El pasado día 21 de septiembre, como recoge la
sección de Noticias de la web del Gobierno de Navarra Uxue Barkos, Presidenta del
Gobierno de Navarra, inauguraba en la recoleta sala de exposiciones del magno edificio que alberga el Archivo General de Navarra una exposición que -como dice su díptico anunciador, excelentemente editado y en el que la estela de Lerga (
IRMN 50) luce hermosísima sobre fondo verde- "no es una exposición sobre la historia del Euskera, sino sobre el reflejo documental, escrito, de una lengua que, como la vasca, durante casi milenio y medio permaneció en forma oral", reflejo documental -el que articula la muestra- circunscrito al ámbito estrictamente navarro. En ella se recopilan, fundamentalmente a partir de ediciones facsímiles, una buena serie de documentos históricos relativos al uso del vascuence en las tierras de Navarra a través de la Historia.
Apenas uno accede a la sala lucen majestuosas dos conocidas inscripciones romanas de entrado el siglo II d. C., la ya citada estela de Lerga -donde, efectivamente, se atestiguan tres antropónimos vascónicos:
Ummensahar,
Narhunges y
Abisunhar- y una hermosa ara procedente de Ujué (
IRMN 33) en la que se cita a una de las divinidades de nombre también vasco:
Lacubegi. Frente a ellas, el primer panel explicativo -que da sentido a la primera sección de la exposición, "La lengua deja huella"- afirma:
"[1] Al principio de nuestra Era, los ejércitos romanos llegan a la actual Navarra y encuentran a los vascones. La mayoría de ellos hablan una forma antigua de euskera. [2] La conquista inicia la romanización cultural. Lentamente se van asumiendo las formas de vida romanas comunes a todo el Imperio: leyes, administración, vida urbana, economía, costumbres... [3] El territorio de los vascones se integra en el mundo romano, de forma más intensa en las tierras agrícolas del centro y sur del territorio que en la boscosa montaña. [4] La ocupación romana también conlleva la imposición del latín como lengua oficial. Poco a poco, desaparecen todas las lenguas indígenas, salvo el euskera. [5] La supervivencia de la lengua vasca no ha podido ser explicada. [6] Tras la invasión de los germanos y una larga crisis económica, para el siglo V ha desaparecido en Navarra todo resto de autoridad romana. La latinización lingüística prosigue a través de la lenta difusión por el territorio de una nueva religión: el Cristianismo. [7] Tras cinco siglos de dominio romano, las formas de vida de los vascones y su lengua cobran nuevo vigor. [8] Apenas nos han llegado documentos de época romana: breves inscripciones grabadas en piedra o en monedas, copias medievales de relatos, etc. [9] En ellos nunca se menciona a la lengua de los vascones. [10] Los nombres de personas y de dioses son los únicos indicios que nos permiten valorar la penetración lingüística y tribal romana en el mundo vascón y el grado de simbiosis de ambos" (la numeración es nuestra -pues será empleada más abajo para aludir a las ideas que se comenten- pero reproduce el modo como los párrafos están colocados, a modo de listado, en el citado panel, de hecho su texto puede verse también
aquí).
En el año 2006 quien escribe estas líneas publicó su primer trabajo sobre los
Vascones en un volumen que editó, precisamente, Gobierno de Navarra y que se ha convertido, con el paso de los años, en una referencia en la cuestión (pincha
aquí) abriendo paso, después, a otros dos -de los que también tuve la fortuna de ser coordinador- que fueron reseñados oportunamente en este
blog, uno publicado, en 2009, en la prestigiosa
col.lecció Instrumenta de la Universitat de Barcelona (pincha
aquí) y otro en la revista
Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra (pincha
aquí). Desde 2006 prácticamente, en mi historial investigador, no ha habido año en que los
Vascones no hayan formado parte de mi preocupación investigadora bien en forma de artículos, conferencias -algunas, además, volcadas en
mi perfil de SlideShare, como
ésta- o, incluso,
posts en este mismo
blog (
éste puede servir de ejemplo al tiempo que proporciona más material sobre algunas de las cuestiones que aquí van a discutirse). Sin embargo, las reflexiones que se harán a continuación ni siquiera van a traer a colación trabajos firmados por mí (y eso que en algunos -como éste de la
Revista de Historiografía 8, 2008 o éste de los
Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra 21, 2013- me he entretenido en tratar de desmontar, parece que sin éxito, tópicos historiográficos y, también, políticos o sociales) sino por autores de mucho más peso y que constituyen verdaderas autoridades en la materia. De algunas de sus opiniones me he hecho eco en numerosas ocasiones (puede resultar útil
este trabajo, firmado en 2009 con María J. Peréx y alojado en el segundo de los volúmenes antes citados) pero -por lo dicho- no me parece procedente reproducir aquí esas opiniones propias y sí dar voz a quienes, de verdad, son autoridades en la "cuestión vascónica". Y, lógicamente, todo ello con ánimo de salir al paso de los auténticos atropellos historiográficos -por llamarlos de algún modo: auténticos y lamentables despropósitos- que se vierten en esas pocas líneas.
