"Llegado al foro, contempló desde lo alto de los rostra aquel maravilloso centro de la antigua potencia romana (priscae potentiae forum). Quedó estupefacto. Sus ojos, a cualquier parte que miraban, se deslumbraban con el enorme resplandor de tal continuidad de prodigios (miraculorum densitate praestrictus) (...) Después recorrió los barrios urbanos y suburbanos construidos ya en terrenos llanos ya en lo alto o en las laderas de las siete colinas, creyendo siempre no poder contemplar nada mejor que lo que acababa de admirar. Allí se alzaba el templo de Júpiter Tarpeius, que le pareció superior al resto en la misma medida que las cosas divinas son superiores a las humanas. Más allá las termas, comparables por su extensión a provincias enteras. Lejos la soberbia masa del anfiteatro construido con piedra de Tibur y cuya altura cansa a la vista si ésta trata de medirla (ad cuius summitatem aegre uisio humana conscendit). Luego la audaz bóveda del Panteón y su vasta circunferencia, semejante a un barrio por su amplitud. Después aquellas columnas gigantescas accesibles hasta su cúspide por escalas y coronadas por efigies de antiguos emperadores. El templum Vrbis y el forum Pacis, el teatro de Pompeyo, el odeón, el estadio y tantas otras maravillas que adornan la ciudad eterna (decora urbis aeternae). Pero, cuando llegó al foro de Trajano, construcción única en el universo y digna, según nosotros, de admiración por parte de los mismos dioses, se detuvo atónito tratando de medir con el pensamiento aquellas grandiosas proporciones que superan a toda descripción y que ningún humano esfuerzo podría volver a repetir"
(Amm. Mar. 16, 10: para el texto latino pincha aquí).
Así describía en el siglo IV d. C. el historiador Amiano Marcelino la Roma del momento (h. 357 d. C.) en el marco de la visita de Constancio II a la capital, ya entonces un singular cuadro de monumentos históricos que hablaban de un esplendor que es el mismo que sigue destilando hoy por doquier la Città Eterna, así calificada ya, de hecho, en el pasaje de Amiano. En nuestras clases de Arqueología en el marco del Diploma en Arqueología que ofrece la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, solemos leer este texto, y comentarlo con los estudiantes, cuando abordamos el clásico asunto de "Roma como problema urbano" que, desde luego, no debe faltar en cualquier asignatura de Arqueología Clásica. No podemos, aunque pronto lo haremos, viajar a Roma con los alumnos por lo que parte de ese recorrido lo hacemos, ocasionalmente, guiados por la mediática Mary Beard, de la Faculty of Classics de Cambridge, que, en varios vídeos disponibles en red de sus series Cómo vivían los Romanos/Meet the Romans (2012) y Roma, un imperio sin límites/Rome, Empire without limits (2016), acompaña a quien lo desee por algunos de los atractivos monumentales -y también cotidianos- de la Roma imperial: el Campo de Marte con su soberbio complejo monumental augústeo (minutos 48:00 a 53:18), los foros imperiales y la subura (minutos 39:12 a 50:54) o el Foro Boario (minutos 13:59 a 16:00).
En las últimas semanas varios medios de comunicación se han hecho eco de la irrupción en Roma de la realidad aumentada y de las recreaciones virtuales como recurso de mediación para las visitas turísticas tanto al Circo Máximo como a los Foros Imperiales. Estas noticias ponen de relieve que proyectos de investigación orientados a la recreación digital de la Roma antigua -como el aclamado Rome Reborn, del UCLA Cultural Virtual Reality Laboratory (que ofrece, de hecho, un paseo virtual por la ciudad coetáneo al momento del texto con el que abríamos el post) o los iniciados en el Virtual World Heritage Laboratory de la University of Virginia- han traspasado ya las fronteras de la investigación y teorización académica -ya hacía tiempo que lo habían hecho a tenor del éxito de algunos de sus vídeos en las redes sociales (ver aquí)- y han servido a la mediación patrimonial, un ámbito en el que, desde luego -y lo sabemos muy bien gracias a nuestros trabajos en este sentido en Santa Criz de Eslava y, especialmente, de la mano de Pablo Serrano Basterra, en Los Bañales de Uncastillo donde hemos, al menos, recreado foro/proyecto forum renascens, termas/proyecto bene laba y acueducto/proyecto aqua librata y creado una App interactiva para visitar la ciudad romana (puedes descargarla desde aquí) aprovechando algunos de esos contenidos- hay muchas posibilidades de trabajo futuro para los arqueólogos e historiadores (puedes echar un vistazo a algunas de ellas en este artículo recientemente publicado en los Cuadernos del Marqués de San Adrián (11, 2019), la revista de Humanidades de la UNED de Tudela que recoge, además, mucha bibliografía al respecto de la cuestión, que la hay y, además, creciente).
Es recurrente, que, hoy en día, quienes nos dedicamos a la docencia universitaria, nos quejemos de cómo nuestros alumnos se han convertido, prácticamente sólo, en investigadores digitales, espetando que rara vez pisan una biblioteca y que sólo acceden a material que hay en disponible red y, de hecho, en open access. Aunque eso, en sí mismo, no es malo -con tal que no se pierda la curiosidad propia del verdadero espíritu universitario- es evidente que es un reto de los docentes encaminarles, también, a la consulta de publicaciones en papel cuyo acceso exige, desde luego, un esfuerzo mayor que el que se pide para el acceso a las digitales. Pero, la realidad es que -como comentábamos en nuestro último post, aquí en Oppida Imperii Romani- los estudios clásicos están avanzando también mucho en esto y, cada vez, hay más material de calidad y clásico disponible en red para la investigación (una recopilación hicimos en el post Fontes ad studium Antiquitatis, uno de los más visitados de nuestro blog) incorporándose a internet éste a una velocidad que, desde luego, resulta a veces difícil de seguir. En ese contexto, precisamente, y al hilo del urbanismo de Roma -pero también como buen modelo de con qué fuentes debe trabajar el historiador de la Antigüedad a la hora de estudiar cualquier asunto- están ya en red dos trabajos clásicos y de referencia para cualquiera que, con todas las fuentes disponibles, quiera acercarse a la urbanística de la Roma clásica: PLATNER, S. B.: A topographical dictionary of Ancient Rome (Oxford, 1929) y, el más reciente, actualizando aquél y sencillamente magistral, RICHARDSON, L.: A new topographical dictionary of Ancient Rome (Baltimore, 1995) los dos en el excelente repertorio de documentación antigua promovido por el portal LacusCurtius/A Gateway to Ancient Rome, de la University of Chicago. En ellos, cualquier lector puede encontrar compilada información sobre cualquiera de los monumentos que nos citaba el texto con el que abríamos nuestro post, en el primero presentando, además, los distintos espacios ordenados por categorías y en el segundo, aun en versión preliminar a partir de scans, de una forma menos práctica -más enumerativa- pero igualmente útil.
Desde luego, es evidente que Roma, en este caso como ciudad, renace también con este tipo de proyectos que, desde luego, han sido necesarios para que ese mundo virtual con el que abríamos tenga el rigor y la exactitud histórica que siempre debemos exigirle.
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