INFORMIS TERRA



Quien sigue de cerca y con atención Oppida Imperii Romani sabe que las entradas del mes pasado se han compuesto en el Seminar für Alte Geschichte und Epigraphik de la Universität Heidelberg, en Alemania y así sucederá, también, con las que sigan hasta el 31 de agosto. Quien nos sigue desde hace tiempo, además, sabrá que algunos museos arqueológicos ubicados en la que fue la Germania inferior y, también, algunas de las más importantes ciudades romanas de la Germania superior, como Mogontiacum (Mainz), Lopodunum (Ladenburg) o Aquae Aureliae (Baden-Baden), han desfilado por este blog que, por razones obvias, tiene una mayor querencia a los ámbitos hispánicos. Justo antes de la irrupción de la pandemia del coronavirus, incluso, inauguramos una sección de loca memorabilia en la que nos proponíamos visitar lugares históricos escenario de acontecimientos clave en la Historia Romana, sección que abríamos, de hecho, con un paseo por el bosque de Teotoburgo rememorando el desastre de las legiones del emperador Augusto en el año 9 d. C., frente a las tribus germanas. Ya en esa entrada -y después lo desarrollamos abundantemente durante los meses del Covid-19- nos limitamos, básicamente, a hacer hablar a los textos antiguos convencidos del carácter elocuente y casi oracular de estos que, de hecho, también hemos reivindicado en algunas entregas de Oppida Imperii Romani que se cuentan entre nuestras favoritas -y, por lo visto, también entre las más visitadas por nuestros lectores-, por ejemplo las consultadísimas "Omnes libellos" o "Flexamina oratio". El post que abrimos con este párrafo, tiene, en cierta medida, el espíritu de esas otras entradas en las que, sencillamente, nos limitamos a dejar hablar a los clásicos contribuyendo así también -ojalá- a acercarlos al gran público y a que este se anime a descubrirlos.

Aunque quizás el mundo global en que vivimos ha suavizado un poco los tópicos nacionales y ha permitido generar una visión más global, y menos regional, del mundo y, sobre todo, de Europa, en nuestra generación era habitual que al pensar en Alemania vinieran a nuestra cabeza varios tópicos sobre ese país centroeuropeo que, en cierto modo, están en la mente de todos: el frío y la lluvia, la rudeza -también física- de sus gentes arias, su poca destreza culinaria excepción hecha, en la bebida, de la cerveza -sin duda la bebida nacional en ese país- y, acaso, sus dispersos pueblos y ciudades, salpicados y repartidos irregularmente sobre el paisaje, con viviendas y construcciones de aire colorista que dan una nota alegre a un paisaje que siempre tendemos a imaginar muy verde y con el cielo permanentemente gris muy distinto, por tanto, al que ofrecen nuestros -soleados y abiertos- ambientes mediterráneos de procedencia. Se trata, lógicamente, de tópicos pues quizás esa Alemania de nuestro imaginario cultural tiene poco que ver con la realidad o, al menos, con algunas zonas de ese país extraordinariamente amplio y, por tanto, también diverso. 

Pues bien, hacia el año 98 d. C., uno de los mayores historiadores de Roma, Tácito, escribía su opúsculo De origine et situ Germanorum más conocido como Germania o "la Germania". En una extensión que apenas supera el medio centenar de capítulos, el autor de los Annales o de las Historiae, -se discute si con carácter sencillamente etnográfico o también político y moralizante como queriendo mostrar a Roma el exemplum de un pueblo que había sabido mantener sus tradiciones y no corromperse, asunto sobre el que  pronto volveremos- Tácito se entretenía en él en describir algunas de las características que definían a los Germanos del momento -especialmente de los comprendidos entre el Rhin y el Danubio (Germ. 1, 2-3), la denominada Germania magna-, conocidos ya desde las referencias a ellos en el De bello Gallico de Julio César y, por supuesto, por las que el propio Tácito, en los Annales, había hecho al asunto de Teotoburgo, al líder germano Arminio y a algunas de las cualidades guerreras de los teutones, y, en particular, a su singular uirtus militar, que también desarrollará en la Germania (sobre esas referencias remitimos a nuestro antiguo post "Per paludes perque siluas"). Resulta singular que una detenida lectura de los veinticuatro primeros capítulos de dicho texto (del que existe una buena traducción al castellano, por parte de J. M. Requejo, en la siempre útil Biblioteca Clásica Gredos, disponible en red, y que es la que hemos seguido para la parte que sigue de esta entrada -Madrid, 1981-) arroje sobre las tierras de Germania y sobre sus habitantes, los Germani, una imagen que, prácticamente, hemos hecho nuestra en nuestro propio imaginario cultural, como mediterráneos, respecto de los alemanes y que, como veremos, se separaría poco de la que hemos descrito unas líneas más arriba.

