CAMPO REAL/FILLERA (Sos/Sangüesa) (y II)

"Acerca de lo que todavía encierra el subsuelo, en cuanto a estructuras de edificios y restos arquitectónicos, tenemos la guía de la foto aérea, lo que vio el Padre Escalada al excavarse el Canal de las Bardenas en Campo Real ('bastantes capiteles, entre ellos los jónicos son hermosísimos, fustes de columnas, etc.'), los trozos de piedras que quedan todavía junto a los taludes del canal, los materiales conservados en el Museo de Zaragoza (que no describimos), un curioso capitel guardado en una casa particular (del que tenemos foto y nos ocuparemos en otra ocasión), y el testimonio de la persona encargada de las parcelas de este sector: hace poco tiempo en una fosa que practicaron entre los 'rectángulos mayores' y el Canal descubrieron una vasija con cenizas, varios restos cerámicos y un capitel, documentos que llevaron a Sos del Rey Católico donde vive la dueña de la finca (...) En resumen: probablemente en este sector de Campo Real (Filleras y Corral del Boticario) se encuentre el límite oriental de una extensa población romana con los últimos edificios y las primeras necrópolis de las afueras, o bien una serie de construcciones aisladas, no formando propiamente núcleo urbano, especie de grandes villas con sus propias necrópolis". Con estas palabras valoraban, en 1974, desde la Universidad de Navarra Alejandro Marcos y Amparo Castiella -y en una proyectada serie de publicaciones que, sin embargo, no pasó del primer fascículo, titulada Prospecciones Arqueológicas en Navarra y dedicada a José Miguel de Barandiarán- uno de los enclaves arqueológicos que más mitología ha despertado en, cuando menos, la Arqueología aragonesa y también la navarra y al que ya dedicamos uno de los primeros posts de Oppida Imperii Romani, Campo Real/Fillera que reparte sus restos entre Sos del Rey Católico y Sangüesa y que, de hecho, conoció, si podemos llamarla así, su editio princeps, en ese mismo trabajo de MARCOS, A., y CASTIELLA, A., "Prospecciones en Campo Real (límite navarro-aragonés)", en Prospecciones Arqueológicas en Navarra 1, Pamplona, 1974, pp. 103-133 del que procede (p. 115) la cita con que abrimos esta entrada.

En el citado trabajo, al inicio (p. 105) se explicaban las circunstancias que motivaron el interés de la Universidad de Navarra por este lugar que, como deja clara la cita de más arriba, era ya conocido en la erudición arqueológica de las décadas iniciales de los años 40 del siglo XX e, incluso, bastante antes, como veremos. En 1971, María Ángeles Lizarraga, del Departamento de Geografía de la Universidad de Navarra, en el marco de una investigación sobre la evolución de los usos agrícolas del suelo en Navarra, dirigida por el insigne Alfredo Floristán, identificó, en las fotografías del vuelo americano (1957) y en las de la Diputación Foral de Navarra (1967) -cuya imagen ofrecemos tras estas líneas- una serie de marcas sobre las tierras de labor que, efectivamente, denunciaban la presencia en el subsuelo de alguna suerte de estructuras que recomendaban un estudio arqueológico del lugar que encomendaron, entonces, a Marcos y a Castiella, como más arriba se ha dicho.


