[The favourite poet, lienzo de 1888 pintado por el conocido pintor pre-rafaelita Lawrence Alma-Tadema]
Entre 2018 y 2022 quien escribe este blog fue Vicedecano de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra. Así, en los años 2021 y 2022, se convirtió en tradición que, en la Jornada de Bienvenida a los nuevos estudiantes que, cada año, en los últimos días de agosto o en los primeros de septiembre, organiza la Facultad, dirigiera unas palabras a los nuevos alumnos y lo hiciéramos intentando que éstas tuvieran en el centro a algún autor del mundo clásico -o a varios- y, en particular, de la Literatura Romana siguiendo la línea de otras alocuciones de graduación en actos académicos de diverso signo, tanto en Secundaria y Bachillerato como en Enseñanza Superior dictados a través de los años y recogidos en Oppida Imperii Romani, a los que remitimos a través de los enlaces correspondientes. Esos discursos de bienvenida constituyeron, también, en los años indicados -y puede accederse a ellos a través de los hipervínculos que acompañaban al año en cuestión, más arriba- la entrada inaugural del curso académico en este espacio que, un curso más, espera poder mantener el pulso de dos o tres citas mensuales con sus lectores pulso no siempre fácil de cumplir dadas las exigencias de la intensa vida docente e investigadora.
A finales de 2022, sin embargo, fuimos cesados en ese cargo para pasar a servir a la Facultad en la dirección del Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía. A la Junta del Departamento nos pareció oportuno que, de cara a crear cuerpo, dentro de la Facultad, entre los estudiantes que se incorporaban a primer curso de los Grados en Historia, Historia y Arqueología, Historia y Periodismo e Historia y Relaciones Internacionales que ofrecemos en la Universidad, podíamos tener con ellos un informal encuentro, un breve acto académico que les introdujera en la etapa universitaria, en los hábitos propios del intelectual y en las estrategias básicas para el trabajo académico propio de la educación superior y que, en cierta medida, les ayudase, también, a aterrizar en un mundo, el universitario, cada vez más distante del que se han habituado a vivir en las aulas de colegios e institutos en los años de preparación para el acceso a la Universidad, unos años también decisivos en su formación -quizás no tanto como los universitarios, pero igualmente centrales- y sobre los que, de hecho, mucho se ha hablado también en algunas entradas de la serie "Disputationes" de este blog, especialmente en varias del año 2022 en que se aprobó la nueva Ley de Educación que regía, también, las enseñanzas de Secundaria y Bachillerato (se puede llegar a esas reflexiones a través de la entrada "Quid, quia, quam?", que aquí enlazamos). La jornada, que habrá de tener vocación de continuidad, tuvo lugar en el Edificio Central de la Universidad de Navarra el pasado 11 de septiembre y fue seguida por cerca de medio centenar de estudiantes, matriculados en los estudios de referencia más arriba citados.
Fieles a nuestra creencia en el poder evocador de los clásicos como auténticos "supervivientes" de una cultura milenaria que nos ha conformado como civilización occidental, también quisimos que parte de nuestros consejos, titulados "El estilo universitario: autonomía y asesoramiento", tuviesen sus raíces en reflexiones de autores antiguos, y, en concreto, romanos, a saber, uno de la República , el siempre útil y sugerente Cicerón, -de los dos últimos tercios del siglo I a. C.- y tres del Principado, Séneca, Flavio Josefo y Plinio el Joven, repartidos entre los años cuarenta del siglo I d. C. y los inicios del siglo II d. C., pertenecientes todos, en cualquier caso, a la época aurea de la Literatura Latina. Los cuatro aportan, en obras de distinta naturaleza, reflexiones que nos parece resultan útiles para el trabajo intelectual en general y para el crecimiento y la autonomía del universitario en particular. Veamos, pues, cuáles son esas reflexiones y cómo pueden acomodarse al reto que se presenta al estudiante que pasa del Bachillerato a la Universidad y que lo hace, además, para la apasionante aventura de formarse como historiador.
