VASCONVM

 


[Cubierta de la novela Vasconum, Ediciones Eunate, Pamplona, 2023; más información sobre ella, aquí]

"-No estás solo. Nadie lo está. Ahora, más que nunca, todos somos uno. Nosotros somos quienes continuaremos con el legado de Larrahi, Enneges. Lucharemos hombro con hombro, espalda con espalda, protegiéndonos los unos a los otros, pues el motivo que nos lleva a combatir es, como decía él, que algunos de los nuestros regresen a sus hogares, a nuestra tierra; y serán ellos, y sus hijos, y después sus nietos, quienes contarán en sus ciudades y poblados las batallas, derrotas y victorias de la cohors II Vasconum. Nuestras batallas, nuestras derrotas, nuestras victorias, nuestras gestas. Hagámoslo, luchemos. Por nosotros. Por Larrahi. Porque él nos estará observando, orgulloso, desde la otra vida.

Enneges asiente. Si algo es seguro es que continuará combatiendo como lo había hecho hasta ahora, por sus camaradas, por Larrahi, por volver a ver a su padre y... por abrazar a su amada Selatse. Y, desde donde estuviese, su hermano siempre lo acompañaría. Siempre."

(ZUGARRONDO, Iñaki, Vasconum. Luchar y morir bajo las águilas de Roma, Eunate Ediciones, Pamplona, 2023)

Quienes nos dedicamos al estudio de la Hispania antigua y, en particular, quienes en alguna ocasión nos hemos ocupado de la compleja cuestión de las etnias antiguas hemos percibido rápidamente el problema que suponen las limitaciones inherentes a nuestras fuentes, especialmente elusivas, de hecho, en lo que a estas respecta, como se ha puesto de manifiesto habitualmente (SALINAS, M., Los pueblos prerromanos de la península ibérica, Madrid, 2006). En relación a los antiguos Vascones, tan presentes en Oppida Imperii Romani, el fenómeno se hace, si cabe, especialmente determinante. Como comentábamos en una de las entradas de la etiqueta que, en este espacio, se les dedica, casi hemos articulado más nuestra imagen de esta etnia histórica a través de lo que dicen los geógrafos y los etnógrafos -caso de Estrabón, por ejemplo- o los poetas -como el Calagurritano Prudencio- y hombres de la administración -como Plinio el Viejo- que a partir de lo que sobre ellos cuentan historiadores como Salustio, Tito Livio o Tácito (para el catálogo de fuentes antiguas sobre los Vascones, con comentario, debe verse PERÉX, Mª J., "Características generales del pueblo vascón", en ANDREU, J., y LAREQUI, J. (eds.), Inter medium Vasconum pertransibunt aquae. Vascones y termalismo en la antigüedad hispana, Madrid, 2022, pp. 63-80 y ANDREU, J., y JORDÁN, Á. A., "Nuevas reflexiones en torno a las fuentes literarias sobre los Vascones en la Antigüedad", Lucentum, 26, 2007, pp. 233-252). De estos tres historiadores -los únicos que, desde dicho género, aluden a los Vascones-, de hecho, el texto de Salustio que reconstruyera Adolf Schülten en las Fontes Hispaniae Antiquae presenta no pocos problemas por su carácter fragmentario y lo complejo de algunas de sus lectiones (véase PINA, F., "Sertorio, Pompeyo y el supuesto alineamiento de los Vascones con Roma", en ANDREU, J. (ed.), Los Vascones de las fuentes antiguas. En torno a una etnia de la Antigüedad peninsular, Barcelona, 2009, pp. 195-2014, esp. pp. 196-201), el de Tito Livio, en que, cronológicamente, se menciona por primera vez a los Vascones en el contexto de la marcha del ejército del proscrito Sertorio hacia su campamento en Calagurris, procede de las Periocas, una serie de libros resumidos en los que la propia acción de la síntesis condiciona la validez del contenido y nos priva, sin duda, de más información (véase SAYAS, J. J., "El proceso de urbanización del sector meridional del territorio vascón y la comarca de Tudela (II)", Espacio, Tiempo y Forma. Serie 2. Historia Antigua, 17-18, 2004-2005, pp. 335-360, esp. pp. 343-344).

