SANTA CRIZ (Eslava) (y II)

















[Sobre estas líneas, las dos áreas excavadas y puestas en valor en Santa Criz de Eslava: la uia sepulcralis con sus altares funerarios, y el área forense, con anastilosis de las columnas del pórtico]

Pocas antiguas ciudades romanas cuentan con más de una entrada en Oppida Imperii Romani. Apenas Los Bañales de Uncastillo, por razones obvias; Cabezo Ladrero de Sofuentes -yacimiento al que, desde Los Bañales, hemos dedicado siempre atención y que cuenta ahora con un nuevo proyecto en marcha y con página web propia (más centrada en el proyecto que en el yacimiento: pincha aquí)-; Campo Real/Fillera de Sos del Rey Católico; y ahora, también, desde este post, Santa Criz de Eslava, un enclave al que ya habíamos dedicado atención en este blog en el año 2009 y que, sin embargo, en las últimas semanas, ha saltado a la opinión pública navarra gracias a su recentísima restauración, puesta en valor y adecuación, inaugurada hace algunas semanas por el Gobierno de Navarra (ver noticia, muy ilustrada, aquí). Cuatro enclaves que estuvieron comunicados entre sí en la Antigüedad y, seguro, por ello, muy relacionados recíprocamente (no en vano, hemos integrado materiales de varios de ellos en el creciente proyecto del Museo Virtual de Los Bañales, del que hemos hablado en otros posts de este blog: pincha aquí) lo que, junto a su vinculación al territorio vascón -tan representado en este blog- puede servir como justificación para este singular "privilegio".

Pero es que, además de lo dicho, Santa Criz de Eslava es un yacimiento, sin duda, clave en la Arqueología del Valle Medio del Ebro. Clave porque, contra lo que pudiera parecerle al gran público, se viene hablando de él casi desde mediados del siglo XX habiéndole dedicado atención gente como F. Escalada (ver en el blog Gure Lurra una antología con algunos de esos sugerentes hitos de la primera mitad del siglo XX) o J. Mª Blázquez (Príncipe de Viana, 84-85, 1961, pp. 121-126). Clave porque, efectivamente, como ha recordado en la prensa con acierto, recientemente, su equipo investigador, del lugar procede un repertorio epigráfico muy respetable, entre él una de las pocas inscripciones que aluden, en territorio actualmente navarro, a una institución propia del ordenamiento municipal romano, el dispensator publicus (AE, 1971, 199, que estudiamos en Classica Boliuiana V (La Paz, 2001), pp. 177-190). Clave, también, porque su necrópolis -conocida ya desde los años noventa y en que, prácticamente, dieron comienzo los trabajos (Isturitz, 9, 1997, pp. 823-841)- permite constatar muy bien -como subrayamos hace algún tiempo en Mors omnibus instat (Madrid, 2011), pp. 491-527 y recordara también J. Beltrán Fortes en AEspA, 77, 2004, pp. 101-141- que el empleo de monumenta sepulcralia con puluini -muchos de ellos, como el que se ha elegido como logo para el yacimiento, con representación astral- debió ser una moda de referencia en el hábito funerario de la zona entre el cambio de Era y los finales del siglo II d. C (pincha aquí para la documentación fotogramétrica de un ejemplar vecino, muy parecido a los que pueden verse en Santa Criz). Clave, también, porque su estructura forense en criptopórtico (a la que dedicó no hace mucho atención Luis Romero en Bolskan, 25, 2014, pp. 11-25) guarda una extraordinaria relación con la arquitectura pública atestiguada en la ciudad romana de Los Bañales y, obviamente, en su foro (pincha aquí). Y clave, también, por último, porque -pese a que estemos aun, prácticamente, huérfanos de datos científicos sobre el lugar, pese a la extraordinaria puesta en valor y el más que meritorio trabajo de excavación durante décadas- Santa Criz ha aportado algunos de los mejores programas escultóricos del Norte Peninsular (pincha aquí para ver imagen) y la dinámica histórica que de él puede intuirse resulta muy paradigmática para entender cómo se desarrollaron estas ciuitates de tamaño medio -nunca grandes ciudades- entre Augusto y los Severos. Si, además, a ello se añade que, recientemente, con magnífico diseño de Jaime Zubiaur, Santa Criz de Eslava ha inaugurado una excelente página web (pincha aquí), el lector entenderá que es un lugar que bien merece una visita detenida. 

