[Conocido sarcófago romano del siglo III d. C, con escena de guerra -el conocido como "sarcófago Ludovisi"- conservado en el sensacional Museo Nazionale Romano, en Roma]
Quien escribe este blog se incorporó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra como Profesor Titular de Historia Antigua en septiembre del año 2014. Uno de los primeros recuerdos que atesoramos de aquellos primeros días -que constituyeron el arranque de nuestro primer curso académico en Navarra- coinciden con la visita de SSMM los Reyes de España a la Universidad para inaugurar el Museo de la Universidad de Navarra el proyecto que, aquel mes de enero de 2015, transcurrido ya nuestro primer semestre en el Campus de Pamplona de dicha Universidad, echaba a andar casi a la vez que nuestro Club de Arqueología que ha devenido en un exitoso Diploma en Arqueología.
En estos ocho años, el Museo de la Universidad de Navarra -como se pretendía- se ha convertido en un auténtico dinamizador de la vida cultural no sólo del Campus sino de toda la ciudad de Pamplona y su programación de artes visuales y escénicas es seguida con extraordinario interés por gente de dentro y de fuera de Navarra. La conexión, además, entre la vida académica del Campus -y las actividades docentes que en él se despliegan- y los recursos que ofrece el propio Museo como auténtico "museo universitario", va creciendo con cada curso académico y aquello que en 2015 nos parecía un "añadido" a la vida cultural que, desde su fundación, ha desplegado la Universidad se ha convertido hoy en un espacio totalmente interconectado con el quehacer de quienes trabajamos en la citada Universidad.
Hace ya algunos meses que la directora de programas del Museo, Nieves Acedo, pidió nuestra colaboración para mantener, en este mes de mayo, un encuentro con un artista que, aunque en aquél primer contacto nos pareció desconocido, fue acreedor, el pasado 2018, del Premio Nacional de Danza: Antonio Ruz, un apasionado cordobés de 45 años. La razón era sencilla, este bailarín, director de su propia compañía de danza, estaba preparando una ambiciosa y sugerente adaptación de Farsalia, el célebre poema épico -singular, en cualquier caso, y de tintes historiográficos (ArtCultura: Revista de História, Cultura e Arte, 21, 2019, pp. 59-72 o The American Journal of Philology, 66-4, 1995, pp. 352-372)- del, también "cordobés" -como él-, M. Anneo Lucano, adaptación que proyecta estrenar en el Museo de la Universidad de Navarra -estreno al que seguirán una serie de representaciones previstas por distintos teatros y auditorios españoles- el próximo mes de octubre. A la reunión, en la que Antonio Ruz quería contar con el asesoramiento para su proyecto escénico de varios académicos, fuimos citados quien escribe estas líneas, como titular de Historia Antigua, el Catedrático de Filología Latina Álvaro Sánchez-Ostiz y Daniel Doyle, experto en estoicismo y colaborador del Departamento de Filosofía de nuestra Facultad. En el diálogo con el artista, que se extendió durante varias gratísimas y enriquecedoras horas en ese ambiente distendido e inspirado que el Museo de la Universidad de Navarra sabe crear, se habló mucho de los acontecimientos que inspiran la Farsalia -la guerra civil entre César y Pompeyo que marcó la década de los 40 del siglo I a. C., que precipitó el desenlace final de la República romana y en el que se enmarcó esa batalla, la de Farsalia, en la que César pronunció su célebre uini, uidi, uinci- y, también, del contexto -las conspiraciones contra Nerón y, en concreto, la de Pisón- en que Lucano la compuso. También se repasó la entidad de la obra desde un punto de vista literario y el lugar que ocupa en la épica romana. Y es que el poema épico inacabado que es la Farsalia -compuesto de diez libros- es, a juicio de toda la crítica (véase, por ejemplo, además de lo ya enlazado con anterioridad la valoración que de ella se hace en Britannica) una interpretación extraordinariamente singular de la épica romana que, además, debió alcanzar un notable éxito en su tiempo y que sigue provocando sensaciones encontradas en el espectador transcurridos ya veinte siglos de su composición (véase LEIGH, M., Lucan: spectacle and engagement, Oxford, 1997). Es posible, sin duda, que en ese éxito tengan algo que ver -como lo tuvieron en su día- algunos guiños violentos y hasta necrománticos y una cruda descripción de la guera y de la violencia que es, prácticamente, gore, con abundantes concesiones a la violencia (SPENTZOU, E., "Violence and Allienation in Lucan's Pharsalia. The case of Caesar", en GALE, M. R., y SCOURFIELD, J. H. D. (eds.), Texts and violence in the Roman World, Cambridge, 2018, pp. 246-268), concesones que, de hecho, el lector podrá juzgar en algunos de los pasajes aquí recogidos y que vuelven a traer a escena la innegable crueldad del mundo romano (ver este sugerente hilo, de Alejandro Rodríguez de la Peña, de la Universidad San Pablo CEU, aquí-
