Aunque, lógicamente, la velocidad a la que avanza la actualidad informativa ha relegado el descubrimiento de la mano de Irulegi y de su texto paleohispánico a un segundo plano informativo, pese a ello, ésta sigue inspirando reflexiones en medios -por ejemplo la que publicamos en The Conversation y de la que se hizo eco, poco después, en papel y en digital, Diario de Navarra-, curiosos reels -como éste que, con algunas inexactitudes y ciertas dosis de sensacionalismo, ha difundido, en su canal de YouTube, la Fundación Palarq-, por supuesto, sensacionales conferencias como la que el pasado mes de febrero dictó, en la Facultad de Filología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Javier Velaza, Catedrático de Filología Latina de la Universitat de Barcelona y uno de los estudiosos de la pieza y de su texto en escritura paleohispánica, conferencia que puede verse, completa, en el Canal UNED y, por supuesto, numerosas conversaciones de café o de pasillos entre clase y clase entre estudiantes, estudiosos y colegas. Por su parte, y como manifestación de la vigencia y el atractivo del asunto, los tres vídeos que hemos dedicado al tema bien en nuestro canal de vídeos en Youtube -de producción propia uno, que embebemos más abajo, resultado de una entrevista en Navarra Televisión otro- bien en el de la Asociación Pompaelo -que roza las 3.000 visualizaciones, más incluso que las que acumula la grabación que la Dirección General de Cultura del Gobierno de Navarra, hizo de la presentación de la pieza en el Planetario de Pamplona el pasado mes de diciembre- incrementan cada día el número de reproducciones y suscitan constantes comentarios al tiempo que un total de 3.036 personas han leído, cuando se escriben estas líneas, las entradas que, con la etiqueta Sorioneku, hemos dedicado al hallazgo y a su repercusión aquí en Oppida Imperii Romani.
A pesar de esos datos y de la repercusión que ha tenido el hallazgo y que, sin duda, ha reactivado el interés por la Arqueología y por las Ciencias de la Antigüedad -al menos en Navarra-, en estas últimas semanas -leyendo trabajos de estudiantes pero, también, viendo los comentarios que generan en la web social algunos de los materiales arriba referidos- nos hemos vuelto a dar cuenta de cómo se construye el relato histórico desde una perspectiva social y, también, del modo en que esa construcción depende, por un lado, de la auctoritas de quienes, en el pasado, afirmaron realidades que, por un tiempo, efectivamente, fueron válidas pero que hoy están superadas y, por otro, guarda relación muy estrecha con las creencias y los posicionamientos previos ante los que cada persona se enfrenta a hallazgos revolucionarios como lo ha sido, lo es, el de la mano de Irulegi.
El primer hecho, el seguir dependiendo de teorías acuñadas en los años 70 y 80 del siglo XX, por ejemplo, demuestra, una vez más -como ya explicamos en un antiguo artículo, muy leído, publicado en un número monográfico sobre Vascones de la revista Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra (21, 2013)- la obligación moral que tenemos con la transferencia quienes nos dedicamos al estudio de la Historia y, en particular, de la Historia de la Antigüedad. Pero, ello también, pone de manifiesto que esa transferencia, incluso cuando se hace, cala muy lentamente desde una perspectiva social, y lo hace sólo al paso de los años, algo sobre lo que reflexionamos ahora hace un año en la entrada "Dein Vascones". Resulta sorprendente seguir leyendo, en trabajos de estudiantes, sobre la existencia de unas "tribus vascas" en la Antigüedad, sobre el premio dado por Roma a los Vascones por su no beligerancia en perjuicio de los que fueron sus vecinos sí beligerantes -como celtíberos o jacetanos- o sobre la identificación del territorio actualmente cincovillés zaragozano con la tierra de los suessetanos, de carácter céltico y que fueron perjudicados por una "expansión vascona" que, acaso por haber sido acuñada, entre otros, por Julio Caro Baroja o por Guillermo Fatás, muchos siguen asumiendo como real cuando es un tópico totalmente superado, al menos desde los sagaces trabajos publicados al respecto por Esther Cantón que no hizo sino leer adecuadamente a los historiadores romanos y desproveer a la cuestión del que podríamos denominar "efecto ptolemaico". Más complejos -por testarudos- son los posicionamientos que exhiben quienes comentan nuestros vídeos de valoración del hallazgo en YouTube haciéndolo desde unos planteamientos que, en parte, ya tratamos de rebatir en el post "Aut Vasco, insuetus galeae" de este mismo espacio pero sobre los que, con nuevos datos, quizás compense volver. Nos conformaremos con que hacerlo sirva para que quien desee encontrar la verdad pueda hacerlo. Desde luego, se ha publicado en estas últimas semanas un volumen, que, en realidad, motiva este post, que puede ayudarles, salvo que sepan más que sus autores, a ver la luz.
