VASCONES, HAEC FAMA EST



Como contaba no hace mucho en un directo en Instagram, emitido por "La ventana de las Humanidades" de Macarena Calderón, de la Universidad de Alcalá de Henares, en el que hablamos, también, sobre el legado del mundo clásico, y como recuerda el primer post de este blog, Oppida Imperii Romani nació como un blog de arqueoturismo que aspiraba a ofrecer al viajero interesado en la huella urbana de Roma en las provincias recursos y materiales desde los que conocer, entender e interpretar mejor dicho legado. Estos días, sin embargo, revisando el histórico de entradas de este espacio, nos ha sorprendido comprobar que, excepción hecha de algunos posts sobre ciudades de la Hispania Citerior -y bien diversas en tamaño e historia como Tarraco, Osca o Cascantum cuyas entradas acumulan entre 4.000 y 5.000 visitas- es un post publicado en octubre de 2017, y titulado "Navarrorum", el que, con más de 4.200 visitas es, a día de hoy, el más visitado de Oppida Imperii Romani confirmando la tendencia de éxito que -casi siempre con más de 1.000 visitas por entrada- tienen los posts etiquetados con la etiqueta Vascones. En ese post de 2017, motivado por una exposición instalada por aquel entonces en el Archivo General de Navarra, me limitaba a hacer hablar a otros expertos sobre algunos de los tópicos erróneos o interesados que, en torno a los Vascones antiguos, se han mantenido con el paso de los años tanto a nivel científico como -lo que a veces resulta más preocupante en según qué medios- a nivel social.

Como se ha dicho en este blog en muchas ocasiones, el asunto sobre las etnias históricas de la Antigüedad peninsular ha conocido una inusitada dinamización en los últimos quince años. Por citar sólo monografías -la lista sería interminable si se incluyesen también artículos de investigación- se han publicado agudos volúmenes de síntesis que se han preguntado sobre la validez de las fuentes que nos hablan de las etnias paleohispánicas (CRUZ, G., LE ROUX, P., y MORET, P. (eds.), La invención de una geografía de la península ibérica, vols. 1 y 2, Málaga-Madrid, 2006 o WULFF, F., y ÁLVAREZ-MARTÍ, M. (eds.), Identidades, culturas y territorios en la Andalucía prerromana, Sevilla-Málaga, 2009), sobre la difícil relación entre etnicidad e identidad política en los tiempos antiguos (CRUZ, G., y MORA, B. (eds.), Identidades étnicas, identidades políticas en el mundo prerromano hispano, Málaga, 2014), sobre la relación entre etnias y territorios (SANTOS, J., CRUZ, G., FERNÁNDEZ CORRAL, L., y SÁNCHEZ VOIGT, L., Romanización, fronteras y etnias en la Roma antigua: el caso hispano, Vitoria, 2013), sobre las fuentes que caracterizan nuestro conocimiento del mosaico étnico prelatino en Hispania (SALINAS DE FRÍAS, M., y HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, D., Los pueblos de la Península Ibérica antes de Roma, Madrid, 2018) y, también, sobre los procesos historiográficos que han contribuido a engrandecer, a -como se ha escrito con acierto en un volumen muy recomendable- "lustrar los orígenes" (PÉREZ MOSTAZO, J., Lustrando las raíces. Antigüedad vasca, política e identidad en el siglo XIX, Pamplona, 2019) a partir de siempre apasionantes tergiversaciones del pasado (WULFF, F., Las esencias patrias: historiografía e historia antigua en la construcción de la identidad española (siglos XVI-XX), Barcelona, 2003). Y eso, lógicamente, ha afectado también a una de las etnias antiguas que, por razones de cuasi-homonimia con los vascos actuales, más interés ha despertado socialmente: los Vascones sobre los que la bibliografía es ya bastante generosa tal como indicábamos hace algunos años (ver post aquí). Tanto es así que tras una notable intensificación de la producción científica sobre éstos entre 2006 y 2013, apenas se ha publicado nada nuevo recientemente y lo que ha ido apareciendo -como el volumen de LANZ, J., Los vascones y sus vecinos (siglos II a. C.-VIII d. C.), Pamplona, 2020 o el de KLÄR, T., Die Vasconen un das Römische Reich. Der Romanisierungprozess im Norden Iberischen Halbinsel, Stuttgart, 2017- no puede decirse que sean, realmente, obras monográficas sobre esta etnia sino, más bien, aproximaciones a la misma desde perspectivas de la Historia Antigua general y de la praxis político-administrativa al modo romano en territorios del septentrión hispano en particular, también, en cualquier caso, interesantes y dignas de ser integradas en la historiografía sobre la cuestión. Sí resulta necesario -y Javier Larequi, un buen alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra lo está acometiendo como Trabajo de Fin de Grado que, además, tendrá continuidad en una investigación doctoral- aplicar esos esquemas de comprensión identitaria e historiográfica arriba citados -haciéndolo en el sentido más amplio del término, de historiografía antigua pero, también, de ideología e historiografía políticas contemporáneas- a un problema, el de los Vascones que, en los últimos años, no ha hecho, como comentaremos a continuación, sino escudriñar constantemente las mismas fuentes que recopilase con acierto a comienzos de los años 80, tras la estela de otros investigadores precedentes, Mª Jesús Peréx Agorreta (Gerión, Extra 2, 1989, pp. 317-326) en cuyo volumen-homenaje, actualmente en prensa en la Editorial UNED, volveremos sobre sus indiscutibles aportaciones.

