[Sobre estas líneas: abajo reverso de denario de Caracalla -RIC 363b- con representación de la CONCORDIA AVGVSTORVM-, y arriba áureo de Honorio -RIC 8- con idéntico tipo en el reverso]
<< Este Palacio es de todos los españoles y es un símbolo de nuestra historia que está abierto a todos los ciudadanos que deseen conocer y comprender mejor nuestro pasado. En sus techos, en sus paredes, cuadros y tapices, en definitiva, en todo su patrimonio, se recogen siglos y siglos de nuestra historia común. Y esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla, porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo (...) Con estas razones, y compartiendo estos sentimientos, haremos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran legado tenemos la responsabilidad de administrar >>
En estos términos SM Don Felipe VI, Rey de España, abría prácticamente -pues, como puede comprobarse en vídeo, más abajo, las palabras proceden de los primeros minutos del discurso- su tradicional Mensaje de Navidad del año 2015, una alocución en la que la palabra "historia" fue pronunciada en un total de quince ocasiones (pincha aquí para acceder al texto completo del mensaje, que también os dejamos más abajo, en vídeo) algo que, nos parece, no ha de ser considerado anecdótico una vez que otras palabras que la prensa (pincha aquí) destacó como esenciales y vertebrales en el contenido ideológico del mensaje -como "constitución", "unidad", "cohesión" o "convivencia"- no salieron de la boca del monarca en más de diez ocasiones.
Excepción hecha de la palabra "España" -que Felipe VI pronunció dieciséis veces- la palabra "Historia" fue -sin lugar a dudas- la absoluta protagonista del discurso navideño del 24 de Diciembre de 2015 más si tenemos en cuenta que la segunda parte del fragmento que hemos seleccionado para encabezar este post aparece también encartada como extracto en la parte correspondiente al Rey en la Sección Discursos de la web de la Casa Real. Y ese protagonismo, para un amante de la Historia -sea cuál sea su signo político y sea o no monárquico- es, desde luego, motivo de alegría, al menos, así nos ha parecido en Oppida Imperii Romani y por eso hemos optado por dejar algunas reflexiones al respecto en este singular post con el que abrimos 2016, un año en el que, ¡ojalá lo logremos!, esperamos ser capaces de mantener más vivo este espacio recuperando el ritmo que ha tenido en otros años...
Excepción hecha de la palabra "España" -que Felipe VI pronunció dieciséis veces- la palabra "Historia" fue -sin lugar a dudas- la absoluta protagonista del discurso navideño del 24 de Diciembre de 2015 más si tenemos en cuenta que la segunda parte del fragmento que hemos seleccionado para encabezar este post aparece también encartada como extracto en la parte correspondiente al Rey en la Sección Discursos de la web de la Casa Real. Y ese protagonismo, para un amante de la Historia -sea cuál sea su signo político y sea o no monárquico- es, desde luego, motivo de alegría, al menos, así nos ha parecido en Oppida Imperii Romani y por eso hemos optado por dejar algunas reflexiones al respecto en este singular post con el que abrimos 2016, un año en el que, ¡ojalá lo logremos!, esperamos ser capaces de mantener más vivo este espacio recuperando el ritmo que ha tenido en otros años...
Estamos radicalmente de acuerdo con quienes, desde la escena política, señalan que estamos viviendo tiempos totalmente "históricos", también en el sentido etimológico del término "Historia", es decir, tiempos que exigen altas dosis de reflexión, de hístemi, para su adecuada comprensión "en profundidad". Al margen de que sea ese contexto la causa fundamental de esta apuesta histórica o de las que sean las razones por las que el Rey haya decidido conceder a la Historia tanto protagonismo , razones que entran ya en el plano de lo político, nos parece que la imagen que de la Historia -que, nótese, nosotros transcribimos con mayúscula- proyecta el monarca encaja bastante bien con la imagen que, tradicionalmente, Roma y Grecia tuvieron del valor político del pasado. No se olvide, de hecho, que Polibio recordaba que la Historia era la disciplina que mejor preparaba para la actividad política (Polyb, 1, 1. Para ese sentido de la Historia en Roma y para su papel educativo puede verse la reflexión que escribimos, al respecto, hace ya algunos años en ANDREU, J.: La Historia, magistra uitae. Una reivindicación de su utilidad desde la óptica de la Antigüedad Clásica, Tudela, 2006 y en un viejo post de este blog titulado "Antiqua tempora?"). Si en una democracia parlamentaria como la nuestra la política la construyen los ciudadanos parece como si Felipe VI hubiera querido recordarnos precisamente eso en un discurso de claros -imposible saber si intencionados- ecos clásicos que nos resulta atractivo comentar (el lector más interesado podrá encontrar una buena antología de textos con contenido histórico e historiográfico procedentes de la tradición grecorromana y también hebraica aquí; a la vista de las palabras del monarca y de la situación histórica que vivimos en España, la actualidad de la mayor parte de esos textos -y de algunos que se citarán a continuación- queda hoy, nos parece, fuera de toda duda).