Varios son, como comentábamos, los posicionamientos de quienes siguen insistiendo en hacer decir a la mano de Irulegi lo que no dice y en presentarla como un documento probatorio del carácter exclusivamente "vascónico" de Navarra en la Antigüedad o en una especie de piedra de Rosetta de la lengua vasca, que no "vascónica". Por un lado, el de poner bajo sospecha cualquier conclusión científica emanada de la labor investigadora de quienes trabajamos en la Universidad de Navarra aludiendo -en palabras textuales- a una "maquinaria que todo lo ensucia" como si la Universidad tuviera, realmente, algún interés político o cultural más allá del de servir a la verdad en un ambiente libre y sosegado como hemos conocido pocos en nuestra ya dilatada carrera profesional y universitaria. En segundo lugar, un incansable esfuerzo por minimizar el valor de las evidencias epigráficas sobre la literacy de las poblaciones antiguas de Navarra y, en particular, de las no vascónicas, sencillamente porque la abrumadora presencia de documentos en celtibérico que exhibe el solar navarro actual no resulta conveniente para su planteamiento de una Navarra euskaldun desde los albores de la Antigüedad y que, a su juicio, la mano de Irulegi vendría a corroborar. En tercer lugar, recurrir a Aquitania -donde, efectivamente, y nunca lo hemos negado, sí se acumulan las evidencias de esa ahora llamada "lengua vascónica"- y trasponer directamente a Navarra el panorama onomástico y lingüístico atestiguado en aquel territorio sin conceder valor alguno a quienes han subrayado que, acaso, lo atestiguado en Navarra sea sólo un cul-de-sac del panorama aquitano y que, más bien, como ya expusimos en nuestra visitadísima entrada "Navarrorum", de hace algunos años, ese panorama esté subrayando el carácter totalmente residual de la lengua vascónica -a juzgar, insistimos, por las evidencias disponibles- en las tierras de Navarra. En cuarto lugar, y en conexión con la premisa indicada en segundo término, el partir de la premisa de que el euskera era la lengua de Navarra en la Antigüedad acomodando a esa afirmación todo su discurso y, también, la descalificación del que no se alinee -porque no puede hacerlo a tenor de las evidencias- con esa premisa que, para ellos, constituye una línea roja absolutamente infranqueable ante la que no cuentan -tampoco en sentido cuantitativo- las evidencias disponibles. Por último, y en quinto término, el, desconociendo cómo se articula la investigación en Ciencias de la Antigüedad -algo sobre lo que también hemos hablado en este espacio en las entradas "De uitrario Graeco" y "Meditatio et labor"- afirmar con rotundidad, como si fueran verdades absolutas, cuestiones sobre las que ni hay acuerdo entre las fuentes antiguas ni entre los historiadores que las han analizado durante siglos de investigación y de reflexión. Es lógico que ante posicionamientos así, defendamos lo que defendamos, nuestro mensaje -y el de las disciplinas de la Antigüedad- no va a resultarles interesante salvo en el caso de que refuerce sus interesados planteamientos, por tanto, sus prejuicios. Es evidente, pues -y así lo subraya este debate-, que en redes sociales y en la web social en general, la gente tiende sólo a buscar información que refuerce sus creencias pero no datos que le ayuden a aprender y que fomenten su espíritu crítico. En una cuestión como la relativa a los antiguos Vascones, sin duda, esta constatación no es una buena noticia. En realidad no lo es para ningún saber y, desde luego, no para las ciencias históricas, tan importantes para entender nuestro presente y construir nuestro futuro.
