VALETE VIATORES (y IV)

 

Como es lógico en un blog como éste que tiene un objetivo fundamental de transferencia de los resultados de la investigación desarrollada por su autor, proyectos arqueológicos concretos como los de Los Bañales de Uncastillo y Santa Criz de Eslava, cuestiones singulares como los antiguos Vascones, la crisis de las pequeñas ciudades hispano-romanas, de tamaño medio, desde la época medio-imperial y, por supuesto, el despegue monumental de esas ciudades antes de su promoción al estatuto municipal flavio están teniendo, en las entradas de los últimos años, un protagonismo más acentuado. Junto a ellas, el desarrollo del proyecto "Valete uos uiatores: travelling through Latin inscriptions across the Roman Empire", financiado por Europa Creativa y liderado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra entre 2021 y mediados de 2022 también está dando lugar a no pocas entradas en las que tratamos de dar más difusión y visibilidad a un proyecto que busca reivindicar y poner en valor, con varios soportes audiovisuales y tecnológicos, el sensacional patrimonio epigráfico romano de Occidente que fue, además, el gran medio de comunicación de masas de la sociedad romana. Éste post se une, de hecho, a esa ya completa lista de entradas sobre la cuestión. Sobre el proyecto, de hecho, acaba de publicarse un singular artículo de síntesis en la revista portuguesa Kairós (11, 2021, pp. 54-67).

Como ya sucediera en 2020, en que organizamos una jornada sobre los parua oppida que sirvió para presentar el volumen 3 de la Serie de Monografías Los Bañales y, antes, en 2017, cuando, en otra jornada semejante, presentamos el volumen 2 consagrado al estudio de las "ciudades en dificultad" a finales del Alto Imperio, los oppida labentia, el Aula de la UNED de Calatayud en Ejea de los Caballeros, con el impagable apoyo del Centro de Estudios Cinco Villas de la Institución Fernando el Católico, hizo de anfitriona, el pasado 13 de noviembre de una jornada titulada "La ciudad romana de Los Bañales: de la excavación arqueológica al vidoejuego histórico" y que, además, llevaba por subtítulo "Nuevas tendencias de investigación en epigrafía romana".

Con un sensacional impacto mediático, precedido por el eco que, de la misma, se hizo la web de Aragón Noticias y concretado en la cobertura de la jornada por los informativos de mediodía de la televisión autonómica aragonesa del viernes 12 y del sábado 13, la jornada -como sucedió en 2017 (no así en 2020 en que la situación sanitaria hizo que ésta se celebrar a puerta cerrada, aunque su emisión, disponible todavía en red, fue extraordinariamente seguida y lo sigue siendo hoy en la versión en diferido)- concitó una inusitada expectación reuniendo a cerca de medio centenar de personas en el aula de la UNED Ejea y a casi un centenar en la emisión online demostrando el extraordinario impacto que el trabajo que, gracias a la Comarca de Cinco Villas, se viene llevando a cabo en Los Bañales tiene dentro y fuera de Aragón. El protagonista de la jornada fue, en parte, el propio proyecto y alguno de sus singulares resultados, el videojuego de temática epigráfica y, también, el repositorio virtual de inscripciones que, de hecho, ha pasado a estar disponible, en algunos de sus modelos, en estas últimas semanas.

En estos días, además, con un trabajo técnico impecable, la UNED de Calatayud ha difundido el microsite desde el que puede accederse a las grabaciones de las charlas que centraron esa jornada del pasado día 13, un día, sin duda, histórico para Los Bañales que, también, aparecieron esa misma noche en el sensacional programa de divulgación científica de la televisión aragonesa "Agujero de Gusano" (ver pieza aquí). Dos impactos en televisión en un mismo día para un proyecto que sigue sin contar con el apoyo que, entendemos, merece por parte del Gobierno de Aragón denuncia que ya hemos hecho en otras ocasiones en este espacio y en la que, desde luego, no vamos a abundar pues hacerlo no sólo resulta estéril sino hasta pernicioso, ¡quién lo diría en el siglo XXI y asentada, al menos aparentemente, la libertad de expresión! El citado microsite recoge, además del acto inaugural, las ponencias de Milagros Navarro Caballero, de la Université de Bordeaux, sobre "El estudio de la Epigrafía en la era de las Humanidades Digitales", la nuestra, sobre "Contribuciones de la Epigrafía digital al estudio, difusión y puesta en valor del patrimonio epigráfico de la Comarca de Cinco Villas" y, como ponencia-estrella, sin duda, la que Pablo Serrano Basterra e Iker Ibero Iriarte acometieron para presentar el making-off, y los primeros resultados, del videojuego que, entre otras ciudades del Occidente Romano, recreará también la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo: "Valete vos viatores: videojuego de temática epigráfica recreando la ciudad romana de Los Bañales", en dos partes, I y II

