que ésta vino a ocupar -y que, seguramente, sustituyó al que hubiera sido el emplazamiento inicial pensado por Lépido algunos años antes: la colonia Celsa, en Velilla de Ebro- se había alzado antes un poblado ibérico de la Sedetania que acuñó moneda con el rótulo saltuie. En el solar de Salduie, precisamente, debió ser reclutada hacia el 89 a. C. el escuadrón de jinetes conocido como turma Salluitana y citado en el ilustre Bronce de Áscoli (con foto aquí). De él formaron parte varios jinetes de diversas comunidades del Valle del Ebro. A buen seguro que la posición central de dicha comunidad en el curso del Ebro -navegable entonces y con un activo puerto en Caesaraugusta- jugó un papel clave en la elección de Salduie como lugar para tan estratégico reclutamiento tal como ha demostrado el formidable trabajo de PINA, F.: "¿Por qué fue reclutada la turma Salluitana en Salduie?", Gerión, 21-1, 2003, pp. 197-204 (que puede descargarse desde aquí). El distrito jurídico -o conuentus iuridicus (sistema de organización romana sobre el que puede verse el sensacional trabajo de OZCÁRIZ, P.: Los conventus de la Hispania Citerior, Madrid, 2007)- dependiente de Caesaraugusta se extendía por las tierras del actual Aragón, Navarra, parte de Lérida, de Soria y de Guadalajara, controlando, por tanto, un espacio vastísimo (ver mapa aquí). Pese a la importancia y monumentalidad que debió disfrutar Caesaraugusta, el catálogo epigráfico de la colonia es parco, aunque, como siempre, interesante. Seguramente -y como sucedió en toda la depresión del Ebro Medio- la piedra de los pedestales honoríficos o de las inscripciones monumentales que adornarían las plazas y embellecerían los conocidos edificios públicos de Caesaraugusta sería triturada en época medieval para la fabricación de cal. Con todo, se conservan algunas piezas singulares como el bloque alusivo a una porta Romana (AE, 1976, 340, con foto aquí), otro con un posible carmen epigraphicum -es decir, una composición métrica versificada- alusivo a un aula tal vez ya de época cristiana (HEp7, 1106), o el monumental dintel perteneciente a algún edificio público de época augústea (ERZ, 77). Descripción: Aunque hay noticias de un acueducto -transmitidas por el tudelano Juan Antonio Fernández a partir de una serie de inscripciones sobre fistulae plumbeae -"tuberías de plomo hidráulicas" (CIL, II, 2992)- con alusión al siervo público de la colonia de nombre Artemas (el trabajo de J. A. Fernández sobre el acueducto ha sido reeditado por el Ministerio de Fomento -ver aquí- y puede complementarse con un sensacional trabajo de José Carlos Abadía sobre el tema en el portal Traianus)-; aunque es posible que existiera un puente sobre el emplazamiento del medieval Puente de Piedra; por más que las monedas permitan constatar templos y diversos conjuntos escultóricos y la arqueología urbana haya permitido estudiar diversas necrópolis (en la zona del barrio de Las Fuentes, la C/Predicadores y Santa Engracia, véase BELTRÁN LLORIS, M., AGUAROD, Mª C., y GALVE, P.: "Caesaraugusta", en Las necrópolis de Zaragoza, Zaragoza, 1991, pp. 19-47) los restos que hoy pueden visitarse -y de un modo, además, muy didáctico- se circunscriben a las murallas (con un lienzo bien conocido en el área de San Juan de los Panetes y otro menos conocido pero igualmente hermoso en el área del Convento del Santo Sepulcro), a uno de los edificios termales públicos (del que sólo se conserva una gran natatio o "piscina" y en el que el audiovisual que se ofrece al visitante, en torno al tema del evergetismo cívico -para él véase MELCHOR, E.: La munificencia cívica en el mundo romano, Madrid, 1999-, está inspirado en una de las más conocidas descripciones sobre las termas que se conocen en la literatura romana: Sen, Epist. 56, 1-2), al área de tabernae del foro colonial, al embarcadero fluvial y, por supuesto, al teatro, uno de los más grandes de la antigua Hispania y puesto en valor, además, de forma excepcional. Lógicamente, la visita debe complementarse con la del Museo de Zaragoza, que dedica varias salas monográficas a la antigua colonia cesaraugustana (actualmente se encuentra cerrado pero el lector puede realizar una visita virtual a los materiales a través de este enlace o documentarse con BELTRÁN LLORIS, M., y PAZ, J. Á.: Museo de Zaragoza: guía, Zaragoza, 2003). Dado lo extraordinariamente didáctico de los aludidos Museos poco puede añadirse en este espacio al margen de consignar que fue en época de Augusto y, sobre todo, de Tiberio, en la que la ciudad alcanzó sus más notables cotas de monumentalidad así como un nivel de vida y de infraestructuras -como denuncia, por ejemplo, su soberbia red de saneamiento- casi ya de corte moderna.