La Germania de Tácito, contra lo que, a priori, pudiera parecer por su tamaño -en la edición de Gredos su extensión apenas alcanza las 40 páginas- es una obra única en la Literatura Latina y así lo reconoce gran parte de la crítica. Su mérito fundamental es claro, se trata del único tratado estrictamente etnográfico, monográficamente etnográfico -podríamos decir- que, en lengua latina, nos ha llegado de la producción de ese género en el mundo romano (RUTLEDGE, S. H., A Tacitus reader. Selection from Annales, Historiae, Germania, Agricola and Dialogus, Mundelein, 2014, p. XVII). No en vano, el opúsculo fue calificado como libellus aureus por los autores del Renacimiento que siempre lo miraron con notable admiración preludio de la que, como glosaremos más abajo, sintieron por él los primeros "nacionalistas" alemanes ya a finales del XVIII y, sobre todo, en el siglo XIX. La razón de esa fascinación es lógica y así se ha señalado en las ediciones canónicas al uso (ANDERSON, J. G. C. (ed.), Cornelii Taciti. De origine et situ Germanorum, Oxford, 1958, pp. IX-XIII): el tratado se escribió con un doble propósito que -aunque haya dividido a la historiografía sobre la obra (cuestión que se resume muy bien en pp. 71-74 de la Introducción a la misma en la traducción de la Biblioteca Clásica Gredos)-, además, nos parece extraordinariamente moderno. Al margen de la atención que, a partir del capítulo 37, la obra dedica a la Historia de las guerras de Roma contra los Germanos y a la caracterización específica de sus distintas tribus -Teutones, Cimbrios, Suevos, Queruscos, Caucos, Quados, Catos y Marcomanos, entre otros- la parte que podríamos calificar de "general" de la Germania -es decir sus veinticinco/treinta primeros capítulos donde Tácito se entretiene en de omnium Germanorum origine ac morium"el origen y las costumbres del conjunto de los Germanos" (Germ. 27, 3)- se escribió con dos claros motivos que pasaremos pronto a detallar. El tratado supone, también, si lo analizamos como fuente historiográfica, una excelente aproximación al estado de cosas de los territorios germanos a comienzos del siglo II d. C., espacio que, tras el desastre de Teotoburgo se militarizó notablemente dando cobijo a ocho legiones -frente a las seis que tuvo con anterioridad a la época augústea (Tac. Ann. 4, 5, 1)- y que quedaría dividido en las clásicas Germania inferior y Germania superior única y exclusivamente a partir del reinado del emperador Domiciano (para la Historia de este territorio, muy bien sintetizada, puede vesre en línea MATIJEVIC, K., "Germania (Superior and Inferior)", en The Encyclopedia of Ancient History, Wiley Online Library, 2012) responsable también de la repoblación, según noticia del propio Tácito en la Germania (29, 4) de los denominados agri decumates, más o menos coincidentes con el actual länd alemán de Baden-Württemberg (sobre ellos y la discusión histórica en torno de su identidad y significado, problemático por conocerse sólo por la noticia de Tácito, véase WELLS, P. S., "Agri Decumates", en The Encyclopedia of Ancient History, Wiley Online Library, 2012) acciones todas acometidas en vísperas de la edición de la Germania por Tácito en el año 98 d. C.



[Mapas de los pueblos Germanos, © Findlay, 1849 (a la izquierda, arriba) y de la las provincias germanas en el siglo II d. C., © Westermann, 1987 (a la derecha, abajo)]