Traemos aquí los enlaces a las tres charlas sabedores de que serán muy útiles para quienes, estudiantes y público en general, vibran con proyectos tecnológicos que tratan de acercar el patrimonio y la Antigüedad a la sociedad a través de nuevos soportes y nuevas, y entendemos que atractivas, herramientas que, al fin y a la postre, sólo buscan seguir haciendo de Los Bañales uno de los enclaves arqueológicos más visitados del Aragón Romano.


PARVA OPPIDA (y III)

 


"Tal apogeo [el de la vida urbana hispanorromana] era más bien una apariencia de bienestar general, explotado por pequeños grupos caciquiles, y (...), pese a las apariencias, la organización de las ciudades carecía de aquellas reservas de vital autonomía necesaria para superar la decadencia en que inmediatamente incurrieron", así se refería al panorama urbano en la Hispania Romana, desde su singular óptica jurídica Álvaro d'Ors en la Epigrafía jurídica de la Hispania Romana (Madrid, 1953, p. 142), un autor que incidió notablemente en las capacidades de adaptación de la ley romana municipal a las comunidades pequeñas, por ejemplo en el tamaño de sus senados locales (La ley Flavia municipal (texto y comentario), Roma, 1986, pp. 114-115). Esa idea de la debilidad de la vida municipal por el pequeño tamaño de muchas de sus bases urbanas, años más tarde la recordaría Géza Alföldy al hablar del entusiasmo con que "sobre todo municipios pequeños", "comunidades de poca importancia" acogieron las consecuencias de la extensión del ius Latii por Vespasiano ("Hispania entre los Flavios y los Antoninos: consideraciones históricas sobre una época", en De les estructures indígenes a l'organització provincial romana de la Hispània Citerior, Barcelona, 1998, pp. 11-32, p. 27) y, también, muy recientemente, y con total sagacidad, Javier Arce, que anotaba que muchas ciudades y centros urbanos hispanorromanos "nunca fueron grandes ciudades" ("Orcistus y las preocupaciones del emperador", en Urbanisme civique en temps de crise, Madrid, 2007, pp. 311-323, p. 314) e incluso, se mantuvieron siempre (p. 323) como "ciudades pequeñas". Sea como fuere, está claro que también esos pequeños centros, en tanto que sobre ellos se habían aplicado los diversos patrones que en su día describiera Julio Mangas como básicos para el ideal romano de ciudad provincial (Aldea y ciudad en la Antigüedad hispana, Madrid, 1996, p. 52) -"determinación de un territorio sometido a la jurisdicción de unos magistrados locales, elección de un lugar y/o núcleo urbano para que cumpliera las funciones de centro político-administrativo, igualación de toda la población libre que vivía en el marco de su territorio en los derechos de ciudadanía local"- funcionaron como ciudades al margen de la que fuera su dimensión física y, también, su realidad urbanística (al respecto ha vuelto con acierto Pieter Houten en su imprescindible libro Urbanisation in Roman Spain and Portugal: ciuitates Hispaniae in the early Empire, Nueva York, 2021), su decus material asunto éste que vuelve a colocarnos sobre el viejo debate, de raíces tucidídeas, sobre si la ciudad la hacen las murallas y los edificios o los ciudadanos (Thuc. 7, 77, 7) unos ciudadanos que, en definitiva, al menos en sus élites locales, a través de la ciudad e independientemente del tamaño de ésta acabaron "pensando como romanos y, como tales, dando el salto a la escena política" (ABASCAL, J. M., y ESPINOSA, U., La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño, 1989, p. 81 imprescindible título pese a los años transcurridos desde su edición).