Bibliografía: La bibiliografía sobre Caesaraugusta es amplísima pues también lo son, naturalmente, y como se ha visto más arriba, las fuentes antiguas que se refieren a ella (un elenco de éstas puede verse en FATÁS, G.: Lo que el mundo antiguo escribió sobre Caesaraugusta, Zaragoza, 1977 y también en el área que la web del Patrimonio Romano en Aragón dedica a la recopilación y comentario de las mismas). Una actualizada -y sugerente visión- sobre la colonia Caesaraugusta puede obtenerse de la lectura del trabajo ya citado de BELTRÁN LLORIS, F.: "Caesar Augusta, ciudad de Augusto", Caesaraugusta, 69, 1992, 31-44 que facilita acceso, además, a toda la bibliografía sobre el lugar. Como guías básicas de enfoque arqueológico e histórico pueden verse los ya clásicos trabajos de ARCE, J.: Caesaraugusta, ciudad romana, Zaragoza, 1979 y también la serie Historia de Zaragoza editada hace algunos años por la CAI y por el Ayuntamiento de Zaragoza (al respecto, son de interés los volúmenes: BELTRÁN LLORIS, M., y FATÁS, G.: César Augusta, ciudad romana, Zaragoza, 1998 -que hace el número 2 de dicha serie- y, en menor medida, los que constituyen el también útil fascículo 1 -BELTRÁN LLORIS, M.: Salduie, ciudad ibérica, Zaragoza, 1998- y el 3 -AGUAROD, C., y MOSTALAC, A.: La Arqueología de Zaragoza en la Antigüedad Tardía, Zaragoza, 1998-). Para el papel de la colonia en el valle Medio del Ebro puede verse el sensacional trabajo de BELTRÁN LLORIS, F., MARTÍN-BUENO, M., y PINA, F.: Roma en la Cuenca Media del Ebro. La Romanización en Aragón, Zaragoza, 2000 que, en cierta medida, puede actualizar el también aun útil trabajo de SANCHO, L.: El convento jurídico cesaraugustano, Zaragoza, 1981. La muy reciente edición del trabajo de BELTRÁN LLORIS, F., y DUPRÉ, X.: Las capitales provinciales de Hispania. Colonia Caesar Augusta, Roma, 2007, convierte este título en el referente necesario para quien quiera adentrarse en la Historia de la colonia que ocupa esta entrada de nuestro blog. Para la época tardía -hoy de actualidad por las excavaciones que, cuando se escriben estas líneas, se están llevando a cabo en la Cripta de la Iglesia de Santa Engracia- y del primitivo cristianismo -especialmente interesante gracias a las noticias vertidas por el Peristephanon del calagurritano Prudencio sobre los mártires cesaraugustanos- pueden consultarse los trabajos de ESCRIBANO, Mª V. y FATÁS, G.: La Antigüedad Tardía en Aragón (284-714 d. C.), Zaragoza, 2001 o de BELTRÁN LLORIS, F.: Los primeros cristianos en Aragón, Zaragoza, 2000, precisamente en una ciudad en la que la devoción a la Virgen está tan arraigada y vinculada a los primeros tiempos del cristianismo (hace algunos años, en los números 5105 y 5104 de Marzo y Abril de 2000 de la revista El Pilar, del Cabildo de Zaragoza, publiqué una síntesis sobre el tema que puede valer como primera aproximación a las noticias históricas sobre la Caesaraugusta cristiana).