Ante este habitual -pero apasionante- panorama de evidencias y testimonios y en medio del appeal que, como sabe el lector de este blog, la cuestión vascónica ha venido despertando, con nuevos bríos, en el último año. En ese repertorio sólo escapa a la crítica histórica el pasaje en que el historiador romano Tácito alude, en las Historiae, a la existencia de una serie de cohortes Vasconum lectae a Galba (Tac. Hist. 1, 33) documentando, por tanto, la primera participación evidente, en los ejércitos de Roma, de Vascones como conjunto étnico -al margen, claro está, de la de individuos aislados oriundos de ciudades vasconas en el Bellum Sociale de la que nos informa el Bronce de Áscoli-, participación que tendrá continuidad documental a partir de la existencia de una serie de cohortes Vasconum que se repiten en fechas diversas en diplomata militaria de época altoimperial de las primeras décadas del siglo II d. C. y que también han sido, naturalmente, objeto recurrente de la investigación (GARCÍA Y BELLIDO, A., "Los vascos en el ejército romano", Fontes Linguae Vasconum, 1, 1969, pp. 97-108; SAYAS, J. J., "Los Vascones y el ejército romano", Hispania Antiqua, 13, 1986-1989, pp. 97-120SAN VICENTE, J. I., "Galba, el ala Tauriana y el ala Sulpicia", Hispania Antiqua, 31, 2007, pp. 87-110 e, incluso, nosotros nos ocupamos de ellos en ANDREU, J., "Qui tenditis? qui genus? unde domo? Vascones en el Occidente Latino a través de la documentación epigráfica", Príncipe de Viana, 261, 2015, pp. 307-322).

En estos días, la prensa navarra -tanto Diario de Navarra como Diario de Noticias- se hace eco de la edición, por parte de la editora local Ediciones Eunate, de una novela que, precisamente, da vida a varios integrantes de esa cohors Vasconum del texto de Tácito y de la documentación epigráfica. Titulada Vasconum. Luchar y morir bajo las águilas de Roma, es la opera prima del guía turístico profesional -en Pamplona y en Roma- Iñaki Zugarrondo, natural de Pamplona (1993). Como el propio autor afirma en la sensacional "Nota histórica" que (pp. 367-372) que precede al utilísimo "Glosario" (pp. 373-381) que cierra el volumen, "la novela Vasconum. Luchar y morir bajo las águilas de Roma transcurre en un contexto histórico real que resultó crucial para el devenir del mundo romano, combinando la narración de pasajes reales y ficticios con un elenco de personajes tanto históricos como de ficción, y culminando con la batalla de Asciburgo, en la que nuestros antepasados vascones entraron en la Historia para siempre de manera heroica". Esa nota histórica termina con una épica afirmación que explica el éxito -con casi doscientos asistentes- que tuvo la presentación del volumen, hace apenas un par de semanas, en la librería Katakrak de Pamplona -con casi dos centenares de asistentes- y, también, el hecho de que la primera edición se haya agotado en un tiempo récord: "Ahora estos héroes olvidados vuelven para reclamar su sitio en la Historia". 