En los años setenta del pasado siglo a partir, fundamentalmente, de un trabajo de RODWELL, W., y ROWLEY, T. (eds.), The 'small towns' of Roman Britain. Papers presented to a conference (Oxford, 1975), Oxford, 1975 se introdujo en la literatura anglosajona el concepto de small towns para referirse a pequeñas aglomeraciones urbanas que, lejos de alcanzar el sesgo de las usualmente denominadas "civitas capitals" pretendían cubrir las necesidades administrativas de "mercados, centros religiosos, administración y tributación" -la traducción es nuestra- propias del mundo romano en Occidente y en un territorio algo mayor (FRERE, S. S., "The origin of small towns", en RODWELL, W., y ROWLEY, T. (eds.), op. Cit., pp. 4-7, p. 4), centros que fueron empleados para "cuestiones administrativas de diversos signo -emplazamiento de asentamientos militares, estaciones del correo público o, incluso, bases para la autoridad cívica- en las que que luego,  cuestiones económicas decidían el nivel de prosperidad que podían alcanzar" (FRERE, S. S., op. Cit., p. 7) y que, de hecho, acabaron funcionando, por tanto, como centros secundarios en la jerarquía urbana del poblamiento romano en Britannia (el término, algo más tarde, como agglomérations secondaires, pasó a la literatura francesa con el mismo sentido al menos desde MANGIN, M., Les agglomérations secondaires en Franche-Comté romaine, París, 1986) y siendo, incluso, a juzgar por como se las ha calificado en ocasiones, consideradas ciudades de segunda -la "cenicienta de los estudios sobre urbanismo romano en Gran Bretaña"- para la investigación arqueológica en el país sajón (véase BURNHAM, B. C., y WACHER, J., The 'small towns' of Roman Britain, Londres, 1990, p. XI) una investigación que, cuando se ha hecho, ha debido descansar, como es lógico, casi exclusivamente sobre la evidencia arqueológica (BURNHAM, B. C., y WACHER, J., op. Cit., p. 3) que, curiosamente, como suele señalarse, casi nunca incluye foros y edificios administrativos (BURNHAM, B. C., y WACHER, J. op. Cit., p. 4) y presenta un panorama lo suficientemente heterogéneo como para resultar coherente, no en vano dudas sobre la validez del término, en realidad, se plantearon casi desde la creación del propio concepto de las small towns (RODWELL, W., y ROWLEY, T., en RODWELL, W., y ROWLEY, T. (eds.), op. Cit., p. 1, donde se reconoce que es difícil distinguir una small town de una colonia o de un municipium lo que, junto a las reflexiones de RAYER, H., "Are 'small towns' always 'towns'?: a classification of Roman civil settlements in Northern Britain", International Journal of Student Research in Archaeology, 1-1, 2016, pp. 135-158 -sensacional artículo con inventario de indicadores y tipologías urbanas- pone de evidencia la ausencia de sesgo jurídico en la denominación, sesgo que sí hemos querido subrayar en nuestro concepto alternativo de parua oppida). 

Precisamente, siguiendo una expresión tomada de las fuentes antiguas y empleada últimamente por Víctor Revilla, de la Universitat de Barcelona, para describir algunas de las ciudades hispanorromanas del entorno de la colonia Barcino (ver, por ejemplo, "Continuidades y rupturas del paisaje urbano en los parua oppida del noroeste de Hispania Citerior: el municipium Iluro (Mataró)", en Ruptura y continuidad: el callejero urbano de la ciudad clásica en el tránsito del Alto Imperio a la Antigüedad Tardía, Alicante, 2020, pp. 145-183) en el volumen III de la Serie de Monografías Los Bañales, Parua oppida: imagen, patrones e ideología del despegue monumental de las ciudades en la Tarraconense hispana (siglos I a. C.-I d. C.) (Ejea de los Caballeros, 2020), proponíamos, en el capítulo introductorio ("El fenómeno de los parua oppida: definición y caracterización de una categoría urbana del interior de la Tarraconense", pp. 3-24) denominar parua oppida -una expresión que cuenta con ya varios posts, con variada documentación, en este blog- a aquellas comunidades estipendiarias hispanas que, pese a no convertirse en municipios de derecho Latino hasta época flavia, ya manifestaban, entre Augusto y los Flavios, una escenografía y equipamiento urbanos ciertamente ambiciosos -y acaso inesperados y cronológicamente preoces- a juzgar por su estatuto jurídico y su condición de ciudades indígenas, una categoría para la que los núcleos urbanos de Los Bañales de Uncastillo (Zaragoza) y de Santa Criz de Eslava (Navarra), y otros vecinos (para éstos puede verse esta publicación nuestra en un volumen auspiciado por el Museo Arqueológico Nacional de Madrid) parecen ofrecer un extraordinario paradigma de estos parua oppida que, a juzgar por el perfil que se ha atribuido a las small towns británicas (BURNHAM, B. C., y WACHER, J. op. Cit., pp. 9-14), hace más justicia a una realidad urbana hispanorromana que, en realidad, derivó del notable éxito de los procesos de auto-romanización que caracterizaron a varias provincias del Occidente Romano (véase, al menos, WOOLF, G., Becoming Roman. The origin of Roman provincial civilization in Gaul, Cambridge, 1998). 