Pese a que fueran las estructuras de la fotografía aérea las que estimulasen la atención de estos investigadores y colocasen el yacimiento de Fillera en el circuito científico, ya el sacerdote jesuita de Javier Francisco Escalada Rodríguez en su obra La Arqueología en la villa y castillo de Javier y sus contornos (Pamplona, 1943), al inicio del capítulo que dedicaba a Sangüesa la Vieja/Rocaforte había escrito (pp. 88-89): "La calzada imperial que venimos reseñando, dejaba a la ciudad celtibérico romana, sita en Sofuentes (...) y descendía rápidamente al valle de la Onsella, al que atravesaba en dirección al destruido pueblo de Fillera. Con ocasión de la apertura del canal del pantano de Yesa se han descubierto en este término de Campo Real, jurisdicción de Sos (Aragón), bastantes capiteles, fustes de columna, fíbulas, broches, monedas, urnas cinerarias de barro, una lápida funeraria muy estropeada, etc. La mayor parte de estos objetos son romanos, pero otros son ibéricos; y todo ello muestra la supervivencia de una ciudad celtibérico romana. Ella, a juzgar por esta pequeña parte desenterrada, debía ser muy importante. Así los capiteles jónicos son hermosísimos. Estos descubrimientos, que tanta sensación han causado, estaban ya previstos para nosotros. De ahí mismo y descansando sobre la superficie del terreno habíamos recogido nosotros piadosamente, y para evitar su destrucción, varios capiteles romanos; ahí mismo hemos encontrado varias hachas de piedra pulimentada (...)" tal como, de hecho, habían citado, en el pasaje que corona este post, Alejandro Marcos y Amparo Castiella. Los capiteles jónicos con sus fustes se conservan en los fondos del Museo de Zaragoza, aunque no hace mucho estaban expuestos en las salas de Romanización del citado centro -ahora en proceso de reforma- y, debidamente marcado, en tinta, con el rótulo "Fillera", se guarda uno con decorado puluinus lateral en Cordovilla, en los almacenes del Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra, en Pamplona que, sin embargo, pues el P. Escalada solía marcar las piezas con números en tinta negra, pudo ser recogido por su sucesor en estas andanzas arqueológicas por Cinco Villas, el P. Recondo, del que luego hablaremos. Ofrecemos fotos, nuestras, de ambos materiales que dan una imagen, acaso pretenciosa, de la monumentalidad del lugar.


Volviendo a la acción de F. Escalada, tal como consta en la sensacional documentación recogida por MARURI, D., "El museo Xaveriano de Javier y su castillo", en San Francisco Xabier desde sus tierras de Navarra, Sangüesa, 2006, pp. 257-391, que, en parte, transcribe los diarios de campo del religioso jesuita parece que desde los últimos años 20 y primeros años 30 este sacerdote ya había mostrado interés en el lugar en sus andanzas por la navarra Comarca de Sangüesa y por la aragonesa de Cinco Villas, que no hace mucho (Pregón , 65, 2022, pp. 28-31) hemos puesto en valor. No en vano, en esos diarios se alude a una "urna cineraria ibérica" procedente de Sos -aunque no se especifica localización concreta del hallazgo- "donada por D. Emiliano Ladrero" en 1919 (p. 278) -que fuera médico de Sos del Rey Católico y correspondiente de la Comisión Provincial de Monumentos de Zaragoza- y se relata también como, en 1931, Escalada tiene contacto con Felipe Pérez de Ciriza y Juana Legarre -abuelos del actual propietario de parte de los terrenos-, propietarios de un corral en Pejón, en Sos del Rey Católico y con propiedades, también, según se afirma, en Baratiñones (p. 287) partida de la que de hecho, como recogíamos en un post de este espacio hace ahora exactamente un año, procede uno de los singulares materiales escultóricos con que ha obsequiado este singular yacimiento (para su publicación debe verse Príncipe de Viana, 253, 2011, pp. 97-120). En ese mismo año, 1931, el propio Escalada (p. 287) anota su contacto con Luis Salvo, cuya familia todavía detenta algunas propiedades en el área arqueológica, y la entrega por parte de éste de "un capitel visigótico y otro romano" anotando, además que en "la propiedad de Filleras (...) hubo pues población romana y por ahí pasaba y atravesaba el río Onsella la vía romana de Caesaraugusta a Pompelo". El vuelo de la Confederación Hidrográfica del Ebro, de 1927, nos permite imaginar el aspecto que debía ofrecer entonces, el lugar sin que apenas sean en él perceptibles las estructuras que sí se veían nítidamente en la fotografía de 1967, de la Diputación Foral de Navarra, que ofrecíamos más arriba. Verosímilmente, los trabajos agrícolas con maquinaria pesada que se generalizaron en los años 50 debieron facilitar las explanaciones y nivelaciones que, a la postre, acabarían por dar visibilidad a dichas estructuras y multiplicar los hallazgos. Entre ellos, por ejemplo, en la parte norte del espacio llano que, en ligera depresión, rodea el cerro de Fillera, un sensacional mosaico bícromo en blanco y negro que publicamos hace algunos años en el Congreso Internacional de Arte Provincial que se celebró en Mérida en 2009 (ver aquí) y que recientemente ha sido citado como único paralelo del que se encontró hace apenas cuatro años en el vecino enclave del Forau de la Tuta, en Artieda de Aragón (Zaragoza) (IÑIGUEZ, L., et alii, "Escena de thíasos marino en el Prepirineo aragonés: el hallazgo del opus tessellatum blanquinegro del Forau de la Tuta (Artieda, Zaragoza)", Lucentum, 43, 2024, pp. 169-191). De su propuesta de restitución ofrecemos imagen bajo estas líneas.


