TEMPLVM DATVM

 

[Instantánea de los trabajos de excavación del templo que presidió la plaza del foro de la ciudad romana de Santa Criz de Eslava© Jesús Caso para Diario de Navarra, que ofreció una galería completa aquí]

Corría el año 1989 y uno de los más prolíficos investigadores sobre el asunto vascónico, Juan José Sayas, publicaba en la Serie III de la revista Espacio, Tiempo y Forma, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, un artículo titulado "El culto al emperador entre las gentes vasconas" que, poco después, era recogido también en su best-seller Los vascos en la Antigüedad (Cátedra, Madrid, 1994). En el citado trabajo el emérito investigador de Buñuel (Navarra) repasaba las evidencias que, sobre el culto imperial, existían entonces para el territorio de los Vascones y recogía, esencialmente, las epigráficas. Para entonces, básicamente, la alusión a C. Sempronius Fidus, natural de Calagurris, que alcanzó el flaminado provincial en época de Adriano, en Tarragona (CIL II2/14, 1166), y a un Cn. Pompeius como flamen prouinciae Hispaniae citerioris en un pedestal de Tarraco (CIL II2/14, 1157), la ostentación del mismo cargo por T. Porcius Verrinus, citado en otro documento epigráfico de la capital provincial en el que también se alude a la flaminica de Cara Postumia Nepotiana (CIL II2/14, 1183) y la referencia a la también flaminica, en este caso natural de Pompelo, Sempronia Placida, esposa del ilustre C. Cornelius Valens (CIL II2/14, 1184) conocido también por financiar para la provincia -como también estudiaría el propio Sayas (Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, 2, 1989)- y entre los años 172-175 d. C. una legatio censualis, una embajada, ante el emperador Marco Aurelio, a la sazón en Sirmium, en la actual Serbia (CIL II2/14, 1193). Sobre algunos de ellos, auténticos "Vascones por el mundo", volvimos nosotros en un artículo sobre movilidad geográfica de las gentes vasconas publicado en la revista Príncipe de Viana, 261, 2015. Los dos últimos párrafos del artículo antes citado de Juan José Sayas iban destinados a analizar la placa de bronce en que dos aediles de Andelo -seguramente recientes beneficiarios de la extensión del ius Latii por Vespasiano (véase E. García Fernández, Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, 25, 2012) de la que tanto hemos hablado en la serie "gens Flauia" de este blog- dedicaban un monumento a Apollo Augustus (AE 1989, 456).


Y es que, hasta hace bien poco, eran esas, las epigráficas, prácticamente las únicas evidencias con que se contaba, en el territorio de los antiguos Vascones, para conocer la incidencia de un fenómeno tan esencial en la historia cultural e ideológica del Principado Romano como fue el del culto imperial. Sin embargo, y como, precisamente, subrayábamos en una recentísima entrada de Oppida Imperii Romani sobre religión romana, la investigación arqueológica ha venido contribuyendo a incrementar las evidencias y a hacer que esta región sea una de las que concentre un mayor número de testimonios -en el conjunto, al menos, del conuentus Caesaraugustanus- en lo que a la recepción por parte de su población del culto al emperador respecta. Y, como no puede ser de otro modo, excepción hecha de la ciudad de los Carenses -que no conoce excavaciones arqueológicas desde los trabajos de Mª Ángeles Mezquíriz- las novedades han llegado de la mano de los trabajos arqueológicos de excavación desarrollados en Los Bañales de Uncastillo (Zaragoza) y Santa Criz de Eslava (Zaragoza) y de revisión de materiales en Campo Real/Fillera de Sos del Rey Católico (Zaragoza) y en el Forau de la Tuta de Artieda de Aragón (Zaragoza). Ese incremento vuelve a poner de relieve la importancia de esta región desde el punto de vista de la comprensión del fenómeno urbano en el área septentrional de la Tarraconense hispana, región que ofrecemos aquí en simpático croquis de la ilustradora de moda Patite.

Efectivamente, en el año 2019, revisando materiales en el Museo de Navarra de cara a la edición de un volumen monográfico de la serie Corpus signorum Imperii Romani consagrado a las ciudades del área vascónica, Luis Romero Novella reinterpretaba un, hasta la fecha, retrato varonil no identificado (Príncipe de Viana, 136-137, 1974), como una imagen de Augusto divinizado probablemente fechable en época claudiana como recogió la Oficina de Comunicación de la Universidad de Navarra y la prensa nacional y como éste demostró, con argumentos, en un solvente trabajo científico, ya citadísimo (Yakka. Revista de Estudios Yeclanos, 22, 2017-2019). Algo antes, en el año 2011 dábamos a conocer nosotros mismos (Príncipe de Viana, 253, 211) una cornucopia en mármol blanco que, recuperada en el territorium de la ciudad romana de Campo Real/Fillera pudo pertenecer a alguna estatua alto-imperial del programa iconográfico público de la ciuitas que, de nombre ignoto, ocupó dicho lugar, justo en la encrucijada entre la vía Caesar Augusta-Beneharnum y la vía Iacca-Vareia (sobre el valor de esa encrucijada puede verse este estudio nuestro). La pieza había sido hallada en superficie por el matrimonio Zuazúa-Wegener que, diligentemente, la había entregado al Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra donde aun hoy se conserva. En esa línea de revisión de materiales de colecciones antiguas conformadas por sus descubridores, la revista Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra, de la que es editor quien firma este blog, ha acogido en su último número (Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra, 31, 2023) un estudio de José Ángel Asensio y otros investigadores de, principalmente, la Universidad de Zaragoza y que trabajan en el enclave, también de nombre desconocido, del Forau de la Tuta, en el que dan a conocer una mano con pátera de una más que probable estatua de culto al emperador, acaso una representación del Genius Augusti, noticia de la que también se ha hecho eco no hace mucho la prensa nacional


Los Bañales de Uncastillo, por su parte, como hemos repasado en algunos repertorios recientes (Escultura Romana en Hispania VIII, Córdoba, 2018) ha incrementado notablemente la percepción que teníamos sobre la difusión de la imagen imperial en una ciudad de los Vascones. Así, el foro se fundó a partir de sendos homenajes a Cayo y a Lucio César hacia el año 12 a. C. (AE 2016, 818 e HEp5 916); a partir del año 19 d. C. debió erigirse, en algún lugar de la plaza pública, un retrato al César Germánico; en los años 31/32 d. C., se honró a Tiberio monumentalizando, en su memoria, el acceso a la porticus duplex occidental de la plaza pública (AE 2015, 656 y 657 y 2017, 566); y, finalmente, en la década de los años 80 del siglo I d. C. se completó el lateral occidental del foro con un recinto consagrado a la celebración de la Victoria imperial (AE 2014, 703) presidido por una estatua del emperador Domiciano -seguramente de las de mayor calidad técnica en su ejecución de cuantas conservamos en la península ibérica- que publicamos ya hace algunos años (Zephyrus, 73, 2014) y que recibió culto a partir de uno de los sacra localizados en la ciudad romana, el altar cilíndrico en arenisca (AE 2018, 1000) también consagrado a la exaltación de la Victoria imperial (Studia Historica. Historia Antigua, 36, 2018). Todos los hallazgos, además, son ya sobradamente conocidos gracias al esfuerzo que, desde el proyecto en cuestión, hemos hecho para su viralización, fundamentalmente incluyendo los modelos 3D de las piezas en cuestión en el Museo Virtual de Los Bañales, modelos que han sido enlazados en las líneas previas. 