Entre los pasados días 26 y 28 de octubre, el activísimo MARQ, el Museo Arqueológico Provincial de Alicante, ha acogido -con apoyo, también, del Instituto Arqueológico Alemán, de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma y del Instituto de Arqueología de Mérida, ambos dos centros dependientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas- el coloquio "Small towns: una realidad urbana en la Hispania Romana" que, previsto inicialmente para octubre de 2020, la irrupción del Covid-19 obligó a su aplazamiento en varias ocasiones. Además de tratarse, probablemente, del primer encuentro científico presencial en materia de Antigüedad tras las restricciones sanitarias de los últimos meses, como quedó de manifiesto en las más de medio centenar de comunicaciones y, en particular, en la mesa redonda de clausura, final, la cita va a marcar un antes y un después en la investigación sobre las ciudades hispanorromanas que tanto interesan a Oppida Imperii Romani muchas, de hecho -aunque habrá que redefinir la categoría, visto lo explicado hasta aquí- auténticas small towns o, acaso mejor, parua oppida.

Al haberse emitido en streaming y, sobre todo, grabado todo el congreso, por sesiones, en el Canal de YouTube del propio MARQ, con el programa del encuentro delante (disponible aquí) el lector de este blog podrá buscar la presentación que le interese y profundizar en las cuestiones que centraron el coloquio, tan interesantes como las que siguen: ¿es conveniente la categoría historiográfica small towns para la realidad urbana en la Hispania Romana? ¿es mejor emplear la de parua oppida, ya más arriba introducida en el debate?; ¿qué características tienen esas small towns en la realidad peninsular?, ¿cuántas, de las cerca de 500 ciudades con que contaron en época altoimperial las provincias hispanas pueden considerarse pequeñas ciudades?, ¿qué hizo a estas ciudades, en su mayoría ciudades nativas, adoptar profusamente, entre Augusto y los Flavios, la decus propia de cualquiera de las grandes ciudades de estatuto privilegiado de su entorno?, ¿hubo alguna preferencia sobre el tipo de equipamiento urbano que prefirieron incorporar?, ¿sobre qué bases económicas y recursos concretos y a través de qué relación con el territorio articularon su despegue monumental?, ¿cuáles fueron los modelos que siguieron en esos procesos de monumentalización?, ¿hubo en ellos patrones provinciales, regionales o locales?, ¿cuántas personas habitaron, de hecho, sus áreas urbanas?, ¿qué perfil tuvieron los integrantes de sus elites socio-políticas?, ¿fueron, realmente -como demostramos a propósito de nuestros trabajos sobre los oppida labentia- ciudades frágiles a partir de la crisis medio-imperial? ¿cuáles fueron, por tanto, las bases económicas sobre las que se asentó su despegue manterial?

Mientras llega la publicación de las actas del congreso, prevista para la segunda mitad del año próximo, qué duda cabe que el material que justifica este post hará las delicias de los amantes de la Historia Antigua y la Arqueología hispanorromanas. Como escribió con acierto Edward Bispham en un ya imprescindible volumen sobre la cuestión -y no porque lo hayamos editado nosotros- (BISPHAM, E., "Small towns, big futures: between Italy and Iberia", en ANDREU, J. (ed.), op. Cit., pp. 25-38, p, 38), las small towns, y también las hispanas, -se corresponda o no esa categoría con el panorama urbano hispanorromano o sea más conveniente, como creemos, emplear la de parua oppida- desde luego, tienen big futures en términos investigadores. 

