COVID OR NOT COVID



"Archaeology is sexy" decía cierta campaña viral de hace algunos años. Y, efectivamente, uno de los ámbitos en que mejor se percibe el "appeal" de la Antigüedad y de la Arqueología -como se le ha llamado con acierto en un libro imprescindible, en el que nos detuvimos ya hace algún tiempo, en Oppida Imperii Romani- es en su recurrente presencia en los medios. Estos largos meses de confinamiento impuestos en medio mundo por la crisis del Covid-19 lo han vuelto a demostrar. Ante la avidez de contenidos culturales por parte de los lectores la prensa española nos ha sorprendido con sugerentes reportajes relacionados con la Antigüedad y abordando desde interesantes comparativas pasado/presente -como éste de El País, sobre fake news en la Antigüedad-, a recomendaciones para el ejercicio físico en torno al patrimonio arqueológico en las primeras semanas del desconfinamiento -como éste de La Razón, sobre calzadas romanas- y, también -motivo de este nuevo post de la serie Disputationes de nuestro blog- con diversos reportajes sobre el estado actual de la Arqueología ante la crisis sanitaria y la crisis económica y social de ella derivadas. 

Hasta donde hemos podido seguir, esos balances sobre la situación de la Arqueología se han publicado, al menos, en El MundoLa Razón y en El País -con carácter más global- y, también, a escala local, en Heraldo de Aragón habiéndose viralizado todos, notablemente, a través de las redes sociales, tan activas y útiles en estas últimas semanas. El común denominador de todos ellos -marcados por un notable pesimismo que, es cierto, algunos preferirán llamar realismo- es uno: el Covid-19 se lleva por delante la investigación arqueológica estival pero, también, sume al sector en una crisis de consecuencias irreparables, según parecen recordar todos ellos. En este post de Oppida Imperii Romani -y con nuestro trabajo en Los Bañales, en la XII Campaña de Excavaciones Arqueológicas, ya en marcha gracias a una diligente colaboración de la Dirección General de Patrimonio Cultural de Aragón- queremos reflexionar sobre el contenido de esos reportajes y sobre esa -aparentemente irreparable y nueva- crisis de la investigación arqueológica. 

Una primera reflexión tiene que ver con la oportunidad. Sin entrar en la Arqueología profesional -de la que el diagnóstico que hacía el Colegio de Arqueólogos de la Comunidad de Madrid resulta decisivo, determinado y clarísimo y del que, esencialmente, se ha hecho eco, con muchos datos, el reportaje de El Mundo- y centrándonos en la Arqueología de investigación, al margen del ya citado atractivo social de la Arqueología, ¿realmente los problemas que ahora se señalan para el sector guardan estricta relación con la pandemia que nos ha afectado en estos últimos meses?, ¿o estamos más bien ante problemas endémicos que, sencillamente, ahora adquieren más virulencia ante los desalentadores datos de las previsiones económicas más pesimistas? ¿Es realmente el Covid-19 el punto final de la investigación arqueológica en este verano y en los venideros?, ¿o hay en estas reflexiones un cierto afán de justificación de la falta de inacción que ha caracterizado, en muchos sectores, la investigación arqueológica de los últimos quince años y, por supuesto, de la falta de acompañamiento, ordenado y estratégico, proactivo, y con vocación de servicio de gran parte de las administraciones públicas, lamentablemente forzadas a cerrar a cal y canto durante estos meses, bajo el pretexto de un ya demasiado prolongado estado de alarma?