Nos parece, por tanto, que compensa leer con atención estos pasajes -casi con la misma que exhibe el auditorio del lienzo de Lawrence Alma-Tadema A Reading from Homer, de 1885, que ofrecemos a continuación-, pasajes que, si bien son elocuentes por sí mismos y, seguramente, en ellos cada lector encontrará elementos sugerentes bien distintos, hemos querido remarcar en sus ideas centrales por medio de los comentarios que deslizamos a propósito de cada uno de ellos que, como se ha dicho, recorren casi siglo y medio de Historia del pensamiento romano. Si, además de aportar algunas destrezas y hábitos para el nuevo curso, la lectura de estos textos sirve para que el lector de Oppida Imperii Romani -sea estudiante o no- descubra a algunos de los autores escogidos o sus trabajos -todos ellos clásicos- nuestro esfuerzo por traerlos aquí habrá resultado, sin más, recompensado al tiempo que volverá a subrayar, como ya hicimos en una entrada anterior, a la que remitimos, la gran carga formativa que tienen la mayor parte de los textos de la Literatura Romana y el modo cómo conectan con situaciones y preocupaciones muy propias del presente, transcurridos de ellos más de veinte siglos.
Del libro primero del Sobre el orador de Cicerón (Cic. De or. 1, 17-19 y 20) proceden algunos interesantes consejos en relación a la preparación global, transversal, humanista, propia del universitario, del intelectual, en definitiva, del orator. Una preparación con la que, desde luego, es bueno que el estudiante llegue a la Universidad pero que, también, puede y debe adquirirse en los años de paso por las aulas universitarias que, nos parece, más deben formar en esa curiosidad propia del humanista, que en una simple acumulación de saberes que, por otra parte, se encuentran en los manuales y publicaciones. Reproducimos aquí esos consejos a partir de la traducción del texto que ofrece la Biblioteca Clásica Gredos, en su edición en Madrid, de 2002, a cargo de Javier Iso (la traducción castellana en cuestión está disponible en internet, con acceso a la versión latina del texto pinchando en los parágrafos seleccionados).
17-19: "Pues hay que abarcar un saber en muchísimos ámbitos, sin el cual, las fintas verbales resultan huecas y ridículas. Por otra parte, el discurso ha de conformarse no sólo mediante las palabras adecuadas sino también con su ordenación pertinente (...) Hay que dominar, además, todo el pasado y el arsenal de sus ejemplos y no descuidar el conocimiento de las leyes y del derecho (...) ¿Y qué diré de aquello que atesora todo lo demás, la memoria? Pues si no se tiene como guardián de lo que hay que decir y de los argumentos y de cómo hay que decirlo, está claro que todo lo demás, aunque el orador lo posea en grado superlativo, no servirá de nada"
20: "Y a mi entender, nadie podrá ser orador coronado por la gloria si no ha conseguido saber de los grandes temas y técnicas. Pues conviene que el discurso brote y rebose del conocimiento de las cosas, pues si éste no trata de cosas familiares y conocidas al orador, se reduce a palabrería hueca y poco menos que infantil"
Cinco son, pues, las cualidades que Cicerón destaca como esenciales en un orator que, en cierto modo, podemos asimilar al estudiante universitario: en primer lugar la scientia rerum plurimarum, es decir, "el saber en muchísimos ámbitos" pues el joven universitario ha de ser un humanista interesado por su mundo en el presente y, también, en el pasado pues ambos tiempos están, necesariamente, interconectados. En segundo lugar, la constructio uerborum, es decir "la ordenación de las palabras" pues la expresión -oral o escrita- es fundamental en la construcción de conocimiento y es, debe ser, una prueba de la madurez del intelectual y de quien, en la Universidad, se forma para serlo. Además, Cicerón concede un papel importante a la antiquitas exemplorum, al "arsenal de ejemplos del pasado" y, por tanto, al conocimiento histórico ordenado, diacrónico, discursivo y reflexivo sin el cual es difícil entender y comprender el presente y parece imposible sobrevivir a unos estudios de Historia. En cuarto lugar, el Arpinate insiste en que hay que cultivar la memoria a la que, de hecho, llama thesaurus omnium rerum, "lo que atesora todo lo demás", como ha optado por traducir el traductor en la edición que aquí seguimos. Por último, en quinto lugar, el objetivo de todo orator -y nos parece que, también, de todo universitario- ha de ser el de alcanzar una scientia omnium rerum magnarum, un conocimiento, al menos "de los grandes temas y de las técnicas" que le habiliten para enfrentarse a aquéllas en que sea preciso profundizar bien ahora, bien en el futuro consciente de que, como, con Tucídides, comentábamos en otra entrada de este blog, la Historia y, por tanto, el aprendizaje de ésta es, no una adquisición para el momento, sino para toda la vida y, por tanto, un saber en constante actualización y renovación, también de quien lo cultiva.
