PRO UNIVERSITATE

[Lienzo Sappho and Alcaeus, de Lawrence Alma-Tadema, 1881]

Quien, desde hace al menos tres años, frecuente Oppida Imperii Romani sabrá de sobra que ha resultado tradicional que este espacio se haga eco de algunas de las palabras que, quien gestiona este blog, ha dictado a estudiantes universitarios en ceremonias de apertura o de clausura de curso académico en distintas instituciones, muchas veces en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra en otras, en cambio, en otros foros académicos y, especialmente, aunque no sólo, universitarios (se puede acceder a la mayoría de ellas desde este post y desde éste, algo anterior). Como convencido clasicista, siempre con los clásicos como referentes -protagonistas, por ejemplo, de las últimas de esas palabras, las dictadas con ocasión de la Jornada de Bienvenida a Alumnos de la Facultad en el inicio del curso académico 2022-2023- en esas reflexiones compartidas siempre hemos intentado resultar inspiradores para nuestro público que, en cualquier caso, a veces, estaba quizás, demasiado aturdido por la novedad del momento -su estreno como universitarios- o se encontraba inquieto por la emoción de la despedida que suponía su graduación y su consiguiente salto al mundo profesional. Ello, también, como explicábamos en las últimas, nos ha llevado a plasmarlas por escrito para facilitar a quien las escucha -al escuchante, como diría el aclamado Emilio del Río- una lectura reflexiva y sosegada posterior. 

Es por ello que, de un modo casi providencial -y que, en parte, es resultado del privilegio de trabajar en una Universidad pequeña en el número de sus estudiantes pero grande en sus ideales y en la transversalidad activa entre sus colegas- apenas dictadas aquellas palabras de la sesión de bienvenida a la que antes aludía, descubrimos que un colega de la Facultad de Teología de nuestro campus, el profesor D. Lucas Buch, recomendaba en twitter a sus nuevos estudiantes y a sus compañeros del claustro universitario la lectura de un opúsculo de Pedro Salinas poco conocido -nosotros lo descubrimos gracias a esa recomendación- pero de título irresistible, Defensa del estudiante y de la Universidad, resultado de unas conferencias que el genial poeta de la Generación del 27 española dictó en la Universidad de Puerto Rico que le acogió durante varios años. El texto, del que existe una sabrosa edición de Natalia Varo Ferrero en Sevilla, en 2011, para la Editorial Renacimiento, debió componerse hacia el año 1940. Consciente de que el título ya valía la pena que le dedicáramos atención, nos decidimos a adentrarnos en sus páginas. Imprescindibles.

Muchas son las perlas que el opúsculo en cuestión arroja y que harán las delicias -como el librito completo- de quien crea en el futuro de la Universidad como institución de formación profunda, representativa, transformadora, humanística y quien, además, defienda el papel constructor de Universidad que deben ejercer los estudiantes asunto sobre el que hablamos ya con anterioridad en la última Disputatio que recogió este blog, con bibliografía. Así, por ejemplo, en él se reclama "que la Universidad sea, más que una escuela de entrenamiento profesional, un centro de formación del hombre y de orientación en su tarea vital al servicio de todos" (p. 43) y se recuerda que ésta, como institución, deberá ser "un recinto salvado de la consideración primaria de lo material, en el cual se llama la atención al hombre sobre los valores superiores y desinteresados de la vida, y se le invita a servirlos, a adherirse a sus ideales" (p. 69). Además, en la consecución de ese ideal, de esos logros y aunque, efectivamente, es la Universidad la que forma al estudiante, Pedro Salinas cuestiona si "¿hace la Universidad al estudiante o el estudiante a la Universidad?" (p. 39) proponiendo, de hecho, un perfil de estudiante deseable, y que las Facultades universitarias deben "cuidar, desarrollar y procurar aumentar en número" (p. 38). Ese estudiante deseado es el que "pugna por cumplir su misión con la mayor conciencia de su responsabilidad con ellos mismos y con la comunidad humana" (p. 38). Aterrizando sobre cualidades concretas, el escritor madrileño, proponía, de hecho, varias "cualidades deseables del estudiante tipo" (p. 55), a saber, "el deseo de saber por el beneficio mismo que traen el conocimiento y la verdad, independientemente de todo provecho material inmediato para la persona; la vocación intelectual, el amor a las ideas, al entendimiento del mundo, más allá de sus apariencias y formas inconexas, en busca del sentido de las cosas; la fe en la eficacia de la cultura espiritual, del ejercicio del espíritu para la mejora del hombre y de la sociedad (...); la subordinación a los valores expuestos de todos los pertenecientes a la esfera de lo utilitario y lo práctico" (pp. 55-56) concluyendo que el verdadero estudiante se define por el propósito que guía su paso por las aulas, por "la calidad del interés que tiene en su formación" (p. 58). 

