LIBERALITAS FLAVIA



[Inscripción, procedente de Valentia, y reutilizada en la iglesia de Santo Tomás de la ciudad del Turia -CIL II2/14, 13- con alusión a Tito como conueruator Pacis. La foto, magnífica, se la debo a Engracia, del blog Arqueología en mi Jardín y a nuestro buen amigo Daniel]

Siempre he pensado que, aunque, quizás, en Hispania, el interés por la época flavia, se disparó en los años ochenta gracias a la editio princeps de la lex Irnitana, por Julián González (Journal of Roman Studies, 76, 1986), y a los ejemplares trabajos, sobre epigrafía flavia, de Armin Stylow (por ejemplo Gerión, 4, 1986), en el resto de Europa fue la magistral identificación y lectura de la inscripción constructiva, en Roma, del anfiteatro flavio, con litterae aureae, por Géza Alföldy, en los años noventa (AE, 1995, 111b=Zetitschrift für Papyrologie und Epigraphik, 109, 1995), la que intensificó el interés por un Principado, el de los Flavios, dotado de muchos y diversos atractivos. Lo cierto es que desde mediados de los 90 se han publicado, de forma continúa estudios sobre la política arquitectónica, en Roma, de estos emperadores; análisis interdisciplinares de la lex de imperio Vespasiani (ver más bibliografía en Cahiers Gustav Glotz, 16, 2005); monográficos de revistas consagrados al emperador Domiciano, quizás el más controvertido del periodo; o misceláneas orientadas a, sobre todo desde las fuentes literarias, trazar un panorama de la Roma flavia o de la capacidad de estos emperadores para entroncarse entre la tradición y la innovación. La celebración, entre marzo de 2009 y enero de 2010 de la muestra Divus Vespasianus, en Roma, comisionada por Filippo Coarelli no ha hecho sino intensificar el ritmo de esas publicaciones que han dado lugar a companions exclusivos de actualización dedicados a la época, a concienzudos manuales universitarios o a obras de recopilación con algunos de los temas más sugerentes de un periodo subsiguiente a la primera guerra civil, la del 68-69 d. C., del Principado Romano. La próxima celebración, en junio de este año, de un coloquio sobre The Flavian Empire, en la Maynooth University, en Irlanda, sólo demuestra el extraordinario atractivo del periodo y sus posibilidades investigadoras.

Es cierto que en todos esos trabajos -excelente complemento de los que en España se han dedicado a la extraordinaria transformación de las provincias hispanas en época flavia (ver este antiguo post de nuestro blog)- quizás no se han tenido suficientemente en cuenta las fuentes epigráficas. Existen, de hecho, más de 600 inscripciones en todo el Imperio inequívocamente fechadas en este periodo que pueden, desde luego, aportar mucha información a la política de obras públicas, provincial, territorial, y de imagen, de estos emperadores. No en vano, las propias fuentes antiguas -pensemos, por ejemplo, en Suetonio- dedicaron algunos pasajes a exaltar el esfuerzo de Vespasiano por la restauración de edificios (Suet. Vesp. 16 y 17), la extraordinaria popularidad de Tito, en materia de imagen, en algunas provincias (Suet. Tit. 4) especialmente intensificada tras su muerte -como recuerda Aurelio Víctor (Aur. Vict. Epit. 10, 11)-, la desmesura en el manejo de la imagen por parte de Domiciano (Suet. Dom. 13) y algunos otros tópicos que, siempre, han resultado interesantes y sugerentes y que el estudio de esas fuentes epigráficas puede contribuir a confirmar o a desmentir.

La invitación, el pasado 10 de marzo, a la Universität Zurich (Alte Gescchicte/Historische Seminar), para impartir una charla titulada "Flavian epigraphy: building an imperial identity" -cuya presentación os dejo más abajo, cerrando este post- nos ha permitido ordenar algunas ideas sobre esta cuestión, en la que llevamos trabajando algunos años. Las resumiremos en tres que, además, darán entrada aquí a algunas publicaciones previas, quizás poco conocidas, sobre el periodo, fruto de ese trabajo de varios años conectado -pero también independiente- de nuestra antigua dedicación a la municipalización flavia, la "flabitis", como la llama con cariño nuestro buen amigo Ángel Ventura, de la Universidad de Córdoba, de quien, siempre, tanto aprendemos. 