Esa labor de recogida de materiales iniciada por F. Escalada, la continuaría luego, también desde el castillo de Javier, el también jesuita P. José Mª Recondo Iribarren que, en su cuaderno anota igualmente varias visitas a familias de Sos con antigüedades procedentes del entorno -cierto que muchas del Cabezo Ladrero de Sofuentes- entre marzo (p. 328) y diciembre de 1954 (p. 336) y en enero y febrero de 1955 (p. 337) fecha ésta última en que ingresa en la colección de Javier "un capitel romano de volutas jónicas y sin fuste cedido por la Vda. de Mola en Sos", por tanto, verosímilmente procedente de Fillera y que, por la descripción, acaso es el mismo del que ofrecíamos fotografía más arriba. En la misma publicación de David Maruri, se hace constar que en 1983 (p. 372) los PP. Jesuitas entregaron al Museo de Navarra, entre otras piezas, una "placa y broche de cinturón de Filleras (Zaragoza)" y una "urna de sigillata hispánica, con tapadera, de Sos del Rey Católico" (p. 372). Este material, como es sabido, es sólo una pequeña muestra del muchísimo que furtivos y coleccionistas más o menos bien intencionados han recogido históricamente en los campos de Fillera y que se conservan, especialmente, en algunas colecciones particulares del municipio de Sangüesa. 

Entre las primeras visitas de Francisco Escalada a Fillera y la valoración que hace en La Arqueología de la villa y castillo de Javier había mediado, sin embargo, un acontecimiento clave en el desarrollo agrícola de la Comarca de Cinco Villas y, también, en la Arqueología de este singular enclave arqueológico, la apertura de la caja del Canal de Bardenas en el proceso de la cual se produjeron notables hallazgos de los que dio notable cuenta otro prohombre de la Arqueología del momento -en este caso aragonesa- como fue José Galiay Sarañana que en GALIAY, J., La dominación romana en Aragón, Zaragoza, 1946, p. 38, escribía: "En Campo Real, partida del término municipal de Sos del Rey Católico, al practicar la apertura de la caja del Canal de las Bardenas se descubrió parte de una necrópolis romana que, por su extensión e importancia de algunas piezas arquitectónicas guardadas hoy en el Museo de Zaragoza, se estimó pertenecería a una gran ciudad que indudablemente hubo allí cerca, como acusan otros restos". Sobre el yacimiento, la procedencia de él de sensacionales materiales, el daño causado por los furtivos -"las colecciones privadas incontroladas"- su singular interpretación como espacio agrícola del tipo uilla, mejor que como ciudad, y la peculiar fascinación que había producido en los inicios de la Arqueología aragonesa se pronunciaba así MARTÍN BUENO, M., Aragón arqueológico: sus rutas, Zaragoza, 1977, pp. 163-164 y, más adelante, también sobre el yacimiento y sus materiales, en p. 170 y p. 177: "El terreno, en la zona que se denomina Corral del Boticario y Filleras, hay restos de construcciones, con algunos depósitos, posibles silos enterrados, muros, sillares sueltos y aprovechados en edificios agrícolas modernos, con tambores de columnas, molduras y otros. Buena parte de ellos han sido recuperados y trasladados a la vecina finca de Peña, ya en Navarra, donde están en la actualidad en un jardín particular. Los restos eran conocidos de antiguo y Escalada ya había recuperado algunos en prospecciones, y también lo hizo la Universidad de Navarra. La fotografía aérea de la zona dio como resultado la localización de unas estructuras rectangulares de buen tamaño que deben de corresponder a unos establecimientos agrícolas, posiblemente uillae que, a juzgar por los materiales, debieron ser de importancia"