El texto transcrito afirmaba, en el primer párrafo:
"La mayoría (de los vascones) hablan una forma antigua de euskera" [1]. Convendrá citar aquí lo que, al respecto, escribieron hace algunos años los reputados lingüistas Javier de Hoz y Joaquín Gorrochategui y que, de hecho, forma parte ya de la
communis opinio científica sobre la relación -nada clara- entre los
Vascones antiguos y el euskera poniendo claramente de manifiesto que una afirmación como la remarcada en rojo más arriba no tiene fundamento alguno ni siquiera en la alta divulgación o, al menos, no tiene fundamento científico:
"No cabe duda de que los vascones hablaron vasco, como hemos visto a propósito de la estela de Lerga; el problema estriba en determinar qué lengua era la usual entre los grupos dominantes (...) y en este caso [a partir del estudio de las leyendas monetales de cecas como arsaos o barskunes], tendríamos que deducir que la lengua de quienes detentaban la autoridad y el poder entre los vascones, el equivalente en aquella época de una lengua oficial, era el celtibérico o una lengua indoeuropea similar (...) hay testimonios inequívocos de la importancia social y política del elemento indoeuropeo [entre los Vascones], así su predominio en las lápidas latinas o los nombres con morfología indoeuropea de ciudades vasconas (...); el bilingüismo en la zona debió ser normal y afectó también a los grupos dominantes" (DE HOZ, J.: "El euskera y las lenguas vecinas antes de la Romanización", en
Euskal Linguistika eta Literatura: Bide derriak, Bilbao, 1981, pp. 27-56, esp. pp. 44 y 46, una idea sobre la que también sentencian, quizás, incluso, con mayor contundencia VILLAR, F., y PRÓSPER, B. Mª:
Vascos, Celtas e Indoeuropeos. Genes y lenguas, Salamanca, 2001, p. 512, aunque el argumento aparece por todas partes:
"El que los euskaldunes sean realmente el elemento primordial de la población en el País Vasco y Navarra, no es una verdad comprobada con datos positivos independientes de la onomástica (...) y, por el contrario, no es compatible con el conjunto de los únicos datos antiguos que hay a nuestra disposición: los onomásticos" y en p. 510:
"La antroponimia indica que hacia los siglos II-III d. C. no había hablantes de euskera en el País Vasco, salvo algún individuo aislado procedente de Aquitania, instalado entre gentes indoeuropeas. En Navarra hacia esas fechas debía haber ya ciertos núcleos, en medio de poblaciones alóglotas (indoeuropeos e iberos). Pero no debieron ser mayoría en ninguna de las ciudades (...) porque ninguna de las cecas de los vascones redactaba sus leyendas monetales en lengua euskera. Y ninguno de los topónimos presentes en esas leyendas tiene etimología euskera"). Parece que queda claro que, como sentencia a continuación el siguiente texto que traemos aquí, que el vasco fuese la lengua mayoritaria de los vascones -y aun del territorio actualmente navarro- en la Antigüedad dista mucho de ser cierto. Leamos a Gorrochategui:
"La parte más occidental de la cadena pirenaica, correspondiente
al territorio de los Vascones, presenta una documentación más
rica en onomástica indígena. Gracias en parte a descubrimientos epigráficos
ocurridos en los dos o tres últimos decenios, apreciamos entre
los Vascones nombres de tres procedencias distintas: a) vasco-aquitana,
con claras relaciones con la onomástica atestiguada al norte de la
cadena pirenaica en la región aquitana; b) ibérica, en la parte oriental
de su territorio y c) hispánica indoeuropea en su parte occidental limítrofe con Álava (curiosamente muchos de estos nombres no son
estrictamente celtibéricos, sino hispanos occidentales). Los testimonios
nítidamente pirenaicos, al norte de Pamplona, son prácticamente
inexistentes" (
GORROCHATEGUI, J. : "Las lenguas de los Pirineos en la Antigüedad", en El substrats de la llengua catalana: una visió actual, Barcelona, 2002, pp. 75-101, pp. 90-91).