Pero es que, además, la Germania constituye la primera versión literaria del tópico del "noble sauvage", del "buen salvaje" que, alejado de la corrupción de la civilización, vive a partir de una moral antigua basada en la lealtad, la familia, la libertad y el respeto al pacto y a la palabra dada (Germ. 18 y 19) que Tácito trata de contraponer a la corrupción de la época en Roma algo que, en cierto modo, había destacado también en el Agrícola, otra de las opera minora de Tácito publicada en fecha muy próxima a la Germania, obra sobre cuya ideología algo dijimos en una vieja entrada de este espacio. De ese modo, en Tácito existía una clara intención de contraponer ese modo de vida "natural" y "agreste" al de la "civilizada" Roma contemporánea. Pero, además, muy probablemente, y en línea con un asunto que resulta permanente en la obra de Tácito (CASTRO, A. D., Tacitus and the virtues of the Roman Emperor: the role of imperial propaganda in the historiography of Tacitus, Ann Arbor, 1972), este autor, al publicar su obra apenas Trajano había ascendido al trono imperial, estaba tratando de justificar el largo año y medio que dedicaría este Princeps a que el ejército fortaleciera las obras de defensa del limes del Rhin en lugar de avanzar hacia el interior como sí había hecho Domiciano. Desde un punto de vista estrictamente literario y compositivo es probable, de hecho, que la Germania fuera pensada, acaso, como un apartado introductorio a una Historia del emperador Domiciano que habría proyectado componer Tácito y que, sin embargo, nunca llegó a terminar (sobre esta opción debe verse ANDERSON, J. G. C., op. Cit., p. XIII además de MEISTER, K., y HAAS, H., "Monographie oder Exkurs der Historien?", en MEISTER, K., y HAAS, H. (eds.), Cornelius Tacitus. Germania, Heidelberg, 1962, pp. 20-22). 

[Áureo de Domiciano -RIC II, 560- con representación de una personificación de la Germania vencida, la misma que, postrada sobre escudos propios de los Germanos, aparece en uno de los laterales de la coraza del thoracatus domiciáneo de Los Bañales de Uncastillo]

Con todos esos atractivos y propósitos resulta extraordinariamente interesante de qué modo la exaltación de las virtudes de un pueblo ajeno y de raíces prístinas como el Germano sirvieron ya en los comienzos del siglo II d. C., para legitimar posicionamientos políticos o estratégicos procedimiento éste aun en uso y que, de hecho, ha inspirado la más larga serie de posts que hasta la fecha -con permiso de los alusivos al proyecto Valete uos uiatores- ha generado este blog: la serie "Sorioneku", sobre la reverdecida -desde el pasado otoño- controversia vascónica y sus interesantes, y muchas veces forzadas, manipulaciones políticas. Nótese, por tanto, que la añoranza del pasado sigue funcionando como esquema de legitimación política, sin duda. Se trata éste de otro de los grandes méritos de la historiografía romana, que, en una obra como ésta, aplicó ese consabido esquema de la alteridad, la etnicidad y la identidad sobre el que reflexionamos, someramente, hace algunos años (sobre lo que la imagen de los Germanos de Tácito ha aportado al nacionalismo alemán histórico puede vesre MUHLACK, U., "Die Germania im deutschen Nationalbewusstein vor dem 19. Jahrhundert", en JANKUHN, H., y TIMPE, D. (eds.), Beiträge zum Verständnis der Germania des Tacitus. Teil 1, Göttingen, 1989, pp. 128-155), un esquema que, en cierto modo, e incluso con contraposición lingüística, se ha recuperado en la aclamada serie de Netflix Barbaren (2022). A este respecto del "uso político" de la Germania de Tácito, de hecho, se pronunciaba hace algunos años, con notable acierto, el Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Alcalá de Henares José Luis Moralejo, buen conocedor de la figura de Tácito, en una entrevista en el diario gallego La opinión con quien fue también traductor de la Germania para la prestigiosa serie de clásicos bilingües Alma Mater, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. De hecho, los pasajes en que Tácito ensalza la pureza racial (los Germani como gens indigena y como non infecti) y la libertad (libertas) de los Germanos fueron notablemente utilizados por los "humanistas alemanes" algunos tan ilustres como el propio Hegel, que reflexionó sobre la idea de libertad entre los Germanos tal como la describe Tácito, o Fichte, que citó este opúsculo abundantemente en sus Discursos a la nación alemana, de 1808. Resulta oportuno traer aquí a colación varios de esos pasajes, aunque se separen del asunto central del tópos germano que quería centrar este blog pues nos parecen de lo más elocuente (sobre la recepción de la Germania de Tácito por el nazismo puede verse el imprescindible KREBS, B., El libro más peligroso. La Germania de Tácito. Del Imperio Romano al Tercer Reich, Barcelona, 2011 y, también, RECIO, S., "Tópicos de la xenofobia en la cultura germana. Tácito y el nacionalismo alemán (una contribución desde la asignatura de Lengua Latina en el año europeo contra el racismo)", Aula Abierta, 73, 1999, pp. 133-158). Se trata de los siguientes:

[2, 1] "Los germanos son indígenas y en ningún modo están mezclados con otros pueblos"

[4, 1] "Al no estar degenerados por matrimonios con ninguna de las otras naciones, han logrado mantener una raza peculiar, pura y semejante sólo a sí misma"

Pero, tal como anunciábamos más arriba y como hemos hecho en otras ocasiones, dejemos a continuación "hablar" al texto de Tácito en su caracterización sobre el "origen y la tierra de los Germanos":

[2, 1] "Germania, con un terreno difícil, un clima duro, triste de habitar (...)"

