Hace algunos años inauguramos un paralelo espacio de "Oppida Imperii Romani" en Flickr en el que, a propósito de dos, ya antiguos, posts del blog -uno sobre el proceso material de las inscripciones latinas y otro sobre la reapertura, en la primavera de 2014, del Museo Arqueológico Nacional de Madrid- ofrecíamos acceso a dos álbumes de fotos complementarios de ambas entradas y con abundante material gráfico y descriptivo: "Un quadratarius en el siglo XXI: el proceso material de una inscripción romana" y "La Epigrafía Latina en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid" respectivamente, el primero de ellos ya con un buen número de visitas.
Quienes tenemos responsabilidades de gestión del patrimonio arqueológico en paralelo a nuestra dedicación investigadora cuando visitamos yacimientos arqueológicos -pero, también, Museos- solemos ser especialmente curiosos sobre las fórmulas de puesta en valor de enclaves arqueológicos que colegas nuestros ensayan en otras partes del mundo y, en particular, en Europa y, también, sobre los principales retos de dichas fórmulas para ser a la vez atractivas y sostenibles teniendo en cuenta las exigencias de la moderna gestión del patrimonio cultural (ver la reflexión "Ex Sicilia testes", muy sistematizada al respecto en un viejo post de Oppida Imperii Romani). En esas respuestas museográficas la exposición pública de las inscripciones romanas -parte fundamental del patrimonio arqueológico romano, como sabemos bien en Los Bañales de Uncastillo y en Santa Criz de Eslava donde el repertorio epigráfico, de hecho, ha estado en el germen de los Museos Virtuales de ambos yacimientos- se presenta siempre compleja por diversas razones. En unas ocasiones por la envergadura de las propias inscripciones -que difícilmente se concilia con la escasez de espacio de tantos y tantos Museos-, en otras por su inteligibilidad -todavía hoy, por el desconocimiento general de la cultura y de las lenguas clásicas las inscripciones romanas suelen ser percibidas como objetos ininteligibles desde el punto de vista textual, aunque no sólo- y, finalmente, también, por la dificultad para, en relación a esa escasez de espacio, reconstruir el contexto primario en que esos monumentos interactuaron, en su día, con quienes fueron sus espectadores originales lo que, sin duda, incide, a la postre, en la inteligibilidad de estos sensacionales documentos históricos que son las inscripciones romanas, que tanta presencia tienen en este blog, en la sección Epigraphica.
Pese a esas dificultades -que, en realidad, constituyen retos- en recientes viajes por Europa, casi siempre en razón de nuestra participación en Congresos o en estancias de investigación hemos observado, sin embargo, algunas buenas prácticas que, nos parece, pueden convertirse en referencia respecto de cómo dinamizar, hacer atractivas y explicar, las inscripciones romanas en museos y colecciones arqueológicas de diverso signo. Y esas buenas prácticas queremos compartirlas aquí con abundante aparato gráfico (reunido en un nuevo álbum de Flickr, que insertamos más abajo) procedente de piezas o recreaciones relacionadas con la Epigrafía Romana vistas en el Römermuseum de Güglingen, en Güglingen; en el Archäologische Landesmuseum de Baden-Württemberg, en Konstanz; en el LVR-LandesMuseum en Bonn; en el Römisch-Germanisches Zentralmuseum, en Mainz; en el Kürpfälzisches Museum der Stadt Heidelberg, en Heidelberg; en el Römermuseum Osterburken, en Osterburken -todos ellos en Alemania-; y, en tierras francesas, en el sensacional y recomendabilísimo -todos lo son, en realidad- Musée de la Romanité, de Nîmes. Lo hacemos con el objetivo de ilustrar sobre posibles fórmulas museográficas que contribuyan, de verdad, a poner en valor y hacer atractivos objetos tan sugerentes como las inscripciones romanas, esos tituli aeterni, en expresión tomada de una inscripción cristiana, versificada, de Roma (ICVR, VII, 19742).
