"La costa más cercana es la de la Hispania Citerior y concretamente su franja Tarraconense. Desde el Pirineo por el Océano se encuentra el saltus Vasconum, Oiasso, las poblaciones de los várdulos, los morogos, Menosca, Vesperies, y el Portus Amanus, donde ahora está la colonia Flaviobriga"
(Plinio el Viejo, Historia Natural 4, 110)
Hace algunos años, nos sorprendíamos en este espacio porque una importante ciudad como fue Calagurris Iulia -clave, podría decirse, en la Historia de la presencia romana en el Valle del Ebro y, también, clave en la controversia vascónica (pues su etnicidad ha estado siempre en discusión)- no contase -hasta entonces- con un post específico en Oppida Imperii Romani donde, desde los comienzos de este blog, sí tienen representación otras de las ciudades clásicas de esas que las fuentes antiguas atribuyen a los Vascones casos, por ejemplo, de Cara, Iluberis, Andelo o Pompelo. De hecho, este texto con el que abrimos es uno de los que más profusamente se citan cuando se habla sobre los Vascones antiguos, sobre sus límites, sobre su territorio, y, por supuesto, sobre la única de sus ciudades que hoy ocupa un lugar en la circunscripción autonómica del País Vasco, Oiasso, la actual Irún. Está tomado de la traducción que, de la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, ofrecen, en la Biblioteca Clásica Gredos reeditada por RBA en 2017, Antonio Fontán, Ana Mª Moure e Ignacio Arribas pero adaptando algunos de sus términos por nuestra parte. La descripción, junto con otro pasaje (Nat. 3, 29) en que Plinio habla de los trescientos siete mil pasos entre Tarraco y Oiasso, y, por tanto, de la tantas veces citada vía Tarraco-Oiasso -que, naturalmente, también cita, con alusión a Oiasso, Estrabón (3, 4, 10) en su conocido pasaje sobre las formas de vida de las poblaciones del norte peninsular- constituye una de las más claras noticias que sobre Oiasso, tenemos para la Antigüedad.
Pero es que, además, por aportar otro mérito indiscutible del proyecto que aquí nos ocupa y que, finalmente, pasa a tener la representación que merece en este blog, la ciudad romana de Oiasso -como recordaba hace unos años un reportaje en El País o este otro en el Diario Vasco- es un extraordinario ejemplo de cómo la ciencia arqueológica puede contribuir a derribar y cuestionar tópicos asentadísimos en el imaginario colectivo social algo que también ha sido leit-motiv de este blog en muchas de sus entradas, sobre todo las recogidas en la etiqueta "Disputationes". A propósito de Oiasso, "en menos de cincuenta años y de la nada, ha ido surgiendo toda una 'ciudad' de más de diez hectáreas de extensión que ha logrado resetear la memoria del pasado histórico de Guipúzcoa, además de construir un pasado arqueológico excepcional con el que se ha podido -entre otras cosas- dotar un museo monográfico: el museo romano Oiasso, que abrió sus puertas en el año 2006 (...) [la aparición de esa ciudad generó] incredulidad y sorpresa ante unos testimonios [arqueológicos] rotundos, entre los que sobresalían las cimentaciones de madera de los muelles perfectamente conservados y los miles de fragmentos de cerámica romana, acompañados de vidrios, suelas de calzado de cuero, semillas y un largo etcétera (...) Con el tiempo, no ha habido más remedio que aceptar la presencia romana en nuestras tierras y considerar nuevas interpretaciones antropológicas que expliquen las peculiaridades de la identidad vasca en el presente". Así lo resumía (pp. 12 y 13) la verdadera responsable de la dinamización de la investigación en Oiasso y de la inclusión de ésta en el mapa de la Arqueología hispanorromana y, también, minera y portuaria, a nivel mundial: Mertxe Urteaga. Y lo hacía en el "Prólogo" al trabajo de AMONDARAIN, M. L., La cerámica romana de Oiasso-Irún, Madrid, 2019 que recoge, además, con notable claridad, las evidencias literarias y arqueológicas básicas sobre esta ciudad que, según Ptolomeo (Geog. 2, 6, 10) era de Vascones. Es por ello que, en un blog que busca, en cierta medida, hacer Arqueología pública y transferencia del conocimiento histórico y arqueológico sobre la Antigüedad, Oiasso debería haber contado con un post desde hace décadas. Pero, como saben los lectores más asiduos, los que nos siguen desde agosto de 2008, éste es un blog escrito en primera persona y que, por tanto, sólo incluye ciudades cuyos restos arqueológicos hayamos visitado de primera mano y sobre los que nos hayamos podido documentar sirviendo nuestras reflexiones, también, de orientación para futuros viajeros. Y pudimos visitar el Museo Romano de Oiasso, quintaesencia de los restos que, gracias a los trabajos de Jaime Rodríguez Salís, Manuel Martín-Bueno y, como ya se ha dicho, Mertxe Urteaga, han ido configurando la profusa y sugerente historia arqueológica -y trama urbanística- de la Oiasso de las fuentes, hace apenas unas semanas en el marco de nuestro viaje a Paris para participar en el coloquio internacional Hommages dynastiques & honneurs familiaux: une célébration croisée, a finales del pasado mes de enero.
Al margen de la valoración del Museo -que luego se hará pero que el lector de Oppida Imperii Romani podrá hacer por sí mismo apenas se de una vuelta por la web del mismo y por sus social media, tanto su generosísimo canal de YouTube como su página en Facebook- los adjetivos que, nos parece, mejor definen la actividad arqueológica en la ciudad del Bidasoa desde mediados de los años 90 del siglo pasado son tres: investigación orgánica, abierta y ordenada. Orgánica porque, en paralelo a esa investigación, se ha ido consolidando, bajo el liderazgo de Mertxe Urteaga y con el compromiso de la Diputación Foral de Guipúzcoa, un tejido institucional básico para dar soporte a aquélla. De él son muy buenos ejemplos la Fundación Arkeolan, el boletín Arkeolan -donde se han venido publicando las intervenciones arqueológicas desarrolladas en Irún y su entorno- y la estrecha colaboración con la serie editorial Arkeoikuska: Investigación arqueológica que, creada por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco en 1983 (hoy Departamento de Cultura y Política Lingüística), también recoge un buen número de trabajos relacionados con Oiasso que, en este sentido, ha sido también un sensacional ejemplo de Arqueología urbana de carácter integral. En segundo lugar, investigación abierta, pues no sólo se han utilizado esos canales de difusión sino que iniciativas como el FICAB, el Festival Internacional de Cine Arqueológico del Bidasoa -que este año acometerá su vigésimo quinta edición-, como las exposiciones temáticas que, periódicamente, organiza -siempre con notable transversalidad- el Museo de Oiasso o como las colaboraciones de éste con los prestigiosos Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco -especialmente sugerente fue el de 2008 que contribuyó a redefinir el concepto de saltus en virtud del avance de los estudios de los metalla Oiassonis, como se explica, precisamente, en uno de los documentales del canal de vídeos del Museo, recomendabilísimo- han acercado al tejido académico pero también al social las conclusiones de la investigación científica, extraordinariamente dinámica. Y, por último, investigación ordenada. Porque, pese a lo muchísimo que se ha publicado sobre Oiasso, existen varios trabajos de alcance general que resumen adecuadamente las fuentes escritas, y arqueológicas que nos permiten conocer este importante puerto de la fachada atlántica peninsular y que, en su condición de tal, fue vía de entrada de muchos productos del comercio atlántico al interior de la Tarraconense y, por supuesto, también de salida constituyendo, además, en su urbanística, una extraordinaria fachada arquitectónica (véase Gallia, 77-1, 2020, pp. 475-488). Nos referimos, al menos, a FERNÁNDEZ OCHOA, C., y MORILLO, Á., De Brigantium a Oiasso. Una aproximación al estudio de los enclaves marítimos cantábricos en época romana, Madrid, 1994, pp. 147-152, nº G. 12 -para el que, por la fecha en que se compuso, habría que matizar su tendencia a retrasar el despegue de Oiasso que hoy sabemos que fue augústeo aunque con una gran consolidación julio-claudia y que ellos planteaban más bien flavio, a tenor de la documentación entonces disponible-; de manera muy especial URTEAGA, M., "El puerto romano de Oiasso (Irún) y la desembocadura del río Bidasoa", en FERNÁNDEZ OCHOA, C. (coord.), Gijón, puerto romano: navegación y comercio en el Cantábrico durante la antigüedad, Gijón, 2003, pp. 192-211 (aunque no está disponible en línea, parte de sus contenidos pueden verse en este dossier); y, actualizadísimas, las pp. 19-22 del trabajo de AMONDARAIN, M. L., publicado en Anejos de Archivo Español de Arqueología, anteriormente citado y enlazado. Precisamente, del segundo de esos textos extractamos una nítida síntesis (p. 196) de la urbanística de Oiasso que vertebra la documentación arqueológica y, también, el soporte de mediación y audiovisual, extraordinarios, de la colección museográfica que ganará mucho, pronto, con la incorporación de las termas de la ciudad al circuito museográfico gracias al compromiso del Ayuntamiento de Irún y a los esfuerzos del propio Museo que, en su exposición, deriva al visitante también al área funeraria de la ciuitas, en la zona de la ermita de Santa Elena, una de las necrópolis de incineración de referencia en el ámbito vascónico, y al área minera de Irugurutzeta, una de las varias que han sido objeto de exploración en los últimos años. El texto, de Mertxe Urteaga, que, además, como otros que se han enlazado o recomendado aquí, pone en valor la conexión de Oiasso con el río Bidasoa -como uia ad Oiassonem, como reza uno de los paneles que da la bienvenida al visitante al Museo- y con el Cabo Higuer, el Oiasson akrón de Ptolomeo (Geog. 2, 6, 10) que protegería el fondeadero natural que dio sentido a este importante puerto atlántico, dice así evidenciando que, efectivamente, como se dice en las primeras vitrinas del Museo, Oiasso es un yacimiento arqueológico bajo la ciudad de Irún: "A partir del año 100 [tras un gran despegue en época julio-claudia y una primera articulación en época augústea] se compone la imagen más desarrollada del asentamiento de Oiasso; el núcleo urbano ocuparía la elevación de Beraun, distribuyéndose regularmente, a juzgar por las orientaciones de los edificios reconocidos hasta el presente; una vía de tránsito llegaría desde el sudeste, sirviendo -antes de su entrada en el área urbana- de eje vertebrador de un cementerio; probablemente, la calzada cruzaría la población hasta el extremo de la colina, enlazando con el área portuaria".
Entrando en la valoración de la museografía del Museo Romano de Oiasso, un primer elemento nos parece acertadísimo, el storytelling que se hace -de forma más o menos implícitaen algunas ocasiones, explícita en otras- a partir de la documentación epigráfica poniendo, por tanto, en el centro del relato, las fuentes escritas algo que se percibe en la hermosa recreación de la parte hispana, perdida, de la tabula Peutingeriana que preside la galería ubicada sobre la entrada al Museo y que corona, también, este post como elemento original del centro que aquí valoramos. En primer lugar, apenas arranca el recorrido por la colección permanente, se presenta, como pórtico a la aproximación que se hace a la población prerromana de la zona, la estela de Andrearriaga (HAE 2464) -encontrada a mediados del siglo XX en el límite entre Oyarzun, que por homofonía se interpretó erróneamente, durante siglos, como la antigua Oiasso, e Irún-, cuyo original se conserva en el Museo San Telmo de San Sebastián, y en la que -con fotografía sobre estas líneas junto al dibujo de la editio princeps de la pieza por Ignacio Barandiarán en Caesaraugusta, 31-32, 1968, pp. 200-209, nº I- aparece el cognomen Beltesonis, netamente vascónico junto a una representación heroizada del difunto a caballo, como es bastante habitual -y lo hemos visto recientemente en nuestra sistematización de la estatuaria romana en territorio vascón para el último volumen del Corpus signorum Imperii Romani- en la zona. Ya en la segunda planta, al poner en valor el tránsito entre la Edad del Hierro II y la época imperial romana, uno de los audiovisuales del Museo -que hoy puede parecer anticuado pero que cuando se instaló era absolutamente pionero-, convierte en protagonista de una primera aproximación a la urbanística de Oiasso al liberto Caius Iulius Niger que, de hecho, hace de guía al visitante, y a quienes le acompañan en una de las barcazas que se aproxima al puerto, por la ciudad romana. Se trata éste de un personaje documentado en un titulus de la vecina Guéthary, en las Landas francesas (AE 1994, 1211=2006, 810), y que, en colaboración con Jean-Luc Tobie y Maurice Chansac, publicase in extenso Robert Etienne en Aquitania, 22, 2006. Por su singularidad ofrecemos imagen, también, de la inscripción sobre estas líneas. A juzgar por la cronología de la fábrica de la caetaria romana, una fábrica de salazones, en que la inscripción fue hallada, en funcionamiento entre el 15 y el 60 d. C., se ha imaginado para Niger un trabajo como mercator llevando al audiovisual justamente la interpretación que sus descubridores hicieron de su carrera. Es él, como se dijo quien, en su viaje hacia Oiasso, va presentando los atractivos de la urbanística local en una época que, para la que, como escribe Mertxe Urteaga en el balance de 2003 al que estábamos aludiendo más arriba, "se asiste a un aumento progresivo de los registros arqueológicos" (p. 194) que demuestra una clara intensificación, entonces, de la vida urbana. Aunque no son ambas las únicas alusiones epigráficas -que tanto nos interesan en Oppida Imperii Romani y que nutren incluso una etiqueta específica del blog- pues también se exponen dos de los ladrillos -en el centro de la vitrina que se fotografía más abajo- sellados por el gobernador de la Tarraconense hacia el 14 d. C., Marcus Aemilius Lepidus (AE 2010, 717a, 717b1, b2, b3 y 717c: Pallas, 82, 2010, en estudio de Isabel Rodá y la propia Mertxe Urteaga), sí nos parece que las dos ilustran muy bien el esfuerzo por una investigación abierta, convertida en conocimiento e, incluso, en relato, que ponderábamos más arriba tan positivamente como una de las señas de identidad del proyecto arqueológico, y social, desarrollado en Oiasso.