A la velocidad que pasa el tiempo uno tiene la sensación de que, efectivamente, en este último año se está marchando una generación de historiadores de la Antigüedad ciertamente irrepetibles como los recientes y tristes fallecimientos de Paul Veyne (1930-2022) -el gran estudioso del fenómeno socio-cultural del evergetismo antiguo, entre otras muchas cuestiones- o de Joyce Reynolds (1918-2022) -una de las promotoras del estudio de la epigrafía de las provincias africanas- han vuelto a subrayar. Oppida Imperii Romani comenzó su andadura en el año 2008 y lleva, por tanto, en funcionamiento, quince años. En sus entradas nos hemos visto tristemente obligados -¡pero era de justicia!- a hacer memoria de varios colegas irrepetibles que nos han regalado las Ciencias de la Antigüedad de los últimos cincuenta años y a quienes, además, con mayor o menor grado de familiaridad, hemos tenido la suerte de conocer. Así, hemos dedicado ya necrológicas al Prof. Géza Alföldy (1935-2011) y, más recientemente, al Prof. Joaquín Gómez-Pantoja (1953-2020), ambos, además epigrafistas si bien en esta larga década de vida de este blog nos han dicho adiós para siempre personalidades tan importantes para las Humanidades Clásicas como lo fueron, Francisco Rodríguez Adrados (1922-2020) o José Mª Blázquez (1926-2016) que, pese a no ser exclusivamente epigrafistas -aunque el segundo de ellos lo fue en muchos de sus trabajos practicando una "Historia Antigua total" que, lamentablemente, ha empezado a resultar excepcional en los tiempos que corren- bien habrían merecido un obituario en este órgano que, sin embargo, ha rendido homenaje sólo a quienes han hecho de la Epigrafía su dedicación fundamental.
Pues bien, hace sólo unas semanas, el pasado 20 de octubre, jueves, nos dejaba Julio Mangas, Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid de la que había sido nombrado Emérito en el año 2011, una triste noticia de la que, en estos últimos días, tanto el diario asturiano La Nueva España -pues fue en Oviedo donde, entre 1973 y 1984, en que marchó a Madrid- generó su primera auténtica escuela de investigadores y maduró como historiador tras sus años de estudiante en la Universidad de Salamanca- como el de tirada nacional El País, se han hecho luctuoso, emocionado y justo eco. Si a cualquiera en el mundo académico se le conoce por quien ha sido su maestro pero, también, se perpetúa, en cierto modo, a través de la que ha sido su escuela, maestro y discípulos de Julio Mangas han sido, sin duda, la mejor tarjeta de presentación de quien, como se recordaba en la necrológica de La Nueva España, consideraba que sus discípulos acababan siendo colegas y hasta -si es que esto es posible en una personalidad tan destacada como la del Prof. Mangas- sabiendo más que él, superándole. Por contextualizar, en este sentido, Julio Mangas fue el primer discípulo de José Mª Blázquez y, siempre, se sintió en deuda con su maestro coordinando, en 1998, en Ediciones Clásicas, el que, probablemente ha sido -acaso junto a los Debita uerba con que, con dos volúmenes y casi 800 páginas, algunos de sus discípulos rindieron a Mangas homenaje en 2013- uno de los más voluminosos libros de homenaje de cuantos han generado las Ciencias de la Antigüedad en España, con hasta seis volúmenes que el propio Mangas coordinó junto a otro destacado discípulo de la escuela de Blázquez, Jaime Alvar. Director de casi una treintena de tesis de Doctorado, pertenecen a su escuela, entre otros nombres, los de Juan Santos, Narciso Santos, Estela García Fernández, Rosa Cid, Julián de Francisco, Charo Hernando, Sabino Perea, Paloma Balbín o, ya más recientemente, Miguel Ángel Novillo o David de Martino con quienes, por nuestros comunes intereses epigráficos, hemos tenido, desde hace años, el estimulante privilegio de colaborar. Y, lo cierto, es que quien escribe esta entrada -que había leído algunos de los inexcusables y, por tanto, clásicos, trabajos del Prof. Mangas, máxime porque algunos de ellos tocaban directamente con los que han sido algunos de nuestros intereses investigadores- conoció al Prof. Mangas, fundamentalmente, a través del quehacer, siempre entusiasta, vocacional y de servicio, de sus discípulos. Y, sin embargo, no fue hasta mayo de 2006, en un congreso sobre culto imperial en uno de sus destinos investigadores preferidos, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida -congreso cuyas actas, después, se publicarían convirtiéndose en un referente bibliográfico sobre la cuestión-, y, especialmente, en enero de 2014, en que -en el contexto de un tribunal de Tesis de Doctorado en la Universidad Nacional de Educación a Distancia- tuvimos ocasión de charlar con cierta calma y de comprobar esa bonhomía y ese interés real por los colegas que, muy oportunamente, se ha destacado en las semblanzas que se han publicado de él en estos días pero también en la que, excelente, abría (pp. 15-27) los Debita uerba antes citados, firmada, precisamente, por las dos primeras de las discípulas citadas en esta lista y que constituye una perfecta contextualización del pensamiento historiográfico, también político y académico de este singular investigador.