Gracias a la inversión realizada en adecuación -de la que se dan detalles gráficos en la propia web del lugar (pincha aquí)- hoy el visitante puede perfectamente llegar a esta antigua ciudad -cuyo nombre, pese a la insistencia bibliográfica en la reducción a Nemanturissa (citada sólo en Ptol. Geog. 2, 6, 66 y sugerida como propuesta por J. L. Ramírez Sádaba en Antigüedad y Cristianismo, 23, 2006, p. 193 y por nosotros mismos en Espacio, Tiempo y Forma. Serie 2. Historia Antigua, 17-18, 2004, pp. 261-262 además de por P. Sáez de Albéniz, R. Mª Armendáriz y R. Mateo) sigue siendo un misterio total- desde la carretera que enlaza Tafalla con Sangüesa tomando una muy remozada pista que se abre frente al pueblo de Eslava (a la derecha si se viene desde Tafalla) y cuyo trazado y sentido se ve advertido hoy por unos discretos carteles de madera con el rótulo "Santa Criz" (para accesos sigue siendo útil el post que dedicó a este lugar el recomendabilísimo blog Rutas Arqueológicas por Navarra). Además, paseando por las dos áreas objeto de excavación -la necrópolis y el foro- el visitante puede entender de qué modo esta pequeña ciudad (apenas 13 Has de superficie se le calculan, muy lejos de las 20 ó 40 de ciudades del entorno como Pompelo o Caesar Augusta), ni más rica ni menos rica que otras del entorno y, acaso, más periférica y, por tanto, probablemente peor dotada) hizo un grandísimo esfuerzo -sostenido, como casi todo en la vida municipal hispanorromana, por sus elites locales- para acomodar en ella el modo de vida de Roma, civilización que habría entrado en contacto con la zona mucho antes de la época de Augusto, acaso entre el 195 a. C. y el intensísimo conflicto sertoriano. Sobre su etnicidad, poco puede decirse -pese al empeño de algunos en simplificar las cosas- ya que aunque, efectivamente, estuvo ubicada en el corazón del territorio de los antiguos Vascones, sabido es -y más para los lectores de este blog (pincha aquí)- que existe notable controversia sobre el carácter de "grupo étnico" -al menos en sentido moderno- que pueda aplicarse a este éthnos peninsular. Y, por último, su visita es una excelente oportunidad para entender, una vez más, la soberbia y escenográfica arquitectura desarrollada por Roma a través de una ciudad colgada sobre la ladera y proyectada, orgullosa, al paso de la vía que, seguramente, la enlazaba con la vecina de Campo Real/Fillera, probablemente ésta, por estar al pie de la vía entre Caesar Augusta y el Pirineo, más importante que la que centra la atención de este post

Navarra cuenta, pues, ahora, junto con Cara (Santacara) y Andelo (Mendigorría), con otro enclave romano perfectamente adecuado (efectivamente, como titulaba el día 6 de Septiembre, Diario de Navarra, "Emerge la Navarra romana") y que, seguro, se convertirá en parada obligatoria de una ruta en la que el viajero no puede obviar ni los enclaves citados más arriba -que, aunque ya en tierras aragonesas, vivieron la misma Historia que el de Santa Criz- ni, por supuesto -no podemos dejar de lado las recomendaciones gastronómicas, también culturales, en este blog-, la hermosa localidad de Ujué en la que una parada para almorzar migas en el Mesón Las Migas es, sin duda, un buen colofón a una visita cargada de, Arqueología y, por tanto, de Historia y de emoción.


E-PIGRAPHIA (y II)



Ya hace algún tiempo -¡casi cuatro años!- pusimos el título "E-Pigraphia" a un post de Oppida Imperii Romani. En él recomendábamos seguir el blog que, con el mismo título, gestiona desde hace varios años Manuel Ramírez Sánchez, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Pues bien, hoy, volvemos a poner ese título a un post de este espacio tomándolo del que llevó la jornada que se celebró el pasado día 7 de Abril en la UNED de Tudela"E-pigraphia, Fotogrametría, Nuevas Tecnologías y Epigrafía Latina" y que siguieron con interés, presencialmente y en streaming, centenares de personas. Su celebración, con el apoyo de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, tenía un pretexto claro: la inauguración y "puesta de largo" de la sección epigráfica del Museo Virtual de Los Bañales que, accesible tanto desde el portal Sketchfab como desde la propia homepage del proyecto, ofrece acceso en 3D a una veintena de las inscripciones del vastísimo -y creciente- catálogo de tituli recuperados desde el siglo XIX hasta hoy en la ciudad romana en que estamos excavando desde hace ya ocho años y, también, en su entorno inmediato. Juzga tú mismo si vale la pena visitarlo a partir de este ejemplo:




Para quienes trabajamos con cuestiones que, en el marco temporal de la Antigüedad, por su perfil institucional, demandan el constante recurso a la documentación epigráfica, no hay prácticamente día en que no realicemos alguna búsqueda en los motores de búsqueda de inscripciones en red a los que nos hemos acostumbrado desde los años noventa del siglo pasado: el Epigraphische Datenbank de Heidelberg, el Clauss-Slaby de Frankfurt o el Hispania Epigraphica OnLine de Madrid. Y, durante estos años, ya nos parecía que disponer de ese caudal documental a tan sólo un golpe de ratón y, en algunos de esos buscadores, con abundante información complementaria, era ya el futuro hecho presente. Nos equivocábamos, sin duda. En apenas unos pocos años, el concurso de la fotogrametría 3D -que ha simplificado tanto el proceso de documentación tridimensional de material arqueológico, antes coto casi exclusivo de los escaneres láser- ha hecho que la red se llene -aunque es mucho lo que queda por hacer- de información tridimensional, geométrica y perfectamente móvil, de inscripciones latinas con las posibilidades hermeneuticas, investigadoras y de difusión que ese hecho presenta. Y, precisamente, en el caso hispano, Manuel Ramírez ha tenido mucho que ver en ello digitalizando, gracias al apoyo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, primero un buen número de inscripciones del Museo Arqueológico Nacional de Madrid -sobre ellas, pero sin 3Ds, no te olvides de este viejo post de Oppida Imperii Romani- y, más recientemente, otro generoso repertorio de las del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y volcando ambas en un proyecto webEpigraphia3D, que no debe faltar en tus favoritos. 

