[Foto y calco de la mano de Irulegi, © Gobierno de Navarra, vía Wikipedia]
Hace algunas semanas, como hacemos todos los que gestionamos un blog del tipo que sea, revisábamos cuáles eran las entradas que, en estos quince años de andadura de Oppida Imperii Romani, habían acumulado más visitas, más lectores y, también, más comentarios. Y nos sorprendíamos de que fueran las agrupadas en la etiqueta Vascones las que, en algunos casos -como ésta, "Navarrorum", algunos de cuyos contenidos viene bien repasar a propósito de esta nueva entrada- rozaban los 5.000 lectores. La semana del 14 de noviembre nos ha confirmado por qué es así y, precisamente, esa confirmación y el modo cómo ésta se ha producido a nivel mediático y social nos parece justifican esta nueva -y me consta que esperada- entrega de nuestro blog sobre Antigüedad.
Efectivamente, como sabrá el lector que ha llegado hasta este post, en la mañana del lunes 14 de noviembre, la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, acompañada de responsables de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, autoridades del Valle de Aranguren y los Catedráticos y colegas, Joaquín Gorrochategui, de la Universidad del País Vasco, y Javier Velaza, de la Universidad de Barcelona, presentaba el hallazgo, en junio de 2021 y en el oppidum de Irulegi, de una pequeña mano de bronce con la que parece ser la atestiguación más antigua del paleovasco -con nada menos que 2100 años de antigüedad- conocida hasta la fecha casi estrictamente contemporánea -algo anteriores éstos, de hecho- a los testimonios de antropónimos vascónicos presentes en una inscripción que, sorprendentemente -como sucede con otros datos procedentes de las fuentes literarias sobre los Vascones antiguos- ha sido poco citada en el revuelo mediático que la ya conocida como "mano de Irulegi" ha desatado en estas últimas jornadas, el Bronce de Áscoli (CIL I, 709). La palabra en cuestión, sorioneku, algo así como "buena fortuna", se ha convertido en trending topic como podrá comprobar quien la busque con dicho hashtag en redes sociales, particularmente en Twitter a pesar de ser la única cuya filiación lingüística ha podido plantearse entre las cuatro líneas que articulan este breve pero apasionante texto.
Como se ha explicado sobradamente por sus estudiosos, en particular en este clarísimo vídeo de Joaquín Gorrochategui viralizado por EiTB o en este otro en el que el protagonista es Javier Velaza, la inscripción está escrita en un signario, el ibérico, adaptado para dar cabida a un sonido específico de la lengua vascónica -resulta interesante marcar que no se habla ya de "paleovasco" sino de lengua vascónica, por coherencia con la etnia histórica que se asume debió hablarla en la Antigüedad, los Vascones y porque no está clara la relación entre esa lengua vascónica de los últimos siglos antes de la Era y la lengua vasca actual-, y con unas líneas-guía y una incisión de los caracteres a través de círculos que remiten al hábito epigráfico celtibérico. La primera palabra, sorioneku, permite pensar en un carácter apotropaico para la pieza -que apareció en un claro contexto arqueológico en una de las viviendas del castro de Irulegi, destruido en el marco de las guerras sertorianas que afectaron especialmente al territorio actualmente navarro- contexto que es, además, el que ha llevado a los estudiosos a convertirla en, efectivamente, el texto en vasco más antiguo conocido, como han difundido todos los medios, por ejemplo este artículo del siempre prolífico Vicente G. Olaya para El País.
Quizás por el claro aprovechamiento político que el Gobierno de Navarra -con su Presidenta a la cabeza- ha hecho del tema la noticia ha tenido una repercusión extraordinaria que, como expertos en la cuestión vascónica, nos ha implicado en parte, sin apenas buscarlo. Así, desde la misma mañana del lunes 14, en que a través del Servicio de Comunicación de la Universidad de Navarra, nos contactaron del Centro Territorial de TVE en Navarra, -que, de la mano de Uxue Villanueva emitió la noticia el martes en el informativo de mediodía- no han faltado ocasiones para colaborar con ABC -que publicó un artículo con nuestra opinión, quizás de titular no demasiado afortunado, esa misma noche, en su edición digital-, con Diario de Navarra -que nos cedió su tribuna en la jornada del miércoles en un destacado reportaje sobre el hallazgo, y sobre los Vascones, firmado por Nerea Alejos-, con COPE Navarra -que nos entrevistó el martes durante la mañana- y, también, hace apenas unos días, con Radio Universidad de Navarra, en una ejemplar entrevista conducida por un equipo de alumnos de las Facultades de Filosofía y Letras y de Comunicación. Los enlaces anteriores y los materiales que se colocan a continuación permitirán al lector conocer nuestra opinión sobre tan singular hallazgo más allá de lo que, desde todas las perspectivas, se ha publicado estos días en numerosos medios nacionales y, también, incluso, internacionales (The Guardian o Euronews, entre otros). Como nuestros alumnos de Doctorado van siempre por delante, uno de ellos, Javier Larequi -a quien debemos, en realidad, la alerta sobre la rueda de prensa de presentación del documento, en streaming- y que trabaja, precisamente, sobre Vascones antiguos, publicó una interesante valoración en su recomendable blog pocas horas después del hallazgo cuyo contenido, escueto e incisivo, compartimos plenamente.
La "Mano de Irulegui", un bronce de dudas https://t.co/hSZScm2gai
— COPE Navarra (@Copenavarra) November 15, 2022
🖐️ El hallazgo de la #ManoDeIrulegi confirma la presencia del #euskera en #Navarra hace más de dos mil años aunque algunos expertos son prudentes a la hora de analizar las inscripciones.
— RTVENavarra (@RTVENavarra) November 15, 2022
📍 @aranzadi @cultura_na
#️⃣ #Sorioneku
🎙️ @Uxuevillanueva pic.twitter.com/iO11GBhpYz
Parte del éxito -y de la polémica- de la noticia, más allá del indiscutible interés de la pieza, ha partido del sensacional boato que acompañó su presentación y que, en Navarra, ni siquiera lo mereció la llegada, el pasado mes de junio, del sensacional togado de bronce del siglo II d. C. que, procedente de las excavaciones históricas de la Pompelo romana, apenas sí fue recibido por la Consejera y no por la Presidenta del Gobierno pese a ser, como destacó la prensa nacional y hasta la agencia de noticias del Gobierno foral, una pieza única, quizás la máxima exponente en calidad y en estado de conservación de la estatuaria hispanorromana en bronce. Sin querer justificarlo, ha sido esa sugerente utilización política del hallazgo -en una Navarra que sigue debatiendo el alcance de la zonificación lingüística- la que ha provocado encendidas reacciones por parte de algunos que, amparándose en el lapso del tiempo transcurrido entre el hallazgo de la pieza (junio de 2021) y la presentación de la misma tras su oportuna limpieza, estudio y restauración (noviembre de 2022), han propagado en medios diversos -por ejemplo El Debate- la idea de que estábamos ante un nuevo Iruña-Veleia, la polémica que, en torno a la falsificación de una serie de óstraka con supuestos textos en vasco, sacudió la Arqueología peninsular hace ya algunas décadas y que acabó representando uno de los fraudes más lamentables de la investigación arqueológica en nuestro país. Esa actitud es, absolutamente, deleznable. Como destacaba ElDiario.es, la cadena de protección y de custodia del documento en las dependencias del Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra desde su hallazgo hasta su minuciosa restauración y su primera presentación pública ha sido ejemplar y ha estado presidida por todas las garantías. Desde luego, flaco favor hacen a la ciencia quienes, sean del signo que sean, tratan de descalificar un hallazgo tildándolo de falso sencillamente porque -según ellos- no conviene a sus intereses políticos o a sus propuestas culturales. No es ése el objetivo de la investigación histórica que, lógicamente, ha de servir a la verdad. Afirmamos todo esto, obviamente, sin pretender descargar de responsabilidad a quienes, culpables en parte del ruido mediático -y político- generado por la noticia han querido hacer un uso totalmente obsceno de la misma, quizás impropio de una pieza metálica de apenas 35 gramos, 15 centímetros de altura y 12 de anchura y que, en cualquier caso, ha provocado un debate social absolutamente apasionante en el que se han vertido no pocos tópicos y que, desde luego, ha quitado la razón a quienes consideraban que el estudio de los Vascones había ya incurrido en una especie de "bucle" estéril. El debate, además, ha vuelto a traer sobre la mesa las posturas vasquistas y navarristas -y sus tópicos- que, desde hace siglos, rodean a la "controversia vascónica", como, siguiendo una conocida expresión de Juan José Sayas, la calificábamos en este blog. Estos han sido tantos que conviene ordenarlos para, efectivamente, como es propio de nuestra profesión de historiadores, matizarlos en la medida de lo posible. Todos son absolutamente interesantes por tanto que nos acercan a la imagen que el imaginario colectivo navarro y vasco ha ido creando, a partir de los años, sobre los Vascones antiguos.
En primer lugar, y ya lo hicimos constar tanto en nuestro artículo para ABC como en la "tribuna" de Diario de Navarra, del hallazgo de Irulegi y de la atestiguación de esa palabra en "lengua vascónica", sorioneku, [1] no se puede concluir, en ningún caso, que el vasco fuese la lengua de referencia del territorio actualmente navarro en la Antigüedad ni que, como se ha llegado a proclamar en ámbitos políticos, eso muestre que el euskera es "parte consustancial de la identidad de los navarros" o que "Nafarroa (...) es vasca de la Ribera al Roncal y de Baquedano a Viana". No es un problema de "incomodidades", como se ha dicho, es un problema de evidencias. En el debate mediático generado por la noticia prácticamente nadie -apenas lo hemos leído en algún post personal, no institucional, en redes sociales- ha recordado dos cuestiones que son fundamentales y que ya trajimos a debate en dos entradas recientes sobre Vascones antiguos en este espacio: "Dein Vascones" y "Navarrorum". La primera, que con los testimonios que tenemos -y la palabra sorioneku no añade nada nuevo al respecto- no podemos afirmar, al menos hasta la fecha, que, como ya escribiera el lingüista Javier de Hoz, el euskera fuera ni la lengua mayoritaria ni la lengua de la elite de los Vascones antiguos que, de hecho, eligieron la lengua celtibérica, por ejemplo, para los rótulos de sus monedas adaptando el signario ibérico, como en la mano de Irulegi, para dar cabida a sonidos específicos del paleovasco. Si la moneda representa la autonomía local y es imagen cívica, resulta singular que la lengua en la que se escribieron sus leyendas no fuera esa "lengua vascónica" sino la lengua celtibérica. Es indudable -desde luego- que la mano de Irulegi ofrece el texto escrito en esa "lengua vascónica" más antiguo atestiguado y eso supone una sugerente novedad pero no puede, de esa novedad, concluirse nada parecido a lo arriba marcado en rojo. En segundo lugar entra en liza otra importante cuestión, totalmente obviada en el animado debate de estas semanas. A unos escasos 90 kilómetros del Valle de Aranguren, en la localidad navarra de Viana -perteneciente, es cierto, al territorio antiguo de los Berones pero, en cualquier caso, en el territorio de la actual Comunidad Foral- se están descubriendo prácticamente cada año de los últimos cuatro -en que Javier Armendáriz desarrolla excavaciones sistemáticas en el poblado de La Custodia con apoyo del Ayuntamiento de Viana y de Gobierno de Navarra- téseras de hospitalidad sobre distintos soportes todas ellas (ver repertorio aquí) escritas en lengua celtibérica y, por tanto, que remiten a un sustrato céltico que es indiscutible que formó parte fundamental del solar de Navarra en la Antigüedad y que resulta intolerable obviar. La Custodia, de hecho, también fue destruida en los mismos acontecimientos que destruyeron el oppidum de Irulegi. Podremos discutir, desde luego, si el uso de alguna suerte de paleovasco fue el elemento diferenciador que los Romanos percibieron entre parte de la población de la Navarra antigua -ésa a la que llamaríamos "vascónica"- y que ése hecho fuera el inspirador del etnónimo Vascones pero lo que no se puede hacer es ignorar la realidad de mezcla cultural, de trifinio ibérico, celtibérico y vascónico, que constituyó todo el Valle del Ebro en la Antigüedad -como ya escribiera hace décadas Guillermo Fatás y revisara, no hace mucho, Juan Santos, lo revisábamos en la entrada "Scripta Vasconica" de este blog- y que, a nuestro juicio, la propia secuencia de signarios y lengua atestiguada en la mano de Irulegi, de hecho, viene a corroborar.
Si la nueva inscripción no puede demostrar que el vasco fuera la lengua mayoritaria -y, desde luego, no fue la única- de Navarra durante los tiempos antiguos, [2] tampoco tiene sentido utilizar la mano de Irulegi en relación con la presencia del euskera en el País Vasco actual o para "desmontar de un plumazo una parte significativa de las teorías de la 'vasconización tardía'" que, como es sabido, atribuía la entrada de la lengua vasca en la actual Comunidad Autónoma Vasca a movimientos de pueblos en los siglos de la tardoantigüedad. Aunque pudiéramos aceptar considerar Navarra parte del territorio vasco y que, efectivamente, ahora -pero también hace unas semanas cuando sólo contábamos con nombres de personas, divinidades o lugares- la lengua vasca tiene en Navarra su testimonio más antiguo, la mano de Irulegi no es evidencia suficiente para demostrar que el vascuence llegó al País Vasco desde Navarra una vez que todos los estudios -especialmente bien documentados por Fernando Wulff y por el propio Joaquín Gorrochategui- remiten a un sustrato claramente céltico en las evidencias toponímicas más antiguas del territorio que, administrativamente, forma el Euskadi actual. La altísima concentración de onomástica vascónica en territorio aquitano sigue remitiendo, a nuestro juicio de forma muy clara, a que la "vasconización" de los territorios indicados -si no también de los de la actual Navarra- está en relación con el área transpirenaica más que con el área autóctona. Piénsese que la nueva inscripción sólo es un testimonio más que añadir a una muy exigua concentración de evidencias -hasta ahora apenas antroponímicas, teonímicas y toponímicas- muy sueltas y sobre las que procede hablar a continuación. Vaya por delante que sobre esta cuestión -que incide en el propio "imaginario social" y político que se ha ido forjando sobre los Vascones, la revista Veleia, bajo la coordinación de Antonio Duplá, prepara un volumen monográfico del que ya se han corregido segundas pruebas y que debería ver la luz antes de final de este año de 2022. Algo sobre esa actual imagen social de los Vascones ya adelantamos hace algunos meses en la entrada "Aut Vasco, insuetus galeae", de Oppida Imperii Romani.
Efectivamente, como decíamos, el puzzle de la lengua vasca en la Antigüedad se ha ido configurando en los últimos años con unas pocas evidencias que, hasta el hallazgo de Irulegi, apenas sí se habían incrementado en fechas recientes. Como es sabido -y han recogido en utilísimos artículos los ahora estudiosos del nuevo bronce, Javier Velaza y Joaquín Gorrochategi (véase, especialmente, el reciente libro sobre el vasco-aquitano, publicado en las Prensas de la Universidad de Zaragoza por este último investigador)- esas evidencias se concentran en una línea muy estrecha de territorio que, comenzando en Andelo -de topónimo claramente éuscaro y con la inscripción de Likine (K. 28.1) como posible texto en paleovasco, no admitido unánimemente-, pasando por Muez -AE 1951, 283- y saltando prácticamente -hasta ahora- la Cuenca de Pamplona -excepción hecha de un bronce del Museo de Zaragoza genéricamente procedente de Aranguren (K. 29.01a) y del topónimo Pompelo con el componente vasco ilu, "ciudad"-, concentra el mayor número de evidencias -en inscripciones que van desde la época republicana (como el Bronce de Áscoli) hasta la época imperial romana (como las de Lerga -IRMN 50-, Ujué -IRMN 34- o Valpalmas -AE 1997, 934-, entre algunas otras)- en los actuales territorios de la Navarra Media Oriental (Comarca de Sangüesa) y las Cinco Villas de Aragón donde los jinetes Segienses de la turma Salluitana exhiben, de hecho, nombres vascos mezclados con otros ibéricos y aun indoeuropeos. Por tanto -contra lo que se ha dicho en algunos medios o se ha proclamado por algunos en entrevistas- [3] no puede admitirse que se afirme que el oppidum de Irulegi o la Cuenca de Pamplona fue el corazón del territorio vascón. Nada más lejos de la realidad. Los únicos espacios en que la antroponimia, la teonimia y la toponimia convergen a favor de ese carácter "vasco" de la población -en el caso de Segia, además, profundamente mezclado- son los territorios más orientales de ese "territorio vascón" probablemente magnificado por la controvertida lista de póleis de Vascones de Claudio Ptolomeo.
Si, a tenor de lo dicho, la Cuenca de Pamplona no es el corazón de los antiguos Vascones, [4] tampoco puede afirmarse que Pompelo -o antes de la fundación de la ciudad, el oppidum de Irulegi- fuera la capital de los Vascones por más que, efectivamente, ese castro desempeñase algún papel vertebrador de carácter territorial en el valle y en la Cuenca. No hay en los textos antiguos que hablan sobre Pompelo evidencia alguna para afirmar eso y hacerlo nace más de un interés político de retrotraer al pasado la actual capitalidad de Pamplona en la Comunidad Foral. Como es sabido, es un texto de la Geografía de Estrabón (Str. 3, 4, 10) el que habla de Pamplona en los siguientes términos: "algo más hacia el interior de la Jacetania, en dirección al norte, se encuentra el pueblo de los Vascones, con la ciudad de Pompelo que es, como si dijésemos, 'ciudad de Pompeyo'". Por más que, efectivamente, al caracterizarla Estrabón como ciudad de la etnia el geógrafo del Ponto pueda estar, como se ha traducido a veces, indicando algún carácter principal de este enclave más nos parece que, al ser una ciudad fundada por Pompeyo ésta tendría una naturaleza singular para el propio Estrabón que, de hecho, centra su pasaje en aludir a otras comunidades vinculadas en el Valle del Ebro a las acciones de los grandes personajes de la República romana: Osca, Calagurris, Ilerda, Celsa...
En los días que siguieron a la presentación de la lámina de bronce que ha revitalizado la cuestión vascónica, comentábamos con uno de nuestros doctorandos que, en el aluvión de noticias y de informaciones que, sobre los Vascones, se estaban publicando en medios generalistas en esas jornadas, el siguiente hito iba a ser recuperar la idea de unos Vascones indómitos, no romanizados, resistentes a Roma y castigados por ella y que, en virtud de esa resistencia a la expansión romana habrían conservado su lengua. En la tarde del martes 15 de noviembre, y en esta cultura informativa que algunos han denominado "la tiranía del clic", la página de Facebook de Diario de Noticias de Navarra publicaba el post que se ve sobre estas líneas y que remitía a un útil reportaje de valoración de las posibilidades que ha ofrecido en estos años -y seguirá ofreciendo- el oppidum de Irulegi. Incluso, antes, en la misma tarde del 14 de noviembre, el diario Deia afirmaba, en el subtítulo de un reportaje publicado en su edición digital, que Irulegi "fue abandonado tras ser incendiado por tropas romanas". Dado que [5] no existe base alguna -es decir, no hay noticia alguna en las fuentes literarias de la Antigüedad- para pensar que los Vascones se opusieran a los Romanos, escoger un titular o encabezar un tweet con una afirmación como la aquí tratada resulta, cuando menos, totalmente tendencioso. Como los dos reportajes matizaban, ya en el cuerpo de la noticia, Irulegi -como La Custodia de Viana- fue destruida en el contexto de las guerras sertorianas y lo fue porque tomó partido por uno u otro bando de los dos -el rebelde sertoriano y el senatorial pompeyano- en conflicto un conflicto que, de hecho, valió -y tampoco se ha puesto suficientemente esto en valor en los últimos días en la documentada información que se ha vertido para contextualizar el hallazgo- la que constituye la más antigua mención histórica a los Vascones en una fuente literaria, el pasaje de las Períocas de Tito Livio en que se habla de la marcha de Sertorio asolando las tierras de los de Cascantum, Bursao y Gracchurris y cruzando el denominado ager Vasconum (Liv. Per. 91 -el enlace lleva a un repertorio de fuentes sobre los Vascones antiguos, revisado en el libro homenaje a Mª Jesús Peréx, de reciente publicación-)- pasaje que debe fecharse en el año 76 a. C. Mezclar a estos con los várdulos o con los cántabros y hacerlos a todos Vascones, como se ha escrito estos días en la edición digital de El Correo tampoco es admisible y genera una información manipulada y sesgada -tendenciosa, de hecho, además de inexacta- que, como historiadores, debemos denunciar. Es más, el hecho de que los habitantes de Irulegi tomasen partido por un bando de los contendientes en la guerra de Sertorio sólo subraya su grado de implicación en los problemas que jalonaron el último siglo de la República romana y, en cierto modo, también su grado de Latinización como ha sostenido en trabajos recientes sobre las implicaciones jurídicas del bellum Sertorianum David Espinosa.
En definitiva, la mano de Irulegi, cuyo hallazgo merece celebración y que, como afirmaba Javier Velaza en Diario de Navarra hace sólo unos días, conviene ahora estudiar con calma, no sólo revitaliza plenamente la cuestión -dada por cerrada imprudentemente por algunos- de los antiguos Vascones sino que, además, demuestra de qué modo ha de ser la investigación arqueológica -en Irulegi pero también en interesantes enclaves de esa área que concentra las evidencias "vascónicas" más nítidas como, por ejemplo, Santa Criz de Eslava- la que incremente nuestro conocimiento sobre un pueblo de la Antigüedad que, por unos días, se ha convertido, también, con el propio amuleto de Irulegi, en auténtico trending topic mediático 2100 años después de que Tito Livio los incluyera en su magna Historia de Roma y los vinculase a nuestro presente para siempre. Deberán ser las mismas instituciones que han liderado el aprovechamiento político y cultural del hallazgo las que decidan ahora si se comprometen para hacer posible esa investigación que siga regalándonos documentos escritos tan interesantes, o más incluso, que este que, en estas últimas semanas, ha sacudido la investigación en Historia Antigua peninsular.
Sorioneku!
4 comentarios:
¡¡Fantástico, Javier!! De filigrana.
Muchas gracias.
Muchas gracias por todas las puntualizaciones. Me permito añadir una, aunque sobre escritura del español actual. El topónimo Irulegui se escribe con una «u» en la última sílaba en español, e «Irulegi» sin la «u» en vasco. Como el artículo está escrito en español, lo coherente es que el topónimo también lo esté. Dicho sea con un ejemplo: es como escribir en español «el puente de London» en vez de «el puente de Londres», o escribir en inglés «my holidays in España» en vez de «mi holidays in Spain»; es decir, una falta —como poco— de ortografía. El hecho de que el Nomenclátor de Navarra diga que el nombre oficial del lugar es el vasco, o sea, Irulegi, no cambia nada, porque el ámbito de aplicación de los nombres oficiales es únicamente el de los documentos oficiales, y este escrito no lo es; también es «London» el nombre oficial de esta ciudad, pero eso no nos impide usar nuestra lengua para hablar del puente de Londres (que no de London). Un cordial saludo.
Es cierto que en el yacimiento de la custodia abundan los textos escritos en celtíbero donde Sakarokas está escrito con la técnica del puntillado en celtíbero.Al mismo tiempo el nombre Sakar es de orígen cananeo usado en Lidia también "Sakardas" y nombre de un poeta griego. En ibero : Sakar Argi, Sakarbas, Sakarbes, Sakar Adín. Argi que en euskera significa luz, fué un nombre ibero inscrito en Ensérune : Argi Tibas y Argi en unas cráteras aticas en una tumba donde también sale otra inscripció en ibero que nombra a un griego llamado Anaios (Anaios+ar en mi) El nombre Argino es griego y Argos también por lo que la palabra ibera y vascuence Argi proviene del indoeuropeo. El mosaico de Andelos no esta escrito en vascuence sino en signario ibérico con una palabra del latín raune : unir, confederar.Por lo que Likine es una adaptación del n.p. latino Licinio + Abulo que sale escrito en celtíbero como nombre en Botorrita.Likine y Abulo se unen o confederan con los Bilbilitanos = Bilbiliars.Se aprecian diferentes tipos de escritura tanto en téseras como en textos más extensos como la placa de Aranguren en signario ibero con palabras más próximas del céltico como Beltine ( Beltane) aunque el sistema de escritura es el mismo en puntillado y con líneas de separación como vemos en la mano de irulegui. Por lo que parece que la tribu de los BASKUNES como esta escrita en su moneda en signario ibérico nordoriental, cohabitarón con los celtíberos y los iberos que en la zona de huesca se llamaban : OSKUM+ken y su oppida Bolskan ó OLSKAN que en periodo romano pasó a nombrarse Osca como decimos actualmente en catalán por influencia del latín. La ilerda romana se dijo ILTIRDA en ibero y ilu es coincidente también en ibero con ilun así como las aras vótivas en vasco-Aquitano Ilunno deo, Ilunnus deo. Ilur, ilun, se usó en nombres iberos. Por lo que estas tribus se relacionarón entre ellas en lo que usted denomina una mezcla cultural.Es así un error ver solo desde un prisma de lengua proto-vasca cuando tenemos bastantes escritos en ibero y celtíbero en la misma técnica del puntillado en referencia hesperia : NA.01.01, NA.01.02,NA.01.03,NA.01.04,(05/06) NA.07.01, NA.08.01, MLH.K.29.01a. (signarioiber.woordpress.)
Muy ponderada y aclaratoria exposición desde el punto de vista científico.
Publicar un comentario