Hay encuentros que dejan huella y la conversación mantenida con Julio Mangas al comienzo de 2014 en las escaleras del edificio de Humanidades de Senda del Rey, en la UNED, antes de iniciar el acto de defensa de la Tesis doctoral de Víctor Cabañero, dejó en nosotros una profunda e imborrable huella que nos vino a la mente cuando el pasado día 20, mientras pronunciábamos, precisamente, una conferencia sobre la sostenibilidad de las ciudades romanas en el marco del Programa Excellence de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, tuvimos conocimiento de la triste noticia. No eran tiempos fáciles aquéllos para quien escribe estas líneas y, sin embargo, en medio de la tormenta desatada por aquellos acontecimientos, Julio Mangas nos habló de varios proyectos. El primero, casi inminente, el coloquio que estaba organizando sobre el bimilenario de Augusto, que, con notable éxito, se celebraría algunos meses más tarde en la Universidad Complutense y para el que, en aquella conversación, nos encargó actualizar lo relativo al territorio vascón para ese periodo (Gerión, 35, 2017, pp. 551-569). El segundo, su generosa propuesta de integrarme en el Grupo de Investigación sobre Ciudades Romanas, con sede en la Complutense, que él coordinaba y dinamizaba y, por último, su idea -que queda inconclusa- de seguir revitalizando los Testimonia Antiqua Hispaniae (ver ideología y filosofía del proyecto en Studia Historica. Historia Antigua, 13-14, 1995-1996) digno y moderno heredero de las Fontes Hispaniae Antiquae con las que él se había formado y con las que había, incluso, colaborado. El verdadero interés por las dificultades que estábamos atravesando y su afán por sanarlas con propuestas investigadoras atractivas e ilusionantes dejaron en nosotros -en cuestión de unos pocos minutos- una profunda huella que consolidó la admiración que, siempre, sentimos por él. No en vano, unos meses antes había formado parte del elenco de ponentes de la entonces octava edición de la Semana Romana de Cascante y habíamos tenido ocasión de, a petición suya, visitar con él la ciudad romana de Los Bañales en la que disfrutó contemplando los conjuntos epigráficos del pórtico occidental del foro de la ciudad, aparecidos en los dos anteriores ejercicios. La admiración que siempre profesamos por él, el cariño que nos brindó en vida y su excelente contribución al "fomento de los estudios sobre la antigüedad", como glosaba la necrológica de El País, nos han llevado a rendirle homenaje en estas humildes pero sinceras líneas destacando las que, nos parece, son algunas de sus más influyentes obras y trabajos en los que -pensando, sobre todo en las jóvenes generaciones de historiadores de la Antigüedad asiduas de este blog-, sin duda, su magisterio vivirá y perdurará a través de los siglos pues, al final, nuestra producción escrita no deja de ser una suerte de inmortalidad para quienes nos dedicamos a la academia. Cabe decir, a este respecto, que, lamentablemente, no abundan las publicaciones de Julio Mangas que puedan localizarse en acceso abierto en red, empresa ésta -la de su digitalización- que, quizás por el sensacional calado de muchos de sus trabajos -de los que aquí se destacarán y de muchos otros con ellos relacionados- pueda ser conveniente que acometan, por el bien de la disciplina y por la accesibilidad de su legado, sus más cercanos discípulos.