Precisamente, la puesta en marcha -con la excelente colaboración del experto en documentación virtual del patrimonio Pablo Serrano Basterra- de un proyecto de digitalización de material arqueológico en general y de inscripciones en particular, procedentes de la ciudad romana de Los Bañales y nuestro propósito de difundir las posibilidades del proyecto desembocaron en la jornada que antes comentábamos y que contó con las siguientes ponencias, que siguieran a un animado acto inaugural (pincha aquí) y que puedes ver ahora, desde este mismo post -cuyo objetivo es compartir ese contenido-, gracias a la plataforma digital INTECCA de Centros Asociados de la UNED

[1] "Del texto al monumento: Epigrafía en tiempo digital", por Joaquín Gómez-Pantoja Fernández-Salguero (Universidad de Alcalá de Henares). Un repaso detallado y minucioso no sólo a la reconversión del viejo proyecto de Theodor Mommsen, el Corpus Inscriptionum Latinarum, en un proyecto en red que permita el fácil acceso a la información y, sobre todo, la inmediata actualización del impresionante caudal de documentación que nos aportan las inscripciones antiguas sino, también, a las posibilidades de futuro de algunos de los más potentes motores de búsqueda de inscripciones, ahora agrupados en el consorcio EAGLE

[2] "El proyecto Epigraphia 3D", por Manuel Ramírez Sánchez (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria). Una presentación completísima de los entresijos tecnológicos y, también, de sostenibilidad y financiación, de un proyecto ejemplar de digitalización y volcado hacia la sociedad -con fines pedagógicos y de fomento de las vocaciones científicas- de dos de los mejores lapidarios del país, en Madrid y Mérida, a los que más arriba se aludió. 

[3] "El proyecto Museo Virtual de Los Bañales", por Javier Andreu Pintado (Universidad de Navarra), Pablo Serrano Basterra (Pablo Serrano Patrimonio Virtual) y Egizia-Maria Felice (University of Oxford). Una breve presentación que responde a por qué se ha hecho -en el marco de un proyecto como el de Los Bañales con tanta presencia, a través de Facebook, en las redes sociales-, cómo se ha hecho -y cómo va a seguir incrementándose su, hasta el momento, limitado catálogo- y con qué objetivos investigadores y de puesta en valor, el Museo Virtual de Los Bañales, cuya primera fase ha sido posible gracias a la Fundación Caja Navarra y a la Obra Social La Caixa.

Tras ver estos vídeos -o tras participar presencialmente, en estas jornadas- está claro que el futuro ya es presente, también en el modo cómo vamos a aproximarnos, con nuevos soportes, a textos escritos sobre piedra hace dos milenios... 




INDIANA JONES Y LA ARQUEOLOGÍA



Con la revitalización de la saga de Star Wars, quien más quien menos ha rememorado en estas últimas fechas -al hilo también de la exposición Indiana Jones y la aventura de la Arqueología, auspiciada por National Geographic- la saga cinematográfica del más famoso -o al menos el más mediático- "arqueólogo" de todos los tiempos (pincha aquí, con todos los datos sobre el personaje y su presencia en la cultura popular contemporánea).

La cuestión de Indiana Jones como arqueólogo y la de la contribución de sus películas a la construcción de una singular imagen social del arqueólogo y de la Arqueología ha interesado, de hecho, a varios blogueros especializados en materia arqueológica que han resuelto el tema de un modo magistral. Así, Katia Silveira ha afirmado que "los arqueólogos odian a Indiana Jones" (pincha aquí) señalando por qué Indiana no debe ser considerado, bajo ningún concepto, un arqueólogo; MagnificoElMulo ha subrayado que urgía deconstruir el mito de Indiana Jones y lo ha hecho en un extraordinario post sobre los problemas de la Arqueología Profesional en la actualidad (pincha aquí) -no os perdáis el interesante debate surgido en los comentarios a esa entrada, muy aprovechable-; y, por su parte, Adrián Carretón, en Arqueoblog, ha llevado a cabo una detallada disección de las diferencias entre la "Arqueología Real" -como él la llama- y la que practica este singular "arqueólogo" de Hollywood (pincha aquí). El asunto ha saltado, incluso, a las publicaciones científicas (CARVAJAL, Á., et alii: "El síndrome de Indiana Jones. La imagen social del arqueólogo", Estrat Critic, 5-3, 2011, pp. 38-49, esp. pp. 44-46) y ha servido para dar título a libros que han analizado de forma detenida y muy sagaz el futuro de la ciencia arqueológica y de la profesión de arqueólogo (RODRÍGUEZ TEMIÑO, I.: Indianas Jones sin futuro. La lucha contra el expolio del patrimonio arqueológico, Madrid, 2012).

Aunque existe cierto consenso en que, con los criterios actuales, ciertamente Indiana Jones no es un arqueólogo también suele subrayarse que ha contribuido a acercar la Arqueología -desde una óptica muy peculiar, sin duda- a la sociedad (lee aquí la reivindicación del papel de Indiana Jones en la Arqueología contemporánea que hace National Geographic, en ingles) y ha tenido, acaso, que ver, en el origen del interés por la disciplina arqueológica de muchos jóvenes en el despertar de sus inquietudes profesionales y universitarias. De hecho, la saga de Indiana Jones suele aparecer en el ranking de "las mejores películas sobre Arqueología" junto a otras sagas -que merecerían, también, comentario aparte- como Lara Croft (1999-2008) o La Momia (2001-2008) entre algunas otras (pincha aquí). 