Quienes tenemos responsabilidades de gestión del patrimonio arqueológico en paralelo a nuestra dedicación investigadora cuando visitamos yacimientos arqueológicos -pero, también, Museos- solemos ser especialmente curiosos sobre las fórmulas de puesta en valor de enclaves arqueológicos que colegas nuestros ensayan en otras partes del mundo y, en particular, en Europa y, también, sobre los principales retos de dichas fórmulas para ser a la vez atractivas y sostenibles teniendo en cuenta las exigencias de la moderna gestión del patrimonio cultural (ver la reflexión "Ex Sicilia testes", muy sistematizada al respecto en un viejo post de Oppida Imperii Romani). En esas respuestas museográficas la exposición pública de las inscripciones romanas -parte fundamental del patrimonio arqueológico romano, como sabemos bien en Los Bañales de Uncastillo y en Santa Criz de Eslava donde el repertorio epigráfico, de hecho, ha estado en el germen de los Museos Virtuales de ambos yacimientos- se presenta siempre compleja por diversas razones. En unas ocasiones por la envergadura de las propias inscripciones -que difícilmente se concilia con la escasez de espacio de tantos y tantos Museos-, en otras por su inteligibilidad -todavía hoy, por el desconocimiento general de la cultura y de las lenguas clásicas las inscripciones romanas suelen ser percibidas como objetos ininteligibles desde el punto de vista textual, aunque no sólo- y, finalmente, también, por la dificultad para, en relación a esa escasez de espacio, reconstruir el contexto primario en que esos monumentos interactuaron, en su día, con quienes fueron sus espectadores originales lo que, sin duda, incide, a la postre, en la inteligibilidad de estos sensacionales documentos históricos que son las inscripciones romanas, que tanta presencia tienen en este blog, en la sección Epigraphica.
Pese a esas dificultades -que, en realidad, constituyen retos- en recientes viajes por Europa, casi siempre en razón de nuestra participación en Congresos o en estancias de investigación hemos observado, sin embargo, algunas buenas prácticas que, nos parece, pueden convertirse en referencia respecto de cómo dinamizar, hacer atractivas y explicar, las inscripciones romanas en museos y colecciones arqueológicas de diverso signo. Y esas buenas prácticas queremos compartirlas aquí con abundante aparato gráfico (reunido en un nuevo álbum de Flickr, que insertamos más abajo) procedente de piezas o recreaciones relacionadas con la Epigrafía Romana vistas en el Römermuseum de Güglingen, en Güglingen; en el Archäologische Landesmuseum de Baden-Württemberg, en Konstanz; en el LVR-LandesMuseum en Bonn; en el Römisch-Germanisches Zentralmuseum, en Mainz; en el Kürpfälzisches Museum der Stadt Heidelberg, en Heidelberg; en el Römermuseum Osterburken, en Osterburken -todos ellos en Alemania-; y, en tierras francesas, en el sensacional y recomendabilísimo -todos lo son, en realidad- Musée de la Romanité, de Nîmes. Lo hacemos con el objetivo de ilustrar sobre posibles fórmulas museográficas que contribuyan, de verdad, a poner en valor y hacer atractivos objetos tan sugerentes como las inscripciones romanas, esos tituli aeterni, en expresión tomada de una inscripción cristiana, versificada, de Roma (ICVR, VII, 19742).
Si echamos mano de los manuales al uso sobre Epigrafía Romana -y es algo en lo que insistimos, en su día, en nuestro Fundamentos de Epigrafía Latina (Madrid, 2019)- tres son los ámbitos en que cualquier epigrafista, y cualquier historiador, debe moverse respecto de cualquier documento epigráfico: el soporte [I], el texto [II] y el contexto [III]. Y, lo cierto es que esos tres elementos también, nos parece, han de ser tenidos en cuenta a la hora de exponer y "animar" documentos epigráficos en museos y centros de interpretación.