A este respecto, en estos días -se presentó el pasado 21 de febrero- la prestigiosa Serie Minor de los Anejos de Veleia, del Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco ha acogido, como número 40 de la misma, el libro Recepciones de la antigüedad vascona y aquitana. De la historiografía a las redes sociales (siglos XV-XXI) coordinado por Antonio Duplá y por Jonatan Pérez Mostazo. Al menos a priori, por ser un volumen editado por la Universidad del País Vasco, debería estar libre de los sesgos ideológicos y políticos que algunos -a quienes aludíamos en el párrafo anterior- atribuyen a la Universidad de Navarra y a sus publicaciones, un centro que, más allá de ser una obra corporativa del Opus Dei, respeta -como antes se dijo- y en un modo absolutamente ejemplar, la libertad de cátedra e investigadora de sus docentes, libérrimos en todo lo que suponga alumbrar la verdad histórica que es a lo que, en esencia, debemos dedicarnos los historiadores y a lo que, de hecho, nos dedicamos en el Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía de esa Universidad. Eso es, precisamente, lo que recomiendan los editores en la presentación de un libro que, como declaran, han liderado, de hecho, para estudiar, en los territorios "vascos, navarros o vasco-franceses" (p. 10) "la Antigüedad después de la Antigüedad, esto es, las representaciones que de esta época histórica han hecho sociedades posteriores, en qué medios se generaron, con qué propósito, partiendo de qué presupuestos. Hacernos cargo del estudio del Mundo Antiguo no solo como realidad pasada, sino también como artefacto conceptual que ha sido rememorado y reconstruido constantemente a lo largo de los siglos" (p. 11). El libro resulta tan oportuno que el próximo mes de septiembre realizaremos un evento de presentación en el marco de los Seminarios de Arqueología del Diploma en Arqueología que ofrece la Universidad de Navarra.
Algunas de las palabras del prólogo de este libro, firmadas por Fernando Wulff, resultan, en relación con la polémica y las particulares construcciones políticas y sociales que ha generado el hallazgo de Irulegi, bastante oportunas. En dicho prólogo (pp. 19-26), el Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Málaga, además de subrayar que "las construcciones históricas dominantes en las culturas históricas vasca y navarra (...) han encontrado en la Antigüedad el punto de referencia esencial" -y ello justifica el atractivo social del fenómeno de la mano de Irulegi y la presencia identitaria de los Vascones en la construcción de la imagen histórica de Navarra a través de los siglos- recuerda con rotundidad que "no solo no hay pruebas de que en los territorios del País Vasco actual sus habitantes (várdulos, caristios, autrigones...) hablaran una lengua vasca en la antigüedad, sino que todo a punta a lenguas indoeuropeas. No hay conexión desde ahí hasta los hablantes de vasco de la Antigüedad. No hay continuidad ni de un pueblo, ni de una lengua. En segundo lugar, los vascones abarcaban substancialmente una zona de la actual Navarra. Es por tanto a esa zona a la que hay que referirse en relación con los vascones y no al territorio actual del País Vasco. Las constataciones de vascoparlantes allí no son en absoluto abundantes y hay pruebas evidentes en esa zona de multilingüismo (celtíbero, ibero, una lengua o lenguas vascas). El carácter de exclusividad vascoparlante de los vascones es dudoso y 'vascones' no es sinónimo, por tanto, de vascoparlantes. En tercer lugar, no es desdeñable la hipótesis de un origen al norte del Pirineo de esos hablantes de lenguas vascas (...) En cuarto lugar, hay un problema en la propia definición de los 'vascones' como grupo que es común al que presentan otros etnónimos que nos aparecen en las fuentes greco-romanas. Y es que no podemos estar seguros de si se refieren a un pueblo específico como nosotros lo podríamos entender (...) Los romanos definen por lo general los territorios no predominantemente urbanos por pueblos que los habitan, pero no necesariamente por el único pueblo que lo haga (...) En quinto lugar, la fuerte presencia de componentes romanos hasta el Bajo Imperio en los territorios de los actuales Navarra y País Vasco es un hecho que no encesita mayor comentario (...) La escasez y limitación de las evidencias de vascoparlantes en la Navarra antigua cuadra bien con la idea de la absorción de quienes allí estuvieron por las poblaciones mayoritarias y su latinización" (p. 24). Cinco planteamientos de este investigador -que, al menos desde 2009 viene trabajando sobre Vascones a partir de un inexcusable y recomendabilísimo capítulo incluido en un volumen coordinado por nosotros- contra cinco cerriles y recalcitrantes planteamientos de quienes, en la web social, creen estar en posesión de la verdad en materia de la Antigüedad de Navarra y del País Vasco. Casi no haría falta añadir más para rebatir sus preconceptos. Pero lo haremos aun sabedores, como antes apuntábamos, de que no servirá de mucho. Tal vez, incluso, de nada.
En ese libro firmamos el penúltimo capítulo, que lleva por título "Vascones antiguos: de la historiografía al imaginario colectivo", un texto -disponible en red a través de DADUN, el repositorio digital de la Universidad de Navarra- que fue aceptado por los informantes anónimos que lo evaluaron sin ninguna objeción cosa extremadamente inusual en las publicaciones científicas y que, en nuestra carrera académica sólo ha sucedido en otra ocasión, con nuestro trabajo sobre el amuleto fálico descubierto hace algunas campañas de excavación en la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo. En ese capítulo (pp. 187-208), y por este orden, analizamos construcciones históricas, políticas, educativas y sociales que -como hemos comprobado a tenor de la polémica suscitada por las interpretaciones, usos y abusos del sensacional documento epigráfico de Irulegi- siguen bastante más vigentes de lo que pensamos en ese "imaginario colectivo" local. Así, damos nuestro parecer sobre el tendencioso concepto -ajeno a las fuentes antiguas- de Vasconia (p. 191), valoramos el peso de determinados mitos sobre la etnogénesis de los vascos y su relación -si es que la hubo, que no parece, como indicábamos más arriba en la pluma de Fernando Wulff- con los Vascones (p. 192), recordamos lo absurdo de la dicotomía cultural, de integración y paisajística, de indigenismo y Romanización, entre el ager y el saltus (p. 193), volvemos sobre lo infundado de sostener que la antecesora de la Pompelo de Pompeyo se llamó Iruña (p. 195), subrayamos la ausencia de evidencias para un supuesto "monolitismo lingüístico" en territorio vascón (p. 197) o denunciamos el esfuerzo de algunos por, como decíamos antes, conectar a los Vascones con el País Vasco a partir de la forja del mito de unas inexistentes -en la Antigüedad- tribus vascas (p. 200).
Como, efectivamente, el medio es el mensaje -realidad periodística aplicable a la transferencia de conocimiento histórico que también hemos constatado en esta nueva revitalización de la "controversia vascónica", sobre la que, de hecho, hablábamos en un reciente post de este espacio, con publicación en acceso abierto incorporada- en varias ocasiones, en nuestras respuestas a quienes, en nuestro canal de YouTube, siguen destilando sus prejuicios y convirtiéndolos en verdad histórica, ya hemos enlazado a esta publicación con la esperanza de que, de verdad, se nos deje estudiar a los vascones "con el objetivo de desentrañar su historia" no con el de "colocarlos al servicio de propósitos políticos", como denuncia en otra recomendable contribución de este libro (pp. 97-116) nuestro alumno Javier Larequi autor, en estas últimas semanas, de un interesante artículo sobre las implicaciones sociológicas de la mano de Irulegi, al que remitimos.