No es la primera vez que en las series Instrumenta o Disputationes de Oppida Imperii Romani nos detenemos en el valor de determinadas producciones audiovisuales como herramienta pedagógica en el sentido más completo del término. Aunque, efectivamente, Indiana Jones -por las razones que, como se ha visto más arriba, otros colegas blogueros han aducido con mucha más solvencia de cómo nosotros podamos hacerlo en las líneas que siguen- no es, stricto sensu, un arqueólogo, sí nos parece que de varias escenas de sus películas -en particular de Indiana Jones, en busca del arca perdida (1981) y de Indiana Jones y la última cruzada (1989)- pueden servir para reflexionar sobre algunos elementos clave de la práctica arqueológica reflexión que, no se oculta, nace de varios años de experiencia en la gestión y dirección científica del proyecto arqueológico de Los Bañales y de mi práctica docente en "Arqueología Clásica" en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra donde, desde hace un par de años, funciona también un dinámico Club de Arqueología.

[I] Escena de Indiana Jones, en busca del arca perdida: aspectos contextuales y legales de la Arqueología: Arqueología, fuentes orales, deontología profesional

Esta conocida escena, apenas en los quince primeros minutos de la primera entrega de la saga, nos presenta a Indiana Jones enseñando a sus estudiantes del Marshall College, aparentemente, Etruscología. Habla de una tumba etrusca procedente de Tarquinia -cuya planta dibuja detalladamente- y ello le permite introducir algunas reflexiones sobre el modo concreto -que reduce a una cuestión de legalidad o no- de excavar -"retirar", dice él- los depósitos cerrados de este tipo de enterramientos (nótese que, como se ha subrayado habitualmente en los comentarios sobre la "Arqueología" de Indiana Jones, este personaje incide más en el objeto que en su contexto, que prácticamente obvia aunque, en esta "clase", le conceda, como veremos, cierta importancia). Al terminar la sesión, el profesor cita como bibliografía complementaria a un tal Michaelson acaso un antropólogo americano (Scott Michaelson, pincha aquí) o más probablemente un personaje inventado creado para la ficción cinematográfica (pincha aquí). Sus palabras, en algunos pasajes de esta secuencia, nos parece que no tienen desperdicio. 

Para empezar vemos al Prof. Jones caracterizando la cultura material objeto de estudio a partir de una perspectiva claramente tipológica. Su descripción -visual y verbal- del túmulo etrusco es exacta y pormenorizada, nada genérica: "está formado por un corredor central y tres cámaras o cellas funerarias". Obviamente, la Arqueología no es sólo tipología pero también es tipología. Podría decirse que es, esencialmente, tipología aunque entendiendo ésta sólo como un primer paso, como una primera herramienta. De hecho es inconcebible el avance en materia arqueológica -y en particular en Arqueología Clásica- si no somos capaces de conocer a fondo la evolución tipológica de los objetos que forman parte de las sociedades del pasado o, al menos, de aquélla sociedad con la que estemos, en cada caso, trabajando. La Arqueología es, de hecho, "la historia material de las sociedades del pasado" como la ha definido con acierto S. Gutiérrez Lloret (GUTIÉRREZ LLORET, S.: Arqueología. Introducción a la historia material de las sociedades del pasado, Valencia, 1997, un título recomendabilísimo) y esa "historia material" es imposible de ser comprendida sino es a partir de la categorización -por tanto ordenada- de los objetos con que la "escribimos". Así, sólo la consideración de los objetos en parte como únicos pero, en parte, a su vez, como manifestaciones de patrones concretos de distribución y de datación (CONTRERAS, F.: "Clasificación y tipología en Arqueología: el camino hacia la cuantificación", Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, 9, 1984, pp. 327-385, esp. pp. 328-329) hace posible que la Arqueología avance en su caracterización de las sociedades antiguas. Cualquier estudiante de Arqueología, cualquier profesional de la Arqueología, tarde o temprano, habrá de enfrentarse con la clasificación y la ordenación del material recuperado y, con él, con la adecuada interpretación del registro arqueológico. Pero, hay más. 