[1]. Obsesionadas por una gradación moral Vespasiano/Tito us. Domiciano, las fuentes literarias transmiten una imagen ejemplar de los dos primeros en la oportunidad, frugalidad y necesidad -siempre de positivo juicio moral- de su apuesta por las obras públicas pero totalmente desmesurada y egoísta para el segundo. El templum gentis Flauiae o el Coliseo, por ejemplo, se contraponen, en el juicio de los textos, a la atención prestada por Domiciano a su residencia imperial en el Palatino. Las fuentes epigráficas nos ayudan, de hecho, a contextualizar muchas de esas alusiones y a discutir si, efectivamente, en la política romana y en la política provincial, hubo esa apuesta por asentar, antes que por adornar, que Suetonio atribuye a Vespasiano (Suet. Vesp. 8). Tratamos el tema hace algunos años en un trabajo publicado en Classica Boliviana, 10, 2014 en el que cada noticia en las fuentes literarias, sobre obras públicas flavias, es analizada en lo que, de ella, nos transmiten las epigráficas.

[2]. Al igual que sucede en Roma, donde la documentación epigráfica disponible sobre el periodo, demuestra cuáles fueron los grandes proyectos edilicios de estos Principes y, también, lo crucial que resultaron los primeros cuatro años de su gobierno -desde el aduentus de Vespasiano a Roma en junio del 70 a la censura conjunta entre Vespasiano y Tito en el 73-74 d. C.- así como los valores dinásticos de Victoria y Pax (objeto de estudio actual, entre otras cuestiones flavias, en una prometedora tesis por David Gordillo, de la Universidad de Salamanca, dirigida por Manuel Salinas) que el fundador de la dinastía transmitió, en provincias pueden seguirse, muy bien, algunas actitudes de estos emperadores, distintas todas ellas, que muestran sus fijaciones en la política provincial. Así, su preferencia por favorecer la conectividad invirtiendo en materia de infraestructuras, su interés por cooperar con entes de la administración -ejército y gobernadores provinciales- para extender el modo de vida romano en provincias de reciente creación, sus "alardes" cooperando con algunos espacios públicos simbólicos de todo el Imperio, su mayor preferencia -en el caso de Vespasiano y de Tito- por Occidente antes que por Oriente -más atendida por Domiciano-, etcétera. Algunos de esos valores de la edilicia pública flavia los sistematizamos, en su día, en nuestra contribución al 1er Tarraco Biennal (Tarragona, 2013) -para Roma- y en otras, más extensas, alusivas a la política provincial de Vespasiano y de Tito -publicada en una miscelánea alemana de la editorial De Gruyter: Tradition und Erneuerung: Mediale strategien in der zeit der Flavier, Berlín, 2011) y a la de Domiciano -en Dialogues d'Histoire Ancienne, 34-2, 2008, para las provincias y Florentia Iliberritana, 20, 2009, para Roma- a las que remitimos. La eventual conexión entre la popularidad de estos emperadores en provincias y las atenciones prestadas a aquéllas en su política edilicia también la abordamos hace algunos años en una contribución al  monográfico Storie delle Religioni e Archeologia. Discipline a confronto, Roma, 2010

[3]. Es evidente, y las fuentes así lo señalan, que la dinastía flavia tuvo que hacer frente a una situación política inédita -la primera dinastía de proclamación militar del aun joven Principado- y, también, a una bancarrota notable si, realmente, era ése el estado de cosas en que quedaron las arcas imperiales tras la muerte de Nerón. En este sentido, y como se percibe bien en la documentación hispana, se constata, a través de las inscripciones, un notable esfuerzo de estos tres emperadores -en particular de Vespasiano y de Tito pero también, en algunas intervenciones concretas en Oriente, por parte de Domiciano- por "ordenar" la administración en todas aquellas cuestiones en las que Roma pudiera perder recursos bien acercando la administración a esos espacios, bien gravando con nuevos impuestos, bien devolviendo al control de Roma espacios que, antes, habían caído en manos de particulares. África -de la que nos ocupamos en L'Africa Romana 17, 2008 y 18, 2010- y Creta/Cyrene, por ejemplo -que estudiamos en Latomus, 69, 2010- son dos escenarios geográficos -aunque no los únicos- en los que esa preocupación se muestra a las claras con documentos epigráficos concretos que darían razón de ser a esa pecuniae cupiditas que Suetonio censuró como único vicio público achacable a Vespasiano (Suet. Vesp. 16).

