POMPELONIS SOMNIVM

 


"Nunca me olvidaré del atardecer rojizo con el que empezó el sueño. Era el último día de octubre y estaba en Pompelo, justo en la época final de la República. Las colinas se elevaban escarlatas y doradas al norte; el sol poniente brillaba con un tono místico sobre los edificios de piedra y yeso crudos. A mi alrededor, las personas estaban inquietas: se agrupaban en las calles apenas pavimentadas y en el foro (...) Pompelo había pedido ayuda a Calagurris para hacer frente al peligro que acechaba desde las montañas. La gente estaba aterrada porque pronto comenzarían las ceremonias de la gente muy antigua: a lo largo del año, estas misteriosas personas habitaban en las colinas y hablaban un idioma incomprensible hasta para las personas vascas. Algunas veces se acercaban al pueblo a comerciar por medio de gestos. Pero en las noches antes de las Calendas de mayo y noviembre prendían hogueras que se extendían por las montañas, y sus aullidos aterrorizaban al pueblo; además, varias personas del pueblo desaparecían de repente, y ninguna de ellas había vuelto. Según los rumores, las personas nativas que vivían con sus ovejas en la montaña eran aliadas de la gente muy antigua: antes de medianoche de los Sabbats, sus cabañas estaban vacías. Por todo eso, la gente de Pompelo apenas se relacionaba con otras aldeas".

Si, como se ha pensado habitualmente -aunque también negado y discutido, buscando un momento algo más tardío e incluso poniendo en duda la identidad del personaje fundador- la alusión a la Pompeiópolis, "como si dijésemos la ciudad de Pompeyo", que hace el geógrafo griego Estrabón (Str. 3, 4, 10) se refiere al hecho de la fundación de Pamplona por parte del general Pompeyo el Grande en el año 75 a. C., este año, como señalaba hace no pocas fechas el alcalde del Ayuntamiento de Pamplona, la ciudad del Arga, que ha protagonizado ya más de una entrada en este blog, celebraría su 2.100 cumpleaños, que se dice pronto. Y lo haría, de hecho, en medio de una notable revitalización del que fuera su horizonte monumental -especialmente con la recuperación, en fechas recientes, de uno de los sensacionales elementos de su paisaje escultórico, en este caso en bronce- y, también, con publicaciones recientes tanto sobre el horizonte flavio como sobre el momento tardoantiguo que complementan una sugerente bibliografía principalmente debida a los ejemplares trabajos de Mª Ángeles Mezquíriz y, más recientemente, de María García-Barberena. Precisamente, una actualización sobre su conocimiento protagonizó una de las recientes entregas del ciclo de conferencias sobre ciudades de la Hispania Romana que desde hace varios años viene programando el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida el video de la cuál, de hecho, acumula un largo millar de visitantes. Hace algunos días resumíamos, de hecho, lo que sobre esa singular fundación homónima del general, y luego cónsul de la República romana, Pompeyo, sabemos a partir de las noticias de las fuentes literarias -al margen de Estrabón- y, también, lo que los tópicos han venido a asentar forzadamente en el imaginario colectivo local.