Volvamos a la escena. Aparentemente transcurrido un tiempo de la clase, el Prof. Jones termina la explicación sobre el túmulo de Tarquinia diciendo "(...) la cámara 3 quedó sin tocar y esta cámara y los artículos fúnebres encontrados en otra en la zona dieron razón para fechar este hallazgo como hemos hecho". Además de que en esa afirmación se subraya la importancia de la preservación del registro arqueológico y de su uso como herramienta de datación, de nuevo Indiana vuelve a subrayar la importancia de la cultura material, de los objetos -"artículos fúnebres", en la versión castellana de la película- en relación con el gran objetivo de la Arqueología: la datación, la composición de un discurso histórico algo que, tristemente, se obvia cada vez más en el gremio arqueológico en aras de una simple descripción material que no termina de trascender de los objetos en sí mismos y que poco o nada aporta a la investigación. Tan terrible es la conversión del objeto en el fin último de la investigación arqueológica -como sucedía en las prácticas anticuaristas y como el propio Indiana hace en sus películas (el arca, el grial...)- como el no ser capaces de trascender de la descripción a la auténtica interpretación histórica. La Arqueología es Historia (ya lo afirmamos vehementemente hace tiempo en otro post: pincha aquí) y, de ese modo, la Arqueología Clásica es Historia de la Antigüedad Clásica por más que el desencuentro -a veces personal, otras institucional, muchas veces de ambos tipos- entre colegas de ambas disciplinas haya marcado -tristemente- tendencia en la Universidad española (para un diagnóstico, desde la perspectiva de la América prehispana pero válido en cualquier caso, puede verse LANGEBAEK, C. H.: "Historia y Arqueología: encuentros y desencuentros", Historia Crítica, 27, 2005, s. pp.; de nuevo, CARVAJAL, Á. y DE SOTO, Mª R.: "Arqueología e Historia: propuesta para una reflexión conjunta", El Futuro del Pasado, 1, 2010, pp. 21-35; y, especialmente, SAUER, E. (ed.): Archaeology and Ancient History. Breaking down the boundaries, Londres, 2004, esp. pp. 17-47 y 99-114. Para los menos versados, podrá ser útil la lectura de este post de Arqueoblog: pincha aquí). 

Indiana realiza, pues, la datación de esta tumba a través de dos instrumentos: la cultura material y la tipología y, por tanto, a través de esta última, incide en la necesidad de documentar "paralelos" para esa adecuada integración de los objetos estudiados en su contexto histórico y cultural. Recurrir a diccionarios y repertorios, tanto para Arqueología como para otras disciplinas de la Antigüedad debe formar parte -lo veremos más abajo a propósito de la segunda escena que comentaremos- del trabajo cotidiano del arqueólogo (para una relación de éstos por áreas de conocimiento, pincha aquí). Además -lo veremos en la escena siguiente, en la que Indiana citará las excavaciones de Naucratis desarrolladas por W. M. Flinders Petrie en el siglo XIX- conocer de qué modo -siempre en sentido acumulativo- la investigación arqueológica ha ido, a través de la Historia, obteniendo nueva información sobre las culturas del pasado resultará, también, algo fundamental. Un buen arqueólogo ha de ser -si no en tiempo real sí con el estudio y la dedicación- un buen "fichero" que guarde en su cabeza paralelos que puedan ayudar en la labor de contextualización a la que estamos haciendo referencia. 

"La Arqueología busca el hecho, no la verdad", sentenciará Jones en la escena que comentaremos a continuación. Para concluir esta primera reflexión, el "hecho" sería la evidencia, el dato concreto, el dato arqueológico que constituye la huella de una actividad humana en el pasado y que -habría quizás que rectificar aquí esa afirmación- permite obtener un tipo singular de "verdad", la histórica, siempre en construcción y más en Ciencias de la Antigüedad (de nuevo convendría citar aquí el inexcusable trabajo de ALFÖLDY, G.: "La Historia Antigua y la investigación del fenómeno histórico", Gerión, 1, 1983, pp. 39-61). 

[II] Escena de Indiana Jones y la última cruzada: variantes de la práctica arqueológica, la Arqueología como investigación histórica


A nuestro juicio, la más aprovechable -y más necesaria- afirmación de Indiana Jones, en clase, en toda la saga es: "el setenta por ciento de la Arqueología se hace en la biblioteca, investigando, leyendo". Tal sentencia procede, precisamente, como habrá visto nuestro lector, de esta escena en la que Spielberg parece querer hacer un remake de la escena anterior con la que los paralelos cinematográficos son incuestionables. En esta ocasión encontramos en el aula a un Dr. Jones muy desmitificador -"olviden toda idea acerca de ciudades perdidas, viajes exóticos y agujerear el mundo"- y que si en la escena anterior concedía importancia a la "tradición local" (esas "fuentes orales" y la fijación de parte del contenido de las mismas sobre el paisaje, las toponímicas, son fundamentales en Arqueología; esto no debe olvidarse y es otra de las "enseñanzas" de la secuencia de Indiana Jones, en busca del arca perdida: RIESCO, P.: "Nombres en el paisaje: la toponimia, fuente de conocimiento y aprecio del territorio", Cuadernos Geográficos, 46, 2010, pp. 7-34; ZAFRA, N.: "Nombrar, apropiar. La Arqueología del paisaje y toponimia en la aldea de Otíñar (Jaén) (1300-2000 DNE)", Arqueología y Territorio Medieval, 11-1, 2004, pp. 23-58, esp. pp. 27-36 y, por supuesto, FERNÁNDEZ, V.: Teoría y método de la Arqueología, Madrid, 1992, pp. 49-50, otro clásico) ahora, en Indiana Jones y la última cruzada, concluye, no sin razón, en que "no podemos tomar la mitología al pie de la letra". Aunque, efectivamente, eso es cierto, convendría recordar aquí el convencimiento de Heinrich Schliemann de que tan grandes epopeyas como los poemas homéricos -léase cualquier otro acontecimiento, por cotidiano que sea, de la Antigüedad- no podrían proceder, exclusivamente, sólo, de la ficción ni haber desaparecido sin dejar registro alguno... No nos resistimos a recoger la cita textual de CERAM, C. W.: Dioses, tumbas y sabios. La novela de la Arqueología, Barcelona, 197013, otro título imprescindible:

<< El padre [de H. Schliemann] le explicaba al niño [el propio H. Schliemann] muchos cuentos y leyendas. Le contaba también, cual viejo humanista, la lucha de los héroes de Homero, de Paris y Helena, de Aquiles y de Héctor, de la fuerte Troya, incendiada y destruida (...)
- ¿Así era Troya?
El padre asentía con la cabeza
- ¿Y todo esto se ha destruido, destruido completamente? ¿Y nadie sabe dónde estaba emplazada?
- Cierto -contestaba el padre.
- No lo creo -comentaba el niño Heinrich Schliemann- ¡Cuando sea mayor, yo hallaré Troya, y encontraré el tesoro del rey!
Y el padre se reía >>

Efectivamente, de cualquier actividad humana en el pasado queda -en principio, salvo alteraciones diversas, que las hay- un vestigio en forma de dato arqueológico que, debidamente bien recuperado y contextualizado, aporta muchísima información histórica. Con ser la metodología importante, que lo es, y mucho, y siendo la técnica empleada para la documentación del registro una auténtica "piedra de toque" en materia arqueológica (con bibliografía puede verse RUIZ DEL ÁRBOL, Mª.: "La organización, articulación y tratamiento de la documentación arqueológica. El sistema de administración de la base de datos relacional 'Lusitania'", ArqueoWeb, 5, 2013, s. pp. o GARCÍA-DIEZ, M., y ZAPATA, L.: Métodos y técnicas de análisis y estudio en Arqueología Prehistórica, Vitoria, 2013 y RODÀ, I. (ed.): Ciencias, metodologías y técnicas aplicadas a la Arqueología, Barcelona, 1992) lo cierto es que la afirmación de que "el setenta por ciento de la Arqueología se hace en la biblioteca" no puede estar más a la orden del día. En primer lugar, por lo que se dijo anteriormente respecto de la necesidad de poner en contexto cualquier material arqueológico a partir de su inserción en una identidad cultural concreta y, por tanto, a partir de la localización de sus paralelos formales y, por tanto, si es posible, también cronológicos. Pero, además porque, como se dijo, la Arqueología es una Ciencia de la Antigüedad y como tal "ciencia" vuelve a ser un saber acumulativo en el que la historiografía trazada sobre un determinado problema debe ser tenida en cuenta antes, durante y después de cualquier intervención arqueológica. Y no nos referimos sólo a la "literatura gris" que sobre un determinado yacimiento -en el que uno esté trabajando- exista tanto a nivel administrativo como a nivel público sino también -y especialmente- a toda la producción bibliográfica que haya sobre un tipo determinado de material arqueológico o sobre los problemas -normalmente de naturaleza histórica- ante los que nos coloque la investigación y el estudio sobre esos materiales (este tipo de asuntos están muy bien recogidos en un manual que nos atrevemos, también, a recomendar: BURKE, H., y SMITH, C.: Manual de campo del arqueólogo, Barcelona, 2007, muy inspirador). Qué frecuente es, tristemente, en la Arqueología actual, la "miopía" de pensar que lo que en un enclave arqueológico se está documentando es algo absolutamente exclusivo del citado lugar sin conceder ni un espacio -muchas veces por pereza, siempre por negligencia culpable- a una perspectiva mucho más general que inserte los datos arqueológicos de un lugar en la dinámica histórica correspondiente y en el conocimiento, también, de otros enclaves sometidos a problemáticas semejantes y que pueden aportar coordenadas históricas e interpretativas de largo alcance. A un estudiante de Arqueología deberían sonarle, apenas iniciado en la disciplina, volúmenes como el Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines Daremberg-Saglio, como la Realencyclopädie des classischen Altertumswissenschaft Pauly-Wisowa (sobre sus posibilidades y su acceso en línea ya nos detuvimos hace algunos meses en este blog: pincha aquí), como la Enciclopedia dell'Arte Antica, Classica e Orientale, o como el Lexikon Iconographicum Mytologiae Classicae (¡¡¡ya disponible como base de datos online!!!) y, entre otros muchos recursos en internet, al menos, los Fasti Archeologici Online. Sorprende, de hecho, que para muchos estudiantes jóvenes, estos títulos no signifiquen apenas nada o, incluso, obtengan sus títulos en Historia o, en el peor de los casos, en Arqueología, sin haber manejado nunca estas herramientas. Herramientas que durante generaciones han sido el primer punto de partida para la labor de documentación y de interpretación de la cultura material, fundamental, como se dijo, en Arqueología.

Urge, pues, saber compatibilizar, en materia arqueológica la Arqueología "de bota" (es decir, la tradicionalmente llamada Arqueología de campo) por la Arqueología "de bata", la de laboratorio, la de biblioteca, la que hace posible vibrar con cada hallazgo al comprobar nuestra propia capacidad de insertarlo en la cultura que lo creó y de escribir, con su análisis, parte de la Historia de nuestra cultura. Parece que hasta Indiana Jones, tantas veces denostado como modelo de "arqueólogo", nos enseña algo a este respecto...