En este sensacional incremento de nuestra documentación respecto de la cuestión que nos ocupa en esta entrada, Santa Criz de Eslava también ha desempeñado un papel esencial. Como contábamos en Oppida Imperii Romani hace algunos años, gracias a una enmienda parlamentaria aprobada por el Parlamento de Navarra para el ejercicio de 2020, el año del Covid-19, trabajos de inventario y estudio del repertorio escultórico descubierto en Santa Criz en los últimos años 90 del siglo pasado y en los primeros años del siglo XXI permitieron constatar la existencia en el lugar de una estatua tipo hufmantel correspondiente a un emperador heroizado de época de Claudio o Calígula, seguramente, el diuus Augustus. Con la pieza de Artieda, antes citada, y como hemos señalado en una reciente publicación en que ofrecemos imagen del citado ejemplar (Small towns. Una realidad urbana en la Hispania Romana, Alicante, 2022), esta representación constituiría la más septentrional imagen de Augusto divinizado conservada en toda la Tarraconense junto a la que ahora han aportado los colegas que trabajan en Artieda de Aragón.

Con esos prolegómenos, ciertamente sensacionales, en la tercera campaña de sondeos que, gracias al convenio entre el Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra y las entidades locales de la Comunidad Foral, se han venido realizando en Santa Criz, se ha producido el sensacional hallazgo -casi exactamente en el lugar en que se propuso que debía estar ubicado, aunque algo más hacia el oeste (SPAL, 29-1, 2020)- del templo principal de la plaza del foro de la ciudad romana, el único foro que, poco a poco, vamos conociendo en el territorio actualmente navarro como se subrayaba en los micrófonos de SER Navarra hace algunos días. Como hemos ido contando en las redes sociales del proyecto, tanto en Facebook como en Twitter, sabemos todavía muy poco del edificio. Conservamos apenas unos 11 metros de longitud del podio en su lado norte, construido con extraordinarios sillares en opus quadratum de hasta 90 cm de altura y con la singular anatirosis para calzado de estos propia del momento julio-claudio inicial y de unos 9 metros en el límite trasero de la que sería la cella, próxima ya al muro de cierre del foro por el lado oriental. Las imágenes, a vista de pájaro, tomadas por el dron de Juanmi Cirez y que cierran esta entrada, ciertamente, sobrecogen al tiempo que demuestran el potencial de lo hallado. Falta, en cualquier caso, por excavar todo el área de acceso a la cella -y la propia cella, donde se ubicaría la estatua de culto- y que, seguramente, si el templo, por el formato, siguió la fórmula de los templos in antis propios de la época, contaría con una escalinata de acceso (antae) y con una fachada acaso tetrástila a la que sí podrían pertenecer algunos de los monumentales tambores de columna -de hasta 80 centímetros de diámetro- que han sido localizados en la excavación. Probablemente, como también debió serlo -con una estructura arquitectónica parecida- el localizado en Andelo -que se ha venido interpretando, sin embargo, como un castellum aquae- se trató de un templo pseudoperíptero, con columnas adosadas en los laterales norte y sur y que, verosímilmente, debió construirse en el momento de la gran renovación de la plaza del foro que, a juzgar por la decoración arquitectónica conservada -y que puede verse en la sensacional exposición "Santa Criz de Eslava, reflejos de Roma en territorio vascón", instalada en Eslava- debió producirse a partir de época tiberiana. Es oportuna, por tanto, la alusión que Nerea Alejos, de Diario de Navarra y responsable del sensacional reportaje que dejábamos unas líneas más arriba -también con su correspondiente versión digital- hacía de la conocida noticia del historiador romano Tácito alusiva a la erección, en época de Tiberio, y en Tarraco, del primer templo de culto imperial provincial que, a juzgar por lo que éste afirma, sirvió in omnes prouincias exemplum, como ejemplo para todas las provincias (Ann. 1, 78), noticia de la que se toma la expresión templum datum que encabeza esta entrada. El templo Tarraconense se conoce por las excavaciones desarrolladas hace una década en la Catedral de Tarragona pero, también, por su inclusión -junto a la estatua de culto- como tipo de una serie de dupondios en bronce emitidos por la propia colonia (RPC I, 224).


En la anterior entrada de Oppida Imperii Romani hablábamos sobre los modos y peculiaridades de la Romanización del territorio vascón y no hace mucho nos interrogábamos, también, sobre cuáles fueron las bases económicas que hicieron posible los procesos de monumentalización que muchas ciudades pequeñas del ámbito vascónico acometieron en las primeras décadas del Principado. asunto sobre el que vamos a trabajar en estos años en el marco del proyecto "Parua labentia", del Ministerio de Ciencia e Innovación. Para incrementar nuestro asombro ante la segunda realidad y para poner una fecha de clara consolidación y madurez del proceso romano de aculturación respecto de la primera cuestión se produce ahora este sensacional hallazgo en Santa Criz que -como nos recordaba Javier Larequi hace unos días en los micrófonos de SER Navarra- coloca en el centro de la opinión pública, al menos en Navarra, la importancia de que la Arqueología sea, de verdad, Arqueología de investigación, Arqueología integral, como la hemos llamado en otros posts de este espacio. El hallazgo evidencia lo extraordinario que sería que hubiera, de verdad, una estrategia de investigación en Arqueología Clásica promovida por los poderes públicos -y no sólo liderada, a veces con mucho sacrificio por Universidades y Ayuntamientos, como en el caso del actual proyecto en Santa Criz- y vuelve a poner de relieve que como sucede en cualquier región de nuestro país, si se investiga adecuadamente, con equipos abiertos, generosos, implicados y polivalentes, la investigación arqueológica tiene mucho que contar sobre uno de los periodos clave de nuestra Historia, ése en que, efectivamente, fuimos Romanos. 