[I.] El soporte. Que el hecho epigráfico y la escritura lo inundaron todo en el mundo romano es algo que, en muchas ocasiones, ignora el gran público. Los tópicos sobre el grado de alfabetización de las sociedades antiguas o esa tradicional imagen de las inscripciones romanas como, exclusivamente, vinculadas a grandes obras públicas, a monumentales edificios o, en todo caso, a epitafios contribuyen a enmascarar esa realidad que, sin embargo, urge reivindicar para poner el acento en la auténtica globalización que supuso la adopción del medio escrito por las poblaciones del Mediterráneo entre los siglos I a. C. y III d. C. Los modos de subrayar esa idea, obviamente, son variados pero, uno que se antoja recomendable es el de exponer en las vitrinas de nuestros Museos no sólo las 'grandes' inscripciones sino, también, aquellos tipos epigráficos menos conocidos -los signacula metálicos, por ejemplo, o los distintos tipos de tituli que recibieron, antes de la cocción y, particularmente, post cocturam, las cotidianas cerámicas de la vajilla romana- tipos en los que, en muchas ocasiones, además, el espectador suele descubrir más parecidos con el uso que todavía hoy damos al medio escrito en nuestra sociedad y a través de los que, de hecho, descubre esa omnipresencia del texto escrito, como vehículo de comunicación, en la sociedad romana. Para incidir, además, en esa omnipresencia del hecho epigráfico en Roma conviene también -y rara vez se hace- explicar el proceso de fabricación de las inscripciones romanas incidiendo no sólo en el papel de los scriptores y, también, en las que fueron sus principales herramientas -no muy alejadas de las empleadas por los canteros entonces y en los siglos venideros- sino dejando claro que el grabado de inscripciones fue una actividad artesanal cotidiana en, prácticamente, todas las ciudades romanas conozcamos mejor o peor sus pormenores. Aunque, ocasionalmente, algunos detalles de las inscripciones a exponer -la presencia de líneas guía, de huecos para su fijado, de errores de los artesanos- o el recurso a audiovisuales -como éste que hace algunos años compusimos para el Canal UNED- puedan prestarse de manera más adecuada a ello, generar, también, recursos museográficos -como maquetas (fíjate en ésta o en ésta, sensacionales) o recreaciones- que puedan llamar la atención de lo cotidiano que supuso, en el mundo antiguo, grabar una inscripción son fórmulas que se han ensayado en algunos de los museos antes citados y que traemos aquí a nuestro particular álbum de buenas prácticas.
[II.] El texto. Obviamente, el elemento central de cualquier inscripción -por más que el soporte haya de ser tomado en consideración- es el texto. Que éste resalte en una exposición ya no es, exclusivamente, patrimonio exclusivo de la rotulación de las piezas expuestas o del estado de conservación del campo epigráfico de la inscripción en cuestión. El recurso a la realidad aumentada o al 3D pero, sobre todo, un adecuado uso de la iluminación puede ayudar no sólo a que el visitante lea con mayor facilidad los textos de las inscripciones -o perciba su existencia cuando el monumento parece acaparar todo el protagonismo- sino, también, a dar vida, en sentido real, a los monumentos -figurando el aspecto que los tituli tendrían en su contexto original- o a, destacando el titulus por medio de la iluminación e incorporando, con ella, también la traducción, llamar a su vez la atención de la importancia de los soportes en las inscripciones al quedar en penumbra sus partes esenciales. Obviamente, aunque estas soluciones lumínicas pueden resultar útiles y, a buen seguro, acabarán por imponerse en muchos Museos, se sigue echando todavía en falta -aunque cada vez se ve más, ciertamente- el recurso a presentar réplicas de las inscripciones debidamente coloreadas -en su texto pero también en su soporte- en un aspecto parecido al que como sabemos, tenían estos monumentos tan singulares como apasionantes histórica y arqueológicamente. Lógicamente, si queremos reinvidicar el carácter de la Epigrafía como ciencia fundamental para el estudio de las sociedades antiguas resulta fundamental poner en relación a los personajes citados en los documentos epigráficos con las historias que puedan generar otros discursos del propio Museo, como hicimos, por ejemplo, no hace mucho, en el Centro de Interpretación De Agri Cultura/Paisaje Rural Romano en Layana (Zaragoza), muy cerquita de Los Bañales.
