MVNICIPES ET INCOLAE

 


[Fotografías de la nueva inscripción honorífica dada a conocer en estos últimos días y procedente de Marchena, Sevilla. Las fotografías son de Sergio García-Dils, a quien agradecemos su cesión]

Quien escribe estas líneas todavía recuerda la primera separata de una publicación científica que un colega le regaló. Corría el año 1996 y nos encontrábamos iniciando, prácticamente, nuestra Tesis de Doctorado en la Universidad de Zaragoza, en el entonces reputado y puntero Departamento de Ciencias de la Antigüedad. Nuestro maestro, Francisco Beltrán Lloris, nos obsequió con un ejemplar, en papel y tapas duras -como eran entonces las separatas antes de que quedasen sustituidas por el formato digital, más frío aunque, quizás, también más útil-, de un artículo que él acababa de publicar en la ya entonces prestigiosa revista Archivo Español de Arqueología. El artículo, disponible en red, se titulaba "Una liberalidad en La Puebla de Híjar y la localización del municipium Osicerda". Para nosotros, que iniciábamos entonces nuestros trabajos en torno al fenómeno de la munificencia pública en la circunscripción de Lusitania -que luego darían lugar a una monografía (Zaragoza, 2004) y a varias síntesis, como la que publicamos en Conimbriga, 38, 1999-, las notas a pie de página del trabajo de Beltrán (pp. 290-291, notas 12-16) nos resultaron de notable utilidad pues recogían parte de la bibliografía básica sobre ese fenómeno tan netamente romano y en boga en los estudios sobre Historia Antigua Peninsular al menos desde el primer capítulo de sus testimonios realizado por Julio Mangas (Hispania Antiqua, 1, 1971, pp. 105-146) y, sobre todo por el libro El mecenazgo cívico en la Bética, que acababa de publicar (Córdoba, 1994), Enrique Melchor. En el estudio, por otra parte, se presentaba la parte final de un pedestal, seguramente honorífico, que, por la fórmula de cierre [---in]colis Osicer[densibus] -"para los domiciliados Osicerdenses"- permitía pensar en que celebraba alguna suerte de reparto o de distribución -sobre este género de acto de liberalidad pública puede verse, por ejemplo, este clásico trabajo de, precisamente, Enrique Melchor (Florentia Iliberritana, 3, 1992)- en el contexto del municipium Osicerda, del conuentus Caesaraugustanus. El pedestal (AE 1996, 904) permitía, claramente, aportar indicios a favor de la localización en la hermosa localidad turolense de La Puebla de Híjar de ese todavía ignoto municipium Osicerda asunto sobre el que, de hecho, Francisco Beltrán volvería en fechas posteriores (Palaeohispanica, 4, 2004). En estos días, un sugerente hallazgo epigráfico que se ha producido en fechas recientes -concretamente en mayo de 2021, si bien acaba de ver la luz- en la localidad sevillana de Marchena nos ha hecho recordar el valor de esa expresión latina que alude a una parte concreta de la población residente en un municipio romano, los incolae aquéllos que no tienen la patria municipal -pues esos son los municipes- y son, por tanto, extranjeros, pero que sí están avecindados, domiciliados, en la comunidad y a los que, por tanto, afecta -con anotaciones también específicas- gran parte de la legislación local. 

Se trata, en esta ocasión, también, de parte de un pedestal descubierto reutilizado en la ermita de Santa Eulalia de Marchena, localidad que ya había ofrecido un catálogo de cerca de dos decenas de tituli romanos, todos del máximo interés. Las características de la inscripción, el modo cómo -desde un punto de vista científico pero también desde el social y mediático- se ha gestionado la información que aporta por parte de sus dos descubridores y editores principes, los excelentes epigrafistas Sergio García-Dils, de la UNED de Sevilla, y Salvador Ordoñez, de la Universidad de Sevilla -usuales editores de las siempre interesantísimas novedades de la colonia Astigi- han hecho que, en línea con otras entradas de la categoría Epigraphica de este blog -que hemos usado para destacar la capacidad informativa y documental de la investigación en Epigrafía Romana, algunas, de hecho, relativas a hallazgos béticos como el que se produjo en Cártama hace algunos años: "Loquuntur saxa"- dediquemos una nueva entrada de esta serie a esta singular inscripción y, especialmente, como se ha dicho, al ejemplar modo cómo sus descubridores y editores han gestionado y socializado la información aportada por el nuevo documento. Un modo que nos ha parecido absolutamente ejemplar y que resulta paradigmático respecto de los caminos que, en adelante, deberá seguir la Epigrafía Romana en materia no sólo de investigación sino, también, de transferencia, actividad ésta que, nos parece, no debe nunca descuidarse en Ciencias de la Antigüedad por más que muchos de nuestros colegas la infravaloren cada día.