Mas aún puede aquí citarse, incluso, lo que no hace mucho, en un muy sagaz trabajo, escribió Fernando Wulff desmontando casi por completo la idea de una etnia vascona con autoconciencia de sí misma y, por tanto, también la presencia, en ella,
de formas de vida [7] -como también se dice en el panel de "Navarrorum"- peculiares y propias, además del supuesto monolitismo lingüístico:
"Todo ello se complica con dos tipos de informaciones aparentemente contradictorias; la primera se refiere a los datos de época romana que proceden de inscripciones de la zona, donde apenas hay nombres de persona que con seguridad puedan ser calificados de "vascos" en términos lingüísticos, pero sí otros latinos, celtíberos e iberos. Y no hay ni una sola inscripción en "vasco", pero sí en cualquiera de estas tres lenguas. La hipótesis de que los habitantes locales, o aquellos que hacían inscripciones, traducían a estas lenguas de más prestigio sus nombres es difícil de aceptar, y es de una innecesaria complicación; la preferencia por el latín en las inscripciones, por otra parte, puede entenderse, pero es mucho más difícil pensar que si se escribe en las lenguas celtíbera e ibera y se hace con caracteres iberos, los eventuales hablantes de lenguas "vasconas" no lo hubieran hecho también y, en cambio, optaran por hacerlo en cualquiera de estas dos lenguas. Cabe decir prácticamente lo mismo de las monedas locales, que siguen modelos y escriben los nombres de sus comunidades como sus vecinos. La presencia de hablantes de lengua vasca parece limitarse con cierta seguridad a poco más que a algunos dispersos teónimos y antropónimos en su mayor parte en la zona central del territorio "vascón", donde, además, ni siquiera hay exclusividad lingüística (...) De lo anterior se pueden extraer dos conclusiones: que en el territorio vascón de que hablan las fuentes, la lengua o lenguas vascas eran sólo una más de las habladas, sin que siquiera sepamos ni cuándo se introduce, ni cómo se la llamaba (no hay por qué suponer que "vascona"). Tampoco hay argumentos para pensar que identificaba al colectivo "vascón", ni siquiera a la comunidad que originalmente daría el nombre al conjunto de los que luego serían llamados "vascones"; de hecho, los datos apuntan a su carácter minoritario y, tal como ha señalado Untermann, a que la lengua de los vascones fuera, de elegirse una principal, la celtíbera (...) Así que todo apunta a que allí se va constituyendo una realidad colectiva mucho más mezclada que en las zonas cercanas y, a que, en todo caso, en el momento en el que el término empieza a utilizarse, no se aplica a una etnia homogénea, sino a ese conjunto diverso de poblaciones que habitan un territorio que se quiere diferenciar de los colindantes. Se trata, quizás de un mero uso romano para definir una zona determinada antes de su inclusión en el Imperio, que pasa luego, en algún momento, a definir un espacio administrativo" (
WULFF, F.: "Los vascones como paradigma", en ROLDÁN, J. M., y WULFF, F.: Citerior y Ulterior. Las provincias romanas de Hispania en la era republicana, Madrid, 2001, pp. 407-416, pp. 410-412: pueden verse estas páginas a través del enlace buscando el término "vascones" en el motor de búsqueda que ofrece GoogleBooks; al lector le interesará leer también el completo trabajo de GONZÁLEZ OLLÉ, F.: "Vascones y vascuence. Historia (para romanistas) de una relación",
Revista Iberoamericana de Lingüística, 11, 2016, pp. 35-172, esp. pp. 139-146 donde se traen a colación afirmaciones de otros afamados lingüistas como Koldo Mitxelena o Jürgen Untermann, entre otros).
Estos asuntos -formas de vida/etnia y lengua- son los que nos parecen más centrales en las afirmaciones que ilustran la primera sección de "
Navarrorum. Dos mil años de documentos navarros sobre el euskera", pero en esas afirmaciones antes recogidas en rojo hay también otras cuestiones que resultan absolutamente inexactas y sobre las que conviene hacer algunas aclaraciones para evitar el desconcierto del lector profano. Como es sabido, los Romanos no llegaron al territorio actualmente navarro -ni a prácticamente ninguno de la Península Ibérica- al principio de nuestra Era pues las fuentes aportan noticias -cierto que genéricas pero válidas- sobre la acción de Roma en el Norte peninsular a partir, al menos, del 195 a. C., es decir, casi dos siglos antes del cambio de Era (otra cosa es que, efectivamente, la primera alusión a los
Vascones -en Liv.
