[Fresco con representación de la Epifanía en las catacumbas de San Calixto, en Roma, siglo IV]
Vltima Cumaei uenit iam carminis aetas; / magnus ab integro saeclorum nascitur ordo. / Iam redit Virgo, redeunt Saturnia regna, / iam noua progenies caelo demittitur alto. / Tu modo nascenti puero, quo ferrea primum / desinet ac toto surget gens aurea mundo, / casta faue Lucina; tuus iam regnat Apollo. (Verg. Ecl. 4, 4-10)
"La última edad, que anunció la Sibila, ya ha llegado; / ya de raíz nace un nuevo orden de los tiempos. / Vuelve la Virgen ya, a reinar, ya vuelve Saturno; / ya una nueva raza nos es enviada desde lo alto del cielo. / Tú, a ese niño que nace, en quien la época dura del hierro terminará / y brotará por todo el mundo una estirpe dorada, / casta Lucina, ampáralo tú: ya reina tu Apolo".
Los versos que abren este nuevo post de Oppida Imperii Romani, y que constituyen la tradicional felicitación navideña a nuestros lectores en un año en que parece hemos sido capaces de recuperar el pulso al blog en el contexto de la pandemia del Covid-19 (ver aquí las felicitaciones de 2019, 2018 o 2017, por remitir a algunas anteriores), proceden, aunque pueda resultar sorprendente, de un poema pagano compuesto hacia el año 40 a. C. Se trata de los primeros versos de la cuarta égloga del poeta latino Virgilio. Quien escribe estas líneas ha de confesar que no las conocía hasta que, en 2014, las vio citadas en el recomendable libro -para creyentes y para no creyentes y, desde luego, para amantes de la Historia y, más en estos días- La infancia de Jesús, del Papa emérito Benedicto XVI. La razón de la alusión virgiliana por parte de Joseph Ratzinger parece evidente: desde la Antigüedad Tardía, a través de autores como Lactancio o Eusebio de Cesarea o, incluso, como Agustín de Hipona, se fue extendiendo la idea de que había un algo profético en esas palabras de Virgilio que hoy, sin embargo, la crítica resuelve como un simple eco hebraico en la poesía latina en una de las, además, épocas doradas de las letras de Roma (para algunas de esas interpretaciones y la controversia respecto de ellas puede verse la entrada "Christian interpretations on Vergil's Eclogue 4" de la versión británica de la Wikipedia).
En cualquier caso, las imágenes que se dan cita en ese poema, entre ellas la de una Virgo regnans, una "Virgen que reina", la de un nascens puer, un "niño que nace" y la de una noua progenies, de una "nueva raza", resultan muy apropiadas para estos días de Navidad en que, además, el mundo recupera, en parte, la esperanza ante los difíciles momentos causados, en este 2020, por la pandemia que ha cambiado nuestras vidas. Es evidente que en este año, como comentábamos en un anterior post, hemos hecho Historia y hemos vivido, con toda su crudeza, la Historia. El Papa emérito, Benedicto XVI, comentaba a propósito de estas interpretaciones de la égloga virgiliana en el libro antes citado: "¿Qué se promete allí? ¿Quién es la virgen? ¿Quién el niño del que se habla? (...) Estas ideas antiguas adquieren una viva actualidad mediante la esperanza de que habría llegado la hora de un gran cambio (...) Lo que hasta entonces había sido sólo un esquema lejano, de pronto se hace presente. En la época de Augusto, después de tantos trastornos provocados por las guerras y las luchas civiles, el país se ve invadido por una ola de esperanza: ahora debería comenzar, por fin, un gran periodo de paz, debería despuntar un nuevo orden del mundo. Y en esa atmósfera de espera en la novedad se incluye la figura de la virgen, imagen de la pureza, de la integridad, de un comienzo ab integro. Y también la espera en el niño, el brote divino (deum suboles)".
Como ya comentamos en la felicitación de 2014, el reinado de Augusto -del que hemos hablado no hace mucho en un vídeo de nuestro canal en YouTube- fue el contexto histórico en que se operó el, probablemente, más misterioso y trascendente acontecimiento de la Historia de la Humanidad -la Encarnación del Hijo de Dios- y, también supuso, como se recordaba más arriba, un tiempo de esperanza, de articulación de un nuevo orden mundial en el que la paz se presentaba como una obsesión casi necesaria. No resulta difícil trasponer las sensaciones que el mundo debió vivir entonces, tras casi un siglo de continuas guerras civiles, con las que vamos a vivir en estos días de Navidad con la esperanza de que las anunciadas vacunas traigan la normalidad de siempre a nuestras vidas y acaben con las cifras de fallecidos a las que, tristemente, parece que nos hemos acostumbrado en los últimos meses. Puede ser una buena intención para poner a los pies del Belén y de ese nascens puer al que miraremos, a menudo, creyentes y no creyentes, en estos días de Navidad. Seguro que ése deseo es el más urgente en estos días de Navidad aunque, muy probablemente, no el único que pidamos para esa carminis aetas y ese magnus ordo ab integro com que, desde luego, todos soñamos. También tendremos que poner de nuestra parte siendo luz, encendiendo la luz de la Navidad, como decía la felicitación navideña de la Universidad de Navarra, difundida hace apenas unos días, para hacer llegar esa luz a nuestro alrededor, no sólo en estos días, sino durante todo 2021.
Con el que, seguramente, es el más hermoso villancico de todos los tiempos, queden aquí los mejores deseos de una entrañable y feliz Navidad y de un 2021 lleno de esperanzas -y también de nuevos posts en los que encontrarnos- por parte de quien hace posible, con no poco esfuerzo, Oppida Imperii Romani. ¡Gracias por seguirlo!
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