Obviamente, hay más temas implicados en esta cuestión que, tentativamente, hemos denominado como Liberalitas Flauia. Algunos, con ejemplos concretos, se glosan en la presentación con que cerramos este post. Otros quedan para otras ocasiones que, seguro, no se harán esperar... Mientras, seguimos escudriñando la información que nos aportan esos 625 tituli de época flavia repartidos de Oriente a Occidente del Imperio Romano. 

EIDOS TÉS NÓSOU




[Cuadro historicista Plague in an ancient city, del pintor flamenco Michiel Sweerts, siglo XVII]

En uno de nuestros primeros posts de este año en Oppida Imperii Romani  hablábamos de la validez, y de la capacidad evocadora, del mundo clásico. Evolucione como evolucione, 2020 es, ya, pese a no haber transcurrido todavía tres meses de él, el año del Covid-19, el año del coronavirus. Hace algunas semanas, y en medio de esta epidemia, el mundo clásico volvió a la palestra, esta vez a partir de su relación con la cultura popular, cuando muchos, en redes sociales, se encargaron de recordar al invencible auriga Coronavirus que Albert Uderzo había imaginado -para algunos, casi profetizado- en Astérix en Italia (2017), un auriga romano al que, junto a su colega Bacillus, los galos se enfrentaban en varios juegos. En ese momento, parecía una coincidencia sugerente, apenas había algunos casos en China y por Italia el virus apenas empezaba a asomarse. Pocos -acaso sólo los científicos del área médica- nos imaginábamos el alcance que esta pandemia iba a tener.

Estos días atrás, nuestro colega y compañero de la escuela zaragozana de Ciencias de la Antigüedad, Alejandro Díaz, de la Universidad de Málaga, mostraba su descontento en redes sociales ante la ansiedad que los medios, acaso, están contribuyendo a crear y recomendaba a todos la lectura del pasaje de Tucídides de Atenas relativo a la terrible peste que Atenas sufrió en el año 430 a. C., coincidente con el segundo año de la guerra del Peloponeso. Ese mismo día, en la utilísima Liverpool Classicist List -fundamental para, suscribiéndose, estar al día de eventos (estos días, de muchas cancelaciones, tristemente) relacionados con el mundo clásico en todo el mundo- el profesor asociado de la Università degli Studi di Milano Marco Ricucci compartía un artículo publicado en Il Corriere della Sera en el que reivindicaba lo que Tucídides, en su relato de aquella epidemia, podía enseñarnos ahora que los gobiernos de toda Europa piden responsabilidad social, e individual, ante esta terrible situación de la que, en cualquier caso, se saldrá.

Como cuando hablan los clásicos, como suele decirse, causa finita -al menos para nosotros- nos limitaremos sólo a transcribir una selección de los pasajes entre el capítulo 47 y el capítulo 55 del libro II de las Historias de Tucídides en que, justo después de la célebre oración fúnebre de Pericles, que tan bien conocen nuestros queridos alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, Tucídides aborda tó eidos tés nósou, "la naturaleza de esta epidemia". Encabezaremos esa antología, que sigue la traducción en castellano de J. J. Torres Esbarranch para la Biblioteca Clásica Gredos -aunque se enlaza, también, al texto griego original en la Perseus Digital Library- con una breve línea en la que destacaremos un aspecto que nos parezca clave de este singular "oráculo" en que, de nuevo, el mundo griego, a través de uno de sus más insignes historiadores, se convierte. Podríamos haberlos ordenado de otro modos pero hemos preferido mantener el orden de los pasajes extractados en el relato completo para no "traicionarlo". Las coincidencias sobrecogen, sin duda, y nos subrayan la lección de humildad que, acaso este maligno virus, ha venido a dar a nuestra civilización occidental (entre las reflexiones leídas estos días en redes sociales, al respecto, recomendamos vivamente ésta).

[I]. Una enfermedad generada fuera de Occidente.

[48, 1] "Apareció por primera vez, según se dice, en Etiopía, la región situada más allá de Egipto, y luego descendió hacia Egipto y Libia y a la mayor parte del territorio del Rey (del Imperio Persa, por tanto)".

[II]. Una epidemia repentina, virulenta y que generó, también, bulos y fake news.

[48, 2] "En la ciudad de Atenas se presentó de repente, y atacó primeramente a la población del Pireo, por lo que circuló el rumor entre sus habitantes de que los peloponesios habían echado veneno en los pozos, dado que todavía no había fuentes en la localidad. Luego llegó a la ciudad alta, y entonces la mortandad fue mucho mayor".