Como hemos anotado más arriba -y puede verse en ORDOÑEZ, S., y GARCÍA-DILS, S., "786. Pedestal en homenaje a un sacerdote y magistrado local procedente del entorno de Marchena (Sevilla)", Ficheiro Epigráfico, 223, 2021, pp. 8-14- la pieza -pese a su reutilización en la iglesia del arruinado convento franciscano de Santa Eulalia, al sur de Marchena, y pese a las dificultades que, para su autopsia, esa circunstancia ha presentado a sus editores- ofrece un extraordinario porte con algo más de un metro de altura y más de medio metro de anchura y de profundidad tratándose, por tanto, como también prueba su texto, de un pedestal honorífico de naturaleza eminentemente pública probada también por el ductus y por las dimensiones de las letras, próximas a los 5 cm. Las fotos que coronan esta entrada -gentilmente ofrecidas por los autores de la publicación citada al comienzo de este párrafo- permiten corroborar que, efectivamente, se trata de una dedicación por parte de los muni[ci]p(es) et incol(ae) a un tal M. Cornelius Faustus del que, además, se mencionan sus relevantes cargos como augur municipal y como quattuoruir, dos importantes puestos del cursus honorum municipal (para la gramática de las inscripciones honoríficas, como ésta, puede verse un post anterior de esta misma serie: "Tituli hic"; sobre el augurado en Hispania debe verse el trabajo de José A. Delgado en Hispania Antiqua, 24, 2000, pp. 65-38 y sobre los quattuoruiri municipales el de Enrique Melchor en Rivista Storica dell'Antichità, 43, 2013, pp. 133-152). El interés de la pieza es, por tanto, notable y, como anotábamos más arriba, constituye un buen ejemplo de lo que la Epigrafía puede aportar a nuestro conocimiento de la Historia Antigua de la Península Ibérica y, en concreto, a la caracterización de su vida urbana desde dimensiones muy variadas (puede resultar útil, de nuevo, al lector de Oppida Imperii Romani revisar esta reflexión nuestra sobre el por qué de estudiar la Epigrafía Latina). Por un lado, como señalan sus editores (pp. 12-13) el nuevo documento habilita a confirmar la presencia en el lugar -o en sus inmediaciones- de la sede de un municipio romano seguramente de filiación augústea dada la adscripción a la Galeria tribus de M. Cornelius Faustus, tribus que, por otra parte, ya estaba atestiguada en el lugar (HEp1, 574 además de AE 1984, 512, sobre la que luego volvemos); además, viene a completar un notable repertorio epigráfico, el de Marchena, aportando, por segunda vez -tras otra inscripción que, además, fue vista de antiguo en la misma localización en que se ha hallado este nuevo titulus (CIL II, 1401) y que puede verse en uno de los enlaces que ofrecemos más abajo- un documento de naturaleza honorífica que se une a los varios funerarios ya conocidos (CIL II, 1393-1395; 1396-1398 o 1402) y a un par de documentos de carácter votivo (CIL II, 1391 y AE 1984, 512) el segundo de ellos, de hecho, testimonio también de la municipalidad del lugar al tratarse de una dedicación al Genius municipii