SORIONEKU (y VII)

 

"Los Vascones, en el foco por la mano de Irulegui", titulaba ABC en noviembre del 2022 en el contexto del revuelo mediático organizado por la presentación en sociedad de la mano de Irulegui. Cuando se escriben estas líneas, apenas iniciado octubre de 2023 podría decirse que estos, los Vascones, han vuelto a estar en el foco de nuestra labor investigadora y de transferencia de la investigación -si es que en alguna ocasión han dejado de estarlo- gracias a dos eventos, casi consecutivos, desarrollados en el mes por excelencia de la vuelta a la actividad académica: septiembre. 

Efectivamente, el día 14 de ese mes, y como comentábamos en otra entrada anterior de Oppida Imperii Romani, tuvimos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, en Pamplona, una mesa redonda de presentación del libro Recepciones de la antigüedad vascona y aquitana. De la historiografía a las redes sociales (siglos XV-XXI) (Vitoria, 2022), recomendabilísimo. Y, el día 18 de ese mismo mes, en el Centro Cultural Avenida de Cascante, en la Ribera de Navarra, hablamos sobre "Los Vascones de las fuentes antiguas: historia, mito y recepción" en una conferencia de notable éxito de público y cuya filosofía glosó muy bien Javier Larequi -que la impartió con nosotros- en los micrófonos de SER Navarra ese mismo día. La charla hizo de pórtico de la XVIII Semana Romana de Cascante -centrada este año en el legado y la recepción de la Roma antigua- y está ya disponible para su visualización íntegra a través del canal de YouTube de la UNED de Tudela, organizadora del evento junto a la Asociación Vicus de Amigos de Cascante uno de esos enclaves de la geografía navarra -también de la antigua- presente en nuestro blog casi desde los comienzos (pincha aquí). El mes comenzó, además, con la publicación, en una serie coordinada por la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro del Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía de la Universidad de Navarra, de un artículo nuestro en Diario de Navarra sobre la mujer romana en el ámbito vascónico, que reproducimos también más abajo. 


Pero, al margen de esas dos actividades académicas los Vascones antiguos han vuelto a la palestra -en realidad, no han dejado de estar en ella desde el pasado otoño, con presencia, incluso, sanferminera- y lo han hecho en el contexto de la gran expectación que ha despertado en la sociedad navarra -pero también en todo el país, gracias a la cobertura que le han concedido algunos medios nacionales- la presentación de los resultados de la primera campaña de excavaciones en el oppidum de Irulegui posterior a la presentación del documento epigráfico paleohispánico que, sin duda, más ha contribuido a revitalizar la controversia vascónica: la mano de Irulegui. Como han subrayado los medios -y gracias, fundamentalmente, a la financiación que la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a través de EH-Bildu, ha conseguido del Gobierno de España y que ha figurado en los últimos presupuestos generales del Estado, aprobados a finales del pasado año, apenas unas semanas después de la presentación de la mano- la campaña de excavaciones en cuestión ha resultado la más extensa en el tiempo de cuántas hasta la fecha se habían desarrollado en el lugar. El eco mediático de la rueda de prensa que los responsables de la excavación hicieron hace algunas semanas nos ha regalado titulares y entradillas de lo más singular que demuestran -como afirmábamos en otra entrada, la número 5, de la serie "Sorioneku" de este blog- lo lejos que estamos de conseguir que la sociedad entienda la verdad histórica sobre los antiguos Vascones y de que ésta destierre tópicos del pasado, historiográficamente y desde un punto de vista investigador, ya superados. Nos parece que conviene detenerse en algunos de ellos.

Así, a título de ejemplo, Naiz, en la noticia con que se hacía eco de la presentación de esos resultados, habló -calificando a los habitantes del oppidum de Irulegui- de "una sociedad vascona con poder adquisitivo (...) que terminó expulsada del poblado por el ataque sufrido en el siglo I antes de Cristo"; Diario de Navarra subrayó el "mestizaje cultural y la romanización de los Vascones al final del periodo"; El País recogió las impresiones del equipo de trabajo de la excavación respecto de que "la romanización del pueblo vascón fue 'paulatina y menos brusca de lo que se creía'"; y, por cerrar la lista sin ánimo de exhaustividad, ElDiario.es habló, incluso, de "la 'compleja' romanización vascona". La presentación de esos resultados hizo, además, de pórtico de un curso monográfico de la Universidad del País Vasco, celebrado el 15 de septiembre en el valle de Aranguren, sobre la mano de Irulegui y su contexto histórico, epigráfico y cultural, que concitó también, como viene haciéndolo el yacimiento en los últimos meses, una inusitada expectación. Más aun, incluso, en esos mismos días esta singular mano de bronce -convertida, como se muestra muy bien en la conferencia embebida en esta entrada en elemento identitario de los defensores de posturas nacionalistas vascas- ha sido agitada por determinados grupos políticos en el Congreso de los Diputados con motivo de la polémica surgida en torno al empleo en sede parlamentaria de las lenguas cooficiales de nuestro país. Como ya comentábamos en Navarra Televisión al poco de presentarse la mano en sociedad, esto muestra que, al margen de lo que ésta, finalmente, diga -pues la editio princeps de la pieza por parte de los solventes expertos a los que se ha encargado su estudio está aun en prensa- y al margen de las dudas que existen sobre la lectura de la palabra -ya casi un símbolo- de la primera línea, sorioneku, ésta ha pasado a convertirse en un símbolo de la antigüedad de la lengua vasca y de su vinculación a Navarra olvidándose que lo que en ella, en todo caso, está escrito, es una evidencia de lo que, con acierto, se ha dado en llamar la "lengua vascónica" que no necesariamente debe guardar relación directa con la lengua vasca asunto sobre el que hemos hablado de manera abundante en la serie "Sorioneku" de este blog.