Recursos en internet: Con una ficha sintética sobre su urbanística en la biblioteca digital Clío, la presencia de Caesaraugusta en la red es acorde a la importancia de aquélla en la Antigüedad. Por supuesto, está bien representada en la web del Patrimonio Romano de Aragón, ya antes citada y el visitante, además, puede consultar en internet los horarios de los Museos del Foro, del Puerto Fluvial, de las Termas y del Teatro (con toda la información accesible también desde aquí). Mucho material -no sólo científico, también didáctico y turístico- proporciona el espacio dedicado a la antigua colonia por Arqueohispania, también útil para otras ciudades de las tratadas en este blog, y buenas fotografías del teatro y de las murallas pueden verse en Arte España. Para una síntesis de extraordinario rigor científico debe consultarse la Gran Enciclopedia Aragonesa OnLine. En cualquier caso, a más recursos se puede acceder a partir del portal de recursos que -para la Historia Antigua y la Arqueología peninsulares- ofrece la Biblioteca Cervantes Virtual, que no debe faltar en tus sitios favoritos.
Recomendaciones: Precisamente por la situación estratégica a la que antes se aludió, Zaragoza se convierte en un lugar muy adecuado desde el que acercarse no sólo a muchas de las ciudades tratadas en este blog (a apenas una hora de Zaragoza en coche Los Bañales de Uncastillo o Bilbilis, a hora y media: Andelo o Arcobriga, a un par de horas Labitolosa...) sino también a algunos otros enclaves arqueológicos de interés como -entre otros, y la lista sería inabarcable- la antigua Contrebia Belaisca (en Botorrita, a apenas 20 kilómetros de Zaragoza en dirección Valencia y con buena presencia en la red), la aludida colonia Celsa (en Velilla de Ebro, a algo más de 20 kilómetros aguas abajo del Ebro, dirección Castellón), el poblado ibérico de Azaila (también en dirección Castellón, ver foto aquí) y los singulares diques romanos de Muel -con pinturas de Goya en la Ermita que se apoya sobre dicho dique- y de Almonacid de la Cuba, éste último monumental y con recientes estudios al respecto (ver aquí). Para alojarse en Zaragoza -y para comer en ella- lógicamente, las opciones son múltiples. Sin embargo, aquí van algunas recomendaciones para todos los bolsillos. Para nuestro gusto el mejor alojamiento lo proporciona el muy lujoso Hotel Palafox -cuyo Restaurante Aragonia se ha convertido ya en un referente de la cocina aragonesa adaptada a los nuevos patrones gastronómicos- aunque son también muy confortables -y más económicos- los céntricos Hotel Conquistador (a 10 minutos de las murallas romanas), Zenit Don Yo (a un paso de la Cripta de la Santas Masas de Santa Engracia) y Husa Zaragoza Royal. Para comer, existe una oferta variadísima pero son legendarios los "jamones con chorreras" de Casa Juanico -en la Plaza de Santa Cruz-, los pinchos y tapas de Los Vitorinos -en la Plaza de Santa Marta, no muy lejos del teatro romano- y la adaptación moderna de éstos que propone el bar Pic-Nic, en la calle de Doctor Cerrada (imprescindible probar su singular "paulita"). Para comer a la aragonesa, además de el clásico El Cachirulo -a las afueras de la ciudad en dirección Logroño- resulta original La Posada de las Almas. Cocina de autor para paladares exigentes puede degustarse en Taberna La Piedra -en la zona universitaria- y en los suculentos La Granada o Don Pascual, no lejos del área comercial del centro de la ciudad y ambos ideales para cenas en pareja. Y, por supuesto, uno no puede visitar Caesaraugusta sin probar la ocurrente cerveza Caesaraugusta, lanzada por la empresa cervezera local Ambar: nostra prima ceruisia ex frumento confecta ("nuestra primera cerveza hecha de trigo") como pregona su original spot.