Dejemos hablar a los reportajes, en boca de aquéllos a los que sus autores consultaron. En ellos se habla de "falta de subvenciones", se alega que "no tendrán presupuesto los ayuntamientos o las Juntas correspondientes", se recuerda que "habrá menos dinero" para la Arqueología y se sostienen quejas diversas del tipo "la financiación de las campañas se hace únicamente desde el sector académico y es muy limitado", "este año habrá que dedicar la campaña a otras cosas", "tenemos dinero de un par de proyectos pero no hay manera de justificar el pago del alojamiento para los alumnos", etcétera. Sin entrar en la autoría de esos comentarios -todos nacidos de apreciados y aun admirados colegas-, ¿son realmente estas cuestiones consecuencia de la crisis sanitaria? ¿no se arrastra esta situación desde, al menos, la crisis de 2008? ¿Qué han hecho las administraciones públicas en estos años para, en régimen de concurrencia competitiva y valorando resultados, calidad e impacto de la investigación, a partir, por tanto, de resultados obtenidos y justificados, financiar proyectos arqueológicos? Y, más aun, ¿qué hemos hecho los investigadores para paliar esa ocasionalmente desesperante inacción de las administraciones competentes en materia de investigación, difusión y protección del patrimonio arqueológico?

Es evidente que estos meses de confinamiento han hecho imposible la continuidad de muchos proyectos arqueológicos incluso de aquellos exigidos por ley al estar relacionados con proyectos de naturaleza inmobiliaria o de obras públicas y, por tanto, más vinculados a la Arqueología profesional, de empresa, siempre en manos de unos profesionales dotados de una capacidad de sacrificio admirable. Sin embargo, en materia de investigación arqueológica, hace años -y algo de eso ya se trajo a la sección de este blog en que se ubica esta reflexión- que está claro que los proyectos arqueológicos deben avanzar hacia una sostenibilidad que no los haga depender, exclusivamente, de los fondos públicos y que, cuando esto sea así, sean esos poderes públicos los primeros que entiendan que la rentabilidad del patrimonio arqueológico nace de su adecuada investigación pero, también, de su adecuada transferencia que, muchas veces, exige muchísima más dedicación que la investigación propiamente dicha. Sólo de ese modo, con actuaciones arqueológicas de carácter integral, se conseguirá, el deseo que algún colega expone con acierto en alguno de los reportajes arriba enlazados: "las Administraciones deberían mirar hacia la Arqueología como motor de desarrollo. Se tienen que poner en valor los yacimientos y el patrimonio histórico. Es una inversión que crea empleos y genera riqueza", "se nos tiene como un sector no digno de recibir ayudas" (esencial la consulta del modo cómo incide en esta idea, en esta entrevista en Hoy, Carlos Caballero, Coordinador de la Plataforma Estatal de Profesionales de la Arqueología y también de las sagaces reflexiones, de lo mejor leído en esta crisis, que hace Héctor Uroz, arqueólogo del proyecto arqueológico de Libisosa, en Lezuza, Albacete, en La Opinión de Murcia). Desde luego, la ausencia de fondos para investigación no es una consecuencia de la epidemia aunque, efectivamente, ahora volvamos a un escenario en que erróneamente se considerará al patrimonio -al que ya ni nuestro Presidente del Gobierno invoca cuando enumera, en sus constantes comparecencias públicas, los principales atractivos de nuestro país para el turismo internacional- como algo prescindible que, ni siquiera, se considera cultura. Esa carencia de fondos parte de una demasiado prolongada inacción de muchos de quienes gestionamos proyectos de investigación arqueológica para quienes, desde luego, es mucho más fácil esperar la subvención de turno que realizar campañas de comunicación para obtener desde ayudas externas que van desde el micromecenazgo hasta la participación de empresas en la financiación de proyectos arqueológicos en ejercicio de su responsabilidad social corporativa o que nacen de la generación, por parte de los propios proyectos, de sus propios recursos, al menos para hacer frente al gasto corriente derivado de los propios proyectos. Es más sencillo esperar que anticiparse y, seguramente, es también más sencillo quejarse que trabajar para evitar depender de una única opción de financiación haciéndolo, además, de aquélla que, por razones lógicas, resulta más inestable, como es la financiación pública que, obviamente, ahora sí podrá decir, y con razón, que tiene otras necesidades. Que se nos vea como un sector atractivo, "un sector digno de recibir ayudas", que se pueda decir hoy que "España no valora el patrimonio cultural" y que "cada vez que sobreviene una crisis la primera damnificada es la ciencia" es algo que no tiene nada que ver con el coronavirus y sí con nuestra falta de pasión y de originalidad, de generosidad y de compromiso para hacer de la investigación arqueológica una aventura apasionante que irradie valor -económico, social, identitario, académico, formativo- y que, por tanto, sea susceptible de ser financiada por más recursos que los que -cada vez con menos empeño- pueden dedicar las administraciones públicas. En algunos de los enlaces -los marcados en rojo- hemos dejado algunas experiencias e ideas, publicadas en estos últimos años, que, al menos, confiamos resulten inspiradoras.