UNA HISTORIA... "REAL"


[Sobre estas líneas: abajo reverso de denario de Caracalla -RIC 363b- con representación de la CONCORDIA AVGVSTORVM-, y arriba áureo de Honorio -RIC 8- con idéntico tipo en el reverso]

<< Este Palacio es de todos los españoles y es un símbolo de nuestra historia que está abierto a todos los ciudadanos que deseen conocer y comprender mejor nuestro pasado. En sus techos, en sus paredes, cuadros y tapices, en definitiva, en todo su patrimonio, se recogen siglos y siglos de nuestra historia común. Y esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla, porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo (...) Con estas razones, y compartiendo estos sentimientos, haremos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran legado tenemos la responsabilidad de administrar >>

En estos términos SM Don Felipe VI, Rey de España, abría prácticamente -pues, como puede comprobarse en vídeo, más abajo, las palabras proceden de los primeros minutos del discurso- su tradicional Mensaje de Navidad del año 2015, una alocución en la que la palabra "historia" fue pronunciada en un total de quince ocasiones (pincha aquí para acceder al texto completo del mensaje, que también os dejamos más abajo, en vídeo) algo que, nos parece, no ha de ser considerado anecdótico una vez que otras palabras que la prensa (pincha aquí) destacó como esenciales y vertebrales en el contenido ideológico del mensaje -como "constitución", "unidad", "cohesión" o "convivencia"- no salieron de la boca del monarca en más de diez ocasiones.

Excepción hecha de la palabra "España" -que Felipe VI pronunció dieciséis veces- la palabra "Historia" fue -sin lugar a dudas- la absoluta protagonista del discurso navideño del 24 de Diciembre de 2015 más si tenemos en cuenta que la segunda parte del fragmento que hemos seleccionado para encabezar este post aparece también encartada como extracto en la parte correspondiente al Rey en la Sección Discursos de la web de la Casa Real. Y ese protagonismo, para un amante de la Historia -sea cuál sea su signo político y sea o no monárquico- es, desde luego, motivo de alegría, al menos, así nos ha parecido en Oppida Imperii Romani y por eso hemos optado por dejar algunas reflexiones al respecto en este singular post con el que abrimos 2016, un año en el que, ¡ojalá lo logremos!, esperamos ser capaces de mantener más vivo este espacio recuperando el ritmo que ha tenido en otros años... 

Estamos radicalmente de acuerdo con quienes, desde la escena política, señalan que estamos viviendo tiempos totalmente "históricos", también en el sentido etimológico del término "Historia", es decir, tiempos que exigen altas dosis de reflexión, de hístemi, para su adecuada comprensión "en profundidad". Al margen de que sea ese contexto la causa fundamental de esta apuesta histórica o de las que sean las razones por las que el Rey haya decidido conceder a la Historia tanto protagonismo , razones que entran ya en el plano de lo político, nos parece que la imagen que de la Historia -que, nótese, nosotros transcribimos con mayúscula- proyecta el monarca encaja bastante bien con la imagen que, tradicionalmente, Roma y Grecia tuvieron del valor político del pasado. No se olvide, de hecho, que Polibio recordaba que la Historia era la disciplina que mejor preparaba para la actividad política (Polyb, 1, 1. Para ese sentido de la Historia en Roma y para su papel educativo puede verse la reflexión que escribimos, al respecto, hace ya algunos años en ANDREU, J.: La Historia, magistra uitae. Una reivindicación de su utilidad desde la óptica de la Antigüedad Clásica, Tudela, 2006 y en un viejo post de este blog titulado "Antiqua tempora?"). Si en una democracia parlamentaria como la nuestra la política la construyen los ciudadanos parece como si Felipe VI hubiera querido recordarnos precisamente eso en un discurso de claros -imposible saber si intencionados- ecos clásicos que nos resulta atractivo comentar (el lector más interesado podrá encontrar una buena antología de textos con contenido histórico e historiográfico procedentes de la tradición grecorromana y también hebraica aquí; a la vista de las palabras del monarca y de la situación histórica que vivimos en España, la actualidad de la mayor parte de esos textos -y de algunos que se citarán a continuación- queda hoy, nos parece, fuera de toda duda).

Fijemonos en algunos detalles -a modo de grandes temas- que, como historiadores, nos parecen especialmente interesantes de entre las palabras de Felipe VI con las que encabezábamos este post:

[1] El patrimonio como herencia colectiva y como Historia, también material, y viva, de los pueblos. Uno de los puntos más atractivos del discurso que aquí comentamos -también por nuestra dedicación arqueológica en Los Bañales- es el de la presentación de los elementos materiales y patrimoniales -simbolizados en el Palacio Real- como un legado para la posteridad. Ya desde la más antigua tradición historiográfica, Heródoto de Halicarnaso justificaba su atención a las hazañas del pasado que conformaban las Guerras Médicas sencillamente entendiendo que éstas no podían quedar sin el debido realce para el futuro (Hdt. 1, 1). Más adelante, Dionisio de Halicarnaso, al explicar por qué compuso sus Antiquitates Romanae señalaría que dejar huellas y evidencias para la posteridad era una excelente forma de contribuir a la construcción del presente (Dio. Hal. 1, 2) por lo que esas huellas representaban, también, para las generaciones futuras, afirmación ésta también recuperada luego por Casio Dión (Cass. Dio 1, 2) al describir que el objeto de su Historia Romana era que cualquiera, fuera o no Romano, tuviera acceso a los hechos esenciales del despegue de Roma como comunidad política.