Precisamente, la noticia estraboniana, que es la única que, junto a un fragmentado texto de Salustio -que discutiera con fundamento hace algunos años Francisco Pina- permiten pensar en la, a nuestro juicio, indiscutible fundación de la ciudad por parte de Pompeyo, sitúa esta ciudad "hacia el interior de la Jacetania, en dirección al norte (donde) se encuentra el pueblo de los Vascones" vinculándola, por tanto, al territorio vascón algo que, ocasionalmente, ha sido empleado -como ya tuvimos ocasión de abordar en la primera entrega de la exitosa serie "Sorioneku" de nuestro blog- para atribuir a Pompelo una cierta capitalidad en el territorio vascón como si fuera por ello que Estrabón la individualiza en su descripción del norte peninsular -en realidad lo hace por su pasado en conexión con la República romana- y como si los Vascones fueran una suerte de estado capaz de articular algo semejante a una jerarquización urbana. Que estuvo en el territorio vascón es algo indiscutible no sólo desde el punto de vista geográfico sino, probablemente, también desde el punto de vista lingüístico formando parte de ese "dominio lingüístico", como lo caracterizó hace algún tiempo Javier Velaza, en el que se acumulan los testimonios de la ahora denominada "lengua vascónica" (lástima, por cierto, que este concepto de "dominios lingüísticos", tan útil, haya permanecido, totalmente ausente en el debate científico, social y cultural sobre la mano de Irulegui, como denunciábamos en "Sorioneku (y IX))". La necesidad que siente Estrabón de traducir el topónimo Pompelo al griego, Pompeiópolis, evidencia claramente que el elemento -ilu, "ciudad", era conocido en la zona y que ese elemento formó parte del nombre con el que se la conoció a partir del momento en que Pompeyo la estableció acaso como centro de sus operaciones en el norte peninsular, en el marco del tantas veces citado aquí -especialmente en los últimos dos años- bellum Sertorianum. El topónimo era híbrido y necesitaba de una descodificación para que lo entendiera el erudito público de Estrabón por más que ese carácter híbrido formante del mismo no demuestre que la antecesora de Pompelo se llamó Iruña, como tantas veces, sin fundamento en las fuentes romanas, se ha reiterado. El reciente hallazgo en el entorno -al este y al oeste- de dos inscripciones, paleohispánica una y latina la otra, en las que comparecen elementos de la lengua vascónica permite colocar en Pompelo -o acaso algo más al oeste, hacia Andelo- lo que hemos dado en llamar en una publicación reciente, pronto disponible, el "corazón del territorio vascón".

En los últimos años, a partir de un paradigma generado en los años 60, y tal como se resume en las páginas iniciales (pp. 25-36) de un muy recomendable libro de Paloma Martín-Esperanza, de la Universidad Autónoma de Madrid, y editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, está alcanzando un notable desarrollo en los estudios sobre Antigüedad la denominada Rezeptionsgeschichte (literalmente "historia de la recepción") como paradigma que busca caracterizar en qué medida, a través del tiempo, la Antigüedad ha sido "reconstruida, inventada, manipulada, recreada y, sobre todo aplicada" a distintos fines y usos que van desde los políticos a los identitarios, estéticos o sociológicos. Qué duda cabe que cuestiones como la de las etnias antiguas peninsulares, desde los inicios de la erudición clásica en Historia Antigua, durante el Antiguo Régimen, después durante el estado de las Autonomías en los años ochenta del siglo XX y, últimamente, con las reivindicaciones nacionalistas esencialistas ha sido objeto, siquiera inconsciente, de esa "recepción" cuya caracterización es siempre sugerente pues permite entender qué elementos de esa Antigüedad se consideran, en cada época, dignos de ser parte de la herencia que se asume socialmente como propia y que se traslada a las generaciones venideras configurando una suerte de legado artificial que dice mucho sobre lo que de cada hecho antiguo resulta sugerente para quien opera esa selección, esa recepción muchas veces sesgada, casi siempre interesada. A propósito de los Vascones, de hecho, ha publicado algunos trabajos preliminares sobre la cuestión nuestro alumno Javier Larequi quien desarrolla su Tesis de Doctorado, precisamente, en torno a esa cuestión.