El poder evocador de una obra como ésta -de 8000 versos compuestos a mediados de la década de los 60 del siglo I d. C.- como quedó claro en la conversación que mantuvimos -y que inspira este post- se ha acentuado, si cabe, con la irrupción de la guerra en nuestro cotidiano colectivo a través del estallido del conflicto en Ucrania que no es la primera vez que ocupa espacio en este blog señal de que ésta se está alargando más de lo que debiera, de lo que sería deseable. El lector fiel de Oppida Imperii Romani recordará que ya hace algunos meses, con Tucídides como protagonista, destilamos lo que de actual tenía el pensamiento griego sobre los conflictos civiles. Nos pareció que también la Farsalia de Lucano, que realiza una excelente condena de la irracionalidad de la guerra, podía aportar elementos al propósito que, desde la irrupción del Covid-19, ha alumbrado parte de la filosofía de Oppida Imperii Romani: demostrar la perennidad -¡en tantos temas!- del legado del mundo romano, ésa que, de hecho, inspiró un visitadísimo post de hace apenas sólo un año. Y la filosofía de esta entrada conecta con muchas de las que, en la etiqueta Disputationes, se han alineado en torno a esta misma misión: dejar que hablen los textos clásicos y que estos demuestren que siguen siendo válidos porque, en ocasiones, el género humano se empeña en repetir errores del pasado. Dejemos, pues, que hablen los versos de Lucano a continuación y reflexionemos y pensemos, con ellos, sobre el sentido de la guerra, hace veintiún siglos y también ahora, en estos últimos meses (la traducción de la Farsalia que se ha seguido es la de Sebastián Mariner para la Biblioteca Clásica Gredos -Madrid, 1984, disponible a través de Internet Archive- mientras los textos latinos originales pueden consultarse -pues aparecen enlazados en el locus de inicio de cada párrafo- a partir, al menos, de la edición digital de The Latin Library).
[1.] La irracionalidad de las guerras civiles y el desolador panorama de sus crímenes
[I, 1-9] "Guerras más que civiles (bella plusquam ciuilia) cantamos, libradas en las llanuras de Ematia, y el crimen investido de legalidad (iusque datum sceleri) y un pueblo poderoso que, con su diestra vencedora, se revolvió contra sus propias entrañas (populumque potentem in sua conuersum); la lucha entre formaciones de la misma sangre y, rota la alianza para la tiranía, el enfrentamiento, con intervención de todos los efectivos del universo trastornado, para abocar a un delito que afectó por igual a ambos bandos (totis concussi uiribus orbis); enseñas alineadas frente a enseñas iguales y hostiles, idénticas águilas frente a frente y picas amenazando a idénticas picas. ¿Qué locura (furor), ciudadanos, qué desenfrenado abuso de las armas (licentia ferri) es ése de ofrecer la sangre latina a pueblos odiados?".
[II, 140-160, el relato de Lucano recuerda tristemenet, especialmente en su parte final, a las imágenes que, en estas últimas semanas, han sobrecogido al mundo procedentes de las fosas de Mariúpol] "Lo poco que quedaba de sangre a la Ciudad, él lo agotó; y, al cortar los miembros grangrenados ya en exceso, el remedio traspasó la medida y en el punto al que le orientaba la infección se le fue la mano más de la cuenta. Murieron los culpables (periere nocentes), pero cuando ya los únicos que podían seguir con vida eran los culpables. Diose entonces vía libre a los odios (data libertas odiis) y, desatada de los frenos legales, irrumpió la ira (ira ruit). No se otorgaban a uno sólo todas las iniciativas, sino que cada cual cometió delitos por su cuenta: el vencedor había impartido sus órdenes de una vez por todas. Un hierro nefando hundió el esclavo en las entrañas de su dueño, los hijos se empaparon de sangre paterna, llegó a haber contienda sobre a quién correspondería cercenar el cuello de un padre, murieron hermanos por la recompensa otorgada por ello a sus hermanos (in fratrum ceciderunt praemia fratres). Los sepulcros se llenaron de fugitivos, se mezclaron los cuerpos vivos con los enterrados y los escondrijos de las fieras no tuvieron cabida suficiente para un pueblo en masa. Uno quebró su cuello y estranguló su garganta con un lazo; otro, arrojándose de cabeza con todo su peso, se estrelló al chocar contra el duro suelo, y hurtaron sus muertes al sanguinario vencedor; otro eleva en persona el rimero de leños de su propia pira, salta al medio de las llamas antes de haber derramado toda su sangre y, cuando aún puede hacerlo, penetra en el fuego. Las cabezas de los jefes fueron paseadas en una pica a través de la ciudad sobrecogida y apiladas en medio del foro: allí es donde pueden reconocerse todos los que yacen por doquier (cognoscitur illic quidquid ubique iacet)".