Aunque, efectivamente, la épica -junto a otras que seguidamente se glosarán- es una de las indiscutibles virtudes de la novela Vasconum, creemos que, desde un punto de vista sociológico -que resulta interesante para calibrar nuestra recepción de esos Vascones de la Antigüedad, asunto que también nos ha ocupado recientemente en este espacio- el sensacional éxito de este libro de ficción -digno continuador de Pompelo, el sueño de Abisunhar, que hace algunos años (Ediciones Eunate, Pamplona, 2014) firmó el abogado pamplonés Juan Torres Zalba (Pamplona, 1973) sobre una de cuyas novelas posteriores, El primer senador de Roma (Pamplona, 2020) nos detuvimos hace algunos años, con motivo de su edición, en Oppida Imperii Romani- vuelve a apuntar el atractivo sociológico que la cuestión étnico-identitaria de los antiguos Vascones tiene -siempre ha tenido- para la sociedad navarra y que, lógicamente, como decíamos, se ha visto incentivado con el revuelo originado por la presentación en sociedad de la mano de Irulegi y por la singular, y a veces torticera, interpretación de la misma desde una perspectiva política, sociológica y,  también, mediática, esa que ha inspirado la nutrida serie "Sorioneku", una de las más leídas de la historia de este blog. Si hace exactamente un año se agotaba en apenas un día el libro Cuando fuímos Vascones, de Javier Enériz, que haya sucedido lo mismo con la primera edición de Vasconum representa varias cosas y, desde luego, para los amantes de la Historia Antigua de Navarra, todas buenas. 

En primer lugar, la Antigüedad está de moda y, como se ha manifestado frecuentemente (ANDREU, J., "Vascoiberismo, vascocantabrismo y navarrismo: aspectos y tópicos del recurso ideológico a los Vascones de las fuentes antiguas", Revista de Historiografía, 8, 2008, pp. 41-54; BLÁZQUEZ, J. Mª., "Los vascones en las fuentes literarias de la Antigüedad y e la historiografía actual", Trabajos de Arqueología Navarra, 20, 2007-2008, pp. 103-149 y, recientemente, LAREQUI, J., "Los vascones antiguos entre posiciones antagónicas (siglos XIX-XX)", en DUPLÁ, A., y PÉREZ MOSTAZO, J. (eds.), Recepciones de la Antigüedad vascona y aquitana: de la historiografía a las redes sociales (siglos XV-XXI), Vitoria, 2022, pp. 97-116 y, en general, todo el volumen en que dicha contribución se incluye), la, poco fundada, identificación Vascones/vascos, resulta muy atractiva desde el punto de vista político y social lo que contribuye a amplificar el atractivo de cualquier nueva noticia, del tipo que sea, sobre la cuestión. En segundo lugar, un relato que subraya el elemento identitario en el marco de la globalización que supusieron "las águilas de Roma" pone el foco en los mismos elementos que hicieron posible, históricamente y a partir de la tardoantigüedad, la recuperación de esa prístina identidad vascónica (SAYAS, J. J., "De vascones a Romanos para volver a ser vascones", Revista Internacional de Estudios Vascos, 44, 1999, pp. 147-184) envuelta no pocas veces en el mito y la leyenda, en la épica, de la que antes hablábamos. Pero, además, en tercer lugar esta novela de Iñaki Zugarrondo pone el acento -no hay más que leer la glosa de su trama que figura en su elegante contraportada o en el material distribuido por la editorial, que más arriba enlazábamos- en el contraste entre la corrupción de la autoridad romana y el destino de unos jóvenes soldados vascones que "dejando atrás amor, familia y tierra (...) terminan ligando sus destinos al de las águilas de las legiones romanas", soldados a los que se presenta, además, como aguerridos combatientes, seguidores de sus ancestrales tradiciones y, por supuesto, defensores de su territorio y de su identidad al margen de que la entreguen al servicio de los generales romanos y, en concreto, del gobernador de la Tarraconense y capax Imperii en el año de los cuatro emperadores Servio Sulpicio Galba