Muestra de lo sugerente que el tema sigue resultando, también a pie de calle y en la opinión pública, es la polémica que, en estos últimos días, se ha generado en Navarra a raíz de una entrevista a Jokin Lanz, citado más arriba, publicada en Diario de Navarra y en la que, con notable claridad, este historiador navarro explicaba las diferencias entre los Vascones prelatinos -los contemporáneos a la conquista romana y las guerras civiles de Roma-, los altoimperiales -de la época en la que se compusieron las que son nuestras principales fuentes sobre la cuestión- y los tardoantiguos. En ella, Jokin Lanz sentenciaba, con poco acierto, que los historiadores que se han ocupado -que nos hemos ocupado- de trabajar sobre Vascones en los últimos años habíamos entrado en un bucle. En absoluto lo vemos así y damos toda la razón a la carta al director que Javier Larequi, también citado más arriba, envió al Diario de Navarra en respuesta a esa poco acertada expresión y en la que demostraba cuánto habían aportado -y seguirán aportando- los recientes debates sobre las fuentes antiguas respecto de una cuestión que sólo avanzará si seguimos mirando a esas mismas fuentes, desde nuevas perspectivas.  

En ese contexto de escrutinio constante de las fuentes antiguas sobre los Vascones, como decíamos, en el último decenio, en la Historia Antigua peninsular hemos asistido a un cierto revisionismo que, en parte motivado por esa escasez de fuentes y en parte, también, por el deseo de exprimir éstas al máximo ha generado no poca confusión no sólo científica sino, también, social interviniendo sobre ésta, también, el reiterado recurso social a tópicos, como el de la expansión vascónica, el de la identificación entre Vascones y navarros o el del vasco como lengua de los Vascones, todos ellos ya superados y sobre cuyos presupuestos errados hablamos, de hecho, en un muy reciente post de Oppida Imperii Romani. En estos últimos años, la investigación, y en parte también la sociedad, se ha preguntado -y se sigue preguntando-, entre otras cuestiones, algunas como las que siguen: ¿tuvieron los Vascones de las fuentes antiguas autoconciencia de sí mismos? ¿constituyeron, de verdad, un estado único merecedor de prebendas por parte de Roma? ¿fue el vascuence su lengua principal y mayoritaria? ¿si lo fue, porque su registro escrito es tan escaso a este lado del Pirineo? ¿qué rol ocuparon los Vascones ante la expansión romana durante el siglo II a. C. y en las guerras civiles del siglo I a. C., en especial la guerra sertoriana? ¿fue Pompelo su capital? ¿fue ésta fundada, en realidad, por Pompeyo? ¿esa fundación, fue un premio o un castigo a la etnia local? ¿qué distingue, desde el punto de vista material y tangible, a los Vascones de sus vecinos celtíberos o íberos? ¿es Navarra la tierra de los Vascones? ¿lo es Euskadi?

El pasado jueves 25 de febrero, tras varios intentos fallidos por culpa de nuestra saturada agenda, fuimos invitados a participar en las ya consagradas tertulias de la Asociación Pompaelo donde, en los últimos meses, se había hablado ya sobre Vascones y sobre la Navarra antigua de la mano del escritor, extraordinariamente bien documentado, Juan Torres Zalba, autor reciente de El primer senador de Roma (Madrid, 2019) y, antes, de Pompelo, el sueño de Abisunhar (Pamlona, 2004) y, hace algo más de tiempo, un buen grupo de alumnas del Diploma en Arqueología que ofrece la Universidad de Navarra, habían abordado algunas cuestiones históricas y patrimoniales sobre la Pamplona romana que también recogimos en un post de este blog. En el transcurso de la citada tertulia -de carácter totalmente divulgativo- que quedó grabada y que puede verse en el vídeo que encabeza este post, insertado desde el canal de vídeos de la Asociación Pompaelo en YouTube, tuvimos la oportunidad de responder a algunas de las cuestiones que antes enunciábamos y que, o bien se han planteado como consecuencia del debate historiográfico reciente o bien siguen estando presentes, a veces sin demasiado cuestionamiento y asumidas como inertes tópicos, en la sociedad navarra. Casi podría decirse que los Vascones cuentan con su particular fama social, algo que, por otra parte, ya pasaba en época de Juvenal, de ahí la expresión (Iuv. Sat. 5, 15, 93) con que encabezamos este post. Compartimos el vídeo motivados por el éxito que, al menos desde una óptica cuantitativa, tienen los posts que, sobre Vascones, dejamos en Oppida Imperii Romani y lo hacemos, también, alineados con nuestro firme convencimiento de que, como afirmaba Eric Hobsbawm, el historiador debe ser el recordador oficial de aquello que la sociedad quiere olvidar o, al menos, manipular. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias.

Chumari