[4, 2 y 4, 3] "Ojos fieros y azules, cabellos rubios, cuerpos grandes y capaces sólo para el esfuerzo momentáneo, no aguantan lo mismo la fatiga y el trabajo prolongado, y mucho menos la sed y el calor fuerte; sí están acostumbrados al frío y al hambre por el tipo de clima y territorio en que se desenvuelven"

[5, 1] "La tierra, aunque variada un tanto en su aspecto, está, en general, erizada de selvas (...)"

[14, 3] "Y es que las comidas abundantes (aunque mal preparadas) constituyen su soldada (...)"

[16, 3] "Cubren algunos lugares (en sus casas) con estuco tan fino y brillante que semeja pintura y dibujos de colores"

[21, 2] "Ningún otro pueblo se entrega con mayor pasión a convites y a relaciones de hospedaje. Se tiene como impiedad el negar albergue a cualquier ser humano. Cada cuál acoge con la mesa dispuesta según sus posibilidades (...)"

[23, 1] "Beben un líquido que obtienen de la cebada o del trigo y que, al fermentar, adquiere cierta semejanza con el vino (...) Se quitan el hambre sin complicaciones ni refinamientos (...)"

Más arriba hablábamos del frío y la lluvia, de la rudeza aria de las gentes alemanas, de su, en teoría, poca destreza culinaria -excepción hecha de la cerveza-, y del paisaje y poblamiento disperso que caracteriza su boscosa geografía. Pues bien, justamente, una lectura de esta breve antología de la Germania confirma, precisamente, todas esas imágenes que hemos hecho nuestras al pensar en Alemania y en sus gentes. Tácito habla de una informis terra para el solar germano, de un "terreno difícil" del que, incluso, dice que es raro que pueda generar una patria (nisi patria sit, "triste de habitar", como traduce con acierto el traductor de la Gredos). Describe a los Germanos como truces et caeruli oculi, rutilae comae, magna corpora, "de ojos fieros y azules, cabellos rubios, cuerpos grandes" y los hace, además, frigora atque inediam caelo soloue adsueuerunt, es decir "acostumbrados al frío y al hambre" así como poco dados a soportar el calor (minimeque sitim aestumque tolerare). Su solar es, además, frugiferarum arborum, "erizado de selvas" lo que contrasta con su carácter habitual de hospitii et comes, de "hospitalarios y amigables" que también destaca el historiador romano entre los rasgos propios del paisanaje germano. Además, pese a que sine apparatu, sine blandimentis expellunt famem, "se quitan el hambre sin complicaciones ni refinamientos", su gastronomía (son cibi simplices, "de alimentos simples", dice en otro punto) alcanza, en cualquier caso, su punto álgido con una bebida corruptus similitudinem uini, es decir, "que, fermentada, alcanza cierta semejanza con el vino" y que se hace ex hordeo et frumentum, "de trigo o de cebada", la cerveza cuyo nombre, sin embargo, Tácito no recoge.

Ante el evocador poder de una descripción como la de Tácito y ante su inexcusable vigencia caben dos posturas que, en realidad, son las mismas que se abren cada vez que nos enfrentamos al peso del legado clásico en nuestra cultura. La primera, pensar en la coincidencia, y en que, efectivamente, nuestra Europa fue ya desde la época romana, un escenario de compleja diversidad. Y es cierto y, por tanto, la postura es válida, legítima. Según eso Tácito, sencillamente, habría sido el primero en describir parte de esa diversidad al mirar hacia las tierras del norte, a esa indigena gens que, como vimos, eran para Roma los Germanos. Pero, ¿no es más hermoso pensar que la mirada de Tácito respecto de los pueblos del norte -como la que algo menos de un siglo antes hizo Estrabón sobre los que ocupaban el septentrión hispano- es la mirada de un latino, de un mediterráneo y que es por eso que, al margen de consideraciones folk, nuestra manera de mirar a los alemanes en el siglo XX y XXI sigue siendo exactamente la misma con la que fueron analizados sus antecesores Germanos por uno de los grandes historiadores de la Roma antigua? 

Está claro que, en muchas cosas, seguimos siendo Romanos... muy Romanos.

1 comentario:

IN dijo...

Quizá también pueda percibirse en Tácito, que no creo que dudase de la superioridad romana y de su grandeza civilizatoria, una añoranza por los tiempos en que Roma era una república que luchaba por sobrevivir, en comparación con una monarquía imperial, en ocasiones brutalmente tiránica.