PATRIMONIVM AMPLVM ET COPIOSVM

Hace ya bastantes semanas, todavía en el mes de agosto, quien escribe este blog, seguramente como resultado de la política de transparencia y de atención a los medios que venimos desarrollando en Los Bañales de Uncastillo desde hace casi quince años, recibió una llamada telefónica de una periodista de El Periódico de Aragón. La joven interlocutora deseaba conocer nuestra opinión respecto del hallazgo, en Zaragoza, de restos arqueológicos de cronología seguramente moderna -aunque poco ha trascendido al respecto- en las obras de construcción de unas viviendas de lujo en la ciudad, viviendas ubicadas en uno de los tradicionales ensanches del casco histórico de la capital del Ebro y cuya promoción ya había venido marcada por la controversia respecto de la existencia, en el lugar, de un viejo cuartel de caballería del siglo XIX vinculado, de hecho, al primero de los Sitios de Zaragoza en la guerra, ahora llamada "del francés" (1808-1814). Aunque, en ese momento, precisamos al periódico que había sido su llamada la que me había alertado sobre la noticia -que, de hecho, se hizo pública la mañana siguiente y sobre la que han surgido novedades en fechas bien recientes-, la periodista quiso saber si existían algunos criterios para que los técnicos, y, sobre todo los poderes públicos, tomasen decisiones respecto de la conservación o no de unos restos como éstos en el contexto del desarrollo urbanístico de una ciudad histórica como lo es Zaragoza, un caso paradigmático de esas urbes con una compleja multi-estratigrafía que plantea, como es sabido, problemas diferentes -ni más ni menos complicados, diferentes- a los que estamos acostumbrados a enfrentar en las excavaciones en despoblados antiguos como lo fueron los de Los Bañales de Uncastillo o de Santa Criz de Eslava. Nuestras opiniones al respecto aparecieron glosadas en un encarte específico del citado periódico en la mañana siguiente -que preside este post- y su versión digital se hizo viral en los días siguientes gracias a la labor amplificadora que prestan, siempre, a este respecto, las redes sociales y al titular, más o menos afortunado, y tomado de nuestras declaraciones, que se escogió para el citado encarte: "El pasado de las ciudades que mira al futuro".

Aunque, como nos recordaba un querido colega, el contenido del debate es más político que técnico, el asunto de la arqueología en las ciudades históricas -como ahora se las denomina, con acierto- ha estado tradicionalmente en el centro de la discusión disciplinar y algo sabemos de él incluso quienes nunca hemos tenido responsabilidad científica en excavaciones de dicha naturaleza. Ya tuvimos la oportunidad de señalarlo hace algunos años en una Masterclass, como ellos la llamaron, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, aun disponible íntegramente en red bajo el título "Arqueología, arquitectura y ciudad". Títulos como Arqueología urbana en España (Barcelona, 2004), de Ignacio Rodríguez Temiño o las reflexiones que, al respecto de ésta, dictó con su buena pluma Desiderio Vaquerizo Gil en Cuando (no siempre) hablan las piedras... (Madrid, 2018) -que reseñamos en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra, 26, 2018 y que, además, inspiró un post de Oppida Imperii Romani- o coloquios como los celebrados en Girona en 2009 (Arqueología, patrimonio y desarrollo urbano: problemática y soluciones, Girona, 2010), en Huesca en 2003 (Jornadas de Arqueología en suelo urbano, Huesca, 2004), en Tarragona en 1997 (Recuperar la memòria urbana. L'arqueologia en la rehabilitació de les ciutats històriques, Tarragona, 1999) o en Mérida en ese mismo año (Ciudades históricas vivas, ciudades del pasado: pervivencia y desarrollo, Mérida, 1998) no hacen sino poner de manifiesto lo difícil que resulta realizar investigación arqueológica en los cascos históricos de nuestras ciudades y, sobre todo, concluir ésta -como después detallaremos- articulando una auténtica "arqueología integral" que contemple "investigación, conservación y difusión", como rezaba el título de uno de los más recientes encuentros, en este caso sobre la Arqueología de las ciudades hispanorromanas, celebrado sobre la cuestión, nuevamente en Mérida, en 2007 (La Arqueología urbana en las ciudades de la Hispania Romana. Proyectos integrales de investigación, conservación y difusión, Mérida, 2020). Seguramente es ahí donde radica la base de cualquier reflexión que, al respecto, quiera hacerse.