Al margen de las interpretaciones -todas ellas muy sugerentes- que los medios hicieron de los hallazgos, por otra parte los habituales en cualquier excavación arqueológica de época romano-republicana como lo es la de Irulegui, algunas informaciones que figuraban en la página web de Aranzadi y, también, entrecomillados de las declaraciones realizadas por Mattin Aiestaran, director de la excavación en Irulegui, en su mayoría difundidas por la agencia Efe, nos parece merecen también nuestra atención. Y la merecen porque la transferencia de la investigación se hace, en gran medida, a través de los medios y, por eso, lo que en ellos se dice tiene especial trascendencia pues, como hemos lamentado en ocasiones, llega más deprisa a la sociedad que sesudos trabajos de investigación lo que, también, debe servir para medir la trascendencia de lo que a ellos se cuenta y de lo que éstos resaltan o convierten en noticioso. Así, el joven arqueólogo de Tolosa comentaba, valorando los hallazgos de esta histórica campaña de excavaciones, "(los Vascones) ya tenían contacto con los Romanos y su romanización fue más compleja y menos brusca de lo que se pensaba"; "(en el yacimiento se aprecia) un mestizaje cultural muy importante que hasta ahora desconocíamos"; "(Irulegui) es un poblado de alto estatus y en contacto con otras culturas"; "vemos que estos vascones ya saben sobre los romanos, están en contacto con ellos, han visto el Mediterráneo y lo están intentando traer aquí. Están intentando adaptarse a lo que luego va a ser el Imperio Romano pero sin perder sus peculiaridades"; "estamos hablando de un mestizaje cultural muy importante que nos está desvelando la pieza de un puzzle que hasta ahora desconocíamos, tanto cronológica como geográficamente aquí en el corazón del territorio vascón".

Sobre la Romanización, sobre su impacto en las sociedades indígenas locales, sobre su importancia como proceso histórico y sus consecuencias de carácter cultural, social e ideológico -y también sobre el modo cómo fue recibida por las comunidades locales- ya hablamos en su día en la entrada "Romanitas" de este blog donde valorábamos qué supuso ésta desde un punto de vista cultural y lo hacíamos, además, citando definiciones sobre ella en textos de referencia en Historia Antigua. Lo que en aquella entrada se dijo y, también, el calado de estas afirmaciones relacionadas con los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en Irulegui motivó una tribuna publicada en la sección de "Cultura" de Diario de Navarra que compensa reproducir a continuación aunque también alcanzó notable difusión en su versión digital.

Debió ser en el año 76 a. C. cuando el oppidum de Irulegui fue destruido y la lámina de bronce con inscripción paleohispánica que tanto nos ha ocupado en Oppida Imperii Romani y que tanto ha interesado a la opinión pública quedó oculta hasta que fuera descubierta en la campaña de excavaciones en el lugar en el verano de 2022. Roma había llegado a la península ibérica 142 años antes. Desde, al menos, 119 años -en el 195 a. C.- los ejércitos de Roma habían estado a escasos ciento veinte kilómetros de la Cuenca de Pamplona cuando las tropas de Catón asediaron la ciudad de Iacca, la Jaca actual e incluso algo más cerca -pese a que no se sepa a ciencia cierta la ubicación de Corbio, seguramente en La Hoya de Huesca- cuando, poco más tarde, las de Terencio Varrón hicieron lo propio con esa comunidad de los suessetanos en el año 185 a. C., por tanto, un siglo exacto y diez años antes del fatal destino del castro de Irulegui. 103 años antes, Tiberio Sempronio Graco libró una durísima batalla contra decenas de miles de Celtíberos a apenas ciento cuarenta kilómetros de Irulegui, en el entorno del Moncayo, en la cordillera ibérica zaragozana. Y exactamente menos de 15 años antes, una serie de jinetes con nombres vascónicos -varios procedentes de la localidad de Segia (Ejea de los Caballeros), a menos de ciento veinte kilómetros del valle de Aranguren- participaban como auxilia en la célebre turma Salluitana, al lado del padre de Pompeyo, Cneo Pompeyo Estrabón que echó mano de ellos en el denominado Bellum Sociale itálico. Para el año 76 a. C., por tanto, los vascones -también los que vivían en Irulegui- no estaban descubriendo quién era Roma, lo sabían, seguramente, de sobra y, probablemente, habían pactado con ella o se le habían sometido sin especial resistencia décadas antes. Sólo así se puede explicar el silencio que, como es sabido, respecto de una posible hostilidad vascónica a Roma, guardan las fuentes literarias. Como recordábamos en la tribuna en Diario de Navarra, tras la batalla del Moncayo, precisamente, Sempronio Graco fundó, dándole su nombre, la ciudad de Gracchurris en un lugar, además, en que, a juzgar por su topónimo previo, Ilurcis, debió haber poblaciones vascónicas en el contexto de eso que Livio, precisamente al narrar los acontecimientos inmediatamente coetáneos a la destrucción de Irulegui, llamó el Vasconum ager, surcado en ese momento por las tropas sertorianas. La instalación de Gracchurris a exactamente ciento seis kilómetros de Irulegui constituye, sin duda, un acontecimiento clave que marca la primera consolidación de la labor de aculturación desarrollada por Roma en el valle del Ebro máxime cuando, como se ha estudiado, debieron convivir en la fundación celtíberos, vascones y, naturalmente, romanos fuera el expediente colonial latino, o no, como algunos han defendido, el que se usara en esa singular deductio. Por tanto el gran mestizaje cultural no es, ni mucho menos, una novedad de las excavaciones de Irulegui pues formó parte intrínseca del proceso de Romanización, en el territorio vascón y, también, en sus áreas limítrofes. Para hacer frente a él, de hecho, desde una óptica jurídica, Roma creó las colonias latinas, una figura jurídica a medio camino entre el estatuto peregrino y el romano que, ensayada en Italia, fue difundida por las provincias con una destacada presencia en Hispania y que ejemplifica, desde la óptica jurídica, la esencia misma del mestizaje propio del proceso de aculturación que conocemos como Romanización.

Obviamente, además, como también destacábamos en la tribuna del Diario de Navarra, los propios acontecimientos que acabaron con el oppidum de Irulegui son la mejor prueba de que el influjo de Roma no era algo que se estaba descubriendo en los años 80 y 70 del siglo I a. C. sino que, para entonces, éste estaba plenamente consolidado. La denominada "guerra de Sertorio" no sólo se libró en Hispania porque el gobernador que la provocó al negarse a abandonar su puesto cuando fue depuesto por el dictador Sila -es decir, el propio Sertorio- era gobernador de la provincia Citerior sino porque se granjeó una serie de apoyos, de clientelas -asunto sobre el que hablamos en una antigua entrada de Oppida Imperii Romani que también se detuvo en otra a propósito de las clientelas sertorianas específicamente- que llevaron al Senado de Roma a contrarrestar con las mismas armas, buscando refrescar lealtades antiguas o a forjar otras nuevas en las ciudades de la provincia. Y, el territorio de los antiguos Vascones, con las ciudades que en él había tomando partido por uno u otro bando si se vio envuelto en esa guerra fue porque, sencillamente, ya tenía un estrecho contacto con Roma no sólo desde el punto de vista cultural -como exhiben las importaciones que la reciente campaña en Irulegui pone de manifiesto- sino también desde el punto de vista político como, por ejemplo, muestra la propia amonedación en plata y bronce permitida por Roma a algunas de sus comunidades en algunas de cuyas cecas, de hecho, comparecen algunas de las adaptaciones del signario ibérico a la lengua vascónica que vuelven a dejarse ver en la inscripción de la mano de Irulegui. En este sentido, en la tribuna de Diario de Navarra ya subrayamos que, en definitiva, la propia grabación en bronce de la mano, y la adopción del hábito epigráfico por los habitantes de Irulegui, es una nítida prueba de su grado de contacto con Roma de la que recibió también esa costumbre de emplear, para fines diversos, el medio escrito duradero.