En el breve diálogo de Séneca sobre La providencia (Sen. Prou. 2, 1) también se encuentran algunas interesantes reflexiones relativas a la perseverancia, el autocontrol y el autodominio, esenciales en la práctica de la inteligencia emocional que exige el trabajo intelectual propio del universitario. Las reproducimos aquí en la traducción que de dicho diálogo hizo, nuevamente, la Biblioteca Clásica Gredos, publicada en Madrid -en este caso en el año 2020- y en edición a cargo de Juan Mariné, también disponible en red:
2, 1: "¿Por qué a los hombres buenos les ocurren innumerables contrariedades? A un hombre bueno ningún mal puede sucederle: no se mezclan los contrarios. Del mismo modo que tantos ríos, tantas lluvias caídas del cielo, tanta abundancia de fuentes medicinales no cambian el sabor del mar, ni siquiera lo mitigan, así el ataque de las contrariedades no trastorna el espíritu del hombre fuerte: se mantiene en su posición y cuanto le sucede lo acomoda a su estilo de vida, pues es más poderoso que las circunstancias. Y no digo que 'no las sienta' sino 'las vence' e incluso se alza, por lo demás, tranquilo y calmo, contra las que lo acometen. Todas las adversidades las toma como entrenamientos (...)
En línea con su pensamiento estoico -recuperado hoy y convertido casí en best-seller a través del propio Séneca pero también de Marco Aurelio y otros- el filósofo de Corduba subraya lo importante que, para el hombre en general -pero se puede aplicar también al universitario- es esforzarse por disponer del animum uiri fortis, es decir, el espíritu propio de "un hombre bueno" algo que se concreta en considerar como exercitationes, como "entrenamientos" todas las adversidades y en no sentir las cosas sino, sencillamente, en "vencerlas", en sobreponerse a ellas; non sentit sed uincit, dice el axioma derivado de las palabras de Séneca. En un contexto como el académico y universitario, de exigencias, plazos, presión por el trabajo diario, difícil gestión del tiempo, exigencias, retos, exámenes, trabajos, parciales, resultados favorables y menos gratos... la fortaleza intelectual y el espíritu fuerte, la resiliencia, como ahora se define resultan, también, competencias absolutamente primordiales.
Sin embargo, el pasaje seguramente más aprovechable procede del libro tercero de La guerra de los judíos, de Flavio Josefo (Joseph. BJ. 3, 71-74; 85-88; 98-101 y 102-106) y se halla inserto en el marco de una digresión que, en esa sección, este historiador judío y luego romano, hace sobre el ejército de Roma y las claves de su éxito como herramienta básica en la forma del Imperio. El texto -en este caso la traducción es, de nuevo, la de la Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1997, de Jesús Mª Nieto Ibáñez, disponible en red; para el original griego basta pinchar sobre los loca que introducen cada pasaje- dice como sigue poniendo sobre la mesa la importancia de la preparación, el entrenamiento, el esfuerzo y la disciplina en la consecución de cualquier objetivo. El texto, por sí solo, nos ofrece algunas claves fundamentales para cualquier trabajo que exige, como también el trabajo académico, esfuerzo y entrega, disciplina, en definitiva.
71-74: "(Los Romanos) son dueños de un Imperio tan grande como resultado de su propio esfuerzo, no como si ello fuera un regalo de la Fortuna. Pues no empiezan a hacer uso de las armas sólo cuando hay guerra, ni mueven sus manos, que han estado sin hacer nada en tiempo de paz, únicamente cuando tienen necesidad de ello, sino que, como si hubieran nacido dotados de armas, no dan tregua a sus ejercicios ni esperan el momento propicio sin practicar. Sus actividades no difieren en nada de una lucha auténtica, ya que todos los días cada uno de los soldados romanos se entrena con todas sus fuerzas, como si estuviera en guerra. Por ello resisten la lucha con tanta facilidad. En efecto, ni el desorden les aparta de su acostumbrada disciplina, ni el miedo les altera, ni les domina la fatiga"
85-88: "Una vez que se han protegido de esta forma (con la construcción del campamento amurallado), acampan por compañías, en silencio y en orden. Todas las demás actividades también son llevadas a cabo por ellos con disciplina y seguridad: cada uno recoge, por grupos, la leña, los víveres y el agua, si les hace falta. Pues ni la comida ni la cena pueden hacerla individualmente cuando quieran, sino que todos comen juntos. Las trompetas anuncian la hora de dormir, la de hacer guardia y la de levantarse; no hay nada que no se haga sin que se dé la orden (...)"