A propósito del hallazgo zaragozano antes referido, la Asociación Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés APUDEPA apostaba por conservar los restos haciendo hincapié en que aquéllos tenían más valor cultural en tanto que vestigios arqueológicos que las plazas de aparcamiento de las viviendas que se iban a construir en el lugar, como indicaban en su cuenta de Twitter. Nosotros, sin embargo, tratamos de glosar una fórmula que, aunque apostase por la conciliación entre el crecimiento urbano y la conservación del patrimonio tuviera en cuenta, ciertamente, algunos criterios que, nos parece, nacen del sentido común y de la aplicación de una estrategia concreta en materia de gestión del patrimonio arqueológico esa estrategia que, desde hace meses, estamos denunciando que parece faltar en tantas administraciones públicas de nuestro país (véase al respecto, por ejemplo, nuestro post, de ahora hace un año, "De patrimonio Aragonense"). Nos parecía que recoger esos criterios en este post podría seguir alimentando un debate que, seguramente, dista mucho de estar cerrado. 

En primer lugar, y como se ha dicho, es necesario recordar que la conciliación entre crecimiento urbano y conservación del patrimonio no es imposible. En estos días en que la prensa navarra -no sin sensacionalistas exageraciones (ver, por ejemplo, el artículo de Patxi Zabaleta en Diario de Noticias de Navarra)- vuelve a traer a la palestra, en su vigésimo aniversario, la controversia relativa a las obras de la Plaza del Castillo -en que la construcción de un aparcamiento no respetó los restos de las mayores termas romanas del norte peninsular- y se cumplen también tres décadas -con abundante repercusión mediática- de la igualmente infeliz destrucción de los restos arqueológicos del palatium de Cercadilla, en Córdoba (ver, por ejemplo, el reportaje publicado en junio en El País) no debemos olvidar que también, en los últimos años, ciudades históricas han dado auténticas lecciones de capacidad de hacer compatible el desarrollo urbanístico y la dotación de equipamientos a las ciudades en proceso de crecimiento con la ejemplar investigación, conservación y explotación cultural y turística de los restos arqueológicos localizados en el contexto de dicho desarrollo y, a veces, incluso las dos ciudades protagonistas de los dos acontecimientos aquí indicados. Sin ánimo de exhaustividad -que, seguro, los lectores podrán satisfacer- ejemplos como el del alfar romano del barrio cordobés de El Brillante, hallado en las obras de construcción de un supermercado de la cadena ALDI y vinculado a los suburbia de la Corduba romana; en la capital provincial, Tarraco, el esfuerzo hecho por el Centro Comercial Parc Central, en Tarragona, para conservar, en sus bajos y en el área de aparcamiento, los restos de la basílica paleocristiana de la beata Tecla, la puesta en valor de la compleja estratigrafía de la Catedral de Pamplona en la muestra Occidens, con niveles de la Pompelo prerromana y romana, o, por último, los extraordinarios esfuerzos que, en la Zaragoza de los años 90, se hicieron desde el Ayuntamiento para la conservación de los restos del foro, el teatro, las termas y el puerto fluvial de la antigua colonia Caesaraugusta conformando un sensacional Paseo Romano sin casi parangón en el ámbito de la Arqueología de "ciudades modernas superpuestas a las antiguas" por recuperar una expresión de éxito con las que estas urbes fueron definidas en un histórico encuentro, celebrado, precisamente, en Zaragoza, en 1983 cuyas actas, auspiciadas por la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura casi supusieron el punto de partida respecto del análisis de esta problemática en la gestión patrimonial (Arqueología de las ciudades modernas superpuestas a las antiguas, Madrid, 1985, con histórica reseña de Alberto Balil en el Boletín del Seminario de Arte y Arqueología de Valladolid, 52, 1986). Es posible, pues, esa conciliación y cuando ésta, además, se consuma, se genera claramente valor como en nuestras declaraciones a El Periódico de Aragón quisimos subrayar. 