Como supondrá el lector, el nexo que establece una plausible relación entre varios mercenarios vascones y la "gran" Historia de Roma es la sublevación de Galba a mediados del año 68 d. C. y la participación de aquellos en las batallas decisivas, ya en el 69 d. C. en torno a la revuelta, en la Germania inferior, de Julio Civil. De este modo, la acción se desarrolla entre el territorio vascón -especialmente el entorno de Pompelo pero también, ocasionalmente, Andelo e Iturissa, que desempeña un papel importante como punto de paso hacia el Pirineo y hacia Aquitania-, el ámbito Narbonense e itálico y, por supuesto, el territorio germano. En algunos de los pasajes mejor conseguidos de la obra, Zugarrondo tiene la virtud de imaginar al historiador Tácito escuchando, de boca de algunos de los vascones protagonistas, sus experiencias en una de las cohortes auxiliares de Galba en las que se desarrolla parte de la trama y, así, con una excelente pluma que, de hecho, le valió en 2019 un premio de narrativa por parte del Ayuntamiento de Pamplona, va intercalando sucesivamente saltos en el tiempo al año 101 d. C., en que está componiendo sus Historiae, cuando han transcurrido ya más de treinta años del episodio que centra la trama de la novela. Con una estructura muy cinematográfica, en la que el lector cambia constantemente de escenario -lo que ayuda, sin duda, a potenciar el contraste entre la periferia más o menos agreste en que transcurre la vida de los vascones protagonistas y los corruptos tejemanejes políticos de los escenarios más oficiales contribuyendo a dibujar una imagen casi paradisíaca del territorio vascón- los acontecimientos cubren la primera gran guerra civil del Principado Romano y permiten a Zugarrondo explayarse en torno a un asunto, el de la Historia Antigua de Roma que, es evidente, que le apasiona, pasión que, además, sabe compartir con el lector al que, además, la nota histórica final, antes citada, y el glosario, le incitan a querer saber más sobre este episodio que, según nos contaba hace unos días el propio autor -curiosa y sorprendentemente- no parece formar parte del "imaginario colectivo" que, en Navarra y entorno, se tiene sobre los Vascones antiguos, acaso más vinculado a las guerras sertorianas, donde ni siquiera podemos afirmar -más bien lo contrario- que tomasen partido en el mismo bando, y, también, a los tópicos de alteridad trazados por el conocido pasaje de Estrabón relativo a los "pueblos del norte" peninsular. Reivindicar la historicidad de ese pasaje de Tácito -como hemos dicho más arriba una de las pocas noticias que, sobre los Vascones de la Antigüedad, procede de una fuente verdaderamente autorizada e historiográfica como es Tácito y convertirlo en la espina dorsal histórica del texto- ya supone un acierto que, lógicamente, debe celebrarse.