98-101: "(...) En los combates no se hace nada sin debatirlo antes, ni se improvisa nada, sino que la reflexión va siempre por delante de toda acción y realizan lo que han decidido. Por ello, rara vez se equivocan y, en caso de que esto ocurra, fácilmente remedian sus errores. Creen que es mejor equivocarse, después de haber tomado una decisión, que tener éxito gracias a la suerte, pues los bienes que surgen por casualidad llevan a la imprevisión, mientras que la reflexión, aunque alguna vez dé mal resultado, supone una buena lección para no volver a caer en el error"
102-106: "En sus ejercicios militares no sólo fortalecen sus cuerpos, sino también sus almas, y, además, se adiestran también con el miedo. En efecto, sus leyes castigan con la pena de muerte no sólo la deserción, sino también cualquier pequeña desidia. Los generales son más terribles que las leyes, pues a pesar de los honores que dan a los valientes no dejan de parecer crueles con los soldados que castigan. La obediencia de los romanos hacia sus generales es tan grande que todo el ejército es en la paz una institución bien ordenada y en la guerra forma un solo cuerpo. De esta manera tan compactas están organizadas sus filas, así de ligeros son sus movimientos, tan atentos están sus oídos a las órdenes, tan abiertos sus ojos a las señales y tan dispuestas sus manos para entrar en acción"
Seguramente, quien se haya acercado, siquiera someramente, al fenómeno de la Romanización -que consiguió hacer de todas las tierras de la actual Europa un único Imperio reconocible en hábitos culturales comunes pero sobre un telón de fondo general que no excluyó sino que integró la diversidad, como ya subrayamos hace algún tiempo en otra entrada de este blog- se habrá interrogado alguna vez sobre una de las herramientas de su éxito: el ejército. Así lo hizo también Flavio Josefo que, a tenor del avance de los Romanos en su tierra, Judea, empleó varios capítulos del libro tercero de su Bellum Iudaicum a desgranar las razones del éxito militar de Roma. Éstas -a partir de los cuatro extractos seleccionados- se pueden resumir en: esfuerzo (aretés ktéma), ejercicio (gymnádsetai), constancia, disciplina (ataksía); orden (kósmou), convivencia y trabajo conjunto (syntákseis); reflexión y ausencia de improvisación (gnomé proágei), capacidad de aprendizaje; cultivo del espíritu (alkímous tás psychás) y obediencia (synapheis) que Josefo expresa en los correspondientes términos griegos -que aquí se han destacado- pues es en la lengua griega en la que está escrita su obra ya que ésta fue la lengua vehicular de las tierras del Oriente del Imperio. Se trata, por tanto de dos grupos de comportamientos que, a nuestro juicio, son replicables a cualquier reto personal y, por supuesto, también académico. Por un lado, los tres primeros textos nos llevan al ámbito de la autonomía, de que el estudiante universitario sea capaz, con su esfuerzo, con su entrenamiento, con su orden, de establecer un modo de vida y de trabajo -una rutina- fundamentado en la voluntad, el aprendizaje y el esfuerzo continuo, "no dando tregua a los ejercicios", como escribe el historiador de Jerusalén. El último texto, sin embargo, alude al asesoramiento, a la conveniencia de que los oídos del estudiante "estén atentos" a las órdenes de quienes le aconsejan y le enseñan, profesores, asesores, tutores, mentores... Dos herramientas, sin duda, claves para el éxito en cualquier aventura académica no sólo inicial, también de postgrado o doctoral.