Es evidente que Roma fue creadora de identidades. Como comentábamos en el anterior post de esta misma serie, sin embargo, todos tendemos, en este marco cultural de la globalización, a identificarnos más con lo local que con lo global y a conferir importancia a nuestras raíces culturales que, está claro, arrancan antes de la llegada de Roma. Subrayar la singularidad de las poblaciones calificadas como "Vascones" por las fuentes antiguas es perfectamente legítimo y hasta conveniente. Pero retorcer esas peculiaridades manteniéndolas más tiempo del que, a tenor de la cultura material y de la propia historia política romana, recomienda la lógica histórica hace, desde luego, un flaco favor a la investigación arqueológica y a los estudios sobre la Antigüedad. Ese bucle identitario que se ha generado en torno al hallazgo de Irulegui ha llevado también a que, en estos días, se haya viralizado un artículo de opinión publicado en el Diario de Noticias de Navarra en el que se desaconsejaba hablar de "castro" a la hora de referirse a los oppida prerromanos del ámbito vascón recomendando la palabra que, en vasco, designa ese tipo de asentamientos y que, efectivamente, tiene notable arraigo en nuestra toponimia navarra: muru. Pero resulta que la Arqueología es una disciplina científica que, como tal, debe tender a categorizar las realidades generando términos unívocos que sean comprensibles por parte de quien se enfrente a ellos, lo haga desde donde lo haga. Y, desde luego, tanto el término oppidum -que es el que las fuentes romanas en Latín aplicaban a los poblados en altura con que establecieron contacto durante las guerras de conquista- como el término "castro" tienen ese carácter universal que es necesario mantener y que nos hace bien emplear aunque sólo sea para insertar lo local en el marco de una ciencia que, necesariamente, ha de ser global, universal. Tan forzado resulta pedir que ahora hablemos del "muru de Irulegui" como pregonar que la Romanización de las tierras de Navarra, para las décadas finales del siglo I a. C., estaba todavía iniciándose o imaginar que, en algún momento, se llegó a pensar por parte de los historiadores -nunca ha sido así, de hecho- que ésta fue brusca o que fue sencilla y desprovista de complejidades. Curiosamente, de los Vascones no romanizados e irredentos ante Roma propios del "vascocantabrismo", hemos pasado ahora a afirmar que la Romanización de aquéllos no fue brusca presentando esa afirmación como una novedad historiográfica y dando notoriedad a lo contrario como una ensoñación nunca antes defendida. La Romanización de los Vascones no pudo ser brusca como no lo fue, tampoco, la Romanización de ningún otro pueblo de la Europa prelatina y como no lo fue, tampoco, ninguno de los procesos de aculturación colonial que se desarrollaron en la Historia pues estos, lógicamente, duraron varias centurias y supusieron un intercambio, un mestizaje de ida y vuelta que, de hecho, los enfoques postcoloniales se han encargado de subrayar con  nitidez. Lo que sí está claro es que, para el momento en que quedó oculta la mano de Irulegui, los habitantes del malogrado oppidum estaban ya bastante más familiarizados con la cultura romana que lo que ahora se pretende sostener, aunque sea en unas aparentemente inocuas e inofensivas informaciones en prensa.

En aras del rigor científico convendría tener presente que, incluso cuando se hace transferencia y se comparece ante los medios -como en un excelente ejercicio de Arqueología Pública está haciendo el equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, no sólo en su proyecto en Irulegui sino en todos los que lleva a cabo en Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca- se está, en cierta medida, educando a la sociedad parte de la cual, de hecho, sólo se acercará a la Historia Antigua de la península ibérica a través de lo que los medios cuenten. Es, por ello, importante que lo que a la sociedad llegue se acerque lo más posible no sólo a la verdad histórica -que en lo que a la Antigüedad respecta viaja en los textos antiguos y en las evidencias materiales, siempre tan elocuentes- sino, también, a la que la historiografía ha ido configurando en estos últimos años en que, precisamente, la cuestión de los Vascones antiguos ha resultado extraordinariamente dinámica en materia investigadora. Contribuir a crear nuevos tópicos o a retorcer los ya existentes no parece lo más conveniente para una cuestión, la de los antiguos Vascones, sobre la que pesan todavía muchísimos. 

NOTA.- Algunos de los posts de Oppida Imperii Romani enlazados más arriba llevan incorporado notable aparato bibliográfico, al que se remite. Más arriba se enlazaron, a propósito del mestizaje cultural que exhibió la fundación de Gracchurris por Sempronio Graco en el 179 a. C., los fundamentales trabajos de LÓPEZ MELERO, R., "Gracchurris, ¿fundación celtíbera?", Veleia, 4, 1987, pp. 171-1777 y de GARCÍA FERNÁNDEZ, E.: "Graccurris y los oppida de antiguo Lacio", en ANDREU, J. (ed.), Los Vascones de las fuentes antiguas: en torno a una etnia de la Antigüedad peninsular, Barcelona, 2009, pp. 215-230. Sobre los avatares del proceso de Romanización del territorio vascón es imprescindible, aunque poco conocido, el trabajo de KLÄR, T., Die Vasconen und das Römische Reich. Der Romanisierungsprozess im Norden der Iberischen Halbinsel, Stuttgart, 2017 (con reseña nuestra aquí, que glosa las principales ideas del trabajo). Y sobre cómo afectó este proceso, y en qué fechas, a las etnias prelatinas peninsulares, son inexcusables SALINAS, M., Los pueblos prerromanos de la Península Ibérica, Madrid, 2006 y la miscelánea SANTOS, J., CRUZ-ANDREOTTI, G., FERNÁNDEZ CORRAL, M., y SÁNCHEZ VOIGT, L. (eds.), Romanización, fronteras y etnias en la Roma antigua. El caso hispano, Vitoria, 2013. Y es que cuando se enquistan los tópicos o cuando los ya existentes se sustituyen por otros nuevos dotados del mismo fundamento (ninguno) que los viejos la solución está, siempre, en volver a las fuentes, a las primarias y, sí, también a las secundarias, a toda esa historiografía cuya consulta resulta siempre, cuando menos, inspiradora y, en este caso, también, esclarecedora.

