Quien haya sido, en estos quince años de andadura de Oppida Imperii Romani, lector asiduo de este blog reconocerá la admiración de quien escribe estas líneas por el legado de los grandes maestros. Los homenajes, general y tristemente necrológicas, que hemos publicado en honor de los insignes y lamentablemente desaparecidos epigrafistas Géza Alföldy (1935-2011) o Joaquín L. Gómez-Pantoja (1953-2020) pueden servir de ejemplo. Esa fascinación pudimos comprobarla de nuevo hace apenas unas semanas en el panel que, coordinado por las profesoras Silvia Orlandi, de la Università di Roma La Sapienza y Alison Cooley, de la University of Warwick, se centró en la relación entre la Epigrafía y el patrimonio cultural en el marco del XVI Congreso Internacional de Epigrafía Griega y Latina celebrado en Burdeos, en el corazón, de hecho, de la hermosa ciudad del Garona. En las palabras de apertura del citado panel, la Profª Orlandi aludió a su convencimiento de que la labor del estudioso de las inscripciones antiguas, del epigrafista, no terminaba apenas con la lectura, datación y contextualización de los textos antiguos escritos sobre soporte duro tareas todas que constituyen el core de la investigación epigráfica (LASSÈRE, J. M., Manuel d'Epigraphie romaine, París, 2007 o ANDREU, J., Fundamentos de Epigrafía Latina, Madrid, 2009) sino que debía contemplar, también, la transferencia de la información de esas inscripciones a la sociedad. En esa afirmación, además, esta insigne investigadora, presidenta de la Asociación Internacional de Epigrafía Griega y Latina, aludió a que la fe en esa apuesta por la transferencia la había heredado del que fuera su maestro, otro de los grandes epigrafistas de nuestro tiempo y que, también, nos dejó no hace mucho: Silvio Panciera (1933-2016).
Efectivamente, en muchos de sus trabajos, en particular en la recopilación que, en varios volúmenes, se hizo en 2006, este insigne profesor de La Sapienza compartió gran cantidad de reflexiones suyas de corte más bien epistemológico -todas recomendabilísimas- que destilaban -como luego se mostró en el volumen Silvio Panciera: in memoriam di un maestro, riflessioni, Roma, 2019- su singular, moderna e innovadora concepción de la ciencia de las inscripciones. Así, en algunos ellos, el sabio italiano definía a la inscripción, al "epígrafe", como -y la traducción es nuestra, del italiano- "un particular género de comunicación humana escrita, que podríamos considerar unidireccional (en el sentido de que no se espera una respuesta que lleve al emisor) y que, al tener la característica de no estar dirigida a una persona o a un grupo sino a la colectividad, ha de tener en cuenta la colocación, las técnicas de escritura, las formas gráficas de la maquetación, los códigos y registros expresivos más idóneos al servicio del objetivo que el mensaje busca y, por tanto, diferente a cualquier otro modo de comunicación contemporánea como la palabra, sea oral, documental o literaria" (PANCIERA, S., "Epigrafi", en Terme de Diocleziano. La collezione epigrafica, Milán, 2012, pp. 3-12, p. 10). Además, insistía en de qué modo -y de modo especial al mostrar inscripciones antiguas- los epigrafistas debíamos buscar enfoques didácticos que ampliaran el impacto de cualquier titulus y las posibilidades de inteligibilidad de los mensajes que éstos portaban, especialmente -como reflexionábamos aquí hace algún tiempo, recopilando buenas prácticas en ese sentido- en museos y colecciones museográficas que cuenten con un buen volumen de inscripciones (PANCIERA, S., "Archeologia. Iscrizioni e museu", en en Epigrafi, epigrafia, epigrafisti. Scritti vari editi e inediti (1956-2005), Roma, 2006, pp. 1782-1789) todas, siempre, de hecho, extraordinariamente importantes. No en vano, el propio Panciera llegaba a afirmar, por ejemplo que, "no hay inscripción sin importancia aunque, evidentemente no todas las inscripciones son igualmente importantes" (PANCIERA, S., "Didattica. L'insegnamento dell'epigrafia in Italia", en Epigrafi, epigrafia, epigrafisti. Scritti vari editi e inediti (1956-2005), Roma, 2006, pp. 1936-1937, p. 1936).