Avanzando en el tiempo, Plinio el Joven, en sus Cartas, y en concreto en una que dirige a Minicio Fundano (Plin. Ep. 1, 9) -que llegó a ser procónsul en Asia- afirma lo que sigue en relación al aprovechamiento del tiempo y al manejo de los tiempos de ocio, en este caso presentamos el texto conforme a la traducción de Julián González, editada por RBA Editores en Barcelona, 2017 y disponible en The Internet Archive:
3-8: "El día en el que has hecho todas esas cosas (ir a una fiesta, actuar, trabajar...), parecen necesarias, pero esos mismos actos, si piensas que los has hecho a diario, resultan inútiles, sobre todo cuando reflexionas lejos de la ciudad. Entonces te viene a la mente este pensamiento: ¡cuántos días he gastado en cosas tan triviales! Esto me sucede a mí, cuando en mi Laurentino, me dedico a leer o a escribir algo o incluso tengo tiempo libre para el ejercicio del cuerpo, en cuyo apoyo el alma se sostiene. No oigo nada de lo que luego me arrepienta haber oído, no digo nada de lo que luego me arrepienta haber dicho; nadie en mi presencia acosa a nadie en maliciosas conversaciones, yo mismo no reprendo a nadie, sino a mí mismo, cuando escribo algo poco correcto; ningún temor, ninguna esperanza me inquietan, ningún rumor me sobresalta: sólo hablo conmigo mismo y con mis libros. ¡Oh auténtica y pura existencia! ¡Oh apacible y honorable descanso, que puede llegar a ser más digno que cualquier otra actividad! (...) Por todo ello, tú también abandona, tan pronto como tengas ocasión, ese estrépito, ese ir y venir sin sentido y esos trabajos tan inútiles y entrégate al descanso. Pues, como dijo nuestro admirable Atilio, de forma eruditísima y al mismo tiempo encantadora, es mejor tener tiempo libre que no hacer nada"
En la peculiar concepción romana del otium, entendido como espacio para el cultivo intelectual como algo pulchrius omni negotio, es decir "más digno que cualquier otra actividad", Plinio el Joven detalla aquí de qué modo algunas rutinas que pueden parecer necesarias acaban, sin embargo, siendo vanas, inútiles, inania empleando los términos necessaria e inania que dan título a esta entrada. En el trabajo cotidiano del universitario es evidente que saber distinguir lo urgente de lo importante, lo preparatorio y accidental de lo determinante y, en definitiva, lo que nos cultiva de lo que, sencillamente, nos distrae, resulta una exigencia fundamental que, también, forma parte de los retos a que debe hacerse frente siempre ante un nuevo curso académico.
En definitiva, un buen estudiante universitario es el que estudia desde el primer día, el que, en su rutina de trabajo, sabe reservar espacio no sólo al "hacer" sino, también, al "pensar", no exclusivamente a lo inmediato (las entregas, los trabajos que apremian) sino a lo que, cuando comienza el curso, se ve como algo más lejano y distante en el tiempo. Triunfa también el que "profesionaliza" desde el primer momento, su paso por las aulas del Campus haciendo de sus tareas su primera prioridad, no sólo el cumplirlas sino, también, el acabarlas y terminarlas bien. También es un buen universitario el que entiende que sus compañeros no son competidores sino colegas con los que puede motivarse, con los que puede, y debe, compartir tareas y a los que debe, también, en ese contexto hacer crecer. Y, por último, es propio del espíritu universitario el comprender que los profesores, que, efectivamente -en su tarea más compleja y, muchas veces, más ingrata- habrán de evaluar nuestro rendimiento, disfrutarán, siempre, haciendo de facilitadores del aprendizaje si encontramos -no será difícil- el modo de que se impliquen con obtener lo mejor del estudiante. Buenos retos, sin duda, para un nuevo curso siempre, además, de la mano de los clásicos grecorromanos, siempre tan inspiradores, como estos pasajes, entendemos, contribuyen a mostrar.
------------------------------------------
NOTA.- Tres libros, extraordinariamente útiles, han sido fundamentales en la preparación de esta entrada y de las reflexiones a los estudiantes de 1º de Historia y sus Grados dobles en la Universidad de Navarra que la han inspirado. Los dejamos aquí por si resultan útiles para los lectores de Oppida Imperii Romani. En primer lugar la recopilación de fuentes sobre la educación griega y romana de JOYAL, M., McDOUGALL, I., y YARDLYE, J. C., Greek and Roman Education. A sourcebook, Londres-Nueva York, 2009; en segundo lugar, la sorprendente y utilísima, para cualquier aspecto de la vida romana, antología de textos de SHELTON, J. A., As the Romans did. A sourcebook in Roman Social History, Oxford, 1988; y, por último, el también magnífico KITCHELL, K. F., They said it first. The wisdom of the ancient Greeks and Romans, Mundelein, 2009, también muy sugerente. Los tres pueden ser un extraordinario vademécum para descubrir de qué modo cualquier aspecto de nuestra vida cotidiana fue también objeto de atención y reflexión por las fuentes romanas y, por tanto, para convencernos de la profunda carga cultural que el mundo romano ha legado a Occidente y a nuestro día a día.
1 comentario:
Fantástico, Javier
Publicar un comentario