[2.] De la paz a la guerra: la condición humana
[I, 160-180, el texto es, además, un buen diagnóstico de la situación de Roma tras su expansión mediterránea en el contexto, ya, de la crisis republicana] "En efecto, cuando, con el sometimiento del mundo, la Fortuna acarreó riquezas excesivas y las costumbres se rindieron ante la prosperidad (rebus mores cessere secundis), y el botín y el pillaje sobre el enemigo nos ganaron para el lujo, ya no hubo límite para el oro y las edificaciones; desdeñó el hambre los platos de antaño; vestidos apenas decentes para llevarlos las muchachas jóvenes, se los pusieron sin pudor los hombres; se huye de la pobreza, fecunda en héroes (fecunda uirorum paupertas), y se hace traer de todas las partes del mundo lo que lleva a la perdición a cada uno de esos pueblos; entonces se ponen a empalmar lindes de parcelas, alargándolas, y las campiñas otrora surcadas por la dura reja de Camilo y sufridoras de los antiguos arados de los Curios, las convierten en dilatados latifundios con el trabajo de colonos forasteros. No era aquel un pueblo al que hiciera feliz una paz tranquila (pax tranquilla), al que su propia libertad abasteciera, sin necesidad de empuñar las armas (libertas inmotis pasceret armis). De aquí, fáciles las explosiones de cólera y sin importancia los actos criminales a los que inducía la pobreza; gran honra, digna de buscarse incluso con la espada, tener más poder que la propia patria: la medida del derecho era la fuerza (mensuraque iuris uis erat); de aquí, las leyes y los plebiscitos aprobados por coacción y los tribunos, a la par que los cónsules, subvirtiendo el derecho; de aquí, las fasces conseguidas con presión del dinero (rapti fasces pretio), el propio pueblo sacando a subasta sus favores, el soborno, moral para la Ciudad (letalisque ambitus urbi), reanudando cada año los enfrentamientos en el Campo venal; de aquí, la usura voraz (usura uorax) y el rédito ansioso de vencimientos, la buena fe conculcada y la guerra, ventajosa para muchos (multis utile bellum)".
[3.] Los devastadores efectos de la guerra
[VII, 385-408] "Así pues, de uno y otro lado avanzan los escuadrones a la carrera con igual arranque de cólera: a unos les excita el miedo a la tiranía, a otros, la esperanza en ella (metus hos regni, spes excitat illos). Estos brazos ejecutarán lo que ninguna época podrá enmendar ni el género humano reparar en todas sus edades, aunque se viera libre del hierro (ut uacet a ferro). Este Marte arruinará también a las gentes futuras, pues se llevará a los pueblos de la generación venidera, privándoles de su nacimiento. Entonces toda la raza latina será pura leyenda; apenas unas ruinas cubiertas de polvo podrán señalar el emplazamiento de Gabi, Veyos y Cora, los lares albanos y los penates laurentinos; campo despoblado, que no habitará sino en las noches forzosas un senador contra su voluntad y quejándose de lo ordenado por Numa. No es el tiempo voraz el que ha hecho estos destrozos y ha ido deshaciendo en polvo los recuerdos del pasado: es el crimen de una guerra civil lo que vemos en tantas ciudades desoladas (crimen ciuile uidemus tot uacuas urbes). ¡A lo que ha quedado reducida la muchedumbre del género humano! Los pueblos que nacemos en el mundo entero no alcanzamos a llenar de habitantes las urbes ni los campos: una sola ciudad tiene cabida para todos nosotros (urbs nos una capit). Las mieses de Italia son cultivadas por labriegos encadenados: sigue en pie, desmoronada en su techumbre vetusta, la casa, a punto de desplomarse sin coger a nadie debajo; Roma, populosa pero sin ningún ciudadano propio, sino abarrotada con la hez del mundo, la hemos sometido a un grado tal de destrucción, que en un conglomerado tan importante no podría ya entablarse una guerra civil (in corpore bellum iam possit ciuile geri)".
El amante del Latín que haya llegado hasta aquí, seguramente, habrá advertido la riqueza de matices en que se mueve el campo semántico con que Lucano retrata esos bella plus quam ciuilia o ese multis utile bellum. Términos -todos debidamente destacados en la mini-antología anterior a estas líneas- como paupertas ("pobreza"), usura ("usura"), uoracitas ("voracidad"), crimen o scelus ("crimen"), furor ("locura"), ira u odium destilan la esencia misma de lo que, cada día, irrumpe en nuestros comedores y salas de estar a través de la atención informativa al conflicto en Ucrania. Aunque no parece que esto vaya a cesar pronto, mantengamos la esperanza de un mundo mejor en el que los errores del pasado dejen de repetirse. Seguro que la Farsalia de Antonio Ruz insiste en esa reivindicación que debemos compartir y subrayar entre todos.
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