[1] Como se ha destacado estos días, Julio Mangas fue el primer historiador de la Antigüedad que, en España y al abrigo de los enfoques historiográficos propios del momento, centrados en la Historia Social (ver La Historia Social en España: actualidad y perspectivas, Zaragoza, 1990, pp. 127-148) y, como él mismo explicaba en la primera página (p. 23), en la óptica marxista -citando El Manifiesto y El Capital- abordó el estudio de las poblaciones serviles en la Hispania Romana. Lo hizo en la que fue su Tesis de Doctorado, Esclavos y libertos en la Hispania Romana (Salamanca, 1971 -con histórica reseña de ARCE, J., en Archivo Español de Arqueología, 123, p. 213, entre otras que el libro mereció-). Lógicamente, su atención, en ese volumen (pp. 247-257, especialmente), a los gastos protagonizados por dichos colectivos sociales y la realización de un sensacional corpus epigráfico sobre la cuestión servil en Hispania (pp. 388-486) le llevó a componer su artículo "Un capítulo de los gastos en el municipio romano de Hispania a través de las informaciones de la Epigrafía Latina", Hispania Antiqua, 1, 1971, pp. 105-146 que, sin lugar a dudas, ha constituido el punto de partida para cuantos estudios se hicieron y se han seguido haciendo hasta hoy sobre el fenómeno munificente en las provincias hispanas. Desde sus primeros trabajos, por tanto, su dedicación a las fuentes epigráficas era absoluta como también nos parece una nota muy meritoria de su producción académica el hecho de que muchos de sus trabajos constituyeran las primeras aproximaciones modernas a cuestiones que, después -como pronto veremos- se han convertido en clásicas en la investigación sobre Historia Antigua peninsular. Ya en ese volumen, el Prof. Blázquez, en el prólogo (pp. 9-10) destacaba la "audacia y competencia" que mostraba esa auténtica opera prima de Julio Mangas que los años no han hecho sino validar.
[2] Esa atención a las fuentes epigráficas hispanas -que mantuvo durante toda su producción siendo habitual y constante editor de nuevos documentos- le acercó especialmente, en parte tras la estela de su maestro, a la Historia de las religiones antiguas peninsulares un asunto en el que José Mª Blázquez fue especialmente prolífico. Quienes, siquiera, hayamos rozado alguna vez la cuestión relativa a las creencias de las poblaciones paleohispánicas -evidenciadas en un recuerdo de naturaleza epigráfica y, por tanto, ya de época romana- nos habremos topado con su inexcusable "Die römische Religion in Hispanien während der Prizipatszeit", Ausftieg und Niedergang der Römischen Welt II, 18-1, Berlín, 1986 pp. 276-344 donde -en el célebre ANRW, gran colección alemana de actualización en boga desde los últimos años 60 hasta los 90 del siglo XX y que, con el trabajo de Julio Mangas cedía prácticamente, por primera vez, sus páginas a investigadores españoles- realizaba una exhaustiva nómina de las deidades vernáculas y romanas de los primeros siglos del Principado con arreglo a la evidencia epigráfica (con una filosofía parecida, pero en castellano, y más reciente, puede consultarse en red su artículo de idéntico título publicado en De Medio Aevo, 2-8, 2015, pp. 1-24). Desde luego, como hemos puesto de manifiesto no hace mucho -y lo hizo ya hace algunos años, en 1989, otro insigne miembro de la misma escuela, José Remesal-, la escuela del Prof. Blázquez, a la que Julio Mangas pertenecía, se caracterizó por una absoluta internacionalización que llevó la Historia Antigua que se hacía en España a cotas antes desconocidas en materia de impacto internacional. Una muestra de ello es esta contribución como también sus constantes estancias de investigación en Roma, Londres, París o Perugia.
[3] Una de las razones que -al margen de las contribuciones que aquí se valoran y de su compromiso por promocionar los estudios clásicos- justifican la composición de este obituario es que Julio Mangas, entre sus múltiples intereses investigadores, siempre concedió un lugar muy especial a la cuestión urbana en la Antigüedad, no sólo a la ciudad, también al territorio como pulmón económico de aquélla, a la caracterización de ambos a partir de la evidencia escrita pero sin desdeñar, en absoluto, la arqueológica y, por supuesto, la epigráfica e, incluso, la numismática, disciplina a la que también se aproximó en varias ocasiones. Una obrita suya Aldea y ciudad en la Antigüedad hispana (Madrid, 1996) -publicada en la utilísima serie Cuadernos de Historia de Arco Libros- constituye una extraordinaria síntesis de los problemas y retos a que tuvo que hacer frente la gestión de la política urbana en la Hispania Romana, asunto al que también se dedicó en su igualmente inexcusable -especialmente para estudiantes universitarios- Leyes coloniales y municipales en la Hispania Romana, (Madrid, 2001). Respecto de los territoria urbanos, al margen de algún título que se citará más abajo, su volumen, con Miguel Ángel Novillo, El territorio de las ciudades romanas (Madrid, 2008), resulta, a nuestro juicio, por la calidad de las contribuciones recogidas y por el enfoque que las articula, uno de los mejores textos que se han compuesto en España, en los últimos años, sobre la cuestión. Más allá de estos títulos, universitarios o misceláneos, algunas de las reflexiones de Julio Mangas respecto de la realidad urbana en las dos Mesetas y, también, en el Noroeste, han establecido paradigmas interpretativos de referencia, por ejemplo, sus intuiciones sobre las ciuitates sine urbe (Ágalma: ofrenda desde la Filología Clásica a Manuel García Teijeiro, Valladolid, 2014, pp. 807-830), sus múltiples y ya clásicas intervenciones en el debate sobre la colonización y la municipalización de Hispania -en particular la de época flavia (su contribución al volumen Aspectos de la colonización y municipalización de Hispania, -Mérida, 1989- donde, de hecho, abordó un sensacional status quaestionis sobre la municipalización flavia de Hispania, pp. 153-172 o su aportación, sobre el mismo tema, y casi en la misma época pero centrándose en la Meseta norte, al libro Teoría y práctica del ordenamiento municipal en Hispania, Vitoria, 1996, pp. 223-239)- y, también, sus continuas aproximaciones a la vida urbana en territorios en los que trabajó especialmente como la Comunidad de Madrid, Castilla La Mancha o Castilla y León (con trabajos, incluso, recientes sobre algunas de las comunidades urbanas que más sorpresas están aportando últimamente en estas regiones: Gerión, 32, 2014, sobre Confluenta/Duratón o Gerión, 35, 2017, sobre Mantua Carpetanorum), aproximaciones todas que encontrará destacadas el lector en, por ejemplo, su página en dialnet y que, también, fueron recogidas (pp. 29-42) en el primer volumen del libro-homenaje Debita uerba, ya antes citado que tiene, también, la virtud de estructurarse en torno a los grandes temas que preocuparon a este inigualable investigador, a saber: Arqueología, urbanismo y patrimonio; historiografía antigua; Epigrafía, cultura y sociedad; culturas y pueblos prerromanos y, en menor medida, aunque también se dedicó a ello, Oriente y Grecia.
[4] Hispania Epigraphica. Ese sustantivo -Hispania- y su adjetivo -epigraphica- resumen, sin duda, uno de los legados que nos deja Julio Mangas a todos los que nos dedicamos a la Epigrafía Romana. Apenas llegado a la Universidad Complutense, en los años 80, puso en marcha la revista Hispania Epigraphica que, ya con veinte volúmenes y gestionada desde el Archivo Epigráfico que él contribuyó a crear, constituye el mejor órgano editorial de actualización sobre Epigrafía Romana en nuestro país a la altura del imprescindible L'Anée Épigraphique francés cuya filosofía pretendía implantar en España. Una revista -convertida después en la base de datos Hispania Epigraphica Online, como ya comentábamos en la necrológica de quien fue su principal impulsor, el Prof. Joaquín Gómez-Pantoja- que, como es sabido, da cada año cuenta de las novedades epigráficas que aparecen en España y en Portugal, perfectamente ordenadas geográficamente y comentadas por los miembros, siempre generosos, de un Equipo Técnico plural y extraordinariamente liderado en los últimos años por Isabel Velázquez y por Charo Hernando que, por razones obvias, han sentido, sin duda de un modo muy especial, la marcha de este insigne maestro. Hispania Epigraphica contribuyó, de hecho, a recuperar la filosofía de Hispania Antiqua Epigraphica, iniciada en los años 50 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y que había quedado bruscamente interrumpida en 1969, justo al alcanzar su vigésimo número. Huelga recordar aquí los servicios que Hispania Epigraphica ha prestado a todos los que trabajamos, en España y fuera de ella, con fuentes epigráficas al facilitarnos una información contrastada y actualizada que, de tener que generarla cada investigador por su cuenta, llevaría horas de trabajo y de dedicación que, con este órgano, quedan totalmente -o, al menos, en parte- simplificadas. También en su haber, pues un profesor universitario debe comprometerse, también con el desarrollo y la incentivación de nuevos órganos de trabajo para su disciplina, quedará el haber promovido, en sus años en Oviedo, la revista Memorias de Historia Antigua en la que consiguió que se publicaran extraordinarios trabajos, todos hoy de referencia, sobre los temas más diversos.
[5] Quizás transcurridos cuarenta años, resulta difícil hacerse cargo de lo que, en aquellos primeros años ochenta, cuando Julio Mangas llegó a la Complutense o, incluso antes, en los setenta, cuando recaló en Oviedo, estaba todavía por hacer en la Historia Antigua de España en general y en los estudios sobre la Hispania Romana en particular. Con los trabajos de José Mª Blázquez, Ángel Montenegro y José Mª Solana como referentes (piénsese, por ejemplo, en el volumen 3 de la Historia de España de Gredos, sobre la Hispania Romana, aun válido en muchos de sus aspectos, y publicado en su primera edición en 1986) los docentes universitarios de aquella generación tenían por delante el reto -casi la obligación moral- de dar visibilidad a la buena investigación que se hacía en la Universidad española pero, también, el de acercar las grandes cuestiones, los grandes debates, de un modo asequible, al gran público empleando los cauces editoriales que, por entonces, se ponían en marcha o comenzaban a consolidarse en el contexto de la transición política en España (RBA Editores o Editorial Labor, por ejemplo, entre otros). Julio Mangas fue prolífico en esa dimensión y algunos de los títulos que compuso para dichas editoriales, tras casi cuatro décadas, siguen teniendo una validez como introducción totalmente sorprendente. Son auténticos "clásicos". Entre ellos podríamos destacar Los grandes imperios y civilizaciones. 5. El poder de Roma, Madrid, 1985 o La agricultura romana, Madrid, 1985, en la célebre colección Cuadernos de Historia 16 en la que participó también con otros títulos hoy disponibles en red aquí. Además, en se contexto, Julio Mangas realizó una antología de textos para la Historia Antigua de España como anejo de la Historia de España editada por Labor en 1986 ciertamente útil y pionera. En la misma línea -la de la alta transferencia- habría que destacar sus constantes colaboraciones, sobre temas bien diversos, con la revista La Aventura de la Historia que tanto ha contribuido al fomento de las vocaciones por la Historia en nuestro país.
Con todo lo dicho, es evidente que, tomando la fórmula de algunas inscripciones cristianas de Roma (ICUR 2, 4457) Julio Mangas fue, ha sido -y va a seguir siéndolo a través de la perennidad de su producción científica- un magister incomparabilis con, efectivamente, "una vida dedicada a la Universidad", como se escribía en las primeras páginas de su libro-homenaje, varias veces citado en esta entrada. De algunos magistri romanos además, las inscripciones -por ejemplo en la Mauretania- se dice que fueron, además, homines boni (AE 2013, 2153) lo que, sin duda, podría decirse también del Prof. Mangas. Efectivamente, como han escrito sus discípulas en las semblanzas póstumas que se han difundido estos días, hay que desearle que la tierra le sea ligera como se deseaba a tantos finados romanos a cuyo estudio dedicó Mangas horas sin término a través de sus epitafios pero, también -convencido como está quien escribe este blog de que esta vida pide otra- que, como hizo en vida con sus colegas -y, al menos, sin duda, hizo con nosotros cuando pudimos disfrutar de tenerle cerca- cuide desde el cielo a esta disciplina nuestra, la Historia Antigua, que, sin él, acumula un vacío muy difícil de llenar, disciplina la nuestra que, además, está necesitada de todo tipo de tutelas y guías por parte, además, de quien, acaso por su formación como filólogo clásico, la entendió como una Historia total que, sin caer en la exclusiva unicidad de las fuentes escritas, diera juego a todas las evidencias disponibles, también a las materiales como tantas veces hemos reivindicado aquí en algunas entradas de la sección "Disputationes". Sin ese prisma, sin esa percepción, el legado que nos deja su investigación no sería el que hoy podemos disfrutar.
¡Contamos contigo, para ello, Profesor! ¡Muchas gracias!
2 comentarios:
Quiero recordar al autor de esta necrológica que los primeros doctores con tesis dirigidas por el profesor Mangas fueron Narciso Santos Yanguas y Juan Santos Yanguas, ambas en Oviedo, y ambos catedráticos de Historia Antigua
Al César lo que es del César.
Gracias por el recordatorio. Discípulos que han brillado a la altura del maestro, sin duda.
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