El resto de la historiografía de este lugar es bien conocida. Fue en 2008 que Archivo Español de Arqueología publicó (81, 2008, pp. 75-100) un trabajo nuestro, colectivo, en que reivindicábamos el carácter urbano del lugar -ya subrayado por la historiografía tradicional- que, después, también encontró acomodo en el el libro de MORENO, I., Item a Caesarea Augusta Beneharno. La carretera romana de Zaragoza al Bearn, Ejea de los Caballeros, 2009, pp. 55-56 y 74-75 -que ofrecía, además, un nuevo y sensacional vuelo sobre el área más oriental del lugar, con trazas evidentes de la entrada de la citada vía en la ciudad romana, imagen que recogemos más abajo junto a la fotointerpretación, demasiado exhaustiva, que, de la fotografía aérea hiciera Peña Lanzarote en los primeros años 90, que también recogemos- y al que seguiría un segundo trabajo nuestro (Zephyrus, 65, 2010, pp. 179-198) en que aportábamos nuevas noticias sobre material epigráfico, funerario y de decoración arquitectónica del yacimiento. 


Fue en 2011 en que, al abrigo de nuestro proyecto en Los Bañales, un equipo de la Universität Hamburg capitaneado por Martina Seifert y Nicola Babucic, realizó una serie de exploraciones geomagnéticas en el lugar que -como sabrá el lector asiduo de Oppida Imperii Romani pues la foto de sus resultados protagonizó una de las últimas entradas que este blog ha dedicado a nuestro proyecto de investigación "Parua labentia"- ofrecieron un resultado sensacional. En el año anterior, 2010, había volado el lugar François Didierjean, de la Université de Toulouse constatando en la zona este del enclave una serie de anomalías que también señalábamos en el citado post y que volvemos aquí a reproducir y, por su parte, en 2013, José Mª Viladés había llevado a cabo una serie de sondeos preceptivos derivados de la instalación de un pilotaje de regadío en la zona más central, y meridional, del área arqueológica, a pocos metros de la carretera Gallur-Sangüesa que separa el yacimiento de la aldea agrícola de Campo Real. La trascendencia dada a los resultados de la geomagnética, en el marco de la constatación -en nuestro artículo de Zephyrus- de una fuerte concentración de contrapesos de prensa para torcularia oleícolas o vitivinícolas en la zona -y que ya advertíamos en el primer post dedicado a Fillera en este blog- nos llevó a nosotros recientemente (ANDREU, J., y LAREQUI, J., "Parua oppida y municipa rusticana, un paradigma en el norte de la Hispania citerior", en ANDREU, J., BLANCO-PÉREZ, A y ALGUACIL, E. (eds.), Pecunia communis: recursos económicos y sostenibilidad de las pequeñas ciudades hispanorromanas, Uncastillo, 2023, pp. 161-192, p. 170y antes, también, a PEÑA, Y., "La producción de vino y aceite en el Valle Medio del Ebro", Anales de Prehistoria y Arqueología, 27-28, 2011-2012, pp. 148-149 a plantear una posible interpretación del espacio más oriental de la geomagnética de los colegas alemanes y que había sido ya individualizado por el vuelo de Didierjan como un espacio de dolia defossa, es decir, un gran almacén con dolia enterradas ubicado, además, en la ciudad -no lo olvidemos- que hacía de eje de comunicaciones viario en el muy romanizado territorio de las Cinco Villas de Aragón como el trabajo más arriba citado de Isaac Moreno se encargó de recordar.