[III]. Una epidemia de la que, entre los atenienses, también abundaban los "expertos" pese a resultar, además, casi nueva, inédita y desconocida y, por ello, más difícil de combatir.

[48, 3] "Sobre esta epidemia, cada persona, tanto si es médico como si es profano, podrá exponer, sin duda, cuál fue, en su opinión, su origen probable así como las causas de tan gran cambio que, a su entender, tuvieron fuerza suficiente para provocar aquel proceso. Yo, por mi parte, describiré cómo se presentaba, y los síntomas con cuya observación, en el caso de que un día sobreviniera de nuevo, se estaría en las mejores condiciones para no errar en el diagnóstico, el saber algo de antemano".

[IV]. Una enfermedad que era terrible para quien ya padeciera otras patologías previas.

[49, 1] "Aquel año, como todo el mundo reconocía, se había visto particularmente libre de enfermedades en lo que a otras dolencias se refiere; pero si alguien había contraído ya alguna, en todos los casos fue a parar a ésta (idéntico sentido en 51, 1)".

[V]. Una enfermedad con un alto porcentaje de mortandad y diferente a otras afecciones semejantes.

[50, 1] "La naturaleza de esta enfermedad fue tal que escapa sin duda a cualquier descripción; atacó a cada persona con más virulencia de la que puede soportar la naturaleza humana, pero sobre todo demostró que era un mal diferente a las afecciones ordinarias (…)".

[VI]. Una enfermedad que tiene, también, una notable exigencia de fortaleza de ánimo y de responsabilidad social.

[51, 4] "Pero lo más terrible de toda la enfermedad era el desánimo que se apoderaba de uno cuando se daba cuenta de que había contraído el mal (porque entregando al punto su espíritu a la desesperación, se abandonaban por completo sin intentar resistir), y también el hecho de que morían como ovejas al contagiarse debido a los cuidados de los unos hacia los otros: esto era sin duda lo que provocaba mayor mortandad".

[VII]. Una enfermedad altamente contagiosa.

[51, 5] "(…) si se visitaban (unos a otros) perecían, sobre todo quienes de algún modo hacían gala de generosidad, pues movidos por su sentido del honor no tenían ningún cuidado de sí mismos entrando en casa de sus amigos cuando, al final, a los mismos familiares, vencidos por la magnitud del mal, ya no les quedaban fuerzas ni para llorar a los que se iban".

Huelgan comentarios, y queda sólo la reflexión y más en el conveniente aislamiento de estos próximos días. Como estamos viendo estos días en la prensa, la peste de Atenas tampoco hizo acepción de personas, y afectó, incluso, al gran Pericles siendo la epidemia un "general" decisivo con el que no se contaba en las terribles guerras del Peloponeso y que, seguro, contribuyó a decantar la victoria del lado espartano. Queda ahora ser fuerte y aprender, una vez más, de lo que el mundo clásico, no por casualidad -¡seguro que no!- nos quiere recordar con este pasaje, que se vuelve tan "actual" después de casi 2.500 años. 

PER PALVDES PERQVE SILVAS



[Dos vistas, una desde el pie del Hermannsdenksmal, cerca de Detmold, arriba, y otra desde la torre del Museum und Park Kalkriese, en la localidad del mismo nombre, de la zona, el Teutoburger Wald, a la que se consagra este post de Oppida Imperii Romani. En las fotografías inferiores dos detalles de los dos espacios en los que aquí nos detenemos como plataformas desde las que profundizar en un acontecimiento clave de la Romanización de Occidente]

Para quien está algo versado en la historia de Roma, el episodio del desastre de Varo en Westfalia, junto al Rhin, en el año 9 d. C., es uno de los capítulos míticos de la Historia de la Roma del Principado, la derrota del general romano Publio Quintilio Varo frente al pueblo germano de los queruscos, en la zona de Teotoburgo, y con los germanos liderados por un tal Arminio. La así llamada batalla del bosque de Teutoburgo, de hecho, sigue apareciendo, ocasionalmente, en la prensa en las píldoras de Historia con que, afortunadamente, algunos diarios nos alivian de la crudeza de la realidad cotidiana como si el periodismo contemporáneo quisiera seguir confiriendo grandeza al episodio que, a tenor del Bracaraugustano Orosio, habría detenido el Imperio de Roma -imparable en el océano- a orillas del río Rhin: imperium, quod in litore Oceani non steterat, in ripa Rheni fluminis staret (Florus 2, 30). 