[2] El deseable compromiso del hombre con el conocimiento y el recuerdo de su Historia. Nescire Historiam id est semper puerum esse, afirmaba -pese al Latín, la cita no es textual en su primera parte- Cicerón (Cic. Orat. 120, 4) en una de las citas más repetidas del Arpinate: "desconocer nuestra Historia es ser siempre como un niño". La reflexión sobre el pasado y su conocimiento eran ya invocados por Polibio (Polyb. 1, 4) como uno de los jrésimon kaí tó terpnón tés historías, como el gran "provecho" de la Historia que, desde luego, la Antigüedad entendió siempre como una Historia absolutamente útil. Y es gratísimo que veinte siglos después una institución estatal como la Corona española se esfuerce por recordarlo -anotando, además, que no basta con "conocerla y recordarla" sino, también, con "administrar" su legado- sean cuáles sean los móviles que le hayan llevado a hacerlo. 

[3] La Historia como caudal educativo para "entender nuestro presente y orientar nuestro futuro". Acaso es en este punto donde el mensaje de Felipe VI entronca más directamente con la filosofía de la Historia propia del mundo clásico. El recuerdo de la Historia, afirmaba también Cicerón (Cic. Orat. 34, 120, 5), añade a quien la invoca auctoritas y fides, es decir, "autoridad moral" y "seguridad", "confianza", "fiabilidad". Quizás en ese sentido las palabras de Felipe VI encajan de un modo extraordinario no en vano el monarca resaltó de qué modo el pasado común del país debía contribuir a generar seguridad -fides- en el futuro -acaso algo incierto- que hay por delante. Polibio, por su parte, unos siglos antes que Cicerón, no había sido menos expresivo cuando, en su conocido épainon tés historías -"elogio de la Historia"- afirmaba que "para los hombres no existe enseñanza más clara que el conocimiento de los hechos pretéritos" (Polyb. 1, 1), algo muy unido a su idea -antes recogida- de la Historia como herramienta básica para la formación política. 

[4] La Historia, constructora de identidad. Ya desde Tucícides (1, 22, 4) la Historia -y así lo recordaría, en un opúsculo de lectura inexcusable, algunos siglos después, Luciano de Samósata (59: Quomodo historia conscribenda sit)- era concebida como "un bien para siempre" como una reflexión sobre el pasado que lejos del simple entretenimiento -que, desde luego, es también un ingrediente que hace atractiva a esta disciplina- permitía una mejor comprensión de la evolución de los Estados y, por tanto, permitía hacerse cargo de hasta qué punto "la prosperidad humana" (la eudaimonía, que es un concepto mucho más amplio que el de "prosperidad") nunca es permanente -como afirmaba Heródoto (Hdt. 1, 5)- incidiendo en hacer inteligible cómo la grandeza de un pueblo debe entenderse siempre como resultado de su evolución a través del tiempo (Liv. 1). Somos, sin duda, lo que hemos sido en el pasado y ambas realidades juntas configuran nuestro futuro. La Historia es, por tanto, el mejor "patrimonio" identitario con que cuenta cualquier civilización, cualquier sociedad, de ahí que sea tan recomendable su estudio, conocimiento y promoción.

[5] El hombre, agente de la Historia. El conocimiento de los hechos pretéritos, la dedicación a la Historia, generaba para los antiguos "inteligencia política" (Luc. 59, 34) algo que constituye, seguramente, la mejor virtud -muchas veces infravalorada- del historiador. Si hubo una potencia en la Antigüedad que subrayó en la Historia su peso personalista esa fue Roma tratando, de hecho, de ahondar en la introspección psicológica y personal de los grandes protagonistas del pasado algo que, sobre todo, se percibe en la historiografía alto-imperial. Se ve claramente en Suetonio, en Dión Casio o en Tácito aunque ya Tito Livio lo subrayaba (Liv. 1, 9) cuando nos recordaba que su objetivo como historiador era definir per quos uiros quibusque artibus (...) auctum imperium sit, es decir, "a través de qué hombres y a través de qué artes se amplió el poder de Roma". Nada que objetar, al contrario, a la afirmación de Felipe VI de que nosotros somos los verdaderos protagonistas de nuestra propia Historia... ¡y más en este tiempo!

Se podrá estar más o menos de acuerdo con la institución monárquica, se podrá considerar más o menos oportunista el discurso y su contenido más o menos apropiado para los tiempos que corren pero lo que no puede negarse es que en una sociedad en la que casi nadie parece recordar el valor de la Historia para la formación de las mentalidades -y para la escena política- y para la subsistencia de la cultura, que la más alta institución del Estado le preste -por las razones que sean, es cierto... ¡pero esas razones ya hacen grande a la Historia con mayúsculas y a la historia a la que se apela en este caso!- la atención que SM El Rey le ha prestado en su reciente mensaje navideño es, nos parece, motivo de alegría.

Está claro que, consciente o inconscientemente, además, como escribió W. Jaeger, la fuerza evocadora y la energía educadora de los clásicos siguen teniendo presencia -al menos en este caso a través de su incorporación a la cultura compartida- en la vida cotidiana.

Se abre el debate, en cualquier caso...