[III.] El contexto. Quizás, como se dijo más arriba, el mayor reto que un Museo, o cualquier exposición, tiene a la hora de mostrar material arqueológico en general y epigráfico en particular es el de la reproducción del que fuera el contexto original de las piezas. A veces se recurre a establecer en los Museos salas, de alto contenido didáctico e interactivo, que reproducen estancias completas de una domus, o rincones de unos baños públicos de época romana, por ejemplo. Por razones de espacio, obviamente, esto no siempre es posible por lo que nos parece que hay dos procedimientos que pueden resultar socorridos y que, no necesariamente, exigen de consumo de más espacio por parte de la exposición. El primero, colocar los monumentos epigráficos ante escenarios en que se recree su posición original, y que creen, en cierto modo, la ilusión de aquélla. Por ejemplo, disponer una serie de tituli sepulcrhales ante un panel que recree un funeral romano (como hemos hecho no hace mucho en la exposición "Santa Criz de Eslava, reflejos de Roma en territorio vascón", instalada en Eslava) o ante la ilustración de una vía sepulcral romana que también puede reproducirse, obviamente, con el recurso a maquetas de recreación en las que el visitante pueda encontrar representados completos los fragmentarios monumentos que puede ver en el Museo. El segundo procedimiento -quizás denostado en esa nueva tendencia museográfica que apuesta más por la interacción que por la acumulación de objetos y que, en cierto modo, rehuye de los lapidarios decimonónicos- es el de disponer las inscripciones ordenadamente creando una envolvente ilusión de interacción con el espectador semejante a la que aquéllas crearían en las citadas uiae sepulchrales romanas.
Son sólo unas pequeñas reflexiones, está claro que el lector podrá, además, interiorizar, visitando las fotografías del álbum en Flickr y leyendo los rótulos que se han incorporado a ellas y que inciden más en la dimensión epigráfica e histórica de las inscripciones seleccionadas. En Oppida Imperii Romani nos conformaremos con que estas líneas hayan resultado inspiradoras para quien comparta, con nosotros, preocupaciones por la gestión y dinamización del patrimonio arqueológico o para quien, sencillamente, sienta latir más deprisa su corazón ante la contemplación de cualquier monumento epigráfico de nuestro pasado clásico.
[I.] El soporte. Que el hecho epigráfico y la escritura lo inundaron todo en el mundo romano es algo que, en muchas ocasiones, ignora el gran público. Los tópicos sobre el grado de alfabetización de las sociedades antiguas o esa tradicional imagen de las inscripciones romanas como, exclusivamente, vinculadas a grandes obras públicas, a monumentales edificios o, en todo caso, a epitafios contribuyen a enmascarar esa realidad que, sin embargo, urge reivindicar para poner el acento en la auténtica globalización que supuso la adopción del medio escrito por las poblaciones del Mediterráneo entre los siglos I a. C. y III d. C. Los modos de subrayar esa idea, obviamente, son variados pero, uno que se antoja recomendable es el de exponer en las vitrinas de nuestros Museos no sólo las 'grandes' inscripciones sino, también, aquellos tipos epigráficos menos conocidos -los signacula metálicos, por ejemplo, o los distintos tipos de tituli que recibieron, antes de la cocción y, particularmente, post cocturam, las cotidianas cerámicas de la vajilla romana- tipos en los que, en muchas ocasiones, además, el espectador suele descubrir más parecidos con el uso que todavía hoy damos al medio escrito en nuestra sociedad y a través de los que, de hecho, descubre esa omnipresencia del texto escrito, como vehículo de comunicación, en la sociedad romana. Para incidir, además, en esa omnipresencia del hecho epigráfico en Roma conviene también -y rara vez se hace- explicar el proceso de fabricación de las inscripciones romanas incidiendo no sólo en el papel de los scriptores y, también, en las que fueron sus principales herramientas -no muy alejadas de las empleadas por los canteros entonces y en los siglos venideros- sino dejando claro que el grabado de inscripciones fue una actividad artesanal cotidiana en, prácticamente, todas las ciudades romanas conozcamos mejor o peor sus pormenores. Aunque, ocasionalmente, algunos detalles de las inscripciones a exponer -la presencia de líneas guía, de huecos para su fijado, de errores de los artesanos- o el recurso a audiovisuales -como éste que hace algunos años compusimos para el Canal UNED- puedan prestarse de manera más adecuada a ello, generar, también, recursos museográficos -como maquetas (fíjate en ésta o en ésta, sensacionales) o recreaciones- que puedan llamar la atención de lo cotidiano que supuso, en el mundo antiguo, grabar una inscripción son fórmulas que se han ensayado en algunos de los museos antes citados y que traemos aquí a nuestro particular álbum de buenas prácticas.