Con el objetivo -propio de los blogs académicos como éste y siguiendo lo que recordaba no hace mucho el sensacional blog "Reinventar la Antigüedad", citado ya en varias ocasiones como inexcusable inspirador del que aquí tratamos de componer- de hacer de la circunstancia argumento, el pasado 5 de septiembre, apenas habían transcurrido unos días de las referidas palabras de bienvenida a los nuevos estudiantes de los Grados que ofrece nuestra Facultad, quien gestiona este blog tuvo la ocasión de ser protagonista directo de algunos de los deseos de Pedro Salinas, de sentir, que ese perfil de estudiantes no existe sólo en la hábil pluma de un poeta de la generación del 27 española sino que, con más frecuencia de la que pensamos -algo sobre ello escribimos hace años a propósito de nuestro trabajo con estudiantes en la excavación de Los Bañales de Uncastillo- ese modo de vivir la Universidad se manifiesta a nosotros, a quienes amamos hondamente la profesión académica y disfrutamos con cada uno de los regalos con que ésta nos obsequia diariamente. Ese día, efectivamente, casi mientras amanecía -pues la clase era a las 8h de la mañana- tuvimos el honor de dictar nuestra primera clase de la asignatura "Mundo Clásico" en el curso 2022-2023 y, también -que es lo que la hacía especial, aunque cada clase es un reto lleno de atractivo- nuestra primera como Catedrático de Historia Antigua, título que habíamos recibido, tras la oportuna acreditación en octubre de 2021, a finales del mes de junio pero que tenía efectos, sólo, a partir del 1 de septiembre. No disfrutábamos de ese estatus cuando nos dirigimos a los nuevos estudiantes para darles la bienvenida a la Universidad de Navarra -pues fue un día 31 de agosto- pero sí cuando, apenas cuatro días después, dictamos esa primera -e histórica- clase. 

La culpable de esa situación fue nuestra esposa, Paula, que articuló la sorpresa de que asistieran a esa primera clase nuestra como Catedrático de Universidad un elenco de estudiantes -prácticamente uno por curso, entre primer curso de carrera y primero de doctorado- especialmente queridos y que, además, entienden su misión como universitarios al comprender, como escribía Pedro Salinas, que la Universidad no debe "reflejar servilmente lo que de la sociedad venga" sino que, como espacio de auténtica fecundidad, debe "comprender su sentido, y elevarlo a plano superior integrándolo en la visión general de la cultura o rechazándolo" (p. 48). Y, así, sentados en las últimas filas y mayoritariamente ataviados con sus camisetas rojas -la legio rubricata, como se les bautizó ese día- del proyecto de Los Bañales -por el que todos ellos han pasado, algunos en varias ediciones de esas campañas de excavación estivales a las que han llevado su singular forma de entender el debate humanístico, como uno de ellos recordaba en su blog no hace mucho- asistieron a una primera clase dirigida a estudiantes de primer curso de todos los Grados que ofrece la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, en la que tratamos de combinar la presentación estrictamente académica de la materia que ese día se iniciaba con una reivindicación apasionada del papel de los historiadores en la construcción de conocimiento respecto de la Historia de la Antigüedad y, también, con ecos a entradas anteriores de este espacio, la reivindicación del poder evocador de los clásicos y, en particular, del mundo romano y su protagonismo como constructores de nuestra identidad cultural. De hecho, la lección se tituló "El mundo clásico y los historiadores de la Antigüedad". 

A todos esos estudiantes que quisieron, con tan grata sorpresa, sumarse a un sencillo acto de homenaje  -pero también a muchos otros que no pudieron asistir-, nos parece podría aplicarse, desde luego, la definición de estudiante universitario que se lee en la Defensa del estudiante y de la Universidad de Pedro Salinas (p. 49) con la que queremos cerrar este post conmemorativo que, por su título latino, pro Uniuersitate, sigue reconociendo la extraordinaria función que la Universidad presta a la sociedad y que, de hecho, en un temor que ya hizo reflexionar a Salinas, no debería nunca rendirse a absurdas exigencias mercantilistas. "Un estudiante es un hombre que tiene fe en que por medio del estudio y de la ampliación de sus conocimientos va a mejorar y enriquecer su naturaleza humana, no en cantidad sino en calidad, va a hacerse más persona, mejor persona y a cumplir mejor su destino, va a entender mejor los problemas del hombre y del mundo". Así lo escribía Pedro Salinas, así lo subrayamos nosotros y así nos parece que podíamos rendir gratitud a tantos que, con ese perfil, han pasado por nuestras aulas en estos casi veinte años de magisterio docente. 






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