Fijemonos en algunos detalles -a modo de grandes temas- que, como historiadores, nos parecen especialmente interesantes de entre las palabras de Felipe VI con las que encabezábamos este post:
Fijemonos en algunos detalles -a modo de grandes temas- que, como historiadores, nos parecen especialmente interesantes de entre las palabras de Felipe VI con las que encabezábamos este post:
[1] El patrimonio como herencia colectiva y como Historia, también material, y viva, de los pueblos. Uno de los puntos más atractivos del discurso que aquí comentamos -también por nuestra dedicación arqueológica en Los Bañales- es el de la presentación de los elementos materiales y patrimoniales -simbolizados en el Palacio Real- como un legado para la posteridad. Ya desde la más antigua tradición historiográfica, Heródoto de Halicarnaso justificaba su atención a las hazañas del pasado que conformaban las Guerras Médicas sencillamente entendiendo que éstas no podían quedar sin el debido realce para el futuro (Hdt. 1, 1). Más adelante, Dionisio de Halicarnaso, al explicar por qué compuso sus Antiquitates Romanae señalaría que dejar huellas y evidencias para la posteridad era una excelente forma de contribuir a la construcción del presente (Dio. Hal. 1, 2) por lo que esas huellas representaban, también, para las generaciones futuras, afirmación ésta también recuperada luego por Casio Dión (Cass. Dio 1, 2) al describir que el objeto de su Historia Romana era que cualquiera, fuera o no Romano, tuviera acceso a los hechos esenciales del despegue de Roma como comunidad política.
[2] El deseable compromiso del hombre con el conocimiento y el recuerdo de su Historia. Nescire Historiam id est semper puerum esse, afirmaba -pese al Latín, la cita no es textual en su primera parte- Cicerón (Cic. Orat. 120, 4) en una de las citas más repetidas del Arpinate: "desconocer nuestra Historia es ser siempre como un niño". La reflexión sobre el pasado y su conocimiento eran ya invocados por Polibio (Polyb. 1, 4) como uno de los jrésimon kaí tó terpnón tés historías, como el gran "provecho" de la Historia que, desde luego, la Antigüedad entendió siempre como una Historia absolutamente útil. Y es gratísimo que veinte siglos después una institución estatal como la Corona española se esfuerce por recordarlo -anotando, además, que no basta con "conocerla y recordarla" sino, también, con "administrar" su legado- sean cuáles sean los móviles que le hayan llevado a hacerlo.
[3] La Historia como caudal educativo para "entender nuestro presente y orientar nuestro futuro". Acaso es en este punto donde el mensaje de Felipe VI entronca más directamente con la filosofía de la Historia propia del mundo clásico. El recuerdo de la Historia, afirmaba también Cicerón (Cic. Orat. 34, 120, 5), añade a quien la invoca auctoritas y fides, es decir, "autoridad moral" y "seguridad", "confianza", "fiabilidad". Quizás en ese sentido las palabras de Felipe VI encajan de un modo extraordinario no en vano el monarca resaltó de qué modo el pasado común del país debía contribuir a generar seguridad -fides- en el futuro -acaso algo incierto- que hay por delante. Polibio, por su parte, unos siglos antes que Cicerón, no había sido menos expresivo cuando, en su conocido épainon tés historías -"elogio de la Historia"- afirmaba que "para los hombres no existe enseñanza más clara que el conocimiento de los hechos pretéritos" (Polyb. 1, 1), algo muy unido a su idea -antes recogida- de la Historia como herramienta básica para la formación política.