Pero, al margen de las virtualidades históricas del nuevo documento, este hallazgo ha puesto sobre la mesa el que, nos parece, puede y debe ser el modus operandi adecuado a la investigación en Epigrafía Romana especialmente ante hallazgos de esta entidad. Nosotros lo ensayamos en parte cuando tuvimos la fortuna de encontrar un pedestal dedicado a Tiberio en el foro de Los Bañales (AE 2015, 656) y baste, para ello, darse una vuelta por algunos vídeos del canal de YouTube del proyecto. Así, y como ya vimos en un post anterior de este blog, la elección, por parte de los editores, de la revista de la Universidade de Coimbra Ficheiro Epigráfico como órgano a través del cuál dar noticia de la nueva inscripción ha facilitado que -dado el carácter digital de este noticiario epigráfico y su extraordinaria difusión- la pieza figure ya, por ejemplo, en el Epigraphische Datenbank Clauss Slaby, la gran base de datos de inscripciones romanas que, auspiciada por la Universität Zurich y por la Katholische Universität Eichstätt de Ingölsdtadt, es, probablemente, la que más consultas diarias recibe por parte de epigrafistas y estudiosos de todo el mundo. Antes, por tanto, de su inclusión en los anuarios del tipo L'Année Épigraphique o Hispania Epigraphica, la pieza ya puede ser considerada por cualquier investigador interesado en la prosopografía municipal hispanorromana o en la vida municipal en la Baetica hispana. Pero, gracias al esfuerzo de los dos investigadores responsables de su hallazgo y publicación, sobre la inscripción se han publicado en estos últimos días muy documentadas noticias en El País -que, con ese sensacionalismo que tantas veces acompaña a las noticias sobre Arqueología y que convendría moderar, ha calificado el nuevo documento como "la piedra Rosetta de Marchena"-, en La Razón -que lleva al titular la contribución del nuevo pedestal a ubicar una nueva ciudad hispanorromana en Marchena-, en la edición digital -y en papel (que se recoge en la parte inferior)- andaluza de ABC, e, incluso, con excelente vídeo que permite ver la nueva inscripción y el lugar concreto en que ha aparecido -e imaginar las dificultades de los editores para su adecuada autopsia-, en La Sexta. El siempre recomendable portal de noticias sobre Antigüedad Terrae Antiquae, además, le dedicó atención hace algunos días y aportó, además, como material complementario, una deliciosa entrevista a Sergio García-Dils, de media hora de duración, realizada por el canal de YouTube de la videorevista Saber Más Marchena, en la que el experto epigrafista desvela contenidos que trascienden a la propia inscripción y que constituyen, de hecho, una sensacional clase sobre Epigrafía Romana, sobre vida municipal, sobre las singularidades del hábito y la cultura epigráficas de la Bética romana y sobre el texto que la inscripción aporta y, también, aquéllas cuestiones que prefiere mantener ocultas. Imprescindible. Dado el extraordinario rigor de las informaciones que se han enlazado en estas últimas líneas, podemos imaginarnos el esfuerzo y las horas de trabajo que habrán dedicado los dos editores de la inscripción a atender a los medios y a explicarles, pacientemente, todo lo relativo a este sensacional documento. Una labor que no cuenta para el curriculum académico pero que, precisamente por eso, hemos siempre de valorar y de agradecer (de ese tema hablábamos en una entrada muy reciente de la categoría Instrumenta, en esta misma sede).

Varias de las noticias aquí enlazadas aluden a la movilización de las autoridades y vecinos de Marchena para la incentivación de la investigación en este lugar y para aprovechar este nuevo hallazgo para recuperar el complejo de Santa Eulalia que, de hecho, amenaza ruina desde hace décadas. Mucho se ha hablado en este blog -especialmente en la sección Disputationes- del interés que tiene siempre la transferencia de resultados en investigación arqueológica como medio para generar identidades y una cierta identificación -casi una "catarsis"- con los espacios arqueológicos sobre los que se realizan las investigaciones lo que, a la postre, garantiza que también las instituciones locales y regionales se comprometan con los proyectos en tanto que éstas representan, o deben representar, a la sociedad civil. Como se ha dicho, la transferencia exige, siempre, mucha dedicación por parte de los investigadores y, desde luego, cuando está bien hecha -como dan prueba los reportajes arriba enlazados y la calidad de los contenidos que transmiten- ello transparenta, de modo claro, el esfuerzo de quienes la motivan, lideran y hacen posible. Pero, ese esfuerzo -muchas veces titánico- siempre vale la pena, siempre compensa, en parte porque permite que la sociedad conozca cómo es el trabajo del historiador de la Antigüedad y, en este caso, del epigrafista y perciba nuestra profesión como algo no sólo apasionante sino,  también, útil. Nosotros lo hemos experimentado sobradamente en estos últimos años tanto en Los Bañales de Uncastillo como en Santa Criz de Eslava aunque no hayan faltado las incomprensiones. La buena praxis de los dos investigadores andaluces protagonistas de este hallazgo y la calidad del documento que nos han regalado auguran, sin duda, alguna suerte de dinamización -más que deseable- de la investigación -ojalá que, también, con trabajo arqueológico de campo- sobre una ciudad, un municipio más -acaso Carula- del ramillete de comunidades privilegiadas que salpicó, con notable generosidad, las tierras del conuentus Hispalensis en el Alto Imperio Romano. 

La ciencia epigráfica que se hace en España sigue, por tanto, aportando notables alegrías y demostrando, una vez más, que es una de las disciplinas que mejor subraya que, como escribió Fergus Millar ("Epigraphy", en CRAWDFORD, M. (ed.), Sources for Ancient History, Cambridge, 1987, pp. 80-137, p. 136), nuestro conocimiento del mundo antiguo jamás, con fuentes como éstas, resultará estático.



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