Sin embargo, es evidente que, en ocasiones, razones políticas o urbanísticas -siempre controvertidas- hacen imposible esa conciliación. Nos parece, como apuntábamos, que varios pueden ser los criterios que los técnicos en patrimonio y, también, los políticos y gestores del urbanismo han de considerar para tomar una decisión respecto del futuro de cualquier resto arqueológico aparecido en suelo urbano. Todos esos criterios, en cualquier caso, deben estar presididos por dos prismas de actuación que son absolutamente innegociables: por un lado que el patrimonio es, sencillamente, una herencia cultural que no nos pertenece y, segundo, que al ser un legado colectivo hemos de presentarlo, y percibirlo, siempre, como una oportunidad algo para lo que la labor de socialización y de difusión -que puede actuar como transformadora de la tendencia colectiva que ve en el patrimonio arqueológico una rémora al desarrollo urbanístico- resulta, como sabemos, absolutamente fundamental (paradigmático es el trabajo desarrollado en Córdoba bajo la plataforma Arqueología somos Todos, bien conocida). 

Entrando en materia respecto de esos criterios bastará decir que dos tienen que ver con la propia materialidad de los restos y otros dos con el contexto o la obra que ha permitido ponerlos al descubierto. Parece aconsejable, en primer lugar, pensar en la antigüedad del bien. Sin intención alguna de -desde una óptica esencialista- afirmar que tiene más valor un resto de época romana que un cuartel de caballería del siglo XIX, es evidente que hay restos arqueológicos que alumbran épocas en la historia de una ciudad para las que obtener otra suerte de información resulta tarea harto-complicada y que, por tanto, tienen un valor histórico ciertamente mayor. Respecto de esa premisa, y sin renunciar, está claro, a la adecuada y preceptiva documentación y estudio, podría ser más urgente conservar, por poner un ejemplo, un resto de época antigua que otro de época moderna, contemporánea o industrial que, desde luego, forma parte del devenir histórico de la ciudad pero, también es verdad, pertenece a una época cuyo conocimiento está garantizado por otro tipo de evidencias. Sabemos bien que, dada la proverbial escasez de fuentes con que contamos para el estudio de la Antigüedad, eso no es así para restos de época clásica. En segundo lugar -y esto es sólo posible si las ciudades antiguas, como dejaba claro en su monografía al respecto Desiderio Vaquerizo, se conciben como un gran yacimiento arqueológico- nos parece que otro criterio, más allá del de de la antigüedad, pueda ser el de la singularidad/exclusividad de los restos objeto de controversia. Si, pongamos por caso, de una ciudad antigua se conocen ya unas termas romanas y aparecen otras, ¿es necesario conservar ambas? Esa singularidad puede no ser sólo tipológica sino, también, histórica. Por ejemplo, en Zaragoza, acaso los restos aparecidos en los primeros años noventa en la Plaza de la Seo no eran especialmente monumentales o vistosos pero constituían el foro, el corazón de la vida cívica, de ahí el interés histórico -por su singularidad- de facilitar su conservación y su visitabilidad. Cualquiera de estos dos criterios puede refrendarse a propósito de los casos cordobés y tarraconense antes citados como buenas prácticas.

Pero, además, creemos que hay dos elementos que todavía pueden tenerse en cuenta a propósito de esta difícil ecuación. El primer es, lógicamente, normativo, qué criterios urbanísticos se han seguido para la licitación de la obra que ha puesto al descubierto los restos y cómo aquélla se alinea con el Plan General de Ordenación Urbana que, como es sabido, si se gestiona bien, se convierte en la gran herramienta en favor de una arqueología preventiva que vuelva a considerar, efectivamente, a la ciudad como un todo patrimonial, histórico y arqueológico. El segundo criterio, nos parece, tiene que ver con la finalidad de la obra causante del hallazgo. Aunque no es el caso de la que ha motivado estas reflexiones y la controversia que se trae ahora a Oppida Imperii Romani, qué duda cabe que una construcción de carácter benéfico o de fines sociales puede prevalecer -por el servicio social que va a prestar- a la conservación de unos restos arqueológicos que, en cualquier caso, una vez documentados, aunque no  puedan ser disfrutados por el público en su materialidad, sí aportan la información histórica que sí debe reivindicarse que sea extraída de cualquier resto arqueológico, sea éste de la época que sea.

El debate, político, cultural pero, siempre, de implicaciones técnicas resulta complejo a la vez que apasionante y vuelve a poner en el centro ese patrimonium amplum et copiosum, como escribió Cicerón (Rosc. Am. 2, 5, 5) que sale a nuestro encuentro constantemente en campos y ciudades de nuestro tiempo.