SED PIETATE AC RELIGIONE

 

[The Household Gods y A Roman Offering, óleos de John William Waterhouse, hacia 1880]

"No hemos superado a los hispanos en número, ni a los galos en fuerza, ni en astucia a los cartagineses, ni en artes a los griegos ni, por último, a los propios ítalos y latinos en ese sentimiento tan característico de identidad nacional de su pueblo y su tierra; pero hemos superado a todos estos pueblos y naciones en piedad y religiosidad y en este último conocimiento: hemos comprendido que todo se rige y se gobierna por voluntad divina"

(Cic. Har. resp. 19: para el texto latino pincha aquí)

Hace algunos años, cuando elaborábamos el capítulo sobre "Las inscripciones votivas" para nuestro manual de Fundamentos de Epigrafía Latina (Madrid, 2009) incluíamos la cita de Cicerón con la que abrimos este post -y de cuya parte final se toma el título del mismo- para ilustrar de qué modo, junto con el hecho funerario -de dimensiones también religiosas, como se verá más abajo-, el hecho religioso había condicionado el ejercicio del hábito epigráfico de los romanos. Lo cierto es que, al margen de aquella aproximación, nuestra atención al mundo de las religiones antiguas en estos años de dedicación a la Historia Antigua ha resultado casi siempre testimonial y, desde luego, o nos hemos acercado a ella por la vía del estudio de algunos materiales que podrían formar parte de eso que el gramático Festo (284 L) llamó los sacra priuata (acaso una terracota de larario procedente de Los Bañales de Uncastillo y el conocido amuleto fálico apotropaico del citado yacimiento y otros del territorio de la actual Comarca de Cinco Villas de Aragón) bien lo hemos hecho desde la perspectiva epigráfica, perspectiva desde la que estudiamos las manifestaciones del culto a las aguas en las Hispanias y desde la que, también, nos hemos aproximado a la epigrafía votiva de los territorios de la actual provincia de Toledo en un trabajo científico reciente.

Sin embargo, pese a que, como sabrá el lector de Oppida Imperii Romani, las cuestiones sobre la vida cívica han centrado nuestra investigación en estas últimas décadas -para el menos versado en dicha trayectoria puede consultarse este post de hace un par de años- en la pasada primavera, Pedro C. Carvalho, de la Faculdade de Letras de la Universidade de Coimbra, en Portugal, se dirigió a nosotros para encargarnos componer una síntesis sobre cómo la Arqueología había incrementado, en los últimos años, nuestro conocimiento sobre la vida religiosa de la Hispania romana. La síntesis, de carácter general, iba a ser publicada, como así ha sido, en un número monográfico dedicado a la Hispania Romana de la edición portuguesa de National Geographic, acaso la revista de alta divulgación histórica de mayor impacto mundial. El resultado es un artículo titulado "Religiosidade nos primeros séculos da Hispânia", en portugués, de apenas 8 páginas (pp. 33-41) incluido en el citado número -donde se tratan también cuestiones sobre urbanismo, comercio, vida cotidiana...- que, sin duda, va a convertirse en una referencia en la alta divulgación sobre la Hispania romana como ya se ha convertido, de hecho, el número monográfico Roma na Hispânia, que vio la luz en marzo de 2021, también en la edición portuguesa de esta revista. La preparación de ese trabajo -que con permiso de la editorial está ya disponible para descarga, desde aquí, en nuestro perfil social en Academia.edu- nos puso, como es lógico, en contacto con abundantes noticias de prensa y bibliográficas que, en los últimos años, habían revolucionado nuestro conocimiento sobre la religio romana -es decir, sobre "todas las cosas que guardan relación con el culto a los dioses", como la definió Cicerón (Nat. D. 2, 72)- y que, en cierta medida, queremos compartir aquí con los lectores de Oppida Imperii Romani. Podría, pues, decirse que esta entrada quiere ser una especie de making-off documental del citado trabajo (recuérdese, como recomendación bibliográfica, que el asunto de la religión romana, tratado con rigor pero de modo ameno, ha ocupado uno de los recientes best-sellers en divulgación histórica, el de MARQUÉS, N., ¡Que los dioses nos ayuden! Religiones, ritos y supersticiones en la antigua Roma, Madrid, 2021).



De hecho, un primer elemento que llama la atención, y que puede emplearse como indicador de esa creencia romana -pero antigua en general- de que, efectivamente, para un romano "los dioses son principio y fin de todas las cosas" (Hor. Carm. 3, 6, 1-8) es que, si uno repasa la sección de "Arqueología" de la web de National Geographic, un alto porcentaje de las noticias de actualidad que allí se recogen tienen un contenido vinculado a la religión pues, efectivamente, como bromeaba Petronio, "nuestra región está tan poblada de divinidades que resulta más fácil encontrarse con un dios que con un hombre" (Petron. Sat. 17, 5). Así, hallazgos recientes que han revolucionado la Arqueología peninsular han tenido un claro componente religioso: los revolucionarios "rostros de Tartessos"; el altar del siglo VI a. C. descubierto en la Emporion griega; la mano de Irulegi, si se confirma su carácter apotropaico, de la que tanto hemos hablado en este blog; o el relieve fálico de El Higuerón de Córdoba, por citar sólo cuatro hallazgos peninsulares de época protohistórica e histórica. En cualquier caso, al margen de esa selección el lector curioso podrá documentarse sobre otros, también de carácter votivo que, desde la investigación en Prehistoria hasta los estudios sobre Antigüedad Tardía, han marcado la ciencia arqueológica en los diez últimos años. La misma impresión se obtiene si, a escala mundial, se analiza el listado de los 11 más impactantes descubrimientos arqueológicos de 2022 que publicó la propia web de National Geographic, en este caso, como en el de los enlaces anteriores, en su edición española o si se repasan algunos de los "tesoros de la Arqueología española" que recopiló el Museo Arqueológico Nacional de Madrid en una exposición de 2017 donde varios de ellos también son objetos que calificaríamos de sacra. La conclusión está clara, esos hallazgos, lo que algunos autores, traduciendo del italiano, han denominado "indicadores de ritualidad" (BASSANI, M., Sacraria: ambienti e piccole edifici per il culto domestico in área Vesuviana, Roma, 2008, adaptado por PÉREZ RUIZ, M.: Al amparo de los Lares. El culto doméstico en las provincias romanas Bética y Tarraconense, Madrid, 2014), muestran hasta qué punto la religión estaba, efectivamente omnipresente en el espacio cotidiano de las sociedades antiguas y, de hecho, en la romana -como afirmaba Cicerón en el pasaje de La respuesta de los harúspices que abría esta entrada- omnia regi gubernarique deorum numine, "todas las cosas se rigen y se gobiernan por voluntad divina". Incluso uno de los hallazgos más sobrecogedores del último año, sobre el que tuvimos ocasión de hablar en Mediodía, de la Cadena COPE, el sensacional conjunto de estatuas votivas del balneario de San Casciano dei Bagni, en Italia, ha hecho saltar a la opinión pública el valor del hecho religioso en la Antigüedad y cómo los historiadores construimos nuestro conocimiento respecto de él como, en 1999, lo hizo el hallazgo, en la Piazza Euclide de Roma de la fuente de la diosa Anna Perenna, a cuyos hallazgos dedica una impresionante sección el Museo Nazionale Romano en su sede de las Termas de Diocleciano. Un conocimiento que, es evidente, está siempre "en construcción".

