DE PATRIMONII AEMVLATIONE

 


[Trabajos de excavación de estudiantes universitarios, becados por la Comarca de Cinco Villas, en Aragón, en la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo, un proyecto de la Fundación Uncastillo]

En estas últimas semanas, se ha hecho viral la noticia de la constitución de la Plataforma Estatal de Profesionales de la Arqueología -en realidad surgida hace un par de años- como medio para impulsar acciones reivindicativas por parte de los profesionales del sector en contra de la precarización de la actividad arqueológica, como, por ejemplo, recogía una noticia de El Español, de los últimos días del recién terminado 2020. De igual modo, determinados colectivos, han iniciado una recogida de firmas para que todo el personal de excavaciones arqueológicas tenga titulación de arqueólogo. En este pasado año de 2020, como resumimos en otro post de Oppida Imperii Romani, la incidencia de la pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto las debilidades sobre las que se asienta un sector tantas veces denostado en el marco de las exiguas políticas culturales de muchas autonomías de este país y que, además, adolece de la falta de estrategia en la materia por parte de otras tantas administraciones competentes, como comentábamos, también, en otro post de los últimos meses. Sobre el tema hemos reflexionado, también, en una excelente entrevista ("Arqueología en tiempos de Covid-19") que, Ane Urrizburu, una brillante alumna del Diploma de Arqueología que ofrecemos en la Universidad de Navarra, hizo al autor de este blog entrado el pasado mes de noviembre pero que vio la luz apenas unos días antes de terminar el año. 

Precisamente, a finales del pasado semestre, tuvimos la oportunidad de impartir, vía Zoom, una sesión en el Mestrado em Arqueologia e Território de la Faculdade de Letras de la Universidade de Coimbra, titulada "A Arqueologia como gestao integral do património: diagnóstico e varios projetos de Arqueologia Clásica em Espanha". que, en parte, hemos replicado en fechas bien recientes en unas Jornadas sobre Arqueología, Historia y Patrimonio promovidas por el Núcleo de Estudantes de História de la Universidade de Évora. En ambas charlas, básicamente, nos limitamos a exponer las herramientas que, en materia de investigación -pero también en materia de gestión cultural del patrimonio arqueológico- venimos aplicando en los últimos años en Los Bañales de Uncastillo -que ha contado, al menos desde 2011, con un valedor de auténtico privilegio, la Comarca de Cinco Villas- y en Santa Criz de Eslava -en estos dos últimos años con el ejemplar apoyo del Parlamento de Navarra- y que, en parte, ya inspiraron un vídeo compartido no hace mucho, en razón de otro evento académico anterior, en otro post de este blog donde, además, dábamos acceso a algunas de las publicaciones en que parte de esas ideas habían sido desarrolladas. 

Sin embargo, en la parte de diagnóstico inicial de dicha charla sí nos pareció oportuno detenernos en cinco proyectos de Arqueología Romana en España que tienen, nos parece, mucho que enseñar sobre nuevas formas de investigar y sobre las principales oportunidades, y también amenazas, del entorno actual para la investigación arqueológica. Son los proyectos que aparecen ilustrados en las diapositivas 17 a 21 de la presentación antes enlazada. Se trata, en el orden en que fueron citados, de los proyectos promovidos, en Castilla La Mancha, por Oppida S. L.; en Torreparedones, en Andalucía, por el Ayuntamiento de Baena; en la uilla romana de Noheda (Cuenca), de nuevo en La Mancha, por varias instituciones locales y autonómicas; en El Molinete de Cartagena (Murcia), en la Región de Murcia, por un consorcio con participación sobresaliente del mundo académico, como sucede también en Torreparedones; y, finalmente, en el Parque Arqueológico de Segobriga, en Saelices (Cuenca). Nos parecía que cada uno de esos proyectos aportaba luces a un benchmarking -que, en el título del post hemos traducido, libremente, al Latín, como de patrimonii aemulatio- que cada vez se hace más necesario en materia de gestión del patrimonio arqueológico al tiempo que señalaba cinco herramientas que nos parece que alumbran que, en estos tiempos inciertos, sí es posible encontrar fórmulas que alarguen en el medio y largo plazo la sostenibilidad de nuestra investigación arqueológica. Aunque, como es lógico, y como no puede ser de otro modo, poner en marcha esas herramientas exige no pocos trabajos y desvelos. 