[II.] El texto. Obviamente, el elemento central de cualquier inscripción -por más que el soporte haya de ser tomado en consideración- es el texto. Que éste resalte en una exposición ya no es, exclusivamente, patrimonio exclusivo de la rotulación de las piezas expuestas o del estado de conservación del campo epigráfico de la inscripción en cuestión. El recurso a la realidad aumentada o al 3D pero, sobre todo, un adecuado uso de la iluminación puede ayudar no sólo a que el visitante lea con mayor facilidad los textos de las inscripciones -o perciba su existencia cuando el monumento parece acaparar todo el protagonismo- sino, también, a dar vida, en sentido real, a los monumentos -figurando el aspecto que los tituli tendrían en su contexto original- o a, destacando el titulus por medio de la iluminación e incorporando, con ella, también la traducción, llamar a su vez la atención de la importancia de los soportes en las inscripciones al quedar en penumbra sus partes esenciales. Obviamente, aunque estas soluciones lumínicas pueden resultar útiles y, a buen seguro, acabarán por imponerse en muchos Museos, se sigue echando todavía en falta -aunque cada vez se ve más, ciertamente- el recurso a presentar réplicas de las inscripciones debidamente coloreadas -en su texto pero también en su soporte- en un aspecto parecido al que como sabemos, tenían estos monumentos tan singulares como apasionantes histórica y arqueológicamente. Lógicamente, si queremos reinvidicar el carácter de la Epigrafía como ciencia fundamental para el estudio de las sociedades antiguas resulta fundamental poner en relación a los personajes citados en los documentos epigráficos con las historias que puedan generar otros discursos del propio Museo, como hicimos, por ejemplo, no hace mucho, en el Centro de Interpretación De Agri Cultura/Paisaje Rural Romano en Layana (Zaragoza), muy cerquita de Los Bañales.
[III.] El contexto. Quizás, como se dijo más arriba, el mayor reto que un Museo, o cualquier exposición, tiene a la hora de mostrar material arqueológico en general y epigráfico en particular es el de la reproducción del que fuera el contexto original de las piezas. A veces se recurre a establecer en los Museos salas, de alto contenido didáctico e interactivo, que reproducen estancias completas de una domus, o rincones de unos baños públicos de época romana, por ejemplo. Por razones de espacio, obviamente, esto no siempre es posible por lo que nos parece que hay dos procedimientos que pueden resultar socorridos y que, no necesariamente, exigen de consumo de más espacio por parte de la exposición. El primero, colocar los monumentos epigráficos ante escenarios en que se recree su posición original, y que creen, en cierto modo, la ilusión de aquélla. Por ejemplo, disponer una serie de tituli sepulcrhales ante un panel que recree un funeral romano (como hemos hecho no hace mucho en la exposición "Santa Criz de Eslava, reflejos de Roma en territorio vascón", instalada en Eslava) o ante la ilustración de una vía sepulcral romana que también puede reproducirse, obviamente, con el recurso a maquetas de recreación en las que el visitante pueda encontrar representados completos los fragmentarios monumentos que puede ver en el Museo. El segundo procedimiento -quizás denostado en esa nueva tendencia museográfica que apuesta más por la interacción que por la acumulación de objetos y que, en cierto modo, rehuye de los lapidarios decimonónicos- es el de disponer las inscripciones ordenadamente creando una envolvente ilusión de interacción con el espectador semejante a la que aquéllas crearían en las citadas uiae sepulchrales romanas.
Son sólo unas pequeñas reflexiones, está claro que el lector podrá, además, interiorizar, visitando las fotografías del álbum en Flickr y leyendo los rótulos que se han incorporado a ellas y que inciden más en la dimensión epigráfica e histórica de las inscripciones seleccionadas. En Oppida Imperii Romani nos conformaremos con que estas líneas hayan resultado inspiradoras para quien comparta, con nosotros, preocupaciones por la gestión y dinamización del patrimonio arqueológico o para quien, sencillamente, sienta latir más deprisa su corazón ante la contemplación de cualquier monumento epigráfico de nuestro pasado clásico.
1 comentario:
- Nice article thanks this post share
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