Per. 91- se haga a propósito del conflicto sertoriano, en la década de los setenta del siglo I antes de Cristo, por tanto, tampoco
"al principio de nuestra Era" [1]). La
"boscosa montaña" [3] está deparando, año a año, notables evidencias de su intensa romanización como los trabajos de los equipos de excavación responsables de enclaves como
Aracilum (Zamarce, Huarte Araquil, Navarra),
Iturissa (Burguete-Espinal, Navarra) u
Oiasso (Irún, Guipuzcóa) están demostrando. Las lenguas indígenas no desaparecieron
[4] por más que su presencia pública se redujera a partir de la expansión del Latín. De Navarra, en concreto de la histórica
Cascantum, de hecho, procede un grafito con signario paleohispánico y lengua celtibérica que, por el soporte en que se ha conservado -un borde de cerámica engobada- debe fecharse bien entrado el siglo II d. C (ver
aquí). Nada sabemos, además, de cuáles fueron
"las formas de vida de los vascones" [7] pues en ningún sitio se describen en las fuentes antiguas de igual modo que prácticamente nada, en términos de cultura material -que es el único marcador que en Antigüedad se tiene para refrendar las miradas étnicas de los autores antiguos, tan dados al ejercicio de la alteridad-, hace a los
Vascones diferentes de sus vecinos ibéricos o celtibéricos- de las que la exposición afirma que se recuperaron entrado ya el siglo V d. C. Estrabón (
3, 3, 7) cita un "género de vida" de las poblaciones montañosas que, en cualquier caso, comparten, a su juicio, galaicos, astures, cántabros y, sí, también
Vascones y otras poblaciones pirenaicas pero es sabido que es un relato lleno de tópicos propios del ambiente cultural de exaltación de la alteridad que caracterizó al geógrafo de Amasia. Como se ha visto en las citas de Francisco Villar, Blanca Mª Prósper o Javier de Hoz, tampoco en los rótulos monetales -que se citan en el texto como
"documentos de época romana" [8] alusivos, entendemos, al vascuence- hay elemento alguno vascónico pues las leyendas están escritas en signario ibérico y en lengua celtibérica. Tampoco en la descripción de las dos singularísimas piezas escogidas como documentos correspondientes al uso del euskera en la Antigüedad faltan las inexactitudes en la muestra que comentamos. No necesariamente, pese a sus nombres griegos, fueron griegos los dedicantes de la inscripción a
Lacubegi de la misma manera que los nombres atestiguados en la hermosa estela de Lerga no son
"las palabras escritas en euskera arcaico más antiguas que se han encontrado en la Península Ibérica" -acaso sí de Navarra, aunque tampoco- una vez que existen algunas inscripciones en la aragonesa Comarca de Cinco Villas que pudieran ser algo anteriores -notablemente
Dusanharis de Sofuentes (
ERZ 40) o
Serhuhoris de Valpalmas (
HEp5, 936)- de igual modo que un documento no peninsular pero íntimamente relacionado con la Historia Antigua de la Península -el Bronce de Áscoli (
CIL I, 709)- atestigua, entre los habitantes de las ciudades citadas -todas peninsulares- a varios individuos con onomástica claramente vascónica en el año 89 a. C.:
Enneges,
Arranes o
Agirnes.
Procede cerrar aquí este
post aunque su verdadero cierre -la reflexión- está, sin duda, en manos del lector que, leyendo, y analizando lo dicho, podrá sacar sus propias conclusiones. Sí termino, en esta ocasión, con una cita propia que, ojalá, ayude a hacer mejor las cosas en el futuro especialmente a aquéllas instancias a las que compete hacer una transferencia del conocimiento científico de verdadera calidad y, además, veraz y no interesada. Queda al lector juzgar si en este caso la transmisión de la errónea -y tendenciosa- información aquí juzgada ha sido sólo un problema de lenta transferencia o de torticera -cuesta creer que involuntaria- falta de actualización:
"quienes trabajamos en la Universidad y nos dedicamos a la investigación hemos de entonar nuestro particular mea culpa (...). Los vertiginosos ritmos que, a día de hoy, nos exige la carrera académica, la loable apuesta que ésta hace por la calidad y por el impacto científico nos hacen entender nuestra producción prácticamente sólo en términos de calidad universitaria, de competitividad y de referencia editorial y no en términos de responsabilidad social, de eco pedagógico, de formación social. Urge que quienes controlan y miden los estándares de la calidad de la producción científica de los investigadores universitarios empiecen a valorar también el esfuerzo de divulgación que muchos -a través del uso, sobre todo, de la web 2.0- hacemos para poner la ciencia al cabo de la calle y garantizar que la transferencia de lo que producimos en materia científica sea algo más rápida" (
ANDREU, J.: "Los Vascones van al Instituto: la imagen de la Navarra antigua en las publicaciones didácticas y escolares contemporáneas", Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra, 21, 2013, pp. 355-383, p. 383). Ojalá ese tránsito no sea sólo rápido sino, como se dijo antes, eficaz y abierto: plural. La sociedad navarra, en este caso, lo agradecerá.