[1]. Las posibilidades de las herramientas institucionales de formación para el empleo: escuelas-talleres y talleres de empleo. En los últimos años, con hallazgos que han sido, incluso, cabecera de medios nacionales -como la hermosa máscara teatral en terracota descubierta a inicios del presente curso académico en Alhambra (Ciudad Real)- los proyectos arqueológicos de la antigua Laminium y de la villa romana de Puente Olmilla, en Albadalejo (Ciudad Real) han aportado notable y utilísima información sobre la incidencia de la romanización en los territorios de la Meseta Sur. Esas dos excavaciones, con el liderazgo académico y gestor de la sociedad Oppida S. L., y con la dirección por parte de José Luis Fuentes Sánchez, de la Universidad de Granada, han sido posible gracias a la articulación de talleres derivados de los planes de empleo autonómicos que han considerado la Arqueología, y profesiones vinculadas a ella, como nicho de empleo con necesidades específicas de formación. Este tipo de iniciativas de las administraciones autonómicas con el apoyo de fondos europeos para el desarrollo rural, han sido tradicionalmente -lo fueron en los 80 y en los 90, al menos- fórmulas muy apropiadas para extender sobre el medio rural todas las potencialidades de la denominada "arqueología pública": formar futuros profesionales en tareas propias de la actividad arqueológica o vinculadas a la misma (como la restauración, la albañilería, la construcción...), hacerlo en el medio rural, generar empleo y cualificar a la población del ecosistema socio-económico circundante a un yacimiento arqueológico que, a la vez, es estudiado, recuperado y protegido. Tristemente, algunas autonomías han dejado de incluir la Arqueología -y las profesiones con ella relacionadas- entre las profesiones prioritarias para beneficiarse de la constitución de este tipo de escuelas que, sin embargo, han permitido en no pocos proyectos peninsulares extender durante más de 6-9 meses al año los trabajos arqueológicos en campo compaginando de modo sensacional la investigación con la puesta en valor y la musealización, incluso. 

[2]. Las ventajas de concurrir a fondos europeos para la financiación de la investigación y la conservación del patrimonio arqueológico. Quienes nos dedicamos a la investigación académica y, también, a la promoción del patrimonio cultural no hemos dejado de oír, en los últimos años, que el mayor nicho para la obtención de fondos y de inversiones orientadas, al menos, a la puesta en valor del patrimonio arqueológico, estaba en Europa, en la Unión Europea. En este sentido, un buen ejemplo de adecuada obtención y gestión de fondos europeos, cuantiosos, para la restauración del patrimonio arqueológico es el ejemplar y motivador trabajo que, desde el Ayuntamiento de Baena, y con la batuta, por parte del propio Ayuntamiento, del arqueólogo municipal, José Antonio Morena -figura esencial en la gestión del patrimonio arqueológico a nivel municipal y, muy especialmente, en el medio rural- y, desde la Universidad de Córdoba, por parte de los profesores Carlos Márquez Moreno y Ángel Ventura Villanueva, se viene desarrollando en la impresionante ciudad romana de Torreparedones, solar de la antigua colonia Ituci Virtus Iulia. Con fondos europeos, por ejemplo, se han consolidado las espectaculares termas de la ciudad, así como, hace más de cinco años, se actuó para hacer visitable el enclave, de igual modo que el consistorio de Baena, en una labor de nítido compromiso con el patrimonio arqueológico, ha solicitado el 1,5% cultural para actuaciones en el yacimiento con importantes aportaciones en fecha bien reciente. En un post de hace algunos meses comentábamos que las administraciones competentes en materia de patrimonio arqueológico no podían dejar en manos, exclusivamente, de la iniciativa municipal la dirección y financiación de los proyectos arqueológicos. Sí puede hacerse esto, desde luego, cuando aquéllos asumen un liderazgo capaz de multiplicar los recursos propios con aportaciones externas como está haciendo, para sana envidia de muchos, el ayuntamiento de Baena. 

[3]. Los problemas de la no-intervención de las administraciones en la titularidad pública de la propiedad de los yacimientos arqueológicos. Cualquier lector de Oppida Imperii Romani mínimamente versado en la Arqueología hispanorromana conocerá la uilla romana de Noheda, en Cuenca, seguramente dotada del mejor conjunto musivario tardorromano de España y de uno de los más impactantes de todo Occidente (ver breve informe en esta ficha de National Geographic, firmada, además, por el auténtico spiritus rector del proyecto, Miguel Ángel Valero Tevar que explica también el conjunto en este vídeo de La Sexta). Sin embargo, la intrahistoria de este sensacional yacimiento arqueológico -cuya excavación fue posible gracias, también, al encadenamiento de varios talleres de empleo- tuvo entre junio de 2019 y el pasado verano, un triste e inquietante episodio cuando se recurrió la expropiación del lugar por parte de su original propietario, asunto sobre el que ha fallado, recientemente, el Tribunal Supremo. Con un caso como el vivido en Noheda las administraciones públicas deberían tener presente que antes, incluso, de autorizar un proyecto de investigación en cualquier yacimiento arqueológico ha de resolverse la cuestión de la propiedad y que la declaración como BIC de cualquier enclave patrimonial debería ir, siempre, seguida -o incluso precedida- de su adquisición por la administración. Caso contrario se producen episodios como el de Noheda que, lamentablemente, puede llegar a tener efectos y secuelas en otros yacimientos arqueológicos, aunque, en el caso de este municipio conquense, la historia, no sin sobresaltos, haya acabado bien. 