Como tuvimos la ocasión de percibir cuando el autor nos contactó -hace ya un par de años- para que leyésemos la primera -y mucho más extensa- versión de su novela, Vasconum. Luchar y morir bajo las águilas de Roma, en primer lugar, cuida con notable acierto, la cuestión onomástica eligiendo adecuadamente, con las licencias propias del género, los nombres de los integrantes de la cohors Vasconum -Enneges, Arbiscar, Arranes o Larrahi- y de algunos de sus vecinos vascones, entre ellos Selatse y Ummesahari, protagonistas de parte importante de la trama por cuanto que la primera es pareja del héroe del relato, Enneges. Aunque es cierto -como el propio autor explica (pp. 368-369)- que algunos de los nombres -como Larrahi o Selatse- son, en su atestiguación epigráfica, teónimos, nada impide pensar que fuesen, también, nombres personales aunque resultaría raro (sobre unos y otros véase FERNÁNDEZ PALACIOS, F., "Actualización en onomástica vasco-aquitana", Palaeohispanica, 9, 2009, pp. 533-537, con todas las referencias epigráficas comprometidas en las diversas atestiguaciones). El autor da entrada, además, a otros teónimos, como Lacubegi que confirman su predilección por la documentación epigráfica que, como tantas veces hemos explicado en la etiqueta "Epigraphica" de este espacio, es una de las fuentes más directas y primarias para el conocimiento de la sociedad romana -y de las sociedades paleohispánicas- si bien Zugarrondo se rinde a tópicos -también en la toponimia- que aunque socialmente puedan estar bien asentados -como que Pompelo se llamó antes "Iruina" o que Mari figuraba entre las deidades de referencia en el panteón vascónico- desdicen de su, en general, notable esfuerzo documental aunque, como se ha dicho, se justifican por tratarse de un relato de ficción. El modo cómo se presenta el constante recurso a la memoria y al pasado compartido de las gentes vasconas protagonistas permite al autor recrear las condiciones topográficas del enclave antecesor de la Pompelo romana (pp. 18-19) del mismo modo que, con una pluma muy ágil, Zugarrondo transporta al lector al entramado urbano de esa ciudad a finales de la década de los sesenta del siglo I d. C. (pp. 37-38) dando vida a algunos de sus edificios más representativos, como el barrio artesanal que ocupó la parte baja del foro local (pp. 46-49) de igual modo que, más adelante (pp. 53-54) hace al supuesto procurator Vibio Decio (¿acaso hubiera sido mejor obtener su perfil onomástico de algunos de los personajes, o de los gentilicios, citados en las perdidas placas de Arre de CIL II, 2598-25960) disponer de una uilla en el territorium de Andelo que, con permiso del auge que, en estos últimos años, está experimentando Santa Criz de Eslava, sigue siendo una ciudad icónica para la comprensión de la Arqueología romana en territorio vascón. Esa capacidad descriptiva que, es, también, evocadora, alcanza su culmen en el momento en que Enneges entra en la ciudad de Roma y "las calles empedradas, los edificios y templos de la majestuosa urbe imperial" actúan como testigos (pp. 103-106) y presentan de qué modo un provincial como el joven Enneges redimensiona la idealizada imagen de su patria local. Aunque la novela pueda resultar, en algunos pasajes, algo previsible -los romanos, en particular el procurador Vibio Decio, son ambiciosos e, incluso, crueles (p. 153) y los Vascones, en cambio, son leales y honestos (pp. 360-362, por ejemplo)- nos parece que también en eso Vasconum bebe en lo mejor de la literatura latina que, precisamente en autores como Tácito, convirtió a los pueblos periféricos a Roma -como los Germanos, a los que también se atiende en el relato (pp. 152-157)- en modelo de esa moralidad que el engrandecimiento de la urbe se habría llevado por delante en el cénit del Alto Imperio (sobre este asunto hablamos, precisamente, no hace mucho en Oppida Imperii Romani).

La periodista de Diario de Noticias Cristina Garbayo escribía en el espacio que, el pasado mes de noviembre, dedicó a esta novedad editorial, que "Vasconum es una oportunidad para vivir en primera persona la historia de los Vascones durante el Imperio Romano" y, por su parte, Laura Puy, en Diario de Navarra entrecomillaba unas palabras de la editora, María Oset en las que ésta declaraba lo sugerente de que "a través de una novela histórica se pueda sembrar el amor por una tierra, por la historia, y hacerlo aprendiendo y disfrutando. Y me parece muy especial descubrir la vinculación de nuestra tierra y nuestros vascones con algo tan épico como el Imperio romano". Efectivamente, ese es uno de los principales méritos de esta novela que, seguro, seguirá estimulando el atractivo -que es precisamente ése, la simbiosis entre lo local y lo global- de este tema al que, desde la óptica investigadora, llevamos tantos años dedicando tantos desvelos. Un tema que, precisamente, sigue interesando hoy porque interesó al cálamo etnográfico, poético o histórico de los autores greco-latinos a los que debemos prácticamente todo lo que sabemos sobre los antiguos Vascones.

Por todo lo dicho, y por muchas más razones que sabrá descubrir el lector, Vasconum. Luchar y morir bajo las águilas de Roma es, desde luego, una buena noticia para los que amamos la Historia Antigua y, en particular, la tantas veces citada, y muy revitalizada, "controversia vascónica". 

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