De cara a comprobar esa propuesta, en la elaboración del proyecto de investigación que, en septiembre de 2023, resultaría financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidad bajo el título "De parua a oppida labentia: ciudad, ciudadanía y desarrollo urbano en el piedemonte vasco-aquitano (siglo I a. C.-II d. C.)" (PID2022-137312NB-Ioo) y el resultado ya lo conocen quienes son asiduos de las redes sociales del proyecto de Los Bañales tanto en Facebook como en Instagram y, también, quienes han estado atentos, en estos días, a algunos digitales que se han hecho eco de nuestras conclusiones (especialmente Navarra.com y Diario de Noticias de Navarra pero también, en papel, en Hoy Cinco Villas y en el propio Diario de Noticias, en "recortes" que colocamos más abajo) que también compartimos podcast en los micrófonos de SER Cinco Villas, en un que puedes escuchar aquí mismo. Lo que parecían orificios circulares son espacios cuadrados de algo más de un metro de lado y lo que parecían estructuras murarias son, sencillamente, negativos, sobre las gravas de la terraza geológica natural, de cimentación de las estructuras que delimitarían el espacio. Esa constatación, por un lado, subraya lo absolutamente arrasado que se encuentra el yacimiento y sus estructuras -algo que ya se constató en los sondeos que, en 2013, realizó José Mª Viladés-, también la escasa profundidad -apenas 70 cms en la zona sondeada- a que se encuentra tanto la terraza geológica como los restos de las edificaciones que Roma levantó sobre ella pero, también, pone de manifiesto una realidad que conviene subrayar. En los últimos años se habla mucho del carácter destructivo de la Arqueología algo que, desde luego, resulta indiscutible. Sin embargo, y aunque excavar no es la única técnica del método arqueológico, es evidente que si no se excava, aunque sea con sondeos comprobatorios, corremos el riesgo de sustentar hipótesis sobre bases demasiado endebles pues en Arqueología, éstas sólo pueden refrendarse con el dato arqueológico y aunque éste también se obtiene a través de la Geoarqueología o de la ahora llamada Arqueología aérea, está claro que sólo la excavación permite una constatación de evidencias suficientemente solvente como para edificar sobre ella conocimiento histórico. 

Terminada la intervención, que adopta el aspecto que ofrece, sobre estas líneas, la fotografía cenital de Juanmi Cirez, lo que tanto en el vuelo de Didierjan como en las geomagnéticas de Seifert y su equipo parecían fosas circulares, y justificaban la impresión de estar ante un horreum con dolia defossa, son, en realidad, espacios cuadrangulares tan amplios -como decíamos más arriba, de 1,10-1,15 m, unos 3 pies romanos- que no sólo desaconsejan esa interpretación sino que, además, invalidan la posibilidad de que fueran negativos de apoyo de vigas como es habitual en algunos horrea romanos tal como se ha sistematizado de modo ejemplar recientemente (SALIDO, J., Horrea militaria. El aprovisionamiento de grano al ejército en el Occidente del Imperio Romano, Madrid, 2011, pp. 63-67). Sin embargo, la forma de los orificios, con fragmentos de cerámica romana en su interior, la separación de cada uno de ellos -1,45 m- tan regular y su concentración por una superficie bastante superior a los casi 400 m2 de los que -insistimos- apenas se han excavado, en el sondeo, ya cubierto, unos 40 permite plantear la hipótesis de que, acaso, estemos ante un recinto para la fijación de scrobes, fosas de plantación de vides que aparecen asiduamente referidas en la tratadística romana sobre la agricultura -de la que, precisamente, hablábamos en un post anterior de este blog, que ahora puede complementarse con la grabación, en vídeo, de la conferencia que inspiró aquél, ya disponible en YouTube- y muy particularmente en el tratado Sobre los árboles del gaditano Columela (Arb. 5, 10), aunque no sólo. De ser esto así, aunque resta ahora por delante un largo proceso de revisión de bibliografía y de localización de paralelos, si unimos el dato a la fuerte concentración de instalaciones de transformación de vino que está documentando Eugenio Monesma en el territorium de las ciudades romanas de Los Bañales de Uncastillo y de Segia (Ejea de los Caballeros) y la concentración, también, de este tipo de instalaciones que tiene en estudio el equipo que trabaja en el Cabezo Ladrero de Sofuentes, parece obvio que la producción de vino debió estar en el centro de la dedicación económica del espacio nororiental del territorio de los antiguos Vascones al menos entre los siglos I a. C. y IV d. C., que son, precisamente, los de desarrollo de esta singular ciuitas de Fillera de la que, poco a poco, vamos conociendo más evidencias y en la que es nuestro deseo seguir trabajando como complemento a la labor que, durante ya casi dos décadas, llevamos desplegando en Los Bañales.