Si más arriba citábamos un pasaje de Festo a propósito de los sacra priuata, este gramático romano, en ese mismo pasaje de su tratado Sobre el significado de las palabras, al hablar, precisamente, del culto, establecía una nítida distinción entre los sacra publica -que tenían lugar en espacios públicos y que, por tanto, se desarrollaban a expensas del Estad romano- y los sacra priuata aquellos que afectaban más a las familias y a los individuos y que, como sabemos, jalonaban la vida cotidiana, el calendario, de cualquier romano. Nuestro grado de conocimiento de unos y de otros, en la península ibérica, en estos años, se ha modificado sobremanera. Citaremos aquí algunos ejemplos que se incluyeron en el artículo de National Geographic Portugal pero de los que aportaremos aquí la información que el carácter limitado en extensión del artículo en cuestión nos impidió compartir con los lectores.

Comenzando por la religiosidad oficial qué duda cabe que, arqueológicamente, esta última década ha estado marcada por los trabajos de excavación del templo del culto imperial en el entorno de la Catedral de Tarragona y del Museo bíblico local, el mismo que, según Tácito, sirvió in omnes prouincias exemplum, "como ejemplo para todas las provincias" (Tac. Ann. 1, 78) al haber sido el primer templo destinado a honrar al emperador Augusto, una vez fallecido, erigido en todo el Imperio. O, por no abandonar la figura del emperador Augusto, también ha marcado época en la investigación la ordenación de los materiales del balneario romano del colegio Joaquín Costa de Turiaso, la actual Tarazona (Zaragoza) donde, presuntamente, habría sanado el propio Augusto de la enfermedad que le aquejó en el frente cántabro, en su segundo viaje a la península ibérica. Como se destaca en nuestro artículo de la edición portuguesa de National Geographic, también las singulares "epifanías" de diversos emperadores -a través de sus imágenes-, en particular del diuus Augustus pero también de Calígula y de Livia en Torreparedones -de los tres- y en Bilbilis -de Augusto capite uelato- han dinamizado nuestro conocimiento sobre el impacto del culto imperial en los contextos provinciales al tiempo que, en el caso de Torreparedones, además, los estudios con espectometría de rayos X han, efectivamente "sacado los colores" a esa estatuaria clásica que tan acostumbrados estábamos a verla en blanco-mármol pero que sabemos que tuvo, efectivamente, color. Otras sensacionales piezas de la estatuaria imperial hispanorromana, como el busto de Augusto de Lora del Río, en el Museo Arqueológico de Sevilla, o la Livia del Museo de Cádiz han estado también de actualidad por articularse su protección jurídica o por completarse su restitución y otras, como el sensacional busto de Adriano procedente de una uilla de Los Torrejones de Yecla (Murcia), han asombrado, literalmente, al mundo mereciendo la convocatoria de reuniones y coloquios científicos monográficos. A ese grupo de hallazgos del ámbito de los sacra publica quizás deba añadirse el de la monumental estatua de Juno descubierta en Regina, en Extremadura, en 2010, ciertamente espectacular. Que en esa constatación de nuevas evidencias del culto imperial los hallazgos de Los Bañales de Uncastillo y de Santa Criz de Eslava, magistralmente estudiados en su dimensión escultórica por Luis Romero, se hayan convertido, junto a uno de muy reciente publicación del Forau de la Tuta de Artieda (Zaragoza), en referentes y en una de las evidencias más septentrionales de esta práctica ritual del culto imperial que actuó como verdadero vector de cohesión ideológica del orbe romano no puede sino alimentar nuestra satisfacción científica y demostrar el interés que tiene, siempre, desde el punto de vista de la generación de conocimiento histórico, el mantenimiento en activo de una excavación arqueológica de campo.

Pero, acaso porque la religio privada parece interpelarnos más directamente -oportuno es recordar aquí la oración transmitida por Catón al dios Marte para que concediera bonam salutem ualetudinemque mihi domo familiae nostrae, es decir "salud y fortaleza para mí y (para) los de mi casa familiar" (Cat. Agr. 141, 2)-, especialmente singulares han sido los hallazgos que, en la península ibérica, se han producido en los últimos años en relación bien con los cultos domésticos propios de la antigua Roma (el enlace a un trabajo de M. Pérez Ruiz resulta de obligada consulta para quien tenga interés en esta cuestión) bien con esa creencia romana de que, efectivamente, dei facientes adiuuant, "los dioses ayudan a quienes les invocan" y a quienes les tienen presentes, como afirmaba Varrón (Varro Rust. 1, 1, 5-6) interviniendo, por tanto, constantemente, en la vida de los hombres. Así, de igual modo que en las últimas semanas nos ha impactado el descubrimiento, en Augusta Emerita, de un sensacional mosaico con el emblema de una Gorgona/Medusa, en 2011 lo hizo el igualmente fastuoso Mosaico de los Amores de Castulo (Linares, Jaén) o en 2019 el de Plaza de Armas, de la antigua Astigi (Écija, Sevilla), hallazgos cuyos motivos mitológicos principales no vienen sino a demostrar de qué modo las imágenes religiosas eran del gusto de los grandes possessores de la Antigüedad romana figurando también en sus espacios de solaz y descanso. Pero, qué duda cabe que son mucho más nítidas como evidencias de la religiosidad privada de la época hallazgos como el de la Venus de Ilici (Elche, Alicante) o el del busto del dios Baco de Baetulo (Badalona, Barcelona) pues nos ponen tras la pista de esos "indicadores materiales de ritualidad" que, por ejemplo, hemos podido constatar también en el larario de una uilla romana en las cercanías de Banyoles, en Girona, la de Vilauba, ejemplarmente publicado por P. Castanyer y Q. Tremoleda y que, por su contexto primario, supone un unicum en la península ibérica que ha permitido, de hecho, conocer mejor las singularidades del culto doméstico en las Hispanias comparándolas con las características que exhibe éste en otras provincias. Pronto, desde el territorio de los Vascones antiguos, aportaremos novedades a este respecto pues nos parece que existen en Los Bañales de Uncastillo varias evidencias, entre ellas -pero no sólo- la tortuga en bronce descubierta en 2016 que sigue a estas líneas, evidencias todas que pudieron formar parte de los lararios de las domus que jalonaron el área urbana de la ciudad.