Contra lo que pudiera parecer por la notable historiografía -y mitología- que el episodio ha vertido (desde el clásico trabajo de MOMMSEN, Th.: Die Örtlilchkeit der Varusschlacht, Berlín, 1885 a los recientes de McNALLY, M.: Teutoburg Forest, AD 9: the destruction of Varus and his legions, Oxford, 2011 o WELL, P. S.: The battle that stopped Rome: Emperor Augustus, Arminius and the slaughter of the legions in the Teutoburg Forest, Nueva York, 2003; ) y por la numerosa atención que recibe hoy el acontecimiento en las páginas de internet dedicadas a la Historia Antigua y a la Historia Militar (por ejemplo la de Livius. Cultuur, geschiedenis en literatuur; la de Smartergerman; o la Ancient History Enciclopedia) lo que las fuentes nos dicen sobre la batalla de Teutoburgo es, realmente, escaso aunque suficiente para abrir especulaciones diversas, todas ellas del máximo interés.

Así, Suetonio apenas transmite la noticia de que Quintilius Varus cum tribus legionibus in Germania periit -"Quintilio Varo pereció en Germania con tres legiones"- sin más detalles, cuando alude al contexto general de los acontecimientos posteriores a la adopción de Tiberio, por Augusto, como su heredero (Suet. Tib. 17). Esta noticia, sin prácticamente más datos la aporta también Tácito en su Germania (Germ. 37, 5) insistiendo, en ella, sobre el pueblo responsable de la derrota, los queruscos (Germ. 36) y espetando en los Annales que dicho desastre resultó una infamia para Roma (Ann. 1, 37, 3) y una manifestación de la superbia de Arminio (Ann. 1, 61). El propio Tácito es responsable, también, de la transmisión del topónimo saltus Teutoburgiensis (Ann. 1, 60) donde, según transmite, debieron quedar sepultados los restos de los soldados del desarmado Varo, a saber tres legiones, otras tantas alas y seis cohortes, como diría Veleyo Patérculo (Vel. Pat. 2, 117) y recordando que el pueblo Germano habría sido uno de los que, en materia militar, y especialmente a partir de este "desastre", más lecciones (saepius admonuere) habría suministrado a Roma (Tac. Germ. 37). Por su parte, el epitomista Floro recordaría el episodio de Arminio y de qué modo su pueblo prefirió enfrentarse a Roma tras haber sido su aliada y descubrir moresque nostros magis quam arma -"que las costumbres (de Roma) eran más crueles que la guerra"- (Florus 2, 30) y anotará algunos datos geográficos interesantes como que la batalla y la emboscada germánica tuvieron lugar per paludes perque siluas, es decir, "en medio del bosque y de los fangos" (Florus 2, 30, donde describe, también, con pormenor, algunas de las afrentas recibidas por los soldados de Varo en el ataque querusco). Probablemente, en ese sentido de la descripción del contexto general de la lucha, sea Casio Dión el que, en griego, aporte más datos sobre el ambiente general de esa batalla, librada el 7 de septiembre del año 9 d. C. Así, este historiador (Cass. Dio 56, 19-22) habla de "territorio hostil", de "las nieblas del bosque" y de "bosque impenetrable" (19), ponderando, además, la talla de los árboles, altísimos, sobre las laderas (20) y recordando de qué modo llegaron a Augusto las noticias del desastre (21), en una anécdota que recogerá más tarde Orosio (6, 22) atribuyendo al joven César la conocida frase Quintili Vare, redde legiones: "Quintilio Varo, devuélveme mis legiones". 

Ya en un reciente post de Oppida Imperii Romani de manera explícita, pero de forma más o menos velada en muchos de los que hemos dedicado a la Germania Superior, hemos hecho notar el primor con que, en Alemania, son puestos en valor, exaltados y reivindicados como parte del pasado histórico, lugares que, quizás, tienen más de escenario romántico que de evidencia arqueológica o que, cuando presentan ésta última, es vaga, incierta o, a los ojos de quienes vivimos en países de intensa huella romana, aparentemente inconsistente. Eso mismo puede decirse, sin paliativos, de dos espacios relacionados con el acontecimiento del que hablábamos en los párrafos anteriores: [1] el monumento a Arminio (Detmold) y [2] el Museo del desastre de Varo (Kalkriese), ambos extraordinariamente recomendables para los amantes de la Historia, del patrimonio y de la Antigüedad.