Para este estudioso de las inscripciones romanas -uno de los más prolíficos y uno de los maestros con mayor número de discípulos que ha conocido la Epigrafía Romana del último siglo- estaba, pues, claro, el poder pedagógico, narrativo y comunicativo de las inscripciones romanas. Precisamente, en nuestra intervención en el panel congresual a que aludíamos más arriba -que versó sobre el proyecto "Valete uos uiatores: travelling through Latin inscriptions across the Roman Empire" que acumula ya una buena serie de entradas en este espacio- antes de entrar en detalles sobre los resultados del proyecto -que están o estarán todos ellos disponibles en la enlazada web del proyecto y que más abajo enlazamos, de hecho- convinimos en tres realidades en las que, creemos, estarán de acuerdo todos los epigrafistas y quienes, como vosotros, lectores, amáis el mundo clásico y su legado: [1] la pasión por la palabra escrita, [2] la preocupación por la falta de vocaciones científicas para su estudio y, [3] por último, la fe en las posibilidades -en un futuro que ya es presente desde hace años- del mundo digital. Junto a ellas, sin duda, dos realidades, la primera, que urge reivindicar los valores inherentes a un sistema de comunicación -el epigráfico- de extraordinaria importancia y, sobre todo, global en época romana, dirigido a la comunidad en general, como señalábamos más arriba haciendo "hablar" a Silvio Panciera y que, del mimo modo, urge crear soluciones para que ese patrimonio epigráfico que llena nuestros yacimientos arqueológicos y nuestros museos se vuelva, de verdad, inteligible para el gran público y no pase desapercibido ante otros restos materiales de ese sensacional legado de Roma.
A partir de estas premisas, pues, nos corresponde a todos los que trabajamos con el mundo antiguo y con su "materialidad" hacer -como titulaba la edición portuguesa de National Geographic del pasado mes de junio monográficamente dedicada a la Lusitania romana con el título "A Lusitânia Romana: fronteira do mundo antigo"- más palpable el mundo romano y diseñar, como ha recordado hace unas pocas semanas esta misma revista en su edición digital española, herramientas que ayuden a la gente a entender qué significaba ser romano. Os dejamos aquí las dos páginas que, en el número extraordinario sobre Lusitania, se dedicaron a nuestro proyecto y que, además, ofrecen -bajo la sagaz pluma de Gonçalo Pereira- interesantes reflexiones de los colegas de la Faculdade de Letras de la Universidade de Coimbra Armando Redentor y Pedro Carvalho sobre el papel de las inscripciones e la sociedad romana.
El proyecto Valete uos uiatores, de hecho, como explicábamos en las dos entradas de este blog en que hablábamos de sus objetivos y de su planteamiento, ha pretendido, en primer lugar, acercar a la sociedad el papel que las inscripciones tenían en Roma ayudando a crear herramientas que estimulen su inteligibilidad y que refuercen esa idea, antes señalada, de que aunque no todas las inscripciones de época romana tienen la misma importancia todas, absolutamente todas, son importantes en tanto que fuente histórica y en tanto que reflejo de una compleja sociedad como fue la que Roma creó en todo Occidente a través de un sensacional proceso de latinización y de impacto cultural que, de hecho, ha inspirado el sensacional proyecto europeo LatinNow, que se presentó también en el panel de discusión que ha inspirado este post. En segundo lugar, ha buscado acercar al gran público el proceder, el work-flow, el modus operandi, de la Epigrafía en tanto que disciplina científica: cuáles son sus retos, sus órganos editoriales, sus protocolos de trabajo tanto desde el punto de vista tradicional como desde el virtual trazando una evolución que, en cierto modo, encontrará también el lector asiduo a las entradas con la etiqueta Epigraphica que se recogen en este blog y en los primeros vídeos de la sección Epigrafía Romana de nuestro canal de YouTube. Y, en tercer lugar, hemos pretendido -también para servir a esos dos objetivos aquí indicados- crear nuevas herramientas que pongan en valor no sólo los valores inherentes a los epígrafes -extraordinariamente bien definidos en el artículo de Silvio Panciera que enlazábamos más arriba, en primer lugar- sino, también, el carácter patrimonial, de herencia cultural, de aquéllos y que, en definitiva, hace justicia a la vocación que los textos escritos sobre soporte duro tuvieron en Roma en tanto que "mensajes para la eternidad" como, con acierto, titulaba Nerea Alejos, de Diario de Navarra, el reportaje que encabeza este post.