La irrupción, sobre todo en los siglos previos a la tardoantigüedad -pero también antes como demuestra el santuario isiaco de Santa Bárbara de Padrões, en Castro Verde, el Alentejo portugués con su sensacional colección de lucernas votivas-, de los cultos mistéricos orientales en la religión romana (una síntesis excelente, por cierto, sobre esta cuestión, y en general sobre el mundo religioso de la Hispania antigua, puede verse en ALVAR, J., "Las religiones de la Hispania altoimperial", en Entre fenicios y visigodos. La historia antigua de la Península ibérica, Madrid, 2008, pp. 448-458 y en ROLDÁN, J. M., y SAYAS, J. J. , "Religión y cultura", en Hispania. La península ibérica en la Antigüedad, Salamanca, 2022, pp. 409-423) también ha recibido nuevas luces gracias a singulares hallazgos arqueológicos de los últimos años como la denominada domus del Mitreo de Lugo, el recientemente atestiguado mitreo de Igabrum, en la localidad cordobesa de Cabra o, por supuesto, de mediados de los años  noventa, el sensacional complejo taurobólico de la uilla de Arellano, en Navarra, que tanto ha estimulado -más recientemente- los estudios, especialmente a cargo de F. Marco, sobre los signos de vitalidad pagana en el periodo tardoantiguo en torno al culto al toro y a su potencia simbólica en zonas concretas del interior de la Tarraconense. Si en Occidente sabemos que esos espacios del culto mitraico atrayeron a los amantes de esa otra forma de religio, la superstitio, la magia -según la distinción hecha por Aulo Gelio (Gell. NA. 4, 9)- también en Écija (Sevilla) se descubrió una hermosa defixionum tabella, una tablilla de execración, con la que se deseaba dañar a los caballos y aurigas de un empresario de ludi, documento que nos pone en contacto no sólo con esa omnipresencia de la religiosidad -y, en este caso, de la magia negra- en la vida cotidiana de Roma sino, también, con la extraordinaria popularidad de los juegos en la época. 

La creencia romana, además, en el poder curativo de las aguas y manantiales y en la vida de ultratumba ha deparado algunos de los más sobrecogedores hallazgos de los últimos años, todos, además, de considerable impacto mediático, como no merecía menos su singularidad. En el mundo funerario destacaríamos los hallazgos, especialmente epigráficos, de la necrópolis de Segobriga (Saelices, Cuenca), con inscripciones tan hermosas como singulares también desde el punto de vista del formulario y del soporte, y que han sido estudiadas por R. Cebrián, o el modo cómo el estudio interdisciplinar de las incineraciones de la uia sepulcrhralis de la Plaza de la Vila de Madrid, en la antigua Barcino, en Barcelona, nos permitieron dar forma material, a comienzos de siglo -pues se dieron a conocer en 2007-, a los rituales de frecuentación del cadáver que tan bien conocemos por las fuentes antiguas (los trabajos de D. Vaquerizo y de A. B. Ruiz Osuna, incansables, en los últimos veinte años, han aumentado notablemente nuestro conocimiento del poliédrico mundo funerario hispanorromano). A ese respecto también la "polvera" depositada como ofrenda funeraria en Augusta Emerita debe contarse como uno de los hallazgos más singulares, curiosos y elocuentes respecto de la religiosidad funeraria de cuantos se han producido en nuestro solar en los últimos años. Del mundo de los cultos de cariz acuática -recordemos que Séneca aludía al hábito romano de "honrar los manantiales de las aguas termales, y, por su opacidad o por su inmensa profundidad considerar sagrados los estanques" (Sen. Ep. 41, 3)- además de operarse, por el empuje de Mª J. Peréx, la sistematización de todas las evidencias materiales y epigráficas disponibles en un volumen que enlazábamos en un post anterior de este blog, se han producido interesantes hallazgos epigráficos en el balneario de As Burgas, en Ourense, con alusión a divinidades acuáticas indígenas, como Reue (AE 2014, 674, entre otras) y, en particular, nuevamente, en el enclave cordobés de Torreparedones, cerca de Baena, Córdoba. En las termas de dicha ciudad, denominadas desde entonces "termas de la Salud" por el principal estudioso de su documentación epigráfica, Á. Ventura, en marzo de 2017 se produjo el hallazgo de una hermosa dedicatoria a la Fons dominae Salutis salutaris -"fuente de la diosa Salud sanadora"- en un recinto que, pocos meses después, también nos obsequiaría con una hermosa jarrita ritual al servicio del culto a la citada divinidad. Las imágenes de los dos objetos, que ofrecemos aquí gracias a la gentileza de José A. Morena, arqueólogo municipal de Baena, resultan ciertamente impresionantes como lo es, de hecho, el propio complejo arqueológico de Torreparedones.


Hace pocos meses -y recientemente lo hemos reseñado en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra- ha visto la luz el sensacional volumen epistemológico sobre las áreas de conocimiento que conocemos como Ciencias de la Antigüedad HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, D., Prolegómenos a una Ciencia de la Antigüedad, Madrid, 2023, ciertamente recomendable. En él se insiste (pp. 123-124, 138...) en que el futuro de esas Ciencias de la Antigüedad debe ser ése el de ser una disciplina única -cierto que con métodos diferentes en juego, el filológico, el epigráfico, el arqueológico, el histórico- y a la vez global que, interrogando a todas las evidencias disponibles permita construir conocimiento, sin parcelaciones ni miopías que sólo hacen más difícil nuestro objetivo final. Lo que se ha incrementado nuestro conocimiento sobre la práctica religiosa en las provincias hispanas en los últimos años a partir de la documentación epigráfica y arqueológica debe servir como clara prueba de que, como hemos señalado aquí en otras entradas de la serie "Disputationes", sólo el diálogo fructífero entre arqueólogos e historiadores de la Antigüedad nos puede conducir a aproximarnos a una verdad lo más aproximada posible a la verdad histórica.