[4]. La colaboración público-privada y sus ventajas. Desde el triste episodio fraudulento de Iruña-Veleia (ciudad que cuenta también con un post monográfico en este blog) parece que la investigación arqueológica que en España cuente con aportaciones del mecenazgo privado ha de estar, necesariamente, bajo sospecha. Ya hemos expresado en otras ocasiones que, en la mayor parte de las veces, las empresas que, en ejercicio de su responsabilidad social, invierten en el patrimonio arqueológico, lo hacen no buscando una rentabilidad material o hallazgos extraordinarios sino, sencillamente, atraídos por el impacto o la visibilidad que el proyecto brinda a su aportación o por las posibilidades que éste presta al desarrollo territorial y rural, algo de lo que sabemos un poco en el proyecto arqueológico de Los Bañales de Uncastillo que ha contado con patrocinadores privados, también en forma de micromecenazgo de distinto signo, casi desde los inicios del proyecto en el ya lejano 2008 (ver, al menos, este balance publicado en Glyphos, 1, 2012). Un buen ejemplo de ello, también con un auténtico líder científico al frente, el profesor José Miguel Noguera Celdrán, de la Universidad de Murcia, es el proyecto de El Molinete, en Cartagena. Éste ha contado entre sus apoyos con la Fundación Repsol que intervino, al menos, en la excavación del complejo forense romano que da sentido, hasta la fecha, al Parque Arqueológico y que, de hecho, ha podido ser musealizado con el apoyo de dicha corporación. Un ejemplo extraordinario, y de éxito, de esa colaboración público-privada que tanto se demanda en otros sectores y que resultará fundamental en los años, difíciles, que se avecinan.

[5]. La necesaria búsqueda de la auto-financiación como reto. Cada año, cierto que beneficiado por su centralidad en la geografía española y su proximidad a la capital, Madrid, el Parque Arqueológico de Segobriga recibe decenas de miles de visitantes siendo, sin lugar a dudas, uno de los yacimientos arqueológicos más visitados del país con, además, una extraordinaria oferta cultural y pedagógica para grupos y colectivos de diverso género (ver, por ejemplo, parte de esa oferta temática glosada aquí). Es evidente que el modelo de una investigación arqueológica exclusivamente soportada por las administraciones públicas ya no es sostenible por más que debamos, siempre, reivindicar más apoyos por parte de ésta. Urge, decididamente, caminar hacia modelos en que se encuentren fórmulas de financiación, si quiera complementarias, que nazcan de la generación de recursos propios derivados, como es el caso, de la explotación de la gestión cultural del propio enclave. Cierto que no todos los yacimientos arqueológicos peninsulares cuentan con una posición geográfica tan ventajosa como la que tiene Segobriga pero su ejemplar gestión debe ser un estímulo para implementar iniciativas de explotación turística del patrimonio cultural que hagan sostenible, además, al propio bien patrimonial o que, al  menos, lo hagan, en parte, más sostenible.

Se trata, por tanto, de algunas recetas posibles, difíciles, claro está -todos sabemos que trabajar con el patrimonio arqueológico exige muchas renuncias, sacrificios y sinsabores aunque acarrea, también, no pocas satisfacciones personales- pero inspiradoras que nos apetecía compartir entrado este nuevo año 2021 que, ojalá, nos depare buenas y modélicas iniciativas en materia de promoción del patrimonio arqueológico como las que han sido traídas a esta tribuna de Oppida Imperii Romani. El benchmarking es fundamental en la Arqueología y aprender de los que lo hacen bien (otra lista de proyectos se ha hecho viral estos días, la de los 20 candidatos al Premio Nacional de Arqueología de la Fundación Palarq) suele, siempre, funcionar. 



2 comentarios:

José Luis Cinca dijo...

No comparto la idea de que solo arqueólogos participen en una excavación arqueológica. El corazón ante un yacimiento (precioso encabezamiento del blog), late más deprisa seas arqueólogo o no, porque en pleno siglo XXI una excavación arqueológica es tarea multidisciplinar, es decir, intervienen arqueólogos, pero también topógrafos, delineantes, currelas tirando de carretilla o lavando cerámica, informáticos, restauradores, paleobotanicos, pilotos de drones, etc, etc.... Pretender que solo los arqueólogos pisen una excavación es irreal. La unión de diferentes disciplinas también hace la fuerza y hoy en día, indispensable en cualquier campo de la ciencia.

Javier ANDREU PINTADO dijo...


Gracias, José Luis,

Tampoco comparto yo, del todo, esa petición. Entiendo que no tiene nada en contra de los otros profesionales que citas en tu comentario (topógrafos, informáticos, restauradores) sino que pretende evitar la figura del peón de la construcción trabajando en Arqueología o la del voluntario académico.

Es un tema complejo pero una excavación arqueológica es, también, un extraordinario espacio de formación y acoger -sin coste alguno, como es lógico, para ellos- a estudiantes universitarios es una buena forma de hacer cantera y de ilusionar a las nuevas generaciones con el futuro de la investigación arqueológica. Así lo entiendo yo.

Gracias por el trabajo que hacéis en Calahorra desde la Asociación de Amigos. Un abrazo,