[4] La Historia, constructora de identidad. Ya desde Tucícides (1, 22, 4) la Historia -y así lo recordaría, en un opúsculo de lectura inexcusable, algunos siglos después, Luciano de Samósata (59: Quomodo historia conscribenda sit)- era concebida como "un bien para siempre" como una reflexión sobre el pasado que lejos del simple entretenimiento -que, desde luego, es también un ingrediente que hace atractiva a esta disciplina- permitía una mejor comprensión de la evolución de los Estados y, por tanto, permitía hacerse cargo de hasta qué punto "la prosperidad humana" (la eudaimonía, que es un concepto mucho más amplio que el de "prosperidad") nunca es permanente -como afirmaba Heródoto (Hdt. 1, 5)- incidiendo en hacer inteligible cómo la grandeza de un pueblo debe entenderse siempre como resultado de su evolución a través del tiempo (Liv. 1). Somos, sin duda, lo que hemos sido en el pasado y ambas realidades juntas configuran nuestro futuro. La Historia es, por tanto, el mejor "patrimonio" identitario con que cuenta cualquier civilización, cualquier sociedad, de ahí que sea tan recomendable su estudio, conocimiento y promoción.
[5] El hombre, agente de la Historia. El conocimiento de los hechos pretéritos, la dedicación a la Historia, generaba para los antiguos "inteligencia política" (Luc. 59, 34) algo que constituye, seguramente, la mejor virtud -muchas veces infravalorada- del historiador. Si hubo una potencia en la Antigüedad que subrayó en la Historia su peso personalista esa fue Roma tratando, de hecho, de ahondar en la introspección psicológica y personal de los grandes protagonistas del pasado algo que, sobre todo, se percibe en la historiografía alto-imperial. Se ve claramente en Suetonio, en Dión Casio o en Tácito aunque ya Tito Livio lo subrayaba (Liv. 1, 9) cuando nos recordaba que su objetivo como historiador era definir per quos uiros quibusque artibus (...) auctum imperium sit, es decir, "a través de qué hombres y a través de qué artes se amplió el poder de Roma". Nada que objetar, al contrario, a la afirmación de Felipe VI de que nosotros somos los verdaderos protagonistas de nuestra propia Historia... ¡y más en este tiempo!
Se podrá estar más o menos de acuerdo con la institución monárquica, se podrá considerar más o menos oportunista el discurso y su contenido más o menos apropiado para los tiempos que corren pero lo que no puede negarse es que en una sociedad en la que casi nadie parece recordar el valor de la Historia para la formación de las mentalidades -y para la escena política- y para la subsistencia de la cultura, que la más alta institución del Estado le preste -por las razones que sean, es cierto... ¡pero esas razones ya hacen grande a la Historia con mayúsculas y a la historia a la que se apela en este caso!- la atención que SM El Rey le ha prestado en su reciente mensaje navideño es, nos parece, motivo de alegría.
Está claro que, consciente o inconscientemente, además, como escribió W. Jaeger, la fuerza evocadora y la energía educadora de los clásicos siguen teniendo presencia -al menos en este caso a través de su incorporación a la cultura compartida- en la vida cotidiana.
Se abre el debate, en cualquier caso...
Está claro que, consciente o inconscientemente, además, como escribió W. Jaeger, la fuerza evocadora y la energía educadora de los clásicos siguen teniendo presencia -al menos en este caso a través de su incorporación a la cultura compartida- en la vida cotidiana.
Se abre el debate, en cualquier caso...
2 comentarios:
Feliz Año a todos. La idea central del discurso y su realización en el marco del Palacio Real sirve a un propósito oportunista: resaltar la importancia de esta monarquía y del consenso continuista del franquismo que llamaron reconciliación nacional y urgir a su mantenimiento. Ese proyecto agotado enseña ya sus costuras y sus debilidades, entre las que no es cosa menor la nefasta contribución desde el primer momento de la dinastía borbónica a la decadencia de España. Los problemas de los españoles hoy en día (ausentes del discurso real) están muy lejos de las preocupaciones de nuestra clase política y del rey y eso el pueblo lo ha captado bien, de ahi las repercusiones que ha tenido.
Gracias, Jesús, por tu comentario y, también, por el eco que has dado a este primer "post" de 2016 en las redes sociales. Gracias.
Puedo compartir, o no, tu diagnóstico pero lo cierto es que aunque lo respeto se aparta un poco del objetivo de mi "post". Yo sólo pretendía subrayar una serie de puntos -cinco, en concreto- que fueron eje del discurso de Felipe VI el pasado 24 de Diciembre de 2015 y que, a mi juicio, suponían una revindicación -interesada o no- de la Historia y de su valor educativo y moral que, desde luego, es un asunto de claras raíces clásicas.
No juzgaré aquí si la Corona vive o no cerca del pueblo de los problemas reales de los españoles pues este es un blog, sencillamente, dedicado al mundo antiguo, nada más.
Mil gracias por tu aportación que, en cualquier caso, es una aportación al debate que, desde luego, estaba asegurado.
Un saludo!
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