[1] El monumento a Arminio, Hermannsdenkmal en alemán -con intencional "germanización" del nombre latino Arminius, con el que las fuentes refieren, sin excepción, al germano querusco aliado de Roma y, después, sublevado en el 9 d. C. contra el gobernador provincial Quintilio Varo- es una monumental estatua de cobre que se alza sobre una colina de casi 400 metros de altitud que domina no sólo todo el área del supuesto saltus Teutoburgiensis sino, también, el distrito de Lippe, en el que se ubica. La estatua, de 54 metros de altura fue fabricada en cobre en los años de las derrotas prusianas contra Francia y culminada, por el artista Ernst von Bandel, ya en los años inmediatamente posteriores a la unificación alemana Bismarckiana en 1871 convirtiéndose, desde entonces, en un icono del patriotismo alemán -aun visitadísimo, por cierto- por su decidida invocación -por ejemplo, en la inscripción de la espada que porta Arminio, de 7 metros y hasta 500 kilogramos de peso- a la fuerza y poder de Alemania (stärke Deutschlands macht). Pretende marcar el área de influencia de la tribu germana de los queruscos, que, en un lugar aun por determinar, se enfrentó a Varo, derrotándole, como antes se ha dicho. El monumento es, desde luego, una auténtica lección material de antikenrezeption, como llaman los alemanes a la "recepción de la Antigüedad", a esas ocasiones -muchas en la Historia- en que determinados acontecimientos históricos son tomados como referente con fines estéticos, de prestigio, políticos o ideológicos. El propio formato del monumento, de clara estructura anular, la iconografía del germano, presentado entre la del bárbaro y la dignitas del arte clásico, los tropaia -con hermosas congeries armorum romanas- que rodean la parte baja del monumento, donde se ha instalado un memorial en honor de su promotor y, también, un mirador que permite contemplar parte del bosque de Teutoburgo hacen, desde luego, las delicias de quien se acerca aquí con el ánimo de estar contemplando si no un lugar histórico sí al menos el modo cómo un episodio histórico -la derrota infringida a Roma por los Germanos- es reclamado en procesos históricos y políticos muy posteriores demostrando, como escribió W. Jäeger, el poder evocador de los autores (y acontecimientos) antiguos (sobre la recepción de este episodio, siempre es recomendable lo que escribiera, en relación, en general con el mito de la Germania de Tácito, CANFORA, L.: Ideologías de los estudios clásicos, Madrid, 1991).

[2] El Parque y Museo de Kalkriese -en esta ocasión en el distrito de Osnabrück, unos 100 metros al oeste de Hermannsdenkmal- es un sitio que, aunque caro -la entrada individual cuesta 7,5 €- ofrece un sensacional ejemplo de las posibilidades que, con la adecuada financiación, puede llegar a ofrecer cualquier proyecto arqueológico. En torno al lugar, en proceso de excavación, en que se cree pudo haberse desarrollado la batalla que aquí hemos comentado, se ha instalado no sólo un Museo sino, también, todo un itinerario para contemplar las excavaciones en marcha y, especialmente, un envidiable aulario pedagógico que ofrece, constantemente, a centros escolares y a público infantil y juvenil actividades de divulgación científica de la Arqueología y de dinamización del pasado romano de las que, desde luego, en nuestro país tenemos mucho que aprender. Tras un sensacional vídeo introductorio (disponible aquí) en que se explica de qué modo se está trabajando en la excavación orientada a demostrar que -como apuntó Theodor Mommsen- fue en este lugar que tuvo lugar el desastre de Varo, la exposición arqueológica ofrece un buen repaso a los numerosos militaria que han sido localizados en las excavaciones y que, en muchas ocasiones, son difíciles de ver en museos de la Europa mediterránea así como algunos elementos interactivos que profundizan en la alteridad Romanos-Germanos y en las estrategias y armas empleadas por unos y por otros (prescindiendo de bibliografía especializada, que también la hay -y abundante-, los principales hallazgos que se han producido en la excavación de Kalkriese y los argumentos que aportan para la reducción de este lugar al escenario de la histórica batalla pueden verse aquí). 




En definitiva, se trata de dos sitios en los que tocar la Historia y con los que abrimos una nueva sección de Oppida Imperii Romani que se detendrá en escenarios históricos de la Antigüedad, loca memorabilia