Teniendo estas premisas en cuenta, es cierto que cada uno de los deliverables del proyecto, la serie audiovisual, por un lado, el museo virtual, por otro, el videojuego o la publicación, en último término, acaso ponen el acento en una audiencia concreta o en uno de estos objetivos de un modo más especial pero, al fin y a la postre, nos parece que todos ellos -y el proyecto en su conjunto, a cuyos materiales, de hecho, también se puede acceder digitalizando los QRs que se ofrecen a continuación- han servido para que las inscripciones tengan una mayor presencia mediática que, en definitiva, nos ayuda a justificar socialmente nuestro trabajo y nuestra pasión, como antes decíamos, por la palabra escrita. Algunos de esos impactos, de hecho, los hemos ido enlazando en las entradas que llevan la etiqueta Valete uiatores. Buena muestra de ello son los dos reportajes, ambos a doble página, que justifican esta nueva entrada. El que vio la luz el domingo 14 de agosto en Diario de Navarra y el que, con la excusa de un sensacional monográfico sobre la prouincia Lusitania, elaboró National Geographic a comienzos del mes de julio.
Con el trasfondo de considerar el texto escrito sobre soporte duro en época romana uno de los legados clave de Roma a nuestra civilización, en ambos reportajes nos parece se subrayan algunas características esenciales de las inscripciones romanas y de su valor como legado cultural a preservar, estudiar y promocionar con ejemplos, además, muy bien escogidos para las imágenes que los ilustran. En primer lugar, los dos ponen de relieve que la difusión de las inscripciones constituye, sin duda -con permiso de su desaparición al cabo de los siglos y de los condicionantes de su conservación- el mejor indicio del éxito del fenómeno globalizador de Roma como también lo es el complejo repertorio de soportes sobre los que encontró acomodo "epigráfico" la cultura escrita cotidiana, como explicábamos hace algunos meses en este blog; en segundo lugar, que las inscripciones constituyeron el mejor medio de auto-exhibición personal e institucional casi semejante, en su calado y alcance global, a la función que hoy desempeñan nuestras redes sociales; en tercer lugar que pese a la existencia de un hábito epigráfico que podríamos llamar "oficial", romano, nacido en la Roma de Augusto, éste fue tomando forma en las provincias a través de una amplia serie de culturas epigráficas que urge estudiar, conocer, caracterizar y comprender. Caracterizándolas, de hecho, llegamos a iluminar, a hacer visible, la historia -generalmente casi anónima- de esas gentes cotidianas, ordinarias que, con sus inscripciones -sean funerarias o votivas o sean sencillos grafitos como los deliciosos del Palatino de Roma o de la regio V de Pompeya- nos acercan a sectores menos representados de la sociedad romana y a sus preocupaciones y carencias pero, también -como recientemente hemos expuesto aquí a propósito del mediático caso de las inscripciones de Marchena (Sevilla)- a aquéllos que manejaron los destinos de las comunidades cívicas en que se articuló y sobre las que descansó el éxito de la administración imperial no en vano fue durante el Principado cuando el hábito de grabar inscripciones conoció su mayor difusión. Un hábito que sigue emocionando después de veinte siglos y que es de celebrar que encuentre acomodo en las páginas de diarios de información generalista.
Vale uiator!
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