Pues bien, para quienes conocen un poco a los antiguos Vascones el texto que abre estas páginas, incluso si nunca antes lo habían leído remite claramente a un escritor de los inicios del siglo XX que, sin haber tenido aparente contacto directo con el territorio vascón, es autor de uno de los pasajes más singulares de la recepción del asunto vascónico en la literatura y en las artes, un asunto que, desde luego, está por explorar y que tiene en este texto, y en su autor, un hito fundamental, casi fundacional. Nos referimos a Howard Phillips Lovecraft y a su The very old folk ("Gente muy antigua", como suele traducirse), en realidad una carta que este escritor americano escribió en noviembre de 1927 y dirigida a otro maestro de la literatura de ficción y terror, también estadounidense, Donald Albert Wandrei. Un tercer autor de este género, Frank Belknap Long Jr., también americano, acabó publicando la carta, con permiso de su autor y una vez muerto aquél, en su novela The Horror from the Hills, que vio la luz casi cuarenta años más tarde, en 1963. En dicha carta, Lovecraft, que jamás había viajado a la península ibérica, cuenta un sueño que tuvo -"el sueño más real en años", "vívido y aterrador" como lo califica al final y al comienzo de la misma- en los días previos a escribir su carta. En él visualizó una historia relativa a una cohorte romana que ha de intervenir en las montañas al norte de Pompelo, "justo en la época final de la República" romana y que ha de hacerlo porque "en las noches antes de las calendas de mayo y de noviembre" una serie de personajes que vivían en dichas estribaciones, y a los que, precisamente, califica de "gente muy antigua" o de "misteriosas personas que habitaban en las colinas y hablaban un idioma incomprensible hasta para las personas vascas", "prendían hogueras que se extendían por las montañas, y sus aullidos aterrorizaban al pueblo; además, varias personas del pueblo desaparecían de repente y ninguna de ellas había vuelto", seguramente porque bien esa "gente muy antigua" o "las personas nativas que vivían con sus ovejas en las montañas" y que eran "aliadas de la gente muy antigua" bajaban a la ciudad en las fechas indicadas y capturaban a población de Pompelo para sus rituales sacrificiales. El texto presenta, además, de una forma clara y sorprendentemente real, cómo, ante un acontecimiento así la administración romana tenía la "responsabilidad" de "velar por la seguridad y prosperidad de Pompelo, donde habitaban personas de sangre romana (...)", pero, también, unos Vascones con los que "los enfrentamientos eran inevitables debido a la naturaleza bárbara e impredecible" de éstos a pesar de que "en el pasado no habían sido rivales peligrosos" de las legiones romanas. Esa actuación de la administración romana de garantizar la protección de los Pompelonenses se presenta en el sueño de Lovecraft como una ocasión para "hacer frente a los ritos" de estas gentes de lengua extraña, y, casi como los Vascones de Estrabón, con modos de vida montañeses. Sin hacer spoiler del final del relato, lo cierto es que en él se destila esa oposición Romanidad-barbarie, globalización-tradiciones vernáculas, civilización-oscuridad que también resultó un motor fundamental en la historiografía grecorromana y, en particular, para el territorio que nos ocupa, como antes hemos visto, en Estrabón. Ideas como la de una ciudad fundada por Roma en un territorio montañés, y por tanto bárbaro en la cosmovisión grecorromana, y la de unos Vascones dados a las artes adivinatorias y a los rituales salvajes y mágicos -casi como esa bruta gentilitas "de otro tiempo" que citaba el poeta Calagurritano Prudencio en su Peristhepanon (I, 94)- subyacen de forma nítida en esta singular visión onírica de Lovecraft.-

Pablo Ozcáriz, de la Universidad Rey Juan Carlos y buen conocedor del asunto vascónico, desde el ya citado enfoque de la recepción de la Antigüedad publicó en 2019 (Ágora: estudos clássicos em debate, 21) y, muy recientemente, en el libro Recepciones de la antigüedad vascona y aquitana (Vitoria, 2022) del que hablamos no hace mucho en este blog, dos completísimos estudios en los que se interrogaba sobre cuáles pudieron ser las lecturas y conocimientos que, presentes en el subconsciente de Lovecraft, nutrieron ese singular sueño de la noche de difuntos del año 1927 sueño que, de hecho -tal vez lo más sorprendente- articulaba una relación entre Pompelo y Calagurris que, además, sabemos que, existió realmente como prueba una de las tablas de Arre (CIL II, 2959, véase sobre ella el estudio de Borja Díaz y Alejandra Guzmán en nuestro libro Los Vascones de las fuentes antiguas, publicado en 2009) y como, precisamente, estudió Pablo Ozcáriz en el primer volumen sobre Navarra antigua de los que hemos venido coordinando desde 2006.

