ET ECCE STELLA

 

  [© de la fotografía aquí]

Las felicitaciones navideñas son una tradición en Oppida Imperii Romani y, excepto en 2016, no han faltado desde que el blog echase a andar en 2008. Muchas veces con el insuperable sarcófago de Castiliscar como motivo -en 2008, en 2012 y aun en 2018-, otras veces con motivos tomados del hermoso románico de la Comarca de Cinco Villas -como en 2011- o del que obra en tantos rincones de la Navarra Media -como en 2010-, en alguna ocasión con el simpático Belén con del Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía de la Universidad de Navarra -como aquél con el que esta institución saludó el bimilenario de la muerte del emperador Augusto en 2014- pero, casi siempre, con escenas tomadas de la primitiva iconografía cristiana como en 2019, 2017, 2015 o 2013. Siempre, como sabrá el lector más asiduo, esas felicitaciones se cierran con una recomendación musical y siempre, también, se articulan en torno a una escueta -y se intenta que incisiva- reflexión sobre algún versículo del Nuevo Testamento, del que se toma la secuencia que da título al post

En este año, el versículo escogido es el noveno del capítulo 2 de Mateo (ver texto latino aquí y versión castellana aquí) y el motivo iconográfico que encabeza la entrada está, a su vez, tomado de un hermoso sarcófago del Musée Départemental Arlés antique, en Francia, del siglo IV d. C. . En él aparecen, en la misma escena pero en registros diferentes, el Misterio -en la parte superior, con una de las más antiguas figuraciones de la mula y el buey, tomadas de los apócrifos- y los Magi en camino -en el registro inferior- éstos todavía con la clásica iconografía de corte romano: gorros y capas frigias y braccae bárbaras (para una buena colección de iconografía de la escena de la Natividad en los primeros siglos del arte cristiano, puede verse este post del blog El diario de Studiolum de igual modo que sobre esos Magi, publicamos un visitadísimo post en nuestro blog para abrir el año 2020, cuya lectura volvemos a recomendar).

Tras unas semanas marcadas por la absurda polémica -que, los de siempre, con el nauseabundo oportunismo de siempre, han tratado de aprovechar- sobre si conviene más decir "feliz Navidad" o imponer un neutro "felices fiestas" (polémica en la que no entraremos por ser conocida nuestra postura y porque plumas más autorizadas que la nuestra han resuelto el tema con notable acierto, como en estos artículos publicados en estos últimos días en La Razón o -éste segundo sencillamente magistral y que suscribimos en su totalidad- en Diario de Noticias de Navarra) y casi como la stella del texto evangélico -en el que Mateo dice et ecce stella, quam uiderant in Oriente, staret supra ubi erat puer: "he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente (...) se detuvo donde estaba el Niño"- la Navidad irrumpe en nuestras vidas, se detiene en ellas y a la vez, las detiene, las paraliza, como si quisiera que todos contemplásemos el Misterio de lo que en ella se celebra por más que muchos quieran paganizarla y desproveerla de su sentido primitivo, perenne y universal que es, precisamente, el que celebramos. Ése y no otro. 

Aprendiendo de ese texto y, también, de tantas y tantas escenas de la primitiva iconografía navideña, se hace necesario, por tanto, en estos días, recuperar la serenidad y detenernos para disfrutar con los nuestros y, sobre todo, para -se sea creyente o no- seguir admirándonos con un acontecimiento histórico que cambió la Historia de la Humanidad y que la sigue cambiando, sin duda, cada año devolviéndonos, de hecho, la ilusión. Al igual que los Magi del sarcófago que encabeza este post miran hacia la estrella y la estrella -representada de modo sumario como una hermosa roseta en el lateral superior izquierdo del sarcófago- se detiene sobre el Misterio del pesebre, la Navidad nos urge a seguir su singular espíritu no sólo en estos días, sino durante todo el año y, también, a detenernos ante Belén, como reclamábamos aquí hace algunos años partiendo del convencimiento de la auténtica cátedra de valores que constituye el Nacimiento.

Aunque como hemos comentado siempre en anteriores posts estamos convencidos de que la Navidad tiene mucho de pop por su irrupción como motivo en la cultura, la literatura, el cine y la música popular de las últimas décadas, este año nuestra recomendación musical tiene algo de litúrgico y nos evoca algunos días de la Navidad de 2019, ya en torno a la fiesta de Epifanía -por tanto en los primeros días de 2020-, que pudimos pasar en Alemania en el marco de una estancia en el Seminar für Alte Geschichte und Epigraphik de la Universität de Heidelberg preparando el volumen Liberalitas Flauia que, de hecho, y por cierto, está a punto de, finalmente, ver la luz en la aclamada serie SPAL Monografías de Arqueología, de la Universidad de Sevilla. Se trata del villancico "Stern über Betlehem" que, usualmente, entonan los niños en la Navidad católica alemana, un villancico que pide, de hecho, a la estrella de Belén, a esa misma stella que es la protagonista de nuestro post navideño de este año, zeig uns den Weg, "muéstranos el camino"

¡Feliz -y por tanto serena, y hasta contemplativa- Navidad preludio de un 2022 cargado de alegrías para todos los lectores de Oppida Imperii Romani!

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