Una vez que, nos parece claro, muchos de los problemas aducidos en los reportajes analizados poco tienen que ver con la crisis sanitaria actual, volvamos ahora a aquellas declaraciones de los distintos reportajes en que se aborda la situación creada por la emergencia sanitaria en relación, directa, con las campañas de excavación estival que, como es sabido, constituyen una extraordinaria herramienta en materia de Arqueología de investigación.  "Vivimos (durante las excavaciones) en espacios reducidos y no se podrán aplicar las medidas sanitarias", "tendremos que hacer algo modesto y con menos gente, lo que retrasará los avances", "por responsabilidad lo lógico es que no excavemos". ¿Realmente es imposible excavar este verano? ¿somos irresponsables quienes, con la debida prudencia y con sentido común, lo hagamos? ¿desde cuando los resultados de una excavación arqueológica se miden en los avances en el tiempo? ¿no es cualquier hallazgo, por pequeño que sea, una fuente histórica y no son la paciencia, y la lentitud, los mejores aliados de la Arqueología de investigación?

Ya hemos visto que parte de las excusas anteriores esconden la necesidad de generosidad, originalidad, proactividad y compromiso que, desde hace años, necesita como competencias básicas cualquiera que quiera trabajar al frente de un proyecto de investigación arqueológica que quiera resultar sostenible y no depender, o al menos no depender exclusivamente, de los recursos públicos. Para hacer frente a las circunstancias impuestas por la normalidad a la que ahora deberemos enfrentarnos existe otra solución, a nuestro juicio aunque, lógicamente, ésta no puede improvisarse: creación de equipos y confiabilidad. En los últimos años, desde determinados ambientes, se ha criticado que en la excavación arqueológica de Los Bañales un alto porcentaje de los estudiantes participantes hayan sido, en los últimos seis años, alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra y, en particular, de su Diploma en Arqueología, como si no fuera lo habitual que las excavaciones arqueológicas resulten también espacios para la formación de los estudiantes, y futuros doctorandos, de sus directores científicos, en muchas ocasiones docentes universitarios. Pues bien, ese aspecto, tan criticado por absurdos complejos regionalistas se convierte ahora en la clave, en el mejor aliado, para afrontar una situación que, es cierto, nos obligará a trabajar con grupos más pequeños pero, precisamente, esos grupos podrán estar constituidos por alumnos confiables, por estudiantes conocidos cuyos hábitos conocemos y que, además, despiertan confianza y dan seguridad. Es cierto que las nuevas circunstancias exigirán prudencia pero, si una excavación arqueológica se ha convertido, durante años, en un espacio de formación y de fomento de las vocaciones científicas e investigadoras -el número de estudiantes de doctorado que ha generado, no sólo para la Antigüedad, la excavación de Los Bañales, aun nos sobrecoge a quienes la sacamos adelante- es más fácil, en estas circunstancias, constituir equipos seguros, de emergencia, para poder mantener la excavación activa, cumplir con la inversión que ha realizado, en nuestro caso, la Comarca de Cinco Villas y, en definitiva, devolver a ese mismo territorio la apuesta que hace por su patrimonio arqueológico contribuyendo, también, con el conocimiento generado por la campaña, a seguir motivando la atracción de millares de visitantes, cuando sea posible, y a lo largo de todo el año, al yacimiento.

Tras leer esto, sólo falta, como estamos haciendo últimamente en estos posts de la categoría Covid-19 de Oppida Imperii Romani, que sea el lector quien se plantee de nuevo la pregunta y la responda, quizás en los comentarios inferiores: crisis en la Arqueología, ¿Covid or not Covid?


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