Precisamente, por la fascinación que los visos de verosimilitud histórica han despertado entre los seguidores de Lovecraft y, también, porque el relato es bastante sugerente para potenciar los elementos ancestrales de la mitología vasco-navarra (si bien ha de tenerse en cuenta que, en realidad, el término en inglés que empleó Lovecraft en la versión original de su carta siempre fue "the Vascones", no "las personas vascas", como se ha traducido recientemente), en el último trimestre de 2024, la editorial Draco Somnium se ha atrevido con una muy sugerente revisión del texto de Lovecraft que, además, se ha financiado con una sensacional y exitosa campaña de micromecenazgo a través de la plataforma Verkami que ha superado, de hecho, las expectativas de sus promotores y que, precisamente, ha traído al debate público -por el eco en prensa, especialmente en Diario de Navarra, aunque no sólo, del proyecto- uno de los -como hemos dicho- más singulares casos de recepción de los Vascones antiguos de cuantos se conocen y que, como se ha dicho, quienes estábamos familiarizados con la cuestión, ya conocíamos gracias a los trabajos de Pablo Ozcáriz. Con el claro deseo de, además, acercar el relato a un público amplio que, por supuesto, incluyera a los seguidores de Lovecraft -que, ciertamente, son legión en el mundo de la literatura de terror y onírica- pero que llegase también a un público juvenil, la responsable de la edición, la psicóloga y pedagoga Oihane Amantegui, pensó en ofrecer el relato de Lovecraft traducido e ilustrado pero cruzado con las peripecias, igualmente aterradoras y llenas de suspense, de Lur Irigoein, excursionista que se adentra en la selva del Irati -imaginada como escenario de esas "colinas (que) se elevaban escarlatas y doradas al norte (de Pompelo)"- y acampa en ella, en concreto en el refugio de Azpegi, para revisitar el escenario en que se movía esa "gente muy antigua" . De ese modo se consigue compaginar, en la edición, tres géneros: el propio relato de Lovecraft, el diario -en cuatro días, el último bruscamente interrumpido, como el sueño de Lovecraft- de Lur y las anotaciones que ésta hace al texto de Lovecraft que sirven a los editores para, en primer lugar, ilustrar el contenido de la carta, y, en segundo término para intercalar notas y comentarios que no sólo explican el sueño del escritor estadounidense sino que, además, aportan información histórica y territorial sobre Pompelo, Calagurris y los Vascones en los últimos años de la República romana, hacia el 40 a. C., cierto que interpretados, en cualquier caso, en toda la edición aquéllos, interesadamente, como "vascos". 




En el deseo de sus editores de que uno de los escenarios del relato, la Pompelo de finales de la República y, en particular, su foro, tuviera una ilustración -como todas las del opúsculo, a cargo de Unai González Martínez- nos contactaron para ello. En ese foro trataron de representar la hibridación cultural de la ciudad que expone el sueño de Lovecraft -no en vano se habla de que "algunas veces (la gente muy antigua) se acercaban al pueblo a comerciar por medio de gestos" pero que en la ciudad habitaban "gentes de sangre romana", como hemos visto, ciudad a la que habría llegado "un cuestor provincial llamado L. Caelius Rufus" (que es el personaje que Lovecraft soñó ser) que "acababa de llegar de Calagurris acompañado por la quinta cohorte de la legión XII, el tribuno militar Sexs. Asellius y el legado Cn. Balbutius" para reunirse con "el proconsul P. Scribonius Libo", ambiente que, a nuestro juicio, recoge muy bien la ilustración que, del citado foro Pompelonense, aparece en el libro y que, también, como recompensa para los mecenas, ha alcanzado una notable difusión en el formato que sigue a estas líneas. Conscientes como somos de que el gran despegue urbanístico de Pompelo, y en particular de su foro como han estudiado con acierto Luis Romero y la ya citada María García-Barberena, no llegaría hasta época de Augusto y, en concreto, con la dignificación que siguió a la promoción estatutaria de la ciudad en época flavia y sugestionados por el hecho de que, si Pompeyo fundó la ciudad, habría un espacio forense siquiera incipiente a la manera de los que se conocen para enclaves de potente pasado republicano en el valle del Ebro como, por ejemplo, La Cabañeta de El Burgo de Ebro (Zaragoza), recomendamos su representación como una plaza en la que se hibridasen las funciones comerciales, las administrativas y las religiosas pero que todavía no hubiera adquirido, como sí lo harían, en general, los foros a partir de Augusto, el carácter de espacio de representación de la elite local. Se trataba, por tanto, de un foro todavía desprovisto de estatuas y, también, con una arquitectura que combinara madera y piedra previa a la gran marmorización de los espacios públicos romanos propia ya del Principado. En parte, es evidente, y así ha de juzgarlo el lector, que se trata de una representación ideal, sin apenas base arqueológica, pero refrendada en la estructura que, sabemos, debían tener este tipo de conjuntos en los finales de la República cierto que con algunos guiños -como los arcos que permitían el acceso a la plaza- a la estructura del foro de Augusto construido unas décadas más tarde en Roma y que se convertiría en exemplum de muchos foros locales y provinciales de Occidente.


Como ya se ha dicho, 1.800 años después de que los relatos de la Geografía de Estrabón triunfasen por su capacidad de confrontar la globalización de Roma con las tradiciones vernáculas, esta edición del The very old folk -presentada como El sueño de H. P. Lovecraft- explota al máximo esa exitosa fórmula, sin duda, tan propia de la literatura antigua, en particular de la griega pero, como vimos a propósito de Tácito y de los Germanos, en este mismo blog, también de la romana. El diario de Lur Irigoien que se añade a la edición es el que permite a los editores identificar -prácticamente mixtificando- a los Vascones de Lovecraft con los vascos actuales -o, al menos, con los navarros euscaldunes- a partir del ardid geográfico -que la propia excursionista explica- de identificar las colinas al norte de la antigua Pompelo con la selva del Irati ("ese relato me trajo a la mente la selva del Irati: un tesoro oculto entre las montañas pirenaicas de Nafarroa, Zuberoa y Behe Nafarroa") para, de ese modo -y como se explica muy bien en este vídeo del canal de Mitología Ibérica- identificar a los protagonistas de los Sabbats que soñó Lovecraft -directamente definido por Lur como aquelarres- con "seres antiguos que vivían en el territorio vasco, gigantes ocultos" -muchos de ellos popularizados en la mitología vasca pero de los que no hay evidencia alguna en las fuentes antiguas que, desde una óptica epigráfica, sí nos han aportado información sobre la religiosidad, de carácter natural, de los antiguos Vascones- que se movían entre ovejas, dólmenes y frondosos bosques apenas con un único vestigio de Romanidad, la torre-trofeo de Urkulu, en Orbaiceta, que preside el bosque del Irati y que la propia excursionista visita en una de sus misteriosos jornadas. Sí resulta curioso que a la hora de elegir el aparato gráfico del diario de Lur se elijan, seguramente por el concurso en el proyecto de personal del Museo de Navarra, motivos iconográficos como las rosas hexapétalas o los pámpanos de vides que, como sabemos por los clásicos trabajos de Francisco Marco, más bien tienen que ver con el sustrato indoeuropeo de la epigrafía romana de Navarra que con el propiamente vascónico. Como no puede ser de otro modo, para salvar el rigor histórico y conocedores los editores de que -al margen de en la erudición visigótica- no hay noticias sobre esa supuesta barbarie vascónica -sobre eso hablamos, precisamente, este mismo mes en "Sorioneku (y X)"- se concluye afirmando que "sin embargo, me parece que el paso del tiempo ha transformado lo que realmente sucedió: no creo que la gente muy antigua fuera peligrosa ni que hiciera daño a ninguna persona sino que pretendió proteger el territorio vasco", en palabras anotadas en el diario de Lur. Identificación primero, exageración de la alteridad, después, esencialismo y, finalmente -y como prueba de ello también el sensacional glosario que cierra la edición- una reivindicación de la realidad histórica que, desde luego, resulta sugerente cuando se está hablando de un sueño. Pero, eso sí, del único sueño sobre Vascones y Romanos que ha merecido un lugar en la historia de la Literatura y, por tanto, en la recepción de estos en las artes.

El sueño de H. P. Lovecraft es, por tanto, como otros títulos de los que hemos hablado en la etiqueta "Volumina" de este blog -algunos de ellos (Cuando fuímos Vascones y Vasconum)- de hecho, alusivos a los antiguos vascones, un libro que cualquier amante de la Historia Antigua de